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Placer irresistible. Entre hermanos.

en Amor filial

Placer irresistible. Entre hermanos.

Violeta aplico el perfume sobre la piel expuesta. Ese que guardaba para ocasiones especiales. Con atención en el área de cuello, oídos y el escote de la blusa. Sin disimular el nerviosismo espero a que su piel absorbiera la sustancia. Después procedió a ponerse las medias obscuras sobre las piernas largas, que se ajustaron como una segunda piel. Luego a tacto recorrió la redondez de sus pechos, sobre la blusa tan delgada como para sentir los dibujos del encaje. Como para asegurarse que todo estuviera perfecto, y entonces se miró al espejo.

El pelo ondulante le caía sobre los hombros con cada hebra en su lugar. Parpadeo para apreciar con aire critico las largas pestañas y el maquillaje de la sombra de los ojos. Todo bien, si no perfecto aceptable. Ahora solo faltaba el labial en cuya etiqueta rezaba. “rojo seducción” que hasta el momento no se había animado a usar.

A su espalda escucho una risilla.

Suspiro enfadada, al verse descubierta por Jesica su compañera de piso.

-Uy yu uy, parece que finalmente te están moviendo el tapete. ¿No es muy temprano para una cita Hot?

-No es eso. - respondió Violeta, negándolo febrilmente.

Aunque por dentro era justo lo que estaba pensando. Una cita de esas que empiezan con besos y terminan en sudor.

Violeta y Jesica mejores amigas, pero a veces casi parecía como si le leyera la mente. Lo cual no siempre era agradable.

- ¿Enserio? ¿Y para eso te pusiste la putiblusa, la chiquifalda, medias y abriste el labial ese tan caro?

- Como acabas de decir es muy temprano, no voy a una cita, voy al cine a la función de la tarde. Y voy con…

- ¿Otra vez ese pretexto? - la interrumpió su amiga. - Haz estado muy rara últimamente. Sé que has estado confundida, ese asunto de conocer a la nueva familia de tu padre. Rompiste con ese novio tonto, que tan mal me caía. Eso está muy bien. Eres una mujer adulta que puede hacer lo que quiera con quien quiera, tampoco soy tu madre para que me des pretextos cuando en realidad vas a ver a tu nuevo novio misterioso.

- ¡Enserio… yo…! - trato de empezar a explicar. Le tomo solo un instante darse cuenta que no podía hacerlo. Ni a su mejor amiga ni a nadie. ¿Cómo podría comprenderlo? bajo la mirada en rendición. Lo mejor era recibir el bien intencionado regaño de su amiga.

-Mira no sé si sea un chico, una chica o de otra especie para quien te vistes tan sexy. No te voy a juzgar. Ya sabes que he hecho cosas. ¿verdad?

Así era Jesica, hablando de sus aventuras sexuales. Desde el trio en el que estuvo, hasta la vez que estando borracha, masturbo un perro. Una especie de bandera de madures o algo así.

- Mira tienes razón, deja ver como progresan las cosas y tal vez algún día te hable de él. -dijo dándole la razón. La verdad es que quería irse. Se quemaba por ir a verlo.

- ¿Llevas condones? - le grito cuando salía por la puerta.

- No son necesarios, de verdad vamos al cine. - le contesto, y cerró la puerta tras de sí. En dirección a su coche.

Se detuvo un momento antes de abordar. Invadida nuevamente por esos sentimientos confusos. Miro sus zapatos de tacón con punta, los rojos, los que la hacían contonearse al caminar.

¿Era una cita?

Si.

¿Iban solo al cine?

Al menos esa era la idea.

¿Se había vestido pensando en tener sexo?

Si...¡No! ¿O sí? Hasta la ropa interior era esa coqueta casi trasparente.

¿Quién era el novio misterioso?

No era un novio, era su hermano.

                Llego temprano. Demasiado ansiosa por verlo. Sabía que no estaba bien, sabía que lo mejor era llamarlo y decirle que se cancelaba lo del cine. No le interesaba la película esa de superhéroes. Sería lo correcto. Lo mejor para todos.

                Hacerlo representaba todas las ventajas, exceptuando el no verlo. Con las familias conectadas por el padre, se encontrarían en alguna ocasión, una vez al año o tal vez menos.

                Violeta noto que su respiración se agitaba con tan solo la idea.

                Quería verlo. 

                Jesica tenía razón, las cosas habían cambiado drásticamente cuando conoció a la nueva familia de su padre.

                Se sentó en una banca a la sombra de un árbol en el parque donde habían quedado de verse. Mientras reflexionaba con lo que había ocurrido anteriormente.

                Sus padres se habían separado en buenos términos, incluso cuando se había casado con otra mujer. Violeta siendo una niña no había sabido perdonar a su padre por años, en los que no quiso saber nada de la otra familia de su padre. De allí había nacido la causa de sus aflicciones recientes.

