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Mírame ~ Parte V: Sangre

en Control Mental

Todo en esta vida tiene consencuencias, y Laeti estaba a punto de descubrir hasta qué punto era malo que pudiese dominar su don de tal modo

El tiempo había pasado lentamente y pronto las vacaciones de verano iban a marcar el final de semejante aventura. Laeti había cambiado un poco su estilo, lo justo como para no verse como un muerto, y vestía de rojo oscuro con pantalones negros de cadenas. A causa de ese cambio en los colores nadie se dio cuenta, ni siquiera Leyre, pero cada día Laeti estaba más pálida y ojerosa.

Ese día solo quedaba un examen, y si quería hacerlo con seguridad debía soltar el control de al menos una persona, pero ¿de quién? ¿Leyre, que amenazaba con delatarla a sus padres? ¿Cinthya, que podía darse cuenta de lo que había pasado? ¿Kyle, que dejaría a Shara, quien la delataría de inmediato? No, era demasiado peligroso. Debía hacerlo con el control de siete profesores, la directora del colegio, su hermana y dos adolescentes llenos de hormonas.

Allison Green era la última profesora, la de biología avanzada, y se acercó a ella a paso lento. Mientras preparaba en su cabeza lo que le diría para controlarla tuvo que caminar apoyándose en la pared. Al llegar a su altura la profesora la miró muy preocupada.

-¿Señorita Tiala? ¿Se encuentra bien?

-Estoy bien, no se preocupe. Yo venía a hablar con usted sobre Everet, mi novio -su rostro se crispó- su sueño es ser cirujano y yo solo intento ayudarle.

-Son cosas que van por encima de tus estudios. Si no me equivoco te va bastante mal en biología.

Había llegado el momento, se concentró en sus ojos, en su poder, pero no pudo decir las palabras, y Allison soltó su bolso para examinarla de cerca.

-Señorita Tiala, está usted sangrando por la nariz.

Se llevó una mano al labio para comprobar, con miedo, cómo su dedo se teñía del líquido rojizo. Esa debió ser la advertencia, pero no le hizo caso, solo volvió a intentarlo, y entonces sintió como unos fuertes brazos le sujetaban por detrás, evitando que se cayese.

-Laeti, mi princesa...

Eso fue lo último que oyó antes de cerrar los ojos, y en el momento en que lo hizo todos aquellos a los que había controlado, despertaron. Everet no tenía ni idea cuando marcó el número de Shara, quien le ordenó que la llevase al hospital.

Despertó dos semanas después, se sentía mareada y no tenía ni idea de dónde estaba. A su lado estaba Abigail, su madre, con el cabello negro apoyado en el incómodo respaldo del sofá, dormida. Everet apareció y nada más verla soltó la mochila y fue corriendo a abrazarla. Esto despertó a la mujer, que vio a su hija con la cabeza enterrada en su pecho.

-Lo siento, ha sido culpa mía, no sabía que esto podía pasarte.

-Es verdad -intervino Abigail-, no lo sabías, pero ahora ya lo sabes.

-Y le prometo que no se volverá a repetir.

-Eso también es verdad. Tu padre lo está organizando todo para irnos a Barcelona.

-¡No! -miró a su madre-. Por favor, no quiero irme.

-Este sitio casi te mata, él casi te mata, ¿y quieres quedarte?

-Sí.

-¿Por qué?

-Es la única persona que conoce mi don y que ha seguido a mi lado, y le quiero por ello. Por favor.

Abigail sabía a lo que se exponía, sabía que si la enfadaba la controlaría a ella también, y suspiró pesadamente antes de hablar. Llevaba tiempo dándole vueltas a lo mismo y al parecer no podía esperar más tiempo.

-Está bien -Laeti la miró sorprendida-, pero a cambio tu primo se quedará contigo.

-¿Qué tiene que ver Miguel en todo esto?

-Tiene tu mismo don, es mayor que tú y puede enseñarte lo que tú has intentado hacer por tu cuenta. Si quieres quedarte tendrás que aguantar a tu primo, sino te vendrás con nosotros -asintió ligeramente-. Voy a avisar a tu padre.

Abigail no tardó en irse de la habitación para llamar por teléfono a Luis, su marido, y Everet aprovechó para cerrar la puerta con pestillo y activar la luz que indicaba que el paciente estaba siendo atendido por un médico o alguna enfermera. Se subió a la cama y la sentó a horcajadas sobre él.

-¿Por qué no me dijiste que era tan peligroso?

-Temía que no me quisieses.

-Oh, y el hecho de que te miraba por los pasillos no te decía nada, ¿verdad? -la confusión se dibujó en el rostro de la chica-. No te habías dado cuenta.

-Tenía unos trescientos cuarenta problemas más de los que preocuparme -se defendió refiriéndose a sus compañeros de instituto.

-Ahora yo cuidaré de ti.

Laeti le besó apasionadamente y Everet le correspondió, aprovechando de paso ese dulce momento para desatar los nudos que unían la bata a su espalda y apartarla a un lado. En cuanto estuvo desnuda metió sus dedos hurgando en su sexo hasta que lo notó chorreando, y la mirada de Laeti se lo dijo todo. Queria que la penetrase, que la hiciese olvidar todo.

-Convénceme.

-Podría obligarte.

-Lo sé.

Sin embargo ella había aprendido a conocerle, y bajó su mano hacia la entrepierna de su novio, tocándole por encima del pantalón. Si dejaba la mano quieta casi podía sentir los ligeros latidos de su miembro. Miró sus ojos con picardía.

-Me deseas -sonrió traviesa-, nadie nos va a molestar y te necesito.

-Eso era lo que quería oír, que me necesitas -la besó-, y por si te sirve de algo, yo también te necesito a tí.

Everet se desabrochó los pantalones para liberar su miembro, duro como una roca, y lo metió despacio dentro del coño de su novia, que parecía absorverle por momentos. El rostro del chico solo mostraba un placer desorbitado y Laeti estaba a punto de fundirse. En cuanto empezó a bombear con fuerza y maestría dentro de ella, tuvo que morderse los labios para no gemir, pues a fin de cuentas estaban en un hospital. La máquina que marcaba los latidos de la chica se aceleró, pero eso solo excitó más a Everet, que aprovechó para besar su pecho y morder sus pezones.

-Quiero correrme dentro.

Un par de estocadas más y no pudo evitar que su semilla la inundase por dentro, y ella sonrió feliz. Sabía lo que les pasaría a ambos si los pillaban, así que le ayudó a volver a ponerse la bata, la tapó y fue hacia la puerta, donde volvió a dejar la puerta abierta y la luz exterior apagada. Segundos después estaba sentado a su lado, pero Leyre apareció con una sonrisa que lo decía todo.

-Sois como conejos, ¿en serio habéis follado en un hospital?

-Eso guapa, dilo un poquito más alto -respondió Laeti de buen humor-, que aun no se ha enterado nadie.

-Y yo que venía a decirte algo interesante -acarició el cabello de su hermana-. Mamá ya ha hablado con Miguel, viene de camino.

Eso a Laeti no le gustó, su primo siempre la obligaba a jugar a cosas que a ella no le gustaban, como subirse a árboles demasiado altos o saltar a una piscina sin saber nadar, y se temía qué le tendría reservado.