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Sol Naciente. Capítulo 10

en Gays

Capítulo 10 (Fin de Temporada)

              Habían pasado dos semanas ya desde el fatídico día en que Diego casi muere, día en que quedó en coma y con muy pocas esperanzas de despertar; estaba ahora en la que había sido su habitación desde que salió de la unidad de emergencias, postrado inconsciente, con múltiples moretones y cortadas aún en su bello rostro y conectado a un aparato del que su vida dependía. Jorge había ido a visitarlos todas las tardes después del colegio, a veces junto con Mario o con su madre, quien no se había tomado a mal que su hijo fuera gay, a diferencia de su padre que estaba furioso y no le había dirigido la palabra desde el sábado del accidente; Jorge le llevaba siempre un pequeño ramo de flores y se sentaba junto a él para conversarle entre risas y llantos cómo le había ido en el colegio ese día y cuánto extrañaba verlo y hablar con él. Esta tarde no había sido la diferencia, estaba haciendo eso.

- … tú sabes que Mario está loco jejeje – esnifaba – y eso que no te he contado que…

              La puerta se abrió en ese momento y entró Christine con un bolso en sus manos.

- ¿Ya es hora? – preguntó Jorge al verla. Ella respondió con un suave “sí”.

              Jorge siempre había odiado las despedidas y esta era la peor a la que se debía enfrentar. Suspiró profundo y cerró sus ojos, dejó caer delicadamente su cabeza sobre el abdomen de Diego e hizo una pequeña oración a los cielos: pidió porque llegase con bien a Kwangju junto con su madre, porque se recupere pronto y por volverse a ver un día de nuevo. Luego se levantó de su silla y le dio un suave beso en la frente, deseando con todas las fuerzas de su alma que ese fuera un hasta pronto y no un adiós; quería irse lo antes posible del hospital con tal de no ver cuando se llevasen a Diego, sabía que eso lo pondría más mal de lo que ya estaba.

- Buen viaje Christine – se acercó a ella y la abrazó – por favor avíseme de cualquier avance que Diego tenga, estaré pendiente de ustedes.

- Gracias – respondía – tenlo por seguro que lo haré.

              Se quedaron abrazados un momento hasta que se soltaron y ella habló:

- Antes de irnos quiero entregarte algunas cosas – abrió el bolso sacando lo que parecía ser un libro y se lo puso en sus manos – ten, para que tengas recuerdos físicos de él.

              Jorge lo abrió y se dio cuenta que se trataba de un álbum con algunas fotos recientes de Diego. Empezó a pasar hoja por hoja viendo rápidamente cada foto, en todas aparecía él haciendo algo, cocinando, patinando, pintando la casa, jugando ajedrez… le llamó la atención una donde estaba junto con Pablo mordiendo una medalla de bronce y otra donde estaba con Shakira, no tenía idea que le gustase ella, pero sin duda la que más le llamó la atención fue la que estaba al final, una donde estaba él junto con Diego. Recordaba muy bien ese día, fue Mario quien les tomó esa foto por petición suya estando en el parquecito donde solían irse a diario luego de salir de clases; Mario tuvo que tomar más de quince fotos porque ninguna le gustaba a Diego, hasta que finalmente terminó por gustarle esa que estaba ahora en el álbum, en la cual Jorge, por ser más alto, lo tenía abrazado de espaldas al lado de la fuente.

- Gracias… – dijo – es un lindo detalle de su parte jejeje.

- De nada – sonreía – y hay algo más…

              Christine buscó una vez más dentro de aquel bolso negro. Jorge se preguntaba qué podría ser ahora lo que ella le quería dejar, no se le ocurría lo que podría ser hasta que ella sacó una cajita color marrón de textura suave.

- Al parecer Dieguito te quería dar un regalo por tu graduación – dijo ella – me lo enviaron de la joyería ayer por la mañana.

