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Para Elisa

en Grandes Relatos

Elisa, año 18xx. En un país de por ahí.

Desde pequeña había tenido claro su futuro. Nacida en una familia pobre, había carecido de todo siempre. Su padre trabajaba como peón por temporadas, (cuando lo contrataban).  Su madre pasaba las horas cosiendo para las mujeres del pueblo y con lo que reunían ambos, apenas les llegaba para malvivir.

A los 16 años, su vida cambió cuando entró a trabajar de criada en la gran mansión que los dueños de casi todo el pueblo y alrededores tenían en la ciudad. Le daban ropa nueva para ponerse, aunque fuera el uniforme de criada, en lugar de los vestidos  remendados y adaptados de su madre o que le daban las del pueblo porque les quedaban pequeños a sus hijas.  Desayunaba, comía y cenaba todos los días y algo que siempre caía entre horas.

Observaba a los señores vestir ropas caras e ir a fiestas y cenas de sociedad. Se dijo que algún día ella sería así.

Cuando tenía dieciocho años, falleció la dueña de la casa, y desde entonces se hizo el propósito de sustituirla.

Empezó a acosar al señor, un hombre de 58 años, calvo, con prominente barriga y, por supuesto, más prominente cuenta en el banco, hasta que consiguió casarse con él.  Desde su noche de bodas descubrió que no le gustaba el sexo. Tenían habitaciones separadas, aunque unidas por una puerta. Acababa de ponerse el camisón cuando llamó a su puerta y pidió permiso para entrar en su habitación.  Aunque intentó ser delicado,  le hizo mucho daño al meter esa cosa suya, se movió un poco aplastándola con su barriga y se corrió. Se limpió con la sábana y le dijo:

-Ha sido muy bueno, verdad cariño, hemos disfrutado mucho.

Y se marchó, dejándola manchada de sudor y lefa y con una cierta calentura que había conseguido despertar en ella.

Aproximadamente un mes después volvió a su habitación. Le subió el camisón hasta el cuello, llenó de babas sus pezones y pechos, mientras sobaba su coño. Le pareció mentira, pero eso la excitó.  El le pidió que se colocase ella arriba, cosa que agradeció para no tener que soportar su peso y su sudor. Se subió sobre él y se la metió en su coño ayudada por su mano. No estaba tan dura como la vez anterior, pero entró bien.  Le dijo que se moviese y ella se movió adelante y atrás. Con ese movimiento, la polla se salía de su coño y le rozaba el clítoris al entrar y salir.  Él se corrió y ella siguió moviéndose con aquella cosa flácida a la entrada de su coño, disfrutando del placer que le producía,  hasta que alcanzó su primer  y único orgasmo.  Su despedida fue la misma:

-Ha sido muy bueno, verdad cariño, hemos disfrutado mucho.

Las visitas se repetían cada mes o mes y medio aproximadamente y, estuviesen en la posición que estuviesen, en cuando se corría, se salía, se limpiaba con la sábana, repetía su frase y se marchaba.

A cambio de aguantar eso, empezó la vida de sociedad y lujo que su antigua ama había disfrutado.

Siete años después de su boda, al marido le falló el corazón y falleció.  Sin descendencia ni parientes cercanos, quedó ella como única heredera.  Sola, porque sus padres habían fallecido algunos años antes, con 25 años, se hizo cargo de las fincas y negocios de su marido.

Descubrió que una mujer no tenía nada que hacer en el mundo de los hombres. Le hacían poco caso y la engañaban siempre.

Alberto, (Beto para los amigos) se había criado en la calle.  Su madre, viuda casi desde que él nació, aunque intentaba que estudiase y se preparase para el futuro, no podía dedicarle toda su atención y las compañías le llevaron a la delincuencia. Pequeños hurtos y alguno no tan pequeño le levaron varias veces a la cárcel, donde aprendió a camuflarse en cualquier ambiente para poder llevarse todo lo que se le pusiera a mano. Podía parecer desde un mendigo hasta un rey, sin que nadie lo notase, se relacionaba con las mujeres de la alta sociedad y era conocido en muchos palacios, hasta que en una pelea de taberna mató a dos hombres de sendas cuchilladas e hirió a un tercero.  Capturado por la justicia y condenado a muerte, a sus treinta años, esperaba el fin de su vida en los calabozos de la policía.

La noticia del ajusticiamiento se hizo pública en todos los periódicos de la ciudad y se comentó en todas las tertulias.  El reo sería ahorcado en público en la plaza principal, precisamente delante de la casa de Elisa, tres días después, a medio día.

No lo recordaba, pero al tercer día, el gran alboroto que se formó en la plaza la hizo acercarse al balcón, donde vio el cadalso y la gente esperando y clamando por el ajusticiamiento cuanto antes, del reo.

En ese momento, los guardas lo acercaban.  Vio a un hombre joven, sucio, pero no mal parecido y pensó que era una pena perder un hombre tan joven.

Lo subieron al cadalso y el alguacil pronunció los cargos y la sentencia a muerte, terminando con una frase, popular en los últimos tiempos debido a la gran cantidad de hombres que habían muerto en la guerra y en las cercanas minas:

-Si hay alguna mujer que esté dispuesta a casarse con el reo y permanecen casados más de cinco años o 3 si tienen más de un hijo en su matrimonio, se le perdonará la vida si él lo acepta y jura no volver a cometer delitos.

En la plaza se hizo un silencio sepulcral, esperando que alguien dijese algo.  Si hubiese sido un ladrón, hubiese habido muchas peticiones, pero a un hombre violento y asesino no lo quería nadie.

Elisa estuvo pensando.  Tenía que poner un hombre en su vida, alguien que estuviese al frente de todo, pero siendo ella la que mandase, además de que no buscase nada de ella. Ese hombre podría valer, y su fama de violento podría ayudarla a vengarse de los que abusaban de ella en los negocios.

-Bien, puesto que nadie…

-Yo me casaré con él. -Dijo Elisa interrumpiendo al alguacil.

Clamor por un lado y murmullos por otro acogieron estas palabras.

-Doña Elisa, -Todos conocían a la dueña de la casa.- Tiene un día para hablar con el reo y confirmar el matrimonio por parte de ambos. –Dijo el alguacil.- Desde ahora hasta mañana a medio día. Si alguna otra mujer tiene también interés puede pasar por la cárcel y negociarlo.  Si no se ponen de acuerdo, mañana a esta hora será ajusticiado sin más ofertas.

Se llevaron al reo ala cárcel y ella esperó a después de comer para arreglarse para salir.  Se vistió con su vestido de diario de riguroso luto, se puso su sombrero con velo y con un último vistazo en el espejo, salió para entrevistarse con él.

La metieron en su celda, donde se encontraba tirado en el suelo y encadenado corto a la pared por su tobillo.

De cerca le pareció un hombre muy interesante y atractivo, a pesar de la suciedad que acumulaba, a pesar de la situación, se le veía dominante y con confianza en si mismo, como si no le importase lo que fuese a ocurrir, seguro de que iba a salir con bien.

-(Me gusta este hombre. Podría ser un buen marido.  Incluso podría enamorarme de él) –Pensó. Entonces le dijo todo lo que tenía pensado:

-Escuche bien y no me interrumpa. Voy a exponerle mis condiciones. Cuando termine, quiero un si, si las acepta o un no en caso contrario.

