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En el espacio nadie puede oir tus gemidos

en Parodias

Todo había sucedido muy aprisa, la huida de la nave Nostromo, la titánica explosión, los nervios, la sensación de angustia, el terror... Y sin embargo parecía que llevaba una eternidad en la nave de salvamento.

La oficial Ellen Ripley, última superviviente de la astronave comercial acariciaba pensativa a Johnsey, el gato de la tripulación que consiguió salvar, recordando los caóticos momentos previos.

La criatura, había reventado con aquella aterradora nave que se había convertido en una tumba para todos. Poco a poco iba olvidándose de la traumática experiencia vivida y el gato ronroneaba en su regazo distraído, aparentemente ajeno a lo sucedido. Por un largo rato lo envidió.

Después de hibernar al animal y de desnudarse paseó por el pequeño espacio de la cabina. Notó un olor extraño, no desagradable en absoluto, debería investigar su procedencia, siguió caminando hacia los conductos de oxígeno y refrigerantes. Sin embargo se detuvo por otra sensación. Era curioso, pero la forma en que las minúsculas bragas se le pegaban a la vagina le excitaba sobremanera, notó también como su ajustada camiseta interior sin mangas hacía que los pezones se le erizaran, y poco a poco se pusieran duros.

Sonrió incapaz de creer que tras aquella horrible experiencia estuviera excitada, sintió el irrefrenable impulso de masturbarse y gozar. Pensó por un momento en que era algo grotesco... Auto complacerse tras la muerte de todos sus compañeros parecía algo perturbado.

Volvió a reírse pasándose sensualmente los dedos por los labios, estaba viva y feliz por ello, había sobrevivido y quería tocarse, eso era todo. Escogió un cómodo sillón de mando alejado de la cámara de hibernación. Se sentó inspirando profundamente, cada vez olía más a ese extraño aroma, pero le gustaba ese olor, le relajaba, ya tendría tiempo de averiguar qué era. Cerró los ojos y dejo que sus manos estimularan sus pechos. Fue magreando sus tetas con firmeza, por encima de la camiseta y pellizcando sus tiesos pezones, era una sensación maravillosa.

Una mano siguió afanándose en su tarea, mientras la otra bajo a calmar su palpitante coño. Empezó a tocarlo por encima de las minúsculas bragas, quería prolongar ese mágico instante, notaba sus labios vaginales pugnando con la empapada tela y su clítoris engordando por momentos. Echó hacia atrás la cabeza y su melena rizada cayó acariciándole la nuca. El contacto de su piel desnuda con el cuero de la silla le agradaba más aun.

Era joven y su cuerpo estaba lleno de vida y ansioso por ser tomado. Tenía una hija esperándola en casa, pero se divorció hace tiempo. Desde entonces pudo probar una sexualidad que antes solo sospechaba poseer, le gustaban los hombres, sí, pero también las mujeres y había gozado extensamente de dos de sus compañeros de vuelo durante su misión comercial, la tímida Lambert y el masculino Dallas... De repente, sus dulces recuerdos se tiñeron de sangre al recordar cómo habían muerto los dos hacía apenas unas horas.

Se obligó a recordar tiempos pasados... Recordó algunos buenos polvos que había echado antes de embarcar y sintió necesidad de un hombre, de una polla que la hiciera gozar, o de un buen coño que se juntase con el suyo y la hiciera retorcerse de placer. Pero hacía una eternidad de aquello, antes de la hibernación y el largo viaje por trabajo. Con razón necesitaba desahogarse y no tenía prisa por dormir de nuevo.

Comenzó a gemir apasionadamente y cuando estaba a punto de tocarse por debajo de la tela lo escuchó... Podía haber sido vapor saliendo de una válvula, pero el instinto le hizo volver el rostro hacia los conductos de refrigeración y lo vio.

Aquella cosa, aquel ser estaba allí, abordo con ella. No tenía lógica, no tenía ningún sentido. Era imposible que estuviera allí y sin embargo lo estaba. Su alargada cabeza que sin duda ella había confundido con una gran tubería, se movió hacía ella y la miró. O eso creyó en su terror más absoluto que la atenazaba a la silla.