                Daniel el chico de la cita, por quien se había arreglado tan llamativa. 

                Le llamo la atención desde el principio. Como una cosita que no se puede dejar de mirar, aunque no se sepa por qué es así. En ese primer día se encontró platicando con él. El tipo más simplón que se puede imaginar, pero aun así era un poco guapo. Adorablemente tímido, pero sabía decir cosas interesantes de vez en cuando. 

                El primer error fue intercambiar contactos telefónicos. El segundo llamarlo e intercambiar mensajes privados, lejos de las miradas de los demás. El tercer y más grave era haberlo invitado a tomar un helado.

                Todo era normal, todo inocente. Una chica que quiere conocer un poco más a su hermanito. Un postre, una de esas películas de adolescentes después irlo a dejar a su casa. Una vez, luego otra y otra. En algún momento fue como si empezaran a salir.

                Tendría que haberse dado cuenta que no era normal querer pasar tanto tiempo con su hermano. Hasta el punto que descuido al ahora exnovio. Quien era un tonto, pero era realmente un tipo cotizado.

                Violeta la guapa, la de las piernas bonitas, pecho apetecible. La que en las mañanas cuando salía a correr atraía las miradas al pasar. Joven, bonita y autosuficiente que ahora mismo estaba disponible.

                ¿Disponible para qué? ¿Para quién?

                Todo iba bien entre ellos dos. Aparte de verse tan seguido. En lugares que sabían no frecuentaban las familias. De mirarse de una forma en la que no se miran los hermanos. De sentirse excitada cuando sabía que le estaba mirando por detrás. Usando ropa cada vez más ajustada.

                Todo normal. ¿no?

                Hasta ese día en que fue a recogerlo al colegio.

                Normalmente se confirmaban por mensaje. Lo esperaba en una calle cercana, no era prudente que los vieran juntos, no entre tanto chavo calenturiento. Ese día no le contesto. De todas formas fue. Lo estuvo esperando, hasta que le gano la impaciencia. Que fue como 3 minutos.

                Daniel estaba charlando con otros dos chicos. Hablando de esa forma tan segura de sí mismo que tanto le encantaba.

                Violeta tardo un momento en darse cuenta que estaba hablando de ella. Por un momento se quedó escuchando, sin saber si sentirse alagada o con ganas de estrangularlo.

                Un chico con sus compañeros de clase, un mundo al que ella no pertenecía. Ya no. Hacia algunos años que dejo atrás las faldas tableadas de la escuela. Se sintió invadida por frustración y vergüenza. Lo había estado viendo tanto que se podría considerar como un acoso. Siempre por insistencia de ella. Si no le había contestado el mensaje es porque no deseaba verla. O más bien si la deseaba. Su hermano hablaba de una chica que le llamaba la atención, pero que le era inalcanzable.

                Y tenía razón. Eran hermanos así que no podía esperar nada mas de ella.

Paseándose tan llamativa junto a un chico que debería estar despertando a los deseos de sus hormonas. Una mujer de caderas anchas, pechos generosos que lo miraba como si fuera la última coca del desierto. Una que jamás podría tener. Eso tendría que ser una tortura para el pobre.

Regresó al coche. Sin haberle hablado. Pensando en si debía ver a un psicólogo o simplemente evitarlo para siempre. Tal vez en unos años se pudieran ver de nuevo como los hermanos que eran. Ya sería todo un hombre para entonces. Tan inalcanzable en ese momento, como lo sería siempre en esa vida.

Violeta ya en el volante se disponía a irse, deseando que se la tragara la tierra, cuando vio a su hermano aparecer en la calle. Todo lo anterior fue remplazado por la sonrisa radiante con que le abrió la puerta.

Regresaron en un confortable silencio.

Al llegar a la casa del chico ella se animó a preguntarle:

- ¿Cómo supiste que estaba allí?

- Por el aroma. - contestó avergonzado. - estaba diciendo cosas extrañas, así que no supe que hacer en el momento.

Antes de que siguiera hablando, Violeta se acercó, le tomó el rostro con ambas manos y lo besó.

No como se besa a un hermano. En la boca, acariciándole los labios, saboreando el contacto de la piel. Víctima de esa atracción irresistible.

Eso paso la última vez que se vieron. Temiendo que le hubiera contado a alguien, que las autoridades la estuvieran siguiendo para arrestarla, o peor aún que no le contestara las llamadas. Tenía que hacer algo para tranquilizarse, combatir esas ansias que la carcomían por dentro.

La estaba afectando. Su trabajo en comerciales ya le daba para vivir. Estaba teniendo buenas oportunidades. No podía descuidarse. Si los problemas se le empezaban a ver en la cara pensarían que era una drogadicta o carne fácil. Hasta ahora la clasificaban como “no es una de esas” Una belleza que se imponía por su actitud.

