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Ebanista y pintor (de brocha gorda)

en Interracial

A mi me encantan las historias sexuales sórdidas sobre personas, ya sean famosas o anónimas, me dan mucho morbo. Basta con mirar o escuchar a tu alrededor lo que otros dicen, para ver que estamos envueltos en un mar de conexiones difusas.

 

Por poner un ejemplo nada aleatorio: en un hospital grande, la cantidad de residentes de medicina que se follan a sus tutoras o de estudiantes de enfermería que les han comido el coño detrás de una cortina no es nada despreciable: las guardias son duras y hay que aliviar tensiones para dar un buen servicio al ciudadano.

 

En el sexo no todo es culpa de la tensión ambiental. A menudo la supuesta infidelidad de una mujer viene empujada por un marido que no le da a su mujer “lo que le debe” y viceversa (i.e: placer, o más chabacanamente, polla en cantidad). El relato explica esto en versión interracial.

 

Por cierto, los créditos a quien le corresponde: me he apropiado de una comparación de la escritora Anna Ximeno, lo siento Anna, me ha cautivado tu expresión. Recomiendo leerla a quien no lo haya hecho, está añadida como escritora favorita en mi lista.

 

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Por el breve paseo que une el pueblo de Alella con la casa del famoso escultor y pintor Gerardo Carballo-Toldrà caminaban los aprendices cargando sus caballetes con unos blocs de papel gigantes. Hoy hay una clase magistral de dibujo en la casa del citado escultor y los aficionados acuden en masa: el objeto de la clase de hoy es el dibujo de anatomías humanas.

 

Gerardo Carballo-Toldrà, de 52 años y natural de O Sexo (Pontevedra) ha trabajo duro para llegar a ser un artista reconocido: su especialidad, la escultura tallada sobre granito le ha valido para ganarse a toda la crítica internacional.

 

Son famosos sus falos tallados en piedra, de grandes dimensiones, y que están hechos a medida para grandes personalidades. Se sabe que una princesa europea se hizo tallar uno curvado de 30 centímetros de largo por 6 de ancho porque un paparazzi pilló a su majestad en una cala de la Costa Brava metiéndoselo vigorosamente por su sexo con seis hombres alrededor pajeándose ante esa insólita escena.

 

El evento tiene lugar en la sala mayor de la mansión del artista: un salón de grandes dimensiones con techo alto, vigas de madera y enormes arcos acristalados que daban directamente al jardín.

 

En el aparcamiento de la mansión unos operarios descargan de una camioneta un armario un tanto especial, de un metro de fondo, por un metro de alto y unos 3 metros de ancho. Todo está hecho en madera de ébano, incluso las puertas, que imitan una celosía tallada en la madera.

 

- Por aquí, por favor- Guiaba Gerardo a cuatro operarios con una pesada carga.

 

Al llegar a la piscina su mujer, Gisela, se encontraba allí tomando el sol completamente desnuda boca abajo. Eso no pareció importarle a Gerardo, que se dirigió a ella en un tono completamente tranquilo:

- Cariño, te tendrás que vestir para recibir a los alumnos, hoy usaremos la sala grande para la clase.

Gisela inclinó su cabeza hacia él y se levantó las gafas de sol para hacer más evidente su fastidio a Gerardo. Los operarios se miraban los unos a los otros con incredulidad.

 

Con desaire, sin mediar palabra, Gisela se levantó poniéndose una toalla alrededor que le cubría justo los senos y le dejaba a la vista de la cintura para abajo. Contoneaba sus caderas al caminar y dejaba que su culo ligeramente trémulo se moviese a su paso. Los operarios aguantaron el peso de aquel armario desconcertados por la escena mientras que Gerardo no se pareció inmutar:

- Hacia aquella sala, por favor.

