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La huerfana parte 1

en Parodias

Era la segunda noche que pasaba sin incidentes desde que Esther, aquella odiosa huérfana que habían adoptado sus padres, entró en su habitación y le amenazó con el cutter para que no contara nada de lo que vio.

Daniel se sentía aterrorizado, además de humillado por haberse orinado cuando ella le puso el arma cerca de los genitales. Estaba loca de remate, de eso no había duda. Ignoraba porque era tan importante ocultar el hecho de que tanto ella como su hermanita pequeña Max habían estado en su casa del árbol…

Desde la noche de la amenaza no se había acercado a mirar por temor a represalias de aquella psicópata. El chico no dejaba de darle vueltas a la cabeza, tumbado boca arriba en la cama. No podía contárselo a nadie y menos a sus padres, no le creerían y además estaban siempre de parte de su nueva hermanastra. Y la mirada de Esther… sabía que cumpliría con su amenaza. Ya había comprobado con el incidente de la paloma que ella no tenía reparos en usar la fuerza, incluso parecía disfrutar de ello… Solo podía arreglarlo de una manera, hablando con Max cuando la pequeña se quedara a solas, pero aquella bruja no la dejaba apartarse nunca, posiblemente para que no pudieran hablar. Era muy lista, tenía que haber algún modo de…

Un par de golpes suaves a la puerta interrumpieron sus pensamientos, se quedó helado, había cerrado con pestillo por si acaso.

-       ¿Quién es?- preguntó intentando aparentar seguridad.

-       Soy yo, Esther.- la respuesta fue suave casi amable.

El corazón de Daniel dio un vuelco, ¿acaso iba a matarle, había sospechado que el planeaba algo?

-       Vete por favor, es tarde y mañana tengo examen- el nerviosismo afloró a su voz.

-       Lo sé, venía a disculparme Daniel.

Aquello pilló por sorpresa al chico. Se levantó de un brinco y fue a abrir con el bate de baseball en la mano. Quitó el pestillo y abrió, y ahí estaba esa pesadilla hecha chica. Con ese camisón de abuela y esa extraña mirada. Tenía 14 años como el, pero sin embargo al mirarla a los ojos siempre le parecía que era mayor.

-       ¿Puedo pasar? Cachéame si quieres- dijo mirando al suelo.

Daniel la hizo entrar y volvió a cerrar con pestillo sin perderla de vista ni soltar el bate.- ¿Qué quieres? ¿Es una broma? El otro día me amenazaste y hoy… ¿vienes a disculparte?

Esther se quedó apoyada en la pared de espaldas mirándole fijamente- Tenía miedo de que te chivaras y meterme en problemas, no sabes lo odioso que era el orfanato, no quiero volver allí, sé que no te caigo bien pero lo único que deseo es una vida normal… Por eso te amenacé, sé que fue una estupidez y te pido perdón.

El chico la miró por primera vez como una chica de su edad y no como una intrusa- Me acojonaste mucho, ¿qué es lo que paso en la casa del árbol? ¿Por qué no debía decir nada?

La chica inspiró con fuerza. Fui yo la que empujó a aquella niña en los columpios, Max lo sabe y quería contarlo. Por eso la llevé allí, quería convencerla de que no lo dijera. A veces me he metido en problemas, me he peleado… No quiero que tus padres lo sepan, no quiero con esas monjas, me ataban y…bajó la cabeza callándose.

Pudo escuchar como el chico soltaba el bate, sonrío para sus adentros, aquella mentira estaba siendo asimilada perfectamente y pronto le tendría de su parte.

-       Lo siento, no lo sabía, ¿qué quieres decir con que te ata…?- la pregunta se quedó flotando en el aire. Esther se había quitado el camisón por la cabeza y se exhibía ante el con un sujetador negro y una tanga negra.

Se quedó mirándola embobado, tenía un cuerpo muy bonito debajo de ese horrible camisón, aquella ropa interior la hacía más deseable aun. Pero lo que más llamaba la atención eran unas marcas en el cuello y las muñecas, prueba de lo que contaba la huérfana.

-       Por eso llevo esos vestidos tan feos, no quiero que la gente vea mi cuello o mis muñecas, entonces solo hay preguntas y me rechazan.

Pudo ver que la lujuria propia de un adolescente vírgen se unía a la compasión que sentía por las marcas. La mirada del chico recorriendo su cuerpo lo decía todo. Era un buen chico, pero como todos al final se le podía controlar por el sexo.

-       Lo siento mucho, no diré nada, no te preocupes. No dejaré que te envíen a ese horrible lugar- incluso el mismo se sorprendió al decir esas palabras. Se quedó visiblemente azorado mirando al suelo sin poder sostenerle la mirada a ella.

-       Aun no me he disculpado bien- le dijo ella tomándole de la mano y acercándole.