Así que hablaría con su hermano. Expondría sus inquietudes y arreglarían las cosas como las personas decentes que eran. Antes de que dejaran de comportarse como personas decentes.

¿Entonces por qué se había puesto esa blusa tan llamativa? ¿Por qué abrió el perfume nuevo?

Pensando en todo eso se le había ido el tiempo.

Daniel su hermano llego. Retraído como lo era siempre al principio. Costaba unos minutos que agarrara confianza.

- Hola Violeta. - Le saludo.

- Hola hermano. - le respondió recalcando la última palabra. Hasta el momento habían evitado llamarse por el parentesco. - ¡Qué bueno que viniste! - dijo inmediatamente sin poder ocultar la alegría que le daba verlo.

- ¿Por qué no habría de venir? Dijimos que si queríamos vernos, tan solo tendríamos que decirlo.

                - Apenas me llamas. - le reclamó Violeta.

                - Lo que pasa es que me llamas o mandas mensaje antes que tenga oportunidad de hacerlo.

                Eso era cierto. Por un momento la chica no supo que decir. Le indicó que se sentara a su lado. Lo mejor era ir al grano.

                - Tenemos que hablar Daniel. - Tampoco era normal que le llamase por su nombre completo. - espero no te enojes, pero tenemos cosas más importantes que hacer, que ver esa película de superhéroes.

                - ¡Son supervillanos! - aclaró sin que fuera una protesta real.

                - Que te parece si vamos a otro lado. A un lugar donde nadie pueda interrumpirnos.

                - Si es por lo que pasó la vez pasada…

- Si. Es por eso, por lo que ha estado pasando entre nosotros y lo que va a pasar en el futuro. ¿Entonces vamos?

                - Tu eres la que conduce. - aceptó con una medio sonrisa en la cara.

                Hablaron, sabiendo que las cosas estaban por cambiar. Eligiendo con cuidado sus palabras. Tensos pero cómodos de estar juntos.

                - ¿Era yo la chica de la que hablabas con tus amigos la otra vez? - le preguntó mientras conducía.

                - Yo… bueno, desde hace unas semanas eres a la única a quien veo… entonces a veces…

                - ¿Así que también piensas en mí? - le interrumpió antes del que el chico se enredada más con sus palabras.

                - Claro que pienso en ti.

                - Me refiero a que si piensas en mi de otra forma.

                - ¿De qué otra forma?

                - De la forma en que se supone no debes pensar de tu hermana.

                - Lo que paso la vez pasada…

                - Fue mi culpa. - lo atajo de nuevo, tratando de sonar cordial. - Soy la que ha tenido ideas extrañas de nosotros dos. No quiero que hagamos algo loco, por eso debemos hablar sobre ello. Hablar y estar claros sobre nuestra relación, en particular lo que no está permitido. Si hubiéramos crecido juntos nos lo habrían enseñados desde chicos, como ese no es el caso lo tendremos que aprender nosotros mismos.

                Daniel la miró entre sorprendido, e hipnotizado por la voz de su hermana.

                - Sera como digas. - acepto el chico, con pesar en la voz.

                Pobrecito, pensó Violeta.

                - Los chicos con los que hablabas. ¿Saben que somos hermanos?

                - No, no. Les dije que era una chica que había conocido. Jamás les diría algo así.

                Buen chico, pensó.

- No debes decirle a nadie que estamos saliendo. Podrían pensar cosas indebidas y hacer chismes.

- ¿Estamos saliendo?

- Es lo que no quiero que piensen. ¿Vez lo fácil que se puede malinterpretar esto?

- Acabas de decir que salimos.

- Estas confundido, niño. Yo también, un poco. Al menos uno de los dos debe comportarse como un adulto.

- Tú fuiste la que me besó.

- No te oí quejarte. - dijo Violeta con picardía. Con los ojos al volante, habían llegado.

Estacionó el coche a la sombra de un árbol. Aun sin atreverse a enfrentarlo con los ojos sintió la mirada del chico recorriéndole el cuerpo. La faldita siempre se levantaba de más con la tela del asiento, se le estaría viendo el principio de la liga. Estaba más nerviosa de lo que imaginó.

 Cuando se giró, Dan tenía la mirada hacia abajo.

- No tienes que sentirte mal, ya te dije que fui quien lo hizo. No tú.

- Si. - le respondió. - Pero me gustó.

                Se suponía que habían venido para hablar con libertad, pero tampoco es que pudiera admitir que a ella también le había gustado.

                - Ese es el problema. ¡Me ha encantado! No puedo dejar de pensar en ello. - se escuchó decir. Con esa naturalidad que le pedían los directores en el trabajo cuando hacia locución. - Si dices que a ti también, es que tenemos un problema. ¡Somos hermanos!

                - Somos hermanos. - secundo el chico. - Entonces debemos dejar de hacerlo.

