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Remordimientos de montaña

en Hetero: Infidelidad

Dos años antes…

-¡Rebeca¡-Gritaba yo desesperado mientras mis manos gélidas y enrojecidas por el frío arañaban la nieve que cubría el refugio-¡Rebeca¡, di algo ostia puta…-Las lagrimas caían por mis mejillas antes de convertirse en esporas de hielo sin siquiera tocar el suelo, a causa de los  -15º que castigaban el alto pirineo antes de salir el alba aquel veintiuno de febrero.

No pude más que alegrarme de que una uña se me partiera y empezara a sangrarme el dedo a borbotones, pero no porque yo tuviese tendencias masoquistas si no porque significaba que había dando con algo duro, duro como el cristal de una ventana del refugio de montaña que yo llevaba horas buscando y minutos desenterrando.

Sin pararme a mirar que o quien había dentro, introduje una piedra dentro de mi pasamontañas y golpeé el cristal ya que una cosa es que no me importara sangrar por un dedo y otra que partiera en mil pedazos una ventana con mi mano descubierta, perdiera más sangre y muriera de hipotermia…valiente y decidido si…estúpido no.

Cuando entré, tuve un sobresalto tremendo pues las ascuas de una pequeña chimenea que había a un lado de la estancia, de repente dieron una bocanada del oxígeno que yo había introducido en la habitación al romper la ventana y tomaron un aspecto más vigoroso con dos o tres llamaradas. Fuego, que a su vez me proporcionó la luz necesaria para poder ver que Rebeca esta tumbada boca abajo en un sofá tapada con una manta de pies a cabeza. Sentí miedo, miedo de que lo que me encontrara al llegar hasta ella fuera un cuerpo sin vida de la persona que más había querido en mi vida, pero así como la hoguera retomó su fuerza, Rebeca también dio un sonoro trago de oxígeno y se levantó de golpe tambaleándose y casi cayendo al suelo si no fuera porque yo la recogí entre mis brazos en el último momento. Tras medio minuto de tos y palabras incapaces de ser entendidas, se serenó, se sentó en el suelo y me dio un acalorado abrazo seguido por un beso por el cual yo había estado temiendo que nunca se volviera a repetir, durante toda la noche.

En ese mismo momento, de la otra esquina de la sala, apareció una figura masculina andando despacio, parecía muy fatigado, blanco como la nieve que los había sepultado y andaba algo cojo.

Tras relajarse y respirar unas cuantas veces más, el chico, bueno, el hombre ya que aparentaba ser mayor que nosotros iba recuperando un color de piel más humano.

Rebeca me lo presentó, me dijo que se llamaba Hugo, que tenía treinta y cuatro años y que se le había encontrado de madrugada cuando nos habíamos despistado y perdido la pista el uno del otro atrapado bajo la rama de un árbol en medio de la montaña, de ahí su cojera y que cuando sintieron el alud, lo cual fue con antelación ya que él era lugareño y conocía muy bien el sonido que sobreviene cuando se  va a producir un suceso de estas características, se introdujeron rápidamente en el refugio de montaña que tenían a pocos metros.

-Suerte, porque treinta segundos más y nos caen encima cincuenta toneladas de nieve.-dijo él para acabar lo que me estaba contando Rebeca.

Pero habían quedado sepultados y no tenían forma de salir, había una pistola con una bengala dentro del refugio pero de poco les servía si no podían salir al exterior a lanzarla.

Pero ahora sí que nos servía, así que la utilizamos y media hora después los equipos de salvamento nos pusieron a los tres sanos y salvos.

Ya en el presente…

Ahora solo queda como anécdota en nuestras vidas, pero me tiemblan las piernas solo de recordar lo mal que lo pasé esa noche, de hace dos años cuando tras ir a pasar un fin de semana a los pirineos, tras una excursión por la nieve con otra pareja de amigos Rebeca y Yo primero nos perdimos los dos juntos y más tarde nos quedamos solos al separarnos por razones que no voy a exponer aquí ya que demostrarían la cantidad de errores que pueden cometer unas personas solo por ponerse nerviosos y que al final pueden acabar en una desgracia.

