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La acampada de mi amiga Eva

en Hetero: Infidelidad

Era Semana Santa y quedamos con un grupo de amigos para irnos de acampada una zona preciosa en la montaña, ideal para hacer acampadas y salir de la rutina de la ciudad. Tanto es así que en esas fechas no somos los únicos que vamos. Normalmente suele ir bastante gente, pero al ser un terreno muy amplio tenemos cierta intimidad.

Nos fuimos tres parejas de amigos, con las que quedamos habitualmente. Preparamos todas las cosas y quedamos allí cada uno por separado. Decidimos que nos encontrábamos en el sitio el jueves por la mañana. Así aprovecharíamos todo el puente hasta el domingo.

Nosotros llegamos los primeros y cogimos un buen sitio, a la espera de que llegaran los demás amigos. Una vez que nos instalamos empezaron a venir los demás. Colocamos las tiendas de campaña y empezamos a preparar las cosas para hacer la comida.

Una vez que estábamos ya instalados los hombres se pusieron a hacer el fuego para la barbacoa para que a la hora de comer ya hubiera brasas suficientes. En eso se encargó uno de nuestros amigos que es un experto en barbacoas. No nos dejaba que hiciésemos nada, que ya se encargaba él. Así que decidimos los demás ir a dar un paseo.

 Encontramos un sitio fantástico para tomar el sol al lado del río. No hacía mucho frío, así que nos sentamos allí a pasar el rato y contar historias.

Yo llevaba una faldita corta y debajo mi tanga negro que solo tapa lo justo. Me senté  en una piedra y como es de suponer, el que se pusiera frente a mí podría ver mi ropita interior, pero fui muy discreta con mis amigos y conociendo a mi esposo… seguro que se pone nervioso si se da cuenta de que enseño más de lo debido.

No había pasado ni media hora cuando llegó un grupo de chicos. ¡¡Dios!!, no me lo puedo creer, si es Pedro con sus amigotes. Pedro fue un novio que tuve hace años, antes de casarme. Era un máquina en la cama, lo recuerdo muy bien. Me excitaba solo con mirarme con esos ojazos que tiene, el muy descarado.

Vino hacia nosotros y nos saludó a todos y a mí me dejó para la última. Se acercó a mí, con esa sonrisa diabólica que tiene y me dio dos besos, pero no dos besos normales, no, dos besos en la comisura de los labios, donde noté sus labios rozando los míos. Creí desmayarme. ¡Madre mía!, he notado un escalofrío en todo el cuerpo que me hizo excitarme y notar como mi parte inferior se calentaba por momentos.

Mi marido miraba impasible como me abrazó para saludarme y besarme y creo que no le gustó mucho la situación.

Recuerdo cuando Pedro y yo éramos novios y veníamos a este paraje, nos bañábamos desnudos en el río y tomábamos el sol en pelotas y como una cosa lleva a la otra, follábamos en plena naturaleza, sin importarnos que algún senderista nos pudiera ver. En aquella época y en verano, no suele venir mucha gente a este sitio.

Eran unos polvos de escándalo. Sería porque él sabía cómo llevarme al límite, sería por el morbo de hacerlo en plena naturaleza, sería por la excitación de saber que nos podían pillar… no sé por qué sería pero la verdad que esa época de mi vida la recuerdo con mucho cariño.

Volviendo de mi viaje mental, que me hizo recordar tantas cosas en tan poco rato, los chicos y Pedro, se sentaron con nosotros, ya que eran todos conocidos y nos encontramos por casualidad.

Yo me volví a sentar en mi sitio y el pillín de Pedro se puso frete a mí, cosa me gustó, porque así podría jugar con él a mi antojo, llevando yo las riendas de la situación.

Todos hablaban de cosas sin importancia, pero Pedro solo se fijaba en mis piernas, así que decidí poner un poco de mordiente a la situación y las empecé a abrir, despacio y disimuladamente. Por supuesto yo no le miraba, solo le veía por el rabillo del ojo y sabía que él si me miraba y no dejaba de hacerlo.

En un momento dado, me incorporé, para que viera que llevaba debajo de la faldita y dio resultado. Noté como se puso la mano en la entre pierna disimuladamente al percibir que debajo de mi falda llevaba el tanga negro que él me regaló.

Ya estaba segura de que lo había visto, así que me senté de nuevo para dejarle mejor ángulo de visión, sin que los demás se dieran cuenta. Aunque creo que mi marido se estaba empezando a percatar de lo que pasaba, pero no hizo nada, solo me miraba con cara seria y yo le correspondía con una sonrisa pícara.

