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Hormonas

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HORMONAS

El otro día las hormonas me jugaron una buena pasada, tan buena que me he decidido a contarla, a ver si leyéndola puedo terminar de creerme lo estupenda que resultó.

Unos días atrás mientras realizaba unas compras navideñas por el centro de mi ciudad y algo cansado, al paso por la Estación del Norte de mi ciudad, aproveché para ir a los aseos de la misma por unas aguas menores.

Inusualmente, los aseos estaban casi vacíos, suelen estar normalmente abarrotados de viajeros y mirones, si mirones de esos que se ponen a tu lado a ver si te pueden ver la polla y no sé que más, ya que normalmente salgo huyendo de este tipo de aseos, no me resulta cómodo que alguien esté mirando como meo.

Pero aquel día estaba predestinado que ocurriera algo distinto, no sé porque, andaba yo más caliente de lo normal, quizá de ver los escotes y las minifaldas de las vendedoras de los comercios o igual me sentía más tierno de lo normal por aquello de la proximidad de las fiestas.

El caso es que apenas me había colocado de cara a la pared y hacia el gesto típico de sacarme la polla para mear, un hombre se puso a mi lado.

-       Ya estamos como siempre -, pensé yo. Lo normal es que me hubiera dado prisa en mear y haber salido de allí echando leches. Pero en aquella ocasión fue distinto y no sé bien porque volví a comprobar por enésima vez que el hombre solo tiene sangre para una de sus cabezas y en aquel preciso instante, fue la cabeza de mi rabo la que tomó el mando.

El hombre, se asomaba tímidamente para ver mi nabo que hacia apenas un momento había terminado de miccionar y que yo me resistía a guardarme, tenía curiosidad  de saber hasta donde podría llegar la situación, ver cuanto daría de si.

Por el movimiento cadente de su brazo deduje que se la estaba sobando a la visión de la mía, la situación fuera de resultarme violenta como suele ser costumbre en mí, me producía un morbo desconocido hasta ahora. Pensé en facilitarle la visión separándome un poco del urinario, para que tuviera una mejor vista de mi polla que ya colgaba entre mis dedos con esa consistencia en la que no está dura pero tampoco blanda, “morcillona” la llamo yo.

El respondió a mi movimiento de retirada haciendo exactamente lo mismo, pude observar que entre sus dedos había un rabo de un tamaño parecido, sólo que el mío estaba como más dispuesto, el suyo se deslizaba algo flácido entre sus dedos. No sin algo de vergüenza decidí por primera vez mirar a la cara al susodicho personaje que tenia al lado con su miembro entre sus dedos y su mirada puesta en mi nabo.

El hombre estaba mediada la cincuentena, bien vestido de complexión normal, la verdad es que no me produjo el rechazo que yo esperaba y eso me desconcertó un poco, era un hombre vulgar y corriente, ni más ni menos ¿como yo?.

Me miró directamente a los ojos, indicándome sin dejar lugar a la imaginación, el introducirnos en uno de los retretes para buscar claramente más intimidad. He de reconocer que ahí me acojoné un poco, tenía claro que la de la muestra mutua de pollas había resultado morbosa, pero para nada había yo comenzado aquel juego con intención de pasar a mayores.

-       ¿y porque no?- Pensé

-       ¿Qué harán cuando estos tíos cuando traspasan la puerta?

Así que la curiosidad pudo conmigo y claro está cierta dosis de morbo que mis hormonas se estaban currando desde hacia rato.

Resulta curioso como en casos así la sangre se acumula toda en la cabeza inferior, ni tan siquiera se me ocurrió pensar en ese momento si habría alguien conocido que pudiera verme, o si tal o cual enfermedad, o la suciedad que pudiera haber en un retrete..., en aquel momento yo era morbo en estado puro.

Así que nos guardamos los respectivos miembros y él con naturalidad y yo con la cabeza “gacha” nos introdujimos en uno de los retretes que para asombro de propios y extraños estaba limpio como una patena, seguramente recién limpiado. He de reconocer que si bien apenas me atrevía a mirar a ese hombre a la cara intentaba comportarme con la mayor seguridad posible, actuando totalmente por sentido común en una situación nada común para mí.

