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los restos se comparten

en Bisexuales

Esto pasó un viernes por la noche. Yo me quedaba solo en casa porque Lucía salía porque tenía un cumpleaños de una amiga. Antes de salir, se despidió de mí pidiéndome de manera pícara que no me cascase mucho viendo porno gay, ya que desde que mantuvimos relaciones bisexuales con Juanjo, me atreví con este tipo de cine.

Lo que no sabía ella, que en esta ocasión, yo había dado un paso más en nuestra relación liberal. Había contactado con un chico gay de nuestra ciudad a través de un chat y esa noche habíamos quedado para follar en casa mientras Lucía estaba de fiesta, que sería casi toda la noche.

Nada más irse Lucía, le mandé un mensaje de whatsapp a Pablo mandándole la ubicación y diciéndole que ya se podía pasar por casa. Me contestó inmediatamente, expresándome que tardaría media hora en llegar.

En el tiempo que tardaría en llegar, me di una ducha y me afeité. Ya en el plato de ducha tenía una erección de cuidado, pensando en la infidelidad que iba a cometer. Esperaba demasiado de aquel encuentro y había fantaseado mucho, follar con otro hombre sin que estuviera Lucía presente. Me daba cierto morbo.

A los treinta y cinco minutos sonó el porterillo y le abrí la puerta de abajo. Cuando llegó a la puerta, no dio tiempo a que tocara el timbre, porque se encontró con la puerta abierta. La empujó y me encontró sentado en el sofá, en slip viendo una película porno gay que previamente había preparado. Cerró la puerta, dedicándome una mirada pícara, se quitó la camiseta, tirándola al suelo y se acercó hacía mí. Pablo tenía un cuerpo espectacular. Sus músculos estaban perfectamente definidos, debido al deporte que practicaba. Me había dicho que era nadador de competición. Mi polla, a medida que se iba acercando, sin echar cuenta a la pantalla del televisor, ya estaba tiesa, marcando perfectamente el calzoncillo blanco. Se agachó, me besó en la boca, y viendo lo que tenía entre mis piernas, se puso directamente de rodillas, dejó el glande al descubierto y comenzó a besarlo, lamerlo después y, tras ello, se lo metió en la boca (solo el glande). Succionaba espectacular. Tiro de mi slip hacia abajo dejándome toda la polla a la vista. Podía ver que las venas me iban a estallar. La mamada que me estaba haciendo me estaba volviendo loco.

Tras unos minutos en la que el placer era inmenso, le pedí a Pablo que se pusiera de pie. Le bajé el pantalón de chándal (había sido petición mía que fuera así vestido). No llevaba nada de bajo (petición mía también). Su polla lucía enorme. Según me dijo él, calzaba unos 20 centímetros. Yo diría que algún centímetro más tenía o eso me parecía a mí. Y el grosor, vaya si me iba a doler cuando me follase el culo.

Acerqué mi lengua primero a sus huevos. Se los lamí de abajo a arriba. Me los metí en la boca. Mi mirada suplicaba aprobación. Le recorrí con los dientes el tronco gordo que tenía por polla y, cuando llegué al glande, no pude contenerme y recoger con la punta de la lengua el líquido preseminal que salía de su uretra. Me encanta ese sabor salado. Y acto seguido, empecé a mamársela aceleradamente. Casi no me cabía en la boca.

No estuve así ni cinco minutos que sacó su polla de mi boca. Cogió el mando a distancia y apagó la pantalla justo cuando dos negros de pollas enormes practicaban un sesenta y nueve. _Me apetecería que fuéramos a la cama._ Sugirió Pablo.

Por mí no había problema. Así que se subió el pantalón y nos dirigimos al cuarto de matrimonio. Fue nada más llegar. Se quitó los zapatos y el chándal. Yo por mi parte me quité el slip. Me empujó sobre el colchón y se puso encima de mí, colocando su boca a la altura de mi polla y dejando la suya a la altura de mis labios para hacer un sesenta y nueve. Era deliciosa la mamada que nos estábamos haciendo. Perdí la noción del tiempo.

De pronto, Pablo sacó rápidamente su polla de mi boca, dejando de chupármela también bruscamente, apartándose de mí que me pilló por sorpresa. Igual que la sorpresa que me llevé yo al ver en la puerta del cuarto a Lucía. No me dejó que hablara. Llevándose un dedo en señal de silencio a su boca. Cerró la puerta del dormitorio y se acercó a la cama. Pablo parecía que no sabía dónde meterse de lo abochornado que estaba al haber sido pillado in fraganti los dos cometiendo una infidelidad. Se subió la falda. Se puso sobre mi polla, apartándose la braguita y se la introdujo. El pillarnos le había excitado bastante porque mi verga entró con mucha facilidad para no haber tenido preliminares. Se acercó a mí oído y me pidió que no hiciéramos mucho ruido que Diana, su amiga, estaba en el otro baño. Eso, y que le diera un orgasmo rapidito que había vuelto porque se le había olvidado coger el regalo de Nerea y así, aprovechaban para hacer un pis.

Pablo no entendía nada, aunque yo le había advertido ya que éramos liberales. Lucía miró su polla de reojo y le pidió que se la metiera en la boca. Dubitativo, accedió y se puso de pie con la verga a la altura de sus labios. Lucía se corrió rápido. Saltó de la cama y nos pidió que siguiéramos con lo que estábamos haciendo. Pablo no se lo podía creer. Ella sacó un paquete envuelto en papel de regalo y lo dejó sobre la cama, antes de hacer meterse en el baño para mear. Cuando salió, recogió el paquete y antes de marcharse, le dijo a Pablo que no dejase la camiseta tirada por ahí y a mí, antes de darme un beso, me dijo que pensaba follarse a un jovencito esa noche  y que no me preocupase si llegaba tarde. Le oí disculparse con su amiga por hacerle esperar y salieron cerrando la puerta.

Aceptó la infidelidad que yo había cometido dando paso a una relación más abierta.

Pablo y yo continuamos a lo nuestro. Cuando se marchó Lucía, hablamos de lo sucedido y le pedí que no le diera importancia. Me dijo que me iba a castigar por el momento tan incómodo que había vivido. Me puso a cuatro patas. Cogió un condón y el lubricante de la mesita de noche y no sin dificultad, su polla entró en mi culo. Me estuvo dando fuerte hasta que se corrió. Nunca antes me había pasado, de mi verga goteaba semen.