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Cogida por un hombre que conocí en el autobús II

en Dominación

Hoy les quiero contar lo que me ha sucedido después de ser cogida por Eduardo cuando me sedujo en el autobús.

Después de esa intensa experiencia, nos encontramos casi a diario en el camión y Eduardo me acompañaba hasta muy cerca de mi casa. Realmente nos tratábamos como novios pues nos gustaba abrazarnos, besarnos, manosearnos y decirnos palabras cariñosas o sucias.

En todas las veces, él me hacía la invitación para acompañarlo a su casa y cogerme por segunda ocasión, pero como yo seguía adolorida por la primera vez, le dije que esperara hasta que se me quitara el dolor. Por otra parte también estaba preocupada porque él había eyaculado dentro de mí, y aunque tomé pastillas para evitar el embarazo, yo estaba muy insegura.

Aún así, me gustaba vestirme con falditas muy cortas, mis tanguitas y mis blusas pegadas o muy escotadas, solamente para excitarlo y que tuviera muchas ganas de cogerme. Me gustaba verlo arder de deseo por hacerme de nuevo suya, y de sentir cómo me restrega en mi pequeño cuerpo su enorme verga a punto de reventar.

Varias veces sentí pena por él, era evidente que yo lograba excitarlo demasiado que siempre me insistía y buscaba la forma de calentarme para llevarme a su casa, y aunque estuve tentada a aceptar, el dolor en mi vagina me lo impedía.

Después de varios días tuve mi periodo y el temor al embarazo desapareció al mismo tiempo que mi dolor. Entonces las ganas por probar nuevamente esa rica y enorme verga se incrementó en mí, tanto que me excitaba solo de pensar en eso, incluso me masturbaba a cada rato, ahora sé cómo se siente mi perrita cuando anda en celo.

Un domingo desperté muy caliente, es que tuve un sueño en donde Eduardo me cogía en pleno camión y todos los pasajeros nos miraban muy excitados, y algunos hombres hasta se jalaban la verga y esperaban su turno para cogerme mientras manoseaban todo mi cuerpo.

Cuando desperté, agarré un desodorante alargado, con la tapadera ovalada y estaba dispuesta a clavármela para masturbarme, pero me arrepentí porque una idea más atrevida pasó por mi mente.

Entonces me vestí lo más sexy y lo más bonita posible y salí directo a la casa de Eduardo. A mi mamá le dije que iba a ir con una amiga al cine para que me diera permiso, y salí casi a escondidas para que no me viera cómo me había vestido.

Como saben, yo soy una chica muy indecisa, y sabía muy bien que si me masturbaba en mi casa, después ya no estaría tan dispuesta a ir a la casa de Eduardo, por esa razón no me masturbé.

Me puse una faldita blanca muy parecida a la que traía cuando me cogió por primera vez, pero como estaba yo bien caliente, me la subí un poco más, prácticamente apenas y me cubría mis partes intimas y dejaba ver completamente mis delgadas piernas con un poco de mis nalguitas.

Me sentía como una verdadera puta caminando por las calles, pero yo estaba tan caliente que se me olvidó que por esa zona hay mucha gente que me conocía y que podía delatarme con mi familia. A veces, cuando nos llega la calentura, las chicas hacemos cosas sin pensar en las consecuencias, bueno, al menos eso me pasó a mí.

Tardé como quince minutos en llegar a la casa de Eduardo caminando, y mientras más me acercaba, el nerviosismo y la excitación crecían en mí, incluso sentí mariposas en el estómago y por un momento llegué a titubear, pero fueron más fuertes mis ganas de ser cogida por Lalo que seguí sin detenerme.

Tuve que tocar varias veces la puerta pues Eduardo no abría. Las ansias, el nerviosismo, la desesperación y la desilusión crecían en mí, por un momento pensé que no estaba en casa y que me tendría que regresar toda frustrada. Entonces la puerta se abrió, era Eduardo que tenía un aspecto de que se acababa de despertar, o mejor dicho, que yo lo acababa de despertar.

- ¡Wow! Esta sí que es una linda sorpresa. -me dijo con una sonrisa y sus ojos casi cerrados por la luz del día.

- ¿Te acabas de despertar? Flojo, ya casi son las diez. -le dije en tonó de broma.

- Hola mi amor, pásale. Es que es domingo y estaba descansando de trabajar toda la semana. Pero ya que estás aquí, se me quitaron las ganas de descansar y me entraron ganas de hacer otra cosa.

Entonces me abrazó, me besó, metió su mano por debajo de mi falda y me apretó con fuerza una nalga.

- ¡Ay! No seas brusco, eso sí me dolió.

- Y eso que apenas estoy comenzando.

