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Futbol, cerveza, pasión e… irremediablemente sexo

en Orgías

http://www.todorelatos.com/relato/99308/

http://trovadores.mforos.com/

 

FUTBOL, CERVEZA, PASIÓN E… IRREMEDIABLEMENTE SEXO

Por Luz Esmeralda

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NOTA:

Aunque hace un tiempo que no publico relatos, muchos de los que me habéis leído sois conscientes de que suelo escribirlos largos. Es un vicio que tengo, porque cuando me pongo delante del teclado no veo la hora de terminar.

Debido a ello, y consciente de que a muchos lectores no les van los relatos largos o prefieren ir al grano, en otras ocasiones he diferenciado la parte erótica de la que no lo es, para facilitar una fácil localización a quienes preferían ir a la zona caliente.

Pero he cambiado de planteamiento y no de postura. He pensado que es mejor publicar cada relato de dos formas: por un lado completo y por otro reducido. De esta forma, quien quiera y tenga ganas puede leer el relato completo, y quien lo prefiera puede leer el relato reducido.

Respecto a este relato concreto, podéis encontrar la versión extendida (como en las películas) en la siguiente dirección:

http://www.todorelatos.com/relato/99966/

De cualquier modo, ambos relatos tienen sentido pleno y no me cuesta demasiado trabajo complacer a todos.

Espero y deseo que os guste (independientemente de la versión que elijáis).

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FUTBOL, CERVEZA, PASIÓN E… IRREMEDIABLEMENTE SEXO

Jennifer, Luis y Santiago eran tres amigos que habían llegado a la ciudad para estudiar en la universidad. Como suele ocurrir con frecuencia, se alojaron en pisos compartidos con otros estudiantes, para que sus estudios resultasen lo menos costosos posible. Imagino que todos somos conscientes de que los gastos que genera estudiar fuera de tu lugar de residencia suelen ser un lastre para la mayoría de las familias, llegando, incluso, a suponer un impedimento para que muchos jóvenes estudien y puedan aspirar a un futuro mejor.

No obstante, reducir gastos no implica que tengas que estar incómodo con personas que no conoces de nada y que te importan un comino. Mientras todo va bien, no hay problema, lo jodido llega cuando las cosas se tuercen. Es por ello que los tres amigos decidieron buscar una solución que les permitiese estar juntos, sin que les supusiera un desembolso económico mayor. Para ello decidieron compartir un mismo techo y dejar de lado a esos otros compañeros que eran simples desconocidos.

Desde el principio les fue muy bien, y la convivencia era mucho más gratificante que en sus anteriores alojamientos. Sobre todo porque los tres compartían una visión muy liberal respecto al sexo. Eran jóvenes, sin compromiso y demasiado promiscuos para conformarse con una simple relación de amistad.

A Luis y Santiago podría definirlos como dos chicos normales y corrientes. Apenas se llevaban un par de centímetros de estatura, morenos, con el pelo corto, ni gordos ni delgados y de rostro agradable a la vista ―cada uno a su manera―. Aunque Santiago era menos reservado que Luis, ambos solían ser bastante respetuosos y cordiales. Jennifer, por el contrario, despedía sensualidad caribeña por todos los poros de su piel tostada. De origen venezolano, su cuerpo despertaba pasiones allá donde iba, y a nadie pasaban desapercibidos sus ojos marrones, sus pechos jóvenes y firmes y su culo peligrosamente armonizado con las curvas que dibujaban su figura. Pero, ante todo, su mayor cualidad residía en el desparpajo con que se desenvolvía frente a los demás. Poseía ese don tan raro por el que todos tienden a calentarse más de la cuenta cuando ella está cerca, muy cerca.

Yo solía hablar casi todas las noches con ellos, por Messenger o por teléfono, sobre todo con Jennifer. No fueron pocas las veces que ella me comentó que se lo había montado, o lo iba a hacer, con uno, con el otro o con los dos. En algunas ocasiones ―cuando yo no tenía compañía en casa― no pude evitar sucumbir a la tentación que me ponía delante de las narices. Sin importarme la hora o el día, me quitaba el pijama, me vestía, cogía el coche y me plantaba allí en menos de cinco minutos porque, por fortuna, no vivía muy lejos de ellos. He de confesar que en alguna ocasión decidí no perder tiempo y presentarme en pijama. No me suponía ningún problema bajar en el ascensor hasta el garaje aunque me viese algún vecino.

Recuerdo que Jennifer me llamó por teléfono un miércoles, sobre las once de la noche. Me comentó que estaba con sus dos compañeros y con Charly, otro amigo que se había presentado con unas cervezas para ver el partido de Champions League con ellos.

