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La iniciación de mi sobrino - Parte III

en Amor filial

Mi vida parecía haberse ordenado después del sexo con mi sobrino. La calentura me había bajado a niveles normales, nadie había notado mi aventura y había oportunidades de poder seguir saboreando las mieles de esa pija deliciosa y grande que hacía juego con ese cuerpo casi de modelo. A los 43 años cogerme algo así era la solución a todos los problemas, pero de a poco me fui dando cuenta que no era yo la que estaba al mando de la situación.

Pasaron dos semanas desde que lo había desvirgado y yo estaba muchísimo más cachonda que antes. Las masturbaciones nocturnas se pusieron más intensas con el juguete. También me lo empecé a introducir en el culo imaginando su hermosa pija como una gran estaca clavándome toda. Hubo noches en que tuve que hacerme dos para tratar de relajarme, pero su miembro aparecía otra vez para volarme lo sesos.

Me sentía más puta que nunca. Mi marido ya era un recuerdo lejano con el que hablábamos todos los días de las cosas cotidianas, pero con el que habíamos perdido la piel. A tal punto que el último fin de semana largo viajaron los chicos con mi concuñada al Sur para estar con el pero yo me quedé en Buenos Aires alegando algunos problemas domésticos que serían ideales de resolver sin los chicos en casa, como lavar las alfombras. A Carlos le pareció buenísima la idea, me dijo que era la mejor madre del mundo y que me amaba. Yo necesitaba una buena cogida. Estaba caliente, bellísima y no iba a resignarme a dejar el sexo por la familia, la plata o la distancia. Era tiempo perdido que sabemos, nunca se puede recuperar.

Mi sobrino no me llamaba y eso me inquietaba más. Me empecé a sentir paranoica y tenía miedo de que el chico se hubiera arrepentido o le hubiese contado a alguien. Le mandé un mensaje el día de su cumpleaños, unos besos y unos corazones. Pero me respondió a los tres días con un gracias seco que me dejó helada. Me compré otro juguete en el sex shop, un poco más sofisticado que servía para la doble penetración. Otro de los déficits de mi matrimonio era el sexo anal, porque a mi marido “no lo calentaba tanto”.  A mí me vuelve loca, me hace ver las estrellas, tengo orgasmos más estridentes y largos y quedo profundamente relajada. Éxtasis.

Sin darme cuenta me había hecho adicta a la pornografía. Veía videos mientras me introducía el o los juguetes. En todos los casos deseaba que fuera la descomunal pija de mi sobrino la que me penetrara. Recordaba sus venas hinchadas y su grosor… con la mano apenas podía cubrirla entera. Pero lo más rico era su leche, para eso no había juguete que alcance. Como el pendejo no me llamaba me armé una cuenta en Tinder. Estaba tan caliente que hasta me llegué a pajear viendo fotos de perfiles. Buscaba pendejos, esa parecía ser mi nueva obsesión.

Llegó el fin de semana largo. Me compré un chip en el kiosco para tener también una línea falsa en el caso de que alguno me quisiera contactar. Me explotó la cuenta, afortunadamente había millones de pendejos con ganas de cogerse a una veterana. Yo había puesto fotos sugestivas, en bikini, en minifalda, en calzas. En todas se veían bien mis curvas, mis tetas y sobre todo mi culo. No puse fotos de mi cara, pero se notaba que tengo un buen lomo a pesar de los embarazos. Cuando ya me iba a mandar alguna cagada, llegó el mensaje esperado. Era un audio.

-“Tía mañana vas a estar? Si podés paso a dejarte los currículums. Cualquier cosa avísame. No se si estás o te vas el finde para el Sur. Gracias por el mensaje del cumple. Estuve medio enquilombado para saca el registro y otros trámites. Besos”. Mientras lo escuchaba las palpitaciones de mi vagina se hicieron intensas, estaba empapada y tuve que manosearme un poco el clítoris para calmarme. Si la hacía bien, me lo cogía todo el fin de semana. Tenía la casa toda para mí. Los chicos bien lejos con mi marido y una verga hermosa que me había hecho feliz. Esa cogida despertó todas mis ganas de disfrutar y gozar como se debe.

Dejé pasar dos horas para que no pensara que estaba desesperada, me sentía más cómoda en el papel de señora con experiencia. Pero le mandé un mensaje con toda la intención de calentarlo para que el pijazo estuviera asegurado. “Hola bombón cómo estás. Si no hay ningún problema. Los chicos se van temprano al Sur y yo voy a estar tranquila con los horarios y sola en casa casi todo el fin de semana largo. Avisame cuando quieras pasar y ningún problema, felicitaciones por el registro.  18 años bombón, qué envidia”, le mandé también con voz de bebota cachonda.