              Christine abrió la cajita y mostró su contenido, eran dos cadenitas bañados en oro de las que prendía un pequeño sol de rayos ondulados. Jorge se había quedado boquiabierto de la impresión, su cabeza daba vueltas y tenía ganas de llorar y de reírse al mismo tiempo. Ella sacó una de las cadenas y puso la cajita con la otra sobre la camilla, le hizo de señas al chico que se diese la vuelta, él le obedeció sin poder aún salir de la sorpresa.

- En nombre de mi hijo Diego que tanto te quiere – dijo ella cruzando la cadenita por su cuello – te entrego este regalo para felicitarte por tu graduación, esperando que ese día sea muy especial para ti y deseándote lo mejor para el futuro, así también te lo entrego como símbolo del amor que siente él por ti.

              Los ojos de Jorge estaban llenos de agua y sonreía emocionado, se imaginaba cómo habría sido el momento en que Diego le diese ese regalo y le dolía que esto no hubiese sido así. Miles de sentimientos se encontraban y colisionaban entre sí dentro de él, se seguía preguntando cómo había podido ocurrir lo que había pasado y se atemorizaba a la vez de cómo cambiaría su vida ahora…

- ¿“Sol naciente”? – se preguntó Jorge al ver esa inscripción en la parte trasera del pequeño sol de su cadenita – ¿Qué quiere decir eso?

- No lo sé – respondió extrañada – pensé que tú lo sabrías.

- No, no tengo idea.

- Vale, tal vez más adelante descubras su significado – ella tomaba la otra cadenita – ponle a Diego la suya ahora, estoy segura que a él le habría gustado que tú se lo pusieses.

              Jorge tomó la cadenita y se dispuso a colocársela a su chico, se acercó a él y vió por alguna forma de hacerlo sin moverlo ni lastimarlo pero no la encontró, optó mejor por amarrarla en su muñeca como un brazalete, le dio un beso al pequeño sol y besó una vez más su frente.

- Te amo… – le susurró – y lo haré siempre…

              Se separó de Diego y lo miró fijamente por unos largos segundos, era la última vez que lo vería, por lo que pensaba atesorar en su memoria aquella última imagen, Christine lo abrazó una vez más y le prometió de nuevo que le devolvería a su novio sano y salvo. En eso entraron dos médicos y una enfermera para dar inicio al traslado, Jorge se salió a paso lento e ido como un zombi y se dispuso a irse del hospital, bajó hasta el primer piso y atravesó la calle hasta llegar a aquel estacionamiento donde semanas antes Pablo había besado a Mario, ahí estaba Reynaldo esperándolo.

- Vámonos – le ordenó cabizbajo.

              El joven chofer obedeció y se lo llevó del hospital.

 

 

 

 

●●●

 

 

 

              Las siguientes cuatro semanas después de la partida de Diego habían sido las peores para Jorge, su forma de ser había cambiado casi totalmente, se había pasado casi todo el tiempo encerrado en su habitación, muy malhumorado, acostado en su cama, envuelto entre sus sábanas, sin comer, ni dormir mucho, su piel se comenzaba a empalidecer y había bajado mucho de peso. A pesar de no llorar, Jorge había caído en un estado de depresión muy severo del cual no encontraba la salida, de hecho, ni se preocupaba en buscarla, le bastaba con seguir respirando. Hasta la fecha, Christine había escrito por correo a Jorge solo dos veces, en el primero le comentaba que Diego había tenido complicaciones al llegar a Corea del Sur pero que ya estaba bien, mientras que en el segundo le contaba sobre unos exámenes que le habían hecho a su hijo para ver si en realidad habían posibilidades de que despertase, y desde ese último correo, no había recibido más noticias.

Ahora, para variar, Jorge estaba en su habitación acostado en la cama y con un mal genio de los mil demonios, pasando canales en la televisión.

- ¿Puedo pasar? – tocaba Reynaldo la puerta.

- Sí, adelante – respondió de mala gana apagando el aparato.

Reynaldo entró, iba como siempre con su traje formal negro y camisa blanca, llevaba sus manos dentro de los bolsillos a causa de que estaba haciendo un poco de frío.

- ¡Hola! – saludó sonriente – no sabes el bonito día que hace afuera, perfecto como para salir de paseo – comentaba el chofer – ¿Quieres que te lleve algún lugar para desayunar?

