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El secreto de Clara 2

en Zoofilia

La vida da muchas vueltas y nunca se sabe con qué te vas a encontrar…

Mi sorpresa con Clara fue mayúscula, nunca antes había visto la zoofilia tan de cerca.

Después de aquella tarde en la que pude presenciar un show zoofílico en primera persona, en el cual tuvo sexo con Roko (su pastor alemán), mi mente estaba dividida; una parte de mi ser me decía que aquello no estaba bien y la otra me decía lo mismo que en mi primera experiencia con Ana, me decía que disfrutase del momento.

Por mucho que intentara no pensar en ello, me sentía ligeramente inferior a Roko porque no tenía ni por asomo el mismo tamaño de pene que él, no tenía una lengua tan grande y rugosa y tampoco tenía esa fuerza en la penetración; el sexo en la piscina había estado muy bien, pero no podía evitar comparar las reacciones de Clara durante nuestro encuentro con las que había podido ver en aquel pase privado de sexo con su pastor alemán. Del mismo modo, no paraba de pensar que, si el tamaño del pene perruno era proporcional al del tamaño del animal, Brutus tenía que tener una herramienta descomunal.

¿cómo iba a satisfacer a una mujer que estaba acostumbrada a ser penetrada salvajemente por penes que doblaban el tamaño mío? ¿cómo iba a satisfacer a una mujer que estaba acostumbrada a sexo salvaje y prácticamente a cualquier hora del día? Estas y otras preguntas rondaban mi cabeza, más que las que debería tener sobre el hecho de que una mujer se acostase con animales y no con humanos.

Clara se dio cuenta de que algo pasaba y, mientras cenábamos aquella noche, me preguntó si estaba bien… al principio le dije que sí, no quería estropear el momento con mis paranoias, pero no coló y tuve que sincerarme con ella.

Reconoció sentirse sorprendida y me dijo que no podía compararme con los perros porque ellos sólo la veían como una perra más, mientras yo la trataba como una reina y le daba todas las atenciones, centrándome en darle un cariño que ningún animal podía darle. Me decía que conmigo se sentía segura, se sentía importante, sentía que por fin había alguien que la quería por cómo era y no por cuántos ceros tenía su cuenta bancaria.

Puestos a ser sinceros, le dije que de pequeños estaba enamorado de ella y que cuando me armé de valor para decírselo, ya era tarde y se había marchado. Fue un momento especial, los años habían pasado y ya no tenía esos sentimientos, pero mi niño interior se alegraba de haber podido (al fin) saldar esa cuenta pendiente.

La conversación siguió girando en torno a mis inquietudes y las resolvió con mucha calma y mucha comprensión; me dijo que le extrañaba que no hubiera querido salir corriendo porque por muy liberal que sea una persona, la zoofilia no era algo que se respete tan fácilmente. Le conté que, siendo adolescente, llegó a mis manos un vídeo de unos quince minutos en el que una mujer disfruta del sexo con su pastor alemán. Yo era muy joven, pero pasaba por una época de sequía sexual y empezaba a cuestionarme mis gustos, dado que aquel vídeo me excitaba.

Me resultaba extraño sentirme así, pero empecé a salir con mujeres y aquello había quedado olvidado… hasta la noche anterior, en la cual volví a recordar aquel vídeo, al verla a ella con Roko. Supuse que era ese el motivo por el cual no me había escandalizado al ver aquella escena.

Sorprendentemente, Clara supo rápidamente de qué vídeo le estaba hablando y me preguntó si quería verlo porque conocía algunas páginas, pero me negué, aquella época había pasado y ahora me limitaba a vivir el presente.

La conversación me relajó bastante y terminamos de cenar; me propuso ver una película en su habitación y accedí gustoso, iba a dormir acompañado aquella noche.

Me sorprendió que dejase a los perros fuera, pero me dijo que esa noche era sólo para nosotros.

A la mañana siguiente, me desperté antes que ella y decidí bajar a la cocina a preparar café, como era costumbre en mí cuando estaba en mi casa. Abajo estaba Roko, que vino a saludarme, pero no con la alegría de otros días; le di una galleta y le dije que no había sido yo el que había tomado la decisión, pareció entenderme y se fue al salón, mientras yo me extrañaba de haber estado dando explicaciones sobre por qué su hembra me había preferido a mí.

Después de dejar lista la cafetera, volví a la cama y me encontré con que Clara dormía bocarriba y con las piernas abiertas, una invitación para disfrutar de su cuerpo.

Tuve una idea y bajé a por Roko, que volvió esperando otra galleta, y le dije que tenía algo más jugoso para él…

Salí al porche y Brutus vino a recibirme, más animado que su hermano, y me subí a los dos a la habitación.

