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The Simpson Dark Stories 01

en Parodias

THE SIMPSON DARK STORIES 01

Domingo en la casa de los Simpson. La familia completa está almorzando los restos del asado que Homero preparó la noche anterior. El problema comienza cuando Bart, queriendo hacer una broma a su padre, reemplaza la mostaza por ají picante, el más potente que pudo comprarle a Nelson Muntz, cuyo tío tenía plantaciones de este producto.

No esperaba esa reacción. La lengua de Homero ardía mientras Bart reía, tanto que ni siquiera tuvo ganas de ahorcar a su hijo. El padre de familia corrió a la cocina para beber todas las heladas cervezas que tenía en el refrigerador. El problema es que, por accidente, también cayó “mostaza” en la comida de Lisa, quien después de dos segundos de haber probado un poco con su lengüita, ya estaba en el lavabo del baño, bebiéndose toda el agua que cayera en su barriguita para apagar el incendio que había en su interior. Era un caos, en que solo Maggie aplaudía alegremente.

Sin embargo, el ají era bastante peculiar. Tenía efectos curiosos en la gente después de beber líquido frío. Bart fue castigado por su madre, aunque como siempre, no importó mucho. Salió por la ventana de su habitación y se acercó por los árboles a la recámara de su hermana. Se sentía un poco mal, ya que no era su intención que ella fuera víctima de su broma, así que quería disculparse. Miró por la ventana de la recámara, y se encontró con Lisa, acostada en la cama, con el ventilador puesto al máximo de potencia. Con una revista, abanicaba para echarse aire, e incluso desde la perspectiva de Bart podía notarse la piel de su hermana tornándose roja. Él se preocupó, aunque le daba un poco de risa, pero antes de entrar a la habitación y hacerse notar, Lisa se sentó en la cama repentinamente. Miró hacia cada una de las murallas de su habitación, pero no notó a Bart, que por cierto impulso se escondió detrás del árbol. Lisa entonces se acercó a la puerta y cerró con seguro. Volvió a recostarse y repitió el proceso con la revista, abanicándose. Aparentemente el calor de su cuerpo era insoportable, Nelson no le advirtió a Bart que esto podía ocurrir. Algo impactante lo sacó de sus pensamientos. Lisa se bajó el pequeño vestidito rojo que siempre usaba, mostrando sus pequeñas tetitas en formación. La chica se tocó los pezones con los dedos, los retorció con una cara de satisfacción que Bart nunca había visto en su hermana. Luego, botó saliva en sus pechos, intentando apagar el calor. Esta escena había provocado en el mayor de los Simpson una sensación que ya había tenido. Sentía eso cada vez que veía a una sexy bailarina por la TV, o cuando se besó por primera vez con Jessica Alegría en su casa, o cuando junto con Millhouse vieron a la señora Van Houten bañándose. El short de Bart tenía un gran bulto, estaba completamente excitado mirando a su hermana tocándose las tetitas, ardiendo de calor. Tuvo ganas de tocarse, ahí en el árbol, y el impulso fue mayor cuando su hermana bajó su manita, dirigiéndola a su entrepierna, bajo la falda. ¿Qué tenía el ají picante tan particular que había producido esa reacción en su hermana y tal vez también en su padre? Cuando la chica iba a comenzar a sobarse allí abajo, pareció despertar de una ensoñación, se levantó, se acomodó el vestido, y abrió la puerta para dirigirse al baño.

La excitación de Bart pudo más, quería ver que deseaba su hermana en el baño, así que, con la habilidad que conllevaban sus añitos de experiencia subiendo y bajando árboles para escapar de su padre o abusones, el chico llegó a la ventana del baño con facilidad.

“Ay caramba, qué es esta sensación, no debería estar haciendo esto, es mi hermana... pero no lo puedo evitar. Voy a entrar rápidamente y me meteré en la ducha para ver lo que hace, luego saldré y le haré creer que estaba de antes que ella ahí y después... bueno, veremos qué pasa” pensó el mayor de los Simpson.