Pasado un rato decidimos irnos a comer. Por supuesto dijimos a Pedro y sus amigos que se juntaran con nosotros y así sería más divertido.

Mi marido iba de los primeros hablando con otros amigos, mientras que Pedro y yo nos quedamos más rezagados. Juro que no era mi intención hacer ninguna maldad, pero s que surgió así. Yo estoy felizmente casada y Pedro fue un pasaje de mi vida anterior, aunque he de reconocer que el paraje, él con esa carita de bueno y de diablo a la vez, me retrotrajo a la época que éramos novios ymi cuerpo reaccionaba a su voz, a su mirada, as u tacto. Sí a su tacto, porque cuando no miraba nadie, me pasaba la mano por el culo acariciándolo como solo él sabe hacerlo. Yo me zafaba de él, le decía que lo dejase que no era apropiado, pero eso lo decía mi voz, mi cabeza y mi… coño, decía otra cosa muy distinta. Estaba excitada, y quería estarlo. Además, quería excitarle a él también, como una especie de venganza, pero lo que se estaba perdiendo.

Lo que más me puso como una moto, fue cuando me metió la mano por debajo de la mini y pasó el dedo por mi rajita de adelante hacia atrás, por la costura del tanga. ¡¡¡DIOS!!!, quise abofetearle, quise morderle, quise follármelo allí mismo, pero mi parte racional actuó, quitándole la mano de ahí y diciéndole que lo deje, que se estaba pasando. Aunque mi mirada no decía eso y el cabrón lo sabía.

El trayecto duró unos 10 minutos, pero para mí fue eterno y lo peor es que quería que fuera eterno.

Llegamos a la zona de acampada y los amigos de Pedro se fueron a la zona donde estaban acampados para traerse  la comida y así la compartiríamos. No sería lo único que compartiríamos, jajaja.

Los hombres nos tenían una paella de marisco preparada y estaba de vicio.

Después de comer nos tomamos un café y después una copa. Yo me preparé una crema de orujo y como no bebo mucho, rápido me puse chisposa y sobre todo caliente. Estaba caliente todo el día solo con la presencia de Pedro y así no podía seguir. Decidí irme a la tienda de campaña y llevarme a mi esposo, aunque quien realmente quisiera que viniera era Pedro. Él vio como nos íbamos juntos y creo que le entraron celos. Jajaja, que le joda un poco que sepa que voy a follarme a mi marido, tampoco es mala cura de humildad, ¿no?

Era una tarde calurosa tanto por el ambiente atmosférico como por el interior corporal que tenía en mi cuerpo. Llegamos a la tienda de campaña. Le empecé a besar mientras me desnudaba, quería abrazarle mucho, sentir su cuerpo desnudo junto al mío, mis pezones estaban hinchados de lujuria y muy sensibles, me gustó su predisposición. Creo que sabía que estaba excitado al verme tan activa. Quería que fuera cariñoso y sin brusquedades, que me lo hiciera como me lo hacía Pedro. Me sentía grande y dichosa de tener entre mis brazos a mi esposo mientras pensaba en otro hombre que estaba sentado a unos 10 metros de donde estábamos nosotros. Yo, una mujer desnuda ardiente y lujuriosa. Recuerdo perfectamente que llevaba el tanguita de color negro que me regaló mi ex, me quedaba deliciosamente perfecto, tapando lo justo, ni más ni menos. Me acariciaba por encima del tanga, sin prisas, quería que me calentara y emanara pasión y líquidos vaginales, claro, como no voy a hacerlo, estaba a tope.

Me tumbó y se agachó acercando su cara a mi monte de venus, deslizando sigilosamente mi prenda íntima hacia los tobillos mientras no podía dejar de observar mi preciosa depilación. Tenía el chochito depilado, lo justo para ser comido. Me había depilado todo el sexo a excepción de un mechoncito estilo punky en la parte superior del coño. Me gusta así. Comenzó el cunilungus, pero esta vez, no solo usó los dedos en mi agujero grande, me metió dos dedos en el coñito y cuando me notó que estaba lo suficientemente húmeda, sin dejar de chupar el clítoris, deslizó el dedo anular hacia mi cuevecita que en breve iba a ser profanada por algo más contundente.

