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Fernando el facha

en Gays

Para los de fuera de España, la clásica figura de facha Español se puede resumir, de manera muy exagerada, viendo las películas de Torrente. Aquí los fachas oscilan entre los típicos ‘chavs’ ingleses con la cabeza rapada, hasta los señores bien vestidos con atuendo clásico, de maneras aparentemente refinadas pero que ocultan un extremismo inherente en su educación.

 

En la historia de hoy hablaremos de estos últimos.

 

Esta historia está basada en un gag recurrente de la serie de películas Loca academia de policía: el gag de “La ostra azul”. Va dedicado a dos chicas que me hicieron disfrutar mientras veia como se follaban mutuamente, y que espero que me inviten algún día más. ¡Ay! Madrid mon amour...

 

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Otro maravilloso día en la barrio de Serrano de Madrid: soleado, templado y muy Español. En el Zalacaín, Felipe está de almuerzo con sus colegas empresarios. Él es una fiera de las finanzas, empezó de interventor en el Banco de España y ahora gestiona millones de euros... de deuda. 68 años, de piel morena, bajo, gordo y calvo, con un fantástico culo curtido gracias a sentarse ocho horas al día en su silla de cuero haciendo de funcionario del estado Español.

 

- ¿Dónde se ha metido Fabián? - preguntó al camarero

- Está en su limusina señor…

- Yo no veo a la puta que le acompaña hoy, Felipe, le debe estar comiéndole el nardo. - Respondió el viejo Filomeno -gestor de inversiones de un importante banco-.

- Trata bien a la señora, pardiez, ahora se las llaman ‘escorts’. - Gruñó Felipe.

- ¡Pues las chupan igual de bien que las putas! ¡Agh, agh, agh! - Mostraba la dentadura de oro Filomeno mientras reía ahogadamente.

 

Fabián aparecía por la puerta mientras empujaba a un lado a su joven acompañante con el rimel corrido y restos de semen en la cara:

- Quédate en el bar - Le ordenó secamente.

 

Felipe mostraba un gesto de desaprobación exterior mientras que internamente sentía profundos celos de la vida de sus colegas. Ese sacrosanto corsé del matrimonio le molestaba: ya no le excitaba en absoluto su mujer, no quedaba nada de pasión en su vida, por eso necesitaba ver a sus amigos como se follaban a prostitutas de lujo y las trataban como a basura, su freno era su fe... aunque de vez en cuando su fe trascendía mientras ordenaba a su secretaria Fátima que le hiciese una buena paja en su despacho.

 

Ignorando a la conversación de sus compañeros pensaba en las pajas que le hacía Fátima. Con unas tetas grandes y un cuerpo voluptuoso se inclinaba de pie mostrando su escote sobre Felipe mientras con la mano izquierda le pajeaba. Sus caras estaban apenas a cinco centímetros una de la otra mirándose fijamente y jamás se besaban. Ella era alta, con nariz aguileña, de tez muy morena, y pelo negro largo y ondulado que apartaba a un lado para que no se le llenase del semen que Felipe eyaculaba sin control. De vez en cuando separaba sus piernas y le permitía a Felipe meterle un dedo en el chocho.

 

Ensimismado en sus pensamientos su mujer Fabiola apareció por la puerta con su hijo Fernando.

 

Su cara de disgusto ya era notoria.

 

- ¡Felipe, venimos de la misa dominical! - Dijo Fabiola sonriendo falsamente.

 

Fabiola era alta, de tez blanca, con el pelo rubio liso teñido, muy delgada y poco agraciada: ni de cara ni de cuerpo. Felipe no se hubiese casado con ella de no ser por la dote y el título nobiliario.

 

- Ya me imagino palomita, pero es que aquí estamos muy liados.

- No te quiero molestar, solo te iba a decir que Fernando esta noche vendrá tarde a dormir.

- Ten cuidado donde te metes, chaval. - Aleccionaba Felipe a su hijo.

