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La poción mágica

en Control Mental

LA POCIÓN MÁGICA

 

 

Ella paró de chuparme la polla; gemía como una condenada y no era capaz de mantener mi verga en su boca y sollozar de placer al mismo tiempo.

 

 

 

 

Sería estupendo que algo como lo que voy a relatar fuese verdad. Como podréis imaginar cuando lo leais, se trata de algo completamente ficticio y no tiene otro objetivo que el de entretener.

 

Sin más preámbulo, aquí comienza la historia.

 

 

 

Me llamo Héctor y soy un chico de 24 años, con un buen trabajo, un buen sueldo, una vida independiente en mi propia casa y todas las chicas con las que me apetece mantener relaciones sexuales. Sin embargo, no siempre fue así. Mi actual situación se debe a algo que siempre he mantenido en secreto y que es la clave de mi éxito. De esto hace ya seis largos años y parece que fue ayer. Es una bendición y también, a veces, una maldición. Os contaré como sucedió.

 

Todo empezó al mes de mi decimoctavo cumpleaños. Con mi recién estrenada mayoría de edad, saliendo de la adolescencia, me sentía frustrado, pues dependía económicamente de mis padres, con los cuales vivía y que me daban una pequeña asignación semanal para mis gastos. Quizá debido a ese sentimiento de fracaso, había desarrollado un cierto complejo de inferioridad, que me llevaba a pensar que no era atractivo y que no valía nada como persona. Ahora, mirándolo con perspectiva, me doy cuenta de que me subestimaba, ya que nunca he sido feo, medía casi un metro ochenta de estatura y poseía una cierta simpatía y buen humor, del que hacía gala con relativa frecuencia y con los que me granjeé el afecto de vecinos, compañeros y amigos.

 

Pues bien, por pura casualidad, una tarde en la que había salido a pasear después de comer, cayó en mis manos traído por el viento, un folleto de propaganda que anunciaba una tienda esotérica, en la que se echaban las cartas, se hacían hechizos para alcanzar prosperidad e incluso amarres de amor. Me fijé en la dirección y no quedaba demasiado lejos del barrio en el que vivía, en las afueras de una ciudad de la costa levantina; una media hora andando sin apretar mucho el paso.

 

Por mera curiosidad y porque no tenía nada mejor que hacer, ya que acababa de comenzar el mes de agosto y todos mis amigos, cuyos padres gozaban de mejor situación económica que los míos, se habían ido de vacaciones, decidí ir a aquella tienda a ver que tenían allí.

 

El local estaba en el bajo comercial de un edificio antiguo, con un escaparate repleto de numerosos artículos de magia y brujería que allí se exhibían, y que tendría casi un siglo de antigüedad. Abrí la puerta y oí el sonido de una campanita. Al momento, una chica de poco más de treinta años salió a atenderme.

 

  • Buenas tardes -saludó la dependienta-. ¿Puedo ayudarte en algo?

  • La verdad es que no lo sé. He visto este folleto y he venido a ver si teníais alguna cosa que me pudiera interesar.

 

La chica era una auténtica belleza, aunque con un aspecto algo extraño que, no obstante, trabajando en un sitio como aquél, no desentonaba. Más alta que yo, de más de un metro ochenta, pelo largo hasta la cintura, negro, al igual que sus ojos, maquillados de color violeta a juego con sus labios y mejillas, también morados.

 

  • Si me dices qué andas buscando quizá pueda encontrar algo que te interese. ¿Quieres que la fortuna te sonría? ¿Dinero? ¿Tal vez, amor?

  • Ya que lo mencionas -respondí un poco cohibido-, podríamos empezar por el amor. He visto que anunciais algo llamado "amarres de amor". ¿Qué es eso?

  • Es un sortilegio que se realiza para que la persona amada no nos deje. Nos los suelen pedir cuando las relaciones en una pareja no van bien o en casos de abandono; incluso si hay terceras personas. ¿Qué ocurre? ¿Te ha dejado tu chica?

  • No, qué va. Al contrario. No tengo chica que me deje. ¿Y cómo se realiza ese sortilegio? -pregunté queriendo satisfacer mi creciente curiosidad.