El caso es que fue el hombre el que tomó la iniciativa, mejor, ya que yo no tenía ni idea de que se hacía en estos casos. Acercó su mano a mi bragueta que por aquel entonces comenzaba a estar abultada, muy despacio y con mucho control bajó la cremallera de mi pantalón e introdujo un par de dedos dentro tocándome la polla por encima de la tela de mi boxer, aquel contacto me resultó de lo más agradable, con lo que pensé...

-       Ya veremos como sales de esta, xaval -.

Aquel tipo dominaba bien la situación, al contrario que yo, que me dejaba llevar y sobre todo observar de que iba todo aquello. Mientras recorría parte de mi rabo con sus dos dedos a través de mi bragueta vi como con la otra mano iba sacando su polla que en aquellos momentos estaba tal cual se la había visto en los urinarios.

Con gran habilidad desabotonó el botón de arriba de mi pantalón y desabrochó mi cinturón, ganando así mucho en maniobrabilidad, no sé si por efecto de la gravedad o por su habilidad, el caso es que mi pantalón pronto lo tuve en las rodillas quedándome delante de él con mi ajustado boxer y su mano haciendo todo el recorrido de mi polla que por aquel entonces ya había adquirido el tamaño adecuado a la situación, vamos que estaba burrote del copón.

En ese instante él me hizo un gesto con su dedo para que guardara silencio, entendiendo yo que pasara lo que pasará no debía de abrir la boca para asegurar la intimidad a la vez que suavemente él me reclinaba sobre la pared que tenía justo detrás. El tipo ya tenía todo su rabo y sus huevos fuera también, su mano no dejaba de sobarsela, pasaba del tronco de su polla a sus huevos y de ahí al capullo y vuelta a empezar.

El tipo seguía sin sacarme la mía del boxer con lo que ella pugnaba por salir, se limitaba a tocármela por encima de la tela mientras él seguía con la cadencia de su sobeo. Casi sin darme cuenta y lo lamento, ya que deseaba ver y sentir todo lo que hacía aquel hombre pude observar que tenia ya mi polla entre sus dedos, no sé como había traspasado la tela de mi ropa interior pero cuando me di cuenta estaba haciéndole compañía a mi pantalón en mis rodillas.

Bajó sus dedos a mis huevos, que por aquel entonces estaban ya cargadísimos de leche, la situación era de lo más morbosa, estaba encantado. Su mano pasaba del tronco de mi nabo a mis huevos, olvidándose mucho del capullo, el tío controlaba la situación que no veas, sabia que si me atacaba el glande, me pondría demasiado pronto a “parir” y tenía claro que él quería que aquello durará el mayor tiempo posible.

Observé que su polla, había ganado ostensiblemente en tamaño, pero no en consistencia, vamos que el tipo se ponía cachondo pero muy poco a poco. Así que en un alarde de valentía le puse la mano sobre los hombros haciéndole sentarse sobre la tapa del inodoro quedando su cara justo a la altura de mi nabo. Ni levantó la vista, directamente se metió la metió en la boca, joder que gusto. Comenzó a ensalivármela bien, no sé de donde sacaría tanta saliva, pero tuvo suficiente para embadurnarme todo el rabo de su saliva echando de vez en cuando su aliento caliente, de tal forma que el contraste de la saliva fría con el calorcito del su aliento era muy agradable, mientras el seguía sobandose su polla, pero ahora con una mayor decisión, ganando con ello mucho en consistencia.

La situación continuaba de lo más morbosa, un tío sentado sobre la tapa de un inodoro, con mi polla en su boca sin utilizar sus manos para nada, y pajeándose ahora ya claramente la suya. Noté como comenzaban a salir mis primeras gotitas preseminales y eso no me agradó, si continuaba por ese camino no tardaría en correrme y yo también quería dilatar la situación lo máximo posible.

Así que en otro alarde de valentía, con un gesto de mi mano le hice levantar, no era justo que yo me estuviera dando aquel festín de placer y el pobre hombre con su polla a mitad levantar se fuera a quedar así, sin pena ni gloria.

Además que narices, a las alturas en las que me encontraba a mi me apetecía saber lo que sentiría con una polla que no fuese la mía en mis manos. ¿Me daría asco?, ¿rechazo?, ¿será como la mía? Eran preguntas que bullían en mi cabeza sin ser consciente de ellas, claro.