 

La gran sala tenía un pequeño altar circular, de medio metro de alto, sobre el que Gerardo solía poner objetos para dibujar, el altar estaba en el lado de los arcos donde la luz entraba por todos los ángulos. La sala tenía cuatro columnas a en las esquinas de la misma, talladas en piedra, trabajo del escultor. Al otro lado de la sala había mucha más oscuridad: allí descansaban cuadros sin acabar, tapados con harapos polvorientos. En ese lado, en uno de los rincones más oscuros es donde Gerardo ordenó poner aquel pesado armario.

 

- Muchas gracias, aquí tienen una propina por su trabajo. Buenos días.

- Gracias señor.

 

Se despidieron los operarios y acto seguido entró Gisela con un vestido que dejaba ver su cuerpo, pues no llevaba ropa interior puesta.

 

- ¿Ya estás metiendo más trastos en esta casa?

- Es mi espacio de trabajo, lo necesito.- Se justificaba Gerardo

- ¿Ésto que es: una mesa, un armario,... ?

- Las dos cosas. - Zanjó Gerardo.- Allí llegan mis alumnos…

 

Gisela, con cierta ira, se marchó de su lado a paso rápido. Pensaba en cuántas cosas habían cambiado en su relación. Gerardo, que en su momento era una persona de musculatura fibrada y vigorosa, se fue apagando hasta convertirse en un maduro enclenque, de piel blancuzca y medio calvo. Su pelo largo canoso cae hacia el suelo de igual manera que su pene: no hay manera de animarlo. Ha sido el proceso contrario al que su mujer ha vivido.

 

Gisela, 26 años más joven que él fue una gran promesa de la pasarela. Se dedicó en cuerpo y alma a vestir las prendas de las mejores marcas y se enamoró de un artista rompedor, en aquel momento, cuyo genio y figura la cautivaron. Ahora se dedica enteramente a cuidar su cuerpo esperando ser su musa: ella es de pelo castaño claro aunque luce la piel morena de la cantidad de horas tumbada al sol. Su musculatura es fibrosa y no tiene un gramo de grasa de más, con un culo turgente y unas tetas grandes y perfectas que le han valido para hacer anuncios comerciales con los que, a día de hoy, gana millones. Espaldas anchas y culo respingón son su seña de identidad. Casi nunca sale de casa porque siente que pierde el tiempo relacionándose con los demás, aún así, es educada, agradable y jovial, y socialmente tiene fuertes lazos con personalidades famosas.

 

Los alumnos entran por la puerta abierta de la mansión y caminan hasta la sala grande conducidos por Gisela, a la que nunca le falta una sonrisa en el momento oportuno.

 

- Pónganse cómodos por favor, dejen sus zapatos fuera de la habitación, si así lo desean y ubiquen sus caballetes alrededor de ese altar. - Comenta dulcemente Gisela.

 

Con todos los alumnos con sus caballetes colocados y el bloc con la hoja en blanco dispuesta a ser dibujada Gerardo se sube al altar circular:

- Bienvenidos al taller de dibujo de anatomía. Hoy dibujaremos un modelo en vivo: el ejercicio consistirá en observarle detenidamente y hacer un esbozo rápido en unos 15 minutos. Al cabo de esos minutos el modelo dejará de posar y deberéis dibujarlo con el mayor detalle posible.

 

En la parte oscura de la sala, tras todos los alumnos, Gisela permanecía en silencio maldiciendo, una vez más, el escaso interés que Gerardo le mostraba. Desde su punto de vista se dominaba toda la sala, nadie la veía a ella y a cambio ella podía ver como dibujaba cada uno de los alumnos. Su marido interrumpió sus pensamientos.

 

- Una calurosa bienvenida a Gadou, nuestro modelo de hoy, que además es un excelente ebanista.

 

En la sala se hizo un silencio inmediato. Un nigeriano de unos dos metros, musculado, con la cabeza rapada y minúsculo taparrabos se acercó hacia el altar. Al bajar Gerardo, con un gesto ágil, Gadou subió de un salto. El salto hizo que su miembro aprisionado dentro de aquel taparrabos oscilase visiblemente. El cuerpo, completamente rasurado y abrillantado a base de aceites ofrecía una serie de claroscuros que daban mucho juego de contrastes: sus pectorales, sus bíceps y la musculatura dorsal aparecía completamente definida.

