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El Asesino

en Sadomaso

Esta historia me la contó un paciente del hospital donde había ingresado a mi madre, enferma de Alzheimer y víctima de una pulmonía, durante los días que estuvo hospitalizada.

Este hombre se encontraba hospitalizado también mientras le hacían unas pruebas oncológicas.  Empezamos saludándonos en la máquina del café o agua y terminamos hablando de nuestras circunstancias.

Yo le conté lo de mi madre, que no me conocía y que, en los mejores momentos, me confundía con parientes o vecinos de su juventud.  El me ofreció la idea de eliminarla para terminar con todo.  Al fin y al cabo, no sufría, no pensaba, no tenía alegrías ni tristezas.  Era un vegetal.

Yo me escandalicé y le estuve gritando, insultando y todo lo que se me ocurrió durante un buen rato. Luego me marché de su lado para volver junto a mi madre, donde pasé un mucho tiempo cogiendo su mano y llorando.

Al día siguiente, volví a coincidir con él, pero más calmado y habiendo recapacitado, le pedí perdón por mis exabruptos e insultos, haciendo hincapié en que oír esa barbaridad aplicada a mi madre me había desquiciado.

Él también se disculpó y me comentó que lo que para mí era una barbaridad, para él era algo normal, y me hizo un breve relato de su historia para que pudiese comprender las circunstancias que le habían llevado a ello.

Su nombre era Valmir, y tenía 32 años.  Había nacido en la ciudad bosnia de Visegrad y allí vivía, junto a sus padres y dos hermanas mayores. Todos eran musulmanes.  Tenía 7 años cuando la guerra servo-bosnia se declaró y tres años después el pueblo fue tomado por los serbios.

A partir de ese momento, todo fueron ataques y vejaciones contra los bosnios, incluso por parte de los propios vecinos serbios con los que habían estado conviviendo hasta entonces, entre los que se desató una auténtica fobia contra los musulmanes.

Quiero intentar transcribir aquí sus palabras contándome la historia de su vida. Por lo menos la parte que entendí, porque hablaba una mezcla de inglés y español con acento Colombiano, que a veces resultaba difícil de entender. Me lo contó así:

Una noche, llamarón a la puerta y entraron una partida de milicianos, al frente de la cual iba un oficial que era vecino del pueblo, y que, según me enteré después, había pretendido a mi madre años atrás, siendo rechazado por ésta. Amenazados por las armas, fuimos atados a las sillas de la gran cocina donde hacíamos la vida.

El vecino se acercó a mi madre y le dijo:

-Ves, puta. No quisiste ser mía voluntariamente, prefiriendo a este maricón de mierda, y ahora vas a serlo porque yo te lo mando.  Te voy a follar hasta cansarme y dejarte preñada, y luego lo harán mis amigos.

-No, por favor, no nos hagáis daño. Marchad y dejadnos en paz.  No diremos nada.

La amenazó con matarnos a todos, después de violarnos si no se avenía a sus deseos.  Mi madre tuvo que acceder a la fuerza.

-Desnúdate, puta.

Como no se movía, le dieron dos fuertes golpes.

-Por favor, sacad a mi familia de aquí, por lo menos.

-De aquí no sale nadie hasta que no terminemos.

La hicieron desnudarse delante de todos, a pesar de la insistencia en los ruegos para que sacasen de allí a su familia, que ella iba a colaborar de buen grado, pero se negaron y le hicieron pasar la vergüenza y humillación de tener que sufrir todo delante de nosotros.

Una vez desnuda, el vecino se le acercó, la tomó del pelo y la hizo corresponder a su beso, dándole una fuerte bofetada al no hacerlo. Entre tanto, los cuatro milicianos se fueron desnudando.

Cuando se cansó, hizo que lo desnudase a él, empezando por la parte superior y terminando por los pies.  Cuando, arrodillada, terminó de sacarle las botas y pantalones, le ordenó que le hiciese una mamada para ponérsela bien dura.

