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En buena compañía iii nochevieja en madrid

en Bisexuales

Después de nuestro fin de semana en la casa alquilada por nuestros amigos, no habíamos vuelto a quedar con ellos. Con algunos mantuvimos sexo virtual a través de la webcam  pero no habíamos encontrado el hueco en nuestras agendas para encontrarnos.

Con los que más relación tuvimos, fueron, como no, con Marta y Lucas, que para eso ellos nos iniciaron en este pervertido y divertido juego sexual entre las parejas. Uno de tantos días en que nos divertíamos a través de la pantalla del ordenador, tras terminar nos propusieron pasar la Nochevieja juntos en Madrid. Nos comentaban que tenían muchas ganas de visitar la capital y que habían visto que en un club liberal se iba a organizar una fiesta para despedir el año, lo cual suponía, que conociendo la calentura de nuestros amigos, los paseos por el bonito centro de Madrid, con su precioso decorado navideño, no era el motivo principal de la visita a la ciudad.

Estuvimos pensándonoslo durante unos días porque ello supondría festejar el Año Nuevo lejos de la familia, pero bueno, un año es un año y al final nos apuntamos. La alegría de Marta cuando se le dijimos a fue todo excitación. A los pocos minutos de darle la noticia a través de un email, nos envió un mensaje de whatsapp con una foto de sus bragas totalmente chorreando. La muy zorra sabía cómo ponernos calientes tanto a Laura como a mí. Del calentón que me entró, metí mi mano dentro del pijama de mi mujer y, a través de sus bragas pude comprobar que estaba perfectamente lubricada. Le estuve acariciando un poco y, la coloqué de rodillas con las manos en el respaldo del sofá, apreté mi polla contra su culo a la vez que continuaba masturbándola. Le bajé el pantalón del pijama y la braguita, me saqué la polla y la dirigí hasta su coño desde atrás. Así estuve envistiéndola durante unos minutos hasta que me corrí. Fue un polvo corto pero intenso, pero es que Marta era una calienta pollas de cuidado y sabía cómo hacerlo.

Habíamos previsto el viaje a Madrid el día treinta de diciembre. Nos quedaríamos en un apartamento que habíamos alquilado las dos parejas. Lucas y Marta llegaron antes que nosotros y nos fueron a recoger a la estación de trenes de Atocha. De allí nos fuimos directos al piso donde nos alojábamos y sobra decir que nada más cerrar la puerta comenzamos a practicar sexo. Lucas era un auténtico vicioso de las pollas, porque se fue directo a mi entrepierna. Me bajó la cremallera, sacó mi verga y me la estuvo masajeando hasta que se puso tiesa. Se agachó y vaya si me la chupó.

Por su parte, Marta arrastró a Laura hasta una cama del dormitorio y después de desvestirla, dejándola solo en ropa interior tirada en la cama, se quitó su ropa pudiendo comprobar que no llevaba nada. Se puso de rodillas con la cabeza de mi mujer entre sus piernas para que le comiese toda la almejita, echando su mano derecha al coño de Laura, masajeándolo primero sobre las braguitas, que se le humedecieron enseguida y, después apartándoselas un poco para tocar su clítorix con sus dedos.  Entre su marido proporcionándome placer oral y el espectáculo visual que me ofrecía la escena lésbica que podía ver desde donde estaba, me corrí en la boca de Lucas que recibió con gusto mi leche, tragándosela enterita.

Nos mudamos al cuarto donde estaban nuestras parejas y nos desnudamos. Ellas cambiaron su postura cuando llegamos, dando comienzo a un sesenta y nueve con Laura abajo y Marta arriba. Ahora era mi turno de mamar, así que con Lucas tumbado en la cama, acerqué mis labios a su glande comenzando a darle, primero besitos, después mordisqueando levemente su falo de arriba abajo y, por último, para agarrarlo con mi mano y metérmelo en la boca. Pronto mi polla comenzó a cobrar vida y tenía unas ganas tremendas de clavársela a Marta. Dejé lo que estaba haciendo y en la postura que estaba, con el culo en pompa, se la metí sin avisar, lo que le pilló de sorpresa pero no por ello menos agradable. Por su parte, Lucas se acercó al coño de Laura, le levantó las piernas un poco y se calzó a mi mujer a la vez que yo la suya hasta que nos corrimos los dos.