Empezó a hacer algo que no había hecho nunca y era, en vez de meter el dedo a lo bestia, se puso a hacer círculos en mi esfínter exterior, solo una falange metida dentro de su agujerito. Di un respingo pero me gustó. Me pone muy bestia que cuando me mete el dedo en el coño y otro por el culito los junte, eso me hace estallar de placer. Me tenía a su merced, estaba muy excitada, creí correrme en ese momento.

Siguió comiéndome coño, dedo en el coño y culo, movimientos lentos y acompasados. Ya estaba lo suficientemente lubricada y excitada, cuando se clavaron mis dedos en su cuerpo como garfios de dulzura. En ese instante dejó su trabajo y con energía me puso a cuatro patas sobre el suelo, estaba a un paso de hacerme  la mujer más feliz del mundo, todavía anidaba las ganas de satisfacer mi fantasía sexual, que me la metiera en el interior de mis entrañas. Nunca me olvidaré de ese momento, fue mágico.

Empezó a buscar el agujerito con sus dedos sabios y al encontrarlo lleve su glande, mejor dicho la punta del capullo de su rabo tieso a mi hendidura. Lo que tenían de sabios sus dedos, lo tenía su polla de torpe, no atinaba, se le iba para arriba y yo decía con tono burlón: “más abajo, más arriba, más abajo, jejeje”. Esos comentarios nos hicieron gracia. Fue divertido y sensual.

Mi cuerpo se estremecía por completo incluso antes de empezar la penetración, me dijo que me abriera más, usó como lubricante el jugo de mi coño para comenzar con la profanación de semejante templo que más abajo, más arriba, apuntó su polla al agujero del culo y lentamente la introdujo en él hasta que la punta entró por completo. Ese momento está grabado a fuego y sangre en mis recuerdos. Deseaba que fuese Pedro quien me partiera el culo por primera vez, pero mi imaginación hizo que fuera él y no mi marido.

Ahh, dije entre dolor y placer, ¿te he hecho daño?, ¿la saco?, No, No. No, sigue, ¡¡joder!!, ahora que estaba empezando a disfrutar de lo que es una sodomización, casi lo estropea hablando. Yo medio gritaba con una voz entre cortada y remezclada de excitación y dolor. No quería que los vecinos escuchasen nada pero es que esa sensación no podía contenerla. Con la penetración de cada milímetro y centímetro de su polla en mi culo, se me ponía la piel de gallina, no podía de dejar de usar mi punto G cerebral, la imaginación, la sensación de poder, la fortaleza que proporciona el hecho que tanto deseaba hacer, se estaba cumpliendo y mis expectativas iban a más, pues sentía que a él le gustaba y eso me excitaba aún más, si cabe. Una vez que estuvo toda su polla dentro me paré para que se acomodara al tamaño, le oía gemir de placer, de excitación, de ingestión.

El tonto volvió a habla. Que si le molestaba mucho la sacaba a lo que le respondí:

Si la sacabas te  corto los huevos. Me duele un poco, pero que era normal que me gusta. Sigue moviéndote cabrón.

Casi se me escapa el nombre de Pedro, ufff, menos mal. En mi mente solo estaba Pedro detrás de mí empujando su verga dentro de mi agujerito. Creí morir de placer.

Apostó sus manos en mis caderas y empecé a sufrir en mis carnes un placer que como jamás había probado era indescriptible, a cada embestida que me proporcionaba, mi cuerpo temblaba enterito. Yo me tocaba el coño mientras y agaché la cabeza para poder ver algo. La sola visión de cómo entraba y salía su rabo de mi esfínter aumentaba mi lujuria y pensar que lo había leído tanta veces en los relatos eróticos de internet, haberlo visto otras tantas en películas porno, que ahora experimentarlo en mi propio cuerpo, se me antojaba un sueño del que no quería despertar. Allí estaba yo, la protagonista de mis propios sueños eróticos.

Estaba bombeando y con tanto trajín notaba como su rabo se ponía muy duro y tenso, noté como le venía la corrida. Paró la velocidad de los empujones y en ese momento fu él que metió la mano por debajo hasta llegar a mi coño, que ya estaba hiperempapado. Su cuerpo estaba absolutamente encima del mío. Notaba todo su peso, toda su energía.

