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Mírame ~ Parte I: Pequeña venganza

en Control Mental

Atención, este relato no contiene escenas de sexo, simplemente es el comienzo de una pequeña saga. Espero que les guste.

Su cabello cortado en capas, negro con mechas azules y rojas, siempre atado en dos coletas con demasiado volumen y su ropa siempre cercana a lo gótico, mezclada con cierta tonalidad visual, que la hacían parecer extraña. Dos piercings en el labio, tres en cada oreja y uno en la lengua... y algo más. Aquellos brillantes e hipnóticos ojos amarillos. Era guapa y tenía muy buen cuerpo, alta y delgada, con un pecho bonito que a pocos pasaba desapercibido. Podía ser prácticamente perfecta, pero fuese a donde fuese Laeti era la rarita, aquella de la que todos se alejaban, a pesar de tener buen corazón.

Aquella tarde de primavera llegó a su casa y se encerró en su habitación. Acababan de cambiarla de colegio hacía solo unas pocas semanas y no era ya la primera vez que le pegaban. Leyre, su hermana, no tardó en entrar a su cuarto tras oír el portazo con el que quiso desahogar su rabia. Era cierto que no era la primera vez que su hermana mayor, casi igual a ella, exceptuando sus dulces ojos verdes, la oía llegar así, encerrarse en su habitación y no salir hasta el día siguiente.

-¿Estás bien?

-Lo estaré. Dentro de una semana todo habrá cambiado.

-Laeti, prometiste que no lo harías más.

-Ellos se lo han buscado.

-Eso no te da derecho a repetirlo.

-Tienes razón, que me humillen no me da derecho a eso -se quitó la camiseta, dejando ver un moratón causado por una pelea reciente-, pero esto sí.

-Laeti...

-Solo te pido que no le digas nada a nadie.

-Está bien, te lo prometo, pero solo si me aseguras que no abusarás de ello. Ya sabes las consecuencias.

-No te preocupes, empiezo a controlarlo.

A la mañana siguiente se vistió del modo más raro posible, con una camisa de cortes imposibles y unos pantalones llenos de correas y cadenas por todas partes. Era la primera vez que llevaba su estilo hasta un punto tan extremo. Lo tenía todo tan bien pensado que metió en su mochila un spray de pintura azul. Llegó al instituto una hora antes y metió el spray en la taquilla de Cinthya una de las chicas que peor la trataban. Llevaba mucho tiempo sin utilizarlo y quería asegurarse de que funcionaría.

Cuando su primera víctima llegó ella abrió su taquilla y empezó a sacar sus libros, y tal y como pasaba cada mañana, Cinthya cerró la puerta antes de que ella pudiese apartar la mano. Estaba ya acostumbrada a ello y el dolor en sus dedos le resultaba familiar. Observó detenidamente a la chica, vestida de colores chillones de pies a cabeza, con el pelo rubio suelto y los ojos claros. Ese era el tipo de chica que les gustaba a todos, pero Laeti prácticamente la odiaba.

-Hoy vas más rara de lo normal, ¿es que te pagan por ir así?

-No, es una expresión de mi misma -la miró a los ojos fijamente antes de rozar su pelo con suavidad-, ¿sabes? Creo que el pelo pintado de azul te quedaría muy bien.

Cinthya sonrió de lado antes de decirle "ya hablaremos" y abrió su taquilla, encontrándose con el spray. No tardó ni tres segundos en agitarlo y empezar a pintarse el pelo, dejándolo mucho peor de lo que cualquiera podría imaginar. Todo el instituto la miraba entre risas, y Laeti la miró un momento antes de darse media vuelta y marcharse a clase.

En todo el instituto Laeti solo tenía una amiga, Shara. Ella era la típica chica de cabello castaño, con los ojos oscuros, algo bajita pero con buen cuerpo. Compartían los mismos gustos, pero por desgracia los padres de Shara no la dejaban actuar como quería. Se sentó justo frente a ella y, tras colocar sus cosas, se dio la vuelta y la miró seria.

