miprimita.com

Dominado por Verónica

en Dominación

Me llamo Diego. Tengo veintidós años, y me considero un chico bastante normal, aunque soy muy tímido. Mido 1’80, soy de complexión atlética, tengo el pelo largo y los ojos verdes. Las chicas me consideran bastante atractivo, pero como ya digo, soy muy tímido.

Siempre me ha intimidado hablar con mujeres. Quizá por eso llegué virgen a los veinte años. Entonces estaba estudiando Derecho, y aparte de estudiar y entrenar, no hacía mucho más. No porque me entusiasmase estudiar, sino porque no me gustaba salir, ni beber, ni ninguna de las cosas que hacen todos los universitarios.

El caso es que un día perdí una apuesta con mis compañeros de piso, y me dijeron que organizarían una fiesta en el piso y que, como había perdido, no podría escaquearme ni encerrarme en mi cuarto. Tendría que estar con ellos toda la noche en el salón y hablar con la gente, en especial con las chicas.

Llegó el día y la fiesta era un horror. El piso estaba abarrotado de gente a la que no conocía –unas veinticinco personas en un piso pequeño-, la música me taladraba la cabeza y casi no se podía respirar por el humo que había. En cualquier caso, yo cumplí con mi parte.

Yo estaba sentado un pequeño sillón, mareando una lata de cerveza que tenía entre las manos y de la que apenas bebí, cuando de pronto una tía que estaba buenísima se me sentó encima.

-Uy, perdón – dijo, mientras reía.

Tenía una sonrisa preciosa, la piel trigueña, el pelo castaño oscuro y los ojos de color miel. Tenía buen pecho, las piernas largas, y el culo, que notaba contra mi polla, muy duro.

-Vaya, te hubiera dejado el sitio si querías jaja

-Tranquilo, estoy bien así. Me llamo Verónica.

-Yo soy Diego, encantado.

Entonces me quitó la cerveza de la mano y le dio un sorbo.

-¡Puaj! ¡Pero si está caliente!

-Es que no me gusta mucho…

-Pues eso es acostumbrarte.

Entonces le hizo una seña a Jaime, uno de mis compañeros de piso, para que le pasara dos cervezas frías. Se las pasó y Jaime me guiñó un ojo mientras le daba un codazo a Dani, mi otro compañero de piso.

Verónica abrió su cerveza y le dio un buen trago. Luego me miró a mí y me dijo “Bebe”. Pude notar en su voz que era una orden. Y yo, viéndome presionado, abrí mi cerveza y le di un trago. Seguía sin gustarme, pero fría entraba mejor, claro.

-Pero qué trago es ese. Bebe más.

Yo obedecí, ella sonrió satisfecha y entonces empezamos a hablar un poco de todo, de la carrera, de nuestros gustos… y de sexo.

En este último punto a ella se la notaba muy suelta, pero yo, que era virgen, no tenía nada que decir. Me limitaba a asentir mientras rezaba porque cambiara de tema.

En un momento dado, cuando ya llevábamos varias cervezas los dos, y ya sólo quedaban ocho o nueve personas, ella se pegó a mi oreja y me susurró con una voz hipersexual: “Diego, eres virgen, ¿Verdad?”. Yo me quedé cortado y no dije nada. Y entonces ella notando mi turbación dijo “Me encantaaaa” y se echó a reír. Luego me dio un mordisco en la oreja. Nadie pareció darse cuenta.

Entonces ella se levantó, cosa que yo agradecí porque apenas sentía las piernas y me dijo “Diego, creo que tengo la chaqueta en tu cuarto, acompáñame”.

Yo miré al salón, hacia el sillón donde estaban todas las chaquetas, y me quedé extrañado.

-Pero si está ah…

Y entonces ella me miró como se mira a un niño pequeño cuando hace algo mal y yo entendí que, evidentemente, ella ya sabía que en mi cuarto no había ninguna chaqueta.

La acompañé a mi cuarto, pasé delante, y ella cerró la puerta tras de sí. Le echó un vistazo a la habitación y se empezó a reír.

-¡Pero si sólo tienes libros, discos de música y unos guantes de boxeo!

-Sí, bueno… Es lo que me gusta.

-¿Te gusta pegarte?

-Sí. Empecé de pequeño, me gustó y desde entonces…

-¿Y que te peguen?

-No, eso no. Además, tendrían que poder.

-¿Y si es una chica?

-No creo que pudiera pegarme.

Entonces me dio un bofetón.

-¿Pero qué…?

Y entonces me dio otro bofetón y un empujón que me tiró en la cama. Antes de que me diera tiempo a reaccionar me saltó encima, me dio un beso en los labios, y me quitó la camiseta. Yo estaba en shock, y ella empezó a darme besos y a morderme el cuello, los labios, los abdominales y los pezones.

Entonces yo, con la torpeza del inexperto, le toqué una teta. Ella se irguió y mirándome muy seria me dio un tortazo y me dijo “Que sea la última vez que me tocas sin mi permiso”. Y después siguió besándome y mordiéndome.

Yo no sabía muy bien qué es lo que pintaba yo en todo aquello. Se supone que teníamos que jugar los dos, pero por lo visto, ella no lo veía así.

Me quitó el pantalón y los calzoncillos, y yo me quité los zapatos. Me cogió la polla y después de darle un par de sacudidas, se la metió entera en la boca. Estaba morcillón, pero no empalmado y pude notar cómo mi polla crecía en su boca.

Cuando estuve completamente empalmado, ella me mordió el capullo con bastante fuerza.

-¡Para joder! ¡Vas a arrancarme la polla!

Y entonces me miró y le dio otro mordisco.

Justo después de eso se quitó la ropa, dejándose el sujetador, y se metió mi polla hasta el fondo. Empezó a moverse rítmica, acompasadamente, y a mí me pareció estar viendo el cielo. Dolor y placer. No era tan mala combinación. Eventualmente yo cerraba los ojos y ella me daba un bofetón para devolverme a la realidad.

Después de diez minutos, cuando estaba a punto de correrme, ella se sacó mi polla y me dijo:

-Por la insolencia de antes hoy te vas a quedar sin correrte…

Y con un movimiento felino, me colocó el coño en la cara.

-…Pero yo sí que me voy a correr.

Para ese momento yo estaba tan excitado y tan sometido que ni me importó, así que le comí el coño hasta que se corrió. Luego se limpió con mis calzoncillos, se vistió, y antes de salir me dijo:

-Mañana a las ocho te quiero ver en mi casa. Y ni se te ocurra tocarte hasta entonces, porque lo sabré. Pero para que veas que soy buena y que no me eches tanto de menos, dejaré que te quedes con mi corrida en tus gallumbos.

-Pero un segundo, ¡no sé dónde vives!

Y entonces sonrió, cerró la puerta y se fue.

(Continuará)