Tras nuestra pequeña orgía, nos dimos un duchazo  y salimos a cenar a un restaurante cercano. La cena transcurrió con normalidad, salvo por el hecho que Marta estiró su pierna y con su pie en mi entrepierna bajo la mesa, me puso en un pequeño aprieto. Por suerte, la mesa estaba cubierta con un mantel que impedía que nos vieran. Laura me preguntó si me encontraba bien porque no paraba de moverme, a lo que la traviesa de nuestra amiga dijo con una sonrisa picarona: _Tu marido se encuentra perfectamente. Tú misma puedes comprobarlo_. Laura metió su mano bajo el mantel y lo posó sobre mis partes y el pie de Marta, pudiendo comprobar la travesura que había cometido su amiga.

 _Eres increíble. No paras_, contestó mi mujer.

_ Mi marido está deseoso de visitar el baño de hombres y que se lo cojan,_ replicó Marta.

Habiendo cazada la indirecta, me levanté de la mesa para ir al servicio, siguiendo mis pasos Lucas. Ya en el baño, nos cerramos en un cubículo y, cuidándonos de no hacer mucho ruido,  mi compañero apoyó sus manos en la pared y se la introduje sin miramientos por el culo de pie. Alguien entró en el baño. Lucas aguantaba sus gemidos. Yo ralenticé mis embestidas para no hacer tanto ruido. El riesgo era máximo a la vez que excitante. Se volvió a abrir la puerta del servicio, por lo que dedujimos que nos habíamos vuelto a quedar solos y aceleré para terminar rápido.

Volvimos a nuestra mesa y allí que estaban esperándonos nuestras esposas. Terminamos de cenar y, cuando pedimos la cuenta, el camarero además nos trajo una botella de cava, indicándonos que nos la regalaba un señor de mediana edad que se encontraba en la barra del bar tomándose una copa. Nos hizo un brindis y dedujimos que habíamos sido cazados. Resultaba ser un hombre basta atractivo, de unos cuarenta y cinco años. Le correspondimos y le dimos las gracias, aunque yo estaba algo ruborizado por haber sido pillado en público. Por suerte, estábamos en Madrid y allí no me conocía nadie.

Cuando nos marchábamos del restaurante pasamos por detrás del señor que nos había invitado, volviendo a darle las gracias por el detalle que tuvo con nosotros. Pero Marta, la atrevida Marta, fue más allá. Percatándose que se encontraba bebiendo solo, sin ninguna clase de compañía, le invitó a continuar la noche con nosotros. De allí nos fuimos a un bar de copas donde estuvimos charlando. Nuestro invitado se llamaba Daniel y tenía unos cuarenta y cinco años, pelo canoso, atractivo, se encontraba divorciado y vivía en Madrid. Nos contó que nos vio entrar en el baño a Lucas y a mí y, que como no salíamos y necesitaba orinar, decidió entrar, percatándose que había cuatro zapatos en el cubículo donde nos encontrábamos. Que eso le excitó mucho y que allí en el mismo servicio se hizo una paja rápida. De ahí que nos invitara. Ya sabíamos qué inclinaciones tenía el muchacho. Durante la conversación Marta volvió a sugerirle que si le apetecía, podía acompañarnos al apartamento y tomar parte de nuestro encuentro sexual, aceptando la invitación.

Fue llegar al piso y las órdenes de Marta fueron que nos desnudáramos los hombres, preguntándole a Daniel qué prefería, si dar o recibir. _Yo solo quiero comerme una polla_, fue su respuesta, acercándose hasta mi verga, que ya empezaba a dar muestras de estar contenta, dando comienzo a una estupenda mamada. A mi lado se puso Lucas, de manera que el Daniel, mientras que chupaba una, pajeaba la otra. Marta fue a su cuarto y vino con un arnés con una polla de goma. Se lo dio a Laura, que ya se encontraba semidesnuda y le pidió que se la follara. Lucas, después de un tiempo recibiendo las lamidas de Daniel, se acercó por detrás de él y, tras echarse un poco de lubricante en el dedo, se lo metió por el culo para dilatarle el ano antes de clavársela. Así estábamos, yo recibiendo una mamada de Daniel, que a su vez estaba siendo sodomizado por Lucas, mientras que Laura estaba follándose con el arnés a Marta que estaba a cuatro patas en el sofá del salón.

Tras un tiempo, Lucas se corrió dentro de nuestro nuevo  amigo. Cuando me disponía a ejercitar mi legítimo derecho de follada, Laura, que ya le había provocado unos cuantos orgasmos a Marta, se fue directa a por la que iba a ser mi diana, así que continué con lo que estaba haciendo, es decir, volví a que me siguiera chupando Daniel. Laura estaba dándole bien fuerte por detrás y eso se reflejaba en la mamada que estaba recibiendo. Como cachorros que tiene hambre, Lucas y Marta se pusieron de rodillas pegando se cabeza a la de Daniel, justo en ese momento, con las tres bocas abiertas dispuestas a recibir mi semen, cuando lo solté todo.

