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La revisión de David - El médico

en Gays

La revisión de David - Segundo capítulo: La revisión médica.

 

David, se encuentra en una situación comprometida ante su padre y hermano después de haber sido violentado por un desconocido en su propio domicilio.

 

Cuando su padre le preguntó: - ¿Qué ha pasado aquí?- al pobre David se le vino el mundo encima. Qué le iba a contar ahora a su progenitor, un hombre tan severo y disciplinado, al cual jamás en su vida se había atrevido a decirle la verdad sobre su homosexualidad. Sin apenas nada más que un hilillo de voz, le contó lo ocurrido falseando parte del relato.

Se acordó de una conversación con su amigo Osvaldo, otro chico gay de su clase, al que sus padres habían pillado masturbándose con unos calzoncillos usados de su profesor de gimnasia, y este les había contado una mentira piadosa, que ahora usaría el propio David con su familia.

David le dijo a su padre que estaba a punto de ducharse cuando entró su atacante. Por supuesto no comentó nada del cobarde de su novio, al cual nunca más volvería a dirigirle la palabra, por dejarlo sólo y abandonado en el peor de los momentos posibles. Evidentemente, el resto de la historia era tan cierta y real que no tuvo mucho más que añadir de su invención.

El padre de David, trabajaba de psicólogo en la prisión de la provincia, y sabía con tan solo mirarle cuando su hijo le mentía, y ahora tenía claro que esa era una de las ocasiones en las que el chaval estaba engañándolo. Sin embargo, decidió que ya aclararía la situación más adelante. Ahora tenía que llevar a su hijo a que le viera un médico amigo suyo, porque debido a la brutal agresión sexual sufrida por el chico, éste estaba sangrando por el ano y por lo que veía el hombre, también le salía de su muy abierta cavidad un espeso líquido que no reconoció como semen hasta que no recogió con la punta de su dedo una pequeña muestra y se la llevó a los labios para saborearla, ya que había perdido su característico color blanco debido a la mezcla de jugos intestinales que lo recubrían.

El hermano de David le ayudó a vestirse y a calzarse, al chico le pareció ver en el rostro de su hermano mayor un gesto malicioso y pícaro, de hecho parecía estar disfrutando la caótica situación que estaba viviendo el pequeño de la familia, y la verdad es que no se dio demasiada prisa en ayudarle a ponerse ni el ajustado slip azul, ni el pantalón de chándal, lo que ruborizó aún más al pobre David a la vez que despertó en él su furor peniano. La vena de puta arrastrada y sumisa que le brotaba al chaval en determinadas circunstancias, ahora pugnaba por salir, a pesar de todo lo vivido y de lo difícil de su situación actual. Mientras, el padre llamaba por teléfono a su amigo el Doctor Cifuentes, al cual conocía desde los tiempos de la facultad, hacía más de veinte años atrás. Le contó a grandes rasgos toda la historia ocurrida a su hijo y le pidió, como favor personal, que les atendiera en la consulta privada que tenía en su propia casa.

Iban su padre y él solamente, puesto que el progenitor quería hablar con su hijo confidencialmente. Nada más salir del portal de su casa, el psicólogo atacó directamente el tema. Le comentó al chaval que había visto salir del agujero de su culo gran cantidad de lefa y le preguntó cómo era eso posible. David quería que la tierra le tragase. No sabía cómo decirle a su padre que era gay y que llevaba follando con hombres de todo tipo y condición desde hacía más de tres años, a pesar de su corta edad, 17 años recién cumplidos. Él era un joven sexualmente muy activo, aunque siempre jugara un rol pasivo. Es decir, al chico le gustaba que le follaran casi a diario, pero no era un muerto en la cama, al revés, le encantaba dar placer y lo hacía de una forma casi profesional. Pero esto era algo que había ocultado en su casa durante todo este tiempo, sin embargo había llegado el momento, hoy era el día en que David le iba a decir toda la verdad a su padre. Se armó de valor y con lágrimas en los ojos le puso en antecedentes de su extensa vida sexual al hombre, el cual no podía salir de su asombro. Tenía a una furcia en su propia casa y él sin saberlo…