                Violeta sintió esa sensación como de que le faltaba el aire. Así era como debían ser las cosas. Lo había dicho su hermano primero. Ahora le correspondía poner la pauta de lo que serían las cosas de ahora en adelante. Solo que no le salían las palabras

                - Cambiaste de perfume. - dijo el chico al ver que ella permanecía callada.

                De todos los hombres con quienes había salido, riquillos u otros para quienes se había tratado de arreglar. ¿Quién había notado esos detalles?

                - También el peinado. - continuo Dan.

                - ¡Detente! Chaval, detente. ¿Qué crees que estás haciendo? 

                - Yo, solo…

                Violeta levanto la mano indicándole que guardara silencio. Se inclinó tanto como le permitió el cinturón de seguridad que no se había quitado. Juntando las cejas.

                - Dan, antes que nada. Pequeño pervertido, vas a decirme una cosa. ¿Quisieras besar nuevamente a tu hermana?

                Daniel no contestó, se le quedo mirando, hacia esos ojos encendidos y la parte blanca de su pecho que había quedado descubierto por acción del cinturón. Sin miedo, más como hipnotizado.

                - Te diré lo que haremos. - siguió Violeta. - Podemos quedarnos aquí y acordar como se supone que debemos hacer las cosas, o podemos entrar en ese lugar, que es donde nadie va a molestarnos y ver qué pasa una vez dentro. Ahora la mano de la chica señalaba hacia el establecimiento que estaba a un lado. “Hotel” en letras grandes, más abajo con menor puntaje de tipografía se leía “garaje”. A un lado sobre un espacio que daba a una curva un letrero indicando la entrada. - Cualquier hombre que tenga la suerte de salir conmigo, al menos debe saber decir las cosas claras y pedir lo que quiera de mí.

                Violeta había tratado de sonar segura, así como había tratado de ser una adulta responsable. Cosas en las que estaba fracasando. Su voz progresivamente bajo el volumen, conforme se le enrojecían las mejillas y se le aceleraba el corazón. ¿Le habría escuchado? Al final fue casi un susurro.

- Entremos. - dijo el chico.

               

                Ella conocía lugares parecidos, pero no ese en particular. Todo parecía agradablemente limpio. Lo primero era cerrar las cortinas. Encendió las luces de la cómoda. Luego estiro los brazos sabiendo que su hermano la estaba mirando.

                Los errores anteriores serian nada. Menos que eso en comparación con lo que estaba haciendo en ese momento. Aún no habían hecho nada en realidad, pero estaban allí. Se giró para ver al chico que se había quedado contemplando la habitación. Sin duda la primera vez que estaba en un lugar como ese. Lucho consigo misma para no abalanzarse sobre él.

                Lo haría sentir cómodo.

                - Una habitación pequeña, con todo lo necesario para pasar la noche. Una televisión, una cómoda con un menú para ordenar al bar. Claro que no vas a tomar ni nada.

                - Ya he probado licor y la verdad no me ha gustado.

                - Haces bien. Allí está el baño por si quieres ir. ¿Qué quieres que hagamos? ¿Ver la televisión? - le pregunto coqueta.

                - ¿has estado antes en este lugar u otros como este?

                - ¿Qué clase de pregunta es esa? Soy una dama. - respondió haciéndose la digna.

                - Sabias como hacer todo en la entrada.

                - Me habían recomendado este hotel. En todos son discretos, pero en estos puedes entrar sin que vean a los que vienen en el auto, lo cual es una ventaja, no quiero que piensen cosas. Respecto a si conozco otros lugares, solo diré que soy una adulta plena. Soltera, que sabe disfrutar la vida.

                Dan recorrió la habitación.

                - Entonces ¿Este lugar es para pasar la noche? Por qué…- se puso inseguro de continuar.

                Como le encantaba poner en problemas a ese chico.

                - ¿No puedes pasar la noche conmigo? ¿Te pega tu mamá?

                El chico le dirigió una mirada de divertido enfado.

                - Creo que nuestro padre se preocuparía si no llego a casa.

                Ella se sentó en la cama, elemento en la habitación que no había mencionado y que era el centro y el propósito de la habitación. Arqueo la espalda con las manos sobre el colchón sabiendo que sus pechos resaltarían.

                - Tenemos toda la tarde para hacer cositas. - le dijo tan lentamente como cruzaba las piernas sedosas. - esta cama es para eso, solo si no quieres ver televisión.

                - No quiero ver televisión. - aseguro el chico.

                - ¿Estás seguro? Tienen canales para adultos. ¿Te gusta el porno? A esa edad debe ser como los dulces, solo espero que te guste entre chico y chica, de lo contrario no sé qué estamos haciendo en este lugar.

                - Lo de chico y chica es lo mío.

                - ¡Qué bueno! Entonces ven aquí. - le dijo indicándole que se sentara a su lado.