-Nuestro matrimonio no será como los demás.  Cara a al resto de la gente seremos siempre un matrimonio modelo. Me tratará con respeto y, si es posible, incluso cariño. En público, estará al frente de mis negocios, pero hará lo que yo diga y no tomará ninguna decisión por su parte. Jamás se acercará a mí ni reclamará ningún tipo de derecho. No se emborrachará ni irá con mujeres. Será siempre un marido modelo. Si cumple todo irá bien, le asignaré una renta y tendrá dinero para gastos, ropas y pertenecerá a los clubes más selectos, si no, le repudiaré y volverá a la cárcel y la horca.

-¿Acepta mis condiciones?

-(Lo que aceptaría ahora sería follarte por todos los agujeros.) –Pensó él.

Estaba viendo a una mujer joven, cuando había pensado que sería una vieja, más en el otro mundo que en este. Se encontró a una mujer muy guapa, cuando había imaginado un adefesio.  Y se encontró a una mujer con dinero, cuando ni siquiera lo había pensado. Podría vivir a cuerpo de rey sin tener que robar. Entonces contestó:

-Bueno… Es difícil no aceptar una propuesta así, pero…

-Pero ¿qué? –Dijo Elisa ante su duda.

-Bueno, estar sin mujeres el resto de mi vida es algo duro.  ¿No podríamos llegar a un acuerdo para poder tener a una mujer de vez en cuando, de forma discreta? He estado con muchas mujeres y …

-(Con esto no había contado) –Pensó ella, pero rápidamente repuso.

-Colgado de la cuerda no creo que disfrutes de muchas mujeres. –Le dijo con desprecio.- No obstante, veré que puedo hacer.

El domingo, una semana después, tras haber arreglado el papeleo, Beto fue llevado a las duchas, afeitado y recortado su pelo.  Le llevaron un traje viejo, que le quedaba más o menos bien y fue esposado y acompañado por cuatro guardias y el alguacil a la iglesia. Allí, al pie del altar, esperó a la novia. Mientras esperaba, observó a la gran cantidad de gente que había, luego se enteró que solamente había diez invitados de la familia. El resto eran curiosos que esperaban para ver qué pasaba.

Llegó la novia, rigurosamente de negro, con la cara cubierta por un velo, acompañada de un desconocido para él. Mientras se acercaba por el pasillo, ella no le quitó el ojo de encima. Le gustó su figura y porte distinguido, a pesar de las ropas que llevaba.  Afeitado y limpio, lo encontraba más guapo e interesante.  El, por su parte, estaba viendo a una mujer de cintura estrecha, amplias caderas y busto alto. La mujer ideal para la época. Pensó en el placer que le daría en la cama. Y haría lo que fuera para rendirla.

Ella llegó a su altura y se colocó a su lado. Inmediatamente dio comienzo la breve ceremonia:

-Alberto, conocido como Beto, tomas a Elisa por esposa en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte os separe.

-Si

-Elisa, tomas a Beto por marido en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte os separe.

-Si

-Por el poder que dios me ha otorgado, yo os declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.

En ese momento, los guardias quitaron las cadenas y empezaron la retirada.

Beto, con una sonrisa irónica, se volvió a Elisa, levantó su velo y depositó en sus labios un suave y sensual beso, que tuvo el efecto de hacer temblar las piernas de ella.

Por su parte, Elisa, que se quedó cortada cuando Beto se giró y levantó su velo, estaba pensando:

-No se atreverá.

Y no supo cómo responder ante su ataque, pero cuando sintió su beso,  todo su cuerpo entró en ebullición, respondiendo a él y no deseando que terminara. Cuando él se separó, se puso roja, bajó su velo y le siseó para que solo lo oyese él:

-Si se te ocurre hacerlo otra vez, te juro que seré yo la haga que te cuelguen del árbol más cercano.

-Merecería la pena. –Dijo él.

Ella se giró para salir y él se puso a su altura y le dio su brazo para acompañarla. Fueron directos a la casa, y allí fue presentado a la servidumbre y se le enseño su habitación, la que anteriormente había pertenecido al difunto dueño de la casa.  También le fue presentada María, la que sería su asistente “en todo”, y le recalcó bien estas palabras.

-María te atenderá en todo lo que necesites. La he traído de uno de los mejores prostíbulos de otra ciudad lejana.  Tiene veinte años y su misión es atenderte “en todo” lo que desees.  Cuando no la necesites, ayudará en la casa y vivirá con la servidumbre.

La habitación era grande, con una cama para dos o tres personas, una cristalera a la plaza principal con unas gruesas cortinas, una habitación como vestidor, todavía con la ropa del antiguo dueño y otra habitación con una bañera de cobre.

-El desayuno es a las 8, comemos a las doce y cenamos a las 7.  Hoy comeremos dentro de una hora. Tienes tiempo para lavarte y buscar una ropa que se te adapte.  Mi habitación es la siguiente y se comunica por esa puerta.

Dicho esto, dio media vuelta y se marchó. El quedó con María, y comenzó a desnudarse.

-Estooo… María, hoy es el día de mi boda, ¿sabes?

-Si, señor. Mi enhorabuena, señor.

-¿Y realmente estás aquí para complacerme en todo?

-Si, señor. La señora fue muy clara en eso.

-¿Te apetece tomar un baño conmigo?

-Si al señor le apetece…   Iré a pedir agua caliente.

Poco tiempo después estaba preparada la bañera. Beto con un batín esperaba pacientemente.

-Señor, el baño está listo. Dijo María.

Beto se acercó a ella, la tomó por la cintura y la besó. Empezó  a  acariciar su cuello, a besar sus orejas, a acariciar su cuerpo sobre la ropa, para ir desabrochándola poco a poco, mientras seguía devorando sus labios.

Ella le quitó del batín, dejándolo desnudo con una potente erección.

-Desnúdate. –Le dijo separándose un poco.

Ella se fue quitando las prendas bajo la atenta mirada de él, que pudo observar que, además de ser una mujer bella, ofrecía un buen cuerpo a sus ojos. Sus pechos grandes y bien puestos. Sus caderas anchas sin exceso, su culo redondeado y respingón…

Se acercó a ella, la abrazó presionando contra él y sintiendo sus pechos contra su cuerpo. Se fundieron en un beso, mientras una mano de él presionaba su cuello, la otra acariciaba su culo, entraba entre sus cachetes acariciando su ano y su polla se metía entre las piernas, recorriendo la entrada de su sexo de arriba abajo.

-Señor, se va a enfriar el agua. –Dijo María en un momento de respiro.

-Si, entremos en el agua. Aunque no se cómo meternos los dos en algo tan estrecho. Las bañeras de los burdeles donde he estado eran bastante más grandes.

-Entre usted primero, señor, luego entraré yo y me situaré encima.

Así lo hicieron. Una vez sentado Beto, María puso las piernas una a cada lado, dándole la espalda y permitiendo ver su culo y su sexo depilado.  Se agachó hasta que llegó a la altura de la polla y con un breve movimiento la encajó en la entada de su coño, bajando hasta quedar sentada sobre él.

Beto la recostó sobre su pecho y fue recogiendo agua con la mano para derramarla sobre sus tetas. De ahí pasó a acariciarlas, luego bajó su mano para acariciar su sexo, mientras disfrutaba de las contracciones que ella hacía con los músculos de su coño sobre su polla.

-Mmmmm. Que gusto das. Sabes bien como dar placer a un hombre.

-El señor tampoco se queda corto a la hora de estimular a una mujer. Mmmm.

Ella empezó a moverse, primero rápido, pero al ver que el agua se salía, se movió lentamente, lo que excitaba todavía más a Beto.

El tampoco se quedaba atrás con las manipulaciones sobre María. El ataque directo a sus pechos y  clítoris unido a roce de la polla en su interior, la llevaron al orgasmo rápidamente.

