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La princesa Amanda Cap.1

en Fetichismo

Amo a mi prima, por más raro que parezca desde siempre he estado obsesionado con ella. Cuando ambos teníamos once años mi padre acostumbraba a llevarme a su casa para asar carne, mientras todos los adultos preparaban la cena afuera en el patio ella y yo nos íbamos a su cuarto junto con unos cuantos primos algo menores que nosotros. Estando ahí solos, o prácticamente solos porque los otros chicos eran muy pequeños para entender las intenciones de los juegos de mi prima, la reina y los súbditos, así era como le llamaba a el juego, ella ordenaba cosas y nosotros la obedecíamos.

—Exijo que pongan en orden todos mis zapatos.

—Lo haremos, princesa —dijimos todos los primos intentando sonar iguales.

Aunque todos éramos súbditos de ella, a mí me tenía cierta manía, no se si porque le caía muy bien o porque era apenas dos meses mayor que mi prima y manejar a alguien mayor que ella le gustaba más.

—Súbdito Axel (ese es mi nombre), quiero que te pongas de rodillas— impero cuando vio que no estaba ayudando mucho en agrupar las zapatillas con las zapatillas y las sandalias con las sandalias.

—Está bien, Amanda —he ahí mi error, dije la frase “está bien” en vez de solo decir sí, y después de ello me digirió a ella por su nombre, cosa que no le gusta que haga nadie mientras jugamos. Todo esto fue suficiente para convertirme en su súbdito personal. Se levanto de la cama donde estaba sentada con las piernas cruzadas y se acerco con un mal gesto hacia mi

—¿Quién demonios te crees? — al decir la palabra con d mis primos se asustaron bastante, su actitud era la de una maestra de escuela enojada, y a los once años o menos a todos nos asustan las maestras

Tartamudee un poco al intentar responderle —Pe. Perdón, yo solo pensaba que podía llamarte Amanda

—Entonces pensabas que podías faltarme el respeto y salirte con la tuya —mi prima me dio una patata en la espalda y me tumbo al suelo

—Desde ahora ya no serás un súbdito sino un esclavo, ¿entendiste, perro?

Ese fue el momento que lo cambio todo, por alguna razón ella estaba increíblemente enojada y yo terriblemente asustado, apenas logre contestar

—Sí, mi princesa— dije casi susurrando —pero no fue suficiente

—Los súbditos me pueden llamar princesa, tu en cambio me empezaras a llamar ama

—Sí, mi ama

—ahora tendrás obligaciones especiales y como eres un nivel más bajo que los súbditos serás tratado de peor manera. Besa mi pie

—¿Cómo?

—Se has equivocado de nuevo, esclavo. Dale un beso a mi zapatilla

—S. sí, ama —con miedo, me acerque arrastrando mis rodillas a ella estando de pie, junte mis labios a la punta de la zapatilla que llevaba puesta y le di un tímido beso

—Vas a obedecer todo lo que diga desde ahora, ¿cierto?

—Lo hare, ama —en este punto mis ojos estaban llorosos y mi mirada baja, sin embargo, la sonrisa que me dio mi prima en ese momento se sintió tan bien que yo se la devolví, luego regresé a bajar la cabeza.

Aunque antes de todo ella y yo éramos enemigos, ahora sentía como si estuviéramos más unidos. Amanda se sentía feliz de tener alguien con quien jugar sin ningún límite, y yo me sentía feliz de tener a alguien que me necesitara y pareciera quererme.

—¿Quieres seguir jugando, esclavito? —dijo ahora con una voz divertida y animada, y yo esta vez más calmado y emocionado logre contestarle sin tartamudear

Asiento con la cabeza y una sonrisa y digo:

—Sí quiero, mi ama —en ese momento mi prima se sienta sobre su cama, que, así como la mayor parte de su cuarto está bastante desordenado, deja sus pies sobre el suelo mientras los señala con el dedo índice.

—Quiero que lamas mis pies —dice al mismo tiempo que hace una sonrisa y levanta las cejas enérgicamente como una niña mimada.

Mis primos al otro lado de la habitación solo nos observan, extrañados por lo que está pasando, aun creyendo que estamos jugando inocentemente. Sin embargo, ya no me siento mal por sus humillaciones, es todo lo contrario. Entonces, con los codos y rodilla en el suelo me arrastro hacia ella.

—Sí, ama Amanda —ahora saque la lengua de mi boca y la deposito sobre el empeine de su pie derecho. En ese momento ella dio unas cuantas risitas que contiene, parece que el hecho de que pase mi lengua húmeda por la piel de su pie en serio le está divirtiendo. No sabia realmente como debía hacerlo, así que solo imagino que su empeine es una paleta de helado y deslizo mi lengua arriba y abajo por ella.

—Te falta mi otro pie, esclavo —mueve a un lado su pie izquierdo y yo hago lo mismo con él.

Mientras hago mi tarea mi ama toca mi pelo y lo revolotea, ahora yo soy una propiedad suya, soy un juguete.

—¿Ahora que quieren que haga nuestro esclavo? —les dijo a mis otros primos y primas que nos estaban mirando sin saber cómo reaccionar.

Después de algo de silencio Angelica, la mayor de todos ellos con once años y medio, hablo:

—Has que limpie las plantas de tus pies, princesa —los demás hicieron muecas y sacaron risas por lo extremo de la idea

—Es una gran propuesta, gracias por ella súbdita Angela. Ahora hazlo, esclavo Axel.

—Si, ama —intento quitar sus zapatillas con mis manos y en eso oiga a un primo hablar

—Haz que te quite los zapatos con la boca —otra ronda de muecas. Miro a Amanda a los ojos en busca de respuestas

—Hazlo, esclavo —dejo mis manos en el suelo mientras ella levanta uno de sus pies creando sus piernas. Ahora intento tomar el pequeño tacón de su zapatilla con mis dientes al mismo tiempo que mis primos ríen de lo inútil de mi esfuerzo, finalmente logro tomarlo fuertemente y lo deslizo para sacarlo. Logro oler sus pies

—Esclavo, tengo que decirte que tu dueña no es tan fina como aparenta y no acostumbra a tomar duchas después de jugar futbol, me temo que mis pies han de oler bastante mal, seguramente saben horrible, espero que te gusten —se está burlando de mi aparentando madures y crueldad.

Lo que dice es cierto, ella juego futbol conmigo en el parque esta misma mañana, con esas mismas zapatillas, seguramente todo el sudor se ha acumulado herméticamente. Curiosamente huelen a queso, así como la típica idea de a que huelen los pies apestosos, huelen a queso añejo.

—Que estas esperando, esclavo, limpia mis pies —mis primos nos miran con los ojos altamente abiertos, Angelica es la más feliz de todas.

—Sí, ama Amanda

Lo hago, nunca había hecho nada parecido, y es que realmente nunca me había fijado en los pies de ninguna mujer hasta ese momento, no me atraía la idea de chupar unos pies sucios, sin embargo, la orden de mi ama no solo es suficiente, sino convincente y me hacía quererlo de una forma extraña y exagerada; si ella quiero hacerlo, yo lo quiero más aún. Mi lengua hace contacto con su planta, mi saliva se riega en todo su pie y logra quitar la pegajosa textura del tacto que seguramente fue provocado por el sudor. Parezco un verdadero perro, mi ama sabe esto y ríe, ya con los dos pies descalzos, ella los junta y alza las piernas, así únicamente con mi boca puedo chupar su par de pies.

Solo quince minutos y sus pies están llenos de mis babas, mi lengua seca y encuentro un sabor salado en boca. Ahora sigo haciendo lo mismo esperando que mi ama diga algo, miro sus piernas blancas, su falda purpura, su camisa a cuadros rojos y negros, su rostro sonriente, sus lentes, su coleta, sus cejas marcadas, sus labios rojos resaltando en su pálido rostro y finalmente veo que es realmente linda. Observa lo que hago y me contesta.

—¿Ya se cansó su boca? —mis primos se ríen —Bien, mis pies se sienten muy bien, de hecho, están bastante húmedos, eres como una babosa —en ese momento golpea levemente mi mejilla con su plata y me moja con mi propia saliva, yo solo hago una mueca.

—¿Tienes hambre, mi esclavo? —no se a que va la pregunta, así como no sé cómo contestarle

—Me encuentro bien, gracias por preguntar, ama —digo confundido y con la mirada en sus pies

—Yo no pregunte eso, ya hemos jugado mucho, ¿tienes hambre?

—Bueno, si tengo algo de hambre, ama

—Entones tendré que alimentarte —quisiera saber que quiere decir con eso.

—Niños (se refiere a mis primos), bajen al comedor —dice ella, de inmediato salen de su cuarto y bajan las escaleras hasta llegar al comedor.

—Aun tengo que hacer algo contigo, quítate la camisa

—¿Disculpe, ama? —lo que me pide es algo extraño, como puedo estar sin camisa en una casa ajena, mis tíos seguramente me verán y me dirán algo.

—Solo hazlo, es mi esclavo a haces lo que diga —así que la obedezco, como miedo me quito la camisa que vestía y la dejo en el suelo

—Ahora gatea hasta abajo, mientras estemos solos, tu debes gatear y no caminar. Sígueme.

Detrás de ella y sin camisa la sigo, creo que ella se hace la idea de que soy una clase de perro. Golpeo mis rodillas en las escaleras, pero finalmente logro bajarlas, es ahí donde me asusto al ver que mis tías se encuentran hablando en la sala, respondo rápido y me pongo de pie para que las señoras no me vean como un perro.

—Oh, que bueno que ya bajan a comer, Axel… ¿Por qué no llevas camisa? —una las mas alegres de mis tías me pregunta.

—Yo bueno… es que me dio calor y me la quite —cosa que no era mentira, tenia calor ya que estamos en verano.

—Ah… claro, siéntete como en casa —todas en la sala me miran raro, ahora soy el maleducado de la familia oficialmente

—A mi primo no le gusta mucho usar ropa, verdad ¿Axel?

—Sí, bueno, a veces —ella siempre encuentra la forma de mantenerme humillado

—Iremos a comer algo, por cierto, buenas noches, tías —y les dio una sonrisa que aparentaba ser linda y Cortez. Ella avanzo hasta el comedor y yo la seguí por detrás con algo de vergüenza.

Todos mis primos se sientan a orden de mi prima, entonces toma la ultima silla y la muevo para que mi prima pueda sentarse y finalmente lo acomodo, supongo que había visto a un sirviente hacer eso en una película y lo imite.

—Mi pueblo está hambriento, esclavo, toma los platos y sírvenos de comer —entonces tomo cinco platos y cinco vasos y los coloco sobre la mesa, en todos sirvo una porción de pollo y otra de puré de papa, vierto limonada en sus vasos y finalmente coloco los utensilios.

—No te preocupes, tú también vas a cenar, pero tendrás que esperar tu turno. Mientras, creo que la condesa Angelica requiere de tus servicios —condesa, parece que ha inventado nuevos puestos superiores a los súbditos. Volteo para ver a mi prima Angelica, de un año menor que yo y con una melena rubia y ojos infantiles.

—Quiero que masajees mis pies mientras como, esclavo —esa última parte le costó un poco decirla

—Debes contestar con decencia, esclavo —me regaña mi ama

—Me alegro de que me dé el honor de dar un masaje a sus pies, condesa Angelica —entonces, me pongo de rodillas y gateo bajo la mesa hasta ella, tomo sus bailarinas algo usadas y se las quito. Con sus pies a cinco centímetros de mi cara y mi estomago en el suelo me dedico a masajear sus dos pies a la vez.

Todos empiezan a comer y noto que mi estomago ruje. De vez en cuando, Angelica frota sus pies en mi cara y los acerca a mi nariz para que los olisquee y ella solo sonríe.

—Parece que te gustan, te permito lamerlos, perro —estoy tan metido en el papel que solo lo hago, postro mi lengua sobre sus plantas y metas sus diosas en mi boca.

—Gracias, condesa —ella se ríe de que yo le de las gracias a una niña de diez años por dejar lamer sus pies. Después de unos minutos hablar mi prima.

—Te llego la hora, perro —y me lanza una sonrisa de su rostro

—Acércate a mi —calzo a Angelica y te rodillas me coloco debajo de su lugar, posteriormente toma una cucharada de puré de papa y la lanza al suelo, ahora lo pisa con sus pies, el puré se desparramo por el suelo y sus dos pies

—Tenias mucha hambre, verdad, ahora come

Quito el puré que quedo pegado a sus suelas y lo trago, la parte más difícil fue entre sus dedos, uno por uno debí de lamer entre ellos para no dejar nada. Aunque sus pies quedaron pegajosos y llenos de babas ya no había nada de puré en ellos, finalmente mi ama observo mi trabajo y me felicito con acariciando mi cabello.

—Pueblo, ordeno que participen en esto y alimenten al esclavo de la misma manera —en ese momento todos mis primos empezaron a tirar algo de comida al suelo.

Primero limpie pollo y salsa de tomate de las bailarinas de Angelica, luego chupe los pies de uno de mis primos que se había descalzado y vertió puré sobre sus empeines, y al final tome el vaso de limonada en la que la mas pequeñas de mis primas había metido sus pies para luego limpiarlos yo. Por último, lamí los restos que había sobrado en el suelo y agradecí a todos por mi trabajo.

—Gracias amo Raúl, por dejarme comer de sus pies. Gracias ama Graciela por dejarme tomar de sus pies. Gracias ama Angelica por alimentarme con su calzado. Y gracias ama Amanda por animar a todos a servirles.

—Lava los platos rápido, nosotros iremos a prepararnos para salir al parque, ah y ponte una camisa, mi madre no puede verte salir así

Pongo todo en la tarja y los limpio con la esponja, salgo del comedor y me dirijo hacia la calle. Ahí están ellos, me están esperando. Al frente de la cabeza va mi prima y al lado de ella Angelica y yo, todos vamos caminando al parque que está cruzando la calle.

—Mi papá solo nos dejo hasta que el sol se ponga, así que tenemos una hora para divertirnos —dijo Amanda, no se a que se refiera ella por divertirse, pero no espero que sea bueno para mi

Cuando llegamos mi ama se sube al resbaladero más alto, ese es su trono, desde ahí da sus ordenes

—Todos darán tres vueltas a la pista de atletismo, excepto nuestro esclavo que correrá seis —acto seguido todos empiezan a trotar por la pista, incluyendo mi ama, ahí es cuando noto que llevan puestos tenis para hacer deportes, creo que esto fue premeditado por mi prima. Luego de diez minutos de correr logro terminar mis seis vueltas, sin embargo, estoy exhausto y sin aliento. Mis primos se han sentado en unas bancas cuando terminaron sus vueltas, así que voy hacia ellos, seguramente mi ama tendrá una orden para mi después de todo esto. También ellos se notan cansados, están sudando y bebiendo agua helada de termos que trajeron.

—Esclavo, quita mis tenis, después de correr creo que mis pies han sudado mucho —desato sus agujetas y retiro su calzado para encontrarme con sus calcetas las cuales están empapadas de sudor

—Tu reina no puedo andar por ahí con calcetas mojadas, quítamelas y métetelas en boca para limpiarlas

Quito sus dos calcetas rosas y las meto en mi boca, apenas caven y me hacen ver como una ardilla que ha llenado sus cachetes de nueces. Mi boca se seca por el sudor y ahora solo trato de limpiarlas con mi lengua.

—Los pies de mis súbditos también están mojados, descálzalos —uno por uno quito sus tenis y recojo sus calcetas

—Tendrás que limpiar todo eso, recuérdalo —dice mi ama muy sonriente

Después de sentir que las calcetas de mi ama Amanda están menos sudadas el saco de mi boca y sigo con las de la condesa Angelica, luego Gricelda y finalmente mis primos.