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Ana y su sorpresa 6

en Transexuales

El lunes llegó con una llamada telefónica de mi oficina y una petición para que fuera a solucionar unas incidencias… sin duda la peor manera de empezar la semana.

Con el ano ligeramente dolorido por la ración de sexo salvaje de la noche anterior, me pegué una buena ducha y me despedí de Ana con un beso en la frente, ella seguía desnuda y dormida.

De no ser porque la incidencia tenía cierta urgencia, habría cubierto de besos aquel cuerpo, pero tuve que darle los buenos días con una nota en la mesilla de noche, pidiendo disculpas por la situación y explicándole que, si todo iba bien, llegaría sobre la hora de comer. Le dejé también un juego de llaves para que no tuviera que estar encerrada hasta mi regreso.

Al final se me hizo un poco tarde, tanto que tuve que escribirle un mensaje para avisar de que no podríamos comer juntos. Ella no contestó.

La llave estaba echada al llegar a casa, lo que significaba que Ana había salido; aproveché para ponerme ropa más cómoda y poner agua a la rosa que le había comprado. La llamé, ella me dijo que había salido a hacer unas compras y que pronto estaría de vuelta, así que aproveché para cocinar algo para la cena.

Llegó justo a tiempo para encontrarse con la mesa puesta, la cena recién hecha y la rosa en su plato. Me saludó con un beso en los labios y fue a dejar las bolsas en la habitación.

Durante la cena charlamos sobre la putada que me había resultado esa llamada y el problemón que me había encontrado al llegar a la oficina, le pregunté también por su día y por las cositas que había comprado. Me contestó con otra pregunta, queriendo interesarse en el hecho de si ya estaba libre el resto de la semana o no, porque había preparado unas sorpresas y el éxito de las mismas dependía de mi disponibilidad. Yo prometí no responder a ninguna otra llamada de la oficina durante el resto de la semana y compensarla por ese “abandono” inesperado.

Después de cenar nos acabamos la botella de vino en el sofá, viendo un rato la televisión; Ana había preparado una sesión de cine casero, menuda sorpresa me llevé al ver que algunas de las películas eran vídeos de sexo amateur, de todo tipo y condición. Me dijo que tomase nota de las cosas que me gustasen porque quería saber todas las perversiones que me rondaban la cabeza.

Tras la sesión de cine, que acabó con caricias furtivas y mucha carga sexual, nos fuimos a la habitación y Ana me pidió que me tapara los ojos porque tenía una sorpresa para mí.

Al abrirlos, me encontré con una cajita envuelta en papel de regalo; resultó ser un juguete que ella había comprado, una especie de vibrador anal diseñado especialmente para el cuerpo masculino y controlado desde cualquier dispositivo móvil, gracias a una aplicación informática. Ella se había comprado uno igual, me propuso llevarlos puestos durante todo un día y jugar a ver quién aguantaba más sin correrse. Acepté porque, aunque era una propuesta bastante arriesgada, podía ser algo muy divertido.

Una vez aceptado el reto, me susurró al oído que era la primera de las sorpresas y me empujó hacia la cama, desnudándose y colocándose entre mis piernas para desnudarme a mí y regalarme una placentera felación. Antes de acabar, se sentó sobre mi miembro y se movió lenta y sensualmente, hasta que no pude más y eyaculé en su interior. Acto seguido le regalé un masaje relajante, la masturbé mientras nos besábamos y finalmente nos quedamos dormidos.

Llegó el martes y con él, una excitante sesión de caricias y besos…

Afortunados/as los que despiertan por culpa de los besos y caricias de su amante…

Normalmente soy yo quien despierta primero, aprovechando para preparar el café y mientras la máquina hace su magia, vuelvo a la cama y me dedico a recorrer con mi boca todos y cada uno de los rincones del cuerpo de la persona que duerme a mi lado; sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, tuve la suerte de vivir esa experiencia desde el otro lado.

Parece ser que tengo por costumbre adoptar la posición de estar tumbado bocabajo cuando duermo, ya que la inmensa mayoría de las veces es así como despierto, y esta no fue una excepción.

