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La Vida Bucólica

en Gays

Cuando me aconsejaron que, debido a mi cuadro de stress, debería ir pensando en tomar un descanso fuera de la ciudad, no me sentí muy feliz. No por nada, es que soy un urbanita y adicto a la tecnología… con lo que pensar en estar una temporada desconectado de mis redes sociales no me apetecía demasiado.

Al final, tras un nuevo arrechucho, no tuve más remedio que aceptar el consejo y un amigo me buscó una casa en el campo con sus caballos, vaquitas, y toda la parafernalia campestre en el paquete.

Me preparé una buena cantidad de libros, cuadernos y lápices, y diversos accesorios para mi diversión “íntima” y particular. Porque yo, cuando me masturbo, lo suelo hacer con grandes consoladores, realísticos se llaman, que tienen la forma y textura de pollas reales. Los dejo un rato en agua caliente y así adquieren una temperatura ideal para su inserción anal.

He de decir que jamás me había penetrado una polla de carne. Tan sólo mis consoladores y eventuales dedos o lenguas de alguna atrevida. Pero nunca he estado con hombres: no me gustan, aunque me guste ser sodomizado. También confesaré que no estaba cerrado a ello, sino que era que no tenía afinidad a los tíos, aunque si a las pollas. Así que en mis fantasías sí que me imaginaba siendo penetrado por un tío con polla gigante, y solía ponerme a tono viendo pornografía de sodomías extremas.

Cuando llegué a la casa de campo la verdad es que el sitio me encantó. En la ladera de una colina de buen tamaño, dominaba un valle plagado de fincas y huertos. Un arroyo corría al lado de la casa y se embalsaba en una alberca antes de seguir camino hacia los campos de más abajo.

El pueblo quedaba a unos 30 km, pero mi amigo me dijo que el guardés de la finca, venia todas las mañanas a alimentar al ganado y que le podía hacer los encargos que necesitara para mi subsistencia. Cuando terminara mi estadía podría pasar por el pueblo y pagar el monto de la deuda que hubiera contraído.

En la finca había, sobre todo, caballos; alguna vaca, un perro grandote del tipo mastín (yo no entiendo de perros), al que llamaban Chisto, y una perrilla chica muy cariñosa y sumisa llamada Perla. El perro ya me demostró los primeros días que estaba loco por pillar a la perra, y esta lo dejaba, pero eran de tan dispar tamaño que no había ayuntamiento posible. Eso dejaba al pobre Chisto cabizbajo todo el día hasta el siguiente intento, con la terca disposición que solo los animales son capaces de demostrar.

Ángel, era el guardés. Un joven de unos 28-30 años no mal parecido pero con las trazas desastradas de un gañan de campo. Callado como un muerto y servicial como un lacayo.

Los primeros días no fueron del todo malos. Entre acomodarme, los primeros paseos y baños en el arroyo, el tiempo se fue desplegando lento y dulce.

Al comienzo de la segunda semana ya estaba del campo hasta las gónadas, harto de pajarillos, bichos, olores y de todo el puto equipo. Menos más que al menos los consoladores me daban solaz y dicha, y los usaba cada vez más: no tenía otra cosa que hacer.

Estaba yo en el baño una tarde dándome trabajo en el ojete, cuando sentí como se abrió la puesta a mi espalda y Chisto entraba a curiosear. Me quede quieto, algo asustado, y el perro agachó su cabezota, olisqueó y se puso a lamer mi ojal. Me puse como una moto! Era lo mejor que había sentido nunca!. Lo animé a que siguiera pero en un momento dado se dio la vuelta y se fue. Por más que insistiera no logre que volviera a lametearme el culo.

Los siguientes días los pase pensando en cómo podría atraer al perrote a mi ano y que me hiciera un buen lavado de bajos, y viendo como se ponía persiguiendo su fin de tirarse a la Perlita, tuve una idea.

Tras darme una buena sesión de enculada para dejarme el culo bien abierto, lubricado y sensitivo, cogí a la perra le pasé una esponja por la vagina durante un rato y luego la encerré en el lavadero.

