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3ª parte. que caro puede salir un error.

en Sadomaso

Ambas rápidamente y sacando fuerzas, comenzaron a pedir disculpas. No fue nada elegante, pero la situación tampoco. Aquí las formalidades se habían acabado.

-         Parece que he hecho bien mi trabajo y estas dos furcias han aprendido algo de educación. Las dejaremos un rato ahí para que piensen.

Salieron todos de la celda y ellas dos se quedaron colgadas de las argollas. Tenían todo el cuerpo dolorido. Y todos sus agujeros.

No saben el tiempo que pasó, pero fue mucho. En un momento dado aparecieron varias celadoras con dos cuencos del algo que parecía comida. Las desataron y se derrumbaron en el suelo. Dejaron los cuencos en el suelo y las obligaron a comer.

-         Ahora tienen que comerse todo lo que hay en el cuenco. Pero como no llegan a personas, lo tendrán que hacer como vulgares animales, a cuatro patas y sin utilizar las manos. Y mejor que no dejen nada.

Ésta celadora no era la jefa de antes, pero parecía que tenía también muy malas pulgas.

No se lo pensaron mucho y comenzaron a comer. Ángela no pudo evitar que se derramara parte de la comida en el suelo.

-         Estúpida perra. ¿no eres capaz de comer sin tirar la comida?

Y seguidamente comenzó a golpear a Ángela con una fusta que tenía. No dejo de azotarla por todo el cuerpo hasta que se comió todo lo que había tirado. En algunas zonas del cuerpo llego a levantar ligeramente la piel. Ángela no acertaba ya ni a llorar abiertamente. Y Paloma se regocijaba de la tortura de su compañera, aunque estuvo muy pendiente de no tirar nada.

Si les quedaba alguna duda, con esta última acción se disiparon. Iban a ser cruelmente torturadas de aquí en adelante.

Después de comer las volvieron a colgar, esta vez en sendas cruces de San Andrés que había en una de las paredes. Se veían restos de gotas de sangre en algunos lugares. Sin duda allí habían estado ya otras personas y habían sido duramente castigadas. Esto no hizo sino asustar más a nuestra vapuleadas protagonistas.

Para rematar la posición les fueron introducidos en sus anos un trozo de palo grueso aunque pulido. El dolor fue tremendo y los quejidos no cesaron hasta que al cabo de varias horas el sueño y cansancio las pudo y quedaron dormidas.

Al día siguiente las despertaron con las mangueras de agua helada Si les dolió cuando les metieron el trozo de palo por el culo, peor fue al sacarlo. Un dolor sordo se instaló de nuevo. Fueron descolgadas y las dieron unos ridículos uniformes de presas. Apenas se mantenían en pie. Les dolían las muñecas y los tobillos. Aunque fueron bien atadas porque solo había marcas, nada de sangre ni lesiones permanentes.

Con ellos se podía ver la cantidad de marcas repartidas por todo su cuerpo. Seguramente esa sería una de las razones. Y humillarlas más si cabe.

Antes de subir a la sala del juez volvieron a ser azotadas.

-         Vamos zorritas, que tenéis que estas bien despiertas.- las decían mientras las fustigaban. Y vaya que si despertaron.

Nuevamente ante el Juez se encontraban. Ahora sabían que no tenían que dudar ni un segundo. Y visto como las trataron sabían que no tenían muchas opciones.

-         Veo que ya están de vuelta las dos acusadas. ¿Qué tal les ha venido todas estas horas para recapacitar? Supongo que bien. Volveré a hacer la pregunta: ¿Les ha informado su abogado de todo lo necesario? –

Inmediatamente y sin dilación ambas contestaron lo mismo. Que sí, que sabían todo lo necesario por su abogado.

-         Bien, pues según las normas de nuestro país tienen existen dos opciones. Una la pena capital. Y otra el ingreso en la isla correccional. Antes de que contesten tienen que saber que el tratamiento que les han brindado en los calabozos de este juzgado es un juego de niños comparado con el que les van a dar allí. Piénsenlo. Además estarán toda su vida. No habrá posibilidad de salir de allí ya que la pena es de cadena perpetua sin posibilidad de libertad.

¿Por cierto, tienen familiares que puedan visitarlas?