Daniel incapaz de hablar vio cómo su hermanastra se quitaba el sujetador primero y la tanguita después lanzándolos a la cama del chico. Para ser tan joven tenía un pecho desarrollado, no tanto como las chicas de las revistas, pero muy apetecible. Se quedó mirándola asimilando todas aquellas imágenes, aquellas rosadas tetas con los pezones tiesos, un pubis depilado, un culito respingón, el cabello suelto libre de esos espantosos lazos y la piel blanca.

A su edad jamás había tenido tanta intimidad con una chica y en las pajas que se hacía por la noche en su cuarto se imaginaba escenas imposibles con chicas y mujeres adultas, pero lo que estaba viviendo en ese momento superaba todo.

-       ¿Nunca has estado a solas con una chica verdad?- le preguntó ella quitándole la camiseta.

-       N…no- balbuceó el incapaz de hacer nada salvo dejarse llevar.

-       Tranquilo, yo te guiaré, voy a dejar que cumplas tus fantasías poco a poco. Le bajó de un tirón los pantalones del pijama y el bóxer.

Y ahí estaba Daniel, desnudo temblando de nerviosismo y excitación con Esther de rodillas cogiéndole la polla.

-       Con esto se pueden hacer mil cosas mejores que cortarla…- le guiñó un ojo desde abajo mientras le besaba el capullo.

El chico ya estaba empalmado, no tenía mala polla, disfrutaría con ella y usándole. El objetivo era su padre desde luego, pero en el camino a la cima también había que disfrutar en el ascenso. Follarse a su hijo adolescente era algo que le apetecía, y eso además haría que estuviera mejor callado que con cualquier amenaza que le hiciera.

Nadie podría sospechar que la inocente huérfana era una chica de 33 años, antes de la polla de John tocaba la de su hijo Daniel. Había mucho tiempo y los adolescentes tenían mucho aguante… Se lo iba a pasar bien.

Empezó a masturbarle despacio de rodillas mientras le besaba los huevos y le miraba directamente a los ojos, el chico respiraba acalorado sin poder apartar la vista de ella.

-       Dime, ¿cuantas pajas te haces al día?- preguntó ella lamiéndole los huevos despacio.

-       De..depende, 5, 6…

-       Sí, se nota que te gusta pelártela. Huele a leche mucho.

-       ¿En qué piensas cuando te magreas? En esas zorras de las revistas, en alguna chica de clase…

-       Siii- suspiró el mientras ella le lamía toda la polla como una perra.

-       Pues creo que ahora también te pajearás pensando en mí, ¿verdad cabrón?

La forma sucia en que le hablaba y hablar de esas intimidades con ella le estaba volviendo loco, era como una de esas pelis porno que le dejaban sus amigos, pero a la vez vivirlo en primera persona.

-       Sí, lo haré puta- se envalentonó intentando ponerse más macho.

-       No te hará falta, porque te las haré yo siempre que quieras- se metió toda la polla en la boca sin pararse, hasta el final. La punta no le llegaba hasta la campanilla, pero era un manjar, dejó que su propia boca salivara y le pusiera bien húmedo.

Daniel la cogió del pelo y empezó a acariciarle el cabello mientras su hermanastra le hacía una mamada propia de una chica experimentada. Se sentía en el cielo, ella se echaba hacia atrás y hacia delante con la cabeza. Era maravilloso, como hacerse una paja, pero mucho más húmeda y verla a ella comiéndole la polla le dio aún más morbo. No podía contenerse por más tiempo.

-       ¡Esther, voy a correrme! – Dijo ya frenético.

Ella paró la mamada y se la sacó de la boca mirándole, a la vez que una mano le apretaba la polla y la otra le apretaba los huevos un poco.

-       Shhhh, tranquilo hermanito, aquí digo yo cuando te corres. Notó lo tiesa que estaba la polla del chico y cómo él le miraba confundido, era tan joven y maleable…

Se apartó un poco de él y se sentó abierta de piernas y comenzó a hacerse un dedo mirándole, los ojos del chico se fueron directos a su coño, observando cómo se hundían los dedos en el coño y el pulgar tocaba el clítoris. Hizo amago de seguir masturbándose el.

-       ¡No! Cuando yo te lo ordene. Escúchame bien hermanito, voy a dejar que te corras sobre mí, donde quieras e incluso en mi boca, pero antes tienes que decirme qué es lo más cerdo que te has imaginado pajeándote.

Daniel estaba excitado como nunca antes pero no se tocó, quería obedecer a Esther, ese era el juego y le gustaba. Antes de que pudiera darse cuenta, la excitación le traicionó y contó algo que antes no habría contado nunca a nadie.

-       Con mi madre…- se arrepintió nada más haberlo dicho al ver que Esther se detuvo de tocar. Pensó que le juzgaría y le insultaría pero no fue así.