 

Tras un minuto con los alumnos embobados una de las alumnas empezó a aplaudir, momento en que le siguieron todos los demás.

 

- ¡Veo que ha impactado! Gadou, ponte cómodo y empezamos desde... ¡ya!.

 

Gerardo miró sucintamente a Gisela, sonrió y se sentó en una silla al lado del altar con un pequeño bloc de notas. Gisela permanecía en las sombras con los ojos como platos, con su corazón palpitando y con una sensación de lascivia extrema.

 

Caminó unos pasos hacia atrás sin perderle la vista un momento hasta golpear levemente con el armario que acababa de comprar Gerardo. El sonido despertó la curiosidad del modelo, que la miró fijamente. Gisela se quedó petrificada con esos ojos negros que parecían desnudarla. Una leve sonrisa de Gadou y ella se estiró sobre el armario con las piernas abiertas recostando su cabeza contra la pared. Se sentía llena de energía. Notaba el roce de su fino vestido con sus pezones erectos mientras su propia mano iba subiendo por su pierna.

 

Gadou clavaba su vista sobre esa escena morbosa mientras aceleraba levemente su respiración. Parecía que su cabeza quisiera irse de su cuerpo para empezar a lamer a Gisela desde los pies. Ella lo miraba fijamente mientras se apartaba la falda dejando entrever su sexo a aquel hombre. Desde el punto de vista de Gadou solo podía apreciar, en la penumbra, como un pequeño triángulo de pelos afeitados indicaba la dirección a seguir: el pubis de Gisela estaba perfectamente afeitado y no había pérdida en el camino a su sexo.

 

Sonido de lápices sobre el papel.

 

El coño de Gisela ya empezaba a emanar fluidos: sobre la superficie de ébano aparecía un pequeño charco brillante fruto de la excitación de la joven. Un dedo haciendo circunferencias sobre la entrada de su vagina era un invitación bien clara a hacerla suya: el dedo corría libremente gracias a la piel rasurada y mojada.

 

Gadou traga saliva. Intenta fijar la vista en una de las columnas de la sala, pero ya es tarde, su vista acude una y otra vez a hacer una visita a la mujer que yace sobre el armario. La piel del nigeriano comenzaba a brillar del sudor, era muy difícil guardar la compostura, pero lo peor fue aquel taparrabos minimalista: su miembro empezó a hincharse y la prisión que lo contenía tenía sus minutos contados.

 

Un lápiz que cae al suelo irrumpe la tensión ambiental.

 

Gisela ya se masturbaba sin ningún pudor, en completo silencio y en la anonimidad que le confería la penumbra de la sala. Su dedo se deslizaba hacia arriba y hacia abajo sobre su clítoris. El movimiento era constante. Pasó su mano izquierda por el pequeño charco de fluidos y acto seguido se pellizcó el pezón mientras se masturbaba.

 

Lo inevitable.

 

La polla de Gadou salió como un resorte por el costado del taparrabos mostrando un miembro enorme. Aquello era la culminación de las esculturas fálicas de su marido: venoso, grueso como un calabacín y de más de un palmo de largo.

 

- ¡Oh! - Exclamó una mojigata que dibujaba.

 

Gerardo irrumpió en la escena rápidamente.

 

- Vamos a parar aquí antes de que ocurra un accidente. - Comentó Gerardo jocoso. - Gadou, ya puedes bajar a cambiarte. El resto moveremos el material al bosque del jardín, hace un día de fábula y allí refrescaremos el… ambiente.

 

Gisela se incorporó y saltó al suelo con sus flujos resbalando sobre su pierna y la cara desencajada. La toalla que intentaba cubrir el pollón del nigeriano se antojaba pequeña y parecía un trapo enarbolado sobre un mástil. Gerardo empujaba a Gadou hacia el vestuario mientras la gente desmontaba los caballetes y comentaba en voz baja lo que habían visto.