-¿Cómo lo has hecho?

-¿El qué?

-Hacer que Cinthya se pintase el pelo con spray -sonrió-. Ha sido divertido.

-Te lo diré después de clase.

A Shara las horas se le hicieron eternas, y al tocar el timbre de salida se levantó y agarró a Laeti del brazo, llevándosela a donde nadie pudiese oírlas hablar.

-¿Y bien?

-¿Me tomarás por loca?

-Tú ya estás loca -sonrió-. Tranquila, te creeré.

-Puedo controlar los pensamientos de la gente y hacer que hagan todo lo que yo quiera.

-Estás de broma.

-¿Eso crees? -miró a un chico que pasaba cerca-. Ese es el novio de Cinthya, ¿verdad? -asintió-. ¿Él te gusta?

-Sí, pero como se me ocurra decir algo Cinthya me mata.

-No te preocupes, eso no pasará -la agarró de la mano-. Ven conmigo.

Kyle tenía el pelo rebelde, castaño, era alto y muy fuerte, pero más que eso era el chico más guapo de todo el instituto y a excepción de Laeti, todas las chicas iban detrás de él. Se acercaron un poco y esperaron a que Cinthya llegase, con el pelo todo pintado de azul. Nada más verla Shara estuvo a punto de echarse a reír, aunque ver a Kyle tan preocupado le dolió un poco, o más bien sintió cierta lástima de esa chica.

Llevaban un rato observándoles hablar cuando Laeti agarró a Shara de la mano y se acercó a Kyle. Cinthya miró a Laeti con desconfianza, aunque también con aquellos ojos de incordio que tanto le molestaban a Laeti.

-Hola Laeti, ¿querías algo?

-Sí -sonrió-. Shara lleva años enamorada de ti, y sé que tu sientes lo mismo, así que hazte un favor a ti mismo y deja a la loca de pelo azul. A ella la quieres y Cinthya solo te da lástima, y ambos lo sabemos.

Laeti había pensado esas palabras detenidamente para que nadie sospechase de su secreto, y nada más oírla fue como si algo dentro de Kyle reaccionase de un modo extraño, y su primer impuso fue besar a Shara, olvidándose completamente de la existencia de Cinthya, y ella, más ofendida que otra cosa, le agarró de un brazo y lo miró entrecerrando los ojos.

-Me dijiste que me querías.

-Te mentí. Nunca te he querido, me das lástima. Vete y deja en paz a mi novia y a su amiga.

Cinthya se dio media vuelta y bajó las escaleras intentando controlar las ganas que tenía de darle un guantazo a Laeti, quien la observaba complacida desde la barandilla de madera.

La alarma de la siguiente clase sacó a Laeti de sus ensoñaciones sobre cómo devolverle a la gente todo lo que habían hecho, pero pronto cayó presa de otra, y esta tenía nombre propio: Everet. Como ella también era raro, llevaba el pelo largo, tenía los ojos oscuros, vestía siempre de negro y adornaba su ropa con cadenas y chapas. Además era muy fuerte y a Laeti le había llamado la atención desde el primer momento, pero él era el único que no se daba cuenta de su presencia.

Shara no tardó ni cinco segundos en sacarla de sus pensamientos con un fuerte abrazo que le sorprendió mucho. Laeti no soportaba que la tocasen, y el moratón de su espalda todavía no le había dado tregua, así que ese abrazo le hizo ver las estrellas.

-Shara.

-¡Laeti eres la mejor!

-No se lo puedes decir a nadie -suspiró-. Te he dado lo que más feliz te hace, pero si se lo dices a alguien no tendré más remedio que quitártelo.

-No te preocupes, sé que tu secreto es bastante peligroso.

Laeti sonrió y entró a clase, aguantando el resto del día con una sensación de satisfacción que le encantaba. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien.

Al salir de clase reemprendió la marcha hacia su casa, pero iba tan concentrada en su próximo desafío que acabó por tropezarse con alguien y cayó al suelo. Miró hacia aquella persona, y le sorprendió ver a Everet tendiéndole la mano. Laeti aceptó su ayuda y se sacudió los pantalones tras levantarse.

