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Memorias de un esclavo (III). Sus primeros azotes

en Gays

A uno de mis esclavos le encanta ser azotado. Siempre me ha llamado la atención, porque realmente le encanta. En lugar de ser un castigo es todo un premio. Con curiosidad le dije que me explicará como fueron sus primeros azotes. Esperaba que fuera una experiencia BDSM, pero fue algo muy diferente. Aquí os dejo esa historia. Lo he situado en categoria Gay, aunque realmente no se si sería correcta.

 

 

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El primer castigo sadomasoquista lo recibí a los 25 años la primera vez que fui a un burdel de bdsm, pero en realidad los primeros azotes y castigos los recibia de mi tia cuando tenia 7 y 8 años.

 

A los 7 y 8 años a veces tenia problemas digestivos, vivía mas con mis tios que en casa porque mi madre trabajaba y no podía cuidarme. Lo pasaba bien en casa de mis tios porque mi primo era de mi edad y nos entendíamos bien.

 

Un dia mi primo y yo nos metimos en el estanque de riego del huerto de la casa, creimos que mi tia no nos veria desde la casa y nos quitamos el bañador en el agua, nos poníamos boca abajo y nos tocábamos los culos, y sin darnos cuenta apareció mi tia de repente y a gritos nos hizo salir del agua, nos cogio de la mano a cada uno, y desnudos nos llevo a la casa, nosotros íbamos llorando y además ella nos pegaba en la cabeza a medida que andábamos a su lado.

 

Nos hizo entrar en la habitación donde cosia y planchaba la ropa, me cogio de la mano y se sento, y me tumbó bocabajo sobre sus rodillas, desnudo, y me empezó a pegar en el culo con las manos, mi tia tenia mucha fuerza, y sus azotes me hicieron chillar de dolor, no paraba de pegarme, las nalgas me dolían muchísimo, y cada vez que me decía que no gritara me pegaba mas fuerte. Mientras tanto mi primo estaba de pie, también desnudo, mirando a su madre como me pegaba, sabiendo que después le llegaría el turno a él.

 

Mientras me seguía pegando mi tia, de vez en cuando me sepraba las nalgas, y me pegaba también en el ano, y a la vez iba diciendo que no tenamos que hacer las cosas que hacíamos, que los niños no juegan asi, y que ya se ocuparia ella de que no volvieramos a hacerlo. Desde entonces cada semana hacia lo mismo, nos llevaba a la habitacion, nos sentaba en sus rodillas y nos pegaba muy fuerte en el culo, los dos desnudo mientras uno miraba como al otro le azotaba el culo, hasta que nos dolia como si saliera sangre, nos quedeban las nalgas muy rojas.

 

Para mi era peor, porque mi tia habia sido enfermera comadrona antes de casarse, y se cuidaba de ponerme las inyecciones cuando yo estaba enfermo, que era casi siempre, y asi cada dos o tres dias me ponia inyecciones en tandas de 3 dias dos veces cada dia. Alternaba las nalgas, las inyecciones me dolian muchisimo, me inyectaba despacio, decia que era mejor, pero yo sufria tanto que al ver la aguja ya me ponia a llorar.

 

El problema era que cuandfo me pegaba en el culo ara que no nos volvieramos a tocar mi primo y yo, lo hacia sobre las nalgas aunque llevara tres dias pinchandome, y aunque yo era muy niño me daba cuenta de que parecia disfrutar con las torturas y los castigos, porque cuando gritabamos siempre hacia lo mismo: pegaba mas fuerte diciendo que nos callaramos, y nosotros aun chillabamos mas.

 

Y lo otro que me hizo tambien durante mucho tiempo fue ponerme lavativas cuando iba descompuesto, que tambien era a menudo, me ponia sobre sus rodillas, me separaba las piernas y me hacia que yo mismo me aguantara el culo abierto, y entonces me metia la lavativa por el ano y la vaciaba dentro, la sacaba y me cerraba las nalgas, entonces me hacia agacharme y en un balde me hacia soltar todo el liquido. Siempre me quedaba el ano escocido y dolorido, y al terminar, mi tia me volvia a poner sobre sus rodillas, me separaba mucho las nalgas hasta que parecía que me iba a romper el culo, y entonces para limpiarme usaba un guante ruso, que eran aquelos de esparto para rascar la espalda en la ducha, y eso me hacia ver las estrellas de lo que restregaba y dolia.durate dos aos duraron las torturas y los castigos, alguno de ellos a lo que era muy aficionada como eran los pellizcos, siempre en los muslos y el culo.

 

Quizas por todo eso, y siendo siempre timido como he sido, me he convertido en un escavo masoquista necesitado de sufrir dolor, para excitarme y sentirme vivo.