-Ahhhhhh.  Señor, me estoy corriendo. Ahhhhh. Pocas veces me ha ocurrido esto. Ahhhh. Qué gusto. Ahhhh. No paree…

Por supuesto, no paró. Siguió con sus manipulaciones, mientras ella seguía con las suyas, gimiendo ambos de placer.

-Mmmmmmm

-Ahhhhhhhhh

Elisa recordó que no había informado a su reciente marido que, así como las comidas se hacían con ropa informal, las cenas se hacían bien vestidos y arreglados, por lo que llamó a la puerta de comunicación para informarle. Al no obtener respuesta, la abrió y pasó al interior, viendo a ambos en la bañera, justo en el momento que un potente orgasmo alcanzaba a la pareja.

-Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh. Me corro, señor, no pare. Ohhhhhhhhhhh.

-Yo también, no te detengas Ahhhhhhhhhhhhhgggggg.

Ella aceleró los movimientos, así como él.  El agua se desbordó de la bañera y quedaron derrengados en la posición en la que estaban.

Elisa, con la boca abierta, asistió  a los últimos momentos de su placer y relajación. Tardó un momento en reponerse.  Una extraña excitación se apoderó de ella.

-Ejem. Veo que ya has empezado a celebrar nuestra boda. –Dijo con resquemor.

Ambos se dieron cuenta de que estaba allí. Beto ayudó a María a ponerse de pie y luego se puso el mismo. No tuvieron el pudor de taparse, ambos estaba acostumbrados a andar desnudos por sitios mucho peores.  María se acercó al montón de toallas, tomó dos y entregó una Beto, que mientras se secaba le dijo:

-Vaya, ¿vienes a unirte a la fiesta? Siento que hayamos empezado sin ti, pero no te esperábamos.

-Eres un imbécil y un grosero. No olvides nuestro acuerdo. He venido para indicarte que aquí las cenas las hacemos con ropa de etiqueta.  Te espero en el comedor.

Mientras hablaban no dejó de mirar la polla de Beto, observando cómo se pasaba la toalla por todas las zonas para dejarla bien seca.  Pudo observar que era algo mayor que la de su difunto esposo, y considerablemente más gruesa, incluso ahora que estaba en reposo.  Cuando terminó de hablar, dio media vuelta y salió con altivez. En su habitación descubrió que estaba sudando y que su cuerpo ansiaba estar en el lugar de la prostituta.

Comieron en una larga mesa, ella estaba sentada en un extremo cuando entró en el comedor, por lo que fue a sentarse en la de su lado.

-Tu puesto está al otro lado de la mesa, frente a mí. -Dijo con actitud hosca.

-¡Pero si estamos solos!

-¡Frente a mi! Y quiero puntualidad a la hora de las comidas y las cenas.

-Como guste la señora.

Y se fue al otro lado.

Después de las comidas y cenas, según le explicó, era costumbre pasar al salón para leer la prensa, libros, etc.  Le preguntó si fumaba, a lo que respondió que no.

-Mejor. Mi marido tenía esa costumbre y a mi no me gustó nunca. La odio.

Durante la tarde, recibieron la visita del sastre, que le tomó medidas y se llevó algunas ropas del difunto para ajustárselas a Beto y que estuviesen listas para el día siguiente, y también hacer otras nuevas.

Llegó la noche, se repitió la escena de la comida, uno en cada extremo y en silencio, hasta que, cuando terminaron, fueron al salón a seguir leyendo.

Beto pasó por el mueble de las bebidas, tomó una botella de excelente brandy y un vaso y pasó el resto de la velada dejándola vacía.

Uno de los criados tuvo que llevarlo a su dormitorio y ayudar a María a desnudarlo y acostarlo, ante el enfado de Elisa que se debatía entre su deseo de su cuerpo de estar con él y el de su mente que quería despreciarlo.

Al día siguiente, lo despertaron temprano. La cabeza le iba a estallar. Fue informado de que debía acompañar a la señora a la lonja, donde se vendían las mercancías a los distribuidores y detallistas.

Cuando bajó ya lo esperaba impaciente junto a la puerta.

-Date prisa, estamos perdiendo un tiempo precioso. A lo que lleguemos ya habrán comprado todos.

-¿Puedo tomar un café?

-¡NO!  Haberte levantado antes. Ya lo tomarás a la vuelta.

Inmediatamente partieron en el carruaje a  la lonja. Los criados ya habían llevado los productos recolectados del campo y estaban expuestos a la vista de los compradores que circulaban de un sitio a otro, valorando la mercancía para hacer su oferta.

-Hoy hablaré yo –Dijo Elisa- fíjate bien cómo se hace.

Beto no contestó. Con soportar su cabeza tenía bastante.

Elisa fue directamente donde estaban sus productos, mientras él daba una vuelta viendo los artículos de los demás y observado sus pujas.  Seguidamente fue con Elisa y se situó detrás de ella, ligeramente separado.

Varios compradores se habían acercado y estaban hablando con Elisa, repartiéndose la mercancía. Luego pasaron a negociar los precios.

Le ofrecieron un precio una cuarta parte menor que lo que se pagaba al resto de vendedores por kilo y empezaron la negociación. Ella decía que sabía que a los demás les compraban a mucho más y que lo que le ofrecían era muy poco, pedía un mínimo de el doble. Ellos no subieron el precio y amenazaron con no comprar nada si no lo aceptaba.

-Está bien, de acuerdo, se les venderé a…

-Seis veces ese precio. -Dijo Beto acercándose y haciendo crujir sus nudillos.

-Oiga. ¿Y usted quién es?

-Beto, el marido de la señora.

-¡Pero seis es un precio exagerado! ¡No podemos pagarlo!

-Hoy no estoy de humor para negociar.  Es más, estoy de muy mal humor y no quiero hablar más. Han estado mucho tiempo abusando de ella y ahora tienen que pagarlo.  Espero que todos pasen por aquí todos los días para comprar una mitad más por encima del precio de los demás. Si echo de menos a alguien, estará mucho tiempo sin aparecer por aquí.  ¿Está claro? –Todo esto sin dejar de hacer crujir sus nudillos.

-Sssi. Sssi. Señor Beto. Haremos lo que usted diga. Hemos oído hablar mucho de usted.

-¡Ah!. No se olviden de comunicarlo a los demás si no quieren tener problemas.

Volvió a su lugar, dejando a su mujer terminar la operación. Todos sacaron sus abultadas carteras y depositaron las cantidades correspondientes en las manos de una sonriente Elisa.

Cuando volvían, le dijo Elisa:

-Gracias. Ha sido una buena lección para esos abusones.

-No estoy en condiciones para hablar. Me va a estallar la cabeza. –Dijo con gesto hosco.

El resto del trayecto lo hicieron en silencio.  Elisa pensando que en el fondo había hecho un buen negocio casándose con él y él lleno de ideas lujuriosas sobre su flamante esposa e imaginando mil formas de follársela.

Al llegar a casa, Beto bajó del carruaje el primero y se fue directamente a su habitación. No quería que le notase que estaba empalmado.

Allí se encontraba María. Se desnudó mientras le pedía  ella que se desnudara. Se acostó en la cama y le ordeno que le hiciese una buena mamada. Rápidamente obedeció y comenzó a lamerla desde la punta a los huevos, ensalivándola bien, para metérsela directamente en la boca hasta chocar con su garganta. Se la llenaba completamente y la presionaba por todos los lados.

-MMMMM. ¡Qué bien la chupas! Sigue así.