- No – dijo girándose y dándole la espalda.

- Vamos, anímate – insistió Reynaldo – no has salido en semanas.

- Lo sé y no me importa – renegó en todo de fastidio y desprecio – me siento bien estando aquí ¡Fin de la historia! ¡Vete! ¡Adiós!

              Reynaldo lo miró con tristeza y un poco de compasión. Ese no era el Jorge de antes, el que había conocido y del que se había hecho amigo, y esta tampoco era la primera vez en los recientes días en que él le gritaba de esa forma tan grosera, era la enésima vez que lo hacía. En otras circunstancias, el joven guardaespaldas se habría enojado y maldecido a Jorge por lo que acababa de hacer, pero dado el caso, solo suspiró profundo para no hacerlo y se sentó al borde de la cama, meditando lo que le diría.

- Jorge… amigo – dijo – en serio me preocupas y me da tristeza ver cómo has estado desde que Diego se fue.

- No es asunto tuyo – dijo tajante.

- ¿Crees que encerrarte, alejarte del mundo, no comer y amargarte te hará bien? – preguntó – entiendo tu dolor, no es fácil perder a quien amas y más de esta forma… pero esa no es razón para que estés con esta actitud tan mala y dañina con la que además de joderte a ti mismo también jodes a los demás ¿O quieres que te recuerde por qué Mario no viene a verte desde el martes pasado?

- …

- Porque lo insultaste por querer hacer lo mismo que estoy tratando de hacer yo hoy, por tratar de hacerte salir de ese hoyo de mierda al que te has metido.

- ¡Es mi vida y puedo hacer con ella lo que yo quiera les guste o no a Mario, a mamá, a ti…! – gritó enojado saliendo de las sábanas y viendo furioso a su chofer.

- Ok, excelente – Reynaldo se paraba sereno, no quería discutir con Jorge – haz lo que quieras.

Reynaldo dio por terminada esa plática y caminó hacia la puerta, pero antes de salir…

- Solo déjame decirte algo antes de irme – se detuvo – piensa si a Diego le habría gustado verte así como estás ahora, verte amargado y metido todo el tiempo entre estas cuatro paredes, negándote a vivir tu vida mientras él ahora mismo está luchando por la suya quizá solo para verte a ti… piénsalo, y luego decide si quieres seguir hacia adelante o estancarte en esa amargura.

              Jorge se le quedó viendo fijamente sin saber qué decir, impactado por lo que le acababa de decir, buscaba una respuesta arrogante pero no la encontró. Reynaldo se fue y lo dejó solo, bajó las escaleras y se fue a la cochera de la mansión,  todo pintaba a que sería otro día más sin trabajo que hacer, así que buscaría algo con qué entretenerse.

Lavar los carros, revisarles el motor, los frenos, cambiar llantas, limpiar y ordenar la cochera, reparar la puerta de esta, fueron unas de las tantas labores que hizo Reynaldo para no estar desocupado esa mañana, no le agradaba la idea de holgazanear; ahora, estaba exhausto, había ido a la cocina por un vaso de limonada y luego se había ido hacia el comedor del jardín trasero, cerca de la alberca y desde donde se podía ver la mansión de lado a lado. Apreciando la grandeza de esta estaba Reynaldo cuando notó que la ventana de la habitación de Jorge estaba abierta por primera vez en un mes y medio

- ¿Será posible que…? – se preguntó Rey.

              Vio entonces que de la puerta salía un reluciente Jorge, se había bañado, se había puesto sus mejores ropas, se había peinado y perfumado. Se sorprendió al verlo así y se alegró mucho también, al parecer sus palabras hace unas horas lo habían reflexionar y hacer consciencia de que lo que estaba haciendo no le traería nada bueno. El chico miraba hacia todos lados como buscando algo, más bien a alguien, porque cuando notó que él estaba en el comedor caminó hacia ahí.

- Hola – le dijo Jorge sin verlo a la cara cuando llegó.

- Hola – contestó.