Todo esto lo estaba contando ya que Rebeca, que acaba de irse al gimnasio ahora mismo, gimnasio que la está dejando realmente esculpida, un culo firme, una cintura perfecta y unos brazos contorneados que hacen de su metro sesenta y uno la delicia de cualquier hombre y por suerte, es toda para mí. Me ha dejado una nota en la cual pone, ¿recuerdas la noche que casi muero sepultada en la montaña? Tengo algo que contarte sobre aquello…

Así que eso he hecho, recordar lo que había pasado, por lo menos lo que yo había vivido aquella noche…ahora ya que la intriga me come por dentro voy a pasar a ver lo que vivió ella y me ha dejado escrito en la nota.

Hola Roberto, mi amor.

Te escribo esta carta ya que a la cara lo he intentado muchas veces pero me veo incapaz de poder hacerlo. Quizá me tomes por una cobarde y consideres que no tiene ningún valor lo que hago pero…no te culpo…seguramente sea de ese modo.

Supongo que te acordarás de que te conté lo que había pasado aquella noche y quiero que sepas que nada de lo que te dije era mentira, solo que eliminé parte de la historia, pues bien, ahora voy a narrártela de pe a pa tal y como fue.

-Mierda-Me decía para mí misma-  Como he podido perder a Roberto también, si es que soy estúpida, quien me manda seguir lo que me parecía a mí una voz, creyendo que nos ayudaría, ahora no se por donde he venido ni donde estoy, todos los arboles son iguales, la nieve es siempre igual…joder…ahora sí que estoy jodida.

Seguí caminando durante diez o quince minutos y vi caminando delante de mí a un hombre de unos treinta y pico, Hugo, el chico con el que me quedé atrapada, era un chico castaño muy claro casi rubio, ancho de espalda e iba bastante bien equipado para ir por la montaña, así que aceleré el paso para poder alcanzarle y pedirle ayuda pero en ese momento, vi como una rama caía desde unos cinco o seis metros justo encima suyo.

-¿Estás bien?-Dije mientras me acercaba corriendo a ver si le había pasado algo.

El me miró y me dijo.

-Si si tranquila, joder también es mala suerte que me caiga una rama justo encima- Y casi se echó a reír pero el dolor de su pierna atrapada le impidió continuar con la carcajada.

Como pude le liberé la pierna, le ayudé a levantarse y le expliqué que la que venía al principio en busca de ayuda era yo.

-Tranquila, hago este camino día sí, día no, aunque tal como me duele la pierna tardaremos un poco más, pero en menos de una hora estamos en el pueblo y mandaremos a alguien a buscar a tu novio, si no es que ha llegado el antes que nosotros hasta allí, pues si es un poco avispado, se encuentra fácil el camino.

-Ya, lo es, pero me estará buscando-No sé son las siete de la tarde y ya es casi de noche me da un poco de miedo que esté solo por ahí dando vueltas.

-Tranquila, no le pasará nada, confía en mí.

Veinte minutos más tarde, estábamos llegando justo hasta el refugio de montaña donde tú nos encontraste a la mañana siguiente y él me comentó.

-Mira en esa caseta, se podrían pasar varios días sin problemas, siempre dejo mantas y algo de comida en lata por si tengo que pasar una o dos noches en la montaña.

-¿Necesitas que entremos un rato y así descansas un poco la pierna?

-No no, no te preocupes, nos queda una media hora de camino solamente y además si paro luego me dolerá más aún.

-Cierto-Le contesté.

En ese momento el se quedó parado, me cogió del brazo y dijo.

-¡Corre¡ Al refugio,! viene un alud¡

Como pudimos llegamos corriendo hasta la puerta, el  abrió rápidamente, la bloqueó con una madera y cayó al suelo, yo también caí del susto de notar como algo tremendamente grande inundaba la cabaña por fuera, tapaba las ventanas y nos dejaba totalmente a oscuras.