  • Hay diferentes formas de hacerlo, aunque lo que más utilizamos es una poción, un filtro de amor.

  • Ya veo -dije-. Tienes que darle a beber a esa persona el filtro y se vuelve a enamorar de ti, ¿verdad?

  • Pues no -repuso-. Eso es lo que la gente cree, pero se debe utilizar justo al revés. La poción funciona como un imán de amor. Si se la dieras a la persona amada, lo único que conseguirías sería que tu obsesión por ella aumentase. Eres tú quien debe tomarla. De todas formas, tiene varios inconvenientes y uno de ellos es que no produce amor sino una irresistible atracción hacia ti que la otra persona suele confundir con amor. Es algo que has de tener en cuenta.

  • ¿Y qué pasaría si la tomase sin estar enamorado de nadie?

  • No te lo recomiendo -me dijo muy seria-. Para que funcione bien tiene que existir al menos cariño por alguien. Sin eso, corres el riesgo de que cualquier chica que te guste o te resulte atractiva en un momento dado, se sienta irremediablemente atraída por ti. Te puede generar numerosos problemas. Créeme si te digo que es peligroso.

     

Fácilmente podréis imaginar que esas palabras sonaron en mis oídos como música celestial. ¡Nada menos que una bebida que haría que las chicas que yo desease vinieran a mí! ¡El sueño de cualquier chico de mi edad hecho realidad! A pesar de que la dependienta me había advertido del riesgo que corría, la verdad es que no supe o no quise valorarlo en su justa medida y decidí mentirle para poder conseguir la poción y ver qué pasaba.

 

  • Lo preguntaba porque hay una chica que me gusta mucho, pero no sé si estoy enamorado; no sé si es amor de verdad.

  • Si es como dices, no tienes nada que temer. Ven conmigo.

     

Cerró la tienda por dentro y me hizo pasar a una sala a través de una abertura de unos dos metros de alto por uno y medio de ancho, que había tras una cortina gruesa que estaba en la pared de detrás del mostrador. Me invitó a sentarme en una silla ante una mesa redonda de madera muy vieja. Salió de aquella estancia por una puerta que daba al interior y volvió enseguida con un cuenco, con unos símbolos extraños grabados alrededor, lleno de agua. Se sentó en una silla frente a mí y depositó en el centro de la mesa el recipiente.

 

  • Ahora, pon las palmas de las manos sobre el agua para magnetizarla con tu energía. Cierra los ojos para concentrarte en la tarea y espera a que te avise.

     

Hice lo que me dijo. Estuve alrededor de unos cinco minutos "magnetizando el agua", aunque puede ser que fuese menos tiempo. Tal y como había dicho, me avisó.

 

  • Es suficiente, chaval. Ahora escribe tu nombre en este papel y firma debajo. Después, devuélvemelo con la mano izquierda.

     

Seguí sus instrucciones al pie de la letra. Una vez le entregué el papel, le prendió fuego haciendo caer las cenizas en el cuenco.

 

  • Muy bien. Ahora tengo que hacer una serie de hechizos y debe estar expuesto una noche entera a la luz de la luna llena. Hasta dentro de tres días no habrá. Ven dentro de cinco. Para entonces, la poción ya estará lista.

  • ¿Tengo que pagar algo por adelantado?

  • En absoluto -respondió-. Nuestros productos tienen garantía completa y solo cobramos cuando el cliente ha comprobado su efectividad. Si funciona, y espero que así sea, te costará cien euros.

 

¡Cien euros nada menos! -pensé-. Eso suponía casi la totalidad de mis ahorros. Había oído decir que en esto de la brujería, videncia y demás artes paranormales, todo era un cuento chino, pero por otro lado, la garantía que me ofrecía de que probara primero el producto y cobrar solo cuando hubiese experimentado su eficacia era algo que incitaba a confiar en su validez. La única duda que me quedaba era que, en realidad, yo no estaba enamorado ni había ninguna chica que me gustara en especial y ello podía dar al traste con el buen funcionamiento de la poción, además de la advertencia sobre su peligrosidad que me había hecho antes. Al final me decidí.

 

  • De acuerdo -respondí-. Dentro de cinco días estaré aquí con los cien euros.

