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El club de los padres que se follan a sus hijas

en Amor filial

EL CLUB DE LOS PADRES QUE SE FOLLAN A SUS HIJAS

Creía que me había perdido cuando llegué. El sitio era oscuro y húmedo. Incluso me pareció haber sentido pasar una rata bajo mis pies. Pero la sensación de lo prohibido, el morbo por la situación, me hizo tener una erección. 

Al final de aquel pasillo, vi una puerta con una marca pintada en ella. Toqué dos veces y luego una más, tal y como habíamos quedado. 

La puerta se abrió con un chirrido solo un poco y pude ver unos ojos que se asomaban desde dentro. 

-¿Quién es?

-Soy la letra J. Acordamos llamarnos por letras. 

-No tengo ninguna letra J. Afirmó el hombre tras la puerta. 

-Déjale pasar. Oí una voz detrás de él.

Me dejó pasar y al principio no pude ver nada. La diferencia entre la oscuridad del pasillo y la claridad de dentro, no me dejó ver nada. 

-Habíamos quedado en que seríamos solo nueve. Oí que me iba explicando el hombre que me dejó pasar. Lo reconocí por la voz, porque aún no podía ver casi nada. 

-Yo recibí hace dos días la invitación, expliqué. Recibí la letra J, como había elegido. 

-Si, es verdad. Pero luego decidieron que la reunión se haría solo con las letras de la A a la I. Y he pensado, qué más da. Cuantos más seamos contando nuestras experiencias, mucho mejor. ¿Cuantos años tiene tu niña?

-16, le dije. 

-Mucho mejor. A esa edad su conchita es de lo mas apetecible. 

Iba a decir que si, pero me interrumpió. 

-Mejor lo cuentas cuando estemos todos. 

Debido a que los cuerpos de seguridad estaban investigando los ciber-delitos y entre ellos, la tenencia de fotos con jovencitas, varios padres incestuosos habíamos decidido fundar lo que llamábamos: “El club de los padres que se follan a sus hijas” que, aunque no era tan rimbombante como “El club de la lucha” nos permitía desahogarnos en persona sobre nuestras actividades con nuestras hijas, y así, evitábamos que internet y las redes sociales pudieran descubrirnos y acabar detenidos o, lo que era aún peor, en prisión.

El hombre que me había acompañado, debía de ser nuestro anfitrión, me hizo sentarme en una silla colocada en semicírculo, como si fuera una reunión de alcohólicos anónimos. 

Recuerdo que dos meses antes había recibido una carta en mi buzón. No llevaba remitente y en su interior, escrita con letra tosca, había una nota bastante grande. Decía más o menos algo así como que si me sentía atraído por mi hija y si me había masturbado alguna vez con sus braguitas o pensando en ella, me invitaban a unirme al club. Un club que por entonces no tenía aún nombre y que si quería participar en el, solo tenía que devolver un si y escoger una letra de la A a la J. Que solo seríamos diez miembros y que pronto tendría más noticias de el. 

Respondí pronto. Era verdad que me había sentido excitado por mi hija y en una ocasión me masturbe con sus braguitas. Es más, las había dejado pringadas con mi semen y tuve que lavarlas antes de que volviera del instituto. 

 

Estaba con estos pensamientos cuando el hombre, al que llamaré nuestro anfitrión, como antes, se acercó a mi con un pequeño papel con la letra J escrita. Me lo pegó en la solapa. Igual que en alcohólicos anónimos como os dije. 

Entonces, se encendieron unas luces detrás de nuestras sillas y pude ver al resto de padres, ya señalados de la A a la I. 

Había de todo, como en botica. El de la letra A era joven, no debía pasar de 35, así que imagino de que edad debía ser su hija. El de la letra B era más mayor, tendría unos 45 o 46. Gordo, barrigón, con barba y con pinta de que le gustaran todas las jovencitas, no solo su hija. El de la C llevaba unas gafas de sol, pero por su aspecto debía de tener 55 años o incluso más. Con la D teníamos a un joven de unos 25, así que cosa extraña que tuviera una hija. La letra E la tenía otro hombre de unos 40, 42 con aspecto atlético. La F un hombre entrado en años. Unos 70 debía tener. Con la G un hombre entre los 35 y 40. Con la H y la I dos hombres, eran hermanos gemelos. Y con la J, por supuesto, yo. 

