miprimita.com

La hechicera y la lesbiana Parte VII (El trabajo)

en Lésbicos

La hechicera y la lesbiana Parte VII (el primer trabajo)

Pedro despertó temprano, no serían más de las 7 de la mañana pero Karla ya no estaba en la cama, le había dejado una notita en el buró con un beso pintado que solo decía “espero se repita”, sonrío sin dase cuenta y en su interior sospechaba que sería un buen día, comenzó a buscar su ropa pero recordó que había subido a ese cuarto con la lencería de Karla, así que se la puso de nuevo y bajo al cuarto de lavado buscando sus cosas solo para darse cuenta que toda la ropa había desaparecido, caminó hacia la sala y de pronto fue interceptada por Josefina que vestía un sexy camisón de seda.

-Hola Pau, buen día

-Ay, hola Jose, oye estoy buscando una ropa que deje en la lavandería pero no logro encontrarla-

-No te preocupes por tu ropa, los domingos Lety lava todo lo que encuentra en ese cuarto, seguro la metió a lavar junto con mis cosas-

-Bueno, de cualquier manera había preparado algo de ropa para el trabajo que me dijiste de hoy, me baño y me pongo eso, lo deje en el cuarto de huéspedes.-

-Me parece perfecto, arréglate y cuando salgas te llevo con Doña Cecilia, ayer mismo le conté de ti y está muy emocionada, es una señora que se divorció porque encontró a su marido con otro hombre, ¿te imaginas? ¿Qué decepción no? Pues total, ella se quedó con una gran parte de la fortuna del pobre tipo, creo que después de eso ella decidió empezar a experimentar con las mujeres y es una clienta muy generosa créeme.-

Pedro fue directo a bañarse imaginando como sería Doña Cecilia, la visualizaba como una señora de alta sociedad, elegante, con el dinero que al parecer tenía seguro que se deba ciertos lujos y cuidados, estas ideas rondaron su cabeza mientras se aseaba, esta vez el baño fue rápido, no sintió la necesidad de tocarse como ya le había sucedido un día antes, el día de hoy, después del sexo tan satisfactorio que había tenido con Karla, se sentía radiante, contenta, no sabía ni cómo explicárselo ella misma.

Se arregló con el coqueto jumpsuit y las sandalias que había escogido un día antes del closet, y bajo a desayunar con Josefina que ya tenía listo jugo, leche, cereal, pan tostado, fruta y café, comió con una energía pocas veces vista en una mujer lo que sorprendió a su anfitriona que solo atinaba a reír de cuando en cuando de una manera discreta, Pedro no se daba cuenta de lo graciosa que se veía comiendo de esa manera tan impulsiva, así pasaron el desayuno, sin cruzar palabra y cuando ya solo quedaba tomar el café vinieron las preguntas.

-Jose, entonces esta señora Cecilia, ¿así se llama verdad?-

-Así es Pau, ¿qué quieres saber? ¿Estás nerviosa? Es normal mi reina-

-Si la verdad un poco, ¿cómo es ella? ¿Me refiero a físicamente?-

-Ay Pau pues que te puedo decir, es una señora ya de más de 50 años, sin embargo es hermosa, espera a que la veas, no podría describírtela la verdad soy malísima para describir a la gente, lo que sí podría decirte es que se operó las tetas y las tiene enormes, le quedaron de infarto jajaja-

-Ay jeje, bueno pues supongo que tendré que esperar a conocerla, y ¿qué le gusta o qué crees que me pida? Si estoy algo nerviosa por esa cuestión la verdad-

-No te preocupes, siempre ha sido muy gentil con las muchachas que le mando, todas llegan contentas y con algún regalito extra-

-Oye y en la tarde crees que ya esté libre, como a eso de las 5, es que tengo una cita (Pedro no había olvidado que quedo con Sonia de platicar con su hija)-

-Si claro, Doña Ceci no pide que se queden con ella, talvez unas 3 o 4 horas y ya estarás libre y con unos pesitos en la bolsa-

-Está bien pues, ya me relajo.-

Dicho lo anterior, los dos monumentos de mujer se levantaron, Pedro fue por la mochilita que había preparado con algunas cosas necesarias y Jose fue directo a encender el automóvil, el viaje en el carro fue tranquilo, Pedro no dejaba de pensar en lo rico que había sido estar con Karla por lo que no dijo palabra alguna y Jose estaba planeando en su interior como sacarle el mayor provecho a la putita que llevaba en su asiento derecho y que sola había caído en sus manos como regalo divino para exprimir todo lo que pudiera ofrecer, pensaba que era una lástima que no quisiera estar con hombres, de esa manera ya la tendría trabajando a turno completo, pero tampoco le inquietaba tanto, de una u otra manera iba a conseguir dinero a costa de la inocente joven, y de hecho, solo por llevársela esa mañana a Doña Cecilia ya se había ganado 100 Dlls, Jose sabía muy bien lo que le esperaba a Paulina y no era exactamente como se lo había platicado, Doña Cecilia a partir del fracaso de su matrimonio, se había vuelta una mujer insatisfecha que encontró en el sado-maso una salida a su frustración, le gustaba amarrar hombres y mujeres, usar ropa de cuero, látigos, fustas, grandes consoladores, pinzas, el spanking, y un sinfín de juegos que le terminaron por encantar, todas las empleadas en su mansión eran también sus esclavas y le encantaba hacerlas participes de sus más retorcidas fantasías.

Al llegar a la casa, Pedro quedo sorprendido, en realidad era grande y estaba en una de las colonias más exclusivas de la ciudad, en unas colinas hermosas, los terrenos de cada propiedad eran enormes, al estacionar el carro frente a la entrada, una sirvienta vestida al más puro estilo francés se aproximó para abrir la puerta del copiloto, Jose solo le dijo -suerte, paso por ti cuando Doña Ceci me lo indique-

La aparente empleada doméstica dio la bienvenida a Pedro, la invito a pasar a la gran casa y este no se dio cuenta que el traje de sirvienta por detrás tenía un gran escote en la espalda que llegaba al punto en el cual podía verse el inicio de unas turgentes nalgas que amenazaban con reventar el vestido, entraron las dos y la sirvienta de nombre Mary lo invito a sentarse, Pedro había visto su nombre grabado en un gafete que llevaba colgado cerca de los pechos y era imposible no mirar ya que ahora que prestaba más atención, se daba cuenta de lo voluminosa que era la muchacha.

-Aquí la recibirá la Señora Cecilia-

-Gracias Mary, eres muy amable-

-De nada señorita, me retiro-

Al darse vuelta Pedro pudo ver ese enorme trasero en todo su esplendor, las nalgas de Mary temblaban a cada paso que daba en ese ceñido vestido, Pedro no desvió ni un momento la mirada, era un proceso casi hipnotizante, cuando por fin Mary salió de su rango de visión pudo volver en sí mismo y dar un vistazo a la lujosa mansión, boquiabierto recorrió la enorme sala y pudo darse cuenta de la elegancia con la cual estaba decorada, cuando se encontraba admirando una pintura preciosa de tema sexual sintió una respiración muy ligera por detrás, era ella seguramente, la Señora Cecilia De Hoyos en persona, estaba prácticamente pegada a su espalda y un escalofrío había recorrido su cuerpo, no se atrevió a voltear o decir palabra alguna y así como estaban una detrás de la otra empezaron una conversación

-¿Así que tú eres Paulina eh? No voltees-

-emm, si, si señora, a sus órdenes-

-Por supuesto que estarás a mis órdenes, no comas ansías-

-Como usted diga señora-

-Me agrada tu sumisión, y ni siquiera te lo tuve que ordenar, está todo muy bien, solo que a partir de ahora quiero que me llames Ama, ¿entendido?

La cabeza de Pedro daba vueltas, no entendía muy bien que estaba pasando pero al mismo tiempo su cuerpo femenino estaba excitado, el aroma, la seguridad de la persona a su espalda, lo tenían extasiado.

-Si ama, lo que usted diga-

-Así me gusta niña, venga pues voltea-

Mientras Pedro daba media vuelta, Doña Cecilia se apartaba unos cuantos pasos para poder ver mejor a Paulina, solo lo suficiente para dar una ojeada completa a lo que había comprado por algunas horas para su diversión, situación que Pedro aprovecho para lo mismo, dar una ojeada a la persona que había rentado su cuerpo por algunas horas, la señora Cecilia era simplemente espectacular, por su vestuario Pedro supo que venía de hacer algún tipo de ejercicio, unos leggins ceñidos y camiseta deportiva no impedían mostrar su figura, no era una joven por supuesto, su abdomen no era delgado o plano sino más bien pleno y firme, las piernas fuertes comenzaban en unas caderas prominentes con unas nalgas trabajadas y lo que Jose ya le había advertido, unas tetas que parecían querer destrozar la camiseta que utilizaba para ejercitarse, aunque no utilizaba un escote, era obvio el tamaño que se escondía debajo, las facciones de su cara eran finas con unos labios canosos, su piel muy cuidada tenía un bronceado natural hermoso, el cabello de un largo mediano y ondulado, era una de esas señoras que solo se ven en las zonas más pudientes de la ciudad, paseando en sus autos de lujo o comprando joyería en tiendas exclusivas.

-Estas como quieres Paulina, ¿te lo habían dicho?

-Muchas gracias Ama

-Quiero que acompañes a Mary, ella te dará una ropa que quiero que uses, espérame en la habitación.

-Lo que usted diga doña Ceci

-Esta es la única vez que tolero que me digas doña Ceci, tienes que decirme Ama, a la próxima te vas de esta casa inmediatamente entendido

-Sí, perdón, perdón Ama, no volverá a suceder

Acto seguido, Doña Cecilia se giró para desaparecer de su vista mientras la criada, Mary, entraba deprisa haciéndole una sutil seña a Pedro para que la siguiera, esto fue para el todo un espectáculo, ahora tenía la visión completa la retaguardia de esa hermosa mujer, las nalgas rebotaban de una manera perfecta mientras subía por las escaleras sin decir una sola palabra, finalmente llegaron al cuarto y Mary le indico con la mano una conjunto de lencería que estaba sobre la cama, parecía como si Mary tuviera prohibido hablar y Pedro prefirió no indagar, entro en el cuarto y Mary salió inmediatamente.

El cuarto era elegante pero extraño, algo que nunca había visto Pedro, era espacioso, alargado y con las paredes pintadas de blanco, tres ventanas grandes estaban completamente cubiertas con cortinas negras y purpura, del otro lado del cuarto había dos espejos enormes y tres medianos en forma de rectángulo vertical al frente y al fondo de la cama, todos estos espejos tenían unos marcos de lujo exquisito, como sacados de otra época, la cama era toda una obra de arte, metálica con un marco que se extendía hacia arriba de las cuatro esquinas con postes terminando en un diseño hermoso del cual se desprendían unas finísimas telas que cubrían la cama del exterior, después Pedro supo que este tipo de cama se llama Dosel. Del otro lado del cuarto, enfrente de la cama había dos sillones sexuales, Pedro los reconoció de películas porno que había visto, uno que identifico como el sillón tantra y el otro no tenía la menor idea del nombre pero era como un potro, algo para montar creyó, el cuarto estaba echo para amar, de eso no tenía duda alguna.

Al acercarse a la cama vio de cerca el conjunto que le habían dejado para vestirse, pensó que era casi ridículo, una lencería negra de una pieza completa al parecer de piel, tiras delgadas, pero de no ser porque estaba acomodado como debe de ponerse, le hubiera sido imposible vestirlo. Pedro Se sacó el jumpsuit, la ropa interior y quedo desnuda, paso una pierna y después la otra por las delgadas correas de piel hasta que estas se engancharon en su intimidad, se dio cuenta que en realidad no cubrían su vagina, eran dos tiras que encajaban perfectamente donde terminan sus labios mayores con un pequeño círculo del cual salían otras dos tiras un poco más gruesas que quedaban en sus caderas, por detrás era como una tanga y sentía la piel apretada fuerte entre sus nalgas, sigo subiendo el resto de la lencería, la paso por sus tetas, que quedaban libres solo contenidas por unos círculos que les daban forma y provocaban se vieran mas grandes aun de lo que ya eran, para finalmente terminar en una tira en forma de collar que se abrochaba por detrás del cuello, el conjunto le quedaba justo, un poco apretado de hecho, todas sus carnes parecían desbordarse de la diminuta prenda, estaba apenas dando un vistazo en los espejos y excitándose de la sexy imagen que se reflejaba cuando se escuchó el sonido de la puerta abriéndose.

Doña Cecilia entro en el cuarto ataviada completamente de cuero negro, era un traje completo que le cubría prácticamente todo, hombros, brazos, piernas, todo excepto por el área del pecho que se abría en un escote tremendo, todo esto redondeado por una fusta en la mano y unas botas altísimas con tacón impresionante de aguja, las tetas se le querían salir, era una vista apetitosa, Pedro no aguantaba las ganas de ir a comerlas y estuvo a punto de hacerlo pero Doña Cecilia con un pequeño “eit eit” lo detuvo en seco.

-Muy bien esclava, me gusta cómo te ha quedado la ropita, quiero que lentamente vengas hacia mí, gateando y sin decir una sola palabra.

Pedro quedó estupefacto, había visto este tipo de situaciones en películas porno pero jamás imagino que sería parte de algo por el estilo, se sentía muy nervioso aunque la verdad era que su feminidad se encontraba súper excitada y ya sentía una gran humedad. Lentamente, se puso de rodillas, solo para sentir como las tiras de piel se encajaban más en su vagina debido a lo apretado que le quedaba el conjunto, comenzó a gatear lentamente en dirección a Doña Ceci, que la miraba con lujuria.

-Asi es zorrita, ven con tu ama, hoy me vas a satisfacer de la manera en que se me antoje y tal vez después, solo talvez, deje que te corras.

Mientras Pedro se acercaba lentamente, Doña Ceci golpeaba el suelo con sus tacones en señal de desesperación, finalmente a sus pies, volteo a verla y ella puso un tacón sobre su hombro derecho, la lastimo un poco y provoco que Pedro diera con la cara en el piso al lado del otro zapato.

-Ahora niña, quiero que lamas mis botas

Pedro sintió como Doña Ceci quitaba el tacón de su hombro y saco tímidamente su lengua para comenzar a lamer un poco la bota de su ama, en eso, Doña Ceci se colocó como en cuclillas para quedar a la altura de Pedro y la tomó por el cabello firmemente.

-Esa no es manera de lamer una bota Paulina, estoy muy decepcionada y tendré que castigarte-

En ese momento Doña Ceci se levantó bruscamente jaloneando a Pedro y acto seguido lo colocó contra el taburete en forma de potro, su abdomen quedó montado en él y su cola prácticamente a merced, Doña Ceci saco de un cajón escondido en el cuarto unas muñequeras con aros metálicos y se los colocó en pies y manos, Pedro no atinaba a decir nada, además lo tenía prohibido, con estas muñequeras Doña Ceci la colocó de tal manera que sus piernas quedaban súper abiertas y sus manos inhabilitadas mediante unos mosquetones que aseguraban el mínimo movimiento, Pedro se sintió por primera vez en su vida indefenso, vulnerable, impotente ante otra persona, pero raramente, la situación estaba provocando que su nueva vagina estuviera empapada.

Así como estaba colocado, logro sentir que Doña Ceci se alejaba y volvía, lo que no sabía es que el cajón secreto tenía una infinidad de juguetes y otros artefactos sexuales, pronto comenzó a sentir un cosquilleo cerca de sus nalgas, después más abajo, eran como pequeñas correas de piel recorriendo su trasero, sus muslos y repentinamente un golpe que dolió un poco, como si muchas pequeña agujas le dieran un punzón, solo pudo exclamar un leve grito que denotaba sorpresa y dolor al mismo tiempo, Doña Ceci había usado una especia de flogger, un látigo que tiene muchas tiras de piel y ahora lo estaba pasando nuevamente en una forma sensual cerca de su vagina, el siguiente golpe fue más duro pero al mismo tiempo más placentero, la situación estaba empezando a gustarle a Pedro que sin darse cuenta mantenía la boca abierta salivando excitada, Doña Ceci tocó su vagina y se dio cuenta lo húmeda que estaba, casi goteando, paso sus dedos una y otra vez hasta sentir como los labios se abrían de par en par, retiro su delicada mano solo para dar un nuevo golpe que ya tenía a Pedro vuelto loca, este golpe fue realmente duro, sintió como una lagrima rodaba por su mejilla pero era tan rico lo que sentía que ni siquiera se quejó, después de ese golpe vinieron una serie de golpes más suaves pero continuos, Doña Ceci estaba dando vuelta al flogger para golpearla una y otra vez hasta que sus nalgas se encontraron completamente rojas, al ver esto, acercó a la cama el taburete en forma de potro que contaba con unas llantas que le permitió hacerlo sin esfuerzo y se colocó frente a Pedro para dejarlo ver cómo iba desprendiendo una parte del traje de cuero, la parte de la cintura, lo cual dejaba al desnudo su intimidad y se sentó al borde de la cama.

-Ahora si perrita, vas a lamer bien a tu Ama porque con tus grititos hiciste que mojara mi outfit-

Así como estaba al borde de la cama, jalo el potro de manera que la cara de Pedro quedaba prácticamente pegada a su vagina, no tuvo que decir una palabra más, Pedro empezó a lamer como desesperada a pesar de que ya estaba sintiendo sus extremidades adormecerse por la posición inmóvil en que se encontraba, Doña Ceci lo estaba disfrutando y se notaba, saco sus tetas del escote de cuero que las contenía para poder acariciarlas a su gusto, las tetas eran deliciosas, un trabajo de cirugía de calidad las habían dejado perfectas, pellizcaba y retorcía los pezones al mismo tiempo que las acercaba a su propia boca para lamerlas y chuparlas, Pedro no había dejado de lamer su vagina y solo volteaba para deleitarse con esos enormes senos, no tardó mucho en sentir su boca empapada de jugos, Doña Ceci tomo fuerte su nuca y presiono la boca de Pedro restregando su vagina de arriba abajo, Pedro solo tuvo que seguir sacando la lengua para que Doña Ceci tuviera un orgasmo tan fuerte que lleno toda su hermosa carita de un líquido viscoso.

Doña Cecilia se tiró hacia atrás sobre la cama, en señal de satisfacción y cansancio, duro así unos minutos hasta que Pedro habló.

-Ama, puede soltarme, estoy acalambrada de piernas y brazos

-Cómo te atreves a hablar, no ves que estoy descansando

-Lo siento ama pero en verdad ya no puedo

-Cállate, no tienes derecho a hablar a menos que yo lo diga

Doña Cecilia tomo un semblante molesto, se paró y salió de la habitación azotando la puerta, Pedro sintió miedo y unas lágrimas cayeron de nuevo, no sabía que esperar…

Continuará.