No tenía ojos, o ella no los veía, le recordó a una orca intimidante, con dientes similares a los humanos. Sus mandíbulas se abrieron lentamente y le mostraron otra boca con dientes más afilados, que salió disparada hacia afuera en un gesto de amenaza. Una lengua con dientes, esa fue la terrible analogía que le invadió el cerebro. Y la secreción, esa especie de baba que invadía por completo todo en ese ser de pesadilla, parecía tener su surtidor principal en aquella doble boca. Su cuerpo parecía salido de un infierno oscuro, una extraña anatomía con brazos y piernas rematados en largos dedos con garras. La pesadilla la completaba una espalda con formaciones similares a tubos óseos y una larga cola acabada en un aguijón amenazante.

"Un perfecto organismo, su perfección estructural sólo está igualada por su hostilidad", las palabras de Ash, el traicionero sintético que intentó matarla, se quedaban ciertamente cortas al presenciar a aquel ser que irradiaba hostilidad por todos los poros de su cuerpo. La teniente Ripley nunca había sido creyente, pero tras ver a aquella bestia podría haber creído que estaba viendo al demonio encarnado. No había piedad ni nada humano en aquella cosa.

 

Se movió lentamente en dirección a ella, sabía que iba a morir o algo peor. El miedo la paralizaba en la silla como una droga, pensó en las alternativas pero ya no había nada que hacer, lo tenía encima. Por fin halló de donde emanaba ese olor, provenía de ese ser. Pensó en la ironía de aquel aroma que le agradó y ahora sería lo último que captaría su nariz.

 

La criatura, que algunos conocerían con el nombre de Xenomorfo posteriormente, movió su cabeza sobre Ripley, paladeando sus feromonas femeninas y humanas en su sistema. Había comido en abundancia y por puro instinto se movió a aquel hábitat más reducido. No había Reina a la que servir, ni colmena que proteger, ni siquiera huevos para incubar a sus hermanos. El era un acechador, una variante de xenomorfo que hacía las veces de explorador, buscador de anfitriones e infiltrado letal entre otras especies. Ante la ausencia de otros estímulos se dedicaba a cazar, guardar alimento, hibernar cuando no quedara alimento y seguir sus instintos.

 

No sentía más humanos, tan solo una pequeña criatura, el gato en la cápsula de hibernación. Antes de hibernar se valdría de aquella hembra humana, para tomar más nutrientes, a través de sus secreciones vaginales que le mantendrían con vida latente más tiempo. Su especie lo había hecho en otras ocasiones y el lo sabía por memoria de otras colmenas, también sabía cómo sacar aquel manjar y como marcar a aquella hembra. Los alienígenas no procreaban de la misma manera humana, pero si que conseguían secreciones sexuales femeninas de otras especies para alimentarse e hibernar. Aquella mujer le sustentaría hasta que pudiera encontrar más alimento.

 

Ripley ajena al instinto del ser cierra los ojos con fuerza deseando que el final llegue rápido. Pero en lugar de eso nota algo cálido que toca sus muslos, son las manos de la criatura, le están acariciando los muslos y le cortan las tensas braguitas con las uñas. Su cabeza alargada se pega a la suya, tiene miedo pero se relaja al contacto calido de ese extraño cuerpo y sus secreciones, ese aroma... le gusta, le seduce, se deja hacer...

 

Se abre de piernas para su asesino, imagina por un leve momento que desea desnudarla para devorarla sin la tela, ese absurdo pensamiento le corre por la mente y se reiría de ello en otra situación, pero amenazada como está todo le parece posible.

 

La criatura le destroza la camiseta con una mano que ella no ve, no, no es una mano, es su temible aguijón de la cola. Está desnuda y lista para ser comida por ese ser de otro planeta. Por un terrible instante piensa que antes de empezar a comerla podría matarla, sabe que algunos depredadores lo hacen, pero esa bestia quizás no se tome ni esa molestia.