En ello estaban cuando se abrió la puerta interior y entro Elisa.

-Espero que estés mejor. Venía a darte… las…  gracias…

María intentó apartarse, pero Beto le sujetó la cabeza y continuó moviéndosela él, follándole la boca.

-Si gracias, estoy reponiéndome y no hace falta que me agradezcas nada, está en tus condiciones.

Elisa, totalmente roja, dijo:

-¡Sois unos cerdos!

Y dio la vuelta para salir.

-Elisa, -Ella se detuvo un momento- Quizá sería conveniente que llamases antes de entrar si no quieres encontrarte con estas escenas.

Una vez que Elisa estuvo fuera de la habitación,  Beto colocó a María boca arriba en la cama y estuvo comiéndole el coño mientras le follaba la boca hasta que ambos se corrieron.

Después, se vistió con ropas más prácticas y se puso a recorrer la enorme casa.  Encontró a su mujer en la biblioteca, que hacía también de despacho.  Estaba repasando las cuentas.

-Hola Elisa. –Saludó al entrar

Ella, levantó la vista de los papeles y seria pero amable respondió.

-Hola Beto. ¿Deseas alguna cosa?

-No, solamente estoy dando una vuelta para conocer la casa. ¿Qué tal van las cuentas?

No supo porqué, pero Elisa sintió una extraña y excitante sensación en su cuerpo. Lo imaginó secándose en el baño, frotando su sexo… Apartó rápidamente esas imágenes de su cabeza.

-El precio de esta mañana ha sido muy bueno, gracias a tu intervención, además hoy la partida era importante, pues ya estaba casi toda la cosecha en condiciones de ser recogida y lo hicieron ayer. Para días sucesivos ya queda poco para vender.  En las próximas semanas recogeremos nuevas hortalizas que también llevaremos a la lonja.

-Gracias a tu intervención, tendremos buenos beneficios. –Dijo al final

El se movía por la habitación, mirando con aire crítico y valorando las estanterías de libros, cuadros y blasones de armas.  Ella lo observaba moverse.  Era como un felino. Se movía despacio, suavemente. No podía aparar la vista de él.

-Como te he dicho antes, es una de mis obligaciones.

Tubo que hacer un esfuerzo para seguir

-Otra cosa. ¿Podrás prescindir unos días de tu concubina?

-Imagino que si. ¿Quieres ocupar tú su lugar? –Preguntó con sorna.

-¿Podrías dejar de ser tan grosero?

-Vale, si no puedo hacerle propuestas a mi esposa…  ¿Qué deseas que haga?

-Tenemos que ir a las fincas y tienes que acompañarme para poner en orden al personal que las trabaja y cobrar a los que tienen tierras alquiladas, que desde que enviudé han empezado los unos a vaguear y los otros a dejar pasar los días sin pagar.

-Como ahora no hay servicio en la casa de campo tendremos que viajar en el carruaje nosotros dos, la cocinera y mi doncella, además de algunas provisiones.  Serán dos o tres días.

En el último momento, se le ocurrió una idea y la soltó sin pensar:

-Además la casa está cerrada y sin preparar. Para el tiempo que vamos a estar, no interesa volver a abrirla, por tanto, nos alojaremos en una de las habitaciones de invitados de la planta baja por lo que tendremos que compartir habitación. Espero que te comportes como es debido.

-No te preocupes, que no tendrás queja de mí. –Contestó Beto, ocultando una sonrisa.

Su experiencia le decía que estaba buscando algo. Que lo de María debió de aceptarlo al principio, pero posesivos como somos todos en general, la situación no podía durar mucho.

Dos días después partían al campo en el carruaje, como Elisa había anunciado.

Un poco antes de llegar a su destino, Elisa anunció y pidió al cochero que entrase en una de las fincas, informando a Beto de que era uno de los mayores aparceros, y le iba bastante bien, pero que desde que su marido había fallecido, había empezado a retrasar los pagos y cuando se los había reclamado le ponía la excusa de que tenía mucho trabajo y no podía desplazarse a la ciudad, que fuese ella a cobrar.

A la llegada a la finca, primero bajó Beto. Y mientras ayudaba a bajar a Elisa, salió la esposa del aparcero muy ceremoniosa.

-¡Señora, que sorpresa! ¿Qué le trae por aquí?

-Vamos de camino a la casa y hemos entrado porque quiero hablar son su marido.

-Mi marido está en el campo, pero ahora mismo envío a alguien que le avise. Pase a la casa y tomaremos un café mientras.

Pasaron todos a la vivienda, donde se notaba que las cosas les iban bien, como había dicho Elisa. Dos muchachas de unos 16 y 18 años, estaban en la cocina, que fueron presentadas como sus hijas.

Llegó el marido, sonriente y servil, Elisa presentó a su marido.

-Ya he oído lo de su boda y de su marido. Reciba nuestra enhorabuena y deseamos que sean felices muchos años. (Esto último con un poco de guasa) ¿Qué les trae a mi casa?

-Lleva usted varios meses de retraso en el pago de la renta, dando todo tipo de excusas, por lo que he pasado para que me la abone o deje la finca.

-Perdone, señora, pero últimamente hemos tenido que comprar semillas y pagar labores y no tengo dinero para abonarla ahora.

-No se preocupe. –Interrumpió Beto. –He visto que tiene dos hijas muy bonitas, de hecho, su esposa también lo es. Se me ha ocurrido que tengo unos amigos de cuando estuve en la cárcel que estarían encantados de venir a cobrar dentro de unos días y de paso conocerlas, y quien sabe, quizá surge una buena relación.

El hombre entendió el mensaje y se quedó blanco.  Tartamudeando dijo:

-CCrreo qqque no hará falta. Aaacccabo de recordar que guardaba algo de dinero para emergencias y me llegará para pagar.

-Una cosa más, -dijo Beto- mi mujer me ha informado de que hace años que no se actualizan las rentas. Desde esta en adelante, incrementará la cantidad en una décima parte.

-¡Pero eso no me lo habían avisado!. No pueden hacerme esto.

-Si hubiese pagado en su momento, le habría salido por el mismo precio. No obstante, si ahora no tiene la diferencia, siempre puedo enviar a mis amigos a buscarla.

-Nnno, no será necesario.

Sacó el dinero y se acercó a Beto para pagarle.

-No, es a la señora a la que tiene que pagárselo.

Entregó el dinero a Elisa y se despidieron de la familia.

-Adiós, señor y señora. –Dijo Beto.- Ha sido un placer. Y recuerden: si tienen algún problema para ir a la ciudad a liquidar el alquiler, ya saben que no hay problema. Mis amigos estarán encantados de venir a cobrar.

Subieron al carruaje y se pusieron en marcha. Elisa lanzó una carcajada.

-Me estás resultando un buen seguro de cobro. ¡Y les has subido la renta!  Mi marido no tuvo valor, ante sus múltiples quejas, para subirla. Al fin y al cabo, decía que nuestros ingresos principales provienen de las inversiones en la industria.

Llegaron cerca de la noche a la casa, e, inmediatamente la doncella y la cocinera prepararon la habitación que indicó la señora, prepararon la cena y, a sugerencia de Beto, cenaron todos en la cocina, siempre con él en un extremo y ella en el otro, manteniendo una amena charla, provocada por Beto, con los cocheros, doncella y cocinera, que al principio no se atrevían a nada por vergüenza, pero que acabó entre risas. Elisa se sintió muy a gusto, incluso tomó alguna copita de vino.

Cuando llegó la hora de retirarse, con la intención de levantarse temprano, Beto dejó que Elisa fuese primero con su doncella a la habitación, tomando una última copa antes de ir a acostarse.