Aquel hombre accediendo a mi demanda, sacó mi polla de su boca con suavidad y se fue levantando con un poco de ayuda por mi parte, dejé que se apoyara él en la pared opuesta y respirando hondo, tomé con decisión su nabo con mi mano. Al principio y con parsimonia me dediqué a notarla, a sentirla en mi mano, rodeándola con mis dedos, presionando aquí o allá, haciéndola amiga de mi mano.

No sentí nada extraño, para nada rechazo, era caliente como la mía y de un grosor parecido también cuando se encontraba en ese estado “morcillona”, su tamaño parecía muy próximo al mío..., así que después de observar esos detalles me puse en acción; comencé a hacerle una paja, la situación de no haber sido tan morbosa resultaba cómica dos hombres de mediana edad con los pantalones por los tobillos, uno de ellos apoyado en la pared con los ojos cerrados y el otro mirando con todo detenimiento lo que tenia entre manos.

Pronto comencé a improvisar sobre la marcha, iba atreviéndome cada vez un poco más, variaba la frecuencia de mi movimiento, y la presión, notaba como iba ganando en dureza pero no en longitud, ni tampoco en grosor, el saltito de la mano al pasar por su glande, la suavidad de la piel, pude observar el bello que rodeaba la base de su nabo y los huevos como se movían al ritmo de mi mano. Descapullaba su glande que en aquel momento era de color rosado, limpio, sin olores ni agradables ni desagradables, en aquel momento pensé que parecía un capullo sanísimo. Pero también observé que aquello no progresaba como debía, si bien había ganado en consistencia, aquello no adquiría la dureza que yo esperaba, él continuaba con los ojos cerrados apoyado en la pared. Posiblemente por su edad, estaba seguro que si hubiera tenido 15 años menos aquel tipo hubiese estado ya empalmadísimo.

Pensé que debería de hacer algo al respecto, y chupársela tenía claro que no lo iba a hacer ni de coña. Así que tenía que mejorar mi paja si quería estar a la altura y lo que desde hacia rato quería observar, y poder ver “in situ” la corrida de otro rabo que no sea el mío.

Me volví a armar de valor y colocándome y colocándolo en una postura más adecuada metí con decisión mi brazo entre sus piernas, subiendo mi mano hasta sus huevos, masajeándolos desde abajo, él se dejaba hacer facilitando en lo posible la tarea, mientras sobaba sus testículos fui retirando la piel hacia la base del pene con la misma mano, dejando todo su capullo al descubierto, se iba a enterar ese cabrón lo que era una paja en condiciones.

Me escupí saliva varias veces en la mano, embadurnando bien su glande, hasta el punto de quedarme sin saliva y su capullo casi blanco de la espumilla de la misma. Con el glande completamente destapado, comencé un movimiento cadente igual que el de las pajas, pero sin presionar demasiado ya que es un punto muy sensible. Así comencé mi movimiento “arriba y abajo”...

Ahora si que obtenía la respuesta que esperaba, notaba como su polla se iba endureciendo al ritmo del movimiento y si bien no creció de tamaño, su glande si lo hizo, pasando del color rosado al rojo vivo, aquella polla comenzaba a dar fe a su nombre y a estar orgullosa de si misma.

La presión y el sobe en sus huevos iba “in crescendo” ahora notaba como se deslizaban sus testículos entre mis dedos y pasaban de uno a otro, sin perder en absoluto la tensión de su piel para tenerlo descapullado totalmente. He de reconocer que la visión me resultaba agradable, ver como respondía una polla que no fuese la mía a mis movimientos y a mis demandas.

Notaba en mi brazo como las nalgas de aquel tipo se apretaban contra mi brazo, no sé bien si por el deseo de que le metiera hasta el codo por el culo o por los movimientos involuntarios de placer. El caso es que había conseguido poner al tío justo donde quería, a puntito de caramelo.

El cabrón estaba sujetándose la corrida, alargando el tiempo de placer, la verdad es que en aquel momento no me importaba sabría que no tardaría mucho.

