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Por casualidad

en Gays

Por casualidad.

Hola, mi nombre es Fran y tengo 32 años. Físicamente soy un tío normal, no me puedo quejar en cuanto a mi éxito con las chicas, no es que sea un playboy pero si quiero ligar no tengo problemas, mi físico, trabajado en el gimnasio, ayuda bastante.

Digo lo de si quiero ligar, porque era algo que no entraba en mis planes, ya que mantenía una relación con una chica muy especial para mí, y de la cual estaba enamorado.

Pilar tenía 33 años, era una morena de larga melena azabache y grandes ojos negros. Su cuerpo parecía una carretera comarcal, esto es, llena de curvas, y tenía un pecho bastante grande, nada menos que una talla 110, que aunque no parece exagerada, para su delgado cuerpo sí que lo era, y guapa lo que se dice guapa, también.

No era la típica chica de discoteca que frecuentaba la noche, bueno, quizás lo era Lo comento porque además de trabajar de gogó en un local de éxito, era universitaria, tenía la carrera de derecho. Yo no me hubiese fijado en ella si la hubiera conocido en su trabajo nocturno, buscaba otro estereotipo de mujer para mantener una relación seria. Nos conocimos haciendo un master, ya que yo había estudiado derecho también.

Llevábamos un año y algo de relación cuando, en una salida nocturna, para celebrar el cumpleaños de un amigo, la pillé en una discoteca morreándose con otro tío. El mundo se me vino encima, quizás me preocupo tanto por los demás, que incluso me sentía mal por chafarle el cumpleaños a mi amigo. Pilar me vio y quiso justificar la situación, pero yo no estaba por la labor, para mí estaba muy claro todo. Sería alargarme demasiado contando más cosas sobre este tema.

Tras esto pasé unos días bastante mal, incluso pedí libre un par de días en el trabajo. No cogía el teléfono, no estaba para nadie. Al final mis amigos me convencieron para salir una noche y ahogar las penas en alcohol.

Salimos un viernes por la noche, no era aún la una de la madrugada y ya estábamos bastante cargados, lo suficiente para que los chicos quisieran recogerse. No quisieron dejarme en la calle solo, así que pidieron un taxi para mí, y luego ellos se fueron en otro, ya que teníamos que ir en direcciones opuestas.

Pero yo no tenía ganas de volver a casa, así que le dije al taxista que me llevara de regreso a la zona de pubs y discotecas, creía que aún me quedaban un par de copas por tomar.

Al bajarme del taxi me metí en el primer local que encontré, ni reparé en que era una calle en la que los locales eran de ambiente gay y también de lesbianas, aunque cualquier persona, fuera de la condición sexual que fuera, podía frecuentarlos. A mí eso no me importaba, solo quería seguir bebiendo.

Me senté en la barra y pedí un tequila, justo al lado estaba sentado otro tipo que se encontraba también solo, pero ni reparé en él, por lo menos de entrada. Solo lo hice cuando pedí el tercer tequila, y fue porque él se dirigió a mí: Una mala noche, parece ¿no?

Ahora si me fijé en él, era un tipo mayor, de cincuenta y muchos años, de pelo muy corto y canoso, y barba canosa también, pero muy cuidada. Se notaba a primera vista que era un tipo de clase media o alta, aparentaba tener un buen nivel cultural, e iba muy bien vestido, aunque de sport, era ropa de marca. Físicamente era delgado, era evidente que se cuidaba, era imposible saber a primera vista si hacía deporte, pero sí que debía cuidar mucho la alimentación.

Le respondí: Una mala noche no, más bien una mala semana, o el resto de mi vida, quizás el infierno no sea tan duro. Juan, así se llamaba, me respondió que lo sentía, pero no iba a arreglar el mundo, ni mi vida, pasándome con la bebida. Este fue el inicio de una buena conversación, aunque lo que me dijo sobre pasarme con las copas, no me hizo desistir de pedir un cuarto tequila, ese fue el último de la noche.

No sé cuánto tiempo estuvimos hablando, pero me parecía que hablar con un desconocido me estaba sirviendo de terapia. Al final tuvimos que marcharnos ya que el local iba a cerrar. Salimos a la calle, a duras penas me mantenía en pie, estaba bastante ebrio.

Juan me dijo que no era muy seguro que estuviera en la calle en aquellas condiciones, ni siquiera coger un taxi solo, nunca se sabe lo que puede pasar. De hecho se ofreció a que pasara la borrachera en su casa y luego ya más sobrio regresara a la mía.

Sinceramente a mí me daba igual todo, con el colocón que llevaba había perdido la vergüenza y ganado mucha confianza, y si Juan me invitaba a su casa, ¿porque no aceptar?