Estaba excitado y sus pensamientos vagaban recorriendo el cuerpo desnudo de Elisa, pero no quería que ella lo notase por lo que tuvo que distraerse con la conversación de los lacayos y la cocinera.

Cuando la doncella volvió anunciando que la señora se había acostado, él dio las buenas noches y fue al dormitorio.  Al entrar, vio la lámpara de uno de los lados encendida y él se dirigió con la suya al otro lado.

-Te parece bien que duerma en este lado de la cama o prefieres hacerlo tú.

-Puedes dormir tú. O cambiar si te apetece, no tengo preferencias.

Elisa se volvió ligeramente de lado y Beto se fue desnudando hasta que no le quedó ni una sola prenda encima, tras lo cual, se dirigió a la cama. En ese momento, Elisa lo miró y dijo:

-¿Vas a dormir desnudo?

-Siempre lo hago. ¿Por qué no lo voy a hacer ahora?

-¡Porque estoy yo, me ofende y me debes un respeto!

-No tengo intención de hacerte nada, y una vez tapado, no habrá nada que ofenda a tu vista.

-¡Pero sabré que estás desnudo!

-No sabía que te preocupase tanto mi forma de dormir. De todas formas, no tengo camisa de dormir, por lo que seguiré así. Creo que podrás vivir con ello.

Elisa bufó, se puso de espaldas a él y apagó su candelabro.

Beto, sonriente, se metió en la cama y le dio la espada a ella, desde ese instante estaba totalmente empalmado, hizo como que dormía, oyendo su respiración y sintiendo sus movimientos de desasosiego.

Intentó aparentar que dormía, aunque su excitación no le dejaba. Caía en somnolencias en las que soñaba que acariciaba el cuerpo de Elisa, sus pechos, su coño, que le metía los dedos, que se la follaba, pero al momento se despertaba y con la cruda realidad de su polla como una piedra.

Elisa no lo pasó mejor. Por su cabeza pasaban las escenas que había visto de Beto con María y cómo serían con ella. Se preguntaba si sería suave y comprensivo en sus caricias o rudo y exigente, y otras miles de cosas que no la dejaban descansar.

El amanecer los encontró sumidos en sus pensamientos.  Beto se levantó desnudo y corrió las cortinas. Cuando se volvió, mostró a Elisa una tremenda erección, de la que ella no podía apartar la vista.

-Perdona, esto suele ser normal cuando me levanto. –Dijo Beto mientras empezaba a vestirse.

-¡Oh! Perdón. –Pudo decir Elisa.

.Entró Eva, la doncella, y se puso a preparar la ropa de su señora, mientras Beto terminaba de vestirse y saló al cercano baño para continuar.

Cuando estuvieron listos y desayunados, tomaron una calesa, llevada por Beto y una cesta con algo de comida y tras escuchar las indicaciones del personal, salieron a visitar las tierras y sus arrendatarios.

A los que habían cumplido sus compromisos, solamente pasaron para saludarlos y conocerse.  A los que no lo habían hecho, Beto les aplicaba la misma fórmula que al primero.

Pasaron la mañana recorriendo campos hasta pasado el medio día, momento en el que, al pasar junto a un río con un remanso y un grupo de árboles, Beto dijo:

-¿Qué te parece si paramos a comer algo en esa arboleda?

Elisa aceptó, pues ya tenía algo de hambre.

El bajó la cesta, dejó en un lugar fresco y desenganchó los caballos dejándolos pastar.

Ella extendió un mantel sobre la hierba y lo dispuso todo para comer.

Cuando se acercó Beto, se le ocurrió una vuelta más de tuerca:

-El agua debe estar estupenda. ¿Te apetece tomar un baño antes de comer? –Dijo mientras comenzaba a desnudarse.

-No puedo bañarme ahí. Alguien podría verme.

-Solo estoy yo, y soy tu marido. ¿Quién más podría vernos?

-No se, alguien.

-Yo me voy a bañar.-Dijo ya totalmente desnudo.

Ella se sonrojó y lo vio meterse en el agua.  Su cuerpo le pedía meterse con él y dejar que la abrazara, que la poseyera, pero su mente mantenía los miedos.

El quería provocarla más, y echaba agua sobre su cuerpo repasándolo con sus manos de una forma que resultaba sensual y provocativa

-No sabes lo que te pierdes. –Le dijo. -El agua está deliciosa y es un placer bañarse. ¿Por qué no te dejas de remilgos y vienes?

Cada vez le resultaba más difícil negarse. Su cuerpo le pedía ir con él, pero su mente le decía que lo despreciase.

De repente, decidió meterse.

-Beto. Me has convencido, voy a meterme. ¿Me ayudas a desabrocharme el vestido?

-Cómo no.-Beto salió del agua, totalmente desnudo, y se situó a la espalda de ella, soltando todos los botones y las cuerdas de su corsé.

-Gracias, ahora ya sigo yo.

Beto volvió al agua, estuvo revolcándose por el río mirando como ella, vuelta de espaldas a él , se desnudaba. La polla se le puso tan dura que parecía una piedra que iba a hundirle. Necesitó mucha fuerza de voluntad y agua para bajarla

Ella quedó en camisa y calzones, y empezó a meterse al río.

-Beto, ¿me ayudas a entrar, por favor?

-Cómo no, Elisa. –Y saliendo, le dio la mano para entrar juntos.

Una vez que ella estuvo dentro y se recostó para mojarse entera, Beto le preguntó:

-¿Qué te parece, Elisa, tenía razón o no?

-Si Beto, tenías toda la razón. El agua está buenísima y es un placer estar así.

Hizo intención de acercarse a él, pero antes de llegar, Beto dijo:

-Bueno, yo salgo ya.  Ya estoy lo bastante limpio y fresco.  Y se fue directamente a la orilla, manteniendo siempre la espalda hacia ella para que no pudiese ver su erección que había vuelto a resucitar, y tumbándose en la hierba boca abajo en una zona de sol para secarse y esperar que le bajase.

Ella se maldijo por no haberlo hecho antes. Se sentía muy excitada y deseosa de que él la acariciase, la besase y le hiciese el amor como a María.

Ya no tenía interés por permanecer en el agua, por lo que también salió y fue a ponerse junto a Beto.

-Deberías quitarte esas prendas mojadas y dejarlas al sol para que se sequen. Puedes resfriarte.

-Pero no tengo qué ponerme.

-Quédate desnuda como yo. Es muy agradable sentir el sol en la piel.

-(Es ahora o nunca) –Pensó ella. –(Tengo que provocarlo).

-Creo que tienes razón, -dijo mientras se desabrochaba la camisa, totalmente roja y aparentando una tranquilidad que no sentía- pondré a secar la ropa.

Cuando aparecieron sus pechos, Beto pensó que tendría que clavar la polla en la tierra de cómo se le puso. Se removió inquieto, cosa que no pasó desapercibida para Elisa.

-(Parece que esto funciona) –Pensó ella.

Dejó la prenda sobre unos arbustos para que se secase al sol, Beto la veía de espaldas. Se bajó el calzón, doblándose por la cintura, dándole una vista perfecta de su culo, así como de su coño y ano, al levantar las piernas para sacárselo y colocarlo en otro arbusto.

-Aaaggg.

-¿Qué ocurre?

-Me he pinchado con una rama y me he hecho un arañazo.

-¿Me permites verlo?

-Es que…  Me da vergüenza.

-¿Por qué?

- ... Por … el sitio.