Eran todos bastantes parecidos, salvo el hombre de 70 años y el joven de 25. 

Estaba pensado a quien debía de estar tirándose el de 25 años, cuando nuestro anfitrión nos invitó a participar en un sorteo. 

-Ahora señores, vamos a hacer un sorteo para saber quien empieza contando su historia. 

Llevaba una bolsa donde metió unas bolas como en el bingo, con nuestras letras impresas. 

De la nada apareció una joven, no tendría más de 15 o 16 años y el anfitrión le dio la bolsa. 

La chica agitó la mano dentro y extrajo una letra. Era la J. Me había tocado a mi comenzar con la historia. 

El anfitrión me hizo un gesto para que comenzase. Miré alrededor mío y vi como el resto de participantes me miraban impacientes porque comenzase a contar mi historia. Así lo hice. 

-Mi hija tiene ahora 16 años, expliqué. Es una chica muy guapa, pero nunca la miré en plan sexual ni nada. Recuerdo una noche que estábamos mi mujer y yo haciendo el amor en nuestra habitación. Mi mujer estaba encima mío y yo estaba disfrutando mucho. Ese día estábamos los dos muy excitados y nos fuimos directamente a la cama. Aunque mi mujer se movía deprisa, yo estaba aguantando bastante. 

De repente vi como la puerta de nuestra habitación se abría un poco. Como yo estaba debajo, tenía la puerta enfrente de mi y pude ver unos ojos que se asomaban. Sin duda, era mi hija, y el hecho de verla así, espiándonos, hizo que me excitara mucho más y que en ese instante, acabara corriéndome dentro de mi mujer. 

Di un gemido fuerte y en ese momento, mi hija desapareció de mi vista. Se había marchado. Mi mujer se quejó porque ella no se había corrido aún, pero le dije que no importaba, que ahora la iba a compensar. 

-La puse a cuatro patas y me la follé así, en esa postura. Solo que en ese momento recordé la cara de mi hija mientras me follaba a mi mujer. Cuando mi mujer se corrió, con unos gemidos bastante fuertes, por cierto, yo seguía empujando, pero solo veía la cara de mi hija. Ahí empezó todo.

-Recuerdo que una semana después, mi mujer estaba en un viaje de trabajo. Yo me había levantado pronto, serían las 8 o así, cuando bajé a preparar el desayuno. Después de desayunar, me extrañó que mi hija no bajara, por lo que subí a su habitación. 

Me la encontré dormida en su cama. Estaba acostada de lado y con sus piernas un poco abiertas. Podía ver sus muslos y sus braguitas que dejaban adivinar su chochito. 

Me senté en la cama a su lado. No se porqué me chupé un dedo y lo puse en su braguita. Acaricié su chochito y comencé a masturbarla.

Mi hija se giró dormida, como poniéndose más a mi alcance. Seguí moviendo mi dedo con más fuerza. Entonces empezó a gemir. 

Aceleré al máximo la masturbación, mientras yo también me excitaba. Mi polla se puso dura mientras mi hija llegaba al orgasmo. 

Gemía como una loca y tuve que taparla la boca porque podrían oírnos los vecinos. 

Después de correrse, no se porqué me sentí mal y salí de su habitación casi corriendo. 

Me metí en el baño y puse la cabeza bajo el grifo para refrescarme de la calentura que me había entrado. 

Me secaba la cara con la toalla, cuando vi que mi hija estaba frente a mi en el umbral de la puerta completamente desnuda. 

Nos quedamos los dos parados ahí mirándonos. Yo no sabía que hacer, pero mi polla estaba erecta y mi hija sabía exactamente que la deseaba. 

Fue ella la que tomó la iniciativa y se fue a mi. Nos besamos apasionadamente. 

Abrí el grifo de la ducha, me quité el calzoncillo y ayudé a mi hija a entrar.

El agua caía sobre nosotros. Me pareció oír el teléfono, pero no le presté mas atención. Bajé hasta su coño y se lo comí como se lo hacía a su madre y mi hija se volvió loca. 

Antes de follar, me di cuenta de que iba a necesitar protección. Mi hija podría quedarse embarazada aunque fuera virgen. No me atreví a preguntarle por su periodo, tampoco era plan de ponerse en ese momento a preguntarle, por lo que me salí de la ducha y volví con un preservativo. Creí que no me quedaban en casa, porque entonces lo hacía a pelo con mi mujer, pero vi que me quedaban un par de ellos y que no estaban caducados. 