―Vente… Esme ―me dijo Jennifer―. Ha ganado el Real Madrid y no veas lo contentos que están. Por lo que veo… estos tienen ganas de festejar y podemos pasarlo muy bien los cinco ―añadió.

He de reconocer que la propuesta era muy tentadora y prometía grandes alegrías. Por desgracia tuve que rechazarla: a primera hora del día siguiente tenía un examen importante y había pensado pasar toda la noche estudiando.

Tras terminar mis clases, y contenta con el resultado de mi examen, decidí hacerles una visita y conocer los detalles más escabrosos respecto a lo sucedido la noche anterior. Cuando llegué tan solo estaban Luis y Jennifer. A medida que la narración cobraba mayor interés, no dejaba de decirme a mi misma que era una idiota y que bien podía haberme olvidado del estudio durante un par de horas. Me encontraba agotada y el sueño atormentaba a mis cansados ojos. Aun así, no perdí detalle de cuanto me contaban.

Según palabras de Jennifer, “al terminar el partido de futbol los tres chicos estaban más que eufóricos”. Añadió que habían bebido bastante cerveza porque su equipo sufrió hasta lograr la victoria y que “no tardaron en ponerse picantes”. En ese momento fue cuando me llamó por teléfono, sabedora de que no rechazaría una orgía de ese tipo. Por desgracia lo hice.

Los tres amigos estaban apalancados en el sofá y vociferaban cada vez que sucedía algo interesante a favor o en contra de su equipo, mientras ella no dejaba de reír ante sus ocurrencias, sentada en lo alto de un taburete y tomando un refresco.

―No entiendo por qué se ponen tan contentos con un gol o una victoria ―les dijo Jennifer, que nunca había sentido pasión por el futbol (lo que realmente le iba era el béisbol y, conociendo su afición por el sexo y siendo un poco malvada, puedo imaginar por qué). Su peculiar acento y la sensualidad de su voz eran algo que no pasaba desapercibido para nadie. En cierto modo representaban una especie de afrodisiaco para los chicos―. En el fondo… ustedes no ganan nada, tan solo la satisfacción de haber pasado un buen rato. No obtienen un premio ni una compensación tangible.

Charly era un chico muy lanzado a la hora de hablar con las mujeres, jóvenes o mayores. Puede que fuera por el hecho de ser bastante guapo, tener un cuerpo de escándalo y sentirse, por ello, muy seguro de sí mismo. Se levantó y se acercó a Jennifer, con decisión.

―Puede que no hayamos ganado nada ―dijo cuando estuvo junto a ella―; pero, en mi caso, he ganado suficiente después de haber visto tus largas piernas durante todo el partido. No me imagino haberme quedado en casa y tener que mirar las de mi madre. No, no es que estén mal, pero las tuyas son espectaculares ―añadió y comenzó a comerse los labios de la venezolana.

Durante unos segundos se deleitaron mutuamente, ante la atenta mirada de los otros dos amigos.

―Mulata, ¿sabes que estás muy rica? Cada vez que te miro me entran unas ganas de follarte que no veas…; de todas las formas imaginables. Si te ofreces como premio…, estoy seguro de que ninguno de los jugadores habrá ganado tato como yo. ―Volvió a hablar Charly, con su habitual encanto de seductor. Si la llamó “mulata”, no lo hizo con desprecio, más bien todo lo contrario, porque a ella le encantaba que los chicos la llamasen así de forma cariñosa.

Jennifer rio con ganas; estaba muy contenta por ellos. Pero las palabras de Charly habían dado pequeñas punzadas en su sensibilidad y comenzaba a ponerse cachonda.

Él se había colocado justo delante, y ella abrió sus muslos para permitirle un mejor acercamiento. Lo miraba fijamente  a los ojos, a escasos centímetros.

―Y dime, mi amor. ¿Cuál es el premio que deseas para sentirte recompensado? ―preguntó Jennifer, acentuando su distintiva forma de hablar y añadiendo más sensualidad a sus palabras.

Charly deslizó la mano derecha entre la minifalda, hasta llegar a tocar su sexo sobre la braguita.

―!Estás mojada, guarrona¡ ―exclamó él al notar la braguita húmeda―. Creo que deseo lo que te mueres por entregarme. No es necesario que disimules. Tienes tantas ganas de que te folle, como yo las tengo de hacerlo. ―En ese momento apartó la prenda íntima hacía un lado y comenzó a explorar la entrepierna de Jennifer.