- Ehm… este… yo… eh – se sonrojaba – perdóname por haberte gritado y… y… por haberte tratado como te traté.

Reynaldo se quedó en silencio, sorprendido por lo que le acababa de decir.

- Tú tienes la razón – continuó el chico – a Diego no le gustaría verme triste, él siempre me decía que amaba verme contento…

- ¿Ves? – le dijo – y Diego no es el único al que le gusta verte contento, a mí también me gusta, y estoy seguro que igual a Mario, tu mamá, tu papá... todos los que te queremos.

Jorge suspiró hondo llenando su pecho de aire. Reynaldo se levantó de su silla y lo abrazó muy fuerte.

- Eres fuerte y tú lo sabes – le susurró – vas a salir adelante.

- Gracias Rey… – lloraba pero esta vez de alegría – eres el hermano mayor que nunca tuve.

              Reynaldo se sintió muy complacido al escuchar eso, nunca se imaginó que su protegido lo considerase como tal, era una satisfacción enorme para él saber que estaba logrando ser más que un empleado. Se estuvieron abrazados un momento hasta que…

* Grrrr * – se escuchó un crujido proveniente del estómago de Jorge.

- JAJAJAJAJA – rió Reynaldo separándose del chico – creo que alguien está hambriento.

- Jejeje sí, lo admito, muero de hambre – se rascaba apenado la cabeza – llévame a comer.

- Como usted mande mi capitán – dijo divertido haciendo una reverencia militar.

              Jorge y Reynaldo se dirigieron a la cochera y se fueron en la camioneta que siempre usaban. Por el camino fueron conversando animadamente como lo solían hacer desde que Reynaldo comenzó a trabajar para él, había risas y chistes, anécdotas e ideas tontas… todo parecía estar volviendo a la normalidad.

Llegaron al centro comercial, dejaron la camioneta en el estacionamiento y entraron a un McDonald’s, Jorge pidió cinco dos Big Mac con sus respectivas papas y soda, Reynaldo pensó que era una orden para los dos pero su sorpresa fue grande cuando el chico le dijo que ordenara hamburguesas para él.

- Solo un McNífica por favor con Coca-Cola.

              La chica que los atendía terminó de tomar la orden y les sugirió que tomar asiento mientras las preparaban. Los chicos se fueron hacia una mesa al fondo junto a una ventana con vista a la ciudad.

- ¿Una? – cuestionaba Jorge – ¿Acaso estás a dieta?

- Jajaja no – rió - solo quiero mantenerme en forma.

- Jajaja ¿O será que quieres mantenerte en forma para impresionar a alguna chica?

- Noo para nada jajaja – respondió.

- ¿No hay ninguna chica que te interese?

- No, ninguna… sigo felizmente soltero jajaja

              En eso llegó la mesera con las hamburguesas. Jorge comenzó a comer como damnificado, dando grandes mordidas y llenándose la boca de comida.

- Oye Jorge – le habló Reynaldo, el chico contestó con un “ajam” – ¿Qué piensas hacer después de tu graduación? O sea… perdiste tu prueba de admisión en la universidad y creo que la mayoría de las buenas universidades ya cerraron periodo de inscripción y pruebas.

- ¿Sabes algo? – daba sorbos a su soda.

- Dime…

- Siempre he querido estudiar en el extranjero, pensaba en irme a Canadá con mi abuela y estudiar allá – explicaba, Reynaldo lo escuchaba atento – pero estos últimos meses me encontré con dos razones que me hicieron desistir…

- ¿Sí? ¿Cuáles?

- La primera razón fue Diego – suspiraba – no concebía la idea de dejarlo, lo amo demasiado y tú lo sabes.

- Sí, te entiendo – asentía – ¿Y la otra?

- Tú.

- ¿¡YO!? – exclamó Reynaldo dando un salto en su asiento – ¿¡Y yo por qué!?

- ¿No lo entiendes? – inquirió, el chofer respondió con una negación – si me voy tú te quedas sin trabajo.