Tenía una polla desmesurada. Los años transcurridos y la edad no me permiten recordar las medidas aproximadas que debía tener, pero a mi madre solamente le cabía en la boca menos de la mitad.

Comparando con mi polla de 22 cm y por la experiencia, calculaba que tendría unos 30 cm. Extremadamente gruesa y venosa.

Estuvo intentando metérsela más, pero solamente consiguió toses, arcadas, algún vómito y puñetazos al sentirse asfixiada.

-Traga, puta. ¿Es que tu marido tiene una mierda polla? Trágala toda si no quieres que cambie a otra. -Le decía señalando a mis hermanas

Ante esas amenazas, ella lo intentaba con más interés, pero era demasiado grande y gruesa para tragarla toda de principio. Al fin desistió.  La sentó en el borde de la mesa y dos de los milicianos, desnudos ya y con sus pollas totalmente duras, tomaron sus cinturones y forzaron sus piernas, doblando las rodillas y sujetando los muslos y pantorrillas juntos, con ellos.

Yo me encontraba en el lado donde habían puesto a mi madre y fui testigo directo de todo lo que le hicieron. Vi a mi madre totalmente desnuda, con las piernas abiertas en posición forzada, con el culo en el borde de la mesa y sin poder apoyar los pies en ningún sitio,  su coño cubierto por una abundante mata de pelo, sus tetas grandes y caídas y su cuerpo bien conservado, con algo de tripa y anchas caderas.

Era la primera vez que veía una mujer desnuda al natural. Las había visto en algunas revistas que mis amigos cogían a sus hermanos mayores y que mirábamos en grupo comentando las imágenes con frases cuyo significado no comprendía entonces, pero que había oído muchas veces a los mayores.

Dos de los milicianos la tomaron de las manos para sujetarla, al tiempo que la obligaban a masturbarlos. Otros dos chuparon, mordieron y retorcieron sus pezones, haciéndola gritar de dolor.

-ZASS.  ZASSS   No grites todavía, puta. Guarda fuerzas para más adelante, que las vas a necesitar.

Dos bofetadas del vecino más la frase, añadieron lágrimas a los gritos de dolor.

Mi padre, mis hermanas y yo, cerramos los ojos para no ver la escena, pero una seca y amenazante orden del jefe hizo que los abriésemos y observásemos todo, eso sí, con los ojos llenos de lágrimas.

-Al que vea con los ojos cerrados, aunque sea un parpadeo, le vuelo la cabeza.

El jefe cogió su tremenda tranca, se masturbo un par de veces para mantenerla dura, escupió en la punta y se metió entre las piernas de mi madre, que no sabía cómo colocarlas, dada su difícil posición por tenerlas en el aire y atadas muslo contra pierna, con la rodilla doblada.

-MMMmmmm  Cómo voy a disfrutar de este coño.  Te lo voy a llenar de leche y te voy a dejar preñada como mínimo de gemelos. Ja, ja, ja.

Y dirigiéndose a uno de los que esperaban turno le dijo:

-Tú, ve a buscar algo para limpiar esta asquerosidad de pelos que tiene.

Al momento, volvió con la navaja,  jabón, brocha, suavizador y taza de afeitar.

-¿Dónde vas con tanta cosa? Dame la navaja y deja lo demás.

Se puso a afeitarle el coño en seco. La tuvieron que sujetar porque no paraba de moverse y gritar. Al final, tuvo que pedir que le trajeran agua y se lo mojó con la brocha.  Con eso consiguió que se calmase bastante y pudo terminar de afeitárselo.