―Si me tocas de esa forma… creo que no va a ser necesario que me metas nada más ahí dentro. ―Jennifer cerró los ojos y se dejó hacer. Al mismo tiempo fue desplazando el culo sobre el asiento del taburete, hasta dejar el coño justo en el borde. De esa forma Charly lo encontraba más accesible y ella disfrutaba más.

Santi y Luis no perdían detalle desde su posición. Ambos esperaban a que Charly dejase a su amiga a punto de caramelo, y pensaron que lo conseguiría pronto al verlo agacharse para lamer tan delicioso manjar.

Los gemidos de la venezolana comenzaron a surgir tras notar la punta de la lengua jugando con el clítoris.

―Y ustedes… ¿Qué hacen ahí parados como estatuas de piedra?... ¿A qué esperan para colaborar con su amigo? ―preguntó Jennifer, entre jadeos.

Luis y Santi se miraron, como si hubiesen estado aguardando toda la vida aquella pregunta ―no fueron pocas las veces que habían tenido sexo con ella hasta aquel día, pero siempre había sido Jennifer la que les incitaba; ellos eran demasiado tímidos para llevar la iniciativa―.

Al llegar junto a la pareja, Jennifer estaba totalmente entregada al placer. Había pasado las piernas por encima de los hombros de Charly y se aferraba a su cabello con ambas manos, como si temiese perder el equilibrio y caer.

Luis se había colocado a la derecha de ella y se afanaba en magrear sus jóvenes pechos. Al mismo tiempo la besaba, recogiendo con placer sus gemidos. Notó que no llevaba puesto el sujetador y decidió quitarle la camiseta de hombreras que cubría su cuerpo. Ambos chicos quedaron extasiados al contemplar aquel par de hermosos pechos con que la naturaleza había dotado a Jennifer. El caso es que, por extraño que parezca, los chicos estaban más que acostumbrados a verlos, tocarlos y recorrerlos con sus lenguas y, aun así, se ponían a cien cada vez que los miraban. En su piel morena destacaban los pezones, totalmente erectos y duros, de color café tostado. Pronto encontraron boca que se dedicase a ellos, la de Santi.

―¡Agarradla bien, chicos! ―ordenó Charly tras incorporarse―. Estos gemidos indican que necesita que le metan una buena polla.

Mientras Luis y Santi sujetaban a Jennifer, Charly le quitó la braguita al tiempo que ella levantaba el culo para facilitarle la labor. Con prisa se bajó la cremallera del pantalón y sacó la verga, abrió los muslos de la mulata, apuntó a la raja con el glande y la metió de un golpe seco y certero. Ella se estremeció al sentirla en lo más profundo de sus entrañas y comenzó a moverse al ritmo que imponía Charly. Los otros dos seguían sujetando a su amiga por las axilas. La situación era tan explícita, que parecía que la estaban violando. Al menos es lo que habría pensado cualquiera que los viese desde cierta distancia sin conocer los antecedentes.

Jennifer se sentía segura y sin miedo a caer del taburete; sujetada por tres fornidos muchachos nada tenía que temer. Sus brazos estaban libres y las manos también, circunstancia que aprovechó para sacar las vergas de Luis y Santi, con ambas manos y al mismo tiempo.

―Vaya con la parejita. Bien calladito tenían su secreto ―dijo Jennifer tras comprobar que estaban totalmente empalmados―. ¿Quién de ustedes será el siguiente? Necesito que me arranquen un orgasmo ya mismo. Siento que no puedo esperar más tiempo.

Santi miró a Charly y le pidió que le cediese su lugar. Con total sincronía intercambiaron sus posiciones y el jugoso coño volvió a estar ocupado de nuevo. En esa ocasión las acometidas eran más violentas y rápidas, para mayor gloria de Jennifer que vio cómo no tardaba en llegar el orgasmo. Apenas hizo movimientos que indicasen tal circunstancia, pero Santi sí pudo darse cuenta al notar cómo el interior del coño se inundaba, y la polla entraba y salía con mayor facilidad. Luis también fue consciente de ello al percibir que su verga era abrazada con más fuerza por la mano que la masturbaba.

―Me gusta follar como a la que más… Y mucho mejor si es con tres guapos y jóvenes chicos españoles. ―Jennifer estaba desatada y deseosa de sentir al tercero de sus amigos.

Creyó desfallecer al ser penetrada por Luis, porque, de los tres, él era quien la tenía más larga y, consecuentemente, quien consiguió mayor profundidad. Debido a ello, Jennifer alcanzó nuevas cotas de placer y sus gemidos se transformaron en gritos desesperados. Los pequeños mordiscos que Charly le daba en los pezones también aportaron su granito de arena.