Lisa se estaba bajando los calzoncitos, en el retrete, para orinar. Bart supuso que era por todo el líquido que había bebido la chica para apagar el fuego de su sistema digestivo. Para distraerla, sacó su resortera y disparó un pequeñísimo perdigón con la maestría de un experto hacia la llave del lavabo, que se abrió un poco. La piedrita pasó por una trayectoria que no sería notada por la rubia, y que terminaría en el suelo tras el basurero. Cuando la niña miró hacia el lavabo, Bart entró como un ninja y se escondió tras la cortina de la ducha.

-Dios, ¿Qué habrá sido eso? Si no fuera por este tremendo calor que siento... uf... qué calor, maldito seas Bart... -decía Lisa sentándose en el retrete.

-Ay Lisa, sí que soy maldito jiji -susurraba Bart.

-Si no fuera por este calor, sería capaz de deducir por qué se abrió el agua, de donde vino lo que hizo que eso pasara, y dar una conclusión lógica y racional pero... uf... qué caliente me siento, tengo ganas de... Dios, no lo creo... nunca había sentido el placer de orinar...

Al decir eso, Lisa se bajó una vez más su vestido para tocarse los pezones. Bart podía notar lo puntiagudos que estaban en los pequeños pechitos de su hermana, y no pudo evitar bajarse sus pantalones, poner la mano alrededor de su ya muy erecto pene, y empezar con el característico movimiento. Bart se estaba haciendo una paja con su hermana.

Lisa ya había terminado de orinar, pero seguía sentada, tocándose para intentar sin éxito calmar su ardor. Sacó papel higiénico para limpiarse la rajita, y al pasarla por ella, lanzó un pequeño gemido que hace que Bart casi se venga. Lisa nunca había sentido placer al hacer contacto con esa parte de su cuerpo, y la curiosidad, el placer, el descubrimiento y el tremendo calor de su cuerpo empezaron a mezclarse para producir el efecto. Lisa tenía su dedo índice bajo su falda, y cuando iba a empezar a moverla, Bart salió de la ducha.

-¡Bart! ¡¿Qué haces aquí?! -exclamó su hermana, sacando la mano rápidamente de su entrepierna, pero olvidándose de que aún estaba mostrando sus tetitas.

-Pues lo mismo que tú hermanita- le respondió Bart, sin dejar de masturbarse.

-Pero yo estoy orinando... y... Bart, ¿Qué haces? -le preguntó Lisa al ver a su hermano y, por primera vez, una pija erecta. Aunque aún estaba en desarrollo, el pene de Bart alcanzaba un tamaño considerable, mucho mayor que el promedio de su edad.

-¿Yo? Calmándome, haciéndome una paja, y esperando tener un poco de privacidad, porque yo estaba antes que tú aquí hermana. Y no me digas que estabas solo orinando, porque tu vestido dice otra cosa -la sonrisa maliciosa de Bart puso en alerta a la chica, quien se percató de que estaba mostrando sus pezones erectos, y se los cubrió rápidamente.

-Bart, es que yo... ¡Deja de hacer eso, es repugnante! -dijo Lisa, aunque no podía quitar su mirada de la enorme polla de su hermano. El efecto del ají y el calor no habían disminuido ni un poco, y sus mejillas estaban ardiendo. Peor aún, sentía su entrepierna húmeda, como si no se hubiera limpiado recién.

-Claro Lis, ahora termino, espera un poco... ah... ah... ¡Ahhhhhh! -exclamó Bart al acabar. De verdad había estado excitado, la esperma salió como misiles, directamente a la cara de su hermanita, manchándola toda. Él respiró agitado, mirando su obra de arte, aunque preocupado de la reacción de Lisa. Obviamente volvió a sus cabales solo después de eyacular.

Ella quería gritar su nombre con todas sus fuerzas, llamar a su mamá por ayuda y que castigara como nunca a su hermano, o simplemente cavar un hoyo por haber sido descubierta y mancillada, y enterrarse allí. Nada de eso ocurrió. El semen en su cara produjo un efecto totalmente distinto. Ella se levantó, arregló y dijo:

-Bueno Bart, no vuelvas a hacerme esto... es... asqueroso y... -entonces salió del baño y se dirigió a su habitación. La cara de póker de Bart lo decía todo. Él también volvió a su habitación después de limpiarse bien.

El resto del día había transcurrido casi normalmente. Marge jugaba con Maggie en su pieza, había dejado salir a Bart de su castigo para que jugara con la menor de los Simpson también, Lisa seguía encerrada en su habitación y no había rastro de Homero.

