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La iniciación de mi sobrino - Parte IV

en Amor filial

Cuando cerré la puerta noté que estaba rodeada de tres adolescentes ardientes. No me gustaba ser víctima de un chantaje, pero en el fondo estaba dispuesta hacer todo por la causa. Me iba a dejar llevar por mi sobrino, lo iba a dejar dominar la situación hasta que yo me sintiera capacitada para tomar las riendas. Tenía una remera suelta, que me llegaba hasta un poco más debajo de las nalgas. Cuando me puse en puntas de pie para cerrar la puerta con las trabas deje que pudieran verme bien el culo. Mi sobrino yo lo conocía en profundidad, pero estaba seguro que sus dos amigotes nunca habían tenido algo ten apetecible cerca.

“Esta es la tía putita de la que les hablaba”, les dijo con tono socarrón. Y me presionó los hombros hacia el piso. Me arrodillé y quedé con la cara cerca de las tres braguetas. Estaba empapada. Tenía algo de temor porque no tenía con mi sobrino una gran confianza. De pronto sentí que me vendaban los ojos con un pañuelo. “Ahora vamos a ver cuánto sabe de pijas la tía putita”.  Empecé a temer por mi seguridad, pero ni tuve tiempo de preocuparme que ya uno de los amigos de mi sobrino me había puesto su pija en mi boca. No olía a perfume como la de mi sobrino, era ancha y más bien corta. Tenía olor a semen como si se hubiera masturbado en las últimas horas. “Quiere que se lo chupes como en el video”, me dijo mi sobrino mientras me apretaba las tetas y su amigo presionaba con su pene en la comisura de mis labios.

 La probé con la lengua, me sentí sucia lamiendo una pija desconocida con olor a semen. Se le puso erecta enseguida y me empezó a bombear en la boca. Yo chorreara jugos calientes. Mi vagina latía. No sabía si estaba preparada para vivir situación semejante pero me dejé llevar. Con mi otra mano le acaricié los huevos, la panza, traté de acariciarle el culo que era más peludo y robusto que el de mi sobrino. “Quiere que se la tomes toda, que no se te escape ni una sola gota, tía putita”, me dijo mi sobrino tirándome del pelo. Me excité más. Quería sentir esa leche corriendo por mi lengua hasta mi garganta. Cuando sentí que sus huevos se contraían presioné la pija con mis labios para que no se escapara nada. Recibí un chorro caliente, tibio, era una leche espesa y un poco más agria. Me la tome con gusto. Siempre me gustó que me llenaran la boca.

No me dieron ni un respiro, cuando sacó su pija ya flácida otro miembro me invadió la boca. Era más largo y pero un poco menos anchos. El tamaño ideal de pija para mi gusto porqué podés metértela hasta los huevos sin sentirte ahogada. Yo seguía de rodillas y con los ojos vendados. Mi sobrino estaba atrás mío y me acariciaba las tetas. Cuando vio que estaba comiendo esa nueva pija con entusiasmo me inclinó un poco hacia adelante para que mi culo sobresaliera. Sentí una lengua caliente en mis entrañas. “Ahhhhhhhhhhhhhhh”, grité y en ese mismo instante su amigo me descargó un chorro de semen en la cara, estaba más rica que la anterior, más dulce y más tibia. Tenía mucha acumulada porque tuve que necesitar más de tres tragos para acabármela toda. Cuando se corrió sentí cómo mi sobrino me penetraba por la concha. Por la posición mi clítoris rozaba su pene en cada bombeo y eso me puso loca. Me sacó la venda de los ojos. Vi que sus dos amigos se habían sentando en el sillón y se masturbaban mientras mi sobrino me penetraba en posición de perrito. Mis tetas se sacudían para atrás y para adelante ante cada embestida y yo acabé dos o tres veces más con ese trozo tierno de carne caliente perforándome ante la vista de los desconocidos. Estaba exhausta, quería que se fueran y que todo esto terminara así, sin mayores consecuencias. Pero me equivoqué otra vez.

Mi sobrino seguía bombeando y con sus dedos me iba trabajando el culo. Eso me puso loca. Uno de sus amigos se arrodilló y me puso la pija en la boca. Cada envión de mi sobrino hacía que la pija se su amigo se me metiera hasta la garganta. El otro también se unió y me empezó a sobar las tetas. Yo quería que me dispararan más semen. Estos chicos tenían mucha acumulada, estaban muy calientes. Ya me había liberado de todos mis prejuicios. Pero otra vez fue mi sobrino el que me puso en caja: “Joaquín --- le dijo al que me sobaba las tetas – traé la camarita”.  Me negué con la cabeza, le pedí por favor que no lo hiciera que ya bastante tenía. Pero no me hizo caso. “Si la tía putita no se quiere hacer famosa en internet va a tener que hacer lo que le digamos”. Se levantó de las cuclillas en las que estaba para penetrarme por atrás y puso la pija en mi boca, chocándola con la de su amigo. “A la tía putita le gusta la leche”, le dijo al amigo y se cercioró de que el otro estuviera filmando. “Ahora quiero ver cómo me la tomás toda, tía putita” y me llenó la cara de leche tibia. “Limpiala con la lengua, putita, no quiero que quede nada”, me ordenó. Yo a esa altura era su putita y su esclava.