―Si por delante me dan un placer inmenso… no quiero imaginar el que recibiré cuando profanen mi culito… Porque lo harán, ¿verdad? ―dijo Jennifer, totalmente entregada y ansiosa por prolongar aquello tanto como fuera posible.

―Aunque no puedo concebir que algunas chicas disfrutéis tanto cuando os dan por el culo…, me alegra mucho saber que eres una de ellas. Más si soy yo el afortunado que la clava dentro ―dijo Charly.

―Me gusta sentir la tuya, amor. ―Jennifer abrazó con más fuerza la verga de Charly―. La tuya es la más gruesa de todas y sueles darme mayor placer. ¡Sé el último, por favor! ―suplicó.

―Como quieras. ―Charly aceptó la propuesta de buen grado.

En ese momento intervino Luis:

―Eres una de las más guarronas del club y eso me gusta.  

Salió de ella, la cogió en volandas y la forzó para que se girase. Volvió a colocarla sobre el taburete, pero en esta ocasión ofreciendo su hermoso trasero. Debido a la altura del asiento, las piernas de Jennifer quedaron colgando, alcanzando a tocar el suelo tan solo con la punta de los dedos. Apenas media un metro setenta y su cuerpo era deliciosamente liviano.

¡Toda tuya, Santi! ¡Dale lo que quiere! ―ordenó Luis a su amigo.

Santi se colocó tras ella, introdujo dos dedos en el ano y jugo con él durante unos instantes. Mientras tanto, se deshizo por completo del pantalón. Sus dos compañeros le imitaron a fin de estar más cómodos. Cuando percibió que el ano estaba totalmente relajado, procedió a introducir la polla en el interior, sin prisa pero sin pausa.

Jennifer se sintió atravesada y su vientre temblaba sobre el asiento del taburete. Las embestidas provocaban que este se moviese bruscamente y los otros dos amigos se afanaban en sujetarlo. No tardaron en acompasar los movimientos enculador y enculada, disminuyendo, de ese modo, el riesgo de caer al suelo. Siendo así, Charly aprovechó para colocarse delante del rostro de Jennifer.

―Vamos, Jenny. Ya sabes cuánto me gusta que me comas la polla mientras te enculan. ―dijo Charly y ella tomó su verga con la mano, abrió la boca lo que pudo y la fue tragando cuanto le fue posible. Ante todo debía dejar una pequeña rendija para poder respirar y jadear.

Pero en sus circunstancias ella no podía hacer gran cosa; tuvo que ser Charly quien le follara la boca, aprovechando que ella iba y venia, debido a las embestidas que Santi le propinaba desde la retaguardia.

Tras Santi, Luis fue el siguiente en perforar el recto de Jennifer, durante un buen rato en el que su amiga consiguió el segundo orgasmo. En esta ocasión los tres pudieron ser conscientes de ello ante los gritos desgarrados de su amiga. Charly se puso de rodillas, colocando su cara a la altura de la de ella.

―Grita y desahógate cuanto necesites. Esto puede prolongarse todo el tiempo que quieras ―dijo al ver las lágrimas que manaban de los ojos de su amiga.

―Quiero sentiros a los tres… al mismo tiempo. ¿Me vais a dar el gusto? ―imploró Jennifer, con los ojos humedecidos y dichosos.

Charly asintió con la cabeza y besó sus labios antes de que estos abrazaran la verga de Santi. Durante un rato más, Luis y Santi se emplearon a fondo, sin dar tregua a la afortunada desde ambos extremos de su cuerpo.

Una vez que Jennifer se vio libre, se dispuso a dar las órdenes finales.

―Amigos. ―Llamó la atención de los tres―. Colóquense tal y como les indique. Luis, tú ponte tumbado en el suelo, sobre la alfombra. Cuando me siente sobre ti, Charly se coloca detrás y Santi delante. Quiero que los tres me follen al tiempo y que me llenen de leche rica y calentita.

Cuando todo estuvo claro, procedieron. Luis se tumbó y ella introdujo la verga en el coño. Se inclinó sobre él para que Charly la sodomizase por detrás. Un espeluznante grito salió de su boca al sentir la punzada en el ano. Una vez alcanzaron el ritmo adecuado, Santi se colocó frente a su boca e introdujo la verga dentro. No tardó en follarla con ganas, acomodándose al ritmo que marcaba el resto.

Mientras Jennifer era empujada hacia adelante, al ser enculada, la polla de Luis salía del coño para volver a introducirse cuando Charly retrocedía. Una y otra vez repitieron la misma jugada, influyendo, de forma determinante, en el placer obtenido por Santi al entrar y salir de aquella boca que le estaba practicando una felación digna de un rey.