Mientras preparaba a Clara con mucho cuidado, llevando su cuerpo inerte (dormido) hasta el borde de la cama y sacando del armario el camisón blanco que usaba como señal, Roko y Brutus me esperaron pacientes en el pasillo.

En cuanto me vieron salir con el camisón, debieron oler ese algo que yo no percibía porque empezaron a menear sus rabos como locos y a moverse en torno a mí; quise ver cómo era una mañana de sexo con las dos mascotas y les permití el acceso a la habitación, aunque Brutus debía ser el dominante porque Roko se echó a un lado para que fuera él quien inseminara primero a aquella hembra.

Posé el camisón sobre el cuerpo de Clara y separé sus piernas con mucho cuidado, para luego hacerle una señal a Brutus para que se acercara. Él debía conocer la rutina porque el resto fue automático, su lengua se paseó por la vulva de su dueña sin compasión.

Yo, que sujetaba sus piernas desde la cama, tenía una visión perfecta de lo que estaba ocurriendo, ya que al mismo tiempo podía ver aquella enorme lengua canina recorrer todos los pliegues de aquella vulva depilada y con un leve giro de cabeza, las reacciones de Clara, la cual despertó entre gemidos y se llevó un pequeño susto al ver que no era yo quien le estaba haciendo aquel trabajo.

Pronto empezó a gemir y disfrutar como una loca, agarrando mi miembro con sus manos y acomodándose para poder llevárselo a la boca; mis manos jugueteaban con sus pechos, acariciándolos, estrujándolos, pellizcando sus pezones hasta ponerlos duros y erectos… se había creado una atmósfera muy excitante y Roko daba vueltas por la habitación, buscando como loco el punto desde el que emanaban aquellos olores a animales en celo.

Con una sonrisa pícara, Clara me dijo que si quería intentar algo y le dije que sí; se levantó de la cama y Brutus casi la tira al suelo, le colgaba un enorme pene, más grande que el de Roko, el cual se subió por detrás.

Ella sacó a Roko de la habitación y ordenó a Brutus que se sentara, cosa que hizo de inmediato. Se colocó a cuatro patas y se acercó a su enorme pene, el cual engulló casi hasta la mitad, para luego terminar de tragárselo, mientras me indicaba con sus manos que eligiera agujero. Con un poco de reparo, puse mi glande en la entrada de su vagina llena de lubricación canina y se resbaló sin ningún problema, entrando hasta el interior y arrancándole un sonoro gemido.

De repente, Brutus se incorporó y montó a Clara, que seguía haciéndole una felación; debió pensar que su pene había entrado en vagina femenina y empezó a bombear aquella boca, casi llegando hasta mí, que me encontraba de rodillas y penetrando a Clara en postura de perrito (suena curioso decir esto, dada la situación en la que nos encontrábamos).

Empecé a sentir algo de incomodidad y dejé la penetración para observar desde la distancia aquel extraño espectáculo, momento en que Brutus se “desmontó” de Clara y fue directo hacia su vagina, como si estuviera esperando a que yo me retirase para disfrutar en solitario de su hembra humana.

Clara no pudo moverse y él acertó a la primera, bombeando con gran energía, hasta que introdujo su enorme bola en aquella cavidad.

Mientras Clara luchaba por evitar que Brutus diera un tirón, la puerta se abrió y Roko entró como loco, olfateando a su alrededor; se paró cerca de Clara y Brutus le lanzó un gruñido, así que me acerqué para separarle. Me lo llevé a la otra punta de la habitación y al sentarme, debió oler el aroma de Clara en mi pene y empezó a lamerlo con ímpetu.

Una vez más me vi entre la espada y la pared… una parte de mi ser quería sacarlo de allí porque creía que eso estaba mal, pero la otra deseaba ver hasta dónde era capaz de llegar, me pedía que me relajara y disfrutara de aquella lengua larga y rugosa que sabía que no me iba a hacer ningún daño.

Clara, que podía verme desde su posición, me dijo que me relajara y, como no me atreví a separar aquellas fauces que podían arrancarme el miembro de un mordisco si algo no iba bien, me dejé llevar y el miedo dejó paso a un extraño placer que apenas duró uno o dos minutos, ya que Clara se había podido soltar de Brutus y con una señal, ambos perros salieron de la habitación y terminó ella el trabajo, con su boca, sus manos y sus pechos, mientras Roko limpiaba su sexo de todo rastro de semilla canina y la intentaba montar.

Fue quizás el orgasmo más extraño de mi vida... hasta ese momento...