Volví al baño y, con algo de asco he de admitirlo, me pasé la esponja por la raja del culo y el ano.  Luego con una toalla anudada a la cintura me fui hacia el salón donde estaba con aspecto deprimido el Chisto. Pasé por delante de el y al momento se incorporo y comenzó a seguirme con las orejas tiesas y la lengua fuera.

-¿Ahora sí que quieres no?. – Le dije- ¿Ahora te gusta lo que hueles, eh perro?

Seguí paseando por el salón dándome el gusto de encabronar al perro y, cuando me di cuenta, vi que tenía el pico de su polla saliente y babeante, así que me dije “ahora si que me vas a comer el culo”.

Lo llevé hasta el baño, me arrodille en la alfombrilla y le ofrecí mi culo al chucho. Empezó a olisquear, gimiendo, y a lamer como loco y yo me abandoné al gusto que me estaba dando su lengua. De repente el bicho se incorporó y me montó, con tanta fortuna que mi alzada era la idónea a su intención. Sentí sus patazas agarrarme con fuerza la cintura, y como su babeante cipote comenzaba a buscar la entrada de mi culo, a la segunda intentona acertó y comenzó a follarme con frenesí.

Su polla, al principio larga, pero no muy gruesa, no era rival para el agujero bien entrenado que yo disponía, pero al poco sentí como iba hinchándose, cogiendo un calibre muy grueso. Me estaba follando un pollón real!. No era de humano, pero era de macho. Me causaba un goce extremo: su calor, su textura, el empuje, la sensación de su vaina pilosa. Eche mano entre mis piernas y le cogí los huevos masajeándoselos. Y al poco sentí como, de pronto, se hinchaba aun más y me dejaba inserto el nudo grueso de su cipote de perro. Quedamos así parados por fuera, pero por dentro los dos palpitábamos. Mi recto albergaba una super-polla más un nudo gordo y latía al compás de los chiquetazos de esperma que me estaba lanzando. Me agarre mi polla y en dos o tres zambombadas me corrí explosivamente como nunca lo había hecho.

Pasaron unos minutos deje escapar su cada vez más fláccida polla con un taponazo. Mire hacia atrás y me asombró el tamaño de ese cimbel de perro. Me dije que: primero eso había que repetirlo y que le tenía que medir esa polla para saber que me había metido. El perro se vino a mí y volvió a lamerme el ano, los huevos y la polla. Me dejé hacer con complacencia… y el volvió a montarme y a follarme por el culo con el mismo frenesí que antes!. Nos volvimos a correr los dos y cuando acabo me duche y me fui a la cama derrengado y satisfecho.

Ni que decir tiene que a partir de ese día las tardes estaban consagradas a tan divina tarea a la que ambos nos dedicábamos con sumo placer para ambas partes: el cogió la rutina con solícita aquiescencia y me montaba dos o tres veces por tarde-noche.

Durante el día yo sólo pensaba en cuando Ángel se marcharía para ir con mi perro-amante a someterme a su cipote. Una de esas mañanas, impaciente, me acerqué a los establos a ver si le quedaba mucho y me quedé petrificado al escuchar unos gemidos indiscutiblemente sexuales dentro. Me acerqué con cuidado y sigilo y me asomé: allí estaba Ángel follándose a una yegua de poni, mientras que el “marido” de la misma los miraba con una erección, nunca mejor dicho, de caballo.

Ángel entraba y salía del coño de la yegüita, despacio, se la metía a fondo y le decía guarradas. Todo era bizarro y excitante, pero lo que puso como una moto fue el pedazo de pollón que Ángel le atizaba a la animala: tendría unos 25 cm y tan gruesa como para que la yegua lo notara.

Lo dejé terminar, entre grandes resoplidos de ambos y largos cuajarones de semen que roció por la grupa de la yegua. Luego me fui retirando hacia la casa a meditar lo que había visto.

La conclusión de mis meditaciones fue obvia: me tenía que calzar ese pollón sí o sí.