  • Está bien. Si insistes en pagar antes tráelos, pero recuerda: debes comprobar su resultado. Si no funciona te devuelvo el dinero.

 

La espera se me hizo eterna. Al final, llegó el día y acudí a la tienda a por mi poción nada más levantarme y desayunar. La dependienta estaba esperándome.

 

  • Sabía que no tardarías en venir -dijo risueña-. He reflexionado sobre lo que me contaste de por qué querías el filtro de amor y creo que es todo muy vago e impreciso y puede que hasta me hayas mentido. Si es así te aviso: en caso de que no estés enamorado de nadie o no sientas, al menos, un cariño especial por alguien, cualquier chica que te pueda resultar sexualmente atractiva o que te guste, se obsesionará contigo y querrá que le hagas el amor. Cuanto más te resistas y más te niegues a hacerlo, mayor será su acoso. Será capaz de hacer lo que sea para acostarse contigo hasta que lo consiga. Ese deseo solo se calmará cuando la satisfagas sexualmente del todo y no antes. Si no me has dicho la verdad, pronto lo sabré. Piénsatelo bien. Aún estás a tiempo. No te cobraré nada si no quieres la poción.

 

Le dí los cien euros y cogí la botella que me ofrecía, de un cuarto de litro aproximadamente.

 

  • Aquí tienes este dosificador -dijo entregándome un cuentagotas-. Con una gota es suficiente para que la chica se acueste contigo; con dos será una fiera en la cama; con tres las consecuencias son imprevisibles. Puede que quiera estar incluso varios días haciendo el amor. Hasta que no las satisfagas por completo no te dejarán ir.

 

La dependienta estaba buenísima. Tenía unos pechos grandes y firmes que eran visibles en gran parte debido a un pronunciado escote que lucía sin ningún reparo, reparo que tampoco tenía por no usar sostén, lo que adiviné por el bamboleo de sus tetas al moverse y la forma en que se le marcaban los pezones. Su rostro, aniñado pero maquillado con un cierto estilo gótico, era bellísimo y su figura una locura, con un culo respingón y unas piernas largas que asomaban por debajo del vestido que llevaba puesto, muy corto, con la longitud justa para que no se le viera la ropa interior. Si era verdad todo lo que me había dicho, no me iba a marchar de la tienda sin follármela. Tomé tres gotas en ese mismo momento.

 

  • ¿Y cuánto dices que tarda en hacer efecto? -pregunté-.

  • El efecto es inmediato -respondió-. Tanto más rápido cuanto mayor es la dosis. ¡Oh, me lo temía! ¡Me has engañado! Está empezando a actuar ya. Vete, vete pronto.

  • ¿Por qué quieres que me vaya? -le pregunté haciéndome el tonto para ganar tiempo y que acabara de ponerse cachonda perdida-.

  • Por favor, vete ya o no respondo de mí -contestó metiéndose una mano por la entrepierna-.

     

    Por toda respuesta, fui hacia la puerta y la cerré por dentro como le había visto hacer la vez anterior. Le di la vuelta al cartel y lo dejé en la posición de "cerrado". Me puse delante de ella y acerqué mi cara a la suya, a tan solo unos centímetros a ver qué pasaba.

 

Cerró los ojos y vi cómo su respiración se entrecortaba. Sus enormes tetas subían y bajaban de forma desacompasada y agitada. Su mano derecha se movía por debajo del vestido. Oí que murmuró: "eres un cabrón y te voy a dejar seco como castigo por capullo", y se abalanzó sobre mí cogiéndome la cabeza con ambas manos. Acto seguido me pegó un morreo de campeonato metiéndome la lengua hasta la campanilla y apretándose contra mi cuerpo para hacerme notar sus tremendas tetazas. Me cogió una mano y me la metió dentro del escote. Como sospechaba, no se había puesto sujetador. Le acaricié un pezón y le apreté suavemente una teta, lo que provocó que empezara a gemir. La separé de mí a duras penas. Todo en ella rezumaba deseo. Decidí hacer una comprobación más, a pesar de lo empalmado que estaba y las ganas que tenía de follármela allí mismo.

 

  • Para, para -le dije-. Ni siquiera se cómo te llamas.