La tía con el remise pasó a buscar a los chicos a las 7 de la mañana. Yo aproveché para ir a depilarme y comprar algunas cosas de la casa. Llegué a eso de las 9 y para mi sorpresa mi sobrino estaba esperándome en la puerta. “Hola Tía, pasaba y me tiré el lance”. Me mojé toda y le di un piquito cuando cerramos la puerta de entrada. “Qué sorpresa bebé, te esperaba más tarde. Bancame que me doy una ducha y estoy con vos”.

Había traído su notebook así que me preguntó la clave del wi fi y se acomodó en el living con la televisión prendida. En la ducha estaba muy excitada, quería que abriera la puerta y me cogiera así parada, que me lubricara el culo y me lo rompiera todo. Estaba en llamas, la concha me quemaba y me hice otra flor de paja que me dejó con los pezones erectos y la piel de gallina. Me puse una blusa suelta y un short deportivo y en los pies unas sandalias que suelo usar en casa. Me puse crema, me perfume y me fui decidida para el living para cogérmelo.

Bajé despacio por la escalera par no distraerlo y cuando llegué me encontré con una escena que me puso más caliente. Estaba echado en el sillón masturbando su enorme pija y mirando unos videos con su notebook. Se la manoseaba con esas inmensas manos, con el pantalón apenas desabrochado. Caminé despacio para no asustarlo, me gustaba contemplar como se tocaba, cómo le gustaba. Me quité las sandalias para no hacer ruido y despacio me acomodé detrás del sillón de la sala. Desde ahí veía su enorme espalda y su miembro asomando amenazante. Estaba hinchado, rojo, con todas las venas marcadas. No pude resistirlo

Necesitás ayuda corazón”, le dije al oído mientras con una de mis manos le corría la suya y me apoderaba de ese hermoso instrumento. Mis tetas quedaron a la altura de su cara. Me levanté la blusa y le pedí que las chupara. En la notebook seguía la película porno. Yo deseaba que tuviera escenas de sexo anal para que me penetrara. “Haceme lo mismo”, tenía pensado decirle. Los labios de mi vagina estaban húmedos, con la otra mano me metí dos dedos y me estremecí. “Chupámela toda”, me dijo con un tono que me calentó más aún porque por primera vez me sentía incapaz de no hacer lo que me pidiera. Me tiré por arriba del sillón. El seguía sentado. “Chupámela así”, me mostro” la notebook y traté de imitar los movimientos. Me tuve que meter la pija hasta la garganta, me quedé sin respiración y todavía la mitad quedaba afuera. Era gorda y larga. Y estaba dura como una piedra. Me di golpecitos en la cara como hacía la de la película y estaba hirviendo.

Me paré delante de él, de espaldas, le llevé las manos a los cachetes del culo para que me los apretara. Mi abrí todo lo que pude para que se tentara. Me agarró de la cintura y acomodó la pija en la vagina. Me senté de un golpe, instantáneamente y tuve mi primer orgasmo. Esa pija me partía al medio, parecía más grande que la del debut.

MI sobrino bombeó con mucho más estilo que en su primera vez. Con sus enormes manos me levantaba por la cintura y me dejaba caer para que el recorrido de su pija fuera más intenso. Sentía su respiración en la nuca, por momentos me agarraba las tetas con fuerza y me las sobaba. Me pellizcaba los pezones como si tuviera experiencia. Yo en ese momento era su puta, no una tía experimenta.

Comenzó a tomar la iniciativa. Me pidió que me pusiera en cuatro en el sillón y le abriera los cantos. Me empezó a coger fuerte, su pija me daba mucho placer, acabé otra vez, gritando como como una loca: “Cómo me gusta esa pija pendejo, te la voy a comer toda”, le dije gritando. “Cogeme toda, soy tu tía putita”. Sentí que esas palabras surtieron efecto porque su pija se hinchó y sentí escalofríos por la espalda. Y cuando me metió uno de sus enormes dedos en el culo vi las estrellas. Estaba desatada, quería coger hasta que se terminara el mundo.

“A tías putitas como yo les gusta que le rompan el culo”, le dije y me abrí los cachetes con las dos manos. Le agarré la pija y se la acomodé en la entrada de mi orificio. Lo tenía dilatado por mis jugos y por esos enormes dedos que le pedí que me metiera mientras me cogía como a una perrita en celo. Me penetró con dulzura, sin que me doliera nada, se quedó unos instantes quietos hasta que yo empecé a moverme lentamente con esa enorme pija clavada por el culo. Me temblaban las piernas y no pude contener el orgasmo cuando me descargó un chorro de leche tibia y espesa. Se desplomó sobre mí con su vara metida hasta los huevos. No quería que la sacara, quería más.