Soñaba plácidamente que estaba tumbado en una playa paradisíaca, amortizando mi pulsera de todo incluido, disfrutando de un agradable masaje en la espalda; desperté en el preciso momento en que la preciosa mujer que me lo daba me pedía que me diera la vuelta, gracias a un juguete que penetraba en mi ano y una lengua juguetona que se paseaba por mi cuello, algo que me provoca una erección al instante.

Con una sonrisa y un beso, me hice ilusiones de sexo mañanero y Ana me las rompió al decirme que empezaba el reto y darme una rápida clase sobre el uso de la app. Disfruté de una ducha entre amigos, intentando obtener información sobre esos planes que había preparados para nosotros, pero no hubo éxito. Nos vestimos, desayunamos y salimos a hacer compras y seguir el itinerario que Ana había preparado el día anterior.

¡No os podéis hacer una idea de la potencia que tienen esos juguetes!

Cuando menos me lo esperaba, notaba una sacudida de intensidad variable que en más de una ocasión (siempre en lugares públicos, ¡cómo no!) me obligaba a recolocarme el paquete y morderme el labio para no acabar gimiendo y corriéndome en plena calle; Ana se lo estaba pasando en grande porque la app la había instalado en los 2 teléfonos, pero la muy puta había sincronizado solo el suyo, así que yo no podía devolvérselas. Me tenía a su merced, así que me limité a tomar nota y maquinar mi venganza.

El día fue genial, recorrimos buena parte de la ciudad y aprovechamos el buen tiempo para comer en un parque, disfrutando de la intimidad que nos daban los setos que rodeaban una pequeña y apartada parcela de césped, así como la sombra de un gran árbol.

Intenté aprovechar esa intimidad para tener una ración de sexo rápido, pero Ana me recordó el reto, así que me limité a usar mis manos para presionar todos los puntos clave de su cuerpo y encender su deseo. Se había mentalizado bien, aguantó como una campeona todos mis intentos de sacar su sexo y usar mi boca para darle placer, pero se notaba en sus ojos que tenía (como mínimo) el mismo deseo que yo de sacarse la ropa y hacerlo allí mismo.

Por la tarde decidimos tomar un café en un bar cercano a aquel parque, entramos en uno que en internet tenía muy buenas críticas porque, aunque tenía una decoración moderna, la marca de la casa era el trato al cliente como en los bares de barrio, esos bares de toda la vida en los que eres uno más, no una billetera con patas. Como era un poco pronto, apenas estábamos nosotros y uno de los camareros, que rápidamente se fijó en la hermosa mujer que me acompañaba.

Entre halagos y buen café, nos habló un poco de la historia del barrio, de los pocos negocios tradicionales que aún se mantenían abiertos y nos regaló unas recomendaciones sobre sitios que no salen en las guías y que solamente conocen unos cuantos (con la de sitios curiosos que he visitado, no me sonaba ninguno). Nos dijo que se llamaba Jorge y que, si esperábamos una horita, terminaba su turno y nos hacía una visita turística por la zona, ya que había nacido y se había criado allí. Mientras nos pensábamos si aceptar la invitación, aprovechó para atender a otros clientes que acababan de llegar.

Jorge era un chaval joven, de apenas 25 años, moreno y de pelo corto; se veía que se cuidaba bastante, un chico muy simpático y extrovertido en el que Ana se fijó rápidamente y me pidió que aceptáramos la oferta. No había motivos para decir que no, así que aceptamos.

En cuanto acabó su turno, Jorge cumplió su palabra y nos enseñó rincones que jamás hubiera pensado que existieran en la ciudad; se notaba que era del barrio porque conocía a todo el mundo y nos trataban de maravilla por ir con él.

Como no nos dejó pagar ni una sola de las rondas de consumiciones en los locales a los que nos llevaba y tanto Ana como yo nos lo estábamos pasando muy bien con nuestro nuevo amigo (cabe recordar que la muy puta siguió jugando con el vibrador, haciéndome pasar más de un mal rato con nuestro acompañante), decidimos invitarle a cenar en mi casa; él aceptó gustoso, no sin antes obligarnos a aceptar que él eligiera y comprase el vino.