Como si fuera yo una pluma, me cargó, cerrando la puerta con un pie, me llevó directamente a su recamara y me dejó caer en su cama, yo reboté como tres veces y le volví a decir que no fuera brusco. Pero él me miró y me dijo muy firme:

- Soy yo el que decide como te tengo que tratar y hoy amanecí con ganas de cogerte salvajemente.

- ¿Y quién te dijo que vine a coger?

- ¡Ay mi amor! Basta con mirarte como vienes vestida, vienes enseñando todo y muy agitada. Además la que prueba mi verga se vuelve adicta. Por eso te estaba esperando para cogerte como yo quiera.

- Si ni siquiera sabías que yo iba a venir.

- Es que todos los días siempre despierto con ganas de cogerte, y con eso de que me has tenido en ayunas y muy prendido, hoy hasta me dan ganas de violarte.

- ¡Ajá! -le dije sarcásticamente - Hablas mucho y poca acción, ¿no crees?

- ¡Ah, sí!

Sin perder tiempo se subió a la cama y me cayó encima, me sujetó de las manos e intentó besarme. Yo hice como que me resistía y le cerraba la boca apretando fuertemente mis labios, él trataba de abrirlos con su lengua pero no pudo, entonces me dio una fuerte cachetada que me hizo quejarme y abrir la boca por el dolor, inmediatamente aprovechó y me besó con todo y su lengua hasta mi garganta.

Conforme yo le correspondía, él se alocaba más y más, y me mordía la lengua y mis labios. Luego se siguió por mi mejilla y mi cuello. Me gustaba tanto que no pensé en los moretones que me dejaba y que serían muy visibles.

Mientras tanto, la excitación crecía en mí al sentir en mis piernas cómo iba creciendo su verga, esa que me causara mucho dolor pero que no dejé de desear en varios días.

Cuando él dejó de sujetarme las manos para levantarme la blusa ahora de color roja y quitármela, lo primero que hice fue meter mi  mano en su bermuda, sí, otra vez llevaba bermuda, y agarré su verga para jalársela.

- Así mi amor, veo que hoy vienes con muchas ganas. -me dijo Eduardo al sentir mi mano apretando y jalando de su verga.

Ahí comenzó una especie de guerra porque cada vez que él me mordía mis pequeños pechitos, yo le jalaba y apretaba con fuerza se pene.

Estaba ya tan excitada que le pedí, o más bien, le rogué...

- ¡Ya, ya méteme la verga!

- Ahorita mi amor, pero primero hay que lubricarte bien... hoy quiero que te la comas completita.

Después de decir eso, se separó de mí quedando hincado en la cama, jaló mi falda para bajármela y quitármela, luego siguió con mi tanguita, la cual ya estaba bien mojada.

- ¡Mmmm! Me gusta este olor a niña caliente y bien putita. -me dijo al tomar mi tanguita roja y colocarla en su nariz.

 Inmediatamente se despojó de toda su ropa, o sea de su bermuda y su playera. Luego se volvió a subir a la cama pero ahora cerca de mi cabeza para que yo pudiera mamar su verga y él mi conchita, o sea, para hacer el 69.

Para mí era muy fácil alcanzar toda su verga, pero él tenía un poco de problemas por la diferencia de estaturas, pues tuvo que doblar mucho su cuerpo para alcanzar mi rajita.

Para empezar, tomé con mi boca el largo tronco de su pene y lo recorrí varias veces hasta llegar a su cabeza, abrí lo más que pude mi boca y me la comí hasta el fondo. Por un momento me espanté porque sentí que me ahogaba por no poder sacármela de la boca, la fuerza que provocaba el peso de su cuerpo me lo empujaba muy fuerte.

Con más fuerza, traté de levantar con mis manos el cuerpo de Lalo, hasta que sentí que ya pude respirar sin problemas. Se la seguí mamando pero teniendo cuidado de no tragármela más de la cuenta. Parecía un bebé mamando el pezón de un pecho y succionando la leche, claro que en lugar de un pecho era una enorme verga y en lugar de leche era su rico semen que podía salir en cualquier momento.

Por otro lado, Eduardo chupaba mi clítoris, me echaba mucha saliva y me metía sus dedos, tratando de lubricarme y abrir mi vagina.

Incluso ahí sentía dolor por lo estrecha que todavía estaba. Pero ese dolor en lugar de bajar mi ímpetu, hizo que más deseosa de ser penetrada estuviera. Creo que de algún modo relacioné el dolor que sentía en esa zona con el placer de su verga penetrándome.

Cuando sentí que ya venía el orgasmo, Eduardo se dio cuenta y me dijo:

- Ahorita que ya estás bien lubricada y bien excitada es el momento de clavarte mi verga.

Se levantó y se bajó de la cama para ponerse en frente de mí, luego me abrió las piernas y colocó su pene en mi rajita, la cual recorrió varias veces con su cabeza, mientras yo le empujaba mi cuerpo para que ya me penetrara, y con la respiración acelerada le decía una y otra vez:

- ¡Ya, ya, ya métemela!

