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Rimmel corrido

en No Consentido

Abro la puerta de casa tratando de no hacer ruido, pero al entrar se me caen las llaves y me entra la risa floja. Me agacho para recogerlas y oteo en la oscuridad, pero no pasa nada y respiro tranquila. Al cerrar la puerta, vuelvo a hacer mas ruido sin querer. Resoplo. Me quito los tacones y voy de puntillas para subir las escaleras y recorrer el pasillo. Haciendo eses, porque tengo la cabeza nublada. He pasado una noche de chicas con mis amigas del instituto. Desde que estoy en la universidad no las he podido ver mucho, así que nos hemos dedicado a beber en un pub y dar boleto a los muchos babosos que se nos acercaron.

Pienso en ir al baño, pero al final lo descarto. Me encierro en mi habitación y me tiro los zapatos a un lado. Más ruido, pero Pedro debe de estar dormido. Es el novio de mi madre, que hoy está de viaje. Un cincuentón un poco idiota que va por la vida de George Clooney, siempre con el traje aunque ahora esté en paro, y al que se les van los ojos con todas. Mi madre está enamorada, y como ella paga me toca aguantarme. Ya he intentado varias veces que lo deje con él, pero nada. No lo trago, me da asco. Va de facha, de ultracatólico de derecha rancia. Me devora con reprobación cada vez que me ve salir de fiesta un poco ligera de ropa. Al pensarlo, le hago una mueca de asco al espejo que tengo sobre la cómoda. Tengo un aspecto horrible, parezco la maldita Effy con el rimmel y la raya del ojo negras corridas, el pelo alborotado de bailar como una loca. Llevo un sujetador sin tirantes negro y un tanguita morado con transparencias. Me alejo un poco del espejo para verme entera, poniéndome de lado, subiéndome las tetas con las manos para que se vean más grandes y desafiantes. Me repito lo buena que estoy antes de tirarme sobre la cama y apagar la luz.

Aunque fuera hace frío, mi casa parece el maldito infierno. Puto Pedro, pienso. Seguro que poner la calefacción tan alta ha sido cosa suya.

Pierdo el sueño a causa de la luz, y cierro los ojos con fuerza. Estoy a punto de soltar un gimoteo, pensando que me he vuelto a dejar la persiana levantada, cuando siento que el colchón tiembla bruscamente. Abro los ojos y me incorporo sobre los codos, y entonces, a contraluz de la bombilla del pasillo, reconozco la silueta de Pedro. Me quedo flipando.

- ¡¿Pero qué coño te crees que...?!- no me da tiempo a terminar, porque entonces me tapa la boca y la nariz con la mano y hace tanta fuerza que termino con la cabeza hundida en la almohada. Abro mucho los ojos e intento revolverme, dándome cuenta de que sus rodillas están clavadas al colchon entre mis piernas, y no puedo cerrarlas. Estoy mareada. Creo que me va a caer la bronca del siglo y no me da la gana de aguantarla. Me cuesta respirar, así que le doy unos cuantos golpes a puño cerrado, y él solo alza la cabeza para que no se la alcance y se ríe. Cruel.

- ¿La gatita  tiene uñas?- por primera vez, tengo la impresión de oir su verdadera voz. La de un auténtico hijo de puta. Abro la boca tratando de dar una bocanada de aire, pero su mano me lo impide y me revuelvo de nuevo. Pedro me presiona otra vez la cabeza contra la almohada y acerca su rostro al mío, apretándome una teta-. Cuando antes pares de hace el tonto, niñita, antes terminaremos- ¿Qué mierda está haciendo? Noto cómo mi pecho se adapta a la forma de su mano bajo el sujetador por la presión, y trato de apartarlo de un manotazo-. ¿Voy a tener que atarte las manos?- usa un tono paternalista que me pone los pelos de punta.

Tranquila, tranquila. Solo quiere darte un susto. Tiene que estar de broma. No va a hacerte daño. Son pensamientos autocompasivos, porque no me puedo creer algo así. Pedro no me cae bien, cierto, pero no es un loco violador. Trato de relajarme, al menos dejo mi cuerpo muerto, o lo intento. En realidad, mi pecho sube y baja dando fe de mi dificultosa respiración. Cierro los ojos cuando saca mi pecho sobre el sujetador, masajeando mi pezón. Creo que gimoteo, y me encuentro pensando hasta donde estoy dispuesta a llegar. Se inclina sobre mi y cierro los puños. Noto su lengua recorriendo mi omóplato y mis brazos tiemblan indecisos. Al notar cómo me succiona un pezón, le golpeo la nuca con todas mis fuerzas. Él me muerde, mi pezón queda rodeado por una elipse de marcas enrojecidas de dientes. Mi grito queda ahogado por la mano con la que me amordaza. Siento cómo la otra baja por mi tripa y vuelvo a revolverme, histérica.

