miprimita.com

Rey. Encuentro oscuro (Star Wars)

en Parodias

Ya han pasado diez minutos desde que me he separado de BB-8, y en esos diez minutos no he dejado de correr. Ahora estoy arrinconada en una hondonada en el bosque. Miro a mi izquierda y a mi derecha, pero me doy cuenta de que estoy perdida: los bosques de Takodana son todos iguales. De pronto, un sable de luz roja se enciende delante de mí, y Kylo Ren aparece detrás de una roca. Doy un respingo, levanto mi bláster y abro fuego contra él, pero él logra detener todos mis disparos con su espada.

Miro instintivamente a mi izquierda: ahí hay una salida. Sin pensármelo dos veces, trepo por la pendiente de la hondonada y vuelvo a subir al nivel del bosque. No dejo de disparar, hasta que Kylo Ren abre la palma de su mano y echa mi brazo derecho hacia atrás con el poder de la Fuerza. Yo intento volver a levantar la pistola, pero enseguida me doy cuenta de que no puedo moverme. Él avanza hacia mí.

—La chica de la que tanto he oído hablar —dice con su horrible voz metálica. Unos cuantos pasos más y se coloca a mis espaldas. Yo ni siquiera puedo volver la cabeza—. El droide —continúa—, ¿dónde está?

Y con estas palabras, el haz de luz rojo de su espada se posa sobre mi hombro. Yo lo miro aterrorizada, pero trato de mantener la calma.

Después de unos segundos, él apaga su sable y se lo cuelga del cinturón. Después, estira un brazo hacia mí.

—El mapa. ¿Lo has visto?

—No voy a decirte nada. Debo lealtad a la Resistencia… —murmuro.

—No por mucho tiempo —me responde él, y baja su mano hacia mi torso. De pronto, la tela de mis ropajes se abre y mis pechos quedan al descubierto. Él los mira detenidamente desde debajo de su negra máscara.

—¿Qué…? ¿Qué estás haciendo? —balbuceo, abriendo mucho los ojos y mirándole con temor.

—Si no quieres ayudarme, no me dejas otra opción…

Trago saliva. Quiero huir, pero sigo sin poder mover un dedo. Él estira un brazo y comienza a masajearme el pecho izquierdo con su mano enguantada.

—No, déjame…

Cierro los párpados, como si esto fuese a arreglar la situación. Su voz suena junto a mi oído derecho:

—Tranquila, aún no voy a matarte.

Vuelvo a abrir los ojos y miro su rostro de metal.

—¿Qué vas a hacer?

—Pronto lo verás.

Tira con los dedos de mi pezón izquierdo. Yo miro de reojo sobre mi hombro, pero no veo a nadie más en el bosque.

—Nadie vendrá a salvarte —me advierte él con voz ronca, y luego emplea la Fuerza para empujarme hacia el suelo. Yo lanzo un gemido cuando caigo de rodillas, arañándomelas. Trato de levantarme, pero estoy pegada al suelo. Alzo la vista hacia Ren.

—La Resistencia llegará en cualquier momento.

—En ese caso, no hay tiempo que perder. —Dicho esto, abre la brague-ta de su pantalón negro y saca su enorme polla, gruesa y venosa—. Es la hora de la comida.

Yo trato de apartar mi cara, pero él tira de mí con la Fuerza, haciendo que mis labios se acerquen poco a poco a su gran pene.

—¡Traga! —grita él.

De un solo golpe, su polla entra en mi boca y llega hasta mi garganta. Abro los ojos como platos, sorprendida.

—Sí… —masculla Ren.

Y entonces, con su pene en mi boca, siento cómo el Lado Oscuro empieza a apoderarse de mí: de repente, empiezo a excitarme sin saber por qué. En Jakku crecí sola, sin probar una sola polla durante toda mi adolescencia, y ahora, con 19 años, esta situación está comenzando a gustarme…

Llevada por el deseo, agarro su pene con una mano y empiezo a chu-párselo, metiéndomelo tan adentro que aplasta mi campanilla. Con la otra mano, masajeo sus huevos.

—Sí, Rey —jadea él—. Siente cómo el Lado Oscuro llega hasta lo más hondo de ti.

Le miro a los ojos (más bien, al visor de su máscara) y le hablo, aunque me parece que no es mi voz la que oigo.

—Soy tuya. Me entrego a ti, mi maestro.

Ren me agarra del pelo y me fuerza contra su polla.

—Traga más, guarra.

Sigue empujando hasta que mi nariz toca su túnica a la altura del vientre. Yo saco la lengua de mi boca para tratar de lamer sus hinchadas bolas.

Cuando vuelve a sacarla, me acaricia la mejilla con sus guantes. Siento que tengo saliva por toda la cara. Lanzo un escupitajo sobre su polla y la esparzo con mi mano izquierda.

—Así me gusta, mi pequeña aprendiz… —dice él.

Lo miro con ojos vidriosos desde aquí abajo, mientras él empieza a darme pollazos húmedos por toda la cara: barbilla, mejillas, frente, nariz… Me salpican ligeras gotas de pre-semen.

