miprimita.com

Cuñados (2)

en Intercambios

Continuación del relato Cuñados (1) (https://www.todorelatos.com/relato/141105/), en el que se consumaba la doble pareja.

La cena con los vecinos

Según nos habían dicho mis cuñados Ana y Juan, sus amigos estaban encantados de ampliar el grupo, y les preguntaron qué cosas practicábamos a nivel de sexo, a lo que contestaron que sobre la marcha, que ya se vería lo que nos apetecía, pero que seguro que Elena no tendría las reservas de Ana en darse besos con los chicos, porque en eso ella era muy abierta. Los dos les dijeron, mirando a Ana, que eso sería estupendo, estaban deseando darse besos con una mujer de esa familia.. También se interesaron sobre si ya había habido algo entre nosotros, a lo que Ana, cambiando de tema, les dijo que no se preocuparan, que por lo menos alguna vez ya nos habíamos visto sin ropa. Así que quedamos en ir a su siguiente cena sabatina, que tocaba tres semanas más tarde. Hasta entonces, cada tres o cuatro días hicimos el amor largos ratos con nuestros cuñados en una u otra casa.

Ese sábado, antes de salir de casa, besé en la boca a Elena, guapísima como nunca, y le dije “¿Preparada, chica mala?”, y ella me contestó “Deseando follar mucho, como tú, mi cornudito”. Le encanta que la vea compartida.. Ya estaban todos cuando llegamos a casa de Alberto y Loles, y no se anduvieron con mucha diplomacia. Primero Curro, grueso y de metro noventa, y luego Alberto, de complexión fuerte, pero más delgado y un poco menos alto, se acercaron a Elena, y le dieron un abrazo y a continuación un buen beso de tornillo, curiosamente sin magrearle el cuerpo. Lo mismo hicieron conmigo, una detrás de otra, Conchi, rubia de pelo corto con buen cuerpo y suaves curvas, y Loles, morena de pelo largo, delgada y de pecho abundante. Las dos sabían besar con lengua y sus bocas sabían bien, y las dos estaban muy guapas con sus vestidos y parecían contentas de verme. Ana, también preciosa y con un vestido azul claro, se me acercó y nos abrazamos y besamos con cariño, yo respetando sus condiciones y sólo acercándome a las comisuras de sus labios. Elena y mi cuñado también se abrazaron, aunque ellos no quisieron contenerse y sí se dieron un beso en la boca, acariciando unos segundos sus lenguas, lo que provocó unas risas de Curro, que le dijo a Juan “Claro que sabías que besa, ya te la has tirado, so cabrón” y a Ana “Vaya, vaya, seguro que tú también te has hecho a tu cuñado, aunque todavía trates de disimularlo..”.

Después, según era su costumbre, cenamos y bebimos en el gran salón del sótano, acondicionado con mesa y varios sofás, hablando tranquilamente de todo y de nada, como si fuéramos amigos de toda la vida, aunque en el ambiente ya se respiraba que en las horas siguientes nos íbamos a conocer mucho más a fondo. Tanto ellas como nosotros nos fijábamos en pequeños detalles, el brillo de unos ojos, el color de unos labios, la frescura de una sonrisa, los detalles de las manos, las formas mal disimuladas por la ropa. La certeza de que todo aquello que nos parecía tan deseable íbamos a poder compartirlo en pocos minutos era enormemente excitante.

Fue en el postre, tras de abrir el cava, cuando Curro, el encargado de la parte audiovisual, puso en el video una película erótica que había traído, una pequeña orgía de parejas japonesas en una playa. Un rato después, ya ambientadas, las chicas dejaron en un montón sobre la mesa relojes, pendientes y colgantes, según era su costumbre, y ésa fue la señal para que se hicieran parejas. A mí se me acercó directamente Conchi y nos dimos un largo beso, nos fuimos desnudando tranquilamente uno a otro entre caricias y empezamos a hacer el amor despacio y disfrutando, ella sentada encima mío en un sillón. Me encantaron sus hermosas y turgentes tetas de areolas claras y pezones erguidos, su piel densa, sus formas generosas y su sexo depilado. Vaya mujer más guapa.. Lo mismo hizo Juan con Loles, de quien vi de reojo sus hermosos pechos de oscuros pezones, grandes para lo delgada que es. Las otras dos parejas también se desnudaron poquito a poco, estando Curro, claramente el macho dominante del grupo, con la nueva invitada, y Alberto con Ana, juntos los cuatro. Elena y Curro empezaron comiéndose con ganas las bocas, metiéndose las lenguas hasta el fondo. Por supuesto ella era la gran novedad ese día, y mientras Curro la iba desnudando con mimo, desabrochando botones y cierres y retirando textiles de su piel, sus dos nuevos machos exploraban su precioso cuerpo con atención, acariciándola y besándola toda, dedicando especial atención a sus pechos, su culo y su coño depilado, comparándolos en voz alta en cuanto a forma, textura y firmeza con los de su hermana, a la que iba desnudando Alberto al mismo ritmo y que también recibía caricias y besos similares de los dos. Ana miraba atenta cómo las manos de Elena exploraban y sopesaban por primera vez los erectos sexos, ambos sin rasurar, tras haber liberado ella misma el de Curro y hacerse también cargo del de Alberto, al que Ana acababa de librar de su encierro. A Elena ya la conocía en esas lides amorosas, pero era la primera vez que veía a Ana desnuda y entregada, retozando medio abrazada con otros hombres que no fueran su marido. Fue entonces cuando ella me miró a los ojos unos segundos, muy seria, como dedicándome la escena. Esa mirada ofrecida y esa escena tan erótica, con los cuerpos finos y sin vello de las dos hermanas, vestidas sólo de las alianzas de casadas de sus dedos, entrelazados con los grandes y velludos de ese par de grandes machos, me encantaron, aunque la hambrienta boca de Conchi pronto reclamó mi atención.