- Tengo 35 años papá, ya hace dos que salgo con los amigos de fiesta.

- ¡Pues eso! - Zanjó Felipe.

 

Y hizo el gesto de apartarlos para que se fueran.

 

Fabiola se giró hacia la puerta de salida y cambió el semblante a uno más serio. Fabián guiñó un ojo a Fernando y él se despidió cabeceando ligeramente con una sonrisa, intuyendo que la chica que le esperaba en el bar con el pelo lleno de semen era su acompañante.

 

Fernando era un futuro grande de España, hijo único con un título nobiliario heredado y una plaza en una empresa pública -deficitaria- Española. De estatura alta, más bien rubio con el pelo corto y una figura envidiable. Estaba musculado y vestía camisas ceñidas para resaltar más su cuerpo. Típico hijo de familia única, mimado hasta la saciedad y crecido entre algodones, el máximo problema que ha sufrido ha sido para escoger el color de su descapotable.

 

El se consideraba superior a la media, aspecto inherente de un facha, hasta el punto de burlarse de los demás disimuladamente. Así solía tratar al personal de servicio que tenía en su casa, o más bien, en casa de sus padres.

 

Para aquella noche eligió salir con un amigo que consideraba más feo que él, de tal manera que si hubiese algún ligue, él sería el elegido. Y así fue: le acompañó Fermín, chico tímido, retraído, bien educado, que no destacaba ni el físico ni en el intelecto. Reía las bromas de Fernando aunque no tuvieran gracia y le acompañaba como un perrito faldero a donde él fuera. Fermín era de estatura media, regordete, con el pelo castaño y engominado hasta el extremo, más aún para la ocasión, pues Fernando le prometió que encontraría novia esa noche.

 

Ataviado los dos con sus camisas blancas, sus pulseritas de caucho con la bandera de España, sus gafas de sol y su jersey color pastel anudado en el pecho a modo de capa, salieron a cenar al mercado de San Miguel.

 

- Fuá como están las pibitas ¿eh? - Decía en voz alta por la calle dirigiendo su voz a unas chicas mientras caminaba altanero.

- Mira ahí hay dos que se dan la mano - Cuchicheaba Fermín al cauce del oído de Fernando.

- Son guarras lesbianas - musitaba Fernando mientras no apartaba la vista de la minifalda de una de ellas.

- ¡Guarras tío! ¡Sí! -  Decía emocionado para sí mismo Fermín mientras las miraba a las dos con cara de vicioso.

 

Al pasar a su lado, con toda la superioridad que le confiere a uno ser un Facha, Fernando se tapó la boca mientras masculló:

 

- ¡Guaaaaarrraas!

 

Fermín apresuró el paso y Fernando sonreía burlonamente mientras caminaba sacando pecho de su superioridad moral.

 

Una de las chicas, cansada, se dirigió hacia Fernando con paso rápido para recriminar su actitud mientras que la otra le decía: “Pasa de ellos tía, por favor…”. La chica se paró en seco y le dijo a su novia: ”No me da la gana, ¿porqué debería?...”

 

- ¡Eso nena!, tranquilita ¿eh? - Decía en voz alta sacando pecho Fernando.

 

La misma chica que paró a su novia, fue la que dió el paso esta vez musitando “Déjamelo a mi...”.

 

- Oye guapo, ¿que quieres rollo?

- Yo no me lío con lesbianas, ¡yo soy Español de bien!

- Claro, ¿pero no te gustaría dos chicas para tí solo?

- Yo las tengo cuando quiero, a ver si te tengo que pedir permiso… - Bravuconeaba Fernando.

- Pues nada, pero si quieres ya sabes, en dos horas estamos en la disco “La cornada del torero” de la calle Barbieri con San Marcos, queda cerquita del metro de Chueca.