Me dejé caer de cruces al suelo y su rabo entró con más violencia en mi cuerpo. Ahora sí se puede decir que me estaba taladrando, sodomizando, dándome por el culo, como se quiera denominar y su cuerpo encima, inmovilizando el mío. Su mano trabajando mi clítoris por debajo, su respiración libidinosa, el poder, todo eso hizo que tardara poco tiempo en llegar al clímax y cuando me acerqué al punto más álgido del orgasmo, hasta los pocos pelos del coño se me pusieron de gallina. Me dejé desvanecer y él se corrió al a vez que yo. Me abrazó y me dijo, ¿quién era esa fiera que apenas conozco?, ¿quién era la que me mordía con sus fauces de loba el corazón? Quiero morirme, en este momento, quiero quedarme clavado a su cuerpo eternamente, abrazándome entre las mantas y el saco de dormir. Me besó el cuello tantas veces mientras descansaba encima de mí.

Pasó lo que tenía que pasar. Yo imaginándome a Pedro y él creyéndose el amo del calabozo. Don carnal se confundía con doña cuaresma, el diablo con dios, el blanco con el negro. Mi cabeza fluía algo más que un simple acurrucamiento. Para mí el hecho de conseguir lo que conseguí suponía mucho más de alma y corazón quede rabo y ano.

Empiezo a estar preparada para que me lo haga Pedro. Pero… ¿lo mejorará? Ahora entiendo por qué me casé con mi marido, jajaja. Pero no debo de engullir demasiado, no debo caer en la Gula, pero es que no quiero parar, no tengo tiempo que perder. Pedro fue quien me hizo ver más allá del rabo, la piel, el corazón, el Alma, la vida… y quiero ser suya, aunque ame a mi esposo con toda mi alma. Ya solo quiero morir y  solo deseo enloquecer de todas las maneras posibles. Este fue mi punto de inflexión. Se confundió la Gula con la Templanza. Quería más.

Después de eso nos acostamos un rato, desnudos uno junto a otro y descansamos. Mi cabeza solo pensaba en Pedro. ¿Nos habrán escuchado? Por un lado espero que sí para tenerlos más cachondos a todos los de la quedada y por otro me muero de vergüenza si nos han escuchado, pero la verdad es que me da igual. Estoy feliz y bien follada.

Al cabo de un buen rato nos despejamos y vestimos. Yo me cambié de ropa pues empezaba a refrescar y me puse unas mallas blancas con mi tanga negro. Transparentaba un poco, bueno, un poco bastante, pero eso sé que excita a los hombres. Mi marido no me dijo nada, así que lo hice. No me puse el sujetador, quería llevar las tetas sueltas, para ir más cómoda y con el frescor de la tarde se me pondrían duros, que con el roce del jersey me excitaría sin tener que tocarme.

Cuando salimos, algunos de los amigos estaban frente a la hoguera, hablando distendidamente. Nos miraron pero no dijeron nada, no supe en ese momento si nos habían escuchado o no. Fueron muy discretos o realmente no se habían enterado.

Yo miré a Pedro, pero no estaba. Se fue a dar una vuelta a ver si veían setas para cenar. Me quedé un poco triste al ver que no estaba, pero se me pasó enseguida cuando empezamos  a hablar de cosas y hacer chistes. Pasamos un buen rato hasta la hora de la cena.

Ya de noche, nos juntamos todos otra vez y empezamos a prepara la cena en plan picoteo y a beber cervezas. Pedro me miraba de forma rara, no sé cómo definirlo, pero creo que nos oyó follar y ahora está como ausente, aunque no me quitaba ojo de encima.

No es por presumir pero yo era la más provocativa del grupo. Las mallas blancas y el tanga negro estaba haciendo estragos entre los hombres que allí estaban, me miraban disimuladamente, pero me miraban. Eso lo sé.

Cuando acabó la cena uno propuso que jugásemos a la abuela. Es un juego que como te equivoques tienes que echarte un tapón de vodka y bebértelo de un trago. Al principio es fácil, pero en cuanto pierdas un par de veces ya te haces un lío y vuelves a caer y a beber.

Cada jugador tiene un número (1,2,3,4,...) menos uno que es "la abuela", éste jugador decidimos que fuera Pedro.

  • Pedro: Cuando la abuela se murió 3 vasos de vino se bebió.

Lógicamente yo estaba a tres posiciones de é,l así qué:

  • Yo: ¿cómo que tres?
  • Pedro: ¿cuántos pues?
  • Yo: uno

El que estaba mi lado era mi marido, jajaja:

Mi marido no se enteraba y todos nos reímos y tuvo que tomarse el primer taponazo.