-No pasa nada, solamente es ver si es importante.

Decidida, se giró con una mano tapando sus pechos, que también estaban cubiertos en parte por su pelo suelto, y otra su sexo y se acercó.

Beto vio la marca desde el frontal del muslo hacia adentro, en dirección a la ingle.

-Anda, siéntate a mi lado.

Con mucha vergüenza, lo hizo, pero Beto tenía que sentarse también para tener las manos libres, lo cual hizo que mostrase su potente erección.  Elisa emitió un gemido al verla mientras juntaba las piernas.  El vio una buena oportunidad y le dijo:

-Tranquila, que mantendré nuestro acuerdo, pero no puedo evitar excitarme ante una mujer hermosa.  Para las heridas, hace tiempo que me enseñaron que la saliva es un buen cauterizador. Voy a pasar la lengua por ella. No te asustes, que no te haré nada.

Ella, roja al máximo y sin dejar de tapar sus pechos y su sexo, asintió con la cabeza.

Beto se colocó bien a su lado, separó suavemente sus piernas y acercó sus labios a la herida. Sacó la lengua y empezó a pasarla por ella, metiéndose entre sus piernas y haciéndole soltar algún gemido contenido.

Hasta el olfato de Beto llegaba el olor a mujer de Elisa, y entre los dedos de ella, pudo observar su sexo abierto y la humedad que rezumaba.

Tras recorrer la herida un par de veces, se retiró con una gran mueca de disgusto por parte de ella.

-Ya está. ¿A que ahora te molesta menos?

-Ssssi.

-¿Comemos algo mientras se seca tu ropa?

-Bbbueno.

Se acercaron al mantel y ella lo puso sobre sus pernas, cubriendo su pubis y dejando que el pelo lo hiciese con sus tetas.

Comieron con apetito. Elisa le preguntó el porqué había matado a esos hombres, él le contó algo de su vida:

-Mi vida ha transcurrido últimamente entre robos, la cárcel y contentar a señoras de la alta sociedad a cambio de dinero y regalos.  He llegado a descubrir la necesidad en esas mujeres. Para conseguirlas, me colaba en las grandes fiestas hasta que encontraba a alguna.  Entablaba relación con ella y nos acostábamos.  Localizaba los artículos de valor de su casa y cuando me echaba de su lado, en alguna noche tranquila, le hacía una visita con unos amigos y nos llevábamos todo lo que podíamos.

-Alguna vez, como esta última, el marido se enteraba y, o bien me retaba o me enviaba algún matón. Esta vez mandó tres y gracias a mi destreza con las armas, pude eliminar a dos y herir al tercero. Normalmente no hubiese pasado nada, pero esta vez estaba el marido cerca y llamó a los guardias acusándome de que les había atacado a él y a sus hombres.

-¿Y has estado con muchas mujeres?

-Tengo que reconocer que si. Cuando conseguíamos dinero, lo gastábamos en los mejores burdeles, cuando no, también han sido muchas las esposas que han solicitado mis servicios.  Excepto en los días de cárcel, puedo decir que siempre he tenido una o dos mujeres cada día. Algunos, incluso tres.

Terminaron la comida y él ayudó a recoger las cosas y se recostó en la hierba. Ella plegó el mantel, ya sin preocuparse de su desnudez, y guardó todo. Luego fue junto a Beto y se acostó a su lado, sin dejar de mirar su polla totalmente erecta desde hacía rato.

-¿Crees que soy bonita? –Preguntó comenzando la conversación.

-Mucho, ¿por qué? –Dijo poniéndose de costado para poder admirarla mejor.

-¿Más o menos que María?

-Mucho más.

-¿Y has hecho el amor con mujeres más bonitas que yo?

-Contigo no he hecho el amor.

-Ya me entiendes. ¿Has conocido a mujeres más bonitas?

-Eres la mujer más bonita que he conocido. Desde el primer momento que te vi, me enamoraste. Hubiese aceptado tu propuesta aunque esta hubiese sido pasar el resto de mi vida  siendo azotado, solamente por estar contigo.

Ella levantó su mano y acarició su mejilla. Le miró a los ojos mientras recorría su barbilla y pasaba a la otra.

-Tú también eres un hombre guapo e interesante…

-Me alegro de que me veas así…  Pero tendremos que dejar los halagos para otro día. Tu ropa ya estará seca y tenemos que seguir con las visitas. –Dijo poniéndose de pie y alargando su mano para ayudarla a levantarse.

Ella, quedó desorientada porque no lo esperaba, tomo su mano y al levantarla,  pasó por delante de su polla enhiesta.  Sintió la necesidad de probar su sabor, pero no le dio tiempo, Beto se separó, fue a buscar la ropa de ella para entregársela y la suya para vestirse. Una vez listos, Beto preparó la calesa nuevamente, recogió todo y con Elisa muy cabreada y él sonriente, partieron a visitar nuevos arrendatarios.

Durante el camino, Elisa respondía con monosílabos y  demostró su mal genio con los arrendatarios. Gracias a Beto, salieron airosos de las entrevistas.

Al anochecer, llegaron a la casa, cenaron todos juntos, como el día anterior. La cocinera informó a la señora que los vecinos habían invitado a los señores a merendar a su casa. Elisa dijo a los cocheros que por la mañana iría al pueblo para comprarles un regalo. Nada más cenar, Elisa fue inmediatamente a la cama, nuevamente acompañada por su doncella. Los cocheros hicieron lo mismo y solamente quedaron en la cocina Beto, terminando una botella de vino, y la cocinera, una mujer de unos 40-45 años, algo gruesa, de tetas grandes y gran culo.

-Señor, puedo hablarle con confianza.

-Claro que si, ¿qué ocurre?

-Verá…  María… No se ofenda, señor… Nos ha hablado de su situación... y…

-¿Y qué me quieres decir?

-Pues… que como estos días no tiene a María….  La doncella y yo… hemos pensado que… si necesita, podría hacer uso de nosotras, si no le parece mal.

-Muchas gracias, precisamente hoy tengo un día que me vendría muy bien.

Se sacó la polla y se la acarició con la mano. Enseguida, la cocinera se arrodilló entre sus piernas y se puso a chupar con pasión, aunque se le notaba la falta de práctica.  No obstante, después del calentón del día, le sabía a gloria.

Se la metía en la boca hasta que le daban arcadas y cuando la sacaba, la pajeaba. No tardó mucho tiempo Beto en avisar:

-MMMmmm. Qué gusto. Me voy a correr. Estoy apunto.  Me corrooo…

Ella, en lugar de retirarse, se la metió hasta lo más profundo, recibiendo las lechadas directamente a su esófago. Cuando se hubo corrido, siguió con ella en la boca hasta limpiarla.

No por eso le bajó a Beto la erección, por lo que la cocinera, se levantó las faldas y, de espaldas a él, se la metió por el coño. Por su parte, Beto desabrochó su vestido y procedió a acariciar sus pechos y frotar sus pezones, tiesos y duros ya.

-Aaaaahhhh, señor, como me llena.  Qué rico.

Siguió moviéndose arriba y abajo  y adelante y atrás y si bien a mi me estaba matando de gusto, ella no debió irle peor, porque se lanzó a gemir sin parar

-Mmmmm. Que gusto, señor.

-Aaahhhh. Lo que se está perdiendo la señora. –(por lo visto lo sabían todo.)

-Me voy a correeeeer. Aaaagggg.

Y se corrió. Le dejó la polla totalmente empapada.

-No te pares ahora, sigue, sigue… -Dijo Beto.

Ella siguió moviéndose a ritmo desenfrenado.