Volví a escupirme en la mano volviendo a embadurnar su capullo de la espumilla de mi saliva. Y vuelta otra vez a pajearle, esta vez la presión sobre sus huevos era considerable, supongo que cercana al dolor, ese dolor que da placer en según que momentos..., desde mi posición podía ver con claridad toda su polla y sobre todo lo que más me interesaba, el agujerito por donde debería de salir su leche, así que no me pasaron desapercibidas las esperadas gotitas preseminales que comenzaron a salir, síntoma inequívoco de que la corrida estaba próxima, gotitas que yo recogía con mis dedos y esparcía bien por su glande para una mayor suavidad, levanté la mirada y ya no tenia los ojos cerrados..., estaba mirando su nabo empalmado y durísimo, su capullo sin piel y de un color granate a punto de reventar, podía sentir como “sufría” con los golpecitos de mis dedos al pasar por ese glande hinchado.

En vista de lo que había, decidí darle un último golpe de efecto y correrlo yo en vez de dejarlo correr. Así que aumenté la presión de mi mano la pasar por su capullo, centrándome más en él, y dejando de lado el tronco de su dura polla, el efecto fue inmediato, su nabo comenzó a palpitar avisando de la inminente corrida, las gotitas de leche preseminal que ya eran continuas, me venían de perlas para lubricar ese glande a punto de reventar.

Una convulsión involuntaria de sus de nalgas apretando mi brazo y una dureza extrema de su capullo me avisó de su corrida, en ese momento apreté con “crueldad” su huevos provocándole su primera salida de leche, saliendo con fuerza suficiente como para alejarse unos centímetros de mi mano pajeadora, aumenté un poco la presión sobre su capullo y afloje la de sus testículos dejándolos bailar entre mis dedos y comencé a ver como se derramaba sobre mis dedos al compás de la paja, leche que ya me encargaba yo de recoger y esparcir a lo largo de su polla. Volvía tener los ojos cerrados.

Poco a poco fui aflojando la presión de mi mano sobre su glande, rodeándolo solo con ella y dejándolo palpitar a su voluntad involuntaria con los últimos espasmos de la corrida, la imagen me fascinó de principio a fin. Si bien su leche no era tan blanca como la mía, a decir verdad era casi transparente, su abundancia, consistencia y temperatura si eran idénticas a mi.

Su polla brillaba con el semen repartido hasta el vello que cubría la base de su verga. Haber podido ver salir el semen en directo y además como coprotagonista de una polla que no fuera la mía era un deseo oculto, que por fin había hecho realidad. Sentir en mi mano como late otro rabo cuando está a punto de correrse, como se endurecen los huevos en el momento de salir la leche. Como se convulsiona un tío cuando se corre..., yo puedo sentirlo en el mío, pero no verlo. Realmente fue tan espectacular como esperaba. Miré el suelo esperando ver su charquito de leche..., curiosamente tan solo habían un par de gotas..., el resto estaba todo repartido a lo largo de su rabo.

Limpié mi mano con papel higiénico y me relajé.

Su respiración fue normalizándose a los pocos segundos, me miró dándome las gracias y acto seguido sin pronunciar palabra, se sentó sobre la tapa del inodoro otra vez, tan absorto estaba con la corrida de aquel tipo que mi había olvidado de mi nabo y de mis pantalones por los tobillos.

Mientras miraba como su verga colgaba semiflacida pude ver como volvía a introducir la mía en su boca, en esta ocasión, ya no estaba como antes, la excitación sobre mi polla había disminuido considerablemente.

Pronto sentí como comenzaba a recuperarse, resulta curioso notar el efecto que puede hacer el aliento caliente sobre ella.

Volvió a embadurnarla con su saliva, a diferencia de la mía que era blanca por su espuma, el me dejaba la polla brillante, no le quitaba ojo, me gustaba mirar como el hijo de puta me limpiaba el sable, con que cadencia y sabiduría, sin utilizar sus manos..., en poco tiempo mi polla ya recordaba su estado anterior.