  • Sandra -respondió-, me llamo Sandra. Ven conmigo a la trastienda -dijo cogiéndome la mano y tirando de mí-. Tengo ahí dentro una cama grande donde podrás hacerme lo que quieras.

 

Aunque a esas alturas ya estaba bastante convencido de que no había engaño alguno, decidí llevar las cosas un poco más al límite para ver si su reacción era auténtica y el poder que la poción podía tener sobre las mujeres que me gustasen.

 

  • Yo me llamo Héctor, Sandra -dije poniendo cara de circunstancias-. Estás muy buena y nada me gustaría más que follarte ahora mismo. Te quitaría con los dientes ese vestido que te sienta de maravilla y que, estoy seguro, es la única prenda que llevas encima ¿Me equivoco?

  • No, no te equivocas. Me gustaste desde el principio y por eso te he vendido la poción. Suponía que no tenías novia y que quizá la emplearías conmigo. Sé que cuando alguien está bajo el influjo de la poción, su goce sexual aumenta de manera proporcional al deseo que experimenta y quería probarlo para saber cómo es. El retraso intencionado al que me estás sometiendo no ha hecho sino calentarme más.

  • No me parece ético aprovecharme de ti de esa forma, Sandra. No está bien. Será mejor que me marche.

  • Eres un cabrón y de aquí no te vas hasta que no me eches cinco polvos por lo menos. Si estoy tan caliente es porque tú también lo estás. Si no me deseases yo no estaría cachonda, así que no me hagas hablar más y ven.

 

Entramos a la sala que ya conocía y cruzamos una puerta que había en ella y que daba a una especie de dormitorio con baño completo. Me tumbé sobre la cama y decidí dejarme hacer a ver cómo se comportaba. De un tirón se despojó del vestido y se quedó completamente desnuda. Si vestida su figura era espectacular, desnuda era una diosa del sexo que había sido creada para dar placer. Sus senos, grandes y firmes, no bajarían de una talla 105. Su cintura, en proporción a su cuerpo tendría algo más de 70 centímetros y la cadera tendría una medida similar a la de su pecho. Su altura sobrepasaba el metro ochenta y era algo más alta que yo. La verdad es que daba un poco de miedo. Una rompetíos en pleno furor sexual. Se abalanzó sobre mí y en un momento me quitó los pantalones y los calzoncillos, me cogió la polla y se puso a chuparla con frenesí, como si le fuera la vida en ello. Me quité la camiseta y me quedé desnudo yo también.

 

  • Joder, Sandra. Qué bien lo haces.

 

Siguió chupando, se dio la vuelta y colocó su vulva sobre mi boca. La pobre estaba deseando correrse pero se lo iba a tener que trabajar un poco más. Empecé a lamerle su rajita despacio, sin prisas, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Ella paró de chuparme la polla; gemía como una condenada y no era capaz de mantener mi verga en su boca y sollozar de placer al mismo tiempo.

 

  • ¡Aaaaahhhhh, sigue, más rápido, más rápido! -decía ya fuera de sí-.

 

Pero yo seguí con mi juego, lamiéndole lentamente la rajita, resiguiendo sus labios, mientras aprisionaba sus tetas en mis manos. Entonces, empecé a acariciar con la punta de la lengua el clítoris, moviéndola sin cesar.

 

  • ¡Oooooohhhhhh, sí, sí, sí, sigue así, me voy a correr, me estoy corriendo, oh qué bueno, siiiiiiiiiiiiií!.

 

Arqueó su cuerpo y apretó su coño contra mi boca. Yo aproveché la cercanía de su sexo y me puse a succionarle el clítoris. El placer que experimentaba sentada sobre mi cara no tenía límites. Se agarraba la cabeza moviéndola a derecha e izquierda en una corrida brutal que no tenía fin. Como podréis comprender, la erección que yo tenía era de caballo. Mi polla, con unos respetables 20 centímetros, creo que la tenía incluso más grande y gruesa de lo habitual, así que estando Sandra en plena corrida, me quité de debajo suyo, la tumbé en la cama de un empujón y me tiré encima de ella. Se la metí toda de golpe, de la manera más salvaje, pero entró rápida y suave de tan mojada como estaba. Como había previsto su orgasmo se prolongó. Se le veía que estaba al límite y no aguantaría mucho más.