- Ya me lo pensaré…

 

La chica guiñó un ojo a Fernando mientras contoneaba caderas alejándose de ellos. Para cualquiera, no solo para Fernando, ella era una chica escultural y supo trabajarse bien a Fernando: un buen facha no pierde oportunidad de follarse a todo lo que venga por delante. Palabras aparte para Fermín que estaba con la polla tiesa esperando poder tocar alguna teta por primera vez en su vida.

 

Cuando las dos chicas se reunieron de nuevo se dieron un beso con lengua mientras una de ellas miraba fijamente a Fernando. Empezaba a sudar y no podía dejar de mirar a esas dos chicas mientras pensaba en cómo se las follaría aquella misma noche. Él se sentía un ganador, y esa noche iba a triunfar: agarró de la camisa a Fermín y le dijo disimuladamente:

 

- Camina lentamente… - Para hacerse el chulo - Vámonos a beber algo, que esta noche voy a follar a dos chochitos.

- ¿Has visto cómo me miraba esa perra? - Decía Fermín emocionado. - ¡Quiere tema tío!

- Ya, ya... venga, vámonos. - Le desacreditó Fernando

 

Fernando y su amigo se fueron a tomar bebidas energéticas y sacaron un paquete de tres condones de una máquina expendedora aislada, mirando alrededor para que no los reconocieran haciendo tal acto vil, cosa que horadaría la honra de su familia.

 

Fermín, en aquel instante sería capaz de horadar el hueco de un árbol con su rabo.

 

Al cabo de dos horas y media ambos salieron de un bar hacia Chueca, intentando llegar un poco más tarde de la hora que las chicas indicaron, para no parecer necesitados. Al salir del metro, ya se respiraba ambiente festivo: montones de chicas y chicos estaban esperando alrededor de la plaza.

 

Los dos se fueron caminando lentamente hacia la disco. Desde lejos se podía apreciar el neón rojo que indicaba su destino. “La cornada del torero” era un bar con todo opaco: los cristales exteriores no delataban que hubiese actividad alguna allí dentro, solo la puerta, que se abría y cerraba incesantemente con chicos jóvenes entrando y saliendo. A cada vaivén de la puerta sonaba música electrónica comercial siempre rozando los míticos años 80 y 90.

 

Cuando llegaron a destino Fernando se sentía altivo: no sentía que tuviera contrincantes allí con los que medirse para conquistar a las chicas, y eso que sólo había chicos en la puerta: así de elevado tenía su ánimo. Fermín frunció el ceño y pensó para sí mismo: “Aquí no hay chicas...” pero Fernando pensaba con la punta del rabo y entró sin contemplaciones. Fermín seguía muy de cerca a Fernando mientras a su paso un chico rubio sorbía un granizado con una sonrisa en la boca y cara de vicioso.

 

Al atravesar la puerta, en la barra esperaban las dos chicas que esbozaron una falsa sonrisa al verlos.

 

- Hola guapos, ¿qué tal?

- Bien nena, ¿cómo os llamo?

- Ella es Gabriela y yo Gala

 

Gabriela era un bombón con el pelo caoba, liso, media melena, con unas tetas grandes operadas y un culo redondo que delataba su finísimo tanga. Le llegaba al pecho a Fernando y él se aprovechaba de eso para mirarle contínuamente el escote babeando como un perro.

 

- Les invitamos a unos cubatas ¿no? - Sonreía la pícara Gala mientras miraba a Gabriela fijamente.

- ¡Claro! - ¡Oye! ¡Dos bien cargados, Fidel! - Gritó ella en medio del estruendo electrónico de la sala.

 

Fidel se acercó a ellos con dos cubatas que bien poco tenían de cola y bastante de whiskey. Fernando hizo ademán de pagar y Fidel, extendió el brazo e indicó:

 

- Estos los paga la casa - mientras le guiñaba un ojo.