Luego se entretuvo moviendo la brocha por el coño y sobre todo, por el clítoris. Ella se movía, probablemente porque le molestaría el roce del pelo de la brocha. No sé si lo dijo por humillarla o porque vio algo, porque dijo:

-Mirad lo perra que es.  Ved cómo le gusta. Ya se está mojando, Ja, ja, ja…

Tiró todo, volvió a meneársela de nuevo y a colocarse entre sus piernas.  De sus palabras deduje que se puso a recorrer su raja con el glande, porque dijo:

-Ahora sí.  Te ha quedado suavecito, como el de una buena puta.  ¿Te gusta cómo resbala mi capullo por tu coño?

Ante mí había quedado el asqueroso y peludo culo del vecino y me enteré del momento en que la forzó, al ver el golpe de riñones que dio hacia adelante, seguido del grito de mí madre.

-AAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGG.

-Oooohhh.  Qué bien se siente.  Qué estrecha estas, grandísima puta. Te noto muy seca, pero con lo puta que eres, pronto vas a mojarte y disfrutar. ¿Verdad puta?

Ella seguía gritando y pidiendo que parase, que la estaba matando de dolor, por lo que uno de los que chupaban sus tetas le dio un golpe, no supe si en la cara o en el pecho, porque el culo y la espalda del cerdo no me dejaban verlo.

-¡Contesta al jefe, puta! Dile que te vas a mojar y disfrutarlo como buena puta que eres.

Ella, como pudo y tras varios intentos, le dijo que si, que se iba a mojar y a disfrutarlo como la buena puta que era.

-Eso espero, porque si no, vas a sentir el dolor de cada penetración, y eso, a mí me produce más placer.

Y empezó a mover el culo, follándosela entre grandes gritos de mi madre.  Uno de los milicianos, harto de gritos, cogió uno de los sucios calzoncillos y se lo metió en la boca para acallarlos.

El jefe anunció cuando tuvo toda la polla dentro:

-Ves puta. Ya la tienes toda dentro.  Eres de las pocas putas que consiguen admitirla entera.  Voy a pasar muy buenos ratos contigo.

Siempre que podían, aunque no viniese a cuento, la traban de puta, zorra, guarra, etc.,  para humillarla más. Siguió moviéndose, unas veces más rápido y otras más lento. De vez en cuando se detenía y se oía el plas, plas de los golpes que le daba con la polla en el coño.  No tenía prisa por correrse, y disfrutaba con el llanto y el dolor de mi madre.

Yo veía los golpes de riñón y las contracciones de su culo, que acompañaban a las penetraciones y que eran correspondidos por los gritos apagados por la improvisada mordaza.

Por fin, dijo:

-Prepárate, puta, que te voy a preñar. Ahora vas a tener un hijo de verdad, un serbio, no la mierda de hijos que has tenido con ese maricón.  Ooooohhh.  Me corroooo. TOMA LECHE, TOMAAAAAA.

Su corrida la descargó metiendo su polla hasta lo más profundo, dejándola un rato, hasta que perdió algo de dureza.  Su culo se convirtió en una línea negra de lo que contrajo los músculos de los glúteos y su cuerpo se arqueó hacia atrás para forzar una mayor penetración.

Cuando se retiró, pude ver el coño abierto de mi madre, que se mostraba como una oscura gruta, y un buen grumo blanco con vetas rojas a la entrada.

Rápidamente, uno de los que esperaban, se dirigió a sustituirlo, clavando su polla ya hinchada y goteante, para correrse inmediatamente. 

-AAAAAAAAAAHHHHHHHHH Que buen coño. Pero me has hecho correr muy rápido, hija de puta.

Cabreado por haberse corrido tan pronto, le dio cuatro bofetadas y un puñetazo en el estómago, retirándose y dejando sitio al siguiente.

Seguidamente, fueron pasando uno a uno, el resto de los milicianos, corriéndose dentro de ella y diciendo más o menos las mismas palabras.

Yo veía cómo cada vez, el coño de mí madre rezumaba más grumos, que se habían vuelto rosas, y caían al suelo formando ya un pequeño charco. Cuando terminó el último, le ataron las manos nuevamente atrás y la recostaron sobre la mesa,  quedando boca arriba y dejando su coño y ano ante mí vista. 

