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Rey. Estos son tus primeros pasos (Star Wars)

en Parodias

Rey no dejó que el cansancio la detuviera: siguió subiendo un peldaño tras otro, en dirección a la cima del promontorio. El ambiente de Ach-To era húmedo y estaba repleto de los graznidos de las gaviotas y otras aves marinas que sobrevolaban la isla.

Cuando por fin llegó a la cima (más allá de las estructuras primitivas de piedra, abandonadas mucho tiempo atrás), se detuvo en seco al ver una figura, vestida con capa y túnica, que se encontraba de espaldas a ella cerca del borde del barranco. Aparentemente, contemplaba el océano. Al momento, Rey supo que se trataba de Luke Skywalker.

Luke dio un respingo, se dio la vuelta y se quitó la capucha. La miró, pero no dijo nada. Al cabo de unos segundos, Rey rebuscó en su bolsa, sacó la antigua espada de luz (que un día había pertenecido a Luke, y anteriormente a su padre Anakin), y alargó el brazo para ofrecérsela.

Y entonces, él habló, con una voz tan áspera como su mirada:

—Intuyo que has pasado por muchas pruebas para llegar hasta aquí.

Rey asintió ligeramente con la cabeza y dio otro paso adelante, todavía con el brazo extendido.

—Quiero aprender de ti, Maestro.

Luke por fin pareció reconocer la espada, estiró su brazo robótico y la cogió para examinarla.

—La Fuerza es intensa en ti —murmuró—. Tú la has empuñado, ¿verdad?

Rey asintió con la cabeza.

—Sí, Maestro Skywalker. Derroté a… —se interrumpió, considerando si debía o no decir su nombre delante de Luke—, a mi rival con ella.

Luke acarició la empuñadura de la espada y después sonrió.

—Eso requiere una gran destreza. Me pregunto qué otras habilidades tienes.

Luke se colgó su antigua espada del cinturón y, sin decir nada más, se acercó a Rey y comenzó a rasgarle la camiseta blanca que llevaba bajo el chaleco gris. La joven de 19 años apretó los labios y miró fijamente al Jedi de 52, expectante ante tan particular ritual de iniciación.

—No estés nerviosa —susurró Luke—. Estoy seguro de que lo harás bien.

—Sí, Maestro… —balbució ella.

Luke la agarró de la cintura, apartándole un mechón de cabello castaño de la cara con su mano robótica, y fundió sus labios con los de ella en un beso húmedo. Rey mantuvo su boca abierta cuando la lengua del Jedi entró en ella. Sentía el cosquilleo de su barba descuidada sobre su rostro.

La mano robótica de Luke bajó hasta su culo, masajeándole las nalgas a la par que le acariciaba las tetas con la mano izquierda. Rey lanzó un gemido cuando su áspera mano izquierda tocó sus pezones, mientras su fría mano cyborg comenzaba a bajarle los ajustados pantalones.

Entonces, el Jedi se agachó para bajárselos aún más y acercarse, poco a poco, a su coñito. Con su mano robótica acarició sus labios vaginales, haciendo que ella se estremeciera y apoyara las manos en su cabeza, hundiendo los dedos en su desgreñada cabellera.

Luke pasó dos dedos metálicos por su coño y después se los ofreció a Rey para que los chupara. Mientras el viento oceánico acariciaba su rostro, la joven cerró los párpados y saboreó sus propios fluidos vaginales.

—¿Sabe bien, joven padawan? —preguntó Luke.

Rey asintió con la cabeza y jadeó. Él, por su parte, volvió a bajar la mano y la introdujo en el coño, provocando que comenzara a chorrear piernas abajo. Rey lanzó un gritito y entornó los ojos con lascivia.

—¿Te gusta mi coñito depilado, Maestro? —preguntó, mirando al Jedi.

—Es el mejor coñito que he visto en mucho tiempo —aseguró Luke, metiendo y sacando los dedos de él, hurgando bien hasta encontrar el punto que estaba buscando.

—Ahhh, es todo tuyo, Maestro… Todo tuyo.

Estas palabras hicieron que Luke sintiera una perturbación en su entrepierna. Agarró a Rey de uno de los moños, le dio la vuelta y la colocó apoyada en unas rocas, de cara al océano. Después se agachó detrás de ella, le abrió el culo y comenzó a dar lametazos. De arriba abajo y de abajo arriba.