- Noe, noe- chasquea la lengua contra el paladar, y sigo intentando zafarme-. Eres una zorra muy digna ¿no? ¡Para de una puta vez!- entonces libera mi boca, pero antes de que pueda dar una bocanada de aire, me cruza la cara de un tortazo. Por instinto, muevo las piernas quedándome sentada contra el cabecero de mi cama. Con las piernas dobladas contra mi torso, la mano en la mejilla maugullada, una de mis tetas aún fuera. Pedro ríe-. ¿Te pone cachonda?- se burla- ¿Tienes ese tanga minúsculo de puta barata encharcado?

- ¡ERES UN JODIDO ENFERMO!- le grito, y me doy cuenta de que estoy llorando, muy confusa. Tiene que ser una pesadilla- ¡Fuera de mi habitación! ¡YA!- le grito fuera de mi, asustada.

Tira de mis piernas entonces. Yo me revuelvo, y chillo tan fuerte como puedo. Sus dedos quedan marcados en mi piel, y me fuerza a quedar en la misma postura que antes. Después, me aprieta el cuello con fuerza. Abro la boca, llevo mis manos a su muñeca, clavándole las uñas. Tan fuerte que una se me rompe. Los dedos de Pedro, ásperos y gordos, asquerosos, acarician mi tripa, bordean mi ombligo. Lentos, en su cara de loco se ve que lo disfruta. Vuelvo a agitarme, más fuerte cuando mete la mano bajo el tanga y acaricia mi sexo. Trato de cerrar las piernas, sus rodillas me impiden hacerlo. Las yemas de sus dedos pasean impunes por mi hendidura. Cierro los ojos. Es estúpido, pero no quiero verlo. No puede estar pasando. Las lágrimas caen, se mezclan con el maquillaje y hacen que me escuezan los ojos. Al notar cómo coquetea con mi abertura, doblo las piernas y alzo la cadera tratando de impedirlo. Me ahogo. Me ahogo.

Pasa a la vez. Dos de sus dedos se me clavan y la mano que cercena mi cuello mi deja respirar. Solo logro emitir un gimoteo, pero entonces su lengua inunda mi boca, asfixiándome de nuevo. Me aparto pero no me deja. Siento una arcada, notando cómo me mete la lengua y los dedos. Trato de zafarme a golpes y arañazos, pero soy una enclenque y él tiene mucha más fuerza. Y experiencia. Entonces me doy cuenta de que posiblemente lo haya hecho más veces, con otras. Más lágrimas caen por mis mejillas cuando vuelvo a ceder. Mis caderas caen sobre el colchón, con su mano moviéndose dentro y fuerza de mi, haciendo que la tira del tanga me apriete el culo en una sensación horrible. Dejo que su lengua campe a sus anchas por mi boca, que succione la mia. No sé por qué no cierro los dientos y se la arranco. Estoy en shock, solo puedo llorar. Es como si pensara que, si me 'porto bien', él parará.

- Así, puta, así- dice cuando se aparta, y me lame los labios, perfilandolos. Gimoteo de nuevo, un lloriqueo que no lo conmueve y aumenta cuando noto que tira del tanga hacia abajo. Intento de nuevo cerrar las piernas, y de nada vale-. Qué caliente tienes el coño- me dice con lascivia y desprecio. Escucho cómo se baja los pantalones, y no quiero mirar. ¿Va a hacerlo? No. ¡No! Es fácil gritar mentalmente, pero no soy capaz de hacer más que sollozar. Es cuando me abre las rodiilas cuando reacciono.

- ¡NO! ¡Suéltame hijo de puta! ¡Socorro!- mi madre vive en un chalet con terreno, en mitad de la nada. Sé que nadie me escuchará, pero creo en los milagros. Lo que sea. No quiero- ¡Déjame!

Me obliga a abrir las piernas de par en par, presionándolas contra el colchón colocando sus rodillas contra ellas. Grito desgarradamente, tengo la boca seca, y aún noto su sabor. A Brandy. Me agito, de nada vale. Me coge las muñecas y, despacio, va tomando posición. Vuelvo a cerrar los ojos, suspiro, lloro.

- No lo hagas...- suplico, desesperada, al sentir el roce de su polla contra mi sexo. Aún lento-. No...

- Siempre he querido follarte. Eres tan puta que me la pones dura. ¡¿Sabes lo difícil que es ocultárselo a tu madre?!- me chilla, y entonces, me la mete. Grito, grito hasta quedarme sin voz.

