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Noche de fiesta con Sandra y Jorge

en Bisexuales

Hasta que conocí a Ana (la historia está en anteriores relatos, en otras categorías), mi vida sexual había sido exclusivamente con mujeres o en soledad, nunca había probado los placeres del sexo en otras variantes que no fueran las mencionadas…

Sin embargo, la llegada de esa mujer a mi vida me abrió todo un mundo de posibilidades en las que lo más importante no era con quién me acostaba, sino cuánto disfrutaba.

Como Ana vivía en una ciudad diferente a la mía, no podíamos vernos todo lo que nos gustaría, así que acordamos que cada uno tendría su vida y cuando nos fuera posible, nos reuniríamos para disfrutar de la compañía del otro y pasarlo tan bien como lo pasábamos cuando estábamos juntos. Es por eso que tras la primera semana que pasó en mi casa, me obligué a seguir ese camino de descubrimiento personal y ruptura con las barreras que la sociedad nos impone, diciendo lo que está bien y lo que está mal, sin importar si eso nos hace o no felices.

Al principio me costaba hacerme a la idea de que Ana ya no estaba, pero pasada la primera semana de mi vuelta a la rutina del trabajo y mis actividades lúdicas, me animé a buscar en internet más locales y grupos liberales, aparte de estar al corriente de las actividades que se llevaban a cabo en los sitios que había visitado con ella.

Todas las actividades que veía estaban destinadas a parejas liberales y yo estaba soltero, además de que ninguna de mis amigas solteras quería apuntarse y que fuéramos pareja por un rato, así que fue un poco decepcionante para mí.

Justo cuando empezaba a dar todo por perdido, Ana me recordó la existencia de Jorge, el simpático camarero que había sido nuestro amante durante una noche; me daba un poco de vergüenza llamarle porque Ana estaba convencida de que le gustaba y yo no sentía más que atracción física, no quería crear una situación incómoda.

Dudé durante unos días, cuando recibí un mensaje de WhatsApp en el que me decía que a ver si me pasaba por su cafetería a tomar un café, ya que echaba de menos a clientes tan simpáticos y guapos como nosotros. Me sorprendió que se pusiera en contacto conmigo, pero me animé a contestarle y quedamos para el sábado de la semana en curso (estábamos a martes).

Llegó el fin de semana y con él, el momento de vernos. Estaba un poco nervioso porque hacía más de un mes de nuestro encuentro y no tenía excusa para no haberme molestado siquiera en escribirle, pero me armé de valor para enfrentarme a esa situación y pedirle disculpas si se daba el caso.

Como era de esperar, Jorge estaba tras la barra, atendiendo a clientes, cuando me vio entrar. Vino a saludarme y me invitó a sentarme en la barra, diciendo que ese día invitaba la casa y guiñándome un ojo. Me presentó a Sandra, una chica que trabajaba con él, diciéndole que yo era uno de los que había llevado de fiesta por el barrio; Sandra me miró y sonrió, diciéndome que se lo había pasado muy bien con nosotros aquella noche… me puse colorado como un tomate, no podía creer que fuera por ahí contando lo que hicimos; sin embargo, Sandra se lo tomó con mucha naturalidad y me dijo que no era la primera (ni la última) vez que se enteraba de esos planes, los dos eran bastante pendones y se metían en camas ajenas sin mucho problema.

Llegó la hora del relevo de turno y ambos quedaron libres; como Sandra no tenía planes, le propuse unirse a nuestra noche de fiesta y rechazó de manera muy sutil (no quiero estorbaros, pareja), pero Jorge insistió y logró que cambiara de idea.

La primera parada de la noche fue la cena, en un bar del centro que ambos conocían y que tenía buenas raciones a buenos precios. Nos salió muy económico y llenamos los estómagos para aguantar la fiesta.

Después de tomar unas copas en algunos pubs y escuchar buena música, Sandra propuso algo más relajado y me dejé guiar hasta un local en el que la música era simplemente un sonido de fondo, dejando prioridad a las conversaciones. Hablamos de muchos temas y como todos sabemos que el alcohol es un gran aliado a la hora de hablar de ciertas cosas, saqué el tema de la noche que Jorge había pasado en mi casa.