 

Con la sala vacía, Gisela permanecía atónita mirando al altar. Gerardo, que acababa de acompañar el modelo al vestuario volvió a la sala y se la quedó mirando desde la distancia. Ella no aguantó más y se fue a la cocina de la mansión a beber un poco de agua.

 

Eso no calmó su sed.

 

Gerardo se acercó a su armario y vió el pequeño charco de fluidos. Pasó la mano para mojarse los dedos sobre el charco y los introdujo en su boca para saborear su origen. Estaba claro: eran de su amada Gisela. Gerardo pensó…

 

* Esta hija de puta de Gisela, no me fío un pelo de ella. Debe de estar cachonda como una perra para hacer este charco. Si supiera que el uso que le he dado al falo de Gadou… estoy acabado….*

 

Se oyen pasos al extremo de la sala: Gisela se dirige desde la cocina hasta el jardín y Gerardo se oculta en las sombras de la sala. Ella solo lleva dos piezas, sus zapatos de tacón y su fino vestido. Cuando está a punto de salir por la puerta del jardín un gigante la detiene agarrándola por el brazo.

 

- Gisela, ¿verdad?

- Hola Gadou - Fue el saludo más sugerente que los labios de Gisela podían emitir.

 

Gerardo les observaba a distancia.

 

- No quiero avergonzarte, solo dime si estás bien. - Preguntó Gisela

- Claro, ¿y tu? ¿Te has avergonzado?

- A estas alturas… no.

- Yo tampoco: me acepto tal como soy

- De acuerdo ¿vamos a verles dibujar? - Sugirió Gisela

 

Gadou permaneció quieto agarrando el brazo de Gisela y mirándola a los ojos. Gisela se mantuvo con la mirada fija al jardín y, tras un minuto, posó una mano sobre el pectoral de Gadou. Era una señal clara que él tenía vía libre para con ella.

 

Le soltó el brazo para inclinar su cabeza y darse un sonoro beso con lengua. A su separación un puente de saliva les unía. Las manos de Gisela ya estaban bajando a la la altura del paquete del nigeriano y, sin dudarlo, ella agarraba su mástil por encima de la ropa con las dos manos mientras le miraba exultante. Gadou era consciente que iba a desvirgar a Gisela con su pollón y ella era consciente que aquel falo iba a ser su tormento, mejor que cualquier falo que hubiese hecho su marido: ¡él era el padre de todas las pollas que su marido esculpía!

 

Agarrando el miembro tal como si fuera una cuerda, Gisela guiaba a Gadou hacia el armario. Gerardo viéndolos venir, y sin otra escapatoria, se metió dentro del mismo armario sentándose dentro de él y mirando al exterior gracias a la fina celosía. Su visión era limitada,más aún si se cuenta con la oscuridad de aquel lado de la sala, pero aún así se podía apreciar todo y él permanecía indetectable.

 

Gerardo vió como Gisela se acercaba al armario estirando del pollón de Gadou, que ya tenía completamente erecto. Se estremeció al pensar que aquel miembro gigante iba a ser ensartado dentro de su mujer. Justo a un paso del armario Gisela se abalanzó sobre el armario tal como si se hubiese lanzado contra él: su tronco permanecía sobre el armario mientras que sus piernas aún estaban apoyadas en el suelo.

 

- ¡Ufff! ¿Gadou? ¡Tranquilo! Qué empujón - Exclamó Gisela

 

Desde la perspectiva de Gerardo se veía la falda de Gisela y sus piernas hacia el suelo. En una fracción de segundo la falda desapareció de su vista quedando al aire desde su pubis hacia abajo.

 

- ¡Oh! - Exclamó ella.

 

Tenía el pubis de Gisela a escasos diez centímetros, incluso podía oler su chocho mojado, cuando de repente las manos de Gadou separaban las nalgas de Gisela y su lengua recorría su pubis haciendo un arco. Desde la perspectiva de Gerardo se podía ver como el mentón de Gadou subía y bajaba mientras su lengua lamía toda su raja desde el pelo del pubis hasta el ano.