Ambas negaron. Paloma dijo que no tenía padres ni familia ninguna. Ángela dijo que si tenía parientes lejanos pero ni padre ni madre.

-         Bien, se lo digo porque jamás podrán tener visitas tampoco. No tendrán la condición de personas. Allí serán tratadas como animales, que es lo que son. El delito cometido no las deja en otra condición. Y dicho esto espero su respuesta.

Bueno, al final os cuento que ambas decidieron ir a la isla. El juez dictó rápidamente sentencia e impartió varias órdenes a la celadora jefe. Allí mismo en la sala a ambas se las puso un collar de perro en el cuello y una correa. Las esposaron a la espalda y tiraron de ellas hacia los calabozos nuevamente. Esta vez entraron en otra sala.

-         Ya no sois personas. Ahora sois propiedad del Estado y sois un mero objeto, y como tal se os tratará. Ahora seréis marcadas con lo que a partir de ahora serán vuestros nombres.

En las nalgas derechas de ambas fueron tatuadas sus nuevos nombres. Ángela fue bautizada con la leyenda “res234” y Paloma con “res235”. Lo hicieron con un gancho de hierro al rojo vivo. Quedó perfecto. Se notaba que lo habían hecho más de una vez. Paloma estuvo a punto de desmayarse, más que por el dolor, por el olor a quemado.

Nosotros, a todos los efectos, las seguiremos llamando por sus antiguos nombres para identificarlas mejor.

Seguidamente cogieron a Paloma a y la tumbaron en una especie de tabla. El marcado del nuevo nombre lo hicieron sujetándola entre varias celadoras, pero ahora la amarraban bien con varias cinchas que la inmovilizaban completamente. Se temía lo peor. ¿Qué vendría ahora?

La tabla dejaba a mano tanto sus pechos, como su coño y ano. Pero eso no se dio cuenta hasta más tarde. Subieron la tabla mediante unas poleas y quedo a cierta altura. Estuvieron varios minutos haciendo cosas, aunque no acertaba a saber qué. Se le puso la carne de gallina cuando vio la cara de Ángela llena de terror. ¿Qué vendría ahora?

Bueno, os diré que al final Paloma esta vez sí se desmayó. No tuvo la suerte de desmayarse al principio cuando vio la aguja que llevaba en la mano la celadora jefe.

Cuando despertó estaba amordazada y colgada nuevamente por un gancho del techo por sus manos, y con un dolor terrible en los pezones y en los labios vaginales. Bajo la mirada como pudo y comprobó cómo había sido anillada. Dos gruesos aros perforaban sus pezones. Y en los labios vaginales también. Para su sorpresa no sangraba nada. Parecía que llevaban ahí toda la vida.

Vaya, como ganado las estaban tratando. Un grito estremecedor la saco de sus pensamientos. Ahora lo estaban haciendo con Ángeles. Ya os podéis imaginar la escena.

Otra celadora se dirigió a mí y me dijo que no me moviera, que me iba a tatuar un círculo en mi otra nalga. Fue doloroso sobre todo porque tenía el culo muy magullado por la zurra del día anterior. Al parecer quedó un círculo perfecto con un color rojo intenso. Y me explicó para que era.

Un procedimiento habitual y diario en la isla eran las palizas. No se trataba de provocar lesiones permanentes. La idea según la celadora, era expiar la culpa por medio del dolor. Y el circulo servía para que el “pastor” que la “cuidadase” tuviera un indicador de cuando parar. ¿Qué quería decir? Quería decir que sería azotada en el culo hasta que éste estuviera del mismo color que el tatuaje. Eso sería lo habitual.

¿Pero cómo podría aguantar eso? No podía ser… ¿o sí?

Aunque la celadora le dijo que ese era el procedimiento estándar. Su cuidador, su encargado, su carcelero, su “pastor”, podía azotarla cuando, cuanto y como quisiera sin ninguna explicación o motivo.

El único consuelo que tenía es que su compañera pasaría por la misma tortura. ¿Vaya consuelo, no?

Ese día ya no fueron azotadas, debían de dejar que las nuevas heridas y perforaciones sanaran.

Más tarde fueron trasladadas al puerto, empaquetadas en una caja de madera y subidas a un barco. Ya no había marcha atrás.