Hasta que sentí el dolor de mi vagina al abrirse de golpe. Esta vez logró insertarme su cabeza a la primera, y en un segundo empujón sentí como me la clavó un poco más a dentro. Hasta ese momento era un dolor soportable, así que le pedí más y él  me contestó:

- ¡Ay mi amor! Me he cogido a muchas mujeres pero ninguna aprieta como tú, contigo se siente más rico.

- Entonces, métemela más, ¿qué esperas? -le dije con gemidos y muy ansiosa de sentir ese dolor masoquista que sigo sin entender pero que me provocaba descargas de mis jugos.

Entonces empezó con su mete y saca, y sin avisar me dio un fuerte empujón que me penetró como tres cuartas partes de su verga.

A pesar de que traté de aguantar, no pude evitar gritar y llorar, pero inmediatamente busqué el consuelo en los besos de Eduardo, quien sin esperar que se me calmara el dolor continuó con su embestida, bombeándome sin parar.

Esta vez no duró mucho pues casi al minuto se vino dentro de mí. Esto me dio un respiro en la vagina porque después de eso, ya no se sentía tan apretado ahí dentro, aunque continuamos con los besos pasionales.

Con su verga todavía en mi interior, los besos hicieron que su pene recuperara su firmeza y que Eduardo reiniciara su mete y saca.

Yo ya había logrado controlar el llanto, pero no así el dolor, incluso llegué a pensar que me había lastimado, pero la verdad es que aún así no estaba dispuesta a terminar con este maravilloso momento en donde me sentía toda una mujer.

Después de unos minutos, Eduardo me sacó su verga y me puso de perrita, yo le pregunté si había sangre y me dijo que no, entonces me volvió a penetrar, me sentía muy rosada por dentro  pero cada vez me acostumbraba al dolor y llegué a disfrutarlo al punto del orgasmo.

Es que esa sensación de sentirse toda llena, adolorida, apretada, penetrada por una enorme verga y los espasmos involuntarios que parecieran querer succionar más a fondo a su invasor, me fascinaba.

Nuevamente me cambió de posición, ahora me había acostado en la cama boca arriba y él parado afuera de la cama, colocó mis piernas en sus hombros y siguió bombeándome con fuerza.

Minutos después, yo tenía sensaciones encontradas, sentía cada vez más lo rozado de mi vagina pero a la vez era muy rico su mete y saca. Luego, y sin sacar su verga de mi interior, bajó mis piernas de sus hombros, me acercó sus labios para besarme mientras yo seguía acostadita en la cama, al sentir sus besos lo abracé y él tomándome de las nalgas me levantó.

Sentí que no solo me estaba cogiendo, sino que también me demostraba su cariño, tanto que lo abracé muy fuerte con los brazos y las piernas. Supongo que él sintió lo mismo porque inmediatamente sentí su verga hincharse dentro de mí y soltar otra descarga de semen, que le provocaron gemidos que yo apagué con mis besos.

Yo estaba muy prendida a él, ya muy cansada, adolorida y muy contenta. Era como un dolor de muela, dolía mucho pero no quería que me la sacara.

Así, Eduardo caminó conmigo hasta la regadera de su baño, abrió la llave y con agua un poco fría nos bañamos, yo lo seguía besando y su verga se resistía a salirse de mí a pesar de que ya había perdido su firmeza, de hecho fue el propio Eduardo quien tuvo que sacarla para enjabonarme y bañarnos bien.

Yo me revisé para ver si no tenía sangre, descubrí que sí pero me acordé que recién había tenido mi periodo y que tal vez esa sangre era a causa de eso, así que ya no me preocupé. Tampoco por quedar embarazada pues era difícil que quedara embarazada teniendo mi periodo, pero de todas maneras me tomé las pastillas por si a caso.

Ese día me quedé hasta muy tarde en su casa, vimos películas, platicamos y nos besamos mucho. Éramos como un par de enamorados, de hecho Eduardo me dio a entender que más adelante quizá podríamos intentar algo más serio y formal porque según él, ninguna mujer lo hacía sentir y gozar como yo.

Después me llevó cerca de mi casa, yo entré a escondidas  para que no me vieran mis papás que yo tenía algunos moretones que después disfrazaría con maquillaje, además de que mi caminar no era muy normal, ya que sentía más dolor al andar, y que mi forma de vestir no era muy decente que digamos.

Después de ese día he tenido ya varios encuentros con Lalo, y aunque todavía me duele, poco a poco aguanto más su verga por mi vagina. También lo hemos intentado por mi colita pero simplemente no doy el ancho y solo me ha entrado la cabeza de su verga. Pero lo seguiremos intentando hasta lograrlo.

Espero que les haya gustado mi relato, besos a todos.