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Cronicas sexuales 5

en Bisexuales

Después de divorciarme de mi mujer, me marché del pueblo y regresé a la ciudad. Realmente era mi hábitat natural, si decidí en su momento irme a vivir al pueblo, fue porque estaba muy cerca de la ciudad y mi mujer y toda su familia eran de allí. Me pareció una buena opción también, para cambiar el bullicio de la ciudad por la tranquilidad.

Estaba entrenando en un gimnasio de los que podría catalogar de pijos. Aunque yo no lo era, sí que me podía permitir ese capricho, no tenía otro. Siempre había hecho pesas y prefería entrenar en un gimnasio que estuviera bien equipado y con unas buenas instalaciones.

Intentaba acudir por las tardes, sobre las ocho, era una buena hora para rendir bien en los entrenos, y a diferencia de otros gimnasios, no solía estar concurrido a esa hora, todo lo contrario, algunas veces ya no había nadie. Quizás porque los clientes que lo frecuentaban, tenían más tiempo libre y podían entrenar más temprano. Aunque, por mis turnos de trabajo, a veces tenía que ir por la mañana, intentaba hacerlo a aquella hora de la tarde.

Cuando acudía a las ocho, muchas veces solo coincidía con otro tipo, Roberto, un hombre de casi 60 años, y de evidente buena posición social. Solíamos echarnos una mano mutuamente en algún ejercicio, cuando nos hacía falta. Aunque no estaba a mi altura, tanto por edad, yo tenía 34 años, como por preparación física, sí que se mantenía en buena forma.

No solo coincidíamos en el interés por el deporte, ambos, aunque con edades muy distantes, éramos divorciados y vivíamos solos, aunque él era padre de dos hijas ya mayores y yo no había tenido hijos, ya que me había divorciado a los pocos años de casarme.

Tras los entrenamientos, nos encontrábamos también en el vestuario, incluso en la ducha. Yo no tenía ningún inconveniente en mostrarme desnudo, tenía un buen físico y no es que fuera un superdotado pero tenía un miembro dentro de la media, además, estaba acostumbrado a hacer nudismo. Roberto también se conservaba bien y tampoco parecía que se cortarse por mostrar su cuerpo desnudo. Sí que me resultaba curioso su pene, no era demasiado común, sobre todo por ser de piel oscura y tener el glande en forma cónica muy pronunciada.

Una noche, sobre las diez, coincidimos en la ducha. Yo estaba enjabonándome cuando Roberto entró. Su entrada coincidió con un patinazo que pegué por culpa del jabón y Roberto atinó a sujetarme por la cintura para evitar que yo pudiera caer al suelo.

No sé si fue debido al sobresalto o a las manos de Roberto, pero mi miembro comenzó a tomar cuerpo, cosa que no pasó desapercibida para mi compañero de ducha, que en vez de soltarme, se atrevió, no solo a mantenerme abrazado, sino también a acariciar mi bajo vientre.

Sin darme tiempo a reaccionar, mi pene terminó de agrandarse y se quedó totalmente en erección. Aquella situación me parecía de lo más morbosa, mi venía a la cabeza la experiencia que había tenido, hacía ya bastantes años en una playa nudista, en la que tuve un encuentro con un hombre mayor y un turista extranjero, a los que había terminado por comerles la polla. Algo que después quedó en el olvido y no volví a repetir.

Roberto no se cortó ni un pelo y, con una de sus manos, comenzó a sobarme el culo, mientras que con la otra ya magreaba mis huevos.

Me sorprendía a mí mismo por me dejase hacer esto en aquellas circunstancias, con un compañero del gimnasio y en un vestuario en el que podíamos ser sorprendidos. Pero estaba excitado.

Roberto acercó su boca a mi oído y me susurró: Tranquilo, relájate, déjate llevar y no te preocupes. Yo simplemente asentí con la cabeza. Ahora podía ver su polla de piel oscura, erecta también. Había retirado el prepucio hacia atrás liberando el rosado capullo de forma cónica. Me gustó ver como la tenía en erección y me puso más cachondo aún.

Sus dedos comenzaron a trabajarme el ojete del culo, y ante mi permisividad me introdujo un par de ellos dentro. Luego tomó un bote de aceite corporal del estante, untó su miembro con una gran cantidad de aceite y luego hizo lo propio con mi culo.

Se colocó tras de mí. Yo ya sabía lo que iba a hacerme, me iba a follar. Sentí la dureza de su polla entre mis nalgas y como poco a poco se comenzó a abrir paso en el interior de mi culo. Me sentí un poco incómodo hasta que consiguió meterme todo el glande, después me resultó más fácil recibir el resto de su polla. Era la primera vez que alguien me follaba, aunque aquella vez en la playa estuve a punto de sucumbir y dejar que me montaran. Pensé que me sería más doloroso, pero no, mi ojete parecía dilatar bien y Roberto parecía ser un experto en lo que hacía.

Roberto estaba encantado con la situación, creo que ni en el más optimista de sus sueños había pensado que algún día podría follarme. Yo tampoco me había imaginado nunca que le gustasen los hombres, daba por hecho que no era así, más que nada porque había estado casado y tenía familia.

Me comporté pasivamente mientras Roberto me follaba, me daba morbo ser su objeto de deseo y poder darle placer. Lo sentía tras de mí, sujetándome por la cintura, mientras su polla entraba y salía una y otra vez de mi culo, y como gemía de placer, era evidente estaba gozando mucho.

Sentí como su cuerpo se tensó y su polla comenzó a bombear semen. Depositó su corrida dentro de mi culo y luego me sacó la polla, que comenzaba a perder la erección. Me separó las nalgas con las manos y me abrió el ojete con los dedos, entonces sentí  como su leche salía de mi culo y corría por el interior de mis muslos.