Sandra se empezó a reír porque Jorge se puso rojo como un tomate, parece ser que había cosas que no le había dicho; le llamó también la atención esa relación mía con Ana y decidimos hacernos una foto para mandársela y que viera que nos acordábamos de ella, fue entonces cuando Jorge reconoció que había sido ella la que le había pedido que me llamara.

El caso es que empezamos a hablar de esa relación, les conté mi historia con ella y cómo me había abierto la mente, cómo seguía buscando experiencias nuevas, a pesar de que en el fondo de mi ser seguía perdiendo la cabeza por un cuerpo de mujer.

Como estábamos en un momento de sinceridad e intimidad, aproveché para preguntarles por su forma de entender el sexo y (si no era indiscreción), las fantasías que querían llevar a cabo.

Jorge nos contó que su fantasía había sido siempre participar en una orgía y ya llevaba más de una en su historial, aunque siempre habían sido con hombres y lo más parecido a sexo en grupo sin exclusividad masculina había sido nuestro encuentro.

Sandra, que escuchaba atentamente nuestras palabras y preguntaba sin ningún pudor, ya no se mostraba tan directa cuando se trataba de hablar de ella; con mucho esfuerzo por nuestra parte, conseguimos sacarle que una de sus fantasías era tener sexo con Jorge, al que siempre había visto como un buen amigo, pero por el que sentía una atracción puramente sexual, a pesar de saber sus gustos. Lo justificó diciendo que era porque él era imposible, al ser gay… el morbo de lo prohibido.

Jorge no supo cómo reaccionar, así que fui yo quien intentó evitar el silencio incómodo, añadiendo que el muchacho tenía su cosa y que el trío fue placentero porque sabía bien cómo moverse, aunque mis orientaciones fueran otras. Pronto la incomodidad pasó a ser cachondeo otra vez y Sandra reconoció que otra de sus fantasías era un trío totalmente bisexual, algo que me pareció bastante interesante; nos dijo que con un antiguo novio estuvo a punto de tenerlo, pero en el último momento le dio miedo y se echó atrás, ya que la condición era meter a un hombre en la cama, antes de hacerlo acostándose con otra mujer.

Les invité a tomar la última en mi casa y Sandra quiso volver a negarse, pero no le di opción y nos metimos en un taxi.

Al llegar, saqué un par de botellas de buen ron y seguimos nuestra conversación, criticando que la sociedad ponga tantas pegas cuando se habla de sexo y sea tan permisiva a la hora de mostrar los horrores de una guerra, ninguno de los tres entendíamos esa forma de ver las cosas; como ya se sabe, uno de los efectos del alcohol es querer salvar el mundo.

Sin más dilaciones, aproveché un momento en que Sandra atendió una llamada en el balcón para preguntarle a Jorge por el descubrimiento de la fantasía; él me dijo que alguna vez sí lo había pensado, pero nunca había dado el paso por miedo a no ser capaz de mantener una erección y estropear el momento. Acto seguido me dijo que seguro que yo la ponía más cachonda que él y que si se lo pedía, me ponía en bandeja pasar la noche con ella.

La verdad es que barajé la posibilidad de aceptar la oferta, pero le animé a intentar cumplir las dos fantasías… le propuse un trío bisexual con Sandra, si ella aceptaba tenerlo.

Como era Jorge el que tenía más confianza con Sandra, quedamos en que pondría de excusa ir a buscar algo a mi habitación y se lo comentaría, cosa que hice justo cuando volvió de atender su llamada telefónica.

Aproveché para buscar los juguetes que tenía guardados y dejarlos a mano, por si se daba el caso y podía usarlos; si esa noche no había sexo, me valdrían para mí.

Pero al volver al salón, Jorge me hizo un gesto de afirmación y se fue al balcón con la excusa de que quería hacer una llamada, sitio desde el cual me escribió para decirme que Sandra estaba un poco nerviosa y necesitaba un poco de ese cariño que sé dar; me dijo también que le había propuesto allanar el terreno para que se acostara conmigo, sin decirle nada de un trío…

Nos pusimos a charlar y sin tener muy claro cómo ni por qué, de repente me vi besando a esa mujer. Mis manos se centraban en su pelo, me daba miedo estropear el momento por ir demasiado rápido.