Pensé que pronto montarían a nuestras chicas y así fue. Tras comerles unos minutos los hinchados pezones a ambas y también la boca a Elena, las pusieron apoyadas en la parte de atrás del sofá, ellas casi juntas y brazo contra brazo. Así ofrecían lascivamente sus finas espaldas, los preciosos huecos de sus riñones, sus nalgas torneadas y sus sexos morenos ya húmedos por las caricias. Ellos acercaron sus pollas, gruesa y larga la de Curro y algo más fina la de Alberto, y tomando a las chicas de las caderas, primero se las frotaron unas cuantas veces en los mojados labios de sus vulvas y después las penetraron con delicadeza y se pusieron en paralelo a follarlas hasta el fondo. Al mismo tiempo les estrujaban sus pequeñas y firmes tetas, delicadamente Alberto a Ana y apretando muy fuerte Curro a Elena. Curro también le daba fuertes palmadas en el culo cada poco, y le giraba la cabeza para poder comerle la boca, diciéndole con voz ronca “Dios, que buena estás, me encanta poseerte toda, y me encantaría azotarte y marcarte, Elena mía”. Ella, cautivada, sacaba la lengua para lamer con pasión la ávida boca de su amante. Así estuvieron muchos minutos, hasta que las dos se corrieron a la vez entre gemidos y pequeños gritos. Elena, entregada a la fuerza descomunal de las embestidas de su enorme macho, creyó desmayarse de placer. Entonces ambos se cambiaron de sitio para follar con la otra hermana, y así Alberto aprovechó para apretarle los ya rosados pechos y los erectos pezones y comerle la boca a Elena, que también sacaba la lengua para lamerle, mientras que Curro cubría a Ana follándola hasta la empuñadura y magreándole culo y tetas sin piedad. Su boca y su ano estaban fuera de su alcance, pero ella le ofrecía todo el resto y él lo tomaba con ganas.

Cambié una mirada con Juan, que aun estando muy ocupado con Loles miraba de reojo a nuestras dos guerreras follando y siendo folladas, con la suave piel de las dos reluciente de sudor en plena batalla. Tras largo rato, Ana y Elena se corrieron otra vez entre gemidos, temblándoles las piernas, y se dejaron caer agotadas en el sofá, con sus jugos fluyendo por la parte interna de los muslos. Ana susurró a su hermana “Te lo dije, este par de cabrones son una pasada jodiendo”. Tanto Curro como Alberto se pusieron frente a ellas ofreciéndoles sus sexos, con sus pollas medio erectas y empapadas de flujo vaginal y sus cojones aún llenos. Entonces Curro tomó delicadamente a Elena por la cabeza y la acercó a su sexo, y ella no sólo no se retiró sino que se lo devoró con ansia, degustando el sabor del macho mezclado con el del coño de su hermana. Alberto también acercó el suyo a la cara de Ana para ver si había suerte, pero ella negó con la cabeza con una sonrisa. Elena lamió primero cuidadosamente la polla y los huevos de Curro, después aceptó el sexo en su boca, chupándolo con la lengua y los labios, y más tarde se lo metió todo hasta la garganta, sintiendo la mata de pelo púbico en sus labios y su nariz, y su escroto en la barbilla. Curro pensó que era la mejor mamada que le habían hecho nunca, y mira que tenía experiencia con profesionales.. Al rato Elena se sacó la polla de la boca relamiéndose, y atrapando la de Alberto le hizo una felación igual de completa y larga, sintiendo su sabor, algo menos intenso y mezclado con el de su propio sexo. Todo mientras Ana les miraba hacer, a distancia tan escasa que podía sentir la fragancia de los sexos masculinos. Elena se puso a mamar de nuevo la tranca de Curro, y tras unos minutos él eyaculó abundantemente en su boca mientras ella le exprimía los grandes cojones con la mano. Entonces tomó de nuevo el sexo de Alberto tras decirle “Ahora te toca a ti, cariño”, y cogiendo la mano de Ana y poniendo su palma bajo los huevos del macho le dijo “Anita, no te cortes, participa un poco, ordéñame este semental”, mientras se lo metía en la boca. Ana lo hizo, y mirando a alternativamente a Alberto y a Ana a los ojos masajeó con fuerza el henchido sexo de piel suave que hacía poco la había poseído, hasta que al cabo de unos minutos sintió como se tensaba y se vaciaba del todo en la boca de su hermana. Alberto estaba en la gloria, acariciando el pelo y la sedosa piel de ese par de preciosas hermanas, que desnudas le masturbaban en equipo. Según me contó después la experta gourmet, las dos corridas le supieron a gloria, la de Curro abundante, espesa y de fuerte sabor, y la de Alberto más suave pero también deliciosa. Aunque tragó casi todo, un poco cayó sobre sus tetas, y recogió lo que pudo con los dedos, se lo acercó a su boca sonriente y los lamió, tras lo cual se ocupó en dejarles bien limpio el glande, primero a uno y luego al otro, mientras ellos le acariciaban el pelo y el cuello. Ana miraba, aprendiendo del excelente oficio de su hermana. Elena vio que quedaba un gran grumo en su ombligo, lo recogió con sus dedos índice y corazón y se lo ofreció a Ana “¿Está muy rico, quieres probar?”. Ella asintió, lamió sus dedos y degustó su sabor con deleite, muy seria y mirando a los dos a los ojos, primero a uno y luego al otro. Dijo “Delicioso, ¿pero de quién era?”, y ellos rieron encantados. “Esta sí que mama pollas bien, lo sabía”, dijo Curro, pellizcándole los erectos pezones a una Elena sonriente.. “Sois un encanto de hermanas, que suerte tenemos de ser vuestros amantes”, dijo Alberto acariciando las mejillas de las dos. Ana se levantó y fue a darle besos a Juan, cosa que al parecer siempre hacía para hacerse perdonar mimosamente después de follar con sus vecinos, mientras que Elena se sentó en el sofá, Alberto a un lado y Curro al otro, con la piel húmeda de su vientre, sus muslos y su pecho ofrecida a sus caricias, masajeando sus semifláccidas pollas con sus manos y dándoles jugosos besos con la boca abierta a uno y otro. Vaya hetaira de lujo, mi preciosa chica.