 

  • Toma, toma polla -le decía sin parar de bombearla-. Esto es lo que querías ¿no?

  • ¡Sí, sí, sí, oooooohhhhhh nunca había sentido esto antes! ¡No paro de correrme! ¡Cómo me llenas! ¡Tengo el coño lleno con tu verga! ¡Córrete tú también o yo no podré parar!

  • Toma, zorra. Te voy a vaciar toda mi leche en ese coño ansioso que tienes.

  • ¡Oh, Héctor, si me hablas así me caliento más! ¡Sigue, sigue, amor, sigue, cariño! ¡Qué dura la tienes, qué grande y qué gorda! ¡Oh, que placer, qué gusto! ¡Córrete, cielo! ¡Dale tu lechita a esta putita o te la tendré que sacar!

 

Estaba loco por correrme, pero por alguna extraña razón no lo conseguía y la pobre Sandra calculé que ya se habría corrido tres veces. Creo que se dio cuenta porque se quitó de debajo de mí y se subió encima, clavándose la polla en su chocho y cabalgándome como una amazona.

 

  • ¡De aquí no te vas hasta que te corras bien corrido! -dijo sin parar de moverse-.

  • ¡Aaaaahhhhh, puta, qué bien lo haces, sigue, sigue!

  • ¡Damé, Héctor, dame más! ¡Fóllame tú también!

 

Dejó caer su cuerpo sobre el mío, besándome con pasión mientras yo la taladraba sin descanso y gozaba de sus tetazas aprisionadas entre su pecho y el mío. Acompasamos nuestros movimientos, follándonos los dos al unísono y sentí como se volvía a agitar su respiración, señal de otra corrida inminente.

 

  • ¡Maldita sea, Héctor! ¡Me voy a correr de nuevo! ¡Dame, dame duro! ¡Dame más!

  • ¡Sí, yo también noto que me viene! ¡Oh, puta, al final vas a conseguir sacarme toda la leche!

  • ¡Aaaaaaahhhhhhh, Héctor, me corro! ¡Córrete conmigo!

 

Su cuerpo se tensó y dio un grito ensordecedor cuando alcanzó el orgasmo. Cada corrida parecía más fuerte que la anterior. Sentí las contracciones de su vagina y ya no pude resistirme más. Una, dos, tres y hasta cuatro veces me salió el semen, corriéndome con tan fuertes espasmos, que me hicieron sentir tal placer que casi me desmayo.

 

  • ¡Ooooooooooooohhhhhhhhhhhhhh, Sandra, qué gozada, qué polvazo!

 

Me besó metiéndome la lengua hasta el fondo. Le correspondí con la mía enzarzándonos en una lucha con nuestras bocas, mientras más abajo, su coño me extraía las escasas gotas de leche que me quedaban y mi polla prolongaba los últimos segundos de placer de ambos.

 

  • Te has aprovechado de mí, Héctor -dijo risueña-.

  • Claro -respondí yo-, por eso me esperabas sin bragas ni sostén, porque sabías que me iba a aprovechar de ti.

 

Nos reímos y permanecimos unos minutos abrazados, sin decir nada. Después comenzamos a besarnos con cariño. Nos habíamos dado mutuamente mucho placer y eso crea un vínculo. A continuación, empecé a sentir deseo, la verga se me puso morcillona primero y dura después. Sandra me miró y dijo:

 

  • Me estoy poniendo otra vez cachonda y eso quiere decir que tú también te estás calentando, porque me he corrido por lo menos cinco veces. No debería tener ganas hasta el año que viene.

  • Bueno, ten en cuenta que yo solo me he corrido una. Es normal que necesite una dosis mayor.

  • Si solo es eso te la daré -respondió con la mayor cara de vicio que he visto nunca-.