              Reynaldo no había pensado en eso, Jorge era su trabajo y si él se iba lo despedirían, algo que no le convenía a él ya que él era el único que trabajaba en su casa, era él quien pagaba el alquiler del apartamento, el tratamiento médico para su madre, la escuela de su hermana y todos los servicios básicos. La calidez y alegría que había predominado durante todo ese tiempo entre ellos se esfumó, ambos se quedaron en silencio mientras terminaban de comer.

- ¿Te preocupa verdad? – le preguntó Jorge a su guardaespaldas, él solo cabeceó afirmándolo - por eso no me voy.

- Oye… te agradezco que pienses en mí – dijo - pero… si quieres irte, vete, no soy quien para detenerte. Además te haría mucho bien cambiar de ambiente, conocer nuevas personas, tener nuevas experiencias…

- ¿Me lo estás diciendo en serio?

- Claro – repuso – yo puedo buscar otro empleo sin problema alguno, he tenido propuestas de volver a ser instructor de lucha.

- Mmm ya…

- ¿Y cuándo te irías? – inquirió.

- Pues… antes de irse de viaje el lunes, mi madre me dio un boleto en caso que me animara a irme, algo que hasta ella miraba imposible – decía – y… el vuelo está para las 20:00 hrs. del próximo lunes.

- ¡Eso es dentro de cuatro días! – exclamó admirado.

- Sí, es muy pronto.

              En eso los chicos notaron que el local se había llenado y que no habían más mesas vacías, mientras una familia buscaba donde sentarse a comer; entonces se levantaron y cedieron su mesa a ellos. Jorge y Reynaldo salieron del McDonald’s hacia el estacionamiento.

- Jajaja – rió Reynaldo entrelazando sus dedos atrás de su cuello – ¿Sabes algo Jorge?

- Dime.

- Me harás mucha falta – dijo sonrojándose – me acostumbré a ti jejeje.

- Tú igual Rey – dijo – quizás me harás más falta que Mario jajaja.

- Jajaja – rió – a propósito ¿No irás a verlo? Creo que te debiste haberle pedido disculpas a él antes que a mí.

- Hablé con él por Skype antes de salir de casa – decía – está con su madre en Perú.

Los chicos entraron a la camioneta y se fueron de regreso a la mansión.

 

 

 

 

●●●

 

 

 

 

              Los días pasaron muy rápido, ese sábado por la mañana fue la ceremonia de graduación en el colegio, los padres de Jorge regresaron de su viaje especialmente para ese evento, al igual que la desaparecida madre de Mario. Fue una ceremonia muy sobria y solemne en el auditorio del colegio, donde primero se celebró una misa y luego la entrega de diplomas y demás reconocimientos para los estudiantes con mejores calificaciones, para los mejores deportistas y para los más talentosos; como Jorge lo esperaba, no ganó ninguno de esos reconocimientos pero recibió uno especial por haber estudiado en ese colegio desde el primer año de primaria. En la noche se llevó a cabo la tradicional fiesta de graduación, a la cual Jorge no tuvo ganas de asistir, no se sentía aún con ánimos de fiestear, además no se había conseguido pareja para el baile por su reciente antisociabilidad y Mario tampoco iría, ya que al siguiente día se iría con su madre de regreso a Perú, donde ella estaba viviendo con su nuevo esposo.

- Me harás falta idiota jajaja nunca nos habíamos alejado tanto – Mario abrazaba a Jorge - estaremos en contacto ¿Vale?

- Claro jajaja y tú a mí.

- Te cuidas y me mandas fotos de Canadá.

- Y tú de Perú.

- Hasta pronto.

- Hasta pronto.

              Mario se separó de él sonriendo y lagrimeando, se dio la vuelta y salió de la sala de la mansión.

- ¿Ya se va Mario? – escuchó la voz de su padre.

- Sí papá – respondió Jorge.

              Desde que el Sr. Saavedra supo que Jorge era gay no le había dirigido la palabra, hasta el día de la graduación que lo abrazó y lo felicitó muy jovial cuando la ceremonia hubo terminado.

- Ya… – se sentaba en el sillón – ¿Estás listo para irte mañana?