Tomamos un taxi hasta su casa. Vivía en un edificio de lujo en la zona más cara de la ciudad. A pesar de estar bastante cargado no se me pasó por alto este detalle, y cuando entramos en su ático, me quede sorprendido por el acabado y la decoración.

Me dijo que era marchante de arte, que tenía una galería, el negocio le iba muy bien, lo suficiente como para llevar una vida cómoda y permitirse unos cuantos caprichos.

Hizo que me sentara en un sofá y se fue al dormitorio principal. Al poco regresó, se había cambiado, ahora llevaba puesto un albornoz, de marca por supuesto, y zapatillas de estar por casa. En sus manos traía otro albornoz y unas zapatillas. Me dijo: Toma, ponte esto estarás más cómodo.

Pero yo no estaba por la labor de moverme del sofá, así que intentó ayudarme a desvestirme. Sus manos desabrocharon mi camisa, pero luego permanecieron allí, con ellas acarició mi musculado y depilado pecho.

No me importó que lo hiciera, me daba igual ocho que ochenta, es más me parecía agradable el tacto de sus cálidas manos sobre mi pecho. Luego me desabrochó la cremallera del pantalón y me lo bajo hasta los tobillos, luego yo le ayudé para que me lo quitara del todo. Su mano se posó sobre mi vientre y luego tiró del bóxer hacia abajo dejando al descubierto mi miembro.

No lo tenía especialmente grande, de eso no podría presumir, Pilar siempre me decía: Cariño, tienes una polla muy bonita. Yo hubiera preferido que dijese: Cariño, menudo pollón tienes. Pero este no era el caso, aun así mis catorce centímetros funcionaban a las mil maravillas.

A pesar de estar bastante cargado, me daba cuenta que mi anfitrión se bebía los vientos por mí. Nunca me había planteado tener nada con otro hombre, aunque es verdad que a muchos, por no decir a todos, nos pasa en la playa, sobre todo haciendo nudismo, que nos fijamos como son físicamente los demás y como tienen el paquete.

Pilar fantaseaba muchas veces, y se ponía cachonda con ello, diciéndome que le gustaría verme morreándome con otro tío, comiéndonos la boca y sobándonos las pollas. Yo la mandaba a callar diciéndole que se dejara de decir tonterías.

Pero allí estaba Juan, intentando seducirme. En cualquier otra situación, como mínimo lo hubiera rechazado, pero me sentía deseado y eso me gustaba, igual más que gustarme, lo necesitaba. No tenía claro que sucedería pero tampoco me preocupaba especialmente.

Terminó por desnudarme por completo, y ante mi pasividad, se deshizo de su albornoz, dejando al descubierto un delgado y fibrado cuerpo, en el que destacaba un miembro más bien largo y unos testículos que le colgaban bastante, tenía un escroto bastante grande.

Se sentó junto a mí y comenzó a acariciarme, sus manos sabían trabajarse el cuerpo de un hombre, esto hizo que mi miembro comenzara a tomar cuerpo. Inmediatamente sus manos se apoderaron de él y comenzaron a masajeármelo. Aquello me gustaba, me estaba poniendo muy cachondo.

Cuando se agachó sobre mi polla y se la metió en la boca, una agradable y cálida sensación de placer recorrió mi cuerpo. Comenzó a chupármela de una manera que no había hecho ninguna chica, sabía cómo dar placer a otro hombre, y yo tenía ya muy claro que se lo iba a permitir.

Consiguió ponerme muy excitado, esto unido a las copas que tenía encima, hicieron que me rindiera a la situación, y que cuando me puso su polla ante mi cara no le hiciera ascos a probarla.

Me sorprendió como la tenía, de hecho era más larga que la mía, unos cuatro o cinco centímetros al menos, pero no más gruesa. Si aquellos aproximadamente dieciocho o diecinueve centímetros me habían sorprendido, más aún lo hizo la forma de su miembro. El mío, empalmado, miraba hacia arriba y tenía el glande más bien redondeado, en forma roma. El de Juan mantenía una posición más horizontal, y lo que me resultaba más curioso de todo es que tenía el glande en forma cónica, nunca había visto uno con esta forma tan pronunciada. Pero me resulto muy curioso, incluso apetecible, y pensé: ¿Por qué no probarlo?

Separé los labios y dejé se Juan metiera su polla en mi boca. No me desagradó en absoluto, noté su dureza y su calidez. Él gimió de placer, no todos los días puedes ligarte a un chico hétero y llevártelo al huerto. A pesar de no haberme comido nunca una polla, creía que me defendía bastante bien, por lo menos mi compañero no se quejaba. Terminó sujetándome por la cabeza y follándome la boca. Yo me dejaba hacer, me sentía deseado y eso me gustaba, sobre todo después de lo que había pasado con Pilar, aquello me había hecho sentir un poco acomplejado, como si no fuera capaz de gustarle a nadie.