Mientras sentía la lengua en su ano, los ojos marrones de Rey vagaron por la inmensidad del océano y se detuvieron en el peñasco donde ella misma había aterrizado el Halcón Milenario. En la rampa de aterrizaje, allá abajo, alcanzó a ver a Chewbacca y R2-D2. El wookiee gruñó, rebuscó entre todo su pelo y agarró su enorme polla marrón y venosa, dispuesto a masturbarse mientras contemplaba el espectáculo. Un excitado R2, por su parte, sacó su brazo de interfaz informática y la metió rápidamente en un puerto de carga del Halcón, dando pequeños saltitos de gozo mientras silbaba y pitaba.

Rey sonrió a sus dos amigos y les guiñó un ojo, antes de volver la cabeza para mirar a Luke. Después, estiró los brazos hacia atrás y se separó las nalgas con las manos, dejando que el Maestro Jedi se sacara la polla del pantalón y la penetrara de golpe y sin avisar. Rey lanzó un chillido de dolor que resonó por toda la costa, espantando a un grupo de gaviotas cercanas y excitando aún más a los dos mirones.

Luke, al ver a sus viejos compañeros allá abajo, en los peñascos, levantó una mano y gritó:

—¡Eh, amigos! ¡Luke Skywalker ha vuelto a la carga!

Chewbacca y R2 aullaron y silbaron de alegría, sin dejar de masturbarse en ningún momento.

En la cima del promontorio, Luke se inclinó hacia delante para masajear las tetas de Rey y morderle el cuello mientras le percutía el ano salvajemente. Poco a poco, el chillido de la joven fue convirtiéndose en un gruñido gutural, y, con los ojos llorosos por el placentero dolor, fue a apoyar la cabeza en la áspera roca.

—Eso es: fóllame el culo, Maestro Skywalker —gimió.

Luke jadeó de placer. El culo de la muchacha latía con cada embestida, y con cada embestida se abría más y más, hasta que su polla pudo deslizarse adelante y atrás con pasmosa facilidad.

—Joderrrr —gimió Rey entre dientes—. Reviéntame como reventaste la Estrella de la Muerte.

Al recordar sus hazañas en la Estrella de la Muerte, hacía ya casi 35 años, Luke se vino arriba y comenzó a empotrar a Rey aún más fuerte contra la roca, haciendo que sus tiernas tetas se balancearan adelante y atrás sobre los hierbajos.

—¡Ah, ah, ah! —gritaba ella a todo pulmón.

Entonces, Luke se detuvo y dijo:

—Los de luz no son los únicos sables que debe saber manejar una Jedi. De rodillas ya, padawan.

Rey se dio la vuelta, y Luke le puso su palpitante polla sobre la punta de la nariz. Ella la agarró con una mano de la base y la miró fascinada, poniendo los ojos bizcos para mirar la punta que estaba sobre su nariz. A continuación, comenzó a sacudirla y a darse golpecitos con ella en las mejillas, antes de acercar los labios y recorrer toda su longitud: desde la punta hasta los huevos, sintiendo cada vena hinchada por la que pasaba.

Regresó a la punta, se humedeció los labios con saliva y la chupó suavemente. Solo la punta, mientras subía y bajaba su mano por el tronco. Con un gesto, Luke retiró la manita y la agarró del pelo. Rey asintió obedientemente y puso las manos en la espalda, como si las tuviera esposadas. Abrió la boca, sacó mucho la lengua y se metió la polla hasta el fondo del paladar. Luke soltó su cabeza y decidió emplear la Fuerza para empujarla, hasta que su nariz tocara el cinturón de su túnica Jedi.

Dos lágrimas rodaron por las mejillas de Rey, a medida que su cara iba poniéndose más y más morada. Luke echó la cabeza para atrás, complacido… y la liberó del empuje de la Fuerza justo cuando ella estaba a punto de atragantarse. En cuanto la soltó, Rey cayó hacia delante tosiendo y escupiendo saliva sobre la hierba.

Al ver esto desde la playa, Chewbacca no pudo aguantar más y se corrió a raudales sobre los peñascos, cayendo luego exhausto en la rampa de descenso del Halcón. R2-D2 giró la cúpula de su cabeza para mirarle y aceleró el ritmo con el que estaba penetrando el puerto de la interfaz de la nave.

Arriba, en la cima del barranco, Rey terminó de toser, se recuperó y sonrió a Luke. Tenía la barbilla cubierta de babas, pero estaba contenta por ser la nueva alumna de Skywalker.