 

Y dicho esto se tumbó al revés de mi, me cogió la polla y se la metió en la boca, chupándomela con maestría. Luego se entretuvo en lamérmela, para volver a introducírsela en la boca otra vez. A pesar de que hacía poco que me había corrido, volvía a tener el pene tieso como un garrote. Estaba claro que todavía no iba a volver a casa, pero la verdad, no tenía prisa alguna hasta la hora de comer. Decidí experimentar y ver qué facultades más me confería la poción además de provocar un deseo sexual irrefrenable en las chicas que me gustaban. Si sentían esa atracción tan fuerte por mí, con un poco de suerte quizá harían todo lo que les pidiese.

 

  • Muy bien, Sandra. Ahora quiero que pares un momento. Vamos a probar cosas nuevas.

 

Pero Sandra seguía a lo suyo, comiéndome la polla con tal ansia que de continuar así no iba a tardar en correrme en su boca.

 

  • Sandra, por favor, para. Para o no podré aguantar mucho más.

 

Por toda respuesta, Sandra incrementó la mamada al tiempo que se masturbaba sin parar. Por lo visto, cuanto más caliente estaba yo más lo estaba ella y cuanto más placer experimentaba yo, tanto más experimentaba ella. Así era difícil que me hiciese caso hasta que no estuviera satisfecha, es decir, hasta que ambos nos corriéramos. Se me ocurrió intentar una última cosa por si funcionaba.

 

  • Sandra, te ordeno que pares.

 

En ese mismo instante, dejó de succionarme la punta del capullo y me miró con ojos suplicantes.

 

  • Permíteme que haga que te corras. Las ganas que tú tienes se multiplican por diez en mí y la única forma de que nos tranquilicemos es alcanzando el orgasmo varias veces. Te lo imploro, déjame que siga.

  • No te preocupes, Sandra. Voy a hacer que te corras y a darte placer hasta que no puedas más, pero primero me has de contestar a unas preguntas.

  • Lo que sea con tal de seguir follando. Dime.

 

Estaba ansiosa y tenía prisa por seguir, pero por alguna razón no podía, y me interesaba conocer ese control que ejercía sobre ella y saber cómo funcionaba.

 

  • No me has contado todo lo que puedo hacer con la poción ¿verdad?

  • No, Héctor, no lo he hecho.

  • Si me lo cuentas ahora sin que lo tenga que adivinar te prometo que te voy a follar hasta que no puedas resistir más.

 

Me miró e hizo un gesto de negación con la cabeza. No esperaba eso. Recurrí a la frase que antes me había dado resultado.

 

  • Te ordeno que me lo cuentes todo sin ocultarme nada y responder a mis preguntas con sinceridad.

  • Está bien. Solo espero que no utilices este poder para perjudicar a nadie.

  • Puedes estar tranquila. No voy a hacer mal a ninguna persona.

  • De acuerdo -aceptó resignada-. Nunca debí darte la poción, pero ya es tarde para arrepentimientos. El brebaje no solo produce una fuerte atracción sexual y una obsesión que puede llegar a confundirse con amor. También te da la capacidad para hacer que te obedezcan y la de hacer olvidar un episodio concreto si tú quieres.

  • ¿Cómo? -pregunté interesado-.

  • Lo primero, hacer que te obedezcan, ya lo has descubierto sin querer. Diciéndolo de forma que quede claro que lo estás mandando. No es necesario que utilices el verbo "ordenar" o "mandar". Basta con que se entienda que es una orden, utilizando el modo imperativo, por ejemplo. Así que debes utilizar esta facultad con mucho cuidado.

  • ¿Y lo de hacer olvidar?

  • Funciona de manera similar. Puedes usar las expresiones "me gustaría que te olvidaras de...", o "deseo que te olvides de...", aunque, al igual que con las órdenes, suele ser suficiente con que quede claro que quieres que olviden lo que sea. En ambos casos hay que concretar muy bien, qué deseas que se olvide y qué es lo que le mandas a la chica. Para que poseas esta facultad debes tomar tres gotas. Con una o dos no aparecen estos poderes, aunque eso sí, las chicas irán a por ti. Te desearán.

  • ¿Funcionan siempre o hay alguna excepción?

  • Para que funcionen estos poderes que te otorgan un control mental total sobre la chica, es necesario que haya alcanzado el orgasmo. Cuanto más fuertemente se haya corrido mayor será tu poder sobre ella.

  • ¿Qué control tengo ahora sobre ti? -no pude menos que preguntar-.

