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Mi experiencia de hace apenas 1 mes

en Fetichismo

Buenas a todos, ya hace años que no escribo mis experiencias en esta web, quizás unos 10 años, y en esos 10 años obviamente he tenido muchas, como sumiso y como fetichista de pies, pero con el tiempo es difícil acordarse de todas ellas y más aún de los detalles.

Es por ello que ahora que vuelvo voy a empezar de aquí para atrás, iré contando mis experiencias de la más reciente hacia atrás, cuando menos me acordaré mejor de cada unos de los excitantes detalles de las más próximas en el tiempo, aunque quizás no hayan sido las experiencias más atrevidas.

Pasados 10 años, ahora ya tengo 40, estoy casado, con hijos, tengo a mi mujer Ana (36 años) que es mi Ama en la intimidad y cuyos pies masajeo y lamo cada noche. Con los años y para saciar mi necesidad de adorar los pies de otras mujeres, mi Ama me presta a otras, me deja que me arrodille ante otros pies, esté o no esté ella presente y es mi cómplice a la que luego cuento mis experiencias.

La experiencia que os voy a explicar ahora es reciente aunque no la última, me sucedió hace cosa de un mes y aún siendo sencilla y corta, es intensa.

La tuve con una vecina nuestra de la urbanización a la que pondré el nombre inventado de Noelia.

Noelia tiene 34 años y hace unos meses se divorció. Es atractiva, estatura media, 1,70, sin grandes curvas pero bien proporcionada, ojos claros y de pelo castaño. Los pies, normalmente se los había visto en verano en la piscina, y recordaba que eran bonitos, cuidados y con uñas siempre pintadas.

Con Ana ya habíamos hablado alguna vez de invitar a Noelia, ahora que estaba ‘sola’, a participar en nuestros juegos de dominación, así que las últimas semanas con la excusa de la lectura de una novela de moda subidita de tono con temática de dominación que se habían prestado la una a la otra, le había ido lanzando dardos cuando estábamos solos en el parque mientras los niños jugaban, que si me había dicho Ana que el libro era muy suave, que no le dijera a nadie pero que nosotros practicábamos bdsm, que teníamos colección de látigos, que yo cada noche adoraba los pies de Ana, …, ella cada vez que le hablaba de estos tema alucinaba y a su vez mostraba interés, se había transformado en mi perfecta cómplice a la cual comentar temas íntimos y ella me seguía la corriente.

El momento culmen llego hace cosa de un mes, Ana se había ido de viaje y yo me había quedado el fin de semana solo con los niños, estaba el sábado en el parque hablando con Noelia mientras los niños jugaban y como estaban pesados les dije de ir a casa sabiendo que su hijo querría venir, ella me preguntó si le importaba y yo le dije que sin problema, y que ella también viniera.