-Ya, ya. Me corro, no pares. No pares.

-Yo también. Me viene ya otra vez,

-Te voy a preñar

-Si, si, préñeme, señor.

-Aaaaaaaaahhhhhhhh Me corrooo.

-Oooooooohhhhhhhh. Yo tambieeen-

Cuando nos recuperamos, se levanto y volvió a limpiarme la polla con la boca y me dijo

-Gracias, señor. ¿Desea algo más?

-Nada por hoy, gracias.

Me levanté y me fui a dormir, pero al dar la vuelta, vio que la doncella había estado presente, al menos al final y al pasar a su lado, le dijo:

-Mañana tú.

Se fue a la cama. Elisa dormía ya, pero se despertó al entrar él. Beto apagó todas las luces, se desnudó a oscuras, se metió en la cama y se durmió. Elisa volvió a pasar una mala noche.

A la mañana siguiente, después de pasar una mala noche, se quedó dormida cerca del amanecer. Beto se despertó, localizó una bata y salió. A ella la despertó su doncella, para que se preparase con tiempo suficiente para ir al pueblo. Cuando fue a desayunar, ya vestida, lo encontró en bata,  leyendo un libro junto a los restos del desayuno, del que levantó la vista para darle los buenos días.

-Buenos días Elisa. ¿Has dormido bien?

-No. –Dijo secamente- No me acostumbro a dormir a tu lado. Tú, en cambio, has debido dormir estupendamente.

-La verdad es que si. –Dijo alegre y sonriente.- Y además el desayuno está delicioso.

-Tengo poco tiempo. He de ir al pueblo. ¿Quieres venir?

-No, mi idea es recorrer la casa y alrededores para ir familiarizándome.

-Cómo quieras.

Desayunó rápidamente y se fue.

La cocinera salio dejándolo solo, entonces llamó a la doncella mientras se quitaba la bata.

-¿Qué desea el señ...? –No hizo falta más. Se acercó y se puso a chupársela.

Tenía más experiencia o más intuición, el caso es que enseguida se puso a tono. Se levantó y también a ella. Empezó a desnudarla, a lo que colaboró ella activamente. La tomó por la cintura y la sentó sobre la mesa, él lo hizo en la silla, separó sus piernas y le hizo un recorrido con la lengua de abajo arriba, terminándolo con pequeños toques a su clítoris.

-Mmmmmm.  Oooooohhhh. ¡Siiii!

Su coño se abría y empezaba a gotear. Entonces le metió primero un dedo y luego otro, los movió con rapidez,, haciéndola gritar y llevándola en un momento al éxtasis. 

-AAAAAAAAGGGGGG.  ME CORROOOOO. Siiiii, siiii.

Cuando su orgasmo terminó, la levantó en el aire y la llevó contra su pecho, haciéndola bajar mientras se la iba clavando. Él mismo la tomo de las caderas y le imprimió el movimiento, arriba y abajo o delante y detrás, buscando el placer de ambos. Sólo se oían gemidos de placer.

-MMMMMMMM.

-Aaaaaaahhhhhhh

-Siiiiii.

Ya no podía aguantar más cuando ella tuvo su segundo orgasmo, entonces la levantó y la puso a mamarla hasta que se corrió en su boca.

En la puerta estaba la cocinera masturbándose con la escena. Al verla, la mandó acercarse y sentarse en la mesa, como la doncella, y con las faldas levantadas, le comió el coño hasta que estalló en un potente orgasmo.

-AAAAAAAHHHH. Dios mío, señor, jamás había disfrutado tanto.

Después, le pidió a la doncella que le preparase un baño, tras el cual, se vistió y salió a recorrer la finca.

Ya era la hora de la comida cuando volvió. Elisa estaba esperándole con gesto adusto. Se lavó con tranquilidad y se sentó a la mesa.

-¿Qué tal las compras, querida?

-No es necesario que seas tan sardónico. Puedes omitir lo de querida. Por lo demás, creo que he encontrado algo que le gustará a la dueña. Son unas finas puntillas para adornar sus vestidos.  Y tú, ¿que tal lo has pasado?

-Bien, he estado entretenido.

-Algo he oído. –Su voz reflejaba enfado.

-Ah, ¿si?  ¿Y qué as oído?

-Que a la cocinera y la doncella les ha gustado mucho tu actuación de anoche y esta mañana.

-Gracias, me gusta saberlo.

-¿Pero es que no puedes dejar tranquila a ninguna mujer? –Dijo levantando un poco la voz.

-A ti te dejo tranquila. Ellas no se opusieron, y como no había sitio para que viniese María…

-¿Es que yo no te gusto? ¿Te parezco desagradable?

-No, pero tus condiciones me obligan a dejarte tranquila y yo cumplo mi parte escrupulosamente.

-…

-¿Podemos servir la comida, señora? –Preguntó la cocinera, entrando con la doncella detrás.

-Adelante.

Comieron en silencio, Elisa poco, revolviendo la comida sin ganas.  Beto con apetito, acompañando con un buen vino y pensando en la suerte que había tenido. Tenía mujeres, dinero, aunque fuese de su mujer y su trabajo era cómodo y poco.  Además, Elisa estaba a punto de saltar en cualquier momento, y podrían llegar a ser un matrimonio perfecto.

La comida se alargó debido a estas circunstancias, hasta que apareció el cochero

-Señora, el carruaje está listo.

Ella fue a cambiarse de ropa y salimos con destino a la finca de los vecinos para merendar.  Las tres horas de camino también fueron en silencio.  Ella malhumorada, el sonriente. Ambos mirando el paisaje, uno lo disfrutaba, la otra… no.

La tarde pasó entretenida, el matrimonio era buen conversador y disfrutaron de la visita. El anfitrión y Beto dieron buena cuenta de varias botellas de vino y licor.

Cuando regresaron a casa,  Beto se fue directamente a la cama, ayudado por uno de los cocheros, donde quedó dormido sin quitarse la ropa, roncando sonoramente.

A Elisa le hervía la sangre de no conseguir lo que había empezado a desear con una fuerza que jamás había tenido con su marido y ni siquiera había pensado tener.

Al amanecer del día siguiente, fue ella la que despertó a Beto, sacudiéndolo hasta hacerlo caer de la cama.

Al momento entro Eva, la doncella, para ayudar a su señora a vestirse. Beto se desnudó, pero ambas mujeres no se dieron cuenta hasta que empezaba a seleccionar la ropa que iba a ponerse.

-Esperaré fuera hasta que el señor acabe, señora.

-No te andes con remilgos ahora, Eva. Atiende a tu señora, que yo enseguida termino.

Elisa se quedó sin saber que decir. No les iba a llamar la atención después de lo que había oído, por lo que le pidió que siguiera atendiéndola.  Beto se vistió y se fue a la cocina.

Calculó que Elisa todavía tardaría unos veinte minutos en estar lista, por lo que reclamó los servicios de Dolores, la cocinera, para que le hiciese una mamada antes de desayunar.

Ella, solícita, le sacó la polla y se la metió en la boca aunque todavía estaba en reposo, empezó a chuparla y lamerla siguiendo las indicaciones de Beto, y poco tiempo después la tenía en plena erección. Siguió pajeando, chupando y lamiendo hasta que Beto le dijo:

-Me voy a correr. Me viene.

Ella volvió a metérsela toda en la boca, presionándola con la lengua y dejó que disfrutase de su orgasmo.

-Aaaaaaaahhhhhh. ¡Que pronto aprendes!. Ha sido fabuloso.

Ella le dejó la polla limpia y se la guardó en el pantalón.