Lo hace lento, lo intento pero no puedo revolverme o arquearme. Su polla abre a la fuerza mi sexo, seco. El roce quema, lacera mis entrañas transmitiéndome un dolor increíble que no es nada comparado con cómo me siento. Tengo la boca abierta, en un grito mudo. Mi abdomen se mueve buscando acallar un poco el dolor. Cuando entra por completo, creo que me voy a romper en mil pedazo. Él jadea satisfecho, me acaricia dulce, buscando el broche de mi sujetador.

- ¿Te gusta, eh, perra? ¿Te gusta?

- No...- le digo la verdad en un sollozo, trato de cubrirme con los brazos.

- Sí, puta. sí que te gusta- me sobetea los pechos tras apartar de un manotazo mis brazos. Tiemblo, como si estuviera a veinte grados bajo cero.

- Para, por favor- sollozo. Siento su polla palpitar dentro de mi. Me arde el coño, como una herida abierta a la que le echas alcohol. Muevo las caderas incómoda, tratando de echarle.

- Shhh... No seas impaciente, Noe- me dice. Sus manos bajan hacia mis caderas. Las toma y me preparo para lo peor. Pero esto es infinitamente más malo que 'lo peor'.

Empieza a follarme con fuerza. Cada embestida me desgarra, rajando mi piel como una cuchilla. Sus huevos me golpean para hacerlo más humillante aún. Mis manos apresan las sábanas, tratando de encontrar un punto de apoyo porque me estoy golpeando la cabeza contra el cabecero de la cama. El somier chirria. Lo escucho gemir y jadear, me etremezco, arqueada por el dolor. Llorando, pidiéndole a gritos desgarrados que pare. Pero sigue, por un tiempo eterno.

Al rato, el dolor no es tan intenso, ya no siento apenas mi bajo vientre, pero no puedo  dejar de llorar como una cría. Se corre. Lo noto y paso a llorar en silencio. Intento apartarme de él, pero no me deja. Me besa, lentamente, impune. Su lengua acaricia la mía, sus labios ejercen succión.

- Déjame- le pido, ya sin fuerzas.

- Te voy a follar siempre que quiera, Noe. Qué coñito más rico. Estoy deseando romperte el culo- ríe y entonces sale de mi. Noto chorrear su corrida por mi coño. Me recojo en un rincón de la cama, contra la pared. Apretando fuertemente mis piernas. Me siento derrotada, todo me duele. Quiero lavarme, pero no puedo moverme. Solo tiemblo.

- Se lo voy a decir a mi madre, cabrón- musito, acopiando las pocas fuerzas que me quedan. Lo miro con odio- ¡Voy a llamar a la policía y te van a romper el culo a tí en la puta cárcel!

Se pone en pie, subiéndose los pantalones sobre su polla flaccida. Me paso la mano por los ojos y queda tiznada de negro. Siento mi sexo palpitar dolorido, cubierto únicamente por mis tobillos al tener las piernas dobladas contra mi pecho. Su corrida sigue goteando. Lenta y viscosa. Necesito lavarme. Me quema.

- Te vas a callar la boquita. Tu madre me ha contado lo de tu padre. Ya sabes, lo de los fondos públicos- eso termina de joderme. Mi padre es un político importante que se ha librado por los pelos de un proceso judicial de cagarse. Y yo lo adoro. Maldigo a mi madre. La odio entonces a ella, no a él.

- Lo haré igual- digo. Pero los dos sabemos que no. Mi padre no me perdonaría. Dejaría de entrar en casa todo el dinero que me financia una vida a la que no quiero renunciar. Me doy asco. Lloro, confusa.

- Tú verás- se burla, recolocándose la ropa que le he descompuesto, incluso rasgado, a tirones-. Pero apostaría a que me vas a comer la polla siempre que te lo mande. Eres una viciosa de mierda.

Se va dando un portazo. Lo escucho roncar al rato, y siento ganas de clavarle un cuchillo en el corazón. Pero no quiero verlo, ni tenerlo cerca. Me quito los restos de sangre y semen en la ducha. Cuando el chorro impacta directamente en mi sexo siento una horrible punzada y el agua se vuelve ambarina. Me ha desgarrado. Al mirarme al espejo, veo todas sus marcas. Hematomas en el cuello, las caderas, el mordisco alrededor de mi pezón. Mis labios están pelados, ya no queda rimmel y el pelo mojado y moreno me cae sobre la cara.

Cojo dos lexatines del botiquín y los tomo. Duermo casi hasta la noche siguiente, abrazada a un peluche de una rana que me regaló mi padre. ¿Y ahora qué?