 

Gisela sentía una sensación tan húmeda y cálida en su chocho, que cada vez que Gadou se separaba de ella el contacto con el aire la hacía estremecerse.

 

- ¡Ah! Gadou, lámeme el chocho cariño… así… méteme tu lengua… - Gemía Gisela.

 

Gerardo podía ver como bajaba, por la pierna de Gisela, una mezcla de fluidos entre los que había baba del negro y flujos de la blanca. En el suelo, caían de vez en cuando, escupitajos que él lanzaba hacia su ano, que eran momentos en los aprovechaba para meterle un dedazo en su estrecho orificio.

 

* Prrrtz. Prrtz * Sonaba el dedo en culo de Gisela.

 

Gerardo vió como Gadou daba un paso atrás para bajarse los pantalones. Cuando vió su pollón de cerca instintivamente se acercó a la celosía para poder olerlo mejor: aquella olor a macho le dominaba. Él se acercó a ella otra vez acariciando sus caderas, como si estuviera calmando a su víctima antes de castigarla completamente. Metió su polla entre las nalgas y la refregó para engrasarla con todos los jugos que habían allí.

 

- Es gigantesca... ¡Gadou por favor, poco a poco!

 

Aquella tranca tan grande colgaba del peso que tenía. Gadou movía sus caderas aceleradamente como si la estuviera embistiendo pero sin penetrarla en absoluto, de vez en cuando lanzaba un escupitajo para ensalivar sus respectivos sexos.

 

En una de las veces la polla abandonó la raja de su culo para colgar de su dueño otra vez. Lo único que vió Gerardo era como la polla del nigeriano se descolgaba de la raja de su mujer y golpeaba en la puerta del armario a escasos centímetros de su cara. Su cuerpo pegó un respingo y su corazón se le salía de la boca: Gerardo tenía ganas de gritar lo zorrón que era su mujer pero aquel pene gigantesco le impedía perderse un segundo de aquel espectáculo.

 

Con el coño y el culo engrasados, Gadou volteó a Gisela sobre el armario como si fuese una muñeca. Con su tronco tapado por el vestido, que también le cubría la cara, el negro le agarró de los talones separando sus piernas.

 

- ¡Oh! ¡Oooooh! - Gemía ella.

 

Intentando incorporarse, se deshizo de su vestido dejando su cuerpo desnudo sobre la superficie del armario. Sus grandes tetas eran coronadas por unos pezones erectos que gadou decidió chupar lentamente. Las manos de aquel hombre eran tan grandes que que incluso podía cubrir la envergadura de su seno. Cuando sus tetas fueron concienzudamente lamidas, Gadou bajo por su abdomen hasta la altura de su pubis, le comió el coño brevemente y apuntó su nardo hacia la entrada de su vagina que dejaba caer un hilo flujo al suelo.

 

- Poco a poco… Gadou, ca… cari…. cariño... por favor.

 

Gadou ensartó su rabo enorme y empezó a empujar mientras la mantenía con las piernas abiertas agarrada de los talones. Su empuje era lento pero constante y ella, que intentaba zafarse empujando el cuerpo de Gadou hacia el exterior de su vagina, no podía más que rendirse a la evidencia: la estaban desvirgando, de nuevo.

 

- ¡Nooooo! ¡Más noooo! ¡Para Gadou! … ¡Me vas a reventar!

 

Aun cuando Gadou sintió que su glande chocaba contra el cuello uterino no cejó en su empeño. El resultado: Gisela puso los ojos en blanco mientras una mezcla de dolor y placer la invadía. Gerardo, impresionado vió desaparecer la estaca completamente dentro del coño de Gisela mientras oía, con golpes, como el cuerpo de Gisela se revolvía sobre la dura superficie de ébano.

 

Cuando Gisela se calmó, Gadou la asió de las caderas y empezó un bombeo con un ritmo lento pero contínuo. Los enormes huevos de Gadou, cual bolso de piel de Bimba y Lola (™ Anna Ximeno), se balanceaban contínuamente a cada embestida. El espectáculo era impresionante desde el punto de vista de Gerardo que escuchaba a su mujercita correrse una y otra vez mientras que el pollón del nigeriano desaparecía y aparecía constantemente.