El que se había corrido demasiado pronto, volvió a colocarse entre las piernas de la madre y tras algunas manipulaciones, ella empezó a moverse lo poco que podía, hasta que un nuevo golpe de riñones la hizo gritar de nuevo y su grito se oyó fuerte, a pesar de la mordaza, al tiempo que intentaba incorporarse.

La estuvo follando mucho rato, sin dejar de insultarla.  Yo oía los golpes que le daba con la mano, probablemente en las tetas, mientras se la metía.  Por fin dijo:

-Ohhhhh.  ¡Qué buen culo! Me corrooooo  AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH.

Mantuvo la polla dentro un buen rato. Cuando se retiró, pude ver cómo, de su ano enrojecido y dilatado, salía un hilo de sangre y de su coño, más grumos rosados.

-Tenéis que probar este culo. Es impresionante. –les dijo a sus compañeros, que uno a uno volvieron a pasar entre sus piernas.

Cuando todos se la hubieron follado, la soltaron e hicieron que quitase los pantalones a su marido y que le chupase la polla para ponérsela dura.  Mientras chupaba, le daban correazos en el culo para que lo excitase más rápido.

Por fin se le debió de poner en condiciones y la hicieron sentarse a caballo sobre él, mirándolo a la cara y con la polla dentro, “para que hiciese de tapón”, le dijeron, atándola seguidamente también de manos y piernas abrazándolo, para que no se pudiese salir.

Seguidamente, se pusieron a beber de las botellas que habían traído, pues en mi casa no se probaba el alcohol, y acariciaban la cara o el cuerpo por encima de la ropa a mis hermanas o pellizcaban y retorcían los pezones a mi madre hasta hacerla gritar de dolor.

Con todo esto, fueron recuperándose y pasando por mis dos hermanas, haciendo que lamiesen o chupasen su pollas para ponerlas duras antes.  Mis hermanas, de 16 y 13 años, no querían, pero unas brutales bofetadas y la amenaza de matarnos a todos les abrió la boca y lo hicieron lo mejor que podían.  Muchas veces, siguiendo las indicaciones del violador de turno.

Con las pollas bien duras ya, soltaron mi hermana mayor y le pidieron que se desnudara. Ella se negó, por lo que procedieron a sujetarla y arrancarle la ropa, entre sus intentos de arañarles, pegarles patadas, y los gritos de mi madre pidiendo que la dejasen en paz y que continuasen con ella hasta quedar satisfechos.

A la madre no le hicieron caso, y a la niña la sujetaron bien entre los cuatro y el jefe procedió a quitar los restos de ropa cortándola con el cuchillo.

Yo solamente recuerdo que llevaba unas braguitas blancas con florecitas bordadas en la parte superior.

Una vez desnuda, la colocaron en el mismo sitio que mi madre, pero boca abajo, doblada con los pies colgando.  Ataron sus piernas, bien abiertas, a las patas de la mesa, con los mismos cinturones que a mi madre, y con otros dos más y el de mi padre, los empalmaron, rodearon su cuello y los unieron por debajo de la mesa, impidiendo que pudiera incorporarse.

Frente a mí quedó a la vista el coño y ano de mi hermana mayor, que pronto fue sustituido por el culo peludo del jefe, el cual, al tiempo que le daba palmadas, decía:

-Bueno, bueno.  Veamos que tenemos aquí.

-Por favor, no le hagáis nada a mi hija. Hacédmelo a mí. Es virgen y no se merece esta deshonra.

El jefe debió de meterle un dedo para comprobarlo, porque la niña emitió un gemido de dolor.

-Vaya, vaya, así que virgen.  Esto se merece que lo celebremos bien.