Unos minutos después entraron Elisa y la doncella.

Desayunaron todos y a Elisa no se le escapó el gesto que se hicieron su doncella y la cocinera. Imaginó que algo había pasado.

Tras el desayuno, tomaron la cesta para la comida y salieron a visitar al resto de los arrendatarios. Las visitaron con normalidad, siguiendo la norma anterior, y cuando llegó la hora de comer algo, dijo Beto señalando un grupo de árboles en un montículo cercano:

-¿Qué te parece si paramos allí para comer algo?

-Bueno, está bien, pero a mi me gustó más donde el otro día, que podíamos bañarnos y me apetece mucho.

-Como no está lejos, vamos allí, y en unos minutos podrás bañarte.

Eso hicieron y enseguida estuvieron en el río. Mientras Beto bajaba la comida y soltaba al caballo de la calesa y lo ponía a pastar, Elisa se desnudó completamente y se metió en el agua. Beto se acercó a la orilla y se quedó mirándola.

-¿No te bañas? –Dijo cubriéndose con las manos.

-No se qué hacer. No me apetece mucho.

-El agua está muy agradable, y me vendría bien que me echases agua por la espalda y frotases un poco.

Ese era el pie que esperaba Beto.

-De acuerdo. –Y se desnudó.

Una vez en el agua, se acercó a ella, que observó que esta vez no estaba empalmado, y procedió a echarle agua por la espalda y frotársela, pasando su mano desde el cuello hasta los cachetes del culo.

-Mmmm.  Es muy agradable. –Dijo ella.

-Me gustaría mucho besarte.

-¿Quéeee?

-Que me gustaría besarte.

-Bububueno. Eeestá bien.

La levantó, la giró hacia él, la tomó de la barbilla, levantando su cabeza y puso sus labios sobre los de ella.  Lo que empezó como un suave beso, se convirtió en una auténtica comida de boca cuando la lengua de Beto entró en la de Elisa y jugó con la suya, los brazos de ella se aferraron a su cuello y los brazos de él aprisionaron su cintura.

La polla creció y entró entre las piernas de ella, rozando su coño, que se abrió para recibir el roce.  Una eternidad después se separaron y Beto volvió a tomar agua con su mano para verterla sobre la espalda, mientras volvían a sentarse en el río.  Siguieron en silencio un rato más, hasta que Beto dijo.

-Creo que deberíamos comer ya.

Elisa, con un suspiro, se levantó y fue a colocar el mantel y  la comida. Beto la siguió con la mirada y luego se acercó a ayudarla.  Comieron en silencio, uno al lado del otro. Cuando terminaron, dijo Beto:

Me gustaría besarte otra vez. ¿Me dejas? Antes me ha sabido a poco.

Ella acercó sus labios a los de él y éste alargó sus brazos para fundirse en un nuevo beso, con el que fueron deslizándose hasta quedar acostados en la hierba, con la cabeza de Beto sobre la de Elisa y sus pechos rozándose. Largo rato después, se separaron. Mejor dicho, Beto se separó, rodando al lado de Elisa, quedando ambos boca arriba.

Elisa se puso de costado mirándolo, y colocando una mano bajo su cabeza y la otra en la tripa de él, muy cerca de su polla.

-Beto. ¿Puedo preguntarte algo?

-Claro que sí. Dime.

-¿Yo te gusto?

-Ya te dije que mucho, desde el primer día que te vi.

-¿Y porqué no me buscas?

-Porque tenemos un acuerdo y si me lo salto, iré a la horca.

-¿Sólo por eso?

-Si

-¿Y si lo volvemos a negociar?

-Que propones.

-¿Aceptarías ser mi marido de pleno derecho, con los deberes y obligaciones que ello conlleva?

-Estaría encantado de aceptar.

-¿Y dejarías a las demás para dedicarte solo a mi?

-Estoy con las demás porque no te tengo a ti.  Las dejaría a todas.

-Me prometes que estás diciendo la verdad.

-Te lo prometo.  No he deseado otra cosa desde que nos conocimos.

-Quiero ser tu mujer.

-Y yo tu marido.

Beto se inclinó sobre ella para fundirse en un nuevo beso. Su mano subió hasta uno de sus pechos para acariciarlo.  Frotó su pezón ya endurecido y la bajó recorriendo su cuerpo hasta sus muslos, evitando su coño, que ya palpitaba ansioso.

Dejó su boca labios y pasó a los pezones, lamiendo y chupando uno y otro, sin dejar de acariciar sus muslos.  Ella presionaba con sus piernas deseando una caricia profunda. La giró de espaldas a él, pasó un brazo por debajo de su cuerpo, metió sus piernas entre las de ella y guió su polla para meterla directamente en el coño. Volvió a acariciar sus pechos, mientras su polla avanzaba en su coño, hasta que el culo de ella chocó con el pubis de él.

Beto se movía sin parar, procurando siempre no tocar el clítoris de ella.

-Beto.  Me estás matando.  Dame más.

El siguió dándole, acelerando sus envestidas hasta que ella lanzó todo tipo de gemidos y ruidos, para quedarse totalmente quieta, como ida.

-Fffff. Fffff. AAAAAAAAAHHHHHHHHGGGGGGGG. SIIIIII.

Beto bajó el ritmo hasta que ella se calmó. Entonces volvió  a incrementar su ataque, pero esta vez con un suave masaje sobre su clítoris que permanecía hinchado.

-OOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHH. ¡Otra vez.!  ¡Me viene otra vez! No pares  AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH.

Coincidiendo con su orgasmo, Beto se corrió dentro de ella. Lo que provocó otro orgasmo o prolongó el que estaba disfrutando, al sentir la leche caliente en su interior.

-Te quiero. -Le dijo Beto mientras se corría.

-Yo también te quiero. Y hace días que te deseaba, aunque no imaginaba que iba a ser tan bueno.

Siguieron besándose y acariciándose largo rato. Por fin, volvieron a la realidad, se vistieron y recogieron todo para ultimar las visitas que les faltaban y volvieron a la casa a toda velocidad para la cena.

A la hora de sentarse a la mesa, cambiaron la distribución.  En lugar de estar una frente a otro en los extremos más separados, se pusieron una frente a otro pero en el lado más estrecho.

La cocinera y la doncella notaron inmediatamente lo que había pasado, sobre todo porque Beto acariciaba la mano de Elisa sobre la mesa.

Después de cenar, Beto dijo a la doncella.

-Eva, esta noche no hace falta que desnude a la señora. Yo me encargaré personalmente.

Y se fueron al dormitorio…

Notas posteriores:

Al día siguiente enviaron un correo a la ciudad para decir que tardarían unas semanas más en volver, para que el mayordomo se hiciese cargo de las visitas a la lonja.

Tardaron mes y medio en volver, y cuando lo hicieron, Elisa estaba embarazada.

María pasó al servicio normal de la casa.

La cocinera y la doncella trababan con cariño a Beto, pero ya no volvió a tocarlas.

En una de las fiestas a las que acudieron, estando junto a Elisa, una mujer se acercó a Beto para decirle:

-Beto, hace mucho que no nos visita. Me gustaría que me visitase más a menudo.

-Señora condesa, -le contestó- cuando mi mujer esté totalmente satisfecha y no me necesite, estaré encantado de complacerla.

La mujer, que había interpretado que Elisa era otra mujer contratadora de sus servicios, se puso totalmente roja, sacó su abanico y se marchó corriendo, mientras ellos se reían disimuladamente.

A partir de ese momento, Beto fue solamente PARA ELISA.

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