La cena transcurrió como había transcurrido la tarde, con muchas risas y buen rollo. Después de 2 botellas de vino y las copas que habíamos estado tomando a lo largo de la tarde, acabamos tirados en el suelo del salón, como si nos conociéramos de toda la vida. Jorge no paraba de lanzarnos piropos a los dos, diciendo que éramos una pareja única, que tenía envidia de nosotros y cosas por el estilo. El alcohol iba haciendo su efecto y, sabiendo lo que Ana estaba buscando desde que se nos presentó, aproveché para comentar que teníamos una relación abierta, que éramos buenos amigos y que nos lo pasábamos muy bien juntos. El muchacho se sorprendió al enterarse de que no éramos pareja y me dijo que, si él tuviera cerca a alguien como Ana, no la dejaría marchar.

Ana se sonrojó y se acercó para darle un beso en los labios, algo a lo que él reaccionó de la manera esperada, dadas las circunstancias y la cantidad de alcohol que había en nuestros cuerpos…

Le devolvió el beso y estuvieron unos segundos, mientras yo miraba la escena desde el sofá; en un momento dado, Ana sacó su teléfono del bolsillo y activó el nivel mínimo de vibración de mi juguete, explicándole a Jorge aquel curioso reto que nos habíamos puesto. Éste se sorprendió de lo abiertas que estaban nuestras mentes y entendió rápidamente todos esos “extraños escalofríos” que me habían estado dando a lo largo de la tarde. Como estábamos en un momento íntimo y sincero, nos contó que no suele fijarse en mujeres porque no le atraían sexualmente, confesión ante la cual Ana sonrió de forma maliciosa y acto seguido volvió a fundirse con él en otro beso, aumentando el nivel de mi vibrador. Se notaban las intenciones y me olía la sorpresa que se iba a llevar nuestro nuevo amigo.

En un momento dado, se levantó y nos tomó a los dos de la mano, para llevarnos a la habitación; allí mandó sentar a Jorge en el borde y se colocó a horcajadas sobre él, invitándome a besarla por detrás. Estuvimos largo rato metidos en un juego de caricias y poco a poco nos fuimos desnudando, Jorge se dejaba hacer y yo no me creía lo que estaba pasando. El muchacho volvió a halagar la belleza de Ana, mientras yo la abrazaba desde atrás y mis manos acariciaban sus ya desnudos pechos. Ella le pidió que se recostara y que no se preocupara por nada, prometiéndole que iba a hacerle disfrutar, aunque no fueran las mujeres las que le excitaran.

Entre ambos terminamos de desnudarle y por primera vez en mi vida besé a un hombre (cabe recordar que he considerado a Ana, desde el momento en que nos conocimos, como una mujer), el cual ayudó a Ana a desvestirme. Al quitarme la ropa interior pudo ver la antena de goma que asomaba por mi ano y una tremenda erección que anunciaba una eyaculación inminente. Jorge quiso sacarme el juguete, pero Ana le pidió que lo dejara porque así podríamos jugar un poco.

Ella seguía aún con sus braguitas puestas, para no desvelar la sorpresa; nunca me han atraído los hombres, pero aquella situación era de lo más excitante y quería exprimirla al máximo, así que no dudé en acompañarla en los besos y caricias en el cuerpo depilado de nuestro amigo, por el que sentía una curiosa atracción puramente física.

Los tres nos fundimos en un beso, nuestras lenguas jugando y nuestras manos acariciando. Ana nos mandó poner de rodillas y se tumbó justo entre los dos, agarrando nuestros miembros y llevándoselos a la boca; fue entonces cuando no pude más y le rompí sus bragas, liberando una erección que Jorge no esperaba ver aquella noche.

Se sorprendió bastante por la sorpresa y le propuse dar placer a nuestra dama, propuesta que debió gustarle porque tardó apenas unos segundos en lanzarse a lamer y succionar aquel precioso pene. Me retiré un poco para poder ver la escena, otro hombre acostándose con aquella mujer que tanto había hecho por mí. Pronto me volví a unir a Jorge y llevamos a Ana al éxtasis, hasta que se corrió en mi boca; nunca me había tragado su semen porque no era algo que me excitara, pero mi cuerpo me lo pidió en esa ocasión y así lo hice, mientras Jorge terminaba de limpiar con su lengua las gotitas que aún salían.