Llegaron media hora más tarde a casa del médico debido a la lentitud con la que andaba el chico. El padre con cara de pocos amigos, llamó al timbre del piso donde vivía su amigo el Doctor Cifuentes. El mismo médico fue quien les recibió y les acompañó hasta su consulta particular. Una vez allí, David se volvió a desnudar, esta vez con la ayuda de su padre. Sentía en sus tripas unas mariposas revoloteando, pues el psicólogo no había hablado desde que su hijo le hiciera esas indecorosas confesiones.

La situación para el chico era muy humillante, el doctor le había hecho subirse a una camilla con el culo en pompa y las piernas completamente abiertas. En esta postura tanto su padre como el médico podían contemplar todo el ano completamente dilatado. Cifuentes se puso un par de guantes de látex y una especie de linterna, entorno a su cabeza, y de esta guisa hurgó en el dolorido y supurante culo del muchacho durante lo que a éste le parecieron horas. Metió sus dedos hasta el fondo y los volvió a sacar, en múltiples ocasiones, sin ningún otro lubricante exploró toda su cavidad, llegando a masajear su próstata. Y fue en ese momento, cuando más avergonzado estaba, que entre los toqueteos del médico junto con su hilarante postura y la atenta mirada de su padre, David se empalmó. Pero no sólo se le puso morcillón el rabo, no, se empalmó como un burro. Tenía toda la polla más dura que una piedra, de hecho le goteaba líquido preseminal en tal cantidad, que le manchó todo el brazo al amigo de su padre.

El doctor se levantó del taburete en el que estaba sentado y quitándole hierro al asunto le palmeó en las nalgas al chaval y le dijo que no se preocupara que era normal que hubiese ocurrido esa primera descarga. Luego se limpió con un trozo de papel de cocina que tenía allí en la consulta. Después de limpiarse el brazo, tomó una palangana metálica y la colocó debajo de la enhiesta verga de David, - Por si acabas corriéndote de gusto- Le dijo el médico y el chico se puso rojo como un tomate de la vergüenza que estaba experimentando en esos instantes. El chico no podía expresar bien lo que estaba sintiendo, esa mezcla de dolor por el estado de la zona en la que le estaban hurgando y de asombroso placer por su vena masoquista, así como el gusto por sentirse indefenso y totalmente expuesto, a merced de dos hombres que lo observaban con profunda minuciosidad. Era una de esas situaciones con la que siempre había fantaseado, pero que jamás hubiese pensado que tendría que sufrir.

Aún no había acabado la exploración. Para asegurarse de que todo estaba bien, el facultativo le exploró delicadamente toda la zona perineal hasta llegar a los testículos. El chico debido al estado de excitación en la que se encontraba, tenía los huevos muy pegados al cuerpo, con lo que el doctor tuvo que agarrárselos con fuerza para hacer que descendieran a una posición más suelta dentro de la bolsa testicular. Este gesto hizo que el muchacho diera un respingo, pues el tirón que le dio en las pelotas le dolió de verdad, a pesar de que David estaba acostumbrado, pues el cobarde de su novio solía practicar un pequeño juego sádico con él y le aplicaba pequeñas cachetadas en los cojones. David aceptaba este tipo de juegos por sumisión. Le encantaba sentirse dominado por un macho de verdad. Y en eso precisamente estaba pensando el muchacho cuando se dio cuenta de que el médico le sujetaba la polla y bajaba lentamente la piel del prepucio, dejando al descubierto su bonita cabeza morada, recubierta por toda la mucosa preseminal que le empapaba completamente el capullo y que goteaba hacia abajo haciendo sonar el metálico recipiente con cada gota que caía en él.