-¿Dónde está Homero, mamá?

-¿Eh? Está en su habitación, la bromita que le jugaste produjo su efecto, y está... eh... durmiendo... sí, eso -el tono con el que hablaba su madre era claramente distintivo de una mentira. Bart dedujo que le había pasado lo mismo que a su hermana y no podía salir porque estaba excitado. Ya le habían dicho sus compañeros en el colegio cómo “se hacían los niños”, así que imaginaba que su mamá se tendría que ocupar durante la noche de ese “problema de calor”.

Al llegar la noche, Bart se acostó, pero le costaba mucho quedarse dormido. No podía dejar de pensar en lo nublado que había estado producto de su excitación. Lo que había hecho, espiando a su hermana, masturbarse frente a ella y eyacularle en la carita. Hasta deseaba que lo hubieran castigado, pero el no saber qué le había pasado a su hermana, por qué no lo había asesinado, o si quiera acusarlo con su madre, lo tenía totalmente desvelado. Para peor, la imagen de su hermanita orinando mientras se tocaba sus tetitas en desarrollo tenía sus frutos de nuevo, y deseaba masturbarse. Había traído papel higiénico y lo había escondido bajo su almohada en caso de que eso pasara de antemano, una pequeña muestra de inteligencia de Bart Simpson.

Entonces, la puerta se abrió cuando el chico se empezaba a bajar el pijama. Se giró y Lisa apareció en el marco de la puerta. Llevaba su pijamita corto celeste, y tenía las mejillas coloradas, lo que se notaba solo con la luz de la luna a través de la ventana.

-Bart, quiero que arreglemos las cosas. Quiero que me pidas disculpas por haber puesto ají en la botella de mostaza, por no haberme avisado que estabas en el baño mientras... orinaba... y por haberme salpicado en la cara con... eso que te salió -dijo con firmeza la pequeña, acercándose a la cama de su hermano, aunque dudaba cuando se refería a lo sexual.

-Hm... Está bien hermanita, tienes razón, lamento todo eso.

-¿De verdad, Bart?

-Sí, esta vez es en serio -se sinceró el rubio.

-Bueno, me toca entonces. Yo también quiero disculparme.

-¿Tú? ¿Por qué?

-Por haber entrado al baño sin tocar, y molestarte en... eso que hacías -dijo Lisa, bajando la mirada a donde estaba la entrepierna de Bart, como si tuviera rayos X mirando a través de las frazadas y sábanas.

-¡Oh, eso! Jeje, no te preocupes hermana- por un breve instante, Bart quiso ser más sincero y confesar que él entró después que ella, para espiarla, pero se detuvo. Después de todo, estaban haciendo las paces, algo no muy común, y no quería arruinarlo. Él también tenía corazón.

-Y, eh ¿Bart? Hago esto porque tuve una pesadilla, en que nos asesinábamos uno a otro... en el baño... la verdad estoy un poco aterrada... ¿Puedo... puedo dormir contigo esta noche?

Bart se estremeció, especialmente en sus partes que se pusieron incómodamente en guardia. No quería arruinar el momento, no era primera vez que dormía con su hermana, pero esta vez tenía una sensación distinta. Trató de ser algo descortés para que no se notara.

-Hm... Si me das algo, hacemos el trato.

-Bart... no traigo nada de comer.

-Ok ok, está bien, éntrale -rápidamente Bart le dio la espalda a su hermana y se intentó dormir, pero el bulto entre sus piernas no lo dejaba en paz.

-Gracias Bart -dijo ella cerrando la puerta y acomodándose al lado de su hermano.

Pasaron diez, veinte, treinta minutos, y Bart no podía quedarse dormido. Intentó agudizar el oído para saber si su hermana dormía, pero no oía nada más que respiración. Su erección aún continuaba, necesitaba calmar eso, le urgía. Pensó levantarse de la cama y masturbarse en un rincón mientras ella seguía dándole la espalda, pero primero tenía que asegurarse de que ella dormía. No tuvo más remedio que darse vuelta y acercarse levemente a Lisa. Se sorprendió inmediatamente. La chica se agitaba, como si temblara, y no era para nada una noche fría. ¿Qué estaba haciendo? Obviamente no había notado que Bart se había girado, pero éste no quería acercarse más, simplemente descubrir qué le pasaba a Lisa. Entonces lo notó. La chica lanzó una casi inaudible gemido, y su brazo se perdía bien abajo.

