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La poción mágica (2)

en Control Mental

LA POCIÓN MÁGICA (2)

 

Después de la brutal corrida que habíámos tenido, mucho más intensa la de Sandra por efecto de la poción, me quedé quieto en la cama, junto a ella, contemplando su apetecible cuerpo y la placidez de su rostro, mientras aún se hallaba inconsciente a causa de la intensidad del orgasmo que acababa de experimentar. No sé si a vosotros os pasará igual o es que yo soy un pervertido, que bien pudiera ser, pero una de las cosas que me produce más morbo es hacerle el amor a una mujer cuando está durmiendo hasta conseguir que se despierte deseosa de que te la folles. Solo de pensarlo ya me estaba poniendo caliente, así que me puse manos a la obra y empecé sobándole las tetas, despacio y muy suavemente para no despertarla. Quería que cuando recobrase el conocimiento estuviera ya cachonda perdida. Después continué acariciándole el vientre, de forma casi imperceptible, apenas rozándole hasta llegar al monte de venus, mientras con la mano izquierda me ocupaba de sus pechos. Desde el monte de venus fui bajando mi mano hasta llegar a su clítoris, que empecé a estimular lentamente, mojando mis dedos en el flujo que su coño comenzaba a destilar para que resbalasen mejor en su botón del placer. A causa del masaje que le estaba haciendo en su sexo, frotándole el clítoris, introduciéndole dos dedos en su vagina y acariciándole los labios, ella empezó a gemir, retorciéndose levemente pero dormida aún. Acerqué mi pene, en completa erección, de nuevo a su boca, rozando con el glande sus labios. La abrió y sacó la lengua, dándome pequeños lametones. En ese momento sospeché que tal vez ya estaba consciente, pero me daba mucho morbo jugar a ese juego: que yo me aprovechaba de ella y ella a su vez no se daba cuenta de lo que sucedía porque estaba durmiendo. Acerqué mi polla más todavía, lo suficiente para que se tragara la punta si estaba consciente. Como había supuesto, dejó que se la metiera en la boca e incluso se esforzó por tragársela entera. Mientras, ya sin disimulos, yo frotaba su clítoris a toda velocidad y ella se retorcía de placer sin decir absolutamente nada. Yo estaba muy caliente, lo que quería decir que Sandra no tardaría en correrse. Efectivamente, al momento todo su cuerpo se tensó, paró de chupar y se puso a gritar y gesticular como una condenada.

 

  • ¡Héctor, qué golfo que eres! ¡Ya estaba saciada de polla y has tenido que hacer que me corra sin follarme otra vez! ¡Oooooooohhhhhhhh, sigue, amor! ¡Qué ricoooooooooo!

  • ¡Pues ahora verás lo que te voy a hacer por parar de chupármela! ¡Toma, puta!

 

Y acto seguido, mientras se estaba corriendo me monté encima de ella y se la enchufé en todo el coño iniciando un mete y saca que no hizo sino prolongar y aumentar su orgasmo.

 

  • ¡Ay, amor que cosa más buena que me estás haciendo! ¡No pares! ¡Sigue, por lo que más quieras!

 

Me dejé caer sobre ella bombeándola sin parar. Al mismo tiempo le di un morreo en el que le introduje la lengua hasta el fondo luchando con la suya. Sus tetas golosas, duras como piedras, presionaban sobre mi pecho debido a lo grandes que eran y yo disfrutaba de sentirlas tan gordas y buenas, pero para gorda y buena mi polla, que hacía estragos en su chocho, follándolo a toda velocidad, y la pobre Sandra corriéndose sin parar y sin poder evitarlo, completamente a mi merced

 

  • ¡Amor, no puedo más! ¡Mi cuerpo esta agotado hasta el límite, pero sigo teniendo muchas ganas! ¡Es por culpa tuya! ¡Esta calentura no es mía y no se me irá hasta que te corras, cielo!

 

Mi potencia sexual en ese momento era enorme; podría follarme media docena de mujeres debido a la poción, que había aumentado la fortaleza de mi pene. La forma más rápida de eyacular para un tío es que se la chupen. Las chicas que estáis leyendo esto, si queréis en alguna ocasión hacer que vuestra pareja se corra rápido porque tenéis prisa por acabar, hacedle una buena mamada mientras le pajeáis con una mano. Si al mismo tiempo succionáis y esperáis la corrida en la boca dispuestas a tragárosla, no durará ni cinco minutos. Así que le dije:

 

  • Sandra, te ordeno que me la chupes lo mejor que sepas para hacer que me corra pronto.

 

Se sacó la verga de su chocho y comenzó una mamada espectacular, lamiéndome el glande y rodeándolo con sus labios, ejerciendo una leve presión con ellos sobre mi verga mientras se la iba introduciendo lentamente en la boca para a continuación irla sacando sin dejar de apretar. Inició un mete y saca moviendo la cabeza adelante y atrás, succionándome con fuerza la polla. Por la rapidez con que me comía la verga y de la manera que chupaba, que parecía que quería sacarme hasta la última gota, debía estar muy caliente, así que me puse a frotarle vigorosamente el clítoris.