 

Fidel, de dos metros, moreno, era un gigante musculado. Su camisa abierta dejaba entrever un pecho completamente depilado y unos pectorales marcados. Se les quedó mirando a los dos con cara sonriente aunque desconfiada mientras Fernando agarró su bebida con chulería dando un primer sorbo que le golpeó.

 

- ¡Joder! Sí que está cargado, sí… - Gritó Fernando.

- Los hago con mucho amor - Se rió Fidel.

 

Las chicas hicieron un gesto de aprobación a Fidel, que se marchó a servir más bebidas a otros chicos en la sala.

 

Hasta ese momento Fernando no se dió cuenta que en la sala no habían chicas, sino que la mayoría eran chicos que tenían un aspecto muy cuidado y que les sonreían pícaramente. Sin embargo la presencia de las dos chicas, que les daban una nutrida conversación sobre lo que más le gusta a un facha (pista: alimentar su ego), impedían que se ambos se hiciesen una foto mental del lugar en el que doblegarían su moral: un bar gay. Con su sala oscura. Con hombres que entienden.

 

Pasó una hora donde se sucedían los cubatas y los chicos estaban ya con una borrachera considerable. Era el momento de la venganza. Gala agarró del culo a Gabriela y se la llevó hacia una puerta negra mientras la besaba con lengua. Fernando las observaba con la mirada desenfocada: todo le daba vueltas, en aquel momento solo pensaba en follárselas. Gabriela le miró y le hizo el gesto de les acompañase con el dedo. Con la camisa fuera del pantalón y el jersey anudado al cuello que le colgaba, Fernando se acariciaba el paquete mientras caminaba torpemente hacia la puerta negra.

 

A la vista de Fernando, la oscuridad tras esa puerta negra engulló a las dos chicas, que cerraron la puerta tras de sí. Fernando apuró su paso y la abrió con decisión.

 

- ¡Mierda! ¿¡Dónde estáis!?

- Aquí... guapo… - Contestaba una voz suave.

 

Al cerrarse la puerta solo la música electrónica se apagó por completo y se hizo un silencio que petrificó a Fernando. Sólo se oía los chasquidos de los besos en la boca y la respiración profunda de las personas que había allí.

 

*¡Oh!* - sonaba un grito de placer.

 

Fernando no se acostumbraba a esa visión oscura y con los brazos extendidos intentaba palpar su entorno buscando un punto de apoyo. De pronto un mano bajaba de su cintura por la raja del culo yendo a parar a su paquete mientras otra mano le entraba por debajo de su camisa hacia el pecho.

 

*¡Mmmmmh!* - gemían de placer al cauce de su oído.

- ¿Gabriela? - susurró Fernando.

 

Un beso en el cuello. Sentía la cremallera de su bragueta siendo abierta de manera suave y constante, mientras la otra mano le pellizcaba su culo.

 

- ¡Joder nena! - Exclamó Fernando en voz baja.

- ¡Ssssssshhhhhh! - Ordenaban al unísono a callarse desde varios sitios de la sala.

 

Fernando estaba petrificado, pero su polla comenzó a buscar salida en su bragueta. La mano que le tocaba el pecho le empujó suavemente hacia una superficie mullida y cálida. En esa sala hacía demasiado calor: Fernando se abrió los botones de la camisa buscando un poco menos de sofoco. Al no ver absolutamente nada se sentía mareado, pero no lo suficientemente seguro como para salir de allí dignamente.

 

Le desabrocharon el botón del pantalón y quedó su miembro erecto al aire mientras le bajaban los bóxers junto con su pantalón. La boca que le besaba el cuello pasó a su boca con la lengua húmeda mientras Fernando intentaba responder a todo lo que le hacían de manera torpe: iba respondiendo el beso con lengua intentando palpar quién le quitaba la ropa, mientras que con la otra mano se apoyaba sobre la superficie mullida.