“Ay Caramba” pensó Bart. Se estaba tocando, y obviamente no era consciente de que él estaba aún despierto. Su excitación volvió a nublarlo, y decidió jugar un poco para ver hasta donde eran capaces de llegar ambos. Se acercó como un ninja a su hermana, con lentitud y cuidado, y se detuvo en el momento en que el gran bulto bajo su pijama se topó con el culito de Lisa cubierto por la falda. En ese mismo instante, se hizo el dormido.

Lisa se detuvo por un momento al sentir la carne de su hermano rosar sus partes. Miró hacia atrás sin voltearse totalmente, y notó como Bart seguía durmiendo (Aunque solo se hacía el dormido, sin saberlo ella). Sus mejillas se encendieron, sus pezones se volvieron a incrementar, y bajó su brazo nuevamente a su ahora mojada concha. El clima tampoco era tan caluroso, pero el calor de ambos chicos, aumentado con el extraño ají que aún no terminaba su efecto en Lisa, tenía las sábanas empapadas y pegajosas. En otras circunstancias, ella se habría asqueado y dirigido a su propia cama, pero esta vez la sensación de humedad y calor le estaba causando mucho placer, y sin quererlo, solo por instinto, levantó más su culito y lo pegó más al pene de su hermano. Él intentó seguir haciéndose el dormido, pero era muy difícil. Como si soñara, empezó a moverse tímidamente de adelante hacia atrás, y de vuelta. Trató de ser sutil para ver las reacciones de su hermana, pero cuando ella también se empezó a mover, ya no pudo más. El instinto sexual había despertado a corta edad en ambos hermanos. Bart sacó a su “Pequeño General Bart”, como lo llamaba, de su prisión, y lo puso en la entrada de su vagina, y lo hubiera metido si no fuera por el calzón de su hermana.

-Bart... uf... ¿Qué haces? ¿Estás despierto... Bart? Ah... -gemía ella, sin poder evitar moverse. Lisa, más racional que su hermano, sabía que lo que estaban haciendo era, por donde se mirara, malo, pero no podía dejar de sentir ese placer. Tenía un intenso deseo de que le metieran algo en su entrepierna, y no le importaba, más bien, deseaba que fuera su hermano.

-Lisa... Dios, por favor, bájate esa cosa, que me estorba... -gemía Bart, ya directamente masturbándose con las nalgas de su hermana.

-¿Qué nos pasa, Bart? Siento mucho calor, especialmente... ah... ahí abajo... ¿Qué tenía ese ají picante?

-Lisa, olvida eso. Sé que también lo sientes... bájatelo, por favor...

-Dios, Ok Bart... ¡Estoy ardiendo! -al decir esto, se bajó su calzoncito. Los sacó de entre las sábanas y Bart se lo arrebató.

-¡Hermana, está empapado! ¿Te orinaste o... es otra cosa? -preguntó traviesamente el chico. Ella pareció molestarse, pero su instinto nublaba su raciocinio y la llevaba a hacer cosas de las que solo había escuchado vagamente en la escuela o leído en algunos libros.

-¡Por supuesto que no es orina, Bart, es...! ¡Bart!

-Es una delicia, Lis... deberías probarlo, ni siquiera huele como orina -dijo él, totalmente descontrolado por la calentura, pasando la lengua por el calzoncito de su hermana.

-Bart, eres un puerco... Ah... ya no puedo más... -acercó su lengua a lo que su hermano había probado, le dio un pequeño lametón, y luego, repentina y velozmente, impactó sus labios con los de su hermano. No era el primer beso de ninguno de ellos, pero sin dudarlo, era el más placentero y apasionado. Habían olvidado que eran hermanos por ese instante.

Bart tomó eso como una invitación. El impulso sexual llevó su tremenda verga hacia la entrada de su mojada concha. Sin perder un instante, la penetró con delicadeza y pasión, sabiendo que la primera vez podía dolerle a las chicas. Sin embargo, al romper el himen, ella solo soltó un pequeñísimo quejido, para después sonreír con gusto y mirar con deseo a su hermano.