                Era increíble lo a gusto que se estaba cuando no sentía las miradas en el exterior. Solo que había unas cosas que realmente tenían que quedar entendidas, antes de que ocurriera lo que fuera a ocurrir.

                - Dan. Escúchame y escúchame con atención. Sé que eres un buen chico. Uno confiable, de otra manera jamás habría pensado en venir aquí contigo. Tienes que prometerme que jamás dirás a nadie de esto. De nosotros. Si alguien se entera nos meteremos en problemas. La cárcel para mi u algo peor. Nadie va a entenderlo, ni tu mejor amigo. Nadie más aparte de nosotros. ¿Entiendes?

                - Lo sé. - aseguro el chico muy serio. - Si me viste hablando con los chicos, es porque necesitaba hablarlo con alguien. Lo que me pasa en la cabeza cuando veo lo guapa que eres. Apenas puedo creer que tenga la suerte de pasar el tiempo a tu lado. Ahora puedo hablarlo contigo. Que es más de lo que nunca he soñado.

                - ¿Entonces piensas que soy guapa?

                - Si. Bellísima.

                - ¿Enserio? - pregunto sonriendo. Alagada como si le hubiera recitado un poema.

                - Baje todos los comerciales donde has trabajado.

                Eso la sorprendió. Él se dio cuenta y procedió a explicarle.

                - Alguna vez saliste en la tele, estaba con mi padre y el orgulloso me dijo que eras mi hermana. Antes de conocerte en persona. Busque en internet, baje todo lo que había de ti. Ya me habían dicho que no querías saber nada ni de mi ni de mi madre. Apenas puedo creer que seas real, que me hayas llamado por teléfono que me hayas invitado al cine y que estés aquí conmigo.

                Violeta se inclinó hacia él, esta vez no había cinturón de seguridad que la contuviera. Fue ella quien se detuvo tan cerca como para que pudieran sentir el calor de sus voces.

- Eres un chico con suerte. - susurró. - si no vas a ver la tele. ¿Entonces quieres besar a tu hermana?

- Quiero hacerlo. - la voz del chico le puso la carne chinita.

- Quédate quieto, déjame ser quien lo haga. - Delicada acerco sus labios, apenas rozando a un lado de la boca del chico. - A una hermana solo debes besarla en la mejilla, déjame enseñarte cómo hacerlo. - Aquel labial tan caro, dejo la primera marca. - Al menos a una hermana decente, hay otras que no lo somos. - Se acomodó para mirarlo de frente. - Tus ojos son como los míos, del mismo castaño claro de nuestro padre. Eres la única cosa buena que ha hecho ese hombre. - Ambas frentes se tocaron. Sintió la respiración del chico. Con los dientes mordisqueo los suaves labios.

Intento de moverse hacia ella, lo detuvo con una mano.

                - No, no.- lo regaño. - Los chicos buenos como tú no le hacen esas cosas a su hermana, deja que sea yo. Solo relájate. - Acerco los labios hasta que se tocaron, presiono suavemente, con la lengua le hizo abrir un poco la boca, para en un principio deslizar solo la punta. La mano que le había detenido ahora estaba sobre el chico acariciándole la piel del cuello. Lo guio hasta que ambos se recostaron en la cama. Ella sobre él. Retorciendo sus curvas sobre el cuerpo de su hermano. La ropa perdiendo su acomodo de poco a poco.

                No le dijo nada cuando lentamente Daniel extendió sus dedos y empezó a tocarla por sobre la blusa, bajando con titubeante ansiedad. La tela aterciopelada de la falda, tan tensa como permitía el material. Tampoco cuando empezó a juguetear con su lengua, respondiendo a los movimientos rítmicos que hacía con la boca. 

                Es la primera parte de su cuerpo que ha metido en mí, pensó Violeta, entre encantada y asustada. A la vez que empujaba y sustraía la saliva de ambos ya mesclada. Sintiendo que debía probar más de los sabores de la piel de su hermano. Empezó a lamerle el cuello con la avidez de una gata en celo. Respiro el embriagante aroma, mientras trataba de pegarse más a él. Como si quisiera que la ropa desapareciera por la fricción. Dirigió una de sus manos hacia la parte más tensa del pantalón del chico. Palpando la respuesta que estaba despertando. Acariciándole por encima, solo unos milímetros de mezclilla separaban la yema de sus dedos de esa virilidad que se había propuesto tomar para ella.

                Con muchas ideas en la cabeza es que se había reunido con Daniel. La de aclarar las cosas para ser la buena hermana que la sociedad esperaba que fuera, admitiéndose y negándose que se sentía atraída de una forma que le era desconocida hasta el momento. Por eso no había aceptado los condones que le ofreció Jesica. Una parte de ella había querido que las cosas pasaran de otra forma. La parte débil, la otra la que había ido creciendo alimentada por ideas incestuosas, fue la que le hizo pensar en el Hotel de paso. En vestirse así para él.  

