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La princesa Amanda Cap.3

en Fetichismo

Cailyn: la chica de las calcetas olorosas

Después de conocer a unas amigas de mi prima, y convertirme en el nuevo juguete de estas chicas, la vida en el instituto se ha vuelto bastante más divertida. Aunque no veo a mis amas a diario, generalmente ellas me buscan cada semana y se les ocurre una nueva manera de utilizarme. La primera vez que esto paso fue tres días después del primer encuentro.

—¿Te acuerdas de nosotras, chico? —Cloe me sorprende dándome un ligero toque en el hombro, yo giro de inmediato.

—Ohh… sí, claro, las recuerdo —mi grupo de amigos se sorprende de que yo conozca a un trio de chicas lindas de último año.

—Entonces apúrate, tonto, tenemos cosas que hacer —mi ama Madison siempre trata de ser dominante. —Y ustedes que ven par de nerds —mis amigos voltean la mirada y tratan de susurra escusas.

—Vamos —en cuanto empiezan a caminar las sigo.

—Disculpen amas, pero me gustaría saber a dónde vamos.

—Iremos a comprar algo a la cafetería —Ava me regala una sonrisa al contestarme.

La cafetería de la escuela no es el lugar indicado para gente como yo, esta llena de bullicio y adolescentes conversando sobre las mesas mientras comen sus meriendas, las únicas personas que van ahí son las que tienen grandes grupos de amigos y no les molesta el ruido y las conversaciones ajenas. Cuando llegamos logre observar que Madison conocía a varios de los chicos de ahí, los saludaba con el puño y hacia un par de comentarios sobre sus clases.

—Sírvenos de algo y cómprame una hamburguesa y una soda de limón, niño.

—Y a mí una ensalada y un cupcake —dice mi ama Cloe mientras acompaña a Madison a sentarse en una de las mesas.

En ese momento veo que la única que no me a pedido nada es Ava, ella está parada a lado mío.

—No quiere que le compre algo, ama Ava.

—No te preocupes, yo puedo comprar mi comida sola, pero gracias. Por cierto, estamos en público, no tienes que llamarme ama, ni nada de eso.

—Sí, claro —entones los dos nos formarnos al final de la fila.

Después de que ella compre su almuerzo y yo el de mis amas (que por cierto tuve que pagar con mi mesada) nos dirigimos a la mesa donde están las dos chicas.

—Maldición, ya era hora esclavo, sentí que te tardabas una eternidad.

—Aquí tienen.

—Madi y yo pensamos en algo mientras hacías fila, y creemos que te va a gustar.

—Al suelo, perro —Madison apunta a sus pies con el dedo índice.

—¿Ahora mismo, aquí?

—Por supuesto, tontito —dice Cloe.

Observo a los lados e intento actuar lo mas discreto posible mientras me coloco bajo la mesa.

—Madison, el lugar está repleto, la gente lo mirara —los ojos negros de Ava se abren cada vez que protesta.

—No hay problema, ya pensamos en eso, cari. Ahora quita nuestro calzado, esclavo. —Cloe lleva puestos unas sandalias de tiras y Madison unos tenis Vans, los desabrocho y los pongo a un lado mío. Veo sus pares de pies rojitos por la caminata, Madison no llevaba calcetines y sus pies había sudado un poco.

—No te emociones tanto, perro. Hay mucha gente aquí así que solo nos darás un masaje a ambas —me da miedo el hecho de que alguien me vea y empiece a hacer preguntas, pero igualmente empiezo el trabajo.

Empiezo con el pie de Cloe que lleva las uñas pintadas de rosa infantil, con mis dos manos hago movimientos circulares en su planta derecha, y luego y en izquierda. Ahora los pies de mi ama Madison, con una mano en el talón y la otra en los deditos, sus pies huelen más que los de la ama Cloe por lo que intento cada vez hacer mi nariz a hechos, pero cuando mi rostro está a cuatro centímetros de su planta oigo una voz que no conozco.

—Hola, chicas, ¿Cómo les fue en matemáticas?

—Aburrido, como siempre, pero creo que pasare con un ocho y medio. Es más que suficiente —ahora es la voz de Madison.

—¿Quería saber si alguna de ustedes podría ayudarme para la prueba del jueves? —en ese momento, mueve una de las sillas para sentarse y logra verme, al momento se sorprende un poco.

—Ohh… ¿Quién es el chico bajo la mesa? —me quedo en shock y tan solo logro ver sus ojos ámbar, su pelo castaño recogido con una liga y su camiseta deportiva que resaltaba sus grandes pechos.

—El es mi primo: Axel, nunca he tenido la oportunidad de presentártelo —Cloe está mintiendo para hacer menos rara la situación —Vamos primito, salúdala.

—Hey… H-hola.

—¿Y por qué está bajo la mesa…?

—Es bastante divertido, mi primo y yo apostamos en un juego, el perdió y como castigo le ordene darme un masaje en los pies.

—Ahh… ¿parece que ustedes son muy cercanos?

—Nos criamos juntos, el y yo somos como hermanos.

—¿Quieres ayudarme en el castigo?

—¿Cómo?

—También podría darte un masaje a ti, si quieres claro.

—No, en realidad estoy bien, gracias.

—Vamos, anímate linda, te va a gustar.

—Bueno, pero no creo que a Axel le vaya a gustar tanto.

—N-no te preocupes, no veo porque me disgustaría —intento sonar normal, relajado —empiezo a quitar las zapatillas deportivas que lleva puestas.

—Siento, lo del olor. Estoy en el club de atletismo y hago practica por la mañana —al retirar sus calcetines noto el olor a sudor en sus pequeños pies. Primero froto sus talones y prosigo a estirar cada uno de sus dedos, cada que dejaba de ponerme atención acercaba mi nariz a sus pies y olía ese maravilloso hedor.

Después de un rato parece que mis amas han terminado de explicarle el tema de matemáticas a la chica, esta mueve un poco la silla y comienza a calzarse de nuevo.

—Gracias por el masaje Axel, por cierto, me llamo Cailyn, espero verte pronto, chico —ella termina de abrochar sus agujetas y se va del lugar despidiéndose con la mano. —Bay, chicas.

—¿Te ha agradado esclavo?, porque probamente le veas pronto.

—Por supuesto, ama Cloe.

—Se me ocurre algo divertido para hacer.

—¿En qué piensas ahora Madi? —dice ama Ava.

—Síganme para verlo, incluido tu perro. —me levanto y junto con mis amas seguimos a Madison a lo que luego sabemos es la biblioteca de la escuela. Sin embargo, no entramos ni nada por el estilo, sino que la rodeamos y llegamos a una pequeña zona donde hay pasto, pero no personas.

—Pensaba que este era tu lugar donde te escondes cuando faltas a clase —Ava trata de criticarla, pero ella no le toma importancia.

—Quítate la ropa, pero, vamos que no te de vergüenza, nadie te va a ver —La obedezco y empezando por mi camisa paso a mis pantalones y finalmente quedo solo con ropa interior.

—Sabes, te falta hacer algo de ejercicio, perro —dice Madison refiriéndose a mi estómago.

—Esta bien para un niño, Madi.

—Hay, saben que las amo a las dos, pero no pueden tratarse bien por un momento, como me hartan —dice Cloe. Ama Madison corta un pedazo de la hamburguesa que estaba comiendo y la tira al piso unos metros más allá.

—Vamos, perro, ve por tu comida —creo que tarta de imitar el lanzarle un palo a un can, así que me pongo a cuatro patas y voy hasta el pedazo de comida que cayo en el pasto, lo agarro con la boca y miro a mis amas.

—Ahora si te pasaste, Madison.

—Hey, Ava, sé que tratas siempre de pelearte con Madi, pero puedes parar. Al chico le gusta, Madi se divierte, yo me divierto, puedas también intentarlo. —Ava suspira y reflexiona un rato.

—Bien, creo que debo dejar de ser una aguafiestas. Pásame tu cupcake —Ava corta el cupcake en partes y las va lanzando al suelo. —No olvides comerte todo, esclavo.

—Ya estas aprendiendo —de rodillas voy por todos los pedazos de cupcake y me los como sin usar las manos como un perro.

—Te falto una parte, esclavo —Ama Madison tira el resto de la hamburguesa al suelo, voy a sus pies a comerla, pero al acercarme ella lo pisa con sus tenis.

—Aun así, tendrás que comerlo, esclavo —lamo las partes que se han regado el pavimento al pisarla, ella levanta su pierna izquierda y comienzo comer directamente de la suela de su calzado, con mis dientes quito los pedazos de pan que se han quedado pegados.

—Gracias ama por alimentarme —ella ríe bastante por mi auto humillación.

—Ustedes no quieren hacerle algo más a nuestro perro —por primera vez, veo a mi ama Ava tener iniciativa.

—Cloe descálzate al igual que yo, que tal si corremos un poco y obligamos al esclavo a limpiar nuestros pies.

—Ya estas haciendo buenas ideas —sin calzados ni calcetines empiezan a dar vueltas por el césped, mientras intento terminar de comer toda la hamburguesa.

—¿Esto te gusta, pervertido?

—Sí, ama Madison, adoro estar bajo su dominio, por favor úseme más, como a usted le placa.

—Tienes unos gustos algo raros, esclavo.

Cuando termino con mi comida personalizada, Cloe y Ava terminan su caminata. Se sientan en el suelo, apoyan sus espaldas sobre la pared y extienden sus piernas mostrándome las plantas de sus pies.

—Que esperas esclavo, nuestros pies no se limpiaran solos —toda su piel esta llena de tierra y hojas que abran pisado por ahí. Me acomodo como un perro y empiezo a lamer su suciedad. Después de unos minutos mi lengua se torna negra y mi boca se empieza a secar.

—¿Tienes un problema, esclavo?

—Parece que tienes algo de sed, déjame hacerte el favor. Acércate —mis amas me dan varios escupitajos y yo abro la boca para intentar tragarlos todos.

—Gracias amas por hidratar mi boca.

—Querrás decir hocico, puerco —la broma de mi ama Madison provoca la risa de las demás.

A lo lejos logro escuchar el sonido de la campana tocando, lo que significa que la cuarta hora de clase va a comenzar.

—Siempre nos hace falta más tiempo, vamos, esclavo, cálzame mis sandalias que vamos tarde —me ordena Cloe. Luego de colocarle los zapatos a mis amas y vestirme ellas me ordenan despedirme.

—Desde ahora, siempre te despedirás de nosotras besando nuestros pies, y nos agradecerás por tratarte como mereces —dice Madison mientras me jala el cabello.

—Sí, ama, lo hare —me arrodillo y empiezo a besar la punta de sus tenis —Gracias ama por darme de comer desde sus pies. Gracias ama Cloe por invitar a su amiga a humillarme. Gracias ama Ava por dejarme limpiar sus pies.

—Ha sido todo un placer, esclavo —dice ama Ava entre risitas.

Después de eso cada uno fue a sus respectivas clases. Durante todo el año pasaron esta clase de cosas esporádicamente, cada vez que se aburrían mis amas iban a buscarme. A los meses Cailyn, la chica amante del atletismo a la que le di un masaje volvió a hablarme, yo estaba sentado solo en una banca y ella se me acerco.

—Que tal Axel, ¿Cómo te va? —su rostro aperlado y sus cejas bien definidas se posaron bastante cerca de mí.

—Bien, es decir, nada excepcional, como siempre —en un entorno normal no se da tan mal el hablar.

—¿Disfrutando del instituto?

—Más bien sobreviviendo —los dos intercambiamos una sonrisa, ella va vestida como siempre: camisa para correr, leggins y unos tenis de velocidad.

—Hace unas semanas Cloe me conto algo interesante sobre ti, y quería saber si era verdad —siento que me estoy metiendo en un camino del que saldré mal parado.

—¿De mí? No sé a qué te refieres.

—Si, sobre si eres un fetichista.

—Emm… bueno, no es algo que le diga a todo el mundo, pero si lo soy —me muero de vergüenza.

—Vine contigo por que tengo algo que tal vez te gustaría tener.

—¿De qué hablas?

—Tu sabes que yo corro mucho, y quería saber si estarías dispuesto a comprar mis calcetas usadas —en este momento ya estoy temblando un poco.

—Y-yo, que si quisiera comprar tus calcetas.

—Sí, hablo de ti, conozco a varios fetichistas y les estoy ofreciendo mis calcetines y tenis para guardar algo de dinero.

—Me interesa, pero de cuánto dinero hablamos.

—Cincuenta el par.

—Cincuenta es la mitad de mi mesada semanal.

—Si tu no los quieres hay otros que sí, sabes —saco un billete de mi bolsillo y se lo doy.

—Esta bien, tal vez compre unos cuantos más —en eso abre su mochila y saca una bolsa hermética donde se encuentra el par.

—Las bolsas guardan el olor y el sabor mejor, cuando pase el tiempo te recomiendo mojarlas un poco y darles con un secador para el pelo, las deja como nuevas. Las que de las use tres días. Si quieres algo especial solo dímelo y te daré un precio.

—Si que has pensado en todo.

—Oye, por cierto, ese masaje que me diste hace unas semanas en serio me gusto.

—Me han dicho que tengo cierto talento.

—Quisieras volver a hacerlo —como no parece haber nadie alrededor acepto rápidamente.

Le quito sus tenis y calcetas y noto su bello olor, junto mi nariz a sus deditos y aspiro.

—Parece que tu lo disfrutas más que yo.

—Desde que era un niño me han gustado los pies.

—¿Y te gustan mucho los míos?

—Su olor y tacto son únicos.

Tomo su planta y con mi pulgar empiezo a dar vueltas en círculos. Ella cierra los ojos y se relaja mientras hago el trabajo. Luego de varios minutos masajeando acerco mi cara y meto su dedo gordo en mi boca. Ella se sorprende, me mira, pero no se asusta.

—Me gusta lo que haces, sigue.

Entonces saco mi lengua por completo y comienzo a chupar sus suelas, una a la vez lamo desde su talón a la punta de sus dedos, mientras Cailyn suspira y parece disfrutarlo mucho.

—Sigue, vamos, sigue.

Lamo con más fuerza y ella comienza a gemir.

—Para, fue suficiente.

—¿Le gusto?, ama.

—Si, fue maravilloso, gracias Axel.

—Gracias a usted.

—Serias tan amable de calzarme, tengo que ir a clases —la obedezco y ella se va.

Durante todo el mes gaste mis ahorros para comprar los calcetines de Cailyn. Estando solo en mi habitación me quitaba los pantalones, coloca un calcetín en mi nariz y otro en mi pene y comenzaba a masturbarme, mientras susurraba cosas como “Ama Cailyn, sus pies huelen a gloria”, “Gracias ama Cailyn”. Ella se había convertido en otra ama para mí, aunque nunca participo con Madison ni las demás en mis humillaciones en la escuela. Tan solo de vez en cuando ella me dejaba llevar los tenis con los que acababa de correr al baño de hombres, una vez ahí, los lamia con devoción y olía el interior, por supuesto, luego de todo esto yo le debía de dar más dinero. Me pidió darle masajes en otras situaciones, pero siempre se negó a tratarme como las otras chicas, decía que, aunque a mí me gustara no tenían derecho a maltratarme.

Finalmente, paso algo que no me esperaba. Parece que un día ella estaba realmente molesta porque un chico la había cortado, y se había conseguido alguien más linda, lo que la enojaba más, así buscaba cualquier persona con la que desquitarse, fue ahí donde me tope de nuevo con ella.

—¿Tienes algo que te pueda comprar?

—No, no tengo nada, porque no solo me dejas en paz.

—Lo siento, ¿te pasa algo? —no entendía porque una chica tan alegre estaba casi llorando.

—Si, me pasa algo, que todos los chicos son tan tontos, que no saben nada de sentimientos.

—Yo solo hice una pregunta, si no quieres contestarla está bien —en cuanto me iba, ella me tomo muy fuerte de los hombros y con agresividad me arrastro por el pasillo.

—Hey… ¿Qué haces? Esto duele.

No le importaron mis palabras y tan solo me llevo al baño de mujeres, reviso que no había nadie ahí y cerro la puerta con seguro.

—¿Por qué me llevas aquí? —recibo una bofetada y me inclino para sobarme.

—¡Qué ¡¿no era esto lo que querías maldito pervertido? ¿no querías que te golpeara?

—Para, por favor —recibo varios jalones y un gancho en el estómago.

—Ahora te aguantas, tú también eres mi esclavo y me respetas, ¿entendiste?

—Sí, ama —en este momento ya estoy tirado en el piso.

—Quítate tu ropa, solo eres un perro, y los perros no llevan ropa —sigo su orden, pero por el miedo actuó de forma torpe.

—Vamos, hazlo rápido, idiota —ya solo en boxers ella me mira con desdén y me vuelve a gritar.

—Que te he dicho, perro, totalmente desnudo —con mucha vergüenza, pero excitación me quito la ropa interior frente a ella.

—En serio eres un maldito puerco.

Con su tenis empieza a pisar mi pene en erección que estaba posado el suelo, Cailyn desquita su furia pisando con mucha fuerza mi miembro mientras gimo en voz alta.

—¿Esto te gusta?

—Sí, me gusta.

—Si ¿Qué? Que acaso no tienes la obligación de llamarme ama.

—Sí, ama Cailyn, me gusta que me pise.

—Sí así es quítame mis tenis.

Después de hacerlo intento lamer sus calcetines y ella me da una patada en la cara.

—Yo no te he ordenado lamer mis pies, esclavo —mi ama vuelve a golpearme en la cara.

—Ahora acuéstate.

Con su pie en dentro de sus calcetines empieza a masturbarme. La fricción entre el algodón y mi piel es dolorosa, pero ella no para de hacerlo y eso me gusta. Finalmente termino sobre sus pies.

—Arregla el desastre que has hecho sucio perro —me levanto del suelo, tomo su pie y lamo mi propio semen de sus calcetas.

—Eres un guarro y un sucio, quítamelas ya, te las regalo —mi nueva ama muy enojada me deja quedarme con sus calcetas manchadas. Ella se pone sus tenis y se va del baño sin dirigirme la palabra, sin embargo, la expresión en su rostro muestra que ya nunca más nos veremos.