Volvió rápidamente a su polla y se metió los huevos en la boca, succionándolos y jugando con ellos mientras le masturbaba con una mano.

—Aprendes rápido, pequeña. Aaah… —gimió Luke, y, al notar que estaba a punto de correrse, agarró a Rey de la cabeza y la apartó rápidamente de él. Respiró hondo y empleó la Fuerza para contener su eyaculación—. Pasemos a la siguiente lección —dijo después—. Para evitar el ataque de tus enemigos, debes ser ágil y… flexible.

En ese momento, Rey vio que Luke alargaba una mano, y sintió cómo comenzaba a elevarla en el aire con la Fuerza. Sus brazos saltaron hacia su espalda y quedaron inmovilizados allí, a medida que sus piernas iban abriéndose más y más y subían hasta su cabeza. Cuando sus botas quedaron a la altura de su nuca, Luke se acercó y le lanzó un escupitajo sonoro en el coño. Después, comenzó a comérselo, mientras le metía un dedito por el culo.

—Aaaahh —gritó Rey, sacudiéndose de placer, a medida que su coño le chorreaba por los muslos.

Luke chupó cada vez más rápido y, seguidamente, le metió la polla, aún cubierta de la saliva de la joven. Rey puso los ojos en blanco y se mordió el labio inferior mientras gruñía como un barghest en celo.

El Maestro Jedi comenzó a follarla sin compasión, agarrándola fuerte del gaznate y comiéndole la boca. Los gemidos de Rey se volvieron sordos cuando sus bocas se juntaron, pero, en cuanto Luke apartó los labios, siguió chillando y gimiendo como una loca.

Pasado medio minuto, el Jedi empleó la Fuerza para descolgar su espada de luz (la antigua espada de Anakin, la misma que Rey había llevado hasta Ach-To). Puso la empuñadura en posición horizontal y la metió hasta el fondo por el culo de Rey.

—Joderrrr —bufó ella.

Después, empleando, una vez más, la Fuerza, Luke hizo que la empuñadura comenzara a vibrar dentro de su ano, que no paraba de abrirse más y más.

—Aaahh, ahhh, aaaah —gemía Rey, con todo su cuerpo temblando por el sable de luz vibrante que tenía en el culo. La posibilidad de que el sable se encendiera con tanto movimiento y el haz de luz azul le desgarrara las entrañas no le importaba lo más mínimo.

Lo único que le importaba en ese momento era el placer que sentía: para ella, no existía ya nada más que el sable en su ano y la gran polla de Luke meneándose rítmicamente en su palpitante coño. Y fue entonces cuando, estrepitosa, escandalosamente, Rey terminó por correrse, y lo salpicó todo a su alrededor (incluso la espartana cara de Luke) con sus flujos vaginales.

Entonces, Luke le sacó el sable del ano y la dejó caer sobre la hierba, jadeante, con las piernas temblorosas y su coño chorreando fluidos. Abajo, en la rampa de descenso del Halcón, R2 no pudo aguantar más y comenzó a soltar un líquido graso (el semen de los astrodroides), sumido en un paroxismo de placer compuesto por ceros y unos.

—¡Ahora voy a darte tu ración de midiclorianos! —rugió Luke en lo alto del barranco.

Al instante, Rey se levantó del suelo y se puso de rodillas en la hierba, delante del Jedi. Se apartó el cabello sudado de la cara y miró a su nuevo tutor con ojos brillantes para decir:

—Soy una padawan obediente, Maestro Skywalker.

Luke no pudo ya más. Con solo mover su mano robótica un par de veces sobre su polla, hizo que ingentes cantidades de semen brotaran de ella, llenando la boca abierta de Rey y desbordándose hasta caer sobre sus tetas. La joven sacó la lengua para relamerse el semen de la cara, antes de recoger los restos de sus tetas y chuparse las manos.

—Ñam ñam —dijo sonriente—. Midiclorianos ricos.

—Eso es, padawan —asintió Luke, frotando su polla ensalivada y con restos de semen en la cara de Rey—. No desperdicies nada.

—Antes era chatarrera —repuso ella—. Jamás desperdicio nada.

—Mejor. Tendrás que aprovechar hasta el último midicloriano que hay en mí para derrotar a la Primera Orden —explicó Luke, antes de sacudirse la polla, volver a metérsela en el pantalón y cerrarse el cinturón. Después, dio media vuelta y comenzó a alejarse del borde del barranco—. Descansa un poco. Estos solo han sido... tus primeros pasos.