- Sí, ya casi – se sentaba a su lado.

- Hijo… – se quedaba callado unos segundos – quiero pedirte disculpas por la actitud que tuve contigo antes, no me esperaba que fueras homosexual, no fue fácil para mí admitirlo y…

- Descuida papá – decía tranquilo – que no esperaba que me felicitaras cuando lo supieras, lo único que espero de ti es que me aceptes tal y como soy.

- Ten eso por seguro, solo dame tiempo para acostumbrarme a verte con chicos jajaja – pasaba su brazo por su hombro – siempre serás mi hijo, mi campeón, mi orgullo…

- Gracias papá jejeje te quiero.

- Y yo a ti hijo.

              Se abrazaron padre e hijo felices de serlo. Las cosas en la vida de Jorge se comenzaban a arreglar.

              Al día siguiente, Jorge se levantó temprano para terminar de empacar algunas cosas que le faltaban para el viaje. Estaba muy nervioso y ansioso, era la primera vez que viajaría solo, sin vigilancia de sus padres, sería una experiencia totalmente nueva. Reynaldo por su parte no llegó esa mañana, el Sr. Saavedra le había dicho que se la tomase libre y que se presentase en la tarde para llevar a su hijo al aeropuerto y al regreso darle su finiquito.

- Reynaldooo… – lo buscaba Rita, él estaba en la que había sido su habitación durante cerca de dos años que llevaba trabajando para Jorge, había estado empacando también sus cosas.

- ¿Me llamaba Sra. Saavedra? – salió.

- Sí, Jorge ya está listo, ayúdale a llevar las maletas a la camioneta.

- Vale, en seguida.

              Reynaldo fue hacia la habitación de Jorge, quien estaba hablando por teléfono con una amiga, tomó sus dos enormes y pesadas maletas y se las llevó a la camioneta. Mientras las acomodaba en la parte trasera de esta, notó que una cadena dorada iba atascada en la pretina de una de ellas; con mucho cuidado la sacó y vio que esta tenía un pequeño sol con una inscripción que decía “Sol Naciente”.

- ¡¡REY!! ¡¡GRACIAS A DIOS LA ENCONTRASTE!! – apareció un casi histérico Jorge.

- ¿¡Ah?! ¿Qué? – desubicado - ¡¡Aaah… esto!! – alzaba la cadena.

- No me lo habría perdonado yo mismo si la pierdo – la tomaba y se la ponía en el cuello.

- Nunca te la había visto – dijo Rey.

- Jajaja no te creo, la ando todo el tiempo – repuso – es un regalo que me tenía Diego para la graduación, Christine me la dio el día que se fueron.

- Soy un despistado jajaja está muy bonita.

- Sí, gracias jejeje ya vuelvo, me despediré de mamá y papá, sal ya.

              Jorge se fue por donde había venido y Reynaldo se quedó ahí, entró a la camioneta y la sacó de la cochera hacia la puerta de enfrente. Esperó a Jorge, quien apareció de nuevo junto con sus padres después de casi diez minutos, iba con los ojos llorosos y una sonrisa nerviosa; entró a la camioneta y le dio la orden a Reynaldo que emprendiesen camino al aeropuerto, Rita y Manuel se despedían de él por última vez ondeando sus manos en el aire.

- ¿Cómo te sientes? – le preguntó Reynaldo.

- Raro… contento… triste… ansioso… jajaja – respondió.

- Jajaja

              El aeropuerto estaba a hora y media de la mansión, por todo el trayecto a este Jorge y Reynaldo fueron conversando de cosas triviales, así como hablaban siempre cuando iban hacia el colegio. Inevitablemente Reynaldo estaba un poco triste por la partida de Jorge, sabía que lo extrañaría a él así como al sueldo que recibía por ser su chofer y guardaespaldas; una nueva fase iba a empezar en la vida de ambos.

- … jajaja eso debió ser muy divertido – reía Jorge luego de que Reynaldo le contara una locura de su hermana menor - debe ser genial tener hermanos así.