Mientras tanto yo también había hecho el amor con las otras dos chicas, convenciéndoles de probar un rato con un 69 en el sofá, ordeñando sus generosas tetas con mis manos mientras les comía el coño, sin un pelo el de Conchi y de vello abundante el de Loles. A ambas pareció gustarles mucho por los gemidos que emitieron al correrse largamente, y acabé eyaculando en la boca aún virgen de Loles. Juan no sólo folló con ambas sino que se corrió con gusto por primera vez en la boca también virgen de Conchi, tras lo que Loles se acercó golosa y le limpió su polla con su boca. Trabajo en colaboración, se llama eso. Ambas dijeron que les encantaba el sabor de nuestro semen, dejando a Curro y Alberto sorprendidos por esa evolución repentina e inesperada. Descansando tras la tormenta me quedé un rato con Conchi y con Loles, los tres desnudos, jugando con besos con lengua con las dos, en el sofá de enfrente del que estaban retozando Elena y sus chicos, y las incité un poco “¿Porque no os dais unos besos vosotras?, yo disfrutaré de las vistas”, y así, entre las dos, se animaron enseguida a morrearse, achucharse y agarrarse con fuerza las tetas. Aprendían rápido..

Entre cuñados no hubo mucho esa vez, aunque al salir del sótano, ya vestidos y estando cerca de Curro y Alberto, mi tímida y recién follada cuñada se me acercó por sorpresa, al parecer aún caliente, abrió su boca y me dio un sabroso beso con lengua. Tras del beso ella les miró otra vez a ambos a los ojos algunos segundos, esta vez sonriendo. Seguro que pensaron que porqué me besaba a mí y no a ellos.. No tuvieron que esperar mucho para probar esa dulce boca que ahora, pocas semanas después, ya conocen como la palma de su mano.

Nos quedamos a dormir en casa de Ana, y Elena nos dijo que le había encantado la cena y la pequeña fiesta de después y nos preguntó que qué tal las otras chicas, a lo que le respondimos que las dos unas hembras de primera que habían conocido el sexo oral con nosotros. Ellas nos dijeron a coro que éramos unos depravados, corromper así a unas maduritas inexpertas. A la mañana siguiente ellos nos preguntaron si nos íbamos a seguir apuntando a esas cenas, y los dos estuvimos de acuerdo en que repetiríamos de vez en cuando, pero tampoco iríamos siempre, porque si hacíamos el amor con ellos un día a la semana, más los intercambios con nuestros amigos y los amantes de Elena, a los que no quería renunciar, igual era demasiado. Ana aprovechó para decirme que los días que Elena tuviera cita me invitaba a cenar, bueno, si no la acompañaba a ella, dijo riendo.. Juan la miró un poco asustado. Ana también dijo que entendía a su hermana, que ella por nada del mundo renunciaría a esas cenas con sus vecinos que la habían abierto, y menos ahora que había aprendido con nosotros cosas nuevas que quería practicar con ellos en la próxima ocasión. Pero a Elena lo que le resultaba enormemente excitante, desde aquel momento en el que Curro la había poseído por primera vez, era la idea de ser sometida y azotada por él.

