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ENTRE SABANAS (capitulo 5)

en Grandes Series

Salía de la ducha, aún no me había secado del todo, pero no pude sostener la toalla que me envolvía. Cayó al suelo sin hacer el menor ruido. Yo estaba embobada; Camila montaba a Juan (a mí Juan) pero por alguna razón extraña yo no sentí celos, sólo deseo.

Sonriendo me acerqué a ellos, y besé el cuello de Camila mientras me presentaba (la cortesía ante todo)

- Mucho gusto Camila, me llamo Isarade.

- Lo sé, Juan no deja de hablar de ti, espero conocerte muy a fondo

- Seguro – sonreí sobre su piel

Esas fueron las últimas palabras que se dijeron esa noche.

Primero, tracé mi camino sobre el cuerpo de Camila con las manos; recorriendo su espalda, luego su trasero, y después sus piernas, su blanca piel era tan suave al tacto que no quería detenerme nunca (¿sabrá igual de bien?) La curiosidad me mataba, así que seguí esta ruta con los labios, con la lengua. Empecé a lamer sus piernas mientras me arrodillaba junto a la cama, era un poco difícil hacer un camino perfecto por el vaivén de las embestidas que le daba Juan pero ese sabor dulce de su piel y salado de su sudor me motivaba para no detenerme.

Juan la puso delicadamente sobre el colchón y se fue a sentar en una silla frente a la cama. Su sonrisa lo decía todo, y no necesité de palabras para entenderlo. Si un espectáculo era lo qué quería, eso le iba a dar. Me puse sobre Camila de tal forma que Juan pudiera verme bien el trasero, y la besé. La besé tanto. No sé por cuanto tiempo estuve perdida en esos dulces labios, sentía como las gotas de agua de mi cabello aun mojado resbalaban por mi rostro hasta mi boca y sé unían al beso; unas gotas frías abriéndose paso entre nuestra carne ardiente.

Cuando pude reunir fuerzas suficientes para soltarme de sus labios bajé a divertirme con sus pechos. Esos pezones, tan rosados, eran casi un pecado en sí mismos. Los lamí muy lento, uno por uno, y sentí como se endurecían bajo mi lengua. Con mi  mano derecha sostenía mi cuerpo sobre el de ella para no recargarme del todo, y con la izquierda empecé a masturbarme. (Si, con la mano incorrecta, lo hice porque es mi mano torpe y no haría qué me corra tan deprisa)

No sé en qué momento Juan sé levantó, pero estaba junto a mí, derramando gotas de chocolate en las tetas de Camila. Lo miré a los ojos y le sonreí (Amaba a ese hombre y ya no me importaba admitirlo, no lo pude negar más tiempo) Miró mi expresión enamorada y me regaló un tierno beso. Se sentó en la silla, está vez al lado nuestro para no perderse nada del show y yo seguí lamiendo, mordiendo y chupando esos pezones rosados qué me estaban enloqueciendo.

El chocolate era un acompañamiento perfecto, que contrastaba de maravilla con lo salado de su sudor.  A diferencia de mi, esta mujer gemía muy muy suave, sonaba casi como un ronroneo (oh música celestial). Me senté sobre ella y desde esa altura parecía una niña pequeña. Saqué mi mano izquierda de mi lugar cálido y recorrí con el liquido que la mojaba el cuerpo de la bella gatita mientras que con mi mano derecha acariciaba su clítoris. Nuestros coños estaban tan cerca que mis nudillos golpeaban mi vulva cuando movía mi mano. Sus ronroneos aumentaron de volumen y en unos pocos segundos se corrió con un fuerte aaahhh... Sólo de verla arquearse me sentí a punto de correrme yo también.

Mi cara de "quiero correrme" era muy familiar para Juan así que se levantó de la silla me alzó de la cama y me puso de frente, rozando mi pecho contra la pared. Levantó mis caderas y me penetró con fuerza. Yo gemí suave como la hermosa gatita y a el le gusto el cambio así que empezó el mete y saca con tanta fuerza que el aplauso entre nuestros cuerpos chocantes llenaban la habitación (amo como mis nalgas chocan contra él)

No tomó mucho tiempo o lo tomó todo, no sabría decirlo. Me perdí en el placer de su verga llenándome completa y me dejé ir. Tuve el orgasmo más largo de mi vida; mis piernas temblaban y ya no lograban sostenerme en pie, todo mi peso lo cargaba Juan entre sus fuertes brazos y en unos momentos más el también se corrió y llenó mi vientre de calor. (Un momento… no usamos condón! Nooooo!!!) no me importó. Su leche calentita me llenaba las entrañas y no había cabida para otro pensamiento que no fuera de total plenitud. Escuché otro gran ahh de la gatita. Se había estado masturbando mientras nos miraba. Sucia sucia gatita, como me encantó.

Juan sacó su pene de dentro de mí y sentí como nuestros líquidos fluían desde mi vagina hasta mis piernas, calentando el camino a su paso. Sé agacho rápidamente y los lamió, los retuvo  un momento en su boca y me beso con ellos. Yo los tragué. Así hicimos hasta que estuve toda limpia. (Como estoy muy bien educada jajaja) le devolví el favor, pero fui egoísta y no le dejé probar ni un poquito, quería nuestros fluidos sólo para mi.

Miré de reojo a la gatita y no estaba, escuché la ducha y entendí que tenía qué irse. Me recosté ahí donde ella había dejado su calor y Juan se recostó a mi lado. No supe en que momento se fue Camila, quedé profundamente dormida.

Después de una noche sin sueños abrí los ojos para encontrarme con  Juan que me miraba dormir. Le dije " te amo " y su sonrisa  me iluminó la vida. Me dijo "te amo a ti también mi conejita" nos besamos y nos quedamos así;  abrazados y esperando nuestra próxima aventura juntos.