 

Le sorprende notar la cabeza curva del ser contra su torso, le llena de secreción cálida y su piel se relaja, no sabe por qué, pero sus manos acarician esa extraña cabeza y le gusta el contacto, le resulta placentero. Las manos del ser recorren su cuerpo desnudo como si las tuviera untadas en un aceite aromático. Le embadurna todo el cuerpo, de los pies a la cabeza, la levanta con la cola enroscándola como una serpiente en torno a su cadera. Pero no le hace ningún daño, es extremadamente delicado con ella y le sorprende que pueda serlo con una apariencia tan bestial. Entiende lo que quiere de ella, se queda de pie y la criatura prosigue manoseándola esta vez por detrás. Los hombros, la espalda, el culo, los muslos, todo es debidamente tocado por el xenomorfo y su secreción estimulante. La cola tampoco está quieta y se mueve como una serpiente por su culo y su entrepierna, la humana está al borde del éxtasis, es algo tan extraño y a la vez tan maravilloso...

 

El alienígena la abre de piernas suavemente mientras sisea y se agacha. Tiene una envergadura corporal enorme, probablemente mide tres metros, es el depredador definitivo, y sin embargo eso solo hace que le atraiga más como macho que es. Se siente como una hembra que el va a copular, tiene todo el derecho, está por encima de todo y ella lo anhela. Le sorprende tener esos pensamientos tan extraños y mostrarse tan sumisa ante el acto que el xenomorfo va a perpetrar, pero no puede dejar de mirarle y acariciarle su suave y húmeda piel. Está rodeada por su aroma y se siente feliz, apenas puede recordar que ese organismo ha matado a toda la tripulación, sí, los ha cazado y devorado, es el orden natural. Y ella también es su presa y saberlo ya no le asusta, está jugando con ella, así que disfrutará.

 

Los largos dedos del ser exploran sus intimidades, pero no de una manera torpe o invasiva como han hecho muchos de sus amantes, su secreción hace que la penetración sea placentera hasta límites que jamás había conocido como mujer, su coño recibe los dedos extraños con sumo gusto y su culo se ve invadido por sus larguísimos dedos, su ano se relaja y deja que la penetre sin prisas, apenas se puede sostener sobre sus piernas. Su extraño compañero lo nota y su fuerte cola la mantiene suspendida en el aire. Ella gime y el sisea, nota su calido aliento en su cuerpo, sus dientes en la piel de sus muslos, le mordisquea con las dos bocas su cuerpo, siente sus bocados con sumo placer, por todo su cuerpo. El xenomorfo puede notar su sangre, su carne, la anhela, pero no la tomará, quiere otro premio y sabe que la forma de obtenerlo es estimular a la joven hembra humana. Solo muerde levemente, pero no desgarra ni se alimenta, la mordisquea despacio y notando sus músculos bajo sus poderosas mandíbulas, la criatura se siente extrañamente bien notando la vida de ella entre sus fauces y perdonándola. Es algo que jamás ha experimentado, pero no se cierra a ello sino que lo disfruta.

 

La teniente Ripley suspendida mediante la cola de la criatura nota como la voltea y sus gloriosas garras toman sus muslos y los abren, está a su espalda y ella siente un escalofrío de placer al notar sus dientes ir desde su nuca mordisqueando, por toda la espalda y acabar en su culo. Allí nota el aliento desconocido y como la boca principal le atrapa parcialmente las cachas de su culo, y como la boca secundaria se le introduce por el ano, lentamente. Ella se pellizca las tetas mientras grita de placer y siente como la segunda boca la invade hasta el fondo y como se retrae, repite el proceso varias veces, la joven humana se corre a chorros, empapándose los muslos y por consiguiente las garras del ser.

 

La humana respira jadeante y el xenomorfo lo siente, sus emanaciones de hembra le llenan los sentidos, el sabor de su culo es delicioso, pero ahora probará la jalea que deseaba. Nuevamente la voltea con la cola de cara a el, y sus hábiles garras abren el precioso coño de la teniente, su segunda boca entra en ella y folla su coño con embestidas retráctiles de sus mandíbulas. Los gritos de la humana despertarían al gato, de no ser porque ya está hibernado, la criatura bebe de ella sin parar. Ripley se corre sin parar, sus orgasmos satisfacen al alienígena plenamente y bebe de ella hasta hartarse. Cuando acaba, sisea y la deja en el suelo exhausta, ella se arrastra hacia el y se aupa al sujetarse en las poderosas piernas del ser. Está de rodillas a el, siente que está exhausta pero quiere hacer algo. La mira con curiosidad por primera vez, no es solo el efecto de sus secreciones lo que la mueve.