Deseos bien cumplidos

Las siguientes dos semanas Curro llamó a Elena varias veces, proponiéndole quedar para azotarla a solas, si es que de verdad lo quería. Ella le respondía melosa y le daba largas, sin rechazarlo sino todo lo contrario, y luego me lo contaba. Un sábado, tras hacer el amor los cuatro en casa, Elena nos confesó que le gustaría probar, entregarse una tarde a Curro para que la azotara. Tanto Juan como yo le dijimos que lo que quisiera hacer, fuera lo que fuera, podíamos hacérselo nosotros, pero ella dijo que no era lo mismo. Con Curro sería sólo tener sexo con un macho dominador, y con nosotros era muy distinto, porque nos amaba y a él no. Ni mi cuñado ni yo nos fiábamos de Curro y se lo dijimos. Entonces Ana encontró una solución. Se ofreció a ir con ella un día, para darle seguridad, y eso nos pareció bien a todos, pensamos que con ella estaría segura.

Así pues, cuando él la llamó ese domingo, ella aceptó, estando yo a su lado en el sofá. Yo sólo oí su parte de la conversación, en la que ella usó un tono de voz distinto al habitual, bajo y sugerente: “Hola Curro, otra vez tú” … “Jo, mira que eres pesado, no pararás nunca” … “Sí que me gustaría, claro, ya sabes que sí, pero no estoy del todo segura de querer hacerlo” … “¿De verdad tendrías cuidado conmigo?” … “Bueeno, de tanto insistir ya casi me has convencido, podríamos probar un poco, pero sólo un poquito, ¿vale?” … “Este jueves dices, que es fiesta y Conchi está de viaje, mejor, sí, ese día sí puedo, pero no me harás mucho daño, ¿no? ” … “¿Y dices que sabes dar azotitos bien?” … “¿Pero dónde crees que sería mejor dármelos” .. “Pero marcas no me dejarás, bueno, visibles no, ¿verdad? ” … “Si no te importa, ¿podría ir con mi hermana?” … “Ah, ¿no te importa pues que ella vaya conmigo? ” … “El jueves a las cuatro y media nos vemos pues en tu casa, un besazo”. Al colgar me dio un morreo y me dijo “Este cabronazo me tiene unas ganas.. en las tetas y el coño me ha dicho.. me va a dejar hecha un trapo, ya verás, pero la verdad es que me pone un montón que me lo haga”, y se me llevó a la cama.

El jueves Curro cerró la puerta de su casa tras dar a cada una un par de besos formales en el dintel. Se acercó a Elena, la abrazó con fuerza, le dijo “Gracias por venir, no te defraudaré” y empezó a comerla con ansia, empezando por las orejas, sus lóbulos con pequeños pendientes de piedras verdes y su interior, y después lamiendo sus párpados, luego la nariz y finalmente la boca, chupándole y metiéndole su lengua por todas partes. Ella respondió con ansia a su beso, poniendo sus manos tras el cuello de Curro, atrayéndolo hacia sí y abriendo su boca para recibirlo. Abrazaron sus lenguas y mezclaron las salivas en sus bocas durante varios minutos, mientras Ana les miraba hacer. Él acabó el largo beso mordiéndole, primero la lengua y después los labios. Ella gimió, le llamó cabrón y sintió el gusto de su propia sangre. Ana miraba absorta aquella escena. Él le dijo a Elena “Cariño, ¿puedo llamarte puta y zorra?” y ella “Por favor, me encantaría, claro que sí, hoy soy toda tuya, quiero ser tu puta”. Tras de haberle subido la falda y meterle la palma de la mano en la parte delantera de su braguita, la agarró del sexo y la llevó hasta el comedor, diciéndole “Ven conmigo, querida”, mientras ella pensaba que nadie antes la había cogido así. Ana les acompañaba, asustada, un paso por detrás. Tenía ya preparado encima del sofá un martinete de cuero suave con tiras cortas para azotarla. Le dijo que no tuviera miedo, que sólo disfrutara, que no le haría heridas, sólo algunas marcas en sitios no visibles y que no le durarían más que unos pocos días. Le dijo que se desnudara “Ahora ponte en cueros, mi puta”, y Elena obedeció quitándose la camisa, la falda, el sujetador y la braguita, los dos de encaje verde, y él también se desnudó descubriendo su corpachón cubierto de vello y su polla medio erecta. De pie los dos con ella apoyada en la pared, le metió tres dedos en su boca, quiso sacar su lengua y ella se la ofreció entregada. Se la mordisqueó, mordió de nuevo sus labios y le dijo que la iba a marcar como suya “Para que los cornudos de tu marido y tu cuñado sepan que hoy te me has entregado toda”. Elena se sintió en la gloria y miró a los ojos a Ana, que asombrada la miraba darse al macho. Entonces él se inclinó y marcó su piel como un experto cinco veces, aspirando el aire con fuerza entre sus dientes, dejándole un chupetón en su cuello y otros a ambos lados de cada una de sus tetas, los cuatro por debajo de las areolas de los pezones. Con cada chupetón ella dio un respingo y exhaló un quejido en voz alta. Después le apretó los pechos con fuerza con las manos, se acercó de nuevo y le mordió cada pezón un par de veces, dejándole marcas en los dos, y le dijo “Ya estás bien marcada por éste tu macho, puta”. A ella le encantaron ese trato y ese dolor tan placentero, ya sus fluidos corrían abajo de sus piernas.