A la mañana siguiente, esperé la llegada de Ángel y, cuando pasaba por delante de la ventana, abierta pero con cortinaje estratégicamente puesto, del dormitorio, gemí fuerte para llamar su atención mientras me metía mi super consolador por el culo. Por el espejo del armario vi como se detenía y miraba con atención: Yo le daba la espalda, de rodillas en el borde de la cama mientras subía y bajaba despacio pero contundentemente a lo largo de todo ese cipote de goma. Lo saque de golpe me incline hacia adelante y le hice ver el agujero super abierto que era mi ano; suspire fuerte y me dejé caer en la cama. Cuando volvía a mirar ya no estaba en la ventana. Y yo sabía donde estaba…

Con la calentura que llevaba, llame al Chisto y me hice encular por el aunque no era la hora. Ya sabía que no nos iban a molestar pues Ángel debería estar descargándose con su yegua en el establo.

Así lo repetí durante tres días, en todas las ocasiones el se paraba a mirar, y en todas acabábamos follando cada uno con su animal. El cuarto día cerré el cepo de mi trampa. Tras el paripé del mete-saca del consolador y comprobar que ya iba camino de los establos, esquivé a Chisto y me dirigí sigilosamente  hacia Ángel.

Me asomé  disimuladamente y vi como se follaba a la poni, sonreí, di uno pasos atrás y entre en tromba con una lista de la compra en la mano:

-          Ángel, cunado baje al pueb…

Me quedé parado con el papel en alto y el me miraba paralizado con su cipote metido en el coño de la poni. Me di media vuelta y me fui para la casa: segunda fase completada.

A los pocos minutos sentí la llamada en la puerta de Ángel.

-Pasa, está abierto- dije.

-Perdone usted, pero, es que… lo del…bueno, yo…

-A ver Ángel, no hace falta que me digas nada. Yo te pido perdón por haberte incomodado. No tenía intención…

- No, no, que va…soy yo…

Y nos echamos a reir por el momento tan ridículo que estábamos viviendo.

-Pasa anda, quieres un café?

- Vale, si no le importa…

- No me llames de usted…ahora compartimos algo más de intimidad no?

- Jaja…si…más de la que usted se cree.

- Y eso?

-Pues que yo también… bueno... que yo...- enrojeció y no pudo seguir, sin duda al darse cuenta que quedaba de nuevo expuesto a una indiscreción por su parte. Sonreí en mi interior y le dije:

-Pero chico, termina alguna frase. A que te refieres hombre?

- Pues que yo …yo le he visto como se metía una polla de goma enorme por el culo- largó de sopetón. Ahora me toco enrojecer a mí, en parte por puro placer y en parte por sentirme expuesto por primera vez ante un extraño.

-Bueno…yo…en fin…-Me atornille en mi papel intentando imitarle. Y cayó en la trampa.

- Ahora eres tu quien no acaba..jajaja.

-Jajaja- reí yo también- pero como …?

-Por la mañana paso por delante del dormitorio y lo vi por la ventana.

-Vaya! No tenía ni idea…fuiste sigiloso.

-Si, la verdad es que me excitó mucho verlo, pero no hice ruido para no molestar.

-Gracias. Ahora tenemos los dos un secreto de cada uno compartido.

-Si.

Quedamos en silencio un rato, mirándonos a hurtadillas. Y entonces me lancé.

-Yo…también me he excitado al verte darle a la poni con ese pollón que tienes. Si tuviera uno así a mano no usaría el de goma te lo aseguro.

-Y si yo tuviera a mano un agujero como el que vi por la ventana no me follaría a la yegua. Mi problema ha sido siempre que las chicas del pueblo huyen de mi polla por su tamaño. Y te aseguro que en el pueblo no hay muchas…

-Bueno, si tu quieres…a mi no me importaría…

-Lo dices en serio?

-Claro!...nunca lo he hecho con un hombre, tan solo con las de goma, pero me encantaría probarlo… si tu quieres.

-Me encantaría!. Si te parece termino de dar de comer a los animales y me paso luego…

-Estupendo!.-dije- quedamos en eso.

Se termino el café y salió hacia los establos.

Entonces me pude relajar. Caí temblándome las piernas por el atrevimiento que me había arriesgado, excitado y contento por el resultado. Para prepararme llame a Chisto y me hice encular un par de veces pero sin llegar a correrme: quería estar bien abierto para el cipotón de Ángel.