-       Mira que eres guarro hermanito, ¿la has espiado alguna vez en la ducha?- volvió a tocarse esta vez con más brío.

-       Sí…alguna vez cuando papa no está.

-       ¿Y has cogido alguna vez sus bragas?

La pregunta hizo que le doliera la polla de lo dura que la tenía, deseaba correrse y aquella conversación le estaba poniendo más caliente aun.

-       Sí…

-       Pero no usadas, ¿verdad?

Daniel negó con la cabeza.

-       Coge mi tanga y huélela- le ordenó Esther.

El chico obedeció sin titubear.

-       Ahora empieza a pajearte y dime qué quieres que haga.

-       Cómemela, quiero correrme en tu boca de puta- le dijo mientras se la machacaba sin parar y olía la tanga.

-       Lo que mi hermano diga- sonrió y gateo hacia el seductoramente moviendo su culo de forma exagerada, se irguió y volvió a comérsela, pero esta vez mordiéndole a veces de manera juguetona, las manos del chico bajaron a sus tetas y las manosearon inexpertamente con ansia queriendo abarcarlas del todo mientras le hacían la primera mamada de su vida en boca de su hermanastra.

Todo eso pasó por la mente del chico y en tres vaivenes ya no pudo aguantar más, se corrió a chorros en la boca de Esther cogiéndola de la nuca para que no se apartase, ella a cambio se agarró al culo del chico y lo arañó mientras la leche adolescente le llenaba la garganta.

Sabía fuerte y después de unos segundos seguía echando chorros. No dejó de mamar hasta dejarle limpio. El chico jadeaba intentando no levantar mucho la voz para que sus padres no se dieran cuenta de lo que pasaba. Soltó la cabeza de la chica y observó cómo se sacaba su polla despacio y relamiéndola, alzó la cabeza y le enseñó con la boca abierta toda la leche acumulada. Cerró la boca, se sostuvieron la mirada y tragó. Se levantó y le besó, el primer beso de Daniel. Se abrazó a ella y ya sin pudor alguno exploró el cuerpo de Esther mientras se comían la boca, primero con torpeza por parte de él y luego supervisado por ella mucho mejor. Era un beso con sabor a su semen, ya lo había probado alguna vez, pero desde luego de boca de Esther sabía mucho mejor. Se besaron y por fin supo lo que era “darse el lote” como decían sus amigos, todo era nuevo y extraño para él y le gustaba. No podía parar de sobar a su hermanastra y ella no le impedía nada, notó sus dedos en su ano, en su coño… Sin duda el chico tenía potencial, sus pensamientos eran tan lujuriosos como los de ella, se entenderían bien.

Ella le beso el cuello, los pezones, todo el cuerpo, se abrazaron, se mordieron, todo con la pasión propia de aquel que descubre el sexo y aquella que disfruta de un adolescente y lo lleva. Le dio de mamar, dejó que mordiera sus tetas, le enseñó a comérselas, a hacerlo sin prisas y dejó que manoseara su coño mientras ella se acariciaba el clítoris.

Se corrió varias veces gracias a la curiosidad del chico y dejó empapada las sábanas con su olor. Llevaban ya 3 horas de juegos y Daniel quería más, pero ella estaba satisfecha y le detuvo.

-       Por hoy ya es suficiente, cuando quiera más te lo diré- le besó en los labios y se zafó de su abrazo.

Se puso de nuevo la tanga, el sujetador y el feo camisón volviendo a ser la intimidante huérfana.

-       ¿Te ha gustado lo de hoy?- le preguntó ella acercándose a él y besándole de nuevo dejándose meter mano.

-       Sí, Esther, me ha encantado, me…

-       ¿Sí?

-       Me gustas Esther…-no pudo evitar decirlo, el corazón le iba a mil, todo era nuevo para el chico, y los sentimientos surgieron de sopetón.

-       Y tú a mi Daniel- le sonrió. Y le pareció la chica más bonita del mundo.

Se despidieron en la puerta durante 15 minutos más de sobeteos, besos y palabras de amantes.

Esther, la huérfana volvió silenciosa a su cuarto sonriendo. Todo había salido bien y ahora el chico estaba enamorado de ella, la defendería y cuidaría. Cada vez estaba más afianzada en la casa, y por supuesto ayudaría a desarrollar las más bajas pasiones de Daniel por Kate, su madre. El camino hacia el padre, John, estaba más cerca.

Eran las 5 de la mañana y Daniel después de sus primeras experiencias sexuales no podía dormir, Esther poblaba sus pensamientos, quería desvirgarse con ella, y sabía que lo harían. Empezó a pajearse de nuevo por segunda vez desde que se fuera. El día siguiente estaría hecho polvo en el colegio pero su deseo era más fuerte que nada.