Pronto, ya estaba directamente follando, él detrás de ella, haciendo “cucharita”, moviéndose rítmicamente y con placenteros gemidos.

-¡Lisa, esto es fabuloso, nunca pensé que sería así!

-Ay Bart, sigue, se siente muy rico hermano...

-¿Hermano? Es cierto, no deberíamos hacer esto, Lis...

-¿Vas a parar ahora, hermanote?

-Jaja, creo que se invirtieron los papeles...

-Ya cállate, Bart, y continúa metiéndomelo, no pares... -ella, totalmente ruborizada, volvió a besar a su hermano.

-Tal vez arruine el momento pero... hoy te espié tocándote en tu habitación, y me metí al baño antes que tú, nunca me había excitado así... -luego de decir eso, pensó que había abierto demasiado la boca, y que todo acabaría ahí, pero su hermana lanzó gemidos más fuertes, contra todo lo que esperaba.

-¿Me espiabas Bart? Si debería matarte con mi saxofón... ¿Por qué me causa tanto... gusto? -exclamaba ella.

-Porque estás muy excitada, Lis...

-¿Excitada? Así que esto es lo que significa “excitación”...

-Y esto significa “Placer Bartiano” -diciendo esto, golpeó con más fuerza y velocidad el coñito de su hermano. Ella empezó a botar saliva de tanto placer, ambos estaban muy cerca del clímax, pero la puerta se abrió de repente. Era su madre. Rápidamente se detuvieron y se hicieron los dormidos, aunque Bart no sacó su falo del interior de su hermana.

-Estaba tan asustada por no haber visto a Lisa en su cama, no esperaba que estuviera aquí. Supongo que hicieron las paces, qué tiernos se ven durmiendo juntos, ¿Cierto, Homero?

-Marge, ya los revisaste, por favor vuelve a la cama -se escuchó la voz de su esposo desde el pasillo.

-Ahora voy amor, supongo que ya estás listo para el tercer round, debe quedarte poco de ese calor todavía, jiji -soltó una risilla dándose vuelta para salir. En ese momento, antes que ella cerrara la puerta, ambos hermanos abrieron los ojos y vieron a su madre vestida con un cortísimo babydoll negro, muy sexy.

En el momento en que escucharon cerrarse la puerta de sus padres, Bart se montó encima de su hermana, y aumentó al límite la velocidad de su penetración. La chica soltaba líquidos como un grifo, el haber sido casi descubierto su pecado, teniendo la polla de su hermano en el fondo de su conchita, la había excitado como nunca. Más aún, sabiendo que sus padres estaban también haciéndolo en ese preciso instante.

No estuvieron muchos minutos más hasta que ambos volvieron a quedar al límite de clímax. No faltaba mucho para que ambos explotaran de placer.

-¡Bart, ya no puedo más, siento que voy a explotar!

-¿Vas a correrte hermana?

-¿Correrme? ¿Y eso?

-Que vas a tener un orgasmo, mucho placer...

-Sí Bart, creo que eso es, es como que estallaré, ¡¡Ah, qué gusto!!

-Yo también me voy a correr, Lis...

-¿Y te va a salir esa cosa blanca, pegajosa y salada de antes?

-Sí, eso es semen... un momento, ¿Cómo sabes que es salada?

-Es que Bart... no lo pude evi... ¡Ah, ah, ah, ahhhhhhhhhh! -se corrió finalmente el cerebro de la casa.

-¡Ahhhh, Lisa! Podría dejarte embarazada, creo... tengo que irme afuera...

-¿En serio? Pues... echa eso en otro lado -estaba aún corriéndose mientras se agitaba.

-¡Sácate el vestido, Lis!

Ella no dudó, sin saber qué iba a pasar, pero quería darle gusto a su hermano en todo. Se sacó el camisón, y Bart se corrió sobre sus tetitas y también un poco salió disparado hacia su boca y cuello. El chico pensó que ahora que había recuperado la cordura, que ella se había corrido, esta vez sí lo apalearía por toda la casa. Pero ella sonreía, dio un pequeño lametón a la punta de la polla de Bart, y se limpió con el papel higiénico que Bart había escondido. Luego se tragó con gusto el semen que había caído en su boca.

Se miraron, y se dieron un tierno beso. Se arreglaron la ropa y, finalmente apagado el incendio del exótico ají, se durmieron.