Hizo un anillo con sus dedos pulgar e índice colocando en medio el espacio que hay entre la base de mi polla y mis huevos, estirándolos un poco hacia abajo. Eso hizo que mi verga se pusiera tan dura como antes y mi capullo se tornara granate e hinchado. Él continuaba con su mamada, ensalivando, repartiendo, adentro, afuera, notando el movimiento de sus labios al pasar mi capullo entre ellos. La presión hacia abajo de mis testículos fue en aumento, y con la otra mano comenzó a acariciármelos, al principio muy suave, luego más fuerte y más y más hasta producirme dolor, al que yo respondí con un movimiento de huida..., pero él ni se inmutó, me tenia bien pillado por los cojones como se suele decir, la presión no disminuyó, pero tampoco aumentó...

Llevó la mano que me acariciaba con cruel dureza mis huevos a la base de mi polla, mientras la otra seguía tirando de mis huevos con fuerza hacia abajo, la mezcla de placer y dolor me tenía deshecho.

La mano que había llevado a la base de mi polla, comenzó a retirar fuerte la poca piel que podría rodear mi capullo dejándolo completamente al descubierto, como antes había hecho yo con la suya..., sus labios comenzaron a presionar sobre mi capullo, ya no me mojaba la polla con su saliva, estaba concentrado en mi glande, dejando claras sus intenciones de correrme.

Yo notaba como mis gotitas comenzaban a salir, así que intenté retrasar mi corrida lo máximo posible..., a estas alturas ya había decidido correrme en su boca y sin avisar, el cabrón sabia mucho más que yo de eso y seguro que sabría que hacer.

La verdad es que no pude resistirme mucho más a esa mamada experta y en el mismo momento que me convulsionaba al salir mi primer espasmo y salida de leche el estiro con fuerza lo huevos, como ordeñándolos, aquello fue la hostia, el placer indescriptible, jamás me habían dado tanto placer..., otra lechada más y otra más dentro de su boca..., la presión de los huevos fue aflojando ostensiblemente a la vez que mis andanadas de leche disminuyendo, pasando a ser solo una caricia con el ultimo espasmo de mi corrida y las últimas gotas de mi esperma, en ese mismo instante sentí algo que aún me excita cuando lo recuerdo, con mis últimas gotas sentí como con la mano que había mantenido estirada la piel de mi capullo hacía un movimiento de vaciado, para escurrir hasta la última gotita de leche a la vez que notaba como succionaba..., la sensación de la succión fue demasiado, y mis piernas comenzaron a temblar.

El hijo de puta estoy seguro que lo notó, estaba claro que era un experto, hice mención de separarme y sacar mi polla de su boca, pero el me retuvo bastantes segundos más, sin mover apenas su lengua ni los labios, como dándole la relajación que toda polla necesita después de una buena corrida.

Con delicadeza fue sacando mi rabo de su boca, apurando sus labios hasta el final de la mismo cerrándose sobre ella al salir. Yo esperaba que escupiría mi leche en algún sitio..., pero no lo hizo; miré el suelo por si la había ido dejando caer..., y en el suelo no había ni gota, estaba claro, el muy cabrón se metió una buena dosis de proteínas y calcio entre pecho y espalda, una corrida como la que me había proporcionado debía de haberme sacado la leche de varias juntas.

Me dejé caer sobre la pared que tenía detrás, mis brazos colgaban sin fuerzas, sentía mis piernas temblar aún por el placer. Con un gesto me indicó que debíamos marcharnos de allí. Se puso de pie y comenzó a vestirse, al observar su premura yo lo imité. Miré su polla por última vez antes de que la introdujera en su calzoncillo y observé su flaccidez y la leche que momentos antes había esparcido por ella apenas unos minutos antes, se había secado prácticamente.

Terminé de vestirme y recomponerme, me miró y me sonrió con sonrisa de gratitud y satisfacción y con un gesto me indicó que saliera yo primero, abrí la puerta y la cerré con cuidado, no volví la vista atrás, salí de aquellos aseos con la rapidez que era habitual en mí cuando entraba en uno de esos y los mirones se ponían a mi lado haciéndome sentir incomodo. Ni tan siquiera me detuve a  lavarme las manos. Unos metros más adelante en unos bancos de la sala de espera próxima, me senté, las piernas no me sostenían, las ideas iban y venían, las sensaciones, el morbo relajado después del placer obtenido. Mi vista no se apartaba de la puerta de acceso a los aseos..., y el tipo ese aún no había salido..., mi mano derecha tampoco se separaba de mi nariz...

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