Llegamos a casa, los niños se fueron a jugar a la sala de juegos y me quedé solo con ella, le volví a sacar el ‘tema’ ya sin tapujos e invitándola a participar un día, ella sonreía y simplemente dijo un ‘quizás algún día’ suponiendo que mi proposición no iba en serio, pero la verdad es que no era un no y supe que era el día escogido para dar un paso adelante y tenía la oportunidad. Como resulta que no había visto nunca las habitaciones del piso superior de la casa y con la excusa de enseñárselas hicimos el recorrido hasta que llegamos a la habitación de matrimonio, a propósito abrí un armario y apareció ante nuestros ojos la imponente colección de zapatos de tacón de aguja de Ana, ella sorprendida solo atisbo a decir un simple: ¡que guay!, yo me apresuré y le insté a probarse 2 pares que yo ya había asiado, uno en cada mano, ella primero dijo que no, ¡qué vergüenza!, pero todo fue muy rápido, y la providencia me ayudó, le pregunté que número calzaba y me dijo que el 39 (la fortuna me había sonreído) ¡el mismo que Ana! los giré y le enseñé la planta con el 39, ‘es una señal’ le dije, ya no se me podía escapar, una tímida insistencia por mi parte y accedió, se sentó al borde de la cama, ella misma se iba a sacar sus botines, pero me adelanté, me arrodillé ante ella, le agarré el botín y le descalcé, ella atónita se dejaba hacer y solo apuntaba a decir ¡uf, qué vergüenza!, ¡me olerán los pies los tengo sudados de ir con botines y hoy no me he duchado!, para mi eran unas palabras mágicas, me llevé su primer pie a mi nariz, aún con el calcetín grueso y lo olí profundamente, qué gran olor, ella alucinaba y solo decía ¡qué calor!, y el morbo se acentuaba ante la situación de peligro ya que de fondo se oían los gritos de los niños peleándose que en cualquier momento podían aparecer. Le saqué con delicadez el segundo botín, también los calcetines y le bese ambos pies, ella solo jadeaba de nerviosismo, y decía: ¡oye los niños!, ¡déjalo, si se entera Ana!, mi respuesta fue tajante: ¡tranquila, Ana lo sabe!, ante eso Noelia se quedó a cuadros.

Le calcé el primer par, unas sandalias de cuero marrón, de muchas tiras, y tacón de 12 cms, grueso pero en forma de cuña, solo dijo un ¡me gustan!, cuando yo se los iba a descalzar oímos que los niños subían a la habitación y me retiré al baño de la propia habitación, oí que ella tras poner un poco de paz los hacía bajar, era una buena señal, no quería testigos porque sabía que era algo prohibido y sin embargo ella permanecía ahí, salí del baño, ella seguía altiva sobre esos tacones dominantes, me volví a arrodillar y volví al mismo ritual, la hice sentar al borde de la cama, le saque las sandalias, le besé ambos pies y ella una vez más decía que no podía ser, pero se dejaba hacer, ahora ya acompañado con palabras como ¡qué morbo!, ¡uf!, ¡qué calor! y ‘¿qué es eso de que Ana lo sabe?’, yo mientras seguía a lo mío y solo le contesté: ¡ya te contaré!. Le calcé el segundo par, unos zuecos negros de piel, abiertos por delante con un hueco que dejaba escapar un par de dedos por zueco y un supertacón de 15 cms fino, esta vez dijo ¡estos me encantan!, ¡me gustan mucho más!, se puso en pie ante mi y los movía observando. Baje mi cabeza al suelo y le empecé a lamer los dedos que salían del hueco, yo no la veía pero ella debía estar mirando a su nuevo esclavo de pies, dominante desde arriba. Pasaron unos 10-15 segundos y oí que decía: ¡uf!, ¿no están sudados?, realmente lo estaban, sudados, sabrosos y algo sucios por los calcetines, para mi eran gloriosos, y esta vez con las uñas despintadas.

Le hice sentar nuevamente y esta vez le saque un zueco y le empecé a lamer la planta sudada del pie, ella tímidamente decía: ¡no!, ¡para!, yo le invité a que me dijera si realmente quería que parase ¿no te gusta?, ella: ¡sí, pero no puede ser, qué dirán!, a la vez que no retiraba su pie, por lo que seguí lamiendo cada uno de sus deditos, entre sus uñas, entre sus deditos, ella jadeaba, tímidamente se quejaba pero a la vez se dejaba hacer y de vez en cuando decía un ¡qué morbo!, ‘nunca me lo habían hecho’, …