Seguimos jugamos y yo pensaba que era yo la primera que iba a caer, pero fue mi marido el que se tomó cinco taponazos casi seguidos. Yo creo que Pedro y sus amigos iban a degüello a por él. Me hizo mucha gracia y yo les seguía el juego.

Al cabo de un buen rato. Mi marido dijo que no se encontraba bien y que quería irse a la tienda de campaña. Creo que fue mucho ajetreo para un solo día y el pobre no aguantó tanto sobre salto. Yo le dije que me quería quedar un rato más, pero que le acompañaba a la tienda. Iba un poco pirirpi.

La verdad es que no lo hice por acompañarle, si no para que Pedro y demás me vieran mejor como iba vestida. Por supuesto que hice lo posible para agacharme y enseñarle el culo en pompa y ponerle más caliente que por la mañana.

Dejé a mi esposo acostado después de darle un beso, pero esta vez fue en la frente, como besando sus cuernitos que deseaba que crecieran a costa de Pedro.

Cuando regresé, seguían jugando y algunos de los amigos también se fueron a dormir. Nos quedamos una pareja, tres amigos de Pedro, él y yo.

Claro, al llegar a mi sitio había cambiado y no me percaté, así que cuando me tocaba a mí… caí como una tonta y me tomé un taponazo entre risas.

Al volver estaba un poco más suelta, he de reconocer que el bamboleo de mis tetas, el frío y el roce de la tela, hacía que no solo se fijaran en mi culo y coñito, si no también en mis pezones. Eso me puso muy burra, supongo que sería también por efecto del alcohol.

Seguimos jugando y la siguiente no perdí, pero en tres rondas, volví a caer. Y otra vez y otra. Que cabrón Pedro, iba a por mí, y yo por él, pero aguanté como pude.

Ya iba un poco tocada y al rato me disculpé porque tenía que hacer pis no me podía aguantar era de noche y me fui debajo de un pino en el bosque. Me bajé las mallas y el tanga. Me pongo en cuclillas y  empiezo a mear. En ese momento noté que me tocan por detrás el coñito  mojándose toda la mano. Me asusté y me levanté de golpe. Me di la vuelta y allí estaba él, Pedro. Me asusté al principio pero luego me dio una buena alegría. Le dije que era un depravado y él me dijo si quería que me limpiaba el coño cuando terminase de hacer pis. Uffff, como iba a negarme, lo deseaba. Es un guarro, pero me encanta,  y le dije sí, claro.

Se sentó que una piedra grande y yo me puse boca abajo en sus rodillas empezó a pasarme el papel para secarme y yo cada vez mas mojada y le dije,¿ pero con papel?, ¿es que no tienes algo más suave?

Fue dicho esto cuando me quito todo y me quede solo con el jersey. Pude notar como tenía la polla de dura. Se tumbó en el suelo y me dijo que pusiera mi coño en su boca. Me lo lamió como nunca lo había hecho. Yo creo que aún quedaban restos de semen de mi esposo en el culo y lo lamió también.

Yo solo me fijaba que su rabo cada vez cogía más tamaño, así que me agaché, le saqué ese pedazo de pollón que tiene  empecé a chupársela con muchas ganas. En ese momento me dijo: Me estoy meando, ¿me la limpiarás cuando acabe? Mmmm. Mi coño se mojó más aún. Cómo me voy a negar, pues claro que te la limpiaré. Se incorporó y fui yo quien le cogió la polla para que meara, me encanta sentir la polla en mi mano mientras mea, parezco un hombre, jajaja. No sé cómo explicarlo, pero me gusta. Cuando terminó, la ultima gotita se la limpié, y se la volví a limpiar y más aún. Mi lengua chupaba su punta y me boca empezó a engullir esa tranca. Me agarró de la cabeza y empezó a follarme la boca. Yo perdí la noción del tiempo. Me daba igual los amigos, mi marido, la acampada, solo quería esa polla para mí costase lo que costase.

Cuando ya estaba bien duro, me tumbo en el suelo, pusimos toda la ropa para no mancharnos y en menos que canta un gallo, me la metió de golpe, entera sin previo aviso. Me gusta cómo me trata, cuando tiene que ser tierno es tierno y cuando tiene que ser agresivo era una animal.