Entonces me hace levantar, me empuja de espaldas contra un árbol cercano y me abre de piernas. Yo le miro con deseo y me muerdo el labio.

Él acerca su polla a mi coño mojado y la introduce suavemente. Doblo el cuello y lanzo un gemido de placer. Comienzo a respirar entrecortadamente y a masajearme las tetas con lujuria. De una sola embestida, Ren introduce su pene hasta lo más hondo de mí, haciendo que lance un grito que resuena por todo el bosque.

—Shhh. Calla, puta. Nos oirán —ladra él.

Yo asiento con la cabeza e intento contener mis gritos apretando los dientes.

—Así me gusta, Rey.

Ren empieza a mover sus caderas adelante y atrás. Yo estoy a punto de chillar otra vez, pero él me tapa la boca con su mano enguantada. Con la siguiente embestida, todo mi cuerpo se estremece de placer; cierro los ojos y gimo.

—Ahora eres mía —jadea Ren, sacándola y metiéndola en mi vagina rápidamente.

—Sí, maestro. Tu mascota, solo tuya —le respondo, cada vez más excitada por el ruido que hacen sus huevos al chocar con mi coño palpitante. De pronto, saca su polla de mi interior, me empuja hacia el suelo y golpea con ella mis tetas, salpicándome también el rostro. Saco la lengua y me relamo el pre-semen de mis labios.

—Ahora me enseñarás tu Lado Oscuro —me ordena.

—Sí, maestro.

Sin decir nada más, me pone a cuatro patas en el suelo del bosque, y yo agacho la cabeza con sumisión. Cuando me la mete lentamente por el culo, vuelvo a levantarla y lanzo un grito que me quema los pulmones. Nunca nadie me había follado por ahí, así que está muy apretado. Sin embargo, Kylo Ren va abriéndose camino poco a poco con su dura polla. Por fin llega hasta el fondo, y entonces comienza a sacarla y meterla con decisión.

Yo cierro los puños y me agarro a la tierra y a los hierbajos del suelo. Él me aferra fuertemente de las caderas.

—Aaahh… —gimo.

—Te gusta, ¿verdad, guarra? —me pregunta él, dándome un azote en la nalga derecha—. Toma, pedazo de zorra.

Una vez más, mi voz se me antoja la de otra persona:

—Soy tu perra massiff, maestro, tu puta. Reviéntame el culo.

Excitado por mis palabras, él acelera aún más, agarrándome fuerte de las coletas de mi cabeza.

—Demuéstrame quién manda, maestro.

Él me azota en las nalgas repetidamente. Me pican. Estoy segura de que ya deben de estar tan rojas como dos tomates de Naboo.

—Soy toda tuya…

De repente siento que su cuerpo se convulsiona y su respiración se acelera más que nunca bajo su máscara. Rápidamente, la saca de mi culo, vuelve a ponerme de rodillas y acerca su pene a mi boca.

—Chúpalo hasta que me corra.

Yo le chupo la punta mientras le masturbo con la mano derecha.

—Quiero todo tu semen, maestro.

Le agarro los huevos con una mano y los estrujo. Él me aparta un mechón de cabello castaño de la cara para que pueda chupar mejor. La meto en mi boca y muevo la cabeza adelante y atrás.

—¡Me corrooo…! —grita él.

Rápidamente, dejo de chupársela y abro la boca para recibir su leche, sacando la lengua tanto como puedo. Su semen caliente (mucho más delicioso que la leche azul de Tatooine) cae sobre mi lengua y se desliza hacia el interior de mi paladar. Algunas gotas, no obstante, caen sobre mi cara.

Ren ha echado la cabeza hacia atrás y está sumido en el éxtasis. Espero hasta que vuelve a mirarme y entonces me trago todo su semen con obediencia servil. A continuación, me limpio las gotas de mi cara con un dedo y me lo chupo, sin dejar de mirarle fijamente.

—¡Señor, combatientes de la Resistencia! ¡Necesitamos más tropas!

Como empujado por un resorte, Kylo Ren vuelve a meterse la polla en los pantalones y se gira hacia los dos soldados de asalto que acaban de aparecer junto a nosotros. Ni siquiera se ha molestado en cerrarse la bragueta.

—Retirad la división. Olvidad al droide —ordena él.

Se da la vuelta otra vez y se acerca a mí, que sigo de rodillas en el suelo con mis ropajes abiertos. Los soldados fingen no darse cuenta de lo que ha sucedido.

—Ya tengo lo que quiero —anuncia Ren.

Todavía estoy tragando los restos de semen que he recogido de mi cara cuando él me deja inconsciente con un golpe de la Fuerza y me coge en brazos. Antes de que mis párpados se cierren, me parece ver un fotorreceptor escondido entre unos arbustos cercanos. Un fotocerreceptor que conozco bien. El ojo de BB-8, que ha estado ahí escondido todo este tiempo, mirando, grabando… disfrutando.