Me metí de nuevo bajo la ducha para deshacerme de los restos de su semen y él se introdujo conmigo. Se volvió a colocar tras de mí, agarró mi polla erecta con su mano derecha y comenzó a masturbarme. Me estaba dando un placer increíble, sabía cómo hacer una paja. A estas alturas me importaba bien poco que nos descubrieran.

Pero eso no fue todo, me dejó a medias, pero solo por un instante. Colocándose de rodillas ante mí, comenzó a pegarme una mamada, también era un experto en esto, sabía cómo trabajarse una polla con la boca y consiguió que yo llegara rápidamente al orgasmo. Mantuvo su poca pegada a mi polla y se tragó hasta la última gota de mi corrida.

Tras esto, terminamos de ducharnos, nos vestimos, y nos fuimos como si no hubiera pasado nada entre nosotros.

Coincidimos de nuevo la tarde siguiente, no mencionamos ni una palabra de lo que habíamos hecho el día anterior. Esta vez Roberto se fue primero a la ducha, pero antes de marcharse, me dijo al oído que me esperaría fuera del gimnasio, en su coche. Yo asentí y seguí entrenando, aunque ya con la cabeza en otra cosa, estaba intrigado por saber lo que pretendía Roberto. Terminé de entrenar y luego me duché, me cambié y salí a la calle.

Allí estaba Roberto, esperándome sentado en su flamante Mercedes, aparcado en la misma puerta del gimnasio. Me convidó a subir y yo acepté. No le pregunté a dónde íbamos, al final llegamos a su casa, un ático de lujo en el centro. Aparcó en el garaje y luego subimos a su casa.

Me convidó a ponerme cómodo en un sofá mientras preparaba un par de batidos de proteínas, Luego se sentó junto a mí para tomarlo.

Una vez que terminamos el batido, se levantó, se llevó los vasos a la cocina y regresó ya totalmente desnudo, pero esta vez no se sentó. Era un tipo sin complejos y muy directo, se plantó ante mí, que permanecía sentado en el sofá, y me dijo: Vamos, es hora de que la pruebes, sé que te gusta, ¿Qué te piensas? ¿Qué no me doy cuenta de cómo me la miras siempre en el vestuario? Se acercó más a mí y me hizo tomarla en las manos. Era la primera vez que tenía una polla en mis manos, desde aquel lejano encuentro en la playa.

Roberto me apremió: Venga, no te lo pienses más, saboréala, sé que quieres hacerlo y yo quiero verte con ella en la boca.

Me la metí tímidamente, aún no la tenía totalmente en erección, pero cuando sintió el calor de mi boca terminó por ponerse dura como el acero. Roberto no pudo reprimir un profundo gemido de placer a la vez que me ordenaba: Vamos, chúpamela, estoy seguro que no es la primera polla que mamas.

Yo obedecí y comencé a chupársela. No debía hacerlo mal, a pesar de mi poca experiencia, ya que él no paraba de gemir y decirme guarradas: Sabía que eras un buen mamador, sabía que algún día te follaría, esto es el paraíso.

Me estaba dando cuenta de que podría correrse en cualquier momento, y no estaba seguro de querer que me soltase la corrida en la boca. Pero Roberto era un tipo con experiencia y sabía salirse con la suya. Me sujetó por la cabeza y terminó follándome la boca, hasta que soltó su corrida dentro de mí, no pude evitar recibirla dentro de la boca, y no solo eso, sino que para no atragantarme me vi obligado a tragármela. Luego ya más relajado me soltó la cabeza y se sentó junto a mí.

Me sentía raro, nunca me imaginé que me tragaría la corrida de otro hombre, pero lo acababa de hacer. Roberto comenzó a acariciarme, se hizo con mi polla y me la puso en erección. Luego me regaló una soberana mamada, pero no dejó que yo llegara al orgasmo. En vez de eso se sentó junto a mí y comenzó a masturbarme, mientras con la otra mano metida bajo mi trasero, consiguió llegar a mi ojete y meterme un dedo dentro. Con este comenzó a estimularme la próstata mientras me pajeaba. Aquello era nuevo para mí, me estaba haciendo perder el control.

Comenzó a decirme cosas: Me dijo que tenía amigos, amigos a los que les encantaría follar son un semental como yo.

Yo estaba muy excitado y aquello que me decía me ponía mucho, prosiguió preguntándome si me gustaría conocer otros hombres. Hombres de clase alta que pagaban mucho dinero por participar en bacanales de sexo. Yo estaba tan excitado de asentí, y acto seguido me corrí, no puede evitar, para su satisfacción, emitir un grito de placer.

Su mano quedó empapada con mi leche y me obligó a limpiársela con mi boca y a degustar mi propio semen. Luego me dijo: Prometes mucho, puedes incluso ganar mucho dinero.

Yo estaba tan agotado por la forma en que me había estimulado y dado placer, que era incapaz de negarme a nada, así que me llevó hasta el baño, me hizo entrar en la bañera, y una vez dentro comenzó a mear en mi cara. Mi cabeza terminó empapada de su orina, que corría por todo mi cuerpo. Tras lo cual comenzó a masturbarse, y cuando llegó al orgasmo, pego su polla a mi cara, consiguiendo que su corrida me la empapara. No me resultó desagradable, al contrario, busqué los restos de su semen para degustarlos.

Después de aquel encuentro seguimos viéndonos con regularidad durante las siguientes semanas. Hasta que un día me hizo una proposición que tenía que ver con lo que me había dicho en el primer encuentro en su casa.

Me propuso pasar un fin de semana en un yate de lujo. Habría un nutrido grupo de personas, gente de un poder adquisitivo muy alto, y me pagarían muy bien por ello.

Bueno, lo que sigue lo contaré en el siguiente relato.