Faltaban por correrse Laura y Daniel, los cuales intercambiaron roles, dándole fuertes embestidas a mi mujer desde atrás, que a cuatro patas recibía con gusto la polla de él.

Una vez terminamos, nuestro acompañante se marchó, al que le dijimos dónde íbamos a estar la Nochevieja, aunque declinó nuestra oferta muy agradecidamente, pero que pasaría la velada con sus hijos y su mujer.

_ ¿Cómo? ¿No estabas divorciado?_, le preguntamos casi al unísono.

_ De mi primera mujer sí. No os he contado la verdad porque no quería que os sintierais culpables mientras estaba con vosotros. Mi mujer no es tan liberal como nosotros.

Se cerró la puerta y entre los cuatros comentábamos con sorpresa lo sucedido, sin hacer un mundo de ello. Nos duchamos y nos fuimos a la cama pero yo con Marta y Laura con Lucas, para un por si acaso afloraba el instinto sexual.

Sobra decir que por la mañana del día treinta y uno amanecí con mi polla en la boca de Marta. Desayunamos, y nos fuimos a dar un paseo por la ciudad. Investigamos dónde estaba el local liberal en el que íbamos a celebrar la Nochevieja, lo que nos costó un poco de esfuerzo, ya que estaba algo escondido y disimulado, aunque estaba cerca de donde nos hospedábamos. De allí fuimos a comprar algo que nos faltaba: unas máscaras para la fiesta. La noche prometía ser extremadamente sexual y elegante.

La gran noche llegó. Durante mi ducha, estuve tentado de masturbarme en la ducha de la emoción, pero resistí. La velada se auguraba excitante y prefería reservar toda mi leche para compartirla con el mundo. Laura estaba espectacular sin ropa. Mientras se vestía, la pude contemplar con un bonito conjunto de ropa interior negro satén, con medias del mismo color sujetas por un portaligas. Terminó vistiéndose con un fabuloso vestido rojo burdeos ajustado a su piel, marcando sus curvas sexys. Yo me vestí de esmoquin, tal como marcaban las normas de la fiesta. Por su parte, Marta también iba espectacular, con un vestido negro que dejaba trasparentar su ropa interior. Celebramos la noche de Nochevieja en el apartamento, donde cenamos una comida que habíamos encargado previamente para la ocasión, como si en nuestra casa hubiera tenido lugar. De allí fuimos a la Puerta del Sol para tomarnos las uvas como manda la tradición. Una vez tuvo lugar, nos marchamos al local liberal.

Llegamos al lugar, donde nos abrieron la puerta. Nos preguntaron nuestros nombres. Miraron en la lista y, como ya estaba pagado y nos encontrábamos en ella, nos cogieron nuestros abrigos. Antes de pasar, nos obligaron a ponernos las máscaras y a desnudarnos, dejándonos solo en ropa interior.

La noche transcurrió como en cualquier local de intercambio, con la única diferencia que en esta ocasión había camareros y camareras en ropa interior sirviendo cava, ellos con pajarita y ellas con unas orejitas de conejita playboy. Durante el principio de la velada, un espectáculo erótico tuvo lugar. Una pareja de bailarines hizo un baile con altas dosis de sexualidad. Los que allí estábamos calentándonos poco a poco. Tras el show, vino otro. En esta ocasión, una pareja de actores porno que interpretaron unas cuantas de escenas, que finalizó con una gran corrida en sus tetas. La gente ya comenzó a desvestirse dando rienda suelta a su imaginación.

Cuando me quise dar cuenta, me había quedado solo. Había perdido de vista a mi mujer y a Marta. No conseguía encontrarla. Por su parte, vi como Lucas buscaba con quien divertirse que no fuera yo. En la gran sala central, donde estaba la barra, había gente que ya había empezado a practicar sexo entre sí. Yo aún continuaba con mi esmoquin puesto, aunque ya empezaba a apretarme la polla el pantalón de lo tiesa que la tenía. Estuve contemplando escenas de toda clase, recociendo en una de ellas a Lucas, que el muy vicioso estaba siendo enculado a la vez que chupaba pollas, una detrás de otra, como en un gang bang.