Y buscó por las alacenas hasta que encontró una botella de aceite y se puso a engrasar bien el coño y ano de la niña.  Yo quedé impresionado al ver su vulva, ano y alrededores brillando por el aceite. A pesar de que todavía no había tenido mi despertar sexual, fue una imagen que me impresionó, y que todavía recuerdo.

Las manipulaciones que le hacían le hicieron soltar algún gemido de placer, lo que hizo que se burlasen de ella.

-Mírala, cómo le gusta, esta es todavía más puta que su madre. –Le decían.

Entre toqueteos y burlas, sus gemidos fueron aumentando, hasta que el jefe, calculando que debía estar a punto de correrse, se detuvo, untó bien de aceite su polla, se situó detrás y le dijo:

-Ahora vas a saber lo que es un hombre.

El alarido que dio como continuación al golpe de riñones nos puso los pelos de punta a todos.

-Ja, ja , ja, ja, ja. Ya tenemos una puta más. Prepárate a disfrutar como una perra. Solamente te he metido la punta.

A esto siguió un nuevo golpe de riñones y otro alarido mayor que el anterior y otro más.

-Ahora ya la tienes toda dentro. Creo que me voy a correr solo con sentir lo apretada que la tengo.

Mi hermana solamente sollozaba y decía constantemente:

-No. No. Por favor, basta…

Tuve que ver cómo avanzaba y retrocedía el culo del jefe, mientras su polla violaba una y otra vez a mi hermana. No podía hacer nada, y no me quedó más remedio que aceptar con impotencia cómo la martirizaba.

El avance y retroceso de ese culo, duró mucho rato. A la pobre niña se le acabaron las lágrimas y se le agotaron las ganas de gritar. Solamente emitía suaves quejidos de dolor.  A mí, ese movimiento también me quedó grabado.

-Qué bueno, putita, tan estrecha estás que no voy a poder aguantar más.  Te voy a soltar tal corrida que vas a quedar preñada en este mismo momento, como a tu madre

Esto hizo que volviese a llorar, ya sin lágrimas y a pedir que no lo hiciera.

-¿Qué no lo haga? Prepárate a recibir mi corrida. Siiiii Aaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh.

Se corrió clavándola también hasta el fondo y haciéndole dar un fuerte grito por la brusquedad.  Después se retiró y  pude ver, durante un momento, como resbalaban por sus muslos una mezcla de sangre y esperma.

Otro hombre se puso en su lugar y nuevamente fue follada, hasta que todos pasaron por su coño.

Cuando todos hubieron pasado, decidieron encularla, pero antes querían un espectáculo y, tras discutirlo, desecharon la opción de hacer algo con la madre para no destaponarle el coño. A la hija no la querían desatar y optaron por la pequeña, pero como tenía cara de más aniñada de lo que era, decidieron que me hiciese una mamada a mí hasta que me corriera, amenazándola con matarla si no lo conseguía.

La soltaron y la acercaron a mí a base de golpes. De la misma forma hicieron que soltase el pantalón y me lo bajase, haciéndome colaborar con un golpe en la cabeza con el costado de una pistola. La niña sacó mi entonces pequeño pene, que solo con los tocamientos se me puso duro, y comenzó a chuparlo y a metérselo en la boca como había visto a su madre. 

Solamente lo metía y sacaba en una pequeña parte, pero hubiese dado igual que me hubiese hecho maravillas, pues en aquel entonces, a los diez años, cuando me tocaba, solamente sentía placer, pero no había tenido nunca una eyaculación.

Los cinco se situaron alrededor y la estuvieron animando con golpes de correa en su culo al tiempo que se masturbaban para conseguir una nueva y potente erección, mientras la niña intentaba un imposible.

Entonces entró otro miliciano diciendo que esperaban al jefe en el cuartel general.

-Desatad a estas dos putas y nos las llevamos con nosotros para seguir follándolas hasta que nos cansemos. Después las enviaremos al campo de concentración, con las demás.

