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El compañero de viaje: Ezequiel. Parte 1

en Gays

La primera vez que vi a Ezequiel en el terminal de buses de Puerto Montt, sur de Chile, me quedé impresionado al encontrarme con un hombre tan guapo: debía de medir en torno a 1,85, pelo rubio rapado por los lados y muy largo por arriba, lo llevaba recogido en un moño o coleta un poco más abajo de la coronilla. Su rostro ovalado, con barba de varios días y con unos ojos color verde grandes y profundos. Vestía una camiseta sin mangas que mostraba sus fuertes hombros cubiertos de grandes tatuajes complicadísimos que se extendían por encima de su pecho y sus brazos atléticos. Completaba su vestimenta con un pantalón corto y unas botas, además de la gran mochila que cargaba a sus espaldas. En su oreja izquierda tenía una extensión o dilatación bastante grande y una pequeña argolla en el lóbulo derecho. Justo debajo de su cuello y por encima de la tela de la camiseta se adivinaba un su tatuaje que parecían ser unos símbolos rúnicos muy elaborados.

 

Días más tarde, en un pequeño pueblo del norte de la Patagonia chilena, me paré ante un establecimiento que ofrecía diferentes excursiones y actividades, desde el interior podía escuchar la conversación entre un señor mayor que hablaba español con acento estadounidense y un joven argentino o uruguayo que le preguntaba por las diferentes excursiones, aunque parecía estar decidido por una a un cercano glaciar, al día siguiente.

 

Entré en la tienda y sobre la marcha tuve claro que finalmente quería contratar un tour y más específicamente a un glaciar, a poder ser mañana ¡Porque era ÉL! El pibón pareció ignorar completamente mi presencia, con su pelo rubio oscuro rapado por los laterales y largo por arriba recogido en un moño, sentado frente al norteamericano dueño de la agencia y mostrando esos brazos tatuados a pesar del clima patagónico.

 

Se había recortado la barba y estaba más guapo aún que la primera vez que lo vi. No me prestó ninguna atención, pero al día siguiente estaba sentado dentro del monovolumen que que nos llevaría hasta la entrada del Glaciar del Amarillo.

 

Nada más empezar a caminar me compenetré muy bien con el chulazo argentino. Ezequiel, 28 años, nacido en una pequeña localidad de la Provincia de La Pampa pero residente en Mar del Plata desde su niñez y de ocupación, según él “viajero por el mundo”. Con una simpatía arrolladora y una conversación trepidante que llevábamos de un tema a otro con una velocidad vertiginosa.

 

Me gustó mucho como caminaba de rápido, sus conocimientos sobre trekking y su cultura sobre la Patagonia y él vio en mi unas cualidades similares por lo que al día siguiente acordamos ir a otro glaciar por nuestra cuenta.

 

No tenía alojamiento en el pueblo esa noche. Por lo que alojé en el mismo hostel de Ezequiel para cenar, dormir y a la mañana siguiente visitar el Glaciar Yelcho.

 

Esa tarde compramos y cocinamos la cena entre los dos y hasta en eso hacíamos excelente equipo, luego de cenar Ezequiel dijo que se iba a duchar. Normalmente en los hostels se comparte habitación, pero aquella noche de principios del otoño austral, en todo el hostel solo nos hospedábamos el divino argentino y yo.

 

Estaba ya a en la cama con mi teléfono cuando Ezequiel llega vestido únicamente con una toalla a la cintura. Me dirigí a él y a medida que lo veía más de cerca me iba quedando más impresionado. Tenía el pecho fuerte, tatuado y con los pectorales ligeramente marcados; una ligera capa de vello rubio muy disperso entre sus pezones que eran grandes, inmensos, turgentes, redondos y con unas puntas gordas y casi esféricas como perlas, su estómago, sin llegar a ser una tabla de lavar, era duro, firme y con las abdominales ligeramente marcadas, en medio de estas destacaba un ombligo bellísimo y con un piercing que me puso cachondo. Debajo una ligera maraña de pelo claro muy rizado y a ambos lados unos oblicuos increíbles, era un auténtico pibón. Llevaba un toalla blanca bastante corta que mostraba la parte inferior de sus muslos fuertes y cubiertos de vello, tenía los gemelos extremada musculados, con el tatuaje de un sol sobre uno de ellos y unos pies grandes, inmensos y lampiños.

 

- No hay agua caliente y me dio paja ducharme con agua fría.

 

 

Se puso de espaldas a mí por lo que me dediqué a mirarlo de forma descarada, tuve que reprimirme para no empezar a grabarlo con mi teléfono cuando se quitó la toalla y descubrió unas nalgas grandes, musculosas, turgentes y casi lampiñas, como me provocaron, me empalmé como un mono cuando vi como me ponía el culo en pompa delante de mi cara, le llegué a ver el anillo del ano o al menos intuírselo y una ligera pelusilla rubia entre sus nalgas.

 

Se dio la vuelta para mostrarme nuevamente su fuerte pecho tatuado de un hombro a otro, sus pezones perfectamente circulares, grandes rosados y carnosos, su duro abdomen y un bulto en la entrepierna que se adivinaba increíble, por como se le marcaba su polla, podía intuirseque, aunque no muy gruesa, debía de ser bastante larga ya que se le marcaba hasta bastante abajo. Llevaba otro tatuaje (un pulpo o medusa muy guapo) en uno de sus fuertes muslos, cubiertos por una ligera capa de vello claro.

 

Se sentó en la cama para hacerse un canuto de hierba, se vistió y me ofreció acompañarlo a fumar marihuana afuera, cosa que rechacé porque estaba muy cansado, quería reponer fuerzas para el duro día de mañana y hacerme un pajote pensando en Ezequiel en lo que me dejaba solo.

 

Tardó más de la cuenta por lo que pude apagar la luz, masturbarme pensando en ese cuerpo, esos piercings, esos tatus y esa cara de ensueño; cuando entró en la habitación yo ya me estaba haciendo el dormido.

 

Observé como se desnudaba de nuevo y se metía en boxer en su saco de dormir y el cabrón empezó a hacerse una paja, podía oír perfectamente como se frotaba su pene contra la tela plástica.

 

- ¿No quieres que te ayude, Ezequiel?

 

- ¡La concha de tu hermana! Exclamó incrédulo.

 

- ¿Eso es que sí, verdad? Dije con voz sugerente mientras me levantaba y me dirigía a su litera.

 

- ¡Que re-contra-puto que sos, vení acá!

 

Admiré su cara y acariciando su pelo y su cuello le metí la mano en el saco de dormir en busca de su turgente pezón. Él me fue ayudando y cuando se los descubrió, los palpé con las yemas de mis dedos y dándole leves pellizcos, mientras Ezequiel ponía cara de auténtica lujuria, me fijé en el hermosísimo vello rizado y caótico que se escapaba de sus axilas.

 

Acerqué mi boca a sus sobacos lentamente mientras sentía su masculino olor con la punta de mi nariz, pegué mi cara un poco más mientras Ezequiel levantaba el brazo para poder sentir la plenitud de todos esos pelos en mis labios, abrí un poco la boca, aspiré fuerte y tras embriagarme con su aroma a macho cerré mis labios atrapando sus pelos. Luego lamí apasionadamente aquella axila de hombre para seguir avanzando hacia su pecho por su tatuaje hasta el pezón: con una aureola circular, carnosa e inmensa y unas puntas muy gordas, saltonas y redondeadas, se lo estuve chupando con mi lengua, besándolo y dándole pequeños mordisquitos muy suaves.

 

  • Sí, que rico, seguí con el otro...

 

Decía Ezequiel en murmullos casi imperceptible mientras que le mimaba con mi lengua su exquisita tetilla y acariciaba su otra axila. Llevé mi lengua a su otro pezón para regarlo con mis besos y mimos hasta dejárselo bien duro, seguí bajando mientras le magreaba sus sobacos, lamiéndole el abdomen hasta llegar a su ombligo, estrecho, alargado y vertical, con una bolita redonda y carnosa que le saltaba del fondo y un piercing en su extremo inferior. Lo ataqué con mis labios y lengua mientras Ezequiel me acariciaba la cabeza y me suplicaba que siguiera chupándoselo.

 

 

Fui a seguir bajando por el vello de su abdomen cuando me agarró de la barbilla y juntó su boca con la mía, empezamos a besarnos tan apasionadamente que me tiré encima de él, tras largo rato de morreo me puse a horcajadas sobre su estómago, me quité la camiseta y me saqué mi pene, gordo, de longitud normal y ligeramente torcido hacia arriba. Le golpeé con mi polla varias veces en su pecho y en sus pezones, Ezequiel me sonrió, me dio un beso húmedo y corto que hizo que mi erección estuviera a punto de estallar en gozo. Golpeé mi pene contra sus labios húmedos se levantó y se tiró encima de mí frotando mi glande contra su abdomen, puso su cara a pocos centímetros de la mía y me volvió a besar con pasión, estaba claro que era él el que quería dominarme, después de haberme besado juntó su boca a mi oreja para susurrarme:

 

  • Tengo una sorpresa para vos.

 

Flexionó sus brazos sobre mi cuerpo y avanzó sobre mí hasta dejar su boxer frente a mi vista y con una sola mano sacó su increíble pija con un piercing en en el capullo. Era un pene largo, no muy grueso y con un glande muy marcado y cabezón coronado por aquella argolla tipo “Príncipe Alberto”, sin duda esa era la sorpresa, se la toqué unos instantes para masturbarlo acto seguido.

 

  • Me encanta, Ezequiel, me encanta tu polla...

  • ¿Te gusta, querés probarla?

  • Síííí, dije mientras me masturbaba.

 

Juntó sus rodillas a ambos costados de mi cuerpo y mientras me golpeaba con su pene en la cara hasta que me decía:

 

  • Abrí la boca, putito, esto es lo que querés desde que me viste.

 

Negué con la cabeza, estaba jugando a hacerme el duro y también quería admirar esa polla anillada antes de tragármela, olerla bien, disfrutar de su aroma a sudor, orín y semen. Le di un beso en el piercing, luego otro en el glande y finalmente me la tragué entera para disfrutar de su exquisito sabor. Yo, tumbado en aquella cama de un pueblo recóndito de la Patagonia chilena, gozaba con aquel miembro largo, cabezón y anillado, su piercing se me metía hasta más allá de la campanilla y aunque me llegara a provocar un poco me hacía disfrutar lo indecible con mi mano derecha masajeaba su culo turgente, grande y prieto, metía mis dedos en su raja e introducía uno y dos dedos en su agujerito mientras se la chupaba. En un momento dado se giró y se metió mi pene en la boca mientras yo mamaba el suyo, aquella sensación de mi polla en la boca de ese ejemplar de macho me dio un calambre de placer que recorrió toda mi espalda, el gusto me estaba matando, su polla en mi boca y mi polla en la suya. Empezamos a mamarnos cada vez más rápido el uno al otro y hay que reconocer que lo hacía genial. Justo cuando me iba a venir paró, se levantó y de pie ante mí completamente desnudo me dijo insinuante.

 

  • ¿Habías mamado alguna vez una pija con piercing?

  • No. Le dije yo estirando mi brazo para acariciar su precioso cuerpo desde el pezón hasta su estómago.

 

Se arrodilló y sin yo decirle nada se tragó mi pija entera mientras el gozo me mataba por cada centímetro que penetraba su boca, empecé a acariciar su cabeza y a jugar con su moño, su pelo, de color rubio oscuro, era extraordinariamente suave y lacio.

 

Ezequiel me chupaba con una velocidad y una precisión que me estaba matando de gusto, con una mano apretaba la base de mi pene y con la otra me acariciaba los huevos por debajo. Yo seguía acariciando su cabeza y jugando con su coleta mientras jadeaba empapado en sudor y completamente desnudo sobre la cama, de vez en cuando me estiraba jalándole a Ezequiel de su coleta y alzándolo para admirar su precioso rostro, luego lo volvía a poner contra mi polla y seguía mamándome hasta que de puro placer eyaculé, Ezequiel se apartó y seguía masturbándome con una eficacia increíble mientras soltaba mi semen. Al terminar me acerqué a él, lo abracé y tras besar sus labios y juntar nuestras lenguas me dispuse a meterme su rabo, duro como una rama, en mi boca. Tras empezar a mamarle, el argentino me acarició la cara y haciéndome alzar la vista hacia sus ojos me dijo:

 

  • ¿Alguna vez te cogió una pija con piercing?

  • Fóllame.

 

Se levantó para sacar un preservativo de su mochila que se lo coloqué yo con mi boca en su pene erecto, Ezequiel me metió primero el piercing, luego puso algo de lubricante y me la fue a meter.

 

  • Ezequiel, me voy a dar la vuelta, quiero verte mientras me follas.

 

Me respondió con una preciosa sonrisa. Volvió a meterme el piercing una vez que yo estaba recostado y con mis piernas sobre sus hombros y me introdujo su pinga con una lentitud deleciosa, sentía dolor pero el argentino comenzó a masturbarme mientras me penetraba muy lentamente, empezó a darme cada vez más rápido sin dejar de machacar mi polla -empapada en lubricante- ni un solo momento, luego volvía dar despacio mientras yo sentía como su piercing me golpeaba la próstata.

 

En un momento dado dejó de masturbarme, se acercó a mí y me besó en la boca mientras me abrazaba apasionadamente, su suave piel empapada en sudor olía a puro macho, volvió a erguirse y empezó a darme fuerte hasta que grité de dolor, me masturbé con ansias mientras Ezequiel agarraba mis piernas para ponérmelas justo debajo de sus sobacos, el sentir sus vellos sudados frotándose contra la piel de mis canillas hizo que el placer aumentara más aún, con mi mano izquierda acariciaba su abdomen que se le endurecía cada vez que metía un pollazo en mi culo, fue follándome cada vez más fuerte, yo golpeaba mi pene contra su estómago y lo restregaba por su suave piel.

 

Me sacó su polla mientras el culo me dolía y tenía mi pene a punto de estallar para meterse de nuevo mi pene en su boca y empezar a mamarme con una precisión mecánica hasta que el placer y el gozo me pudo y nuevamente llegué al orgasmo admirando su preciosa cara, acto seguido se puso de pie y yo me arrodillé ante él, empezó a masturbarse con una furia salida del mismísimo infierno mientras yo le chupaba sus huevos grandes, colgantes y ligeramente cubiertos de vello, soltó una lefada espectacular que me regó la cabeza entera. Tras limpiarnos la leche nos quedamos dormidos el uno abrazado al otro.

 

Fin de la Parte I.