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El club de los padres que se follan a sus hijas 5

en Amor filial

EL CLUB DE LOS PADRES QUE SE FOLLAN A SUS HIJAS. CONCLUSIÓN.

Para Nieves, mi lectora más fiel. Espero que lo disfrutes.

Era una mañana lluviosa. El anfitrión estaba en su despacho trasteando en el ordenador. De vez en cuando alzaba la vista de la pantalla para ver por la ventana como llovía y volvía de nuevo a concentrarse en el. 

No tenía tiempo ni de comer. En ese momento entró la chica que hacia el sorteo. Realmente era la hija del anfitrión. 

-Papá, deja de trabajar un momento. Deberías comer. 

-Si, ya lo sé, pero es que estoy muy atareado. Tenemos que concluir la historia de cuatro letras y estoy buscando un sitio que sea bueno para ello. No quiero que vuelvan a encontrarnos. 

-Pero ahora debes parar un momento. Anda, comete los sandwiches que te he traído. 

El anfitrión le hizo caso y se comió los sandwiches mientras su hija le apartaba el teclado del ordenador.

Entonces se subió la falda que llevaba dejándole ver su coño depilado. No llevaba bragas. 

El padre terminó rápido el ultimo sandwich y tras limpiarse la boca, procedió a comerle el coño a su hija. El sabor de su sexo se mezclaba con el del atún del último sandwich que acababa de comerse. Era lo más. 

Después de un rato de comérselo su polla estaba erecta. Su hija sacó su pene del pantalón y empezó a masturbarle. Enseguida se corrió sobre su coño, ya que estaba muy excitado. 

Cuando se limpió las ultimas gotas de semen, terminó de comerle el coño a su hija hasta que esta se corrió también agarrada a su cabeza. 

Justo en ese momento, el ordenador empezó a pitar.....

Al día siguiente, todos los hombres del club recibieron un sms de un numero desconocido. Si se hubieran puesto a localizarlo habrían descubierto que el numero era de Checoslovaquia. 

El sms solo les citaba para la semana siguiente a las 11:00 de la mañana en la esquina de la calle tal con la calle tal. (Evidentemente el mensaje si decía la calle que no voy a reproducir aquí)

Los hombres del club no dijeron nada a sus parejas, ni siquiera a sus hijas. Quién sabe si alguien del propio grupo podría ser el que los hubiera descubierto. 

El sms también les decía que fueran discretos, que no dijeran a nadie adonde iban y quedarían con 10 minutos de diferencia cada uno. 

A la hora en punto la letra A estaba en la esquina de las calles. Un teléfono sonó. El hombre se acercó al ver que nadie más lo hacía y lo cogió. 

-¿Diga? 

-Señor A, no diga nada. No mire detrás suyo y cuelgue el teléfono cuando yo le diga. 

No sabía que hacer. Intentó mirar hacia atrás, pero justo en ese momento alguien le vendó los ojos. 

El teléfono quedó colgando. 

Notó como alguien le arrastraba y le subían a un coche o a una furgoneta. Arrancaron y después de unos minutos, oyó cómo iban subiendo más personas, supuso que el resto de letras. 

Más tarde la furgoneta, porque debía ser una furgoneta si no no habrían cabido el resto de hombres, bajó como si bajara a un sótano y tras un circular un rato más, finalmente se detuvo. 

Los fueron sacando uno a uno y los llevaron a un ascensor. Por las voces debían ir todos en el mismo ascensor. Así que debía ser un montacargas. 

Cuando por fin salieron, les quitaron las vendas los hombres de aquella ultima vez y pudieron ver cómo el anfitrión les esperaba en un despacho con grandes ventanales desde los que se veía toda la ciudad. Diez sillas negras estaban dispuestas en semicírculo como aquella primera vez. Parecía que estaban en un edifico que estaba en construcción porque todo estaba manga por hombro y a medio terminar. 

-Señores, dijo el anfitrión. Me ha costado bastante encontrar este edificio para reunirnos por última vez y que las letras que quedan nos cuenten sus historias. 

La chica del sorteo, ya sabemos que es la hija del anfitrión, colocó las letras E, G, H e I a los hombres que eran los últimos por hablar. 

-Adelante, por favor, que comience la letra E.

El hombre comenzó a hablar:

-Hola, buenas, tengo 42 años, mi hija....bueno mi hija siempre me atrajo. Desde siempre, volvió a repetir. No sé por dónde empezar. Bueno, a lo que iba, mi hija es una joven muy guapa. Bueno como todas las de mis compañeros ¿no? El caso es que cuando se duchaba la espiaba. Mi mujer no se enteró nunca. Lo peor de todo fue cuando le empezó a salir el vello púbico. 

Mi mujer le dijo que podía ayudar a depilárselo las primeras veces hasta que cogiera practica. Le dijo que a los hombres nos gustaba vérselo sin pelo. 

Ella se rió esa vez y le hizo caso. Su madre se lo depiló. 

Imaginaos cuando un año después, su madre había salido de viaje de trabajo y me pidió que se lo depilara yo. 

-Hija, estoy ocupado. No sabia dónde meterme. 

-Anda papá, ayúdame a depilarme. 

-¿No puedes hacerlo tu sola?

-El otro día casi me corto. Anda, un ratito solo. 

Me levanté y la llevé al baño. La hice sentarse en la taza y ella se quitó las braguitas. 

Se abrió de piernas y yo me dispuse a depilarla. Nunca se lo había echo a mi mujer y me puse bastante nervioso. No solo porque pudiera hacerla daño, si no porqué me estaba poniendo cachondo. 

-Papá, no tiembles. 

No sabía que hacer, estaba como loco. Ella lo notó. Se acercó a mí y me besó en la boca. 

-Hija, ¿qué haces? Se me cayó la cuchilla al suelo. 

-Nada papá. No quiero que me veas más como tu hija. Quiero que me veas cómo ves a mamá. Ya soy una mujer y quiero que me trates como tal. 

Diciendo esto me cogió el pantalón y me lo apartó y me sacó la polla del calzoncillo. Estaba morcillona. 

-Esto me indica que ya me ves como a una mujer, me dijo y sonrió. 

Comenzó a masturbarme mientras me miraba con deseo. Yo estaba a mil. Después de un rato de meneármela, cogí mi polla e intenté metérsela. 

-Ahora no papá, puedo quedarme embarazada. Pero frótatela contra mi clítoris, así gozaremos los dos. 

Obedecí y puse mi glande que ardía en su rajita. Empecé a deslizarla arriba y abajo, aquello era lo más, era como si me la follara pero sin hacerlo. No creí que fuera a aguantar mucho. 

Incrementé la velocidad y entonces ya no pude más. Sabía que no podía correrme en la entrada de su vulva porque el semen podría entrar dentro y embarazarla. Así que me levanté y empecé a eyacular. 

Dos grandes chorros cayeron sobre sus tetas adolescentes, mientras ella me miraba con deseo y solté dos más pequeños en su cara, en sus mofletes. 

Seguí sacudiéndomela hasta que solté todo el semen. Mi hija me miraba desde abajo, se había sentado en el suelo y se lamía algunas gotas de semen. La estampa de verla así me puso muy cachondo pese a que acababa de correrme. 

Cuando me recuperé, la cogí del brazo y la incorporé. Directamente nos metimos en la ducha y enseguida con el agua cayendo sobre mi polla volví a empalmarme. Quería follarme a mi hija, si, penetrarla, pero ella se opuso de nuevo.

-Cuando compres condones, me dijo. Así lo haremos con seguridad. 

Después de aquello siempre tengo condones en casa y los hacemos cuando nos quedamos solos...

Con esto terminó el relato de la letra E. Todos aplaudimos. 

-Ahora por favor, que hable la letra G.

-Estooo, me llamo, perdón, nada de nombres. Tengo 37 y una hija preciosa de...bueno que es preciosa. 

El caso es que...es que... se le notaba nervioso. Mi hija un día empezó a encontrarse mal. Le dolía el lado derecho y tenía fiebre y vomitaba. Total, que llamamos a urgencias y por los síntomas el médico con el hablamos pensaba que tendría apendicitis. 

Nos mandaron una ambulancia y al llegar al hospital la reconocieron y efectivamente, era apendicitis. 

La operaron y todo bien, la subieron a la habitación y ya sabéis que en el hospital estas desnudo solo con el camisón.

Mi hija estaba con el suero puesto y estaba preciosa, pese a la operación la veía más guapa que nunca. 

Estaba sentado frente a ella, mi mujer había salido un momento a tomar un café de la maquina y levanté un poco la vista y vi su coñito pelirrojo, no os dije que mi hija es pelirroja. Me puse malito y me escondí detrás del libro que estaba leyendo. 

El caso es que pensé que al día siguiente le darían el alta, pero no fue así. Un punto se le había infectado y pensaban dejarla al menos un día más. 

Esa noche al volver a casa, mi hija no quería que ninguno nos quedáramos con ella en el hospital,  me puse muy cachondo. El recuerdo de haber visto su coñito pelirrojo me puso a cien. 

Lleve a mi mujer a nuestra habitación y allí me la follé como nunca. 

Realmente era la cara de mi hija a quien veía mientras follábamos. 

En cada embestida era a ella a quien me estaba follando y no a mi mujer. 

Cuando me corrí, mi mujer lo haría más tarde, estuve a punto de gemir el nombre de mi hija. Pero me aguanté y no dije nada, solo gemí bien fuerte. 

Al otro día mi mujer estaba en el trabajo, por lo que me tocaba a mi visitarla. 

Después de desayunar y de que la viera el medico, mi hija me pidió que la llevara al baño. Se estaba haciendo pis. 

La levanté y la llevé al baño. Iba a dejarla sola pero me di cuenta de que con el suero y eso le sería difícil hacer pis ella sola. 

Se sentó, hizo pis y se limpió el chochito. Al ayudarla a levantarse de la taza su culo se puso a un palmo de mi y después de haberle visto el coño yo estaba muy mal, muy excitado. 

La tumbé en la cama y no sé que me dio. Cómo el medico ya había pasado y ya había desayunado y se habían llevado la bandeja, cerré bien la puerta y me subí con ella a la cama. 

-Papá, ¿qué haces? Me preguntó.

Me bajé el pantalón y el calzoncillo, quedándome desnudo de cintura para abajo. 

Mi hija me miraba sin saber que decir. 

La abrí de piernas sin más, cogí mi polla medio erecta y la penetré. No sabía que me estaba pasando. 

-Papá, ¿qué haces? volvió a preguntarme. 

Yo no la contesté, solo empecé a bombear, a entrar y salir. Estaba follándome a mi hija recién operada en la habitación del hospital. Aquello era de locos, pero no podía parar. Tenía que seguir follándomela. Estaba como loco, eso era incesto, si mi pillaban iría a la cárcel, pero eso no me detenía, solo quería entrar y salir de ella, entrar y salir, entrar y salir. 

Me di cuenta de que mi hija no era virgen porque no le dolió al penetrarla ni nada, ni sangró. Pero por sus preguntas parecía que no supiera que la estaba haciendo y no debía tener idea de sexo por lo que ya no sabía si era virgen y su himen no se rompía o qué. 

Solo me repetía, papá, ¿qué haces? papá, ¿qué haces? 

Esa cantinela me estaba poniendo más cachondo aún. 

Estaba al borde del orgasmo, la cama temblaba y justo al final, me agarré a sus tetas, esas tetitas tan ricas que tiene y eyaculé bien fuerte. 

-¡Aaaaaaaaaaaah! gemí, esperando que no nos oyera nadie, pero iba a ser difícil. 

 

Terminé de bombear y solté toda mi leche en ella. No pensé que fuera a quedarse embarazada ni nada por el estilo. 

Cuando me salí de ella me miró y me dijo:

-Papá, ¿qué has hecho? ¿por qué?

-Por qué eres mi hija, le contesté de mala gana, y puedo follarte cuando quiera como a tu madre. No tengo que pedirte permiso. 

Diciendo esto, ella se puso a llorar. Me sentí mal al verla llorar después de habérmela follado, pero ahora no podía arrepentirme. Lo hecho, hecho estaba. Ahora no era momento de lamentarse. 

La llevé al baño y la duché bien. Yo también me duché con ella. 

La sequé amorosamente y le dije que me perdonara, pero que ya la veía como a su madre y no como a mi hija. Ella se consoló y acabamos abrazados bajo el agua. 

Esa fue la primera vez de muchas que lo hicimos. La segunda vez me buscó ella y así hasta hoy. 

Todos aplaudimos la osadía de ese hombre. 

Solo quedaban las letras H e I. Eran los gemelos.

Habló primero la letra H:

-Tengo 40 años y desde hace un par de ellos, mi hermano y yo entrenamos un equipo de futbol femenino. Nuestras hijas juegan en el. Yo tengo dos hijas preciosas, una morena y otra rubia de ojos azules y mi hermano tiene otra hija de pelo castaño. Mi sobrina también es preciosa. 

Al principio las madres eran reacias a que dos hombres entrenaran a un equipo de chicas, pero después lo terminaron aceptando. 

Como sabéis los entrenadores estamos en el vestuario con nuestro equipo, animamos, damos técnicas, etc, pero también estamos cuando las chicas se duchan. Nuestras hijas no tenían pudor porque somos sus padres, pero con el resto podía haber algo de corte.

Enseguida empezaron a quedarse desnudas antes de meterse en la ducha delante nuestro y todo era normal. 

Todo comenzó hará unos meses. Yo había visto a mi hija la rubia, desnuda varias veces después de un partido y me estaba empezando a gustar. Lo que no sabía era que mi otra hija se había dado cuenta. 

Un día llovía a cantaros, pero al arbitro no le dio por suspender el partido. Total, que el campo estaba lleno de barro y en una falta mi hija se cayó al suelo. Estaba perdida de barro y después de acabar el partido se empeñó en que fuera yo el que la duchara. 

No quise, por supuesto, no íbamos a meternos los dos en la ducha. Se sentó en el banco del vestuario enfurruñada sin querer moverse. 

Cuando todas terminaron de ducharse y se fueron, nos quedamos los dos solos en el vestuario, No podía volver a casa así, por lo que decidí finalmente aceptar y nos metimos los dos en la ducha. La desnudé y eché el uniforme al cesto y yo vestido la enjaboné y la duché. 

Al ver caer el agua por su espalda desnuda me puse cachondo y se me puso dura. Me acerqué a ella e hice como sin querer que me chocaba y frotaba mi polla a través del pantalón contra su culo. Lo hice involuntariamente, pero ella se dio cuenta. 

-¿Estás frotándote contra mí, papá?

-Qué dices hija, para nada. Solo estoy duchándote. 

-Si, claro, seguro. Si quieres comer carne tu otra hija te mira como loca cuando follas con mamá.

Pero que lenguaje es ese, pensé. ¿Y qué es eso de que mi hija me espía cuándo lo hago con su madre? Tenía que preguntarle más. 

-¿Cómo sabes tú eso? 

-Porque he visto a mi hermana tocarse mientras lo hacéis. También la he visto espiarte en la ducha. Sin duda la pones cachonda. 

Terminamos en el vestuario y nos fuimos para casa. Esa noche tendría que preguntarle directamente a mi hija. 

Cenamos y noté como mi hija me miraba con deseo. A mi mujer le entró sueño y se fue a la cama pronto. Mi hija otra desapareció en su habitación. 

Cuando vi que mujer dormía, fui a visitar a mi hija. 

Estaba tumbada boca arriba con el pijama puesto pero no dormía. Me agaché junto a su cama. 

-Me ha dicho un pajarito que te gusta tu padre. 

-Pues...bueno...si. Mi hermana que se ha chivado ¿no?

-Si, pero no pasa nada. ¿Quieres que probemos como se hacen los niños? Le dije pícaro.

-Ya sé cómo se hacen. 

-Pero nunca lo habrás hecho. 

-Una vez, con un chico. Pero no me enteré de nada. 

-Ahora te haré ver el sexo de otra forma. 

Mi hija se quitó el pantalón del pijama y las braguitas y se abrió un poco de piernas. Yo también lo hice.

-¿Quieres verme las tetitas mientras, papá?

-Claro mi niña. Quiero vértelas. 

Se subió la chaqueta y el sujetador dejándome verlas. 

Me puse encima y agarrando mi polla con la mano derecha la penetré a pulso. 

Comencé a moverme dentro de ella. 

-Así papá, así papá, así papá. Me decía en cada embestida. 

Yo seguía follándomela, agarrando sus tetitas en cada embestida. 

Mi niña gozaba como una loca. Ponía los ojos en blanco, notaba que estaba a punto de correrse. 

Yo seguí dándole y dándole y ella me agarró el culo con sus manos. Me apretó las nalgaS y gimió al correrse. 

-¡Papiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Qué gusto por dios! ¡Aaaaaaaaaaah!

La miraba embobado. 

-¡Aaaaaaaaah! ¡Me corroooooooooooooooooooo! 

Mi niña era increíble. Follaba como nadie para ser tan joven. 

No duré mucho más y me corrí después de ella. 

Hasta que no me lo dijo no me di cuenta de que mi otra hija nos había visto follar. 

Con esto terminó el relato. 

El anfitrión nos dijo que no quedaba tiempo para la ultima letra. Tenía preparada una sorpresa. 

Volvieron a vendarnos los ojos los hombres que iban con el y oímos sonido de pasos. Era como si más personas estuvieran entrando en la sala. 

En esto que oí una voz que me resultó familiar. Cuando todo se calmó, volvieron a quitarnos las vendas y vimos que eran nuestras hijas. 

Estaban enfrente de cada uno de nosotros, vestidas con unos vestidos muy vaporosos todos del mismo color. Nos dejaban ver sus formas femeninas y pude fijarme en que al menos mi hija y la chica que tenia al lado no llevaban ropa interior. 

Mi hija me besó apasionadamente y entonces estalló la lujuria. 

Unas desnudaban a sus padres, mientras otras con la polla de su progenitor en la mano comenzaban a masturbarles. 

Mi hija me saco el miembro y tras chuparlo, comenzó una buena mamada. Su boca me chupaba el glande y luego bajaba por el tronco mientras me acariciaba los huevos con la mano. 

Solo podía ver por el rabillo del ojo al resto de mis acompañantes. El de las mellizas estaba masturbando a una mientras la otra lo masturbaba a él. Más tarde una de las chicas se subió encima de el y comenzó a follárselo. 

Mi hija también me cabalgaba a mí. Solo podía echar la cabeza hacia atrás y ya no me enteré de nada, estaba en éxtasis hasta que me corrí. 

Luego me contaron como cada uno se había follado a sus hijas, todos delante de todos. El hombre de 70 años se dejó follar por su hija, bueno la hija de su mujer y después la puso a cuatro patas apoyada contra la silla y allí se la volvió a follar hasta que se corrió por segunda vez. 

El vecino del padre de las mellizas hacia lo propio con la suya. Follaban en varias posturas y finalmente se rindieron al orgasmo dejándose caer finalmente en el suelo. 

Después el padre de las mellizas con sus hijas a cuatro patas, iba follándose en esa postura primero a una y luego a la otra. Aquello no tenía fin. 

El gordo barrigón también tuvo lo suyo con su hija. Finalmente al anfitrión también se la mamó su hija y acabaron follando con ella apoyada en el gran ventanal del ultimo piso donde estábamos.

No recuerdo la verdad como volví a casa pero aquella fue la mejor experiencia de mi vida. Yo sigo follándome a mi hija, aunque nunca he vuelto a saber del resto de padres. Imagino que seguirán con su vida incestuosa.

Si os gustado el relato y quereis comentar, escribidme a:  predicador111@hotmail.com

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