  • Total, Héctor, pero, por favor, no me borres un recuerdo tan bueno. Nunca había experimentado un goce sexual tan grande y es debido a que la poción multiplica por diez el disfrute de la víctima, yo en este caso.

  • ¿Y qué harás para convencerme? -dije sonriendo y sintiéndome dueño de la situación-.

  • Ahora verás -respondió-.

 

Me cogió la polla y empezó a mamármela metiéndosela y sacándosela de la boca a toda velocidad, como si fuese un coño hambriento. Cuando paraba de hacer esto me la succionaba con ansia, como si le fuese la vida en ello. Si seguía así no iba a tardar ni cinco minutos en correrme.

 

  • Sandra, si continúas te tragarás toda mi leche.

 

Paró un momento para responder:

 

  • Es que quiero que te corras en mi boca. Dicen que el placer que siente un hombre cuando se corre en la boca de una chica es superior al que siente cuando se corre en su chocho

 

Y reanudó su tarea sin descanso. Yo estaba al límite y ya no podía aguantar más. Notaba cómo la leche me subía y estaba a punto de salir.

 

  • ¡Qué zorra que eres! -dije mientras me corría salvajemente sin poder retener más el semen que salía a borbotones-.¡Trágatelo todo, puta! ¡No pares de chupar hasta que yo te lo diga! ¡Así, así! ¡Ooooooooooooohhhhhhhhhhhhhh! ¡Qué bueno, qué rico! ¡Sigue, sigue, sí!

 

Me corrí como un toro y Sandra no paraba de succionar, tragar y comerme la polla alternativamente. Tuve que decirle que parara. Entonces caí en la cuenta de que le había ordenado que me chupara la verga hasta que yo se lo dijera. Ya me había advertido contra el poder de dar órdenes. Tomé nota para el futuro. Le pregunté cómo andaba de ganas de sexo.

 

  • Supongo que tú ya estás satisfecho -respondió-, porque ya no siento ese deseo de follar a toda costa, pero aún tengo ganas a pesar de todo lo que hemos follado. Tengo las ganas de una chica que se la ha estado mamando a su pareja sexual sin que a ella le toquen ni siquiera el coño: supercaliente. Me follaría a un búfalo.

 

Mi cuerpo, más concretamente mi verga, ya no daba mucho más de sí. Estaba agotado a pesar de mi juventud y era consciente de ello. Podía haberle hecho olvidar aquello, pero me había pedido mantener ese recuerdo y además, al no estar satisfecha del todo me hubiese acosado hasta que me la volviera a follar. Entonces hice lo que se suele hacer en esos casos: utilizar manos y lengua mientras recuperas el vigor. La tumbé sobre la cama y le dije: "tranquila, que te vas a correr como es debido". En un rincón vi unas cuerdas y eso me dio una idea. Dicen que a las mujeres les gusta que sea el hombre quien domine en la cama y supuse que esta, que había estado sometida al influjo del poder de la poción, más todavía. Cogí las cuerdas y me dispuse a atarla.

 

  • ¿Qué vas a hacer? -preguntó temerosa-.

  • Darte las gracias y hacer que tengas una corrida como nunca imaginaste.

 

Le até los brazos y las piernas a los barrotes de la cama, dejando las extremidades abiertas y quedando en forma de aspa. En esa posición estaba completamente a mi merced.

 

  • Muy bien, Sandra. Ahora me toca a mí.

 

Cogí un frasco de aceite esencial de romero y vertí un poco sobre su vientre. Empecé a masajeárselo subiendo hasta el límite de sus pechos por arriba y bajando al de su coño por abajo, sin llegar a tocarle ni las tetas ni el sexo, haciéndole un masaje lento, suave y constante, que era un magreo en toda regla. Las caricias estaban exacerbando su deseo sexual y me percaté de que su calentura no se debía del todo a la poción, ya que yo no estaba muy caliente debido a la abundante corrida que acababa de tener en su boca. Su cuerpo se tensaba y arqueaba buscando mi mano y cuando aproximaba mi verga a su boca haciendo como que no me daba cuenta, intentaba darme lengüetazos en la punta.