Después de llegar al orgasmo, me invitó a hacer de buen anfitrión y acompañarla en el acto de dar placer a nuestro invitado; si vestido ya se veía que se cuidaba, el cuerpo desnudo de Jorge dejaba a la vista una buena herramienta y la ausencia total de vello, algo que se agradece bastante cuando se practica el sexo oral.

Entre los dos aprovechamos al máximo toda la longitud de aquel pene, mientras su dueño gemía dulcemente y buscaba con sus manos nuestras cabezas; en un momento dado nos pidió que parásemos porque no quería acabar antes de tiempo.

Yo, que estaba disfrutando al máximo con el sexo oral, fui el siguiente objetivo en aquel trío improvisado. Ana me pidió que me pusiera a cuatro patas y casi me corro al sentir que me sacaban el vibrador; mi ano estaba completamente dilatado y mientras sentía la lengua de Jorge en la zona, el pene (de nuevo erecto) de mi amiga apuntaba directamente a mi cara, como un helado que desea ser chupado. No tardé en aceptar esa invitación y mientras me entretenía con aquel miembro de sobra conocido, sentí una brutal embestida y la estaca de Jorge se clavó en mi interior a la primera, debido a la enorme dilatación de la que ya disponía. No sentí rechazo ni pudor alguno, solamente placer; era una perra en celo que deseaba ser follada, no existe otra definición para lo que sentía en ese momento.

Y así estuvimos un rato, disfrutando de aquella penetración mientras Ana follaba mi boca.

Aguantando como buenamente podía, llegó el momento en que Ana acomodó su cuerpo bajo el mío para unirse a aquel tren de penetraciones; no podía creerlo, me estaban taladrando mi agujero al mismo tiempo que yo taladraba otro. Jorge no tardó en explotar y manchar el preservativo con una inmensa corrida, al tiempo que yo lo hacía dentro de Ana.

Tras un breve descanso para recobrar las fuerzas, Jorge se vistió y se despidió de nosotros, dándonos las gracias por aquel día y deseándonos unas buenas noches.

Como era un poco tarde y no queríamos que se fuera solo, le invitamos a pasar la noche con nosotros porque la cama era lo suficientemente grande para los tres y contaba además con una habitación de invitados y un maravilloso sofá; se hizo el interesante, pero no pudo resistirse a la lengua experta de Ana…

Pronto nos vimos envueltos en otro ménage à trois en el que todos dábamos y recibíamos sexo oral; pasado un rato, Jorge y yo nos lanzamos a la conquista del cuerpo de nuestra mujer incompleta, repartiéndonos sus pechos y su esfínter, haciendo yo un 69 con ella mientras él se dedicaba a taladrar ese precioso y delicado ano que sabe cómo exprimir un pene.

Mientras Ana recibía mi felación y la penetración por parte de Jorge, había sacado uno de sus juguetes y me lo metía sin compasión en mi dolorido culo, al mismo tiempo que me daba sexo oral; era curioso sentir que mis esfínteres y mi boca estaban llenos, gracias a aquella maravillosa mujer. En un momento dado, cambiamos de posición para que Ana también pudiera penetrarnos; estrenó el culo de Jorge y me pidió que me sentara encima, creando otro tren de placer con el que los 3 gemíamos sin control.

En un acto de extrema perversión y sumisión, Ana quiso sentir una doble penetración anal y se tumbó sobre Jorge, levantando y abriendo sus piernas para ofrecerme la entrada a su ano, ocupada por pene ajeno; poco a poco fui introduciendo el mío en aquella cavidad, más dilatada de lo que esperaba, pero no sin cierta presión por parte de los músculos del orificio. Costó, pero se consiguió y, en el momento en que cogimos el ritmo adecuado, los 3 gozamos muchísimo. Nos pidió que eyaculásemos en su cara y así lo hicimos, haciendo realidad una de sus más oscuras fantasías.

Aquel segundo trío nos dejó exhaustos, no tardamos en quedarnos dormidos entre besos y caricias.

Ana lo había vuelto a conseguir, otra barrera más que había derribado.

…y así acabó el martes, dando paso al miércoles…