 

Notó que caía un líquido caliente sobre su glande hinchado a la vez que lo extendían con la mano sobre su polla erecta. Mientras con una mano le hacían una paja con la otra le aplicaban el espeso fluido por su escroto aplicando un suave masaje sobre los testículos. Aquello era infinitamente mejor de lo que jamás hubiese imaginado Fernando.

 

Con el corazón latiendo como loco de la excitación, una lengua lamía su capullo de abajo a arriba intentando llevar de nuevo al origen aquel fluido caliente que había escurrido hacia abajo. En ese momento, y de manera instantánea, el punto donde la lengua contacta con la polla de Fernando sintió un anillo de calor al sentir los labios aprisionar el glande de Fernando completamente empapado. La boca subía y bajaba contínuamente chupando aquel miembro, que Fernando sentía a punto de estallar. Con una mano abrazaba quien le besaba la boca, mientras que con la otra acariciaba el pelo de quien le estaba chupando su rabo.

 

La mano que le acariciaba el escroto bajó un paso más hacia el ano de Fernando extendiendo aquel fluido tanto como podía. Fernando notaba que le intentaban meter un dedo dentro pero su cerebro no podía procesar todos los eventos que estaba viviendo en ese mismo instante.

 

- No, no… - imploraba de manera silenciosa intentando levantarse de la cálida y mullida superficie.

 

Pero los pantalones en las rodillas y las múltiples manos que lo acariciaban lo aplacaron de inmediato. Quien le besaba en la boca le estaba lamiendo la cara como un gato, mientras que quien le chupaba su miembro ya le estaba metiendo el dedo por el culo a la vez que lo pajeaba. Los vaivenes del que le chupaba el miembro se aceleraban y el músculo pubococcígeo de Fernando se contraía para preparar la eyaculación: justo en el punto en que estaba a punto de correrse la boca liberaba el rabo de Fernando que quedaba al aire moviéndose acompasadamente a los latidos de su corazón.

 

Mientras tanto eran ya dos dedos los que se metían en el culo de Fernando, sodomizándole mientras en su boca otra lengua más le besaba. Ya eran tres las lenguas que lamían con intensidad aquella boca, mientras varias manos acariciaban su torso y su polla era devorada por una boca glotona.

 

Fernando estaba concentrado en su culo, que era penetrado constantemente por varios dedos, por lo que en el resto de cosas simplemente seguía el juego. Las tres lenguas, la suya y otras dos más, comenzaron juguetear al aire y a chocarse entre sí emitiendo unos chasquidos sordos. Los morros estaban empapados de saliva.

 

De repente, notó un golpe de aire sobre su pecho, como si algo muy voluminoso se hubiese acercado a él de repente. Sus manos intentaban palpar aquel objeto tan grande y acabó tocando el contorno de unas piernas musculadas. Aquel objeto, un hombre gigante y musculado se había sentado a horcajadas en su pecho, sin presionárselo, pero con firmeza. Fernando, completamente abstraído, sólo podía palpar la extensión de aquella pierna de acero completamente rasurada.

 

De repente las tres lenguas pasaron a golpear entre ellas una piel suave y caliente que recubría objetos ovoides. A Fernando le costó casi un minuto en darse cuenta que las lenguas estaban lamiendo los huevos de un hombre. Fue en ese punto donde sintió un sudor frío que recorrió su cuerpo. El olor dulzón del perfume que acompañaba ese escroto era embargador, el cuerpo de Fernando ya estaba completamente embriagado de placer y se entregó, sumiso, a su jinete. Mientras, su lengua, paralizada volvió a recorrer el escroto de ese gigante: a Fernando le pareció un escroto interminable, pero lo mejor estaba a punto de llegar.

 

Cuando la lengua le llegó a la base del pene de aquel hombre notó el dedo meñique de una mano que sostenía el pene. En el mismo instante en que la lengua de Fernando tocó el meñique la mano liberó el miembro que sostenía y que cayó en la cara de Fernando, a peso, abarcando desde la lengua hasta pasada su frente. Aquel era un rabo de dimensiones exageradas.