Curro le dijo a Ana que qué hacía vestida, que se desnudara también, y aunque ella se resistió un poco acabó por ceder tras la súplica de su hermana, quitándose la blusa, el pantalón, el sujetador y las braguitas, ambos bastante corrientes, claro, porque ella no había ido allí a desnudarse. Curro le azotó a Elena los pechos con el martinete varios minutos, primero suavemente y luego con más fuerza, hasta dejarlos bien colorados. Ana, desnuda a su lado, miraba absorta las castigadas tetas de su hermana, donde el púrpura de los chupetones y sus pezones mordidos resaltaba sobre la piel enrojecida. Elena, apoyada en la pared, se le ofrecía separando sus piernas un poco y adelantando unos centímetros su pubis. Entonces Curro azotó concienzudamente la barriguita, la parte superior de los muslos y el empapado sexo entreabierto en el que resaltaba el clítoris hinchado, hasta que el color de la piel le pareció similar al de los pechos. 

Entonces, por sorpresa, Curro cogió suavemente pero con firmeza a Ana de la teta derecha, le dijo “Por si no lo imaginabas, Anita, tú también vas a ser hoy mi puta”, le hizo bajar de rodillas frente al sexo enrojecido de Elena y se arrodilló también con ella. Entonces, sujetando a Ana aún del pecho, se le acercó y cogiendo su cabeza con la mano del martinete la atrajo hacia sí mientras le decía “Y ahora mismo te voy a comer esa boquita de zorra que se me ha resistido tanto” y le lamió los labios por primera vez. Ella, tras unos segundos de duda, abrió su boca cuanto pudo, dejó que la lengua de Curro la invadiera y la buscó con la suya, tras lo que los dos se comieron sus bocas, disfrutando como si no hubiera un mañana. Elena miraba el largo y lascivo beso entre Curro y su hermana desde lo alto. Curro soltó a Ana, y mientras ella le seguía con la mirada, con la boca aún entreabierta y cayéndole un hilo de saliva por la comisura de sus labios, se volvió hacia Elena diciendo, “Ahora, querida, te marcaré el coño”, y primero mordió los labios de su vulva y tras decir “Éste pequeño también es mío” le dio un par de chupetones en el clítoris, lo que le hizo dar a ella unos pequeños gritos. Entonces le dijo a Ana que lamiera el flujo que brotaba del sexo y bajaba por la parte interna de los muslos. Fue al sentir la lengua de su hermana en su clítoris cuando Elena se corrió violenta y largamente por primera vez aquella tarde, mientras Curro y Ana observaban sus contracciones muy de cerca.

Curro le dio un beso con lengua a Elena en el coño, se levantó, la besó suavemente en los labios con cariño, le dio una bofetada en cada mejilla, la volvió de espaldas, le hizo apoyar los brazos en la pared y la azotó de nuevo cuidadosamente, primero la espalda y los costados de las tetas hasta que enrojecieron y luego aún más fuerte las nalgas, donde al cabo de varios minutos llegaron a aparecer un par de marcas púrpuras. Ana pareció despertar y le dijo que ya bastaba, que ya se le había entregado del todo, que qué más quería. Pero Curro dijo “El curso no ha terminado, querida”, e hizo ponerse a las dos inclinadas y de rodillas en la alfombra, Ana a la izquierda de Elena, las dos ofreciendo sus sexos, y entonces las folló hasta la empuñadura, empezando por sus empapados coños, primero a Elena y luego a Ana, recreándose en poseerlas, “Qué placer joder con vosotras, vaya par de hermanas putas de coño estrecho”, mientras ellas gemían disfrutando. Después le dijo a Elena “Ahora dame tu culo, preciosa”, y ella contestó “Sí, por favor, métemela toda por ahí, es tuyo”, tras lo que acabó de lubricarla con su saliva y la sodomizó, primero sólo con el glande y al poco y con facilidad hasta el fondo, mientras ella se retorcía de gusto y su hermana miraba atónita como la gran polla desaparecía entera en el esfínter. Él le dijo “Me parece, zorrita, que tienes mucha experiencia, tu marido debe darte a menudo por aquí, pero seguramente la mía es la más gorda que has tenido, ¿no?”. La izó un momento para besar su boca y ella le dijo “Tan gorda como la tuya pocas veces, cabrón, pero alguna ha habido, uuggh”, y pensando en la de aquel oso ruso del congreso y la de su amigo cubano, que tampoco estaba mal, tuvo otra serie de orgasmos, temblándole las piernas, y él le sacó la polla del ano, ya para entonces completamente abierto. Ana le dijo bajito “Ya puestos, hazme también el mío, por favor”, mientras le mostraba su trasero, y él sonrió, no podía creer su suerte, también le iba a dar por el orto a su recatada amiga. Le dejó caer saliva en el ano y le introdujo con cuidado la punta del glande, mientras ella le decía “Cuidado, cabrón, poco a poco, soy tu puta pero casi novicia en esto”. Efectivamente, le costó un poco metérsela del todo, mientras Elena le daba consejo, “Relájate, vete abriendo”, pero al final lo consiguió, y aunque a ella le dolió al principio, “Dios, me estás partiendo..”, finalmente se puso a disfrutar, “Dame por el culo, dame, jódeme, cabronazo, qué pedazo de polla, que ganas tenía, así, así..”, y se corrió largamente como su hermana. Entonces él se la sacó y pudo comparar los preciosos traseros de las hermanas con sus anos dilatados y lamerlos con deleite.