 

  • ¡Oh, amo, no puedo comérsela y gozar al mismo tiempo! ¡Pare de pajearme para que pueda cumplir sus órdenes!

 

Me dio lástima verla tan a mi merced y decidí hacer que se corriera vaciándome yo en ella. La pobre se retorcía de placer pero no podía estar satisfecha nunca mientras yo no lo estuviera también, pues mi deseo y mi placer se multiplicaban por diez en ella. Suponía que el poder de las tres gotas de la poción que había tomado estaría acabándose después de tanto orgasmo así que pensé en regalarle la mejor corrida que pudiera tener.

 

  • ¡De eso nada! -respondí-. Ahora vas a disfrutar como no lo habías hecho nunca; te voy a follar hasta correrme como un toro.

 

De un solo golpe le metí todo el cipote que alcanzaría los 25 cm., por efecto de la poción. Su coño, empapado en jugos, lo recibió presionando a su alrededor, con contracciones que anunciaban su próximo orgasmo. Yo comencé a bombear sin parar, sin piedad, pensando solo en mi propio placer pues tenía ganas de correrme. Me había colocado encima de ella, en la postura del misionero, para poder disfrutar de su cuerpo al máximo. Así que mientras me la follaba sin parar, le sobaba las tetas y la morreaba comiéndole la boca e introduciéndole la lengua hasta la campanilla. El placer que debía estar experimentando Sandra había de ser enorme porque parecía como si intentase zafarse de mí, pero yo no la dejé y seguí bombeando. Tenía una sensación de poder al tenerla sometida de esa forma que me hacía disfrutar más aún. Las contracciones de su vagina aumentaron y supe que se estaba corriendo salvajemente, pues su cuerpo temblaba debajo de mí. Dejé de besarla para dejar su boca libre y escuchar sus gritos.

 

  • ¡Ooooooooooohhhhhhhhhhhhh, que polvazo, que buenooooooooooo! ¡No te perdonaré nunca la forma en que has abusado de mí, cabrón, pero sigueeeeeeeeeeeeee!

  • ¡Ooooohhhhh, toma, goza de mi pollón, amor! ¡Ahora no te hagas la estrecha que estás bien cachondona!

 

Seguí follándola sin descanso y noté que estaba a punto de venirme de nuevo. Las fuertes contracciones de su vagina que tenía en esa corrida interminable y verla tan cachonda y cómo disfrutaba de mi polla, hizo que no pudiera retener el semen por más tiempo y empecé a correrme de la manera más exagerada en que jamás lo había hecho.

 

  • ¡Amor, cielo, puta! ¡Me corrooooooooooo! ¡Por tu culpa, zorra!

  • ¡Dámelo todo, cariño! ¡lo necesito! -respondía ella-.

 

Comencé a soltar lechazos sin parar. Uno, dos, tres, cuatro y hasta doce veces me corrí, eyaculando y sintiendo un placer que nunca antes había sentido. Fue el mayor y mejor polvo de mi vida y cuando acabé de correrme caí derrumbado sobre ella. La besé con ternura en los labios y le sobé las tetas con delizadeza, como descubriéndolas de nuevo, con más tranquilidad, y viendo la perfección de sus formas.

 

  • ¡Ah, no! ¡Otra vez, no! Tengo la vulva hinchada de tanto follar, Héctor; ya me ha pasado la calentura y supongo que el influjo de la poción. Vuelvo a ser dueña de mí misma, al menos eso creo, así que ya está bien de sexo.

  • Pero tengo una duda, Sandra -respondí-. ¿Qué pasaría si la próxima vez tomase una cuatro gotas en vez de tres?

  • No lo sé -repuso-. Puede resultar muy peligroso, Héctor. Por favor no lo intentes; al menos no conmigo. Prométemelo.

  • Te prometo que no lo intentaré contigo a menos que tú me lo pidas, Sandra. Me gustaría que volviéramos a hacer el amor otro día, pero esta vez sin poción. ¿Querrás?

  • Sí, Héctor. Estaré encantada de que volvamos a follar, pero esta vez de manera más tierna. En cuanto a la poción, bueno, úsala con inteligencia. Recuerda que eres tú quien debe dominarla a ella y no ella a ti.

 

Asentí, me vestí y me despedí de Sandra con un tierno beso en los labios, sin saber si durante esa mañana, en la que nos habíamos proporcionado tanto placer el uno al otro, había nacido en nosotros algún sentimiento. En cualquier caso -pensé-, ahora es el momento de aprovecharme del poder de la poción. Tiempo habría para ver si sentíamos algo el uno por el otro, así que salí de la tienda sin mirar atrás, pero sabiendo que volvería a ver a tan caliente y sexy bruja.

 

 

 

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