No tardé ni dos minutos en correrme como una perra. Mis músculos se contraían, hacía lo posible por que no sacara su rabo de dentro de mi chochito. La quería guardar ahí como un tesoro. Duró poco pues al ratito me puso a cuatro patas. Me separó las piernas aún temblorosas y lo volvió a hacer. Me la volvió a meter a lo bestia. ¡¡Diosa!! Como me gusta que haga eso. Mientras que me follaba me metió un dedo en el culo. Un culo que ya estaba dilatado y lo metió bien dentro haciéndome estallar otra vez de placer. Solté un gritito, pero creo que no me oyó nadie más que él y eso fue el detonante de su enorme corrida.

Se corrió dentro de mí coño. Me llenó por completo. Empujaba y bufaba como una bestia. Que gorda, que grande, que cantidad de semen me dio.

Cuando la sacó, empezó a chorrear semen de mi coño y muy cerdo se agachó y me la limpio bien limpia con la lengua. Eso me puso en un estado de excitación inimaginable, pero lo que hizo que me volviera a correr, casi sin tocarme fue que después de chuparme toda la leche que había echado, nos fundimos en un beso indescriptible. Me pasó el semen de su boca a la mía en el beso y me lo tragué todo, todo, todo. Estaba caliente y muy rico. Casi exploto de gusto después de eso. Me quedé alucinada y excitadísima. 

Él se fue a la hoguera y yo me fui a la tienda de campaña, pues tenía las mallas y las bragas muy mojadas. Fui a cambiarme. Mi marido me preguntó que qué hacía y le dije que fui a hacer pis  y me mojé sin querer y vine a cambiarme de ropa. El olor a sexo era absoluto así que le dejé allí las mallas y el tanga con restos de semen. Me puso muy burra hacerlo. Sería por la sensación de que me pillara, sería por hacer que se excitara con mi forma de actuar, o yo qué sé, el caso es que se quedó allí tumbado, mirando cómo me cambiaba y viendo como me ponía otras mayas pero esta vez sin nada debajo. Mi coño estaba hinchado pero creo que en tanto no se fijó, pues solo tenía la luz del móvil mientras me cambiaba.

Volví a la hoguera y ya no estaban jugando. Estaban contando historietas un poco subidas de tono. Creo que estaban todos con ganas de follarme. El legging que me puse hacía notar mi rajita. Como dice mi marido en el legging de sordomuda, pues se me leen los labios.  Esa noche estaba exultante. Yo me hice la rectada delante de ellos, pero mi cuerpo no era tan recatado. Todos se morían por mirarme la entrepierna y yo dejaba que lo hicieran.

Cuando ya nos fuimos todos a recogernos entré en nuestra tienda y vi que el tanga no estaba donde lo dejé. Me desnudé y mi marido que hacía un rato no podía con su cuerpo. No sé que le pasó que se recuperó de inmediato. Me folló como nunca, me decía puta, perra y me folló fuerte. Mi cabeza volvió a Pedro y estaba en la gloria. Vaya día. Insuperable. Mi esposo no me dijo nada de lo húmedo que tenía el coño y lo abierto. Supongo que se imaginó que había follado pero nunca me lo dijo. Cada vez estoy más segura de que se pone muy celoso cuando otro tipo tontea conmigo, pero en el fondo le gusta saber que los excito y que me han follado. Yo me imaginaba que cuando le dejé, cogió mi tanga mojado y mis mallas, las olió, olían a semen de otro y todo eso le debió excitar. Por eso me folló esa noche como nunca lo había hecho. Como un verdadero hombre, como una fiera. Como a mí me gusta.

Él jamás lo reconocerá, pero yo me imagino esas cosas mientras me folla y hace que me sienta en la gloria.

Pasó la noche. Nos despertamos con un poco dolor de cabeza de la resaca y nadie tenía nada para el dolor de cabeza, así que Pedro se ofreció para ir al pueblo a la farmacia a por paracetamol o ibuprofeno y yo dije que iría con él que tenía que comprar en el supermercado algo para comer.

Mi marido me miró con cara de reprobación y dijo que él también quería venir, pero le convencí de que se quedara y preparara el desayuno que volveríamos enseguida.

Cogimos el coche y nos fuimos al pueblo.