¡Su propio hermano! La persona más prohibida para eso. Lo que originalmente empezó como curiosidad, desemboco en los dos acariciándose en la cama. Aun tenia curiosidad, quería saber que pensaba, que opinaba de cualquier tontería, que sentía de lo que estaban haciendo. De eso estaban pasando hacia esa atracción.

                Una atracción sexual, pura y dura. No tan solo por ser quien era, de otra manera jamás se habría metido con un colegial. Ni fijado en alguien como él, ni sentido lo que estaba sintiendo en ese momento con otro hombre.

                ¡Y eso que aún tenían la ropa puesta!

                Dientes y labios llegaron hasta donde la camisa no le permitió avanzar. Hundió la cabeza cuanto pudo en la prenda hasta que la punta de su lengua toco las tetillas del chico. Violeta sintió que se mareaba por la emoción.

                Levanto la vista para encontrarse con la de su hermano. Fascinado invadido por sus propios sentimientos, mirándola con adoración a la vez que ella sobre él, seguía acariciándole por sobre el pantalón. Le dio un beso rápido.

                Deposito besito, tras besito, sobre quien era todo lo que quería. Sin nunca haberlo imaginado.

                - Parece que no puedes mantener las manos quietas. - dijo Violeta, cuando ambas manos del chico se habían posado sobre sus nalgas. 

                - Si. - fue lo único que alcanzo a decir, asombrado como estaba.

                - ¿Has manoseado a muchas chicas? - se le ocurrió preguntar. Se arrepintió al instante. Temía la respuesta, un chico guapo tendría un montón de oportunidades con sus compañeras de clase. O alguna mujer pervertida. Un tema que había evitado hablar con su hermano. Nada de preguntas como: ¿Tienes novia? ¿Hay alguien que te gustas? Cuestiones que cualquier “hermana normal” querría saber. Ahora que tocándose de forma tan sexual como lo estaban haciendo, ya nunca podría ser una hermana “normal” para él.

                ¿Qué era entonces?

                ¿Una hermana pervertida e indecente?

                Si. Estaba justo en eso.

                Pero al menos había roto con su novio, alejándose de esa normalidad que no la estaba llenando. Lo que se estaba desarrollando en ese momento tendría que ser algo mil veces más pleno. Lo normal no era que ella quisiera con su hermano, tampoco escuchar algo que le rompiera el corazón.

                Daniel parpadeo antes de contestarle.

                - Ya he besado, he tocado, pero en nada se compara a las ganas que tengo ahora mismo de ti. - dijo entre respiros. Como para reafirmarlo estrujo sus dedos sobre la falda.

                El pulso de Violeta se aceleró. Daniel sabía que decirle y como decírselo para provocarle sensaciones que desconocía de sí. 

                Se levantó llevándose las manos a la boca, conteniendo un ¡Ahhh! Que se le escapaba por la boca.

                Separándose de él tan rápido como pudo, sabiendo que estaba a punto de perder el control. Dándole la espalda en la pared opuesta.

                Consiente que era la última oportunidad de frenar esa locura.

                Ninguno de los dos dijo nada por un momento. Violeta jadeaba contra sus palmas. La ajustada falda se había levantado lo suficiente para mostrar las mariposas del encaje y la piel blanca de sus muslos.

                Daniel la miro tan desconcertado como fascinado por lo erótico de la pose. Tan indecorosa con la ropa fuera de lugar. Uno de los hombros expuesto, con una tira del sostén a solo un centímetro de bajar.

                - Dan. ¿Quieres ver televisión o quieres hacer cosas indecentes con mi cuerpo? - Pregunta Violeta. - Ya te dije que tienes que ser honesto con lo que quieras de mí. Hare cualquier cosa que me pidas, pero debes decirlo.

                El chico toma aire y dice lo necesario para derribar la ya colapsada moralidad de la mujer.

                - Quiero que mi primera vez sea contigo, quiero tocarte, quiero… - en lo último se contiene sin encontrar palabras que no suenen vulgares.

                Es suficiente para Violeta.

                Empieza por abrasarse a sí misma, subiendo sus manos hasta la tira casi suelta para acomodársela.

                - Quítate la ropa. - sentencia. Al momento que lentamente se da la vuelta para mostrarle cómo se va desabotonando la blusa. Con ansia, pero sin apresurarse. Quiere verlo y quiere mostrarle las hermosas prendas que escogió para adornar su cuerpo. Las figuras que componen el brasiere, ese que toco antes de ir al encuentro, apenas cubren las redondeces antes ocultas. Una prenda cae al piso de alfombra, para que luego proceda con la falda, tan obscura como la lencería que en un momento más es lo único que hay sobre la piel de Violeta.

                Ella tampoco ha perdido detalle de como con cierta torpeza el chico se ha ido quitando todo lo que tenía encima.