Nos dimos unos abrazos y le pregunté si quería quedarse a almorzar. Asintió con la cabeza. Silenciosamente bajó la tapa de su notebook y se subió los pantalones pero se quedó en cuero. Las gotas de sudor lo hacían más brillante. Yo había acabado tres veces, tenía su leche chorreando por la entrepierna con el culo bien abierto pero seguía caliente, quería más…

Me pidió una toalla para darse una ducha y mientras tanto yo preparé algo rápido y liviano para comer. Yo tenía solo hambre de pija. Volvió con la toalla en la cintura porque había dejado la remera en el sillón y comimos en la mesa de la cocina. El seguía con la toalla en la cintura y una remera liviana. Y ahí fue cuando me di cuenta de que era él que tenía las riendas. “Ahora te voy a dar el postre”, me dijo y se abrió la toalla. Su pija asomó inmensa, estaba a medio parar pero con todas las venas marcadas. Los huevos estaban más firmes después del primer polvo y no me pude resistir. Me abalancé sobre esa pija y se la succioné con con ganas. Jugué con mi lengua en su prepucio y eso lo excitó más me agarró de la nuca y me hundió la cabeza hasta donde pude. Esta vez la verga había entrado mucho más porque pude sentir el cosquilleo de los pelos de su pubis en mi nariz. La sentía hasta la garganta, era deliciosa. “Me vas a tomar toda la leche tía”, me dijo y haciendo presión con su mano en mi cabeza descargó otro chorro de esperma tibia, rica que me hizo acabar mientras me frotaba. Se la seguí chupando unos largos minutos más, hasta que fue cediendo. Aun así, en reposo, era grande y gruesa. “Sos putita tía eh”, me dijo mientras con un dedo me daba un poquito de su semen que había quedado afuera. “Te gusta la leche eh”. Yo le di una respuesta instantánea de la que luego me arrepentiría. “Me encanta la leche, me encanta que me cojan y que me rompan el culo”. Se sonrió con un halo de misterio, con cuando uno está pensando en algo. Y eso me puso de nuevo putita y cachonda.

Me dijo que se iba a reunir con su grupo de capoeira en una plaza que no está muy lejos de casa y que después más tarde me mandaba mensaje a ver en qué andaba. “Qué lío se armaría si se enterara el tío no?”, me preguntó con el mismo semblante que le había descubierto después de mis palabras. “Si hacemos las cosas bien, no tiene por qué enterarse”, me tranquilizó. Pero estaba equivocada.

Me pegué una ducha. Todavía me palpitaba el culo con tremenda cogida. Estaba llena pero no satisfecha. Quería más porque sabía que con la casa vacía era mi oportunidad. Me hice otra paja y me dormí una siesta reparadora porque las piernas me habían quedado flojas. Cuando me desperté quedé paralizada cuando abrí el teléfono. Había un mensaje de mi sobrino y un link para ver un video. Me puse nerviosa y cuando se abrió casi me caigo de espaldas. Era yo gritando, pidiendo pija, chupándosela en el sillón. El muy hijo de puta me había filmado con la notebook sin que yo me diera cuenta. Cómo se la mamaba mirando a cámara con el afán de imitar lo que veíamos en las películas. Duraba un minuto y no había dudas de que era yo en el sillón de mi casa. El corte lo dejaba a él sólo hasta los hombros por lo que supe que lo tenía planeado, que no había sido una casualidad.  Más allá del estupor las imágenes me calentaron, tenía miedo de que todo explotara, pero también de que mi vida sexual era una mierda y la tenía que cambiar. Pagando el costo que tuviera que pagar. Había imágenes nítidas de mi culo abierto con mis dos manas y yo pidiendo que me lo rompiera como una golfa. Me tomé un whisky para tranquilizarme. Y no respondí el mensaje, pero le clavé el visto.

Pasaron las horas. Yo estaba perturbada. Seguía caliente porque esperaba otro fin de semana pero quería saber cuál iba a ser su próximo paso. Me entretuve un rato mirando tele hasta que escuché el timbre de casa. Estaba con un vestido suelto y sin ropa interior porque estaba esperando su mensaje. Cuando abrí la puerta me quedé sin palabras. Estaba mi sobrino con dos amigos en la puerta esperando que les abra. “Si haces todo lo que yo te digo, no tiene por qué enterarse el tío”, me dijo al oído mientras con una mano me agarraba fuerte de las nalgas y con uno de sus dedos se cercioraba de que yo seguía muy caliente y toda empapada…. “A las tías putitas hay que ayudarlas también”.  Me sentía su esclava, pero seguía en llamas.

“Son chicos buenos y necesitan que les enseñes como me enseñaste a mí”. Yo estaba petrificada. De pronto me había convertido en una puta sin retorno. Tenía miedo, pero seguía mojada, la concha me latía cada vez más fuerte y el culo se me dilataba. No pude decir una palabra, solamente abrí la puerta y los invité a pasar. Había que hacer lo que él dijera. No tenía otra alternativa. A falta de una pija, ahora tenía tres….

(Continuará)