Terminamos tumbados sobre la moqueta, estábamos de lado y Juan tras de mí. Sentí como su mano se deslizaba ente mis nalgas en busca de mi ojete. Aquello me excitó más aún, y cuando sentí el frío de la crema lubricante con la que me untaba, ya me rendí por completo.

Sus dedos entraron en mi culo, yo me había hecho varias revisiones en el urólogo, así que no me era desconocida la sensación que estaba sintiendo. Hice lo posible para relajar mi esfínter y que todo fuera más fácil.

Ya estaba bastante relajado y dilatado cuando sentí la dura polla de Juan intentando abrirse paso dentro de mí. La acepté, dejé que entrara, me la metió hasta el fondo, sentía su pubis pegado a mis nalgas. Luego comenzó a follarme, me susurraba cosas al oído mientras su polla entraba y salía de mi culo. Me decía que era un chico muy guapo, que tenía un cuerpo hermoso, que ninguna mujer se merecía tenerme, estaba hecho para que otros hombres me disfrutaran.

Juan había conseguido seducirme por completo, tanto morbo me dio todo aquello, que le pedí que me follara en la postura del misionero. Quien me lo iba a decir, me tumbé boca arriba y le pedí que me la metiera, me resultó incluso gracioso que antes de hacerlo me propinara un sonoro beso en los huevos. Luego se colocó sobre mí, y su polla terminó dentro de mi culo. Me gustaba ser deseado, ser gozado, y me estaba gustando también sentir una polla dentro de mi culo, era una sensación muy placentera.

Él estaba sintiendo mucho placer, no había más que ver la expresión de su cara y los gemidos que emitía, pero yo también estaba rendido a la situación. Acercó su cara a la mía y me propinó un beso en los labios, esto no me desagradó. Al ver que no lo rechacé, volvió a las andadas pero esta vez no separó lo sus labios de los míos, y consiguió de yo entreabriera la boca. Su lengua entró en mí, exploraba todos los rincones de mi boca y yo le ofrecí mi lengua para que jugueteara con ella.

Nunca había imaginado que algún día me comería la boca otro hombre, pero estaba sucediendo. Luego separó su rostro del mío, pero me hizo permanecer con la boca abierta. Entonces dejó que un buen chorro de su saliva se precipitara al interior de mi boca. No me dio reparo, la acepté, la saboreé y terminé por bebérmela. Esto casi lo vuelve loco, sentí que estaba próximo a correrse y quise hacerlo disfrutar por completo, así que le hice sacar su polla de mis entrañas y me metí su capullo en la boca. Terminé de masturbarlo hasta que eyaculó.

Noté por primera vez en mi vida como era el sabor del semen, cálido, salado y espeso. Le mostré mi boca abierta llena de su preciado líquido blanco, luego lo tragué al completo, enseñándole de nuevo el interior de mi boca para que pudiera comprobarlo. Entonces me atrajo hacia él y me comió la boca con pasión.

Luego me hizo tumbar sobre el sillón y volvió a comerme la polla, parecía una máquina de hacer mamadas, de hecho consiguió que al poco tiempo me corriera. No desperdició ni una gota de mi semen, se tragó la corrida entera, tal como yo había hecho con la suya.

Nos quedamos dormidos juntos en el sofá, nos despertamos ya bien entrada la mañana. Juan propuso que nos ducháramos. El ático tenía un baño enorme, me metí en la ducha y abrí el grifo, al momento la puerta del baño se abrió. Juan entró desnudo y se metió en la ducha conmigo. Dejé que me enjabonara, y que de paso sobara mi cuerpo, me magreaba los huevos, esto me puso muy cachondo. Tanto como para rendirme de nuevo y dejar que volviera a follarme, me apoyé en la pared y el me penetró desde atrás.

Me gustaba tener a otro hombre dándome polla por el culo, así que dejé que me follara todo el tiempo que quiso, hasta que se corrió dentro de mis entrañas. Luego me dijo que había llegado mi turno. Yo había practicado el sexo anal con alguna chica, Pilar nunca había querido hacerlo y yo tampoco le había insistido demasiado. Hacía, por lo tanto bastante tiempo que mi polla no había entrado en un ojete, tenía ganas de sentirlo.

Se la metí despacio, noté su ano muy cálido y apretado. Juan me suplicó que lo follara con fuerza, y eso hice, hasta que no pude aguantar más y me corrí.

Tras este encuentro hubo otros, y lo más importante de todo es que retomé mi relación con Pilar, al final perdoné su desliz. Pero esto no impidió que mantuviera un contacto regular con Juan, me apetecía follar de vez en cuando con otro hombre.