A gatas llegué hasta un sofá y me quede tumbada, absorta y muerta de miedo. El, que conocía mejor la habitación, incluso a oscuras consiguió alcanzar una linterna y dar algo de luz.

-¿Estás bien Rebeca?-Me dijo preocupado.

-Ssss…sí, estoy bien.-Le contesté algo temblorosa-¿Y ahora que hacemos Hugo?

-¿Quieres que te diga la verdad?

-Claro

-Esperar a que alguien nos rescate, no hay otra opción, en el pueblo todos me conocen y si no vuelvo sabrán que me he quedado en la cabaña, habrán oído y visto el alud, así que no creo que tarden demasiado en encontrarnos.

-¡Roberto¡-Grité-Mi novio estaba ahí fuera ¿Y si le ha pillado el alud…? Dios…dios…

-Estate tranquila por favor…no pienses solo en que le haya podido pasar algo…puede que no…no tiene porqué así que relájate y confía en que dentro de un rato nos sacarán y podrás volver a verlo enseguida.

-No voy a poder tranquilizarme Hugo, te lo prometo, me conozco y no me lo voy a poder quitar de la cabeza.

Pasó una hora, dos, tres, eran ya las diez y pico de la noche y nadie había venido a por nosotros. Hugo empezaba a estar intranquilo, el frío recorría mi cuerpo de lado a lado y los temblores empezaban a ser preocupantes.

-Hugo, ahí hay una hoguera, ¿Por qué no enciendes fuego?

-Sería un suicidio, consumiría todo el oxigeno de la habitación y nos ahogaríamos en unas horas. Aunque si sigue pasando el tiempo…no sé que es peor, si morir ahogado pero caliente  o morir de frio.

Las doce de la noche, la una, mis labios estaban azules y aunque tapados con mantas poco podían hacer frente a ese horrible frío.

-No creo que tarden mas en encontrarnos, y total si no lo hacen, vamos a morir de frio ósea que voy a encender la maldita hoguera- Dijo el dando un salto sin acordarse de su pierna lo que hizo que diera un grito de dolor.

Con maestría encendió el fuego y poco a poco se la temperatura iba subiendo y ya no hacían falta las mantas, aunque era otra forma de morir, pero al menos se estaba a gusto.

No sé si por la falta de oxígeno o simplemente por la situación, pero ver a Hugo encender el fuego con sus grandes y rudas manos, de un hombre de montaña de 1,90 metros de alto mientras se remangaba y dejaba verse unos antebrazos musculados y bien marcados, me empezó a poner muy cachonda.

Mi mente luchaba contra sí misma e intentaba borrar la imagen de aquel hombre doce años mayor que yo introduciendo dos de sus firmes dedos en mi coñito pero contra más intentaba quitarme eso de la cabeza, mas mojadita se ponía mi rajita.

El se sentó a mi lado mientras yo me despojaba de la última de las mantas que llevaba encima dejándole ver mi cuerpo ajustado en un jersey de lana blanco con cuadros azul marino pero que aun debajo de la gruesa prenda se podían distinguir mis pronunciadas curvas. Noté como el miraba de reojo pero después se hizo el despistado y siguió con su cara de preocupación intentando pensar una solución para la situación donde nos encontrábamos.

La luz de la hoguera remarcaba el sudor de su frente masculina, madura y con unos rasgos muy varoniles.

-¿Te importa que me quite las botas?-Le dije

-No no, que va, ponte cómoda.

Me liberé de las grandes botas de montaña que llevaba y las aparte a un lado del sofá, mi excitación iba en aumento cuando el, se desabrochó uno de los botones del pantalón para estar más cómodo también.