Por un momento nos olvidamos de Jorge y sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo, buscando dónde terminaba mi camiseta para quitármela; la recosté sobre el sofá, me saqué la camiseta y mis manos buscaron el inicio de la falda de su vestido hippie escotado, descubriendo y acariciando unos muslos de suave piel blanca como la leche. Acaricié sus pechos por encima del vestido, al tiempo que su cuello era víctima de mis labios y mi lengua… su respiración acelerada indicaba que estaba haciendo bien mi trabajo, el mes de sequía no había afectado tanto como creía a mis capacidades.

Sandra no era lo que socialmente se considera un bellezón, pero tenía algo que me atraía, un morbo especial… su cuerpo tenía curvas, no era el típico cuerpo delgado, pero deseaba recorrer cada poro de su piel con mis manos y mi lengua. Su melena oscura contrastaba con el verde de sus ojos, consiguiendo hipnotizarte con la mirada y sus pechos no eran grandes, pero tampoco pequeños, perfectos para su forma física.

Tomándola de la mano, la guie hasta mi cuarto, seguíamos sin acordarnos de que Jorge estaba en la casa; ella me mandó sentar en el borde de la cama y se sentó en mis rodillas, regalándome más besos y caricias en la espalda; bajó por mi cuello y, separando mis piernas, se puso entre medias y empezó a besar y acariciar mi pecho, buscando tímidamente la hebilla de mi cinturón.

Mientras me deleitaba acariciando sus muslos y jugando con sus nalgas, decidí que era hora de quitarle el vestido y empecé a subir su falda, gesto que ella debió ver bien porque me ayudó a sacárselo, quedando en ropa interior y provocando un considerable aumento de excitación en mi ser. La atraje hacia mí y comencé a besar su tripa, al tiempo que hacía amagos de bajarle las braguitas, pues luego me incorporé para volver a centrarme en sus labios.

Mientras volvía a besar su cuello, divisé la figura de Jorge, sonriendo desde la entrada a mi habitación; con la mirada le animé a participar y volví a sentarme para que Sandra volviera a colocarse sobre mí. Justo cuando iba a soltar el cierre del sujetador para liberar sus pechos, Jorge se unió a la escena, besando los hombros de Sandra y terminando de quitarle la prenda, para masajear sus pechos desde atrás. Ella, que estaba completamente ida, no se había dado cuenta de que él se había unido a nosotros.

Se dio cuenta en el momento en que él quiso besarla, pero no puso ninguna resistencia, es más, se lanzó a sus labios mientras yo me centraba en sus ya duros pezones.

Pronto nos encontramos en la cama, de rodillas y semidesnudos, intercambiando besos y caricias; Sandra terminó de desnudarse y luego se echó a un lado, pidiéndonos que nos desnudáramos el uno al otro, mientras ella se acariciaba los pechos.

Jorge y yo nos fundimos en un beso, mientras las hebillas de nuestros cinturones se desabrochaban y después lo hacían los botones y cremalleras. Cuando los pantalones yacieron sobre el suelo de la habitación y solamente nos quedaba la ropa interior, Sandra se deleitó con los bultos que marcábamos los dos, tumbándose entre nosotros para acariciarlos; yo hice lo mismo y me tumbé a su lado, acariciando su pubis mientras la besaba, Jorge se unió a nosotros para lamer un pecho con delicadeza.

Terminamos de desnudarnos y Sandra tomó la iniciativa, invitándonos a tumbarnos y centrándose en practicarnos sexo oral por turnos, mientras nosotros nos acariciábamos el uno al otro. Como ya hicimos con Ana, pronto nos vimos en un círculo de placer oral, con Sandra disfrutando de la herramienta de Jorge y éste de la mía, aprovechando yo para degustar el sexo de aquella ardiente mujer. Podía sentir su calor, sus contracciones, saborear aquellos flujos vaginales que segregaba, al mismo tiempo que uno de mis dedos masajeaba la entrada de su ano... aquello era perfecto, los tres disfrutábamos del sexo sin ninguna restricción.

Cambiamos de posición para que uno de nosotros se uniera a Sandra y diera placer oral al otro; Jorge se unió a ella para jugar con mi miembro chorreante y masturbar al mismo tiempo ano y pene, luego se colocó sobre mi pecho para disfrutar de mi lengua y follarme la boca. Por último, nuestras lenguas se unieron para darle a Sandra una buena ración de orgasmos encadenados, sin piedad, hasta que se corrió sobre mis sábanas; el squirt era algo que siempre había visto cuando me masturbaba con vídeos de internet y me llamaba la atención, ya podía tacharlo de mi lista de cosas pendientes.