 

- ¡Oh! ¡Ah! ¡Oh! ¡Oh! ¡Sí! ¡Dame! - Gemía Gisela como una perra en celo a cada vaivén.

 

Gadou incrementaba el ritmo paulatinamente hasta el punto que el armario se inclinaba adelante y atrás pegando golpes atenuados por los topes de fieltro de las patas. Gerardo estaba completamente asustado pues se sentía como si estuviese dentro de una lavadora.

 

* Dump, zump, pump, pump

- ¡Ah! ¡Ah! ¡Me corro otra vez! ... ¡Oooooooooh!

 

Un torrente de fluidos caía al suelo cada vez que la tranca de Gadou se alejaba. Los gruñidos de aquel macho iban en aumento y los vaivenes ya eran recorridos completamente amplios a lo largo del palmo de longitud de aquel pollón. Las tetas de Gisela se bamboleaban continuamente en todas direcciones y su cuerpo acompañaba cada empuje de Gadou intentando buscar el choque de su pubis con el del negro.

 

Gadou, sudoroso y completamente excitado empujó el cuerpo de Gisela para separarlo, sacar su pene y lanzar un bramido de animal.

 

- Ooooooorggh!

 

Con el rabo colgando completamente al aire la primera salva de semen salió disparada hacia la celosía del armario con tal fuerza que salpicó a Gerardo en la cara. El nigeriano intentaba controlar su eyaculación para más adelante, pero lo que brotó de aquella tranca era una fuente inagotable de semen que se escurría a través de la celosía de la puerta del armario.

 

Gadou se inclinó para darle un beso en los pechos de Gisela y ésta acariciaba el suave pelo rizado del negro. Recuperando el resuello de tal follada, volteó a una Gisela sorprendida para volverle a la postura en la que originalmente se encontraba: con el tronco sobre la mesa y las piernas apoyadas en el suelo.

 

- ¡Gadou! ¿Qué haces? - Preguntó sorprendida Gisela

- No te preocupes… te va a encantar… - Dijo Gadou suavemente y con voz grave

 

* ¿¡Qué coño le va a hacer ahora!? * Se preguntaba Gerardo completamente confuso.

 

Escupió una vez más en su ano, lo lamió y fue metiendo cada vez más dedos. Gadou quería penetrar analmente a Gisela y sabía perfectamente cómo domar al ano de una blanca.

 

- ¡Qué dolor! ¡Qué placer! … ¡Ah! ¡Mi culo! - Se lamentaba Gisela con gritos de placer.

 

Gerardo se desabrochó la cremallera del pantalón en un gesto de desesperación, su pene peludo brotó a través mostrando una cabeza húmeda. Gerardo, a pesar de estar cabreado, estaba cachondo y no podía evitar que aquella situación le excitase como un cerdo. Volvió la mirada hacia el exterior y pudo apreciar como la punta del nigeriano estaba en las puertas de su ano.

 

Al contrario de como hizo con su chocho, la entrada a su ano fue mucho más suave. Gadou entendía perfectamente que su tremendo nabo podía causar estragos en el ano de su amante, así que se entretuvo en meter y sacar sólo la punta en el culo de Gisela. Ella respondía con largos gemidos alternándose con cortos quejidos. El capullo del negro costaba meter en una boca normal, más aún en un ano normal.

 

Con las grandes tetas aplastadas sobre el armario, Gisela levantaba la cabeza mirando hacia la pared con una sonrisa lasciva: Gadou había conseguido dilatar, tras sus contínuos intentos, la parte más estrecha, ahora ya no quedaba ningún esfínter apretado por el camino que le barra el paso. Sacando su grueso pene del culo de la musa, escupió una vez más en el interior de su ano dilatado y rojo para lubricar el interior para, acto seguido, metérsela con suavidad para llegar hasta el fondo.