 

  • ¡Oh, que manera de hacerme sufrir, Héctor! ¡Estoy cachondísima! ¿A qué esperas?

  • Voy a llevarte al límite, Sandra. Te dejaré a punto de correrte y luego me iré.

  • ¡No, no hagas eso! ¡Haré todo lo que me pidas! ¡Dame placer como tu sabes!

 

Acerqué mis labios a los suyos. Movía la cabeza con desesperación, intentando besarme y sacando la lengua. Verla con ese deseo, con el cabello revuelto y buscándome de esa manera hizo que me apiadase de ella y que le diera lo que me estaba pidiendo a gritos. Comencé dándole un morreo, metiéndole la lengua y jugando con la suya. La muy golfa gemía ya solo con eso. Después, con la mano derecha me puse a hacerle una soberana paja, pasando dos dedos por su botón del placer para hundírselos a continuación en su vagina y volverlos a sacar, aprovechando para frotar el clítoris otra vez. El aceite hacía que los dedos resbalasen sobre la piel y su coño haciendo más intenso el placer que le proporcionaba.

 

  • ¡Oooooooohhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiiií, más, más! ¡Qué bueno! -gritaba si poder remediarlo-.

  • Esto te gusta, ¿eh, zorrita? -le decía mientras no paraba de pajearla y follarla con los dedos.

  • ¡Qué rico, qué bien me lo haces, mamón! ¡Nunca había disfrutado tanto! ¡Sigue, por tu vida!

 

Con la mano izquierda comencé a masajearle los pechos, mientras le lamía los pezones y se los acariciaba con la punta de la lengua.

 

  • ¡Maldito seas, necesito que me la metas! ¡Me voy a correr sin nada dentro y quiero sentirla! ¡Por favor, fóllame!

  • A cambio de una cosa -respondí-.

  • ¡Lo que sea, pero jódeme ya!

  • Que siempre que te pida otra poción me la darás. Es una orden.

  • ¡Qué cabrón que eres! ¡Concedido!

 

Yo tenía la verga como un burro y más grande que de costumbre, quizá de unos 25 centímetros. Supuse que sería un efecto secundario de la poción. Me subí encima de ella y me puse a bombearla sin piedad. Enseguida noté cómo se corría salvajemente.

 

  • ¡Oooooooohhhhhhh, qué fuerte, qué maravilla! ¡Dios, qué bueno! ¡Dame más, dame hasta matarme!

 

Redoblé mis embestidas. Yo estaba lejos de eyacular y sintiéndolo mucho, la pobre Sandra iba a gozar más de lo que esperaba.

 

  • ¿No querías verga? Pues toma y disfruta, putón. Voy a estar follándote todo el día. Por golfa, por hacer experimentos -le decía mientras la follaba sin descanso-.

  • ¡Me corro de nuevo! ¡Dame tu leche que no puedo más!

 

Yo continué con mi despiadado mete y saca. Sandra movía la cabeza a un lado y otro alternativamente mientras recibía mi tremenda follada y se corría sin parar. El placer que debía estar sintiendo había de ser enorme. Sentí que llegaba a ese punto de no retorno en el que aún no te has corrido pero que sabes que no hay vuelta atrás y que en breve acabarás soltando toda la leche, así que incrementé la fuerza y rapidez de mis embestidas. Yo bufaba como el búfalo que me había dicho que estaría dispuesta a follarse.

 

  • ¡Toma, guarra! ¡Te lo voy a soltar todo dentro para que tengas el coño bien lleno de lefa! ¡Toma, toma, toma, toda tuya! ¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiií! -dije teniendo un orgasmo bestial-.

 

Noté que me mareaba un poco de tan fuerte que fue el placer que sentí. Miré a Sandra y vi que se había desmayado. No tuve duda alguna de cuál fue la causa. "La poción multiplica por diez el disfrute de la víctima" -había dicho Sandra-.

 

 

Espero vuestras valoraciones, comentarios y mails. Podeis realizar críticas y sugerencias a mi dirección de mail [email protected] poniendo el título del relato para identificarlo. Prometo contestar en cuanto pueda. Si queréis que escriba la segunda parte, por favor, decídmelo y lo haré lo antes posible.