Se vistieron, sin dejar que la pequeña parase de mamármela, desataron a mi madre y a mi hermana mayor, volviendo a atarlas desnudas como estaban y las sacaron casi arrastras entre dos de ellos.

El jefe echó una mirada de desprecio a los que quedábamos y siguió a sus hombres.  El siguiente, antes de salir dijo con desprecio:

-Vaya mierda de cría. No vale ni para puta.

Y seguidamente le disparó un tiro a la cabeza que me salpicó con sangre y sesos, marchándose de inmediato, seguido por el que quedaba, que, al llegar a la puerta, se giró e hizo dos rápidos disparos.  Uno dio en la cabeza de mi padre y el otro en uno de los altos postes de mi silla, junto a mi cabeza, arrojándome al suelo.

El miliciano no se preocupó de comprobar las muertes y se fue. Varias horas después, algún vecino se atrevió a entrar y me encontraron en el suelo, con el pene fuera y todavía erecto.

Me atendieron en una casa durante unos días, pero la comida escaseaba y me tuve que marchar y buscarme la vida. Me dediqué robar lo que pude para poder comer. Esperaba a las puertas de las cocinas de los cuarteles, junto con otros niños, a que tirasen las peladuras de patatas y otras cosas para abalanzarme sobre ellas y poder meter algo al estómago. Eso originaba peleas entre nosotros, de las que pronto empecé a salir victorioso y a quedarme con los mejores trozos.

Dos años después conseguí colarme en un cuartel y que me utilizasen para llevar los encargos.  Eso me garantizó dos comidas diarias y un rincón en un pajar, donde dormir a cubierto y caliente.

A los catorce, un soldado con el que pasaba mucho tiempo me preguntó si cuando me corría ya soltaba leche. Yo, que cuando me masturbaba y me corría, me salía un líquido como blanquecino, le dije que sí, y éste me llevó a un campo de concentración donde llevaban a las mujeres musulmanas para violarlas una y otra vez hasta que quedaban embarazadas.

Durante el camino, que no fue muy largo, en mi mente aparecieron las escenas de mi hermana chupándomela y las que me había imaginado durante las muchas pajas que, recordando aquello, me había hecho a lo largo de esos años.

Elegí a la más joven que vi y me metí en la misma habitación con el soldado. Quise que me la chupase, pero el soldado me dijo que no, que tenía que follármela y correrme dentro. Yo lo hice, pero entre que no era lo que quería y la nula colaboración de la muchacha, que llevaba ya una semana siendo violada varias veces cada día, según me dijeron después, cuando me corrí, obtuve menos placer que cuando me masturbaba.

En días posteriores, fui solo varias veces y estuve con distintas mujeres, niñas, jóvenes o mayores, haciendo que me la chuparan hasta correrme, pero solo conseguí mejorar a medias los resultados que esperaba.

Volví a mis recuerdos y pajas, dejando a un lado las experiencias que no me gratificaban como yo quería.

Estuve pidiendo durante mucho tiempo el incorporarme a las tropas, denegándomelo siempre, hasta que cumplí los diecisiete años, que fui admitido y ese mismo día  participé en la primera salida para capturar mujeres musulmanas (Yo no había dicho de lo era, porque realmente, pasaba de cualquier religión)

La casa a la que fuimos, estaba algo separada de un pueblo cercano. Llegamos por la noche y nos encontramos con un matrimonio y su hija de unos diez o doce años. Yo me pedí a la niña, pero mis compañeros me hicieron follar primero con la madre, porque la niña no era fértil y no la dejarían embarazada, y luego podía hacer lo que quisiera.

Me follé  a la madre en último lugar, corriéndome demasiado rápido y siendo abucheado por los compañeros. Mi erección no bajó casi nada, después de la corrida, y rápidamente fui a por la niña, que como era habitual, se encontraba atada a una silla, le puse la pistola en la sien y le dije:

-Chúpamela. Si no consigues que me corra, pintaré la casa con tus sesos.