 

- ¡Joder! ¡Aaaah! - Gritaba Gisela.

 

Ella sentía como resbalaba una polla gigantesca dentro de su culo hasta el punto que los cojones del negro le tocaron el periné. La polla se retorcía dentro del culo de Gisela y perdía contacto al llegar al sigmoide. Le costaba creer que aquella polla estuviese dentro.

 

Gadou, por su parte, empezó de nuevo su mecánico cortejo mediante vaivenes contínuos y con recorrido profundo. Su polla podía recorrer todo el dilatado culo de la joven sin ningún reparo puesto que estaba completamente lubricada y abierta. Ella no sentía dolor y empezó a disfrutarlo tanto, que acompañaba a su follador empujando su cuerpo en dirección contraria a la del nigeriano para conseguir violentar más el choque de sus cuerpos.

 

* Plap, plaf, plaf * Sonaban los choques en intervalos cada vez más cortos.

 

- ¡Mmmh! ¡Mh! ¡Mh! - Gadou lanzaba gruñidos sordos a cada vaivén.

 

Las tetas de Gisela, rebotaban aplastadas contra la mesa a causa de los movimientos de sus cuerpos. La blanca tenía su cuerpo sudado por todo el esfuerzo que suponía follarse a un hombre así: quería aprovechar hasta el último centímetro de esa tranca.

 

- ¡Ah! ¡Oh! ¡Ah! ¡Ah! ¡Aaaaaah!

 

Gisela se corría una y otra vez lanzando chorros iniciales de su corrida hacia la tranca y los huevos de Gadou, al que le goteaba el líquido hacia el suelo. El resto de su corrida caía libremente al suelo formando un visible charco.

 

Gerardo jamás pudo experimentar cómo la cerda de su mujer se corría tantas veces. Eso le volvía loco.

 

- ¡Oooh! ¡Me … voy … a ... correr! - Gruñó Gadou.

 

Como si estuviese poseida, Gisela se sacó la polla del culo y se puso de rodillas en el suelo esperando la deseada descarga de su amante. La visión de Gerardo era demoledora: su mujer esperaba una rociada de un gigante como si fuese una perrita esperando una galleta.

 

Gadou se masturbaba visiblemente apuntando con su pene a la cara de Gisela, que acariciaba las piernas de Gadou como si implorase su descarga, descarga que llegó de manera inmediata a la boca abierta de su amante. La cantidad de semen expulsada era tan grande, que los cuajos de esperma le caían barbilla abajo hasta formar un charco en el suelo.

 

Cuando Gadou acabó, triunfal, elevó su cabeza mirando hacia el techo mientras restos de semen resbalaban por su rabo erecto hacia los huevos. Gisela se relamía: no tardó en coger del tallo aquel falo enorme para lamerle del escroto hacia la punta recolectando todos los restos de semen. Disfrutaba del sabor dulzón de aquel semen caliente que le había regalado el gentil caballero.

 

Desnuda, se incorporó dando un largo beso a Gadou que se despidió de ella con un fantástico francés:

 

- À la prochaine, madame.

- Hasta pronto, Gadou.

 

Los dos se fueron por caminos separados, uno al vestuario (otra vez) y ella a la ducha.

 

Gerardo, con las articulaciones doloridas, abrió la puerta de aquel armario para ver el escenario del crimen. Charcos de flujos y de semen abundaban ante él tal cual se hubiese librado una batalla. No podía borrar las imágenes que le venían una y otra vez a su mente: aquella tremenda follada, el gigantesco pollón entrando en el culo de su musa...

 

Con paso irregular y completamente desorientado caminó hacia el bosque donde estaban sus alumnos: había pasado hora y media. Intentó dirigirse a ellos con su mejor sonrisa:

 

- Bien, bien veamos que obras de arte tenemos…

 

Al repasar los dibujos de los alumnos, y para su vergüenza, observó el resultado: dibujos de un negro musculado sonriendo con un pollón escapando de su minúsculo ropaje.