Sin duda había tomado pastillas, porque la erección no cedía. Hizo que las dos se arrodillaran junto al sofá y le folló la boca con fuerza a Elena varios minutos, “Límpiame la polla bien, perra, está sucia del culo de tu hermana”, casi ahogándola, mientras la atraía hacia sí tirándole de los pezones. Ella pensó que en ese momento el gran cabrón era suyo, podía cortársela de un mordisco, pero se resistió a cerrar los dientes mientras sentía como se llenaban su boca y su garganta. Ana miraba a su hermana con orgullo, una hembra valiente poseyendo y tragando del todo semejante instrumento. Él se la sacó de la boca, se puso entre ellas, separó las piernas poniendo su pie derecho en el asiento del sofá, puso su peludo culo frente a la cara de Elena y le dijo “Ahora fóllame el culo con tu lengua, putita, y que sea hasta bien adentro”, cosa que ella hizo con ganas, sabiendo lo que hacía, porque no era la primera vez que estaba en ese trance. Acercó también a Ana y le puso el sexo sobre sus labios, “Mama polla tú ahora, mi querida amiga”, tras lo que ella abrió su boca y la recibió por primera vez extendiendo su lengua. Magreando con fuerza una preciosa teta de cada hermana, una chupando su culo y la otra su rabo, eso lo recordaría siempre. Las dos estaban a cien entreviéndose mientras devoraban polla y culo del velludo macho, a la vez que sus preciosas manos acariciaban a dúo su perineo, la mata de pelo de su sexo y sus grandes cojones. Unos minutos más tarde él se tensó y los vació copiosamente en la boca de Ana, otra primera vez, “Trágalo todo, puta, qué gusto correrme en esa boquita inaccesible hasta hoy”, y ella primero degustó su semilla y luego tragó hasta la última gota, pensando que ese néctar le encantaba y que era tan abundante como había imaginado. Después les hizo cambiar de puesto, “Ahora a por mi culo, Anita, chúpamelo bien con tu lengua y tus morritos”, y mientras Elena le limpiaba los restos de semen del glande, Ana, la que nunca besaba, metía y sacaba su lengua hasta lo más profundo del primer culo de su vida. Al rato las levantó, las enlazó a las dos y juntándolas les dio besos con lengua y también les hizo dárselos entre ellas, haciéndoles degustar la mezcla de sabores, las salivas de los tres, su semen, la sangre de Elena y el jugo de sus culos. Las llevó cogidas del talle a las dos al baño cercano diciéndoles que se relajaran, que se metieran en la ducha, se agacharan y abrieran la boca, y entonces las regó con una larga meada; tragaron sólo un poco, con la orina caliente rebosando de sus bocas y corriendo por las tetas y los coños de las dos. Ambas estaban extasiadas, y lamieron las últimas gotas de orina de su polla, rieron y se dieron un beso con las bocas entreabiertas. Ana dijo “Sabemos a su polla, su culo y su pis, seremos zorras”, y las dos se rieron. Para Elena no era el primer hombre que le meaba en la boca, sino el cuarto, según me recordó más tarde, pero ésta había sido especial, junto a su hermana.

Se ducharon, se secaron unos a otros, y ya en el comedor, antes de vestirse, aún desnudos los tres, él encendió un cigarrillo. Le preguntó a Elena “¿Dónde quieres que te lo apague?” Elena tuvo un sobresalto, pero le pareció el final perfecto para esa tarde. Le indicó un lugar apropiado, para que no se viera con escote, unos centímetros bajo su pezón izquierdo, bajo la areola y entre los dos chupetones, donde la piel estaba enrojecida pero aún no había ninguna marca. Él le dijo que le mordiera el brazo para no gritar, lo que ella hizo con fuerza hasta hacerle un poco de sangre, y mientras Ana la sujetaba le apagó el cigarrillo allí unos segundos, dejando una quemadura circular en su piel. Se vistieron, aunque Curro se guardó la ropa interior de las dos como recuerdo, y ya vestidas les dio un beso final con lengua de un par de minutos a cada una, les dijo que abrieran la boca, carraspeó con fuerza, escupió dentro primero a Elena, y entonces Ana sacó su lengua y él lo hizo de nuevo, y ellas tragaron todo. Lo hizo seguramente porque intuía que no habría una segunda vez así con las dos juntas. Al salir, las dos le dieron a su amante un abrazo y un pico en los labios y también las gracias por haberlas servido tan bien.