Yo olía a semen, estaba transpirada y con las piernas flojas. Desnuda tirada en el living de mi casa con tres adolescentes calientes dispuestos a cogerme hasta que tuvieran ganas. Yo nada iba a poder hacer. “Sería una lástima que esos videos se viralizaran”, me amenazó. Yo todavía sentía la mezcla de sabores de semen en mi boca y hacía presión con la lengua en el paladar para degustarla hasta el final. Mi sobrino me pidió que me levantara y que fuéramos par el cuarto. Mientras subíamos la escalera me metió un dedo en el ano, hasta el fondo que me hizo estremecer. No pude contener el suspiro y eso lo envalentonó un poco más. “A la tía putita le gusta que le rompan el orto”, les avisó a sus amigos que veían como me retorcía de placer con el dedo en el culo, un dedo que tenía el tamaño de una pija.

Cuando llegamos se sentó en el borde de la cama y me obligó de nuevo a arrodillarme. “Haceme una turca”; me dijo. Acá le decimos turca a meter una pija entre las tetas. Tenía los pechos hinchados con tanta excitación y se la chupé un poco para que se deslizara mejor entre mis senos. El mas gordito seguía filmando con una mano y con la otra se acariciaba el miembro y el otro me metió uno de sus dedos en el culo y me preguntó: “¿Puedo meterle la pija por acá, señora?”. Asentí con la cabeza mientras seguía mamándosela y haciéndole una turca a mi sobrino. Sentí como era penetrada por el culo. Era el que tenía la pija corta pero ancha, me hizo ver las estrellas porque lo metió con torpeza y era demasiado gruesa. Los jugos de mi sobrino en la boca y los pellizcones que a cada rato me daba en los pezones me hicieron ponerme más puta todavía. “Más fuerte, por el culo hay que coger bien fuerte”, le dije sin importarme tres carajos que hubiese quedado escrachada con la cámara. Si ese iba a ser el polvo previo al gran escándalo, por lo menos lo iba a disfrutar.

Mi sobrino se acostó en la cama, con las piernas a un costado de la cama. “Montame tía putita”, me dijo mientras con sus manotas me colocaba casi sin esfuerzo arriba de su pija. Quedé como abrazada porque el otro se colocó atrás y me la metió hasta el fondo del culo de un solo empujón. Yo estaba en éxtasis. Nunca en mi vida había sido penetrada por dos pijas y era una sensación inigualable. De a poco los dos empezaron a bombear con coordinación y yo volaba de placer. Sentí un chorro caliente de leche en el orto. Yo seguía clavada en la pija de mi sobrino que cada vez la tenía más dura y mas ancha. El otro amigo, que recién me había llenado la cola de semen se me arrodilló a un costado. “Señora, me dijeron que le gustaba dejar las pijas bien limpitas”, y me la metió en la boca. Tenía un pene en cada uno de mis orificios, olía a semen y estaba gozando como nunca en la vida. Acabe dos veces y después llegó una catarata de orgasmos cuando mi sobrino me acabó en las entrañas. No tenía miedo de quedar embarazada porque después del tercer embarazo me ligué las trompas, así que disfrute su esperma caliente recorriendo mi cueva insaciable. Su otro amigo también me acabó en el culo. Sentí como su esperma caía por mis nalgas cuando se decidió a sacarla. Nos quedamos quietos un rato más. Como adormecidos. Yo ya no tenía noción de la hora que era. Se habían hecho las once. Hacía más de tres horas que era la esclava sexual de estos sementales que no podían creer lo puta regalada en la que me convertía cuando estaba caliente.

Me acostaron en la cama. Me abrieron las puertas y me siguieron penetrando una y otra vez, altercadamente. El más gordito era el que mejor cogía, sabía usar sus manos y me frotaba el clítoris en cada embestida. Yo me chupaba los dedos para no gritar más y más fuerte. Me cogieron durante una hora más. Me acabaron en las tetas, en el culo, en la cara, hasta que se hicieron las tres de la mañana. Me ardía un poco la vagina con tanto frote y tenía el culito flojo, porque varias veces la sacaban de adelante para meterla en el culo y descargar ahí su leche.

Mi sobrino me miraba con una sonrisa intrigante. Tenía su mástil erguido y amenazante. “Ahora te voy a dar el último lechazo” y acto seguido me lo metió en la boca. Eyaculó un montón de semen, como si fuera su primer orgasmo. Estaba más rica, como recién producida y me prendí a esa pija hasta no dejar ni un rastro de leche.

Mientras me cogían se habían tomado todo el whisky habían arrasado la heladera como hacían los amigos de mi hijo cuando volvían del campo de deportes.

“Me pregunta el tío Carlos si me pudiste dar una mano”, me avisa socarronamente mi sobrino siembras me palmea otra vez los cachetes el culo. Lejos de espantarme me volví a mojar y me lo hubiera cogido una vez más si no fuera porque se iban a una fiesta.

“Quedate tranquila, tía putita, yo no le voy a decir a nadie esto que hicimos. Pero me vas a tener que seguir dando los gustos hasta que tenga ganas”. Me apretó de nuevo el culo y se fue con sus amigotes de sábado a la noche. Yo estaba exhausta, no quería bañarme porque me agradaba sentirme tan sucia y tan puta. Por primera vez en la vida sentía que había sido bien cogida. Sólo por eso voy a dejar que este pendejo me haga lo que quiera.

(continuará?)