                - Toda la ropa. - apremia Violeta, sonriéndole con dulzura a la vez que señala la entre pierna del chico.

                - Si. - Este la mira confundido, pero lo hace, dejando al descubierto la parte que antes le apretaba el pantalón.

                Ella suavemente mueve caderas y hombros. Meciendo los pechos generosos. Brasiere, panti y medias de seda obscura contrastan su piel clara. La cintura delgada, el vientre plano.

                - Las ventajas de tener una mala hermana, una que permite verla mientras se desnuda es que puedes besarla en otras partes aparte de la mejilla. ¡Puedes besarla en cualquier parte que quieras! Solo si te gusta lo que estás viendo, ¿Te gusta lo que ves?

                - Estas buenísima. - dice el chico, abriendo más los ojos.

                - Y me muero de ganas que me toques y me beses. ¡Ven aquí! - dice sonriendo para luego darse la vuelta, separar las piernas y apoyar las manos contra la pared. - Siéntete en libertad de servirte de mi cuerpo.

                Ella nunca ha hecho nada así, jugar tanto antes del plato principal. Pero quiere disfrutar del momento. Ya sea una tormenta de arrepentimiento, o mil placeres pecaminosos lo que les aguarde en el futuro, sabe que recordara con emoción ese momento.

                Las manos del chico ahora con libertad se posan sobre ella. Primero sobre el canal en su espalda. Bajan hasta atrapar la carne firme de sus nalgas. Ahora es el quien con su lengua se inclina para posarla entre sus omoplatos, cubriéndola con su saliva.

                Deja escapar otro jadeo, a la vez que se estremece de pies a cabeza. El chico no la decepciona, bajando con la lengua hasta sus muslos, respirándole en la piel. Ella permanece inmóvil dejando se hacer, disfrutando como con rapidez va tomando confianza, haciéndose cada vez más atrevido. No parece alguien tan inexperto, tiene que haber imaginado tantas veces tocándola que saber perfectamente que hacer.

Los labios del estudiante le besan en la nuca, que es hasta donde llega estirándose. Ella le saca más de una cabeza de altura. Ha querido que se concentre en su cuerpo, ya habrá más besos en la boca. Esos se pueden dar con facilidad, siempre y cuando nadie los vea. Pero eso. ¡Eso! Cada nuevo punto en el que se concentra es una sorpresa que va elevando la temperatura de su cuerpo. A veces puede sentir el pene rozándole la piel sin nada que se interponga.

Ella hace uso de toda su fuerza de voluntad para no moverse. Quiere de una vez por todas, completar el acto. Pero está disfrutando demasiado de esa forma. Todo es mejor cuando se trata de él.

Ambas manos ya le acarician los pechos, la prenda de media copa deja sufriente zona erógena a merced del chico. Ella se muerde los labios cuando una de las manos se desliza por los contornos de la prenda inferior.

Para cuando uno dedo toca la humedad que pasa a través de la tela, es que ella decide que ha sido suficiente.

Lo conduce hasta recostarlo en la cama, sin decir palabra, sin explicaciones innecesarias. Ella de rodillas. Soltando el broche por el frente, para liberar sus pechos. Sentía que la prenda le estaba quemando, sin que le baje el calor cuando la arroja a un lado.

Solo un poquito más. Piensa, poniéndolos al alcance del rostro de su hermano. Solo unas pocas lamidas que nuevamente la estremecen. Mientras posa una mano sobre la erección.

Violeta se desliza hacia abajo. Besándolo en el vientre hasta que finalmente ante ella está la bestia dura que tantos conflictos morales le ha traído. No tiene ganas de pensar en condones llegando a eso. Otro poco del labial, queda sobre el tronco del pene. Quiere saborearlo, pero tampoco quiere que le termine en la garganta, así que sube y baja con la boca solo lo suficiente para saber que está en el punto necesario.

Va acomodando el cuerpo sobre el chico. Hace a un lado la prenda que se interpone para que la punta de la verga haga contacto con la entrada de su intimidad.

Ambos se miran a los ojos cuando ella se deja caer con suavidad. La humedad que ha trabajado desde hace rato facilita las cosas de forma increíble. Eso y que la herramienta de Daniel esta genéticamente diseñada de la misma base que es el interior de Violeta.

Hermano y hermana exclaman placeres, mientras se acoplan en toda la profundidad del sexo de una y la longitud del otro.

- Lo hicimos. - dice Violeta entre suspiros. Quedándose quieta mientras sus paredes internas se van ajustando a esa parte viril, que le ha calzado como si ese siempre hubiera sido su lugar.

- Lo hicimos. - secunda Daniel con los pechos sobre el rostro. - ¿Qué clase de hermana eres?

- De las que hacen el amor con sus hermanos. - responde y empieza mecer las caderas. Ansiosa como esta, va haciendo curvas con su cuerpo para ir ganando cadencia.