 

Sube su cara y comienza a lamerle la entrepierna. Los xenomorfos tienen el órgano reproductor similar a los humanos, pero más grande, oculto dentro de una membrana, sólo lo usan para copular a la reina, y solo unos elegidos por la misma reina pueden llevar a cabo ese acto. La criatura sabe que esa humana no es una Reina, pero el instinto le hace sacar el miembro de la membrana, la humana sonríe y dice algo que el no entiende. Acaricia con ambas manos su polla, es muy agradable y deja que ella lo masturbe sin prisas. Comienza a lamerlo y el xenomorfo experimenta por vez primera una lengua humana en lo más íntimo de su anatomía, gruñe de gusto y siente el placer absoluto de una mamada de la joven teniente. Ella se desvive por el, por su placer y saborea la secreción en su paladar, está exquisito y quiere más. Los testículos de la criatura son enormes y saben más fuertes que un humano. Nunca creyó gozar tanto investigando anatomía alienígena.

 

Visto desde fuera es una escena imposible, dos especies distintas intimando de esa manera, la bestialidad y la humanidad fundidas en el deseo. Ella ignora si lo hace bien o no y mira a la cara de la criatura, pero no sabe interpretarla, es la cara de la muerte más segura y sin embargo eso le estimula más aun para redoblar sus esfuerzos en la mamada, la criatura se deja caer al suelo y grita, pero ella no le suelta, se corre en su boca, el sabor de su leche es indescriptible, le llena de vigor y de deseos carnales, es como una droga.

 

Una vez limpia todos los fluidos, sigue sin bajarse ese tremendo falo alienígena. El xenomorfo está completamente abrumado por las sensaciones, ya no analiza en términos de supervivencia, Reina o colmena. Ahora solo quiere estar con esa humana, la coge con delicadeza y la levanta, sus poderosos brazos y cola la colocan pegada a el, ella entiende que desea su macho de ella y enrosca sus piernas a su torso, mientras la polla del xenomorfo la comienza a penetrar. Es doloroso, y ambos gritan, entendiéndose por el idioma universal del sexo. Se abraza a el, nota sus tetas y sus pezones erectos contra el duro pecho de su amante extraño. Su inmensa polla no le da tregua, la folla con una velocidad y un ritmo inhumanos. Los orgasmos se suceden y casi se desmaya por la intensidad de la monta. La cópula dura 2 horas hasta que nota como la llena por dentro con su semilla, como la relaja su calidez.

 

La deja caer suavemente y ella con los dedos se coge el esperma de su propio coño y lo devora con ansia, el alienígena la cubre mientras ella descansa con su cuerpo, su contacto es tan cálido que le da fuerzas, al rato vuelve a tocarle su duro falo y es ella ahora la que le mostrará otro placer. La criatura está tumbada y se deja hacer sumisamente por aquella enigmática humana, ella frota su culo con la polla alienígena y deja que la gravedad empale su culo con su gran miembro, el xenomorfo sisea cuando ella empieza el baile sobre el, botando en su polla mientras sus hábiles dedos masturban su gordo clítoris a punto de reventar. El la coge por las caderas y delicadamente la sube y la baja sin parar hasta que el orgasmo le llega a el, la fuerza de la corrida inunda el culo de la teniente y se le escapa hacia sus intestinos. Se siente exhausta, ha tenido diez orgasmos con esa enculada deliciosa.

 

No sabe como, pero los dos están en el techo, el abrazándola, protegiéndola, cuidándola. Los dos se alimentan mutuamente por sus fluidos sexuales, la bella ha amansado a la bestia y curiosamente el asesino inmoral ha sucumbido a la lujuria y el deseo a su nueva Reina. Ellen Ripley y el octavo pasajero viven una rara historia de sexo y extraño amor en la que solo ellos oyen sus jadeos y gemidos en el vacío.

Espero que os haya gustado la historia, se que es un poco rocambolesca, pero bueno me dio por escribirla.