-Perdona, estaba en otro mundo, como se suele decir -le sonrió-. ¿Estás bien?

Laeti solo fue capaz de asentir en silencio y dejarse llevar por los brazos de Everet, quien le levantó una manga de la camiseta y se quedó observando una herida que no dejaba de sangrar.

-Esto no tiene buena pinta, te llevaré a mi casa.

-No hace falta que...

-No es negociable.

No fue capaz de decir nada y se subió a la moto con Everet, que guió sus manos para que le abrazase y así evitar caerse. Nunca había estado tan cerca de él, así que en cuanto le preguntó si estaba lista asintió y dejó que la llevase a cualquier parte, no importaba a dónde.

Llegaron a una casa a las afueras de la ciudad y Laeti bajó de la moto. La herida empezaba a dolerle y encima tampoco tenía la cabeza del todo bien, entre la sensación de estar haciendo algo malo, quizá controlar a Kyle, y la de estar en el lugar equivocado, pero por más que Laeti intentaba decirle que podía irse a casa Everet se negaba. Sentía que era culpa suya que estuviese herida.

Entro con ella en su casa y la invitó a sentarse en el sofá. Era la primera vez que estaba en casa de otra persona y no podía evitar observar todo lo que había a su alrededor, mirándolo todo con detenimiento. Unos pasos la alertaron y miró hacia la puerta, donde Everet volvía con un montón de cosas. El primer pensamiento de Laeti fue que quizá le gustase la medicina.

Se arrodilló a su lado y limpió la herida con cuidado, lo suficiente como para ver que tenía un cristal clavado en el brazo. Laeti también lo vio y no pudo evitar suspirar.

-Con razón me dolía.

-No te preocupes, estas cosas pasan -sonrió-, pronto estarás bien.

Agarró unas pinzas y le sacó el cristal del brazo. Era poco más grande que una uña, pero lo suficiente como para causarle dolor. Tuvo que quitarle unos cuantos más, pero en cuanto terminó volvió a limpiar la herida y le vendó el brazo.

-Lo haces muy bien.

-Gracias -la miró antes de empezar a recoger todo-. ¿Has oído lo de Cinthya?

Laeti sabía que podían descubrirla, que había más gente como ella y que algo malo pasaría si se enfrentaba a otro como ella, pero también sabía controlar sus emociones.

-Lo único que sé es que su novio la dejó por Shara.

-¿Viste como tenía el pelo?

-¿Te da lástima?

-Para nada, se lo merece por ser tan zorra.

Se pasaron un buen rato hablando de tonterías y cuando volvió a casa era ya media tarde. Por suerte solo estaba en casa Leyre, puesto que los padres de ambas se habían marchado de viaje y tardarían aún varias semanas en volver.

-¿Qué tal te ha ido?

-Mejor que nunca. Cinthya se ha teñido el pelo con spray y su novio la ha dejado por Shara.

-Eso es un poco cruel.

-Tranquila, no me ha pillado.

-Y más te vale que siga así. La última vez tuvimos que mudarnos. De verdad que no entiendo por qué tienes que tener ese poder tan raro.

-Bueno, si tú tuvieses mis ojos probablemente harías lo mismo.

Eso era cierto, había veces en las que Leyre deseaba ser su hermana por la simple curiosidad de saber qué pasaría si intentaba dominar a alguien, a pesar de que ambas sabían que los ojos de Laeti eran una maldición.

-¿Y por qué tienes el brazo así?

-Me clavé un cristal al caerme y Everet me ayudó.

-¿Ese no es el chico del que te has enamorado?

Laeti se puso roja de golpe. El amor no era su fuerte, siempre había cosas que salían mal y aunque acababa siempre con quien quería sus ojos siempre acababan por volverse contra ella. Se había rendido hacía mucho tiempo.

-Ni media palabra Leyre.

-Te lo prometo Julieta.