Giró la cabeza y vio cómo su propio padre estaba en cuclillas detrás del galeno mirando fijamente toda la manipulación que le realizaba tan hábilmente el doctor Cifuentes. No pudo dejar de fijarse en la abultada entrepierna que tenía su progenitor. Con los ojos como platos no daba crédito a tal escena, no sólo era él el que estaba con el rabo duro, su padre también estaba completamente empalmado, gracias al espectáculo en vivo y en directo, que les estaba proporcionando.

El médico recorrió con sus dedos el apretado glande del chico, parecía que se deleitaba esparciendo el transparente líquido desde el frenillo hasta la corona del capullo. Estos movimientos provocaban en David fuertes descargas de placer, pues tenía mucha sensibilidad en esa zona. Al final no pudo más ante tanto tocamiento y mientras se mordía el labio inferior para no gemir en voz alta como solía hacer cuando realizaba en acto sexual, eyaculó en la bacinilla. Su polla soltaba la leche a espasmos, dio cinco o seis antes de soltar toda la carga de sus huevos. El doctor cerró el dedo pulgar y el índice alrededor del cuerpo cavernoso de su verga y lo exprimió para sacarle la última de las gotas de esperma. Cuando comprobó el buen hombre que ya nada salía de aquel rígido rabo, fue a por un poco más de papel secante y le limpió él mismo no solo sus pringosos genitales, sino también el sucio y dilatado culito. Después de esto, no pudo volver a mirar a la cara a ninguno de los dos hombres que le acompañaban en esa consulta. Tenía toda la cara roja y le ardían las mejillas, pero muy en el fondo, estaba feliz.

El doctor Cifuentes le volvió a palmear el trasero, le indicó a su padre que le ayudara a vestirse, pues había terminado el examen físico del muchacho. Le recetó una pomada para las heridas y unas inyecciones para evitar la infección, pues tenía muy herido el ano. Le apuntó cita para que volviera otro día a ponerse las inyecciones a su consulta y le explicó a su padre cómo debía aplicarle la pomada. El psicólogo agradeció a su amigo el favor que le había hecho y después de darse un fuerte abrazo de osos se despidieron hasta la próxima vez. Para David aquel abrazo duró más de lo que se podría considerar “normal” pues sabía perfectamente que el médico podía notar la dureza en la entrepierna del padre y por un instante pensó que era este rozamiento mutuo lo que hacía prolongar tanto ese abrazo.

El chico y su progenitor salieron de la casa del médico y lentamente se dirigieron a la suya propia. David no lograba articular palabra, no así su padre que le había cambiado la cara y llevaba una sonrisa en la boca. Abrazó a su hijo y le después de darle un beso en la mejilla, acercó sus labios a la oreja del chaval y le dijo entre susurros: - ¡No sabes las ganas que tengo de ponerte esta noche yo la cremita!-

Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de David. ¿Era posible de verdad que su padre se le estuviese insinuando, o eran simples imaginaciones suyas? No sería más su propio deseo que la realidad. Una fantasía de todo adolescente gay es acostarse con su padre. Por desgracia para el chico, era solamente eso una fantasía que nada tenía que ver con la realidad, por lo menos hasta ahora. ¿Qué pasaría de ahora en adelante? ¿Cuál sería la relación con su padre? ¿Y con su hermano que tanto se había recreado en su dolor? ¿Y con el médico que tanto placer le había proporcionado sin apenas tocarle?

Cuando por fin entraron en la casa, el padre les habló a los dos hijos. Quedaron los tres hombres de la casa en no decir nada a la familia de todo lo vivido y sufrido por David en ese día. No era necesario que  se preocuparan más de lo debido por algo que ya no tenía arreglo. No obstante, en el ambiente se respiraba un aíre enrarecido. El pequeño de los hijos no sabía qué era exactamente, pero pronto lo descubriría.

 

Continuará.