 

Un flash de luz iluminó la sala como un rayo. Fernando continuaba desorientado.

 

Cuando recobró el conocimiento intentó despegarse de aquel tremendo rabo que reposaba en su cara mientras empujaba los abdominales del gigante musculado. El gigante musculado le empujó la cabeza desde el occipital con su mano presionándolo contra su pubis: Fernando no podía medirse contra aquel hombre. Intentó zafarse, sin demasiadas ganas, del pene gigante que le cubría el rostro mientras, suavemente, le separaban los brazos inmovilizándolo. El no se sentía preso a la fuerza, sabía que podría haberse zafado, pero ya era demasiado tarde.

 

Una boca apareció de la nada y empezó a chupar el glande del gigante que reposaba sobre la frente de Fernando.

 

- Mmmmh… Fidel - gemía una voz masculina.

 

El escroto de Fidel se movía longitudinalmente por la cara de Fernando mientras los huevos caían accidentalmente en su boca. Eran unos testículos enormes y calientes que se aprisionaban contra su cara. El miembro pasó de ser flácido a ser una barra de carne dura y completamente húmeda por los flujos de las contínuas mamadas.

 

Tan ocupado estaba él que aquel majestuoso miembro que descuidó que en su culo le estaban penetrando varias personas. Oía los chasquidos de la piel púbica chocar contra su culo abierto. En un momento de gloria, abrazó a su gigante mientras le agarraba la base del pollón intentando engullirlo. Cuando Fidel retrasó su cadera y sintió que tenía la boca de Fernando a tiro empezó a avanzar hacia su boca lentamente. Aquel capullo era imposible de engullir por lo que optó por pajear a aquella polla venosa y hinchada: no podía abarcar con su mano aquella envergadura. Le costaba asumir que hubiesen personas con miembros como ese.

 

- ¡Mmmhh!¡Ooooh! - gemía Fernando.

- Chupa mi capullo - ordenaba Fidel en voz baja mientras presionaba la cabeza de Fernando contra su miembro.

 

Fidel, viendo que Fernando se ahogaba con su miembro lo levantó dejando su escroto al aire y se sentó en su cara poniendo el escroto sobre su boca y balanceándose para la lengua de Fernando golpease sus testículos. Cuando ya los sintió bien lamidos levantó el escroto y se inclinó un poco más para lamiese el ano de Fidel. A Fernando ya le daba todo igual, su culo era sodomizado a la vez que le estaban chupando su rabo con fruición.

 

- ¡Oh señor! ¡Estoy a punto de correrme! - sollozó Fernando

- ¡Ven aquí cariño!, ¡Dame esa leche divina! - Se oían las súplicas a modo de susurro elevado.

 

Dos lenguas se unieron a ambos lados de su rabo lamiendo la leche esperada. No tardó en llegar.

 

- ¡Ooooh! ¡Oooh! ¡Oh! - Gritó sordamente Fernando.

 

Las lenguas repasaron todo rastro de su semen. Mientras del fondo de la sala alguien dijo:

 

- Te lo he dejado a punto, Fidel

 

El gigante se levantó de la cara de Fernando para apartarle las piernas.

 

- ¡Con cuidado! ¿eh? - suplicó Fernando mientras los besos de otros hombres le acallaban su boca.

 

Notó que un líquido caliente y espeso chorreaba de su ano instantes antes que el capullo monstruoso de Fidel intentaba entrar en aquel agujero.

 

- ¡No! ¡No!, ¡Para! ¡Por favor! - masculló Fernando

 

Fidel paró en seco con el capullo presionando la entrada de su ano, esperó pacientemente a que Fernando se ralajase y, como si fuera magia, el capullo de Fidel penetró su culo.

 

- ¡Señor mío! ¡Que tranca! ¡Joder! -

- Dale caña Fidel - se oyó una voz femenina, por primera vez en la sala

 

Otro flash que inundó la habitación.

 

El rabo de Fidel penetró el culo de Fernando al cabo de 15 minutos de espera dilatándose. No se pudo contener cuando su pene chocó contra el colon sigmoide sintiendo la vellosidad de esa cavidad.

 

- ¡Follame cabrón! - Rugió Fernando

 

Fidel no titubeó. Le dió a Fernando lo suyo y lo de su prima. Fernando sentía los vaivenes de Fidel constantes, su polla resbalaba en su ano de una manera que le producía un placer espectacular, nunca sentido antes. Fidel le hacía sentirse dominado, justo lo que hacía él a sus amantes, y eso le provocaba una sensación morbosa: de ahí que necesitase su pollón bien firme en su culo, mientras le tocaba los pectorales de acero a Fidel como un vicioso descubriendo un cuerpo por primera vez.

 

A la vez que Fidel empalaba Fernando, chorros calientes de esperma de las corridas de otros hombres le empapaban la cara forzándole a sacudirla para expulsar el semen de sus rostro. Parte de ese semen le caía en la boca de tal forma que descubrió ese sabor a bosque húmedo del fluido seminal.

 

Después de más de media hora perforando el culo de Fernando la tranca de Fidel salió violentamente de su ano. Notó como el gigante se abalanzaba sobre él y mientras rugió:

 

- ¡Abre la boca, cerdo!

 

Fernando, obediente, abrió la boca mientras Fidel le puso su manza bajo la barbilla para encarar mejor el tiro. La corrida del gigante era un festín de semen que se esparció sobre la cara de Fernando. Aún no podía creer la cantidad de semen que eyaculó el gigante.

 

- ¡Aaaaaaahhhhh! - grito ronco de Fidel. - ¡Bebe mi leche!

 

Varias lenguas se lanzaron con desesperación a lamer el semen concentrado de la cara de Fernando mientras él tragaba su espesa y caliente leche.

 

Otro flash de luz resplandeció.

 

Derrumbado en aquella superficie mullida, Fernando estaba intentando asumir la experiencia vivida mientras Fidel le espetaba un beso en la boca.

 

- Te espero mañana… Fernando

 

Fernando, con las piernas abiertas y la cara desencajada se intentaba limpiar los fluidos de todo su cuerpo. Al ponerse de pie, sus piernas flaqueaban y su culo, roto por completo, desprendía semen cuajado sobre el suelo.

 

Salió como pudo de aquel cuarto, a trompicones, mientras unas risas se oían de fondo. Al cruzar la puerta, tras varias horas de sexo, con la ropa mojada de semen, y una cara desaliñada encontró a Fermín en la barra besándose con una mujer.

 

- Fernando, tío, ¿Dónde te habías metido? ¿Qué te ha pasado? - Preguntó sorprendido mientras caminaba hacia él tambaleándose cual borracho.

- Pueees, por allí tío, con mis nenas - Replicó Fernando distendido.

 

Aparecieron de golpe Gala y Gabriela por ambos lados de Fernando con sonrisa pícara:

 

- Cierto, nos los hemos pasado bien y… esta todo grabado… en nuestras retinas - Guiñaron un ojo a Fernando, que se quedó completamente en blanco. Se estremeció todo su cuerpo por unos instantes, pero irrumpió esa horrible sensación la voz de Fermín.

 

- Pues, no te lo vas a creer, pero…  ¡Yo también he tenido lío! - Exclamó - ¡Mira, mira… es esa!

 

Le señaló a una mujer que había en la barra, alta, con tetas operadas, pelo azul media melena, con un escote de vértigo y una minifalda que tapaba lo justo. La mujer, que miraba fijamente a Fernando, agarró su bebida, la alzó al aire en símbolo de brindis y se abrió de piernas enseñando una buena polla.

 

- ¡Por fin he tocado teta tío!

- Felicidades Fermín...