Daniel extiende sus manos tratando de atraparle las caderas. Tarea no tan fácil porque ya se mueven con rapidez. Fallando en el primer intento se posa en los mulsos sobre las obscuras medias para ir subiendo hasta que se aferra sobre la delgada panti, que no es ningún estorbo para lo que están haciendo.

- Soy una mala mujer que ha caído en la tentación. - dice Violeta entre jadeos. Con sus pechos bamboleándose, dándole la razón.

- No lo estás haciendo sola. - Daniel al decir esto va impulsando sus propias caderas con el ritmo de su hermana, al cual se acopla al instante.

Solo han sido las primeras penetraciones, pero ya se han sincronizado perfectamente. Violeta sabe instintivamente que no se tiene que contener, el chico aguantara hasta que ella alcance el apogeo del placer. Aunque sea su primera vez. No se lo cuestiona, simplemente lo sabe. Con otros ha tenido que practicar un poco para saber cómo darse gusto. 

Ahora es distinto, todo es mejor. Se acoplan de forma natural. Sus cuerpos se entienden con un lenguaje único entre ellos. Uno que han descifrado tan solo a unos segundos de tocarse. El sudor se empieza a formar en la piel de los amantes. El un chico, ella una mujer antes sensata. Siendo uno con el otro la pieza del rompecabezas que a ambos les hacía falta. El calor en su vientre le avisa sobre el inminente orgasmo. Normalmente otro hombre necesitaría venirse una o dos veces para hacerla acabar. Ahora después de solo unos bamboleos tiene que detenerse mientras los espasmos la van sacudiendo.

- ¡Oh dios!, ¡oh dios! Apenas empezamos ¡No puede ser! - dice sorprendida, sin casi aliento.

Maravillada, con las mejillas encendidas, sin intención de parar, se gira dándole la espalda. El movimiento es tan limpio que el pene encuentre el camino hacia el interior de ella sin necesidad de ayuda.

Fascinado, Daniel contempla la espalda exquisitamente marcada de Violeta. Los hoyuelos que parecen respirar mientras las caderas abiertas suben y bajan sobre él. 

Quejidos que son palabras sin formar son el único dialogo que les queda. Aparte del golpeteo entre sus cuerpos. Suficiente para saber cuándo quieren aumentar el ritmo. Enviando las señales por sus músculos para saber el estado en que se encuentra uno con el otro.

Daniel intuye que no va a aguantar mucho más, antes de hacerlo, quisiera hacer estremecer el cuerpo de su hermana como paso hace un momento. Así que se aplica, bombeando su hombría cada vez más rápido, tratando de llenar esas profundidades que lo han recibido con tanta calidez. Aun sin haberlo hecho con otra. Daniel sabe que nunca otras caderas le parecerán tan deseables, tan obscenamente eróticas.

Los rayos de luz que se cuelan por las cortinas delinean el húmedo cuerpo de Violeta, convirtiendo en estrellas las gotas de sudor. Nunca había permitido que la penetrasen sin preservativo. Puede sentir la fricción directa, sin intermediario. Ya sea por ser su hermano, por todo, se siente desmayar.

Sabiendo que se avecina más intensa explosión de placer, se extiende cuan larga es, viendo rodeada por los delgados brazos. Las ultimas energías son dedicadas al martilleo en las caderas. Ambos se aferran el uno al otro incapaces de pensar nada.

El siguiente orgasmo le arrebata el control de su cuerpo. Entre espasmos se abandona sobre su hermano que continúa moviéndose con desesperación. La hasta ahora nunca vivida experiencia del semen caliente dentro de ella, le provoca más de esas sacudidas involuntarias.

Entrelazados tanto como pueden, con las pieles sudorosas se quedan así. Sin atreverse a separarse ni un centímetro. 

Es así como deben ser las cosas.

               

                Otro de esos silencios cómodos entre hermanos que se saben cómplices. Mientras Violeta conduce. Miradas traviesas entre ambos, como de gatos que ya se han comido a sus ratones. A veces el extiende la mano y le acaricia las piernas, sobre las medias que ahora lucen rasgadas en varias partes.

                Violeta se ha acomodado la ropa tanto como ha podido, pero luce evidencias de lo que ha pasado por todas partes. No es conveniente que nadie la vea en ese estado. A unas cuadras de la casa de Daniel, ella se estaciona. Aun puede sentir el jugo de su hermano en su cuerpo.

                Se despiden con un beso húmedo.

                La cara del chico se llena de dolor, sabiendo que es hora de separarse. Ella se inclina. Hace una maniobra con sus largas piernas, una vez más con dificultad por el cinturón de seguridad, hasta que se logra quitar la panti, para arrojársela al chico junto con una radiante sonrisa.

                Daniel la atrapa en el aire, pude sentirla aun cubierta de los tibios fluidos de su hermana.

                Antes de irse Violeta le hace una señal con la mano.

                “Te llamare”