Solamente con esa frase, ya volvió a alcanzar toda su dureza.  La muchacha, desde su posición, se la metió en la boca y empezó a mover la cabeza para sacarla y meterla, sin ninguna experiencia pero con bastante intuición.  Mientras, mis compañeros se fueron con la madre, diciéndome que les alcanzase al terminar.

Dejé que ella siguiese con su mamada, hasta que la agarré del pelo y forcé sus movimientos. Estuve follándole la boca un buen rato, metiéndosela hasta el fondo, hasta que le daban arcadas, pues en aquellos años ya tenía una buena polla en longitud y diámetro, deteniéndome para no llegar demasiado rápido y volviendo a clavársela de nuevo.

-Oooooohhh.  Siiii,  puta, qué buena boca tienes.  Me voy a correr enseguida. Mmmmm..

Cuando sentí que me corría, llevé la mano a la mandíbula de la niña para sujetarla, presionando sobre su mejilla e impedir que la cerrase, se la clavé hasta el fondo, llegando hasta su garganta y, cuando a ella le faltó aire y empezó a moverse, le disparé un tiro en el hueso occipital, al tiempo que soltaba los primeros lechazos, sintiendo un orgasmo intenso y largo. 

Cuando la solté, cayó al suelo, su cuerpo se convulsionaba.  Le solté otro tiro en la cabeza, matándola al instante, ante los gritos de su padre que lo había visto todo.  Me giré hacia él, desnudo y con la polla goteando todavía y le metí otro tiro en la cabeza. Luego me vestí y fui en busca de mis compañeros.

Desde entonces iba a todas las redadas, descubriendo que me daba igual quién me la chupase, con tal de pegarle un tiro al correrme. Mi fama de asesino sin escrúpulos empezó a formase entonces, y  su incremento tuvo que ver también con mi destino y el duro entrenamiento como francotirador por el que pasé para formar parte del grupo destinado a eliminaciones especiales y a disparar sobre cualquier militar o civil que se dejase ver.

Precisamente, en uno de esos destinos, coincidió que aparecieron en mi punto de mira el oficial y los milicianos que habían destrozado mi familia.  Salían de patrulla e iban en fila y en zigzag, lo que me permitió practicar lo que me habían enseñado sobre la caza del pato. Con mi potente rifle con mira telescópica y silenciador, fui disparando, con rapidez, a la cabeza del último hasta que quedó el jefe, que iba el primero.

A él le disparé a la rodilla, destrozándosela, luego a un codo, con el mismo resultado, al igual que el otro codo y la otra rodilla. La siguiente iba a ser la cabeza, pero decidí que sería mejor dejarle vivir, si conseguía llegar vivo al hospital.  Informé al mando de que me había encontrado con los cadáveres y el herido y enseguida fue una ambulancia a recogerlo.

Me interrogaron, porque las balas habían partido de su espalda, pero no pudieron probarme nada, ni había excesivo interés por ello, por lo que me dejaron en paz.

La vida en el ejército, sus actividades y las peleas mejoraron mi fuerza, mi puntería y eliminaron cualquier resto de escrúpulo que me hubiese quedado. Por otra parte, a pesar de mi falta de estudios, demostré una gran imaginación para las tácticas de emboscamiento y ataque, lo que influyó para conseguir ascender en el escalafón militar.

Hasta ahí me contó ese primer día. El tiempo había pasado rápidamente y tenía que volver junto a mi madre por lo que decidí marcharme, no sin antes decirle que me encantaría seguir conociendo su historia y que estaría allí al día siguiente. Me había entrado curiosidad y morbo por conocer su vida.

 Ahora no se si publicar el resto. Me parece muy violento  y puede que hasta carezca de interés . En fin, espero que sus comentarios y valoraciones aclaren mis dudas.

 

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