Jennifer apenas podía moverse…, ni gemir…, ni gritar…, ni hablar. Tan solo se limitaba a disfrutar  y derramar alguna que otra lágrima de felicidad. Muchas veces había estado en una situación parecida, pero para ella todas eran especiales. La sensibilidad con que afrontaba ese tipo de juegos sexuales siempre le había reportado momentos inolvidables. No se consideraba una viciosa, tan solo una chica joven que sabía obtener lo mejor de la vida. Y en ese momento estaba recibiendo lo mejor de lo mejor.

No pensaba en nada ajeno a lo que estaba sucediendo; su concentración era máxima y superior el deseo de sentir. De esa forma consiguió el tercer y último orgasmo, mucho más intenso que los anteriores debido a que no podía exteriorizarlo y descargar toda la tensión acumulada.

Sin previo aviso, Santi descargó su semen en la boca de Jennifer. Ella se vio sorprendida durante un par de segundos. Al ser consciente de lo que sucedía, succionó varias veces y apretó la lengua contra el pene, provocando un roce mucho mayor y recogiendo, finalmente, los restos con los labios, que quedaron impregnados con un sabor que le encantaba, justo después de tragar hasta la última gota.

―Gracias, Santi ―dijo Jennifer, risueña tras descubrir felicidad en el rostro de su amigo. Recibió una respuesta parecida por parte de él.

De ese modo pudo dedicarse, con más esmero, a quienes realmente la estaban proporcionando placer. Quien más provecho obtuvo de su dedicación fue Luis, que no tardó en correrse en el interior del coño. Sus palabras fueron un claro ejemplo de lo que un hombre agradecido puede expresar tras desahogarse. Intentó salir de su posición, pero Jennifer lo tenía bien amarrado entre los muslos.

―No, no la saques, Luisito ―suplicó ella―. Quiero sentirte dentro mientras Charly me mata de gusto.

Las palabras de la mulata animaron a Charly. Este presentía que no podía aguantar mucho más tiempo; le complacía demasiado sodomizar a su amiga y, si por el fuese, estaría toda la noche perforando aquel culito que tanto le fascinaba. Se sentía feliz viendo cómo su gruesa polla entraba y salía del ano, pero la presión ejercida sobre ella era extrema. A Jennifer no le dolía porque su elasticidad resultaba sorprendente. En alguna ocasión, en su país, había recibido por detrás pollas que harían temblar de pánico a la mayoría de las chicas tan solo con verlas. Con mayor motivo si sabían que iban a ser atravesadas con ellas.

―¡Dámelo ya, amor! No puedo esperar más. Inúndame el recto con tu lechita rica y caliente. ―Jennifer comenzaba a mostrarse impaciente y repetía la misma cantinela.

Charly no decía nada. Había encontrado una nueva forma de jugar y parecía gustarle. Durante unos minutos se dedicó a sacar la gruesa verga del todo antes de meterla de nuevo. Disfrutaba con el espectáculo que le suponía verlo abierto al máximo hasta que se cerraba. Después volvía a abrirlo con una nueva penetración. Finalmente se detuvo y descargó el semen, mientras ella se corría por última vez. A pesar de mojar el interior de la vagina, Jennifer no sintió los síntomas propios de un orgasmo, pero disfrutó con algo que tan solo había conseguido una vez en la vida.

La narración compartida entre Jennifer y Luis me dejó tan excitada, que nunca más volví a rechazar una invitación como aquella. Más que nada por ella, porque verla follar es todo un espectáculo. Son muy pocas las chicas caribeñas que conozco, pero, con que un pequeño porcentaje sean tan ardientes como Jennifer, bien merece la pena un viajecito por aquellas latitudes.

FIN

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Amig@ lector@, si has llegado hasta aquí, imagino que ha sido, cuando menos, porque te ha entretenido la lectura. Si, además, te ha gustado el relato, espero y deseo que me dejes un comentario, que son gratis para los lectores y valiosos para quienes escribimos. No importa si es largo o corto, sencillo o sofisticado, bello o feo, o como quieras, lo que cuenta es que sea sincero y voluntario.

Puedes hacerlo sobre el relato o sobre lo que opinas de las orgias y el sexo sin compromiso entre adultos conscientes. También me gustaría saber tu opinión respecto a la idea de publicar relatos en los que tan solo me ciño al momento erótico.

De todos modos… ¡Gracias por tu atención! Te espero en el próximo.