En el camino, una sonrisa, no paraba de hablar de lo que fuera. Yo estaba nerviosa y él también. No comentamos nada de lo sucedido la noche anterior.  Bajando al pueblo hay un sitio escondido donde aparcar y él sin decir nada se metió ahí. Los dos sabíamos lo que iba a pasar. Creo que fui demasiado impetuosa, pero no podía más que besar esa boca y sentir de nuevo la sensación del edén dentro de ese coche. Sus manos tocaban mi cuerpo, quería desnudarme pero no me dejé. Tenía algo reservado para él. Le desabroché el cinturón, el botón, la cremallera, toqué por encima su miembro erecto y potente. Quiso facilitarme la maniobra y me tumbó en el asiento. Comencé pasando la lengua desde arriba a abajo, con suavidad, saboreando el que ahora era mi rabo, en ese momento era un rabo bien duro, su sabor que me encantaba, los nervios del principio iban desapareciendo, me sentía dueña de la situación. Acto seguido empecé a metérmela en la boca, poco a poco, aumentando de velocidad progresivamente, al mismo tiempo que aumentaba de velocidad me la iba metiendo más y más en la boca, hasta tenerla casi toda dentro, yo quería notar mi nariz en su tripa y entonces me cogió la cabeza con fuerza y comenzó a mover las caderas delante y atrás, cada vez más rápido, casi me provoca una arcada, pero también descubrí que eso me ponía muy cachonda, que me sacaba de sí, su respiración era agitada y eso me hacía hacerlo más rápido, estaba en un frenesí completo. De repente sucedió lo inesperado para él, le mordí la polla mientras masajeaba sus huevos. Estaba disfrutando, excitado y apunto de correrse, lo noté y quise parar la excitación y fue la forma que se me ocurrió en ese momento.

Según me dijo luego, fue la mejor mamada de su vida y fue un acto intuitivo por parte de él,  extrañado me quitó la cabeza de su polla y yo me reí. No quería soltar esa magnífica polla que tanto me estaba calentando, me la metí en la boca otra vez y seguí chupando hasta que le di otro mordisco que le dolió y le gustó. Le estaba probando a ver su reacción cual era.

Después  de un buen rato, haciendo que no se corriera y que aguantara la excitación, quiso agradecerme el gesto, proporcionándole una buena mamada de coño. Me quitó el jersey y vio mis tetas  puntiagudas, con los pezones erectos y con ganas  de que me los mordiera. Me volvió  a besar mientras pellizcaba mis pezoncitos, siguió besándome. No paró de atender a mis deseos, su respiración me excitaba cada vez más. Poco a poco, me fui desenganchando de sus labios húmedos y él  bajó, por el cuello, besándome, lamiéndome hasta la oreja, como fuera un helado que se deshace y eso me puso muy intranquila, me excitaba y se me erizaba el vello, era su venganza por los mordiscos en la polla, según me decía.

Disfrutaba notando como me acariciaba mis grandes pechos y mis pezones duros como piedras. Los palpaba lentamente, como si fuera un sueño y no quisiera despertar de él. Me levantó el brazo mientras bajaba su lengua entre la axila y el pecho. Sentí estremecer  y  él lo notó, pues lo repitió por el otro lado. Esto hubiese sido mejor con un cubito de hielo en la boca, pero no todo es perfecto. Empezó  a rodear mi aureola con la lengua, con sus labios hizo bailar mi pezón, luego, se tiró a él como si de un bebé mamando leche materna fuera.

Mi respiración cerca de su oreja le hizo comprender que lo estaba haciendo adecuadamente. Antes de empezar con el otro pezón subió y me volvió a besar envolviendo la situación con una aroma de placer y sensaciones a flor de piel. Yo intentaba tocarle por donde podía, tenía necesidad de tocarle, de sentir su cuerpo, yo no soy de las de estarse quietas.

Después bajó besando por mi vientre, mi tripita se movía al son de la excitación, acompasada con la respiración erótica y sensual. Estaba ansiosa de que fuera más rápido, más fuerte, pero ahora era él quien tiene el control. Besó mi vientre y yo estaba loca porque metiera su lengua en mi coño pero lo que hizo fue introducir  la lengua en mi ombligo, me hizo cosquillas quizás era otra cosa, el caso es que estaba chorreando como una fuente.

Entonces, como el agua de un río que cae sin remedio por la cascada, llegó a la cueva de mi tesoro escondido. Entre mis piernas, sintió el aroma a sexo que despedía, fragancia infinita, penetrante y embaucadora. Entonces se dejó de gilipolleces y me abrió las piernas, me besó los muslos por la parte interior, mientras con las manos agarraba la parte lateral de mi tanga e intentaba bajármelo.

Le ayudé un poco levantando  el pubis para facilitarle la maniobra, no quiso mirar mi coño hasta no tener al descubierto su cueva. Cerré los ojos mientras lamía y mordía su parte interior de los muslos y por fin quedó a la intemperie su más deseado trofeo, mi coño.