No pude más y le desabroché el segundo botón sin darle tiempo a reaccionar metí mi helada mano en su calzoncillo y saque una polla aun flácida pero para el estado en el que se encontraba era más grande de lo que yo había visto nunca. El puso cara de desconcierto y se quedó perplejo mirándome  a los ojos, momento que aproveche para meterme toda la que pude en la boca y notar como crecía gruesa y bombeante de sangre dentro de mi garganta. No pude evitar que la baba se me escurriera por las mejillas y llegara hasta sus depilados huevos los cuales masajee con mi mano izquierda hasta conseguir la erección más perfecta que yo me pudiese imaginar.

-Que bien lo haces pequeña…-me dijo él mientras colocaba la cabeza hacia atrás y abría las piernas todo lo que el pantalón le permitía, cosa que solucioné rápido bajándoselo hasta los tobillos.

Estuve unos cinco o seis minutos masturbándole, metiéndome su enorme miembro en la boca y succionando como una posesa sus huevos.

Tras el primera asalto, el me cogió con sus poderosos brazos me puso encima del sofá con las tetas pegadas al respaldo y el culo en pompa, me bajó el vaquero y el tanga hasta las rodillas e introdujo suavemente sus dedos uno a uno hasta meterme cuatro en mi ya mojadísimo agujero.

Yo gemía como una loca y me agarraba con las manos al respaldo del sillón y el jugaba y movía sus dedos muy placenteramente hasta que le tocó el turno a su polla.

Mientras con su dedo pulgar acariciaba mi ano y me lo introducía poco a poco lubricándolo con saliva, agarró su polla con su mano izquierda apuntó hacia mi coño y me atravesó en lo que yo pensaba que se me iba a salir por delante.

-Dioooooosss….-Grité- Que polla cariño.

Tan solo un minuto después ya me estaba corriendo como una loca y soltando liquido por todas partes. Pero el no paró seguía follándome y follándome a un ritmo bestial, me había quitado el jersey y mis tetas rebotaban dentro del sujetador de un lado para otro. Mientras me follaba a cuatro patas encima del sofá y me introducía su pulgar derecho en el culo yo me masturbaba el clítoris salvajemente teniendo orgasmos uno tras otro. Solo podía pensar en esa gran polla atravesándome y me ponía aun más cachonda de lo que estaba.

-Para…para…-le dije entre espasmos y sollozos-túmbate en el suelo.

El se tumbó boca arriba, yo puse una mano en una pequeña mesa y otra en el sofá y de cuclillas me introduje su polla hasta el fondo.

-Oh…si…como me gusta eso Rebeca…

Yo subía y bajaba sin parar y mi coño chapoteaba inundado de ese gran miembro.

-Nena…me voy a correr…aaagggg

Entonces se incorporó agarro mi cabeza por el pelo bruscamente y me introdujo su polla en la boca violentamente, en otra ocasión yo hubiera detestado esa actitud y es mas…nunca me hubiera tragado el semen pero estaba tan cerda que abrí bien la garganta y recibí todo el chorro caliente dentro de mi hasta casi ahogarme, c omo agradecimiento a un gran polvo me sentó en el sofá con las piernas abiertas se arrodillo ante mí y me comió el coño varias veces para placer mío.

Más tarde, nos vestimos, me tapé con una manta y no recuerdo nada más hasta que tu llegaste a rescatarnos.

Te escribo esto porque me siento muy culpable desde entonces de que tu pasaras toda la noche preocupado y yo me estuviera comportando como una puerca tirándome a otro tío, entiendo que jamás puedas perdonarme, pero al menos mi conciencia se quedará tranquila ya que te he contando todo tal y como pasó, te quiero, Rebeca.

La verdad es que me he quedado atónito leyendo la carta y aunque no puedo ocultar mi erección al leer algo como aquello, siento como si mi espadas traspasaran mi corazón…necesito pensar…

Una hora más tarde…

Rebeca entra del gimnasio por la puerta y yo con la carta aun en las manos le espero al otro lado del pasillo, ella me mira avergonzada…clavo mis ojos en los suyos claros…y yo…que ya he pensado…me dispongo a darle mi sentencia…me acerco a ella rompo la carta, momentos después rompo su ropa la tiro al suelo y me dispongo a echarle un polvo salvaje en medio del pasillo…