Mientras Sandra se recuperaba de las convulsiones y de la tortura sexual a la que la habíamos sometido, Jorge y yo aprovechamos para fundirnos en un rico 69; él intentaba follarme la boca y al mismo tiempo me lamía y succionaba el pene, mientras tres de sus dedos se abrían paso, triunfantes, por mi ano.

Una vez lubricados y con las protecciones pertinentes, Sandra nos pidió lo que ya había pedido Ana en nuestro encuentro, ser penetrada por nosotros dos al mismo tiempo; esta vez había más agujeros para penetrar, así que Jorge se tumbó bocarriba y ella frente a él, introduciéndose su pene en la vagina lentamente. Una vez dentro, yo la fui penetrando por detrás, sin prisa, para acomodar su esfínter al grosor de mi miembro.

Con algo de torpeza al principio, fuimos buscando la velocidad perfecta para acomodarnos los unos a los otros, pronto empezaron a oírse los gemidos de Sandra, así como los avisos de que iba a correrse de nuevo. Nosotros volvimos a torturarla sexualmente, cambiando ocasionalmente de postura para que pudiera penetrar a Jorge con uno de mis vibradores masculinos.

Después de varios orgasmos, Sandra se colocó a 4 patas sobre la cama y nos ofreció su sexo y su ano para que nuestras lenguas jugasen con ellos; Jorge empezaba a perder su erección, así que abandoné aquellos juegos y penetré sin piedad su ano, arrancándole un gemido. Al tiempo que le penetraba, le decía que tenía que aguantar para romperme el culo, ya que llevaba un mes esperando ese momento.

Sandra se sentó sobre su miembro y su culo lo engulló entero y de golpe, estaba muy dilatada; dándole la espalda, comenzó a cabalgar sobre él mientras me miraba fijamente, invitándome a explorar de nuevo su cuerpo. Nos acomodamos y con cierta dificultad, conseguí mantener mi penetración mientras jugueteaba con los pechos de Sandra y masturbaba su sexo sin piedad.

Jorge nos indicaba que estaba a punto de correrse, así que paré en seco para recuperar el aliento; nos tumbamos unos minutos y nos dedicamos a besarnos y acariciarnos, Sandra entre medias de los dos, recibiendo todas nuestras atenciones.

Pasados unos minutos, me invitó a acomodarme entre las piernas de Jorge y, levantando mis piernas, las abrió y empezó a jugar con mi ano. Se asombraba de lo dilatado que lo tenía, jugando con sus dedos; le indiqué dónde guardaba mis juguetes y los sacó, agenciándose una especie de pene doble de goma que Ana y yo habíamos comprado durante su estancia en mi casa.

Me metió más de la mitad del juguete y ella se metió el resto, para luego deleitarme con un vaivén con el que casi eyaculo; acto seguido le pidió a Jorge que ocupara su lugar y éste no dudó ni un segundo en enterrar sus casi 18 centímetros en mi culo, a modo de venganza por lo que le había hecho minutos antes. Sandra se sentó sobre mi boca para ofrecerme esos jugos dulces y ardientes que guardaba en su interior.

Me hallaba en el paraíso, recibiendo sexo anal al mismo tiempo que provocaba orgasmos a una mujer con mi boca, mientras ella me masturbaba.

Como Sandra me había quitado el preservativo para masturbarme, no me dio tiempo a avisar de mi orgasmo y un generoso chorro de semen saltó a su pecho y a mi vientre; mi cuerpo se puso completamente rígido y mi ano se cerró en torno al miembro de Jorge, haciendo que llegase a su orgasmo en ese mismo instante, con el tiempo justo para sacarlo, quitarse el preservativo y correrse sobre mi vientre.

Bañados como estábamos en semen y flujos vaginales, nos metimos en la ducha para lavarnos unos a otros, sin parar de besarnos y acariciarnos; Sandra y Jorge sonreían felices, yo no me podía creer lo que acababa de pasar.

Desnudos como estábamos, les invité a quedarse a dormir y aceptaron gustosos; Sandra nos agradeció el regalo, nos fundimos en un beso a tres lenguas y caímos dormidos, Jorge y yo reposando sobre su pecho.