Cuando se fueron comprobó si las cámaras que tenía el salón y el baño lo habían recogido todo, y sí, habían funcionado bien. La pieza cumbre de su colección privada.

Amor del bueno

Las estábamos esperando en casa de mi cuñado, hablando de cómo nos gustaba hacer el amor con Elena y Ana y de lo que habían cambiado las cosas en pocos meses. Elena le encantaba, estaba feliz de poder amarla cada pocos días. Y Ana.. estaba desatada, ahora no sólo follaba cada mes con sus dos vecinos, sino también cada pocos días con nosotros dos por su coño, boca y culo, tras haber estrenado yo los dos últimos hacía menos de dos meses, y además estaba guapísima. Era como Elena, que estaba también radiante, tanto sexo les hacía bien..

Y más que eso.. Ana ayer, al volver del trabajo, poniéndose colorada, le había contado a Juan que un amigo y compañero, casado, con el que compartía viaje en coche al trabajo algunas veces, que siempre había sido muy cariñoso con ella, la primera noticia para Juan, que creía que eran sólo colegas, le había dicho en el coche que últimamente estaba preciosa –si él supiera porqué- y le había posado la mano en su muslo. Ella no sólo no le había rechazado, sino que había puesto la mano encima de la suya, reteniéndola, le había dado las gracias y habían vuelto con las manos entrelazadas todo el rato sin decir palabra. Cuando acababa de contárselo, Juan le cerró la boca a besos, la desnudó comprobando lo mojada que estaba, y follaron como nunca. Estaba seguro de que pronto iba a tener un amante más.

También hablamos de cómo vendría Elena, de si se habría dado toda. Al oír el coche salimos a la puerta, ellas entraron y las abrazamos. Elena sonrió forzada, y pudimos comprobar que sí, que se había entregado a Curro, al ver sus preciosos labios sin maquillar con pequeñas marcas y el visible chupetón en su cuello. Tendría que usar cuello alto y maquillaje las próximas semanas.. Juan se quedó paralizado mirándola. En el salón la desnudamos poco a poco entre los dos, primero liberándola de la camisa, admirando su precioso y desnudo pecho lacerado y su espalda enrojecida, y luego la falda, con lo que vimos que no llevaba bragas y aparecieron sus nalgas marcadas y su azotado sexo. Juan repasó absorto sus marcas con sus ojos, la abrazó un rato largo, con cuidado de no hacerle daño, y la besó dulcemente diciéndole que la amaba. Yo, precavido, aproveché esa circunstancia para comerle la boca a mi cuñada a fin de borrar aquellas huellas evidentes que no había notado Juan pero que no debían estar allí, porque sus labios estaban mucho más rojos que de costumbre. Ella me pasó una buena cantidad de su saliva, me sonrió traviesa acariciando mi mejilla y me dijo “Vaya tarde, cuñado..”. Elena le dijo a Juan “Hazme fotos para el recuerdo, no creo que me veas así muchas veces”, y él, fotógrafo experto, corrió hasta su máquina y le hizo unas cuantas. Elena estaba dolorida pero encantada de que la atendiéramos, y los tres besamos y curamos primero la quemadura y luego las marcas en la lengua, los labios, el cuello, los pechos, los pezones, los labios de su sexo y el clítoris, y después la espalda, los muslos y las nalgas, admirando el trabajo concienzudo que había hecho Curro y aprendiendo de su experiencia.

Hubo mucho cariño aquella noche, y los tres le dimos fuerza a Elena estrechando sus preciosas manos y acariciando su pelo, y también su piel en las zonas que Curro había respetado. Decidimos quedarnos a dormir, y ella y Juan compartieron la cama grande de matrimonio. Se acurrucó con su cuñado y amante, nos dio las buenas noches, y Ana y yo fuimos a la habitación de invitados. Ella estaba caliente como nunca. Follamos mucho rato, y en medio de un 69, cuando me estaba lamiendo y mordisqueando la polla y los huevos, me metió un par de dedos en mi culo, y luego siguió su boca, y su lengua, hasta metérmela entera retorciéndola en mi ano. A ella le hice lo mismo, sorprendiéndome de lo dilatado que lo tenía, lo que me hizo estar seguro de que el cabronazo de Curro se lo había hecho hacía pocas horas, y así nos corrimos con fuerza. El semen cayó en su pecho, ella lo cogió con sus dedos y lo compartimos en un beso. Teníamos las manos los dos sobre la piel del otro, una envolviendo amorosamente el sexo y la otra acariciando el pecho. Yo entonces le pregunté por su compañero, “Ya me he enterado de que tú y tu colega.., ¿es verdad?” y ella sonrió y me dijo que sí, que sabía que siempre, durante quince años, la había deseado, mirándole a los ojos y procurando tocarla, pero que le había mantenido a distancia, hasta ayer mismo. Ella me preguntó “¿A ti también te gustaría que tuviera amantes como Elena, verdad?”, yo le dije “Bueno, amantes ya tienes, ¿no?, como ese que te ha destrozado el culo hoy”, y ella sonrió y me dijo “Sí, es verdad, ahora mismo tú y ése y Alberto, yo quería decir alguno más”, chupándonos las lenguas entre cada frase. Me dijo que en dos meses iban a ir los dos a la capital a un viaje con otros colegas, y me preguntó “¿Qué te parece, debería..?”, y yo le dije que por supuesto que sí, que pasara la noche haciendo el amor con él, y luego me lo contara, a lo que me contestó con un largo beso. Abrazándonos me dijo “Un día quiero atarte, azotarte aquí y sodomizarte, ¿podré?”, acariciándome el sexo. Yo le dije que era suyo para todas las fantasías que quisiera. Ella me dijo “Eres un amor, cuñado”.