Seguía lamiendo cada lado de los labios de arriba abajo, pasando como sin querer por ese bultito que tengo arriba del misterio del placer, me volvía loca eso, paso al otro lado pero ahora lamiendo mis labios interiores, muy cerca de la cueva y otra vez para arriba, lamiendo el clítoris ahora con más firmeza pero de forma rápida. Llegó el momento, pensé y me centré en lo que estaba haciendo, cerré los ojos y me dejé llevar. Lamía mi clítoris lentamente, pero no todo el rato igual, cambiando el sentido, en círculos, de arriba abajo, hacia los lados. Su dedo empezó a jugar en mi agujero mientras lentamente me succionaba el bultito, luego algo más rápido, más rápido, dos dedos dentro del coño su boca entera succionando el clítoris y después… frenó de golpe.

Estaba a punto de correrme y eso me dejó loca. Casi lo mato en ese momento cuando dio volvío a lamer a la velocidad normal y en ese momento fue cuando, de pronto y sin previo aviso, empecé a estremecerme, gimiendo con fuerza y él se aplicó bien y siguió más rápido, acompasando el movimiento de los dedos con el de la lengua y con su ritmo. Me  corría, no paraba de correrme, quise fajarse de él pero no pude, seguí corriéndome hasta la extenuación, pero lo que yo no sabía es que no paraba, nunca me había pasado, no veía el límite y seguía corriéndome y seguía y seguía, metió la lengua en la vagina junto con los dedos, se comió todo el líquido que salía de mi cuerpo. Las piernas, el cuerpo, todo lo tenía en tensión, esperaba que se relajase para parar pero no dejaba de estremecerme.

Al verme así decidió parar y acariciarme el coño por encima haciéndome un masaje neurocutáneao para que me relajara. Me quedé extenuada y satisfecha. Ahora ya no tengo el control, lo tiene él sobre mí. Mientras me recuperaba, estaba decidiendo si debo entrar a matar o no, pero en ese momento me enseñó su arma dura tiesa y dura.

Se incorporó, me miró con una sonrisa, yo esperando su siguiente paso pero no pude contenerme, le agarré la polla, me la metí en la boca y empecé a mamársela como una posesa, de otra forma diferente a la anterior, sin dulzura, si no con agresividad, sin gilipolleces y con pornografía, sin ser la dulce gatita que había sido hasta entonces, si no una pantera viciosa. Debió gustarle, pues en poco tiempo estaba lo justo para que estuviera a mi medida y agarrándola con la mano me la llevé a mi coño abierto, mojado y caliente.

Me puse encima y le cabalgué con fuerza animal, él, mientras tanto me tocaba todo el cuerpo, quiso besarme los pezones pero el movimiento no le dejaba. Quería notar todo su poder dentro de mí y al cabo de pocos minutos volví a correrme y no pude por menos que gritar bajito, ¡¡¡Dios, Dios, Dios!!! ¡¡Me corro de nuevo!!

Él siguió moviéndose hasta que noté su orgasmo, su bufido y el estiramiento de todo su cuerpo. Se quiso correr fuera pero yo no quise y le apreté más contra mí. Quería su leche dentro de mí.

Fue alucinante, Increíble, fuera de serie, me acababa de volver a follar a mi ex novio en menos de 24 horas.  Estaba en una nube, flotaba, levitaba. Me vestí, nos reímos, nos besamos y nos fuimos al pueblo.

De camino no sentí remordimientos de conciencia por lo que había hecho. Otras veces me daba remordimientos engañar mi marido, pero esta vez era diferente, necesitaba más de él. Me dijo, no sé si habrá más veces, pero no lo descarto, ya veremos. Quiero más de él, lo quiero todo. Mi cabeza no deja de pensar en ese hombre, me moriré y seguiré pensando él. Pero… necesito ayuda para afrontar la Gula.

Por último, después de hacer las compras y en el parking del supermercado, hizo que me tumbara en sus rodillas, me levantó la falda, me bajó las bragas y me dio unos azotes en el culete que me excitaron sobremanera. Después me besó lo enrojecido del culo y metió un dedo en mi rajita para comprobar si me había gustado y… notó como estaba chorreando mi coñito. Quiso volver a follarme allí, de día, en un aparcamiento público, pero, no. Le dije que ya era suficiente por esta mañana, quizás… habrá más, ¿recuerdas?