Estaba yo lamiendo sus pies, en esta situación morbosa, arrodillado ante los pies de mi vecina y desgraciadamente volvieron a subir los niños, vuelta al baño y cuando salí se había puesto los zuecos, de no querer seguir se abría puesto los calcetines y los botines, así que sin decirlo me estaba invitando a seguir. En un movimiento rápido me arrodillé ante ella, me saqué la camiseta dejando mi torso al descubierto, ella se quedó parada, os podéis imaginar la situación, metí mi mano bajo la cama donde sabía que Ana tenía una vara con la que me caneaba algunas noches, se la dí, ella la aceptó sin saber qué hacer. Pensad en la imagen, yo de rodillas, desnudo en la parte de arriba y ella altiva, con los zuecos de tacón de aguja y con una vara en la mano, momento morboso donde los hallan cuando apenas media hora antes ella había entrado por la puerta con su hijo como si nada tuviera que suceder. Le dije que probara la vara como describían en el libro, ella contestó: ¿quieres que te pegue?, ‘no lo he hecho nunca’ ¿dónde te pego?, yo contesté ‘prueba en el pecho’, ella: ‘no sé como se hace’ y me lanzo el primer golpe en el pecho, muy light, ¡más fuerte! le dije, ¿seguro? contestó, yo: ‘sí, seguro’ y lanzó otro y luego otro cada vez más fuerte, hasta 5 fustazos, cada vez más fuertes viendo que no me inmutaba. Como justo delante de mí estaba el vestidor y en él un espejo de arriba abajo se me veía reflejado arrodillado ante su altiva estampa y se lo dije, ‘Noelia, mírate ahora’, en esos momentos volví a agachar mi cabeza, estaba ella en pie con unos zuecos de tacones altos, sudada del morbo de la situación, con una vara asiada en la mano y yo inclinado lamiéndole los dedos de los pies que salían del hueco, ¿te gusta lo que ves? le dije, ella contestó: ’sí, me da mucho morbo, pero no podemos seguir…, Ana, … los niños …’, en esas una vez más los niños se habían vuelto a pelear y su hijo lloraba y llamaba a su madre.

Era el final, tuvimos que dejarlo, ya habíamos tenido bastante para ser el primer acercamiento. Ella se calzó de nuevo ahora ya sí los suyos, dejando los zapatos de Ana en su sitio y bajó al piso inferior, y yo detrás ya vestido. Calmó a los niños, pero lejos de irse se vino a mi para comentar lo que había pasado y preguntarme más de mi experiencia y sobretodo qué significaba lo de que Ana lo sabía.

Fuimos al salón y le expliqué en un rápido resumen de diez minutos mi historia como esclavo de mujeres y fetichista de pies, le hice entender que Ana sabía lo que estábamos haciendo y que ambos queríamos que ella se uniera a un trío de dominación 2 Amas 1 sumiso como hacíamos con otras, ahora lo entendía todo. Para que viera la realidad de todo ello fuimos al ordenador y le enseñé las muchas fotos que teníamos Ana y yo de nuestros juegos, solos y con otras mujeres, ella se animó a verlas y a la siguiente riña de los niños fui yo a poner paz mientras ella se quedaba sentada ante el ordenador mirando fotos no queriendo que nadie la molestara y una vez más susurrando su frase más repetida: ¡qué morbo!.

A la media hora nos despedimos, se fueron ella y su hijo, ella aún aturdida y acalorada de la breve pero intensa experiencia vivida y supongo y deseo que mojada.

Ana llegó por la tarde de su viaje, vio mi cara y adivinó que algo había pasado, me preguntó y le expliqué lo acontecido, al día siguiente era lunes Ana y le envió un mail a Noelia diciendo que yo se lo había explicado todo y que como yo le había apuntado estaríamos encantados de recibirla en nuestros juegos. Era la confirmación que no había nada de engaño hacia Ana.

Hoy ya ha pasado un mes, apenas hemos coincidido así que aún no ha habido ocasión para volver a quedar, pero el morbo de lo que pasó y saber lo que ella ahora sabe lo nuestro me excita cada vez que nos cruzamos las miradas.

Un saludo a todos,

Ana y yo juntos o yo por separado seguimos abiertos a que la que quiera se incorpore a nuestros juegos.

Juaco

Barcelona

anaijuan@yahoo.es