No encontraba a ninguna de nuestras mujeres, así que me fui a visitar las habitaciones a ver qué me encontraba. En la primera habitación que visité, donde había otros como yo contemplando la escena, estaban cinco mujeres haciendo un círculo entre ellas mientras se hacían un cunnilingus, de manera que ninguna de ellas se quedase sin placer. Y allí pude descubrir que una de ellas era Marta, por su pelo rojo, de la cabeza y del coño mientras tenía una lengua lamiendo su almeja. La polla se me marcaba enterita en el boxer. Tras un rato allí, de ver como unos cuantos de tíos se masturbaban con lo que veían, así como otros recibían mamadas de algunas mujeres que allí se encontraban, decidí seguir buscando.

Para llegar a otra habitación más adelante, tuve que ir evitando a gente que estaba follando en el pasillo. La siguiente estancia era espectacular. Una mujer estaba colgada de unos arneses colgados del techo boca arriba y estaba recibiendo embestidas de un auténtico “toro” musculado por su coño, mientras que con su cabeza echada para atrás, tragaba una verga que no le cabía en la boca. Continué mi camino.

En la tercera habitación estaba teniendo algo que no había visto nunca. Dos transexuales estaban llenando los agujeros de un señor de unos sesenta años. A su vez, la que le estaba llenando el culo al señor, estaba recibiendo también por detrás por una mujer que llevaba puesto un arnés. Las dos trancas que se gastaban las señoritas, que por cierto, estaban de muy buen ver, eran impresionantes. El público que tenían era sobretodo de hombres que se mamaban unos a otros, incluso pude reconocer a un par de travestis por las pelucas y la ropa interior femenina que llevaban, que estaban haciendo felaciones.

Salí de allí y subí las escaleras. En la primera habitación de la planta de arriba pude localizar a Laura. Allí estaba ella, en medio de un gang bang entero para ella. Pude observar, mientras que estaba siendo jodida por sus dos agujeros, mientras cabalgaba a un fornido hombre con abundante pelo en el pecho, otro joven enmascarado le estaba petando el culo desde atrás. A su vez, mamaba una polla detrás de otra. Pude observar, que su rostro ya no llevaba la máscara y que estaba lleno de semen. Uno a uno se iba corriendo en su bonita cara. Eso me excitó muchísimo. El joven que estaba jodiendo el culo sacó su polla y se quitó plástico para dirigir su corrida al rostro d Laura. El agujero lo tenía enteramente dilatado, que rápidamente fue ocupado por otro que estaba esperando su turno. No me lo podía creer. Entre los observadores había una chica con el pelo azul que le estaba haciendo una mamada a otro, se acercó a mi polla y me la desenfundó del calzoncillo, dando comienzo a una tremenda mamada. No pude contenerme mucho y la tumbé en la cama redonda en la que estaba teniendo lugar el gang bang de Laura. Le levanté las piernas y las puse en mis hombros. De pronto, otros de los asistentes, acercaron sus pollas a un lado y a otro de su cabeza y uno a uno se fueron corriendo en su cara y en sus pequeños pechos. Una vez supe que me iba a correr, saqué mi verga y me la desenfundé del condón que me había puesto, soltando mi lechada sobre su vientre.

Yo había terminado pero Laura seguía disfrutando de su orgía. No sé cuántos hombres se la habían follado ya. Allí la dejé que continuara a lo suyo y me fui en busca de las duchas, que por cierto eran compartidas y donde había varias personas haciéndose felaciones. En aquel lugar, bajo el chorro de la ducha, me acerqué a un joven atlético que estaba solo con la verga empalmada,  me agaché y se la chupé, corriéndose en mi cara. Detrás de él vinieron otros. Recibí una corrida detrás de otra hasta que uno de ellos me levantó, me puso la cara contra la pared y comenzó a “violarme” el culo con su gorda polla. No sabía a quién se la chupaba ni quién me follaba, lo cual añadía un poco más de picante a la orgía. Estaba completamente salido.

La noche fue larga. Cuando no practicaba sexo, observaba. Los espectáculos eróticos se sucedían cada cierto tiempo. No fue hasta las seis de la mañana cuando nos marchamos del local. La fiesta había sido espectacular. Tal como llegamos al apartamento, nos duchamos y caímos rendidos en la cama, no despertándonos hasta bien tarde, sobre las cuatro de la tarde. Comimos algo de comida que había sobrado de la cena y comenzamos a preparar las maletas para el viaje de vuelta, no sin antes hacer un intercambio de parejas. Nos despedimos en la estación de tren. El nuevo año se pronosticaba de buen sexo por como lo habíamos comenzado.