Me lo puse, y despacio, penetré a mi hija. Era virgen y por lo tanto le dolió, pero con el agua y yo que no iba demasiado rápido, enseguida la desvirgué y no le dolió demasiado.

No puede evitar correrme antes de que ella empezara a disfrutar. La saqué y me tumbé un momento en el suelo de la ducha para recuperarme. Mi niña necesita de nuevo mi polla y la volví a penetrar con el preservativo lleno de semen y así me la volví a follar. 

Duré un poco más que antes y mi hija tuvo por lo menos dos orgasmos. Así empezamos a follar. 

Cuando acabé el relato, noté la cara de salidos que mostraban todos y me fijé en que algunos estaban empalmados.  

El anfitrión me dio las gracias y todos aplaudieron. Hizo un gesto y la chica del sorteo me cogió de la mano y me llevó con ella a otro cuarto. No sabía que iba a hacer. 

Me sentó en una silla y me bajó los pantalones y los calzoncillos. Cogió gel lubricante y lo untó por mi polla y empezó a meneármela hasta que se puso dura. 

Al verme así, empezó a chupármela. Yo me dejé hacer. Supongo que era el premio por contar mi historia. 

Más tarde me dijo que le comentara donde quería correrme. Le dije que en las tetas y ella, obediente, sacó mi polla de su boca y la dirigió a sus tetas, cuando le avisé que estaba a punto de correrme.

Tras eyacular, se limpió bien y me limpió a mi, y me devolvió a la sala, donde se disponía a hacer otro sorteo. 

El resultado del sorteo hizo que le tocara al hombre de unos 70 años, tenía la letra F. 

El hombre hizo un gesto para levantarse, pero el anfitrión le hizo sentarse con otro gesto.

Comenzó a hablar:

-Hola, me llamo...

-Nada de nombres, por favor. 

-Ah, si. Soy la letra F. Tengo 70 años y mi mujer tiene 45. Enviudé hace poco y mi mujer tiene una hija de 20 años. 

Con mi mujer he tenido que tomar siempre Viagra o Cialis, o alguna pastilla así. Pero fue conocerla a ella y no necesito nada. Bueno, me estoy apresurando. Ahora contaré la historia desde el principio. 

 

La hija de mi mujer tiene 20 años y es una joven muy guapa. A mi edad me gustan maduras, pero tampoco le hago ascos a una joven. Así que cuando estoy sobre todo en la playa me gusta mirar a las jóvenes, pero nunca había tenido una erección mirando a una desde que cumplí los 67. 

Mi hija un día estaba tumbada en la hamaca tomando el sol, tenemos una piscina en la comunidad, cuando la vi así, tan hermosa, que mi pene volvió a despertar. 

Cuando subí a casa era la hora de la siesta y a mi mujer le apeteció hacerlo. Me tomé la pastilla y enseguida estaba a punto. 

Estaba encima de ella, moviéndome despacio, hay veces que al follar creo que me va a dar un infarto, jeje, cuando oí música que venía de la habitación de mi hija. Al poco dejó de sonar, imagino que se puso los cascos y entonces empecé a moverme más fuerte y así seguimos follando un rato más, hasta que acabamos. 

Nos duchamos y terminamos por echarnos la siesta. 

 

Al día siguiente me levanté pronto y fui a mear. Estaba empalmado, por lo que no atinaba a mear en la taza. La puerta estaba abierta y justo en ese momento, la hija de mi mujer me pilló así. 

No se que me pasó que eyaculé justo delante de ella. Vamos que me corrí y el semen cayó medio en el suelo y medio en la taza.

-¿No vas a dejar nada para mi? Oí que me dijo. 

Yo no sabía donde meterme. ¿De verdad estaba oyendo lo que esta diciendo? ¿Me estaba volviendo loco? ¿Una joven de 20 años se había excitado con un viejo como yo?

La miré y le dije que volviera a la cama, que era pronto aún. 

Me dijo que ayer nos había oido hacerlo, que en realidad había conectado los cascos para que pareciera que escuchaba la música, pero, en realidad, nos espiaba. 

-Parece que follas bien para tu edad, me dijo. Quiero probarte. 

-Eres mi hija, le contesté. 

