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Cita con Juan (segunda y última parte).

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Segunda parte de este relato: https://www.todorelatos.com/relato/150709/

Me encanta que me meen, pero esto sobrepasaba cualquier experiencia que hubiera tenido antes. Él no se inmutaba mientras me regaba y yo no podía dejar de gemir y de darle las gracias por lo que me estaba haciendo, hasta que mi polla estalló y me corrí largo y tendido sobre el suelo, mi semen se mezcló con sus meados y yo quedé exhausto y tendido encima de ellos. Medio minuto después me dijo que lamiera mi corrida y me la tragase, y que nuestra cita, para él, empezaba a partir de ese momento.

Me ordenó que me pusiera de rodillas, y de rodillas sobre el charco de sus meados vi como se acercaba a sacar algo de su mochila. Vino hacia mí y me puso el utensilio que escondía, un collar de perro con su correspondiente correa. Las cosas todavía quedaban más claras de lo que ya estaban, este hombre me iba a someter y humillar a su gusto y manera. Lo que no vi en qué momento sacó las pinzas que me colocó en los pezones, así te quedarán sensibles y los podré lamer como a mi me gustan, perro. La estampa era la siguiente: él desnudo frente a mí, erecto y con cara lasciva, y yo, a una distancia de un metro y medio, de rodillas en sus meados, con un correa de perro que colgaba de su mano y unas pinzas unidas por una cