miprimita.com

La iniciación de mi sobrino - Parte II

en Amor filial

Me desperté más caliente que nunca después de ese primer encuentro con mi sobrino. Sabía que, al menos que cometiera alguna locura, era la de mi sobrino la pija más tenía la única pija posible era la de mi sobrino. No sentí ninguna culpa porque todo lo referente a mi marido se me aparecía nebuloso y lejano.

Fue por eso que al día siguiente lo esperé vestida para la guerra. Me puse unas calzas apretadísimas y una musculosa escotada, sin corpiño para que por los costados se pudieran ver bien mis tetas. Me había masturbado en el baño cuando me pegué una ducha y estaba desesperada por una pija que me calmara. Me calenté viendo videos en mi Tablet y siempre con la imagen de mi sobrino penetrándome hasta las entrañas con su pija dura grande gruesa y caliente. Me hice una paja infernal gritando como una loca porque sabía que estaba sola.

A la media hora llegó mi sobrino. Estaba hecho un bombón. Se había puesto una chomba un poco más formal porque le dije que lo ideal para el currículum era sacarse una foto. Que eso inspiraba más confianza. Le comenté también que las rastas podían ser un problema para el círculo de conchetas en las que me movía, la mayoría madres del colegio al que acuden mis hijas.

Cuando fuimos para el escritorio que estaba en el primer piso me encargué de moverle el culo lo más eróticamente que pude. Me había puesto una tanguita diminuta que se traslucía apenas pero que servía para levantármelo bien. Con la capoeira debería cansarse de ver culos rígidos y parados. Cuando llegué al primer piso me agaché para atarme las zapatillas con la intención de que tuviera una vista panorámica de mi culo a ver si lo tentaba.

Me preguntó donde estaba el baño le indiqué y me detuve mirando su cuerpo, tenía las venas marcadas en los brazos y en el cuello y unas manos grandes que me las imaginé agarradas de mis nalgas o sobando mis tetas. Me inquieté porque estaba tardando pero me senté en el escritorio para prender la compu y empezar a armarle un currículum.

A  los pocos minutos volvió con mi Tablet en la mano e instintivamente me puse roja de vergüenza. Deseaba que no hubiera visto nada pero algo había visto porque por primera vez pude notar como su pene se había puesto duro y sobresalía por las bermudas. Se me empapó la bombacha y me olvidé del pudor. “Estaba en el videt Tía, te la traje para que no se mojara”, y me estiró la mano con la tablet abierta donde la había dejado. Me puse colorada, pero pensaba que por algo la había traído.

Mientras armábamos el currículum sentía que me miraba las tetas, a propósito, me inclinaba hacia la pantalla para que se escaparan por el escote y los costados. Tenía los pechos brillantes porque me había puesto cremas. Sentía su mirada clavada en las tetas y me volvía loca. Tenía un charco en la vagina. Quería una pija grande para calmarla.

 -¿Vos creés que yo le puedo interesar a las mujeres? – me preguntó con ternura.

- Por supuesto. Si sos un chico lindo, tenés buen físico y apenas 17 años. Ya debés haber hecho suspirar a muchas picarón. – le dije mientras la mirada se me desviaba hacia su miembro y sus pantorrillas.

- No te creas Tía, soy virgen. No tuve mucha suerte. – me confesó.

En ese momento mi vagina era un río caliente que latía pidiendo pija. La sola idea de que iba a ser la responsable de desvirgarlo me puso a mil. Le acaricié las mejillas y con ambas manos bajé lentamente por su cuerpo hasta llegar a la cintura. Si miembro parecía más erecto. Se le había acomodado hacia el costado izquierdo y tenía un tamaño apetecible.

-Yo te voy a enseñar cómo se trata una mujer y vas a tener el éxito asegurado – le dije y con mucha suavidad empecé a desabrocharle la bermuda. El empezó a ponerse un poco nervioso y dubitativo. Pero a esa altura yo ya había liberado su pene del calzoncillo y había rebotado hacia adelante como impulsado por un resorte. Era circuncidado y su cabeza quedo a escasos metros de mis labios. El seguía inquieto pero estaba mucho más excitado.

-Hagamos un trato: yo te enseño todo lo que sé y vos me metés toda esta pija hermosa. A los dos nos conviene. - Y me acerqué el índice hacia sus labios en señal de silencio.

Abrí la boca y traté de metérmela todo lo que pudiera. Apenas llegaba a la mitad de lo grande y gruesa que era. Esta tiesa como una piedra, los huevos estaban duros a punto de explotar, tenía una verga caliente y no aguanto más de cuatro o cinco subidas y bajadas de mi cabeza que eyaculó como si nunca lo hubiere eyaculado en su vida.

Me ahogó con el lechazo, tosí, escupí una parte sobre su cabeza que estaba de un color rojo intenso y lubricada por su esperma. Era deliciosa la leche de este chico, se la limpie con desesperación, quería más esperma para saborear.  La concha me latía más fuerte, me dolían los labios de las descargas eléctricas que sentía con su esperma caliente en la garganta. Seguía erecta como al principio a pesar de la explosión. Quería una segunda vuelta. Y debutar.

Lo agarré suavemente de su miembro y me lo llevé para la habitación. Lo empujé de espaldas en la cama y le hice otra mamada hasta que la pija quedó otra vez hinchada, con las venas marcadas y bien erguida. Me saqué toda la ropa y me trepé por su cuerpo hasta que los labios de mi vagina quedaron casi a la altura de su boca.

-Lo primero que tenés que hacer es una buena chupada. Eso nos vuelve locas. Si sos un buen chupador te van a dar todo lo que les pidas- le dije con tono de bebota.

Le pedí que sacara un poco la lengua y la busqué con mi clítoris. Y le rodeé la cabeza con las piernas hasta que  quedó casi oculto en mi vagina chorreante y necesitada.

Empecé a frotarme en su cara, me tiré para atrás y me topé con una pija que parecía un poco más gruesa que al principio. Era hermosa y quemaba. Esa pja me prendía fuego. La quería adentro. Por fin iba a poder sentarme en la pija que necesitaba hace tiempo.

--Ahora te voy a hacer debutar – le dije y me acomodé la cabeza entre los pliegos de la vagina. La mezclé con sus jugos y me la introduje hasta el fondo. Grité como una gata caliente. Me volví loca. Este chiquilín de 17 años tenía una pija enorme que me perforaba las entrañas. Sentía que me llenaba toda y estaba bien rígida, la sentía rozar mis paredes interiores y me volvía loca. Me lo cogí despacio. Le puse las manos en las tetas para que me las sobara. Le pedí que me apretara los cachetes del culo, que eso hacía que su pija hiciera más presión en mi cueva tibia y empapada. Mi clítoris se rozaba con su tronco. Empecé a sacudir la cabeza y a gritar que me cogiera más fuerte. Seguí cabalgando hasta que sentí un chorro caliente que me hizo ver las estrellas y acabé como una perra mientras su pene seguía duro y chorreaba leche. Volví a probarla, parecía más rica mezclada con mis jugos. Le pedí que me apretara las tetas y cuando me pellizcó los pezones volví a acabar. Estaba feliz

-Estás más buena de lo que parecías en las fotos- Me dijo después de sacarla y con una mano en mi nuca me invitó a que se la limpiara. Parecía otra persona….

 Yo había logrado mi primer objetivo, echarme un polvo después de mucho tiempo y con posibilidades de seguir comiendo de esta pija hermosa, tesoro de la familia.

Nos vestimos a las apuradas y como si nada hubiera pasado nos pusimos a terminar de armar el currículum. Tomamos unos mates y planeamos algunas estrategias para ver si podía conseguir alguna changa. El pendejo me había hecho feliz, al menos por un rato.

-Gracias Tía, que buena cogida me pegaste. Nunca me la voy a olvidar – Me dijo cuando me despedía y me dio tanta ternura que le comí la boca con un beso de lengua.

Creo que también era virgen de boca. “Si no sos un buen besador, nunca vas a ser un gran cogedor”, le aconsejé cuando lo acompañaba hasta la puerta y bruscamente se dio vuelta me dio un beso cargado de ternura y suavidad. La pija se le había parado otra vez. Y yo me volví a chorrear la entrepierna.

-Hablamos en estos días. Gracias a vos corazón. Yo tampoco me lo voy a olvidar.

(Continuará)