Luego cuando el perraco terminó conmigo. Me duché y me lubrique bien mi excitado y sensitivo ano. Al rato oi llamar en la puerta a Ángel.

-Pasa, pasa… hola.

-Hola. Podría darme una ducha?

-Podrias y deberías…jajaja

-Si….jajaja.- lo encaminé al baño, y al salir me dijo- podrías esperarme en el cuarto como estabas en la mañana? Me excita entrar y follarte así.

-Claro, eso está hecho. A mi en verdad me excita también esperar con el culo abierto y ofrecido para que entres con tu polla. Solo te pido que no seas brusco al principio.

- Ok.- y se metió a la chucha.

Yo fui al dormitorio me desnudé y comencé a meterme el consolador grande lentamente por el culo, al borde de la cama. Al rato oí la puerta del baño y los pasos de Ángel dirigiéndose al dormitorio.  Me saqué el consolador justo cuando entraba y le ofrecí mi ano abierto, gomoso y lubricado.

Se acercó hacia mi culo, yo lo veía por el reflejo del espejo y su polla era enorme y estaba hinchada y muy erecta. Sentí su glande en la entrada de mi recto, lo movía como una brocha gorda arriba y abajo, entrando un poco cuando se situaba en el centro del recorrido. Me la hubiera clavado así mismo pero le dejé hacer: quise imitar en algo a la yegua a la que estaba acostumbrado, y dio resultado

-Veras como te gusta esto, puta.-me dijo en bajito- Te la voy a meter entera y vas a tragarte todo hasta que te llene de leche, zorra!.

Dijo esto empezó a meterme la polla despacio. Supongo que creía que me haría daño, pero en verdad mi culo estaba más que entrenado. Aún así gemí como si me lo hiciera para darle el morbo justo a lo que estábamos haciendo

-AY! Cabrón! Me vas a partir el culo con esa polla gigante!- le dije cuando tenía un tercio metida en mi culo.

-Pues ahora viene la parte gorda del asunto, puta!- y me metió otro tercio, el más grueso, en el recto. Luego la saco entera y volvió a meter el primer tercio.-Te gusta puta?.

-Dioosss!. Me encanta! Que pollaza tienes! Sigue follándome así cabrón! Dámela!.

Y repitió el movimiento un tercio-dos-tercios-fuera-adentro durante un rato. Yo estaba en la gloria. Después de Chisto esto era lo mejor que me pasaba en mi vida sexual, y lo estaba superando. Continuó así, follándome el culo y diciéndome guarradas. Yo le recibía agradecido y le susurraba guarradas también.

Yo estaba a punto de correrme, y él tenía la polla cada vez más congestionada e hinchada. En una de esas, despacio pero sin detenerse, me la metió al completo, entera. Yo mordí la almohada, no por dolor, que no me dolía para nada, sino del orgasmo que tuve con tan tremenda enculada. Metí mi mano por entre mis piernas y le agarré sus enormes cojones que colgaban por encima de los míos, se los amasé en parte para que no se separase mucho de mi culo, pues lo quería entero dentro, y en parte para retrasar su corrida, porque había empezado a darme más deprisa para llegar a su orgasmo. Así lo mantuve un rato, luego le solté las pelotas, y, con las manos en mis caderas, me dio unos cuantos envites con toda la carne y empezó a correrse tan abundantemente que los chorretones de leche me salían a presión entre las paredes de mi ojete y su cipote. Tras un par de metidas más, algo más lentas, caímos de costado en la cama, yo acurrucado en posición casi fetal, él despatarrado al lado.

Al cabo de unos minutos para recuperar el aliento me volví.

-Que tal?

-De puta madre!...y tu?

-Joder!...mejor que en mis fantasías!

-De verdad que nunca has follado con un tio?

-Nunca. Solo consoladores.

-Pues lo tienes bien abierto y tragón!

-jajaja…si, pero ahora más.

-jajaja…volveremos a repetirlo?

Yo miré hacia su polla, como iba cogiendo forma de nuevo. Se la agarré por la base y dándole unos sabrosos lametones le dije:

- Ya?.- Y me la metí en la boca para mamarla afondo.