- Ni que lo digas jajaja mi madre y yo moríamos de la risa viéndola – viraba con el auto hacia la derecha – oye… eh… no es que sea entrometido pero… ¿Por qué tus padres no tuvieron más hijos?

Jorge solo sonrió misteriosamente y bajó su mirada.

- ¿Dije algo malo? – le preguntó Reynaldo.

- No jejeje para nada. Solo que… – se callaba – en realidad no soy el primogénito de mis padres.

- ¿En serio? – sorprendido.

- Sí, tengo un hermano mayor. Si aún vive debe tener más o menos tu edad.

- ¿Si aún vive?

- Sí, no sabemos nada de él, huyó de la casa a los 13. Era muy rebelde, tenía malas juntas, metió a papá en serios aprietos… él se enojó tanto cuando se fue que se encargó de borrar evidencias de su existencia, fotos, acta de nacimiento… prácticamente él no existe.

- Wow… qué fuerte – decía – eso suena muy de telenovela.

- Lo sé, es parte de los secretos oscuros de la familia Saavedra jajaja.

- Jajaja sí… ¡Y llegamos!

              Reynaldo estacionó la camioneta frente al aeropuerto, salió de ella y se dirigió a atrás para sacar las maletas de Jorge, sentía un extraño piqueteo en el estómago, compartía con su protegido el odio a las despedidas, sabía que desde ese momento su vida ya no sería la misma. Sacó las maletas y se las llevó a Jorge hasta la puerta de entrada de la terminal aérea, él solo lo siguió con un sentir muy similar al suyo. Finalmente, se quedaron ambos frente a frente, Jorge tenía sus manos guardadas en la bolsa del frente de su abrigo, hacía un poco de frío y viento, se sentía la tensión en el ambiente.

- Vale… ehm… creo que llegó el momento de la despedida – dijo Jorge.

- Sí…

- Bueno, yo… pues… no… esto – tartamudeaba – pues… adiós.

- Adiós… – dijo Reynaldo triste.

              Jorge no quería darle largas al asunto, ya mucho había sido la despedida de Diego, de Mario, de sus padres… y ahora con Reynaldo, trató de darse la vuelta e irse lo antes posible pero no pudo, su joven chofer se lanzó a él dándole un muy fuerte abrazo como nunca se lo había dado nunca antes.

- Te cuidas – le susurró Rey al oído – me harás mucho falta.

- Tú igual hermano – repuso con un nudo en la garganta.

- Espero verte algún día de nuevo hermanito ¿Vale?

- Vale – repuso.

              Se quedaron abrazados un momento hasta que se vieron a la cara por una última vez, sus miradas chocaron por unos segundos… Jorge sintió una leve corriente eléctrica recorrer desde sus talones hasta su cabeza, acompañada por un escalofrío, su respiración se tornó lenta y pausada y sintió un sentimiento extraño oprimir su pecho. No supo en qué momento su rostro se fue acercado al asustado rostro de Reynaldo ni en qué momento sus labios besaron los de él…

***** FIN *****

              ¡Hola chicos! Complaciendo a quienes pedían capítulos más largos este me quedó un poco largo. Pido mil disculpas por haber tardado tanto :( lo enviaría el viernes pasado pero tuve problemas con mi computadora, lo siento por haberles hecho esperar.

Agradezco ENORMEMENTE a todos ustedes por haber leído mi relato, en especial con aquellos que valoran y comentan además de quienes me escriben por correo… no los nombraré porque han sido muchos y si se me escapa algún nombre me pueden asesinar jajaja muchas gracias, les he tomado mucho cariño y... eh... no sé qué más decir jajaja mmm... espero que les haya gustado este capítulo, hemos llegado al final de la primera temporada de Sol Naciente, si mis planes marchan bien y no se me presenta problema alguno, en junio empezaría a publicar la segunda temporada bajo un título que aún no decido jajaja estén pendientes ¿Vale? Que ese beso entre Jorge y Reynaldo traerá nuevas aventuras jajaja

 

              No olviden valorar y comentar por favor, también pueden escribirme por correo con sus opiniones ¡Saludos!

              Atte. Neuchâtel