Elena me contó al día siguiente todo lo que había pasado, pero Juan no supo que aquella tarde también Ana había sido sumisa de Curro, y que él le había dado por el culo y ella había chupado el suyo y su polla y tragado su semen y su orina, eso fue un secreto entre los tres. Las marcas a Elena le duraron casi tres semanas y el doble la quemadura, con lo que fue objeto de atención por parte de quien tuvo acceso a su cuerpo ese tiempo, o sea nosotros tres, nuestra pareja de amigos y también su amante habitual, aunque éste último fue un solo día. Le preguntó, cuando se desnudaban en el hotel, que qué le habían hecho en las tetas, que aún tenían la señal de la quemadura y un breve rastro de los otros daños, y ella le dijo que era un juego conmigo que se le había ido un poco de las manos. Tras de hacer el amor en la cama, con un 69 jugoso y familiar en el que los dos se corrieron como hacían siempre desde la primera vez y él le apretó los pechos algo más que de costumbre, se ducharon juntos. Elena se arrodilló, le tomó el sexo, le dijo “Para compensarte, te dejo que me mees mi boca”, se lo metió entre los labios y él vació su vejiga, alimentando y regando a mi preciosa chica con su orina. Ya vestidos, antes de salir de la habitación la abrazó, le miró a los ojos y le dijo “Te quiero justo como eres, la mejor amiga y amante del mundo”, y ella sonrió. Unos días más tarde, a nuestros amigos, que se quedaron pasmados, les dijo “No me preguntéis, por favor”, y ellos sonrieron, no le preguntaron nada e hicieron el amor con ella.

Y después..

Aquellas cenas de vecinos han seguido, ya con Ana entregándose por completo desde la primera ocasión, semana y media después de la sesión con Elena y Curro y un par de días tras su cumpleaños, en una pequeña fiesta en la que ella fue el postre. Por lo que me contó Juan, tras de tener un primer regalo especial, un beso con lengua de cada uno de los cinco comensales, el primero con Alberto, nuestra Anita tuvo otros, ser follada en cadena por su marido y su dos vecinos, primero por la boca, después por el coño y luego por el culo, mientras todos los demás se dedicaban casi en exclusiva a besarla y acariciarla, para al final acoplarse simultáneamente con los tres varones. Ya saciada tras tantos orgasmos, frente a sus dos amigas, con la semilla de su marido escurriendo de su coño, la de Curro de su ano y la de Alberto de su boca, la imagen le valió un comentario apreciativo de su amigo Curro “Querida, te has vuelto más zorra que tu hermana”. Todos, incluida ella, rieron.

Unas semanas más tarde, animada por Juan y por mí, Ana pasó una noche en la capital con su colega del trabajo, tras seguir el protocolo de Elena. Ya le había informado en el café de la estación, en un aparte “Sabes, Juan y yo tenemos una relación abierta”, con lo que él puso los ojos como platos, y un rato después le preguntó “¿Eres celoso?, ¿tú crees que podrías compartirme?”, a lo que él dijo inmediatamente que no lo era y que estaría encantadísimo de tenerla aunque fuera sólo de vez en cuando. Tras dos días de reuniones, en las que él y también algún otro la comían con los ojos, y de la última cena con los demás, se despidieron todos, y estando ya en la habitación le pasó al teléfono “Por si puedes/quieres ahora, 335”. Él llamó a su puerta cinco minutos más tarde hecho un manojo de nervios, ella le recibió con una sonrisa, en pijama y con el pelo mojado, y tras haber cerrado la puerta se dieron el primer beso de muchos. Él se quedó maravillado de lo que vivió esa noche, y nosotros de lo radiante que volvió ella al día siguiente, tan sonriente y con los labios tan rojos. Desde entonces hacen el amor con pasión al menos un día al mes, siempre entre semana y muchas veces en casa de Ana y Juan, que esos días viene a nuestra casa un par de horas hasta que ella le avisa de que ya vuelve a estar, más que bien servida, disponible para él. Ya les he dicho que una de esas tardes quiero ser yo quien le dé besos de bienvenida, porque anhelo ver en la piel de mi adorable cuñada las huellas recientes de sus amores, como siempre me ha gustado hacer con Elena.

Elena y yo volvemos al grupo, que ha convertido las cenas mensuales en verdaderas orgías temáticas, sólo un par de veces al año, y siempre nos acogen con muchas ganas y mucho cariño. Generalmente tenemos bastante con nuestros amigos, nuestros cuñados y los amantes de Elena.. ah, y el martinete de cuero suave que compramos poco después.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/