-Qué va, hombre. Soy la hija de tu mujer, que es distinto. A ti no te toco nada. 

La verdad es que como le pasó al señor de la letra J, dijo señalándome, mi polla se puso dura, sin necesitar Viagra ni nada por el estilo. 

-¿Y donde vamos a hacerlo? Le dije. Tu madre está en casa. 

-Si, pero está durmiendo y no se enterará de nada. Vamos a la piscina.

Estaba loca pensé, en la piscina aunque era temprano, podía vernos cualquiera. 

No hizo caso a mis advertencias y cogiendo un bikini rojo, me arrastró a la piscina. 

Bajamos a la piscina y solo vimos a una mujer con dos niños que chapoteaban con los flotadores puestos. 

Mi hija, bueno mi hija es un decir, se tumbó con el bikini a tomar el sol. Yo me senté en la tumbona y le hice gracias a los niños que estaban enfrente nuestro. 

Después de chapotear un poco la madre con los pequeños, decidieron salir del agua. Se secaron y se fueron. 

La chica, no diré su nombre, claro, se levantó de la tumbona y me cogió de la mano y me llevó a la parte de atrás de la piscina donde guardaban las sombrillas y tumbonas durante el invierno. 

-¿Lo has hecho alguna vez con una jovencita?

-Si, claro, le dije. Cuando era joven.

-¿Y después no?

-No. A mis años ¿qué joven va a querer hacerlo con un viejo como yo?

-No eres tan viejo. Me dijo. 

Me tumbó en una hamaca y ella se subió encima. Se quitó la parte de arriba del bikini y me dijo:

-¿Cuanto hace que no ves unas tetas así?

-Demasiado. Contesté.

Para entonces mi polla estaba erecta como nunca y ella solo se frotaba sobre mi. Me estaba poniendo a cien.

Subía y bajaba sobre mi rabo y notaba las gotitas del liquido preseminal que salían de mi glande.

Entonces me di cuenta de algo y me estaba sintiendo mal por abusar de ella. Pero bueno era ella la que había empezado.

-No tenemos...protección, le dije.

-Yo no me quemo al sol. Contestó picara.

-No, tonta, me refiero a condones. 

-Lo haremos a pelo. Nunca he sentido una polla mayor dentro. Vamos, no te ofendas, es que eres mayor. 

-Ya lo sé. Podría ser tu padre. O incluso tu abuelo, pensé.

Pero enseguida me olvidé.

Diciendo esto se quitó la braga del bikini y se quedó desnuda. 

Cogió mi polla y se la metió despacio, como si fuera a romper. Comenzó a botar. 

-Joder, joder, que gusto, decía. Ah, ah, ah, papá. ¿Puedo agh, agh, llamarte papá?

-Como quieras. Estaba disfrutando tanto, que como si me llama Ernesto, me daba igual.

Seguimos un rato más así, ella sobre mi y yo no podía mas. Iba a echárselo todo. Pero entonces decidí parar. Cogí la braga del bikini y se la puse. La deslicé de un lado y se la volví a meter como en un video porno que vi hacia tiempo, donde una pareja follaba igual. 

Subía y bajaba acompasada perfectamente conmigo. Aunque llevábamos tiempo casados, nunca había follado con su madre como ahora lo estábamos haciendo. 

Más tarde, y ya al borde del orgasmo, la giré y la puse a cuatro patas sobre la hamaca conmigo de pie. Se puso a gemir como una loca. 

-¡Papá, papá, papá! Me corrooooooooo......

No era su padre, pero que más daba si la hacia disfrutar como una loca. 

Noté que eyaculaba justo cuando ella tuvo su orgasmo, porqué noté como su coño de 20 años me apretaba la polla y en ese momento no pude mas. 

Me quedé dentro empujando mi pelvis contra su culo mientras la agarraba fuerte por las muñecas y me descargaba todo entero. 

Fue lo más. No recordaba haber tenido un orgasmo tan intenso.

 

El hombre se quedó callado un momento. Luego dijo:

-Bueno, follamos todas las semanas. Cuando su madre no está, claro. Ella toma la píldora y deja que me corra dentro.

Todos aplaudimos de nuevo y la chica se lo llevó también.

Si os ha gustado el relato y queréis que lo continue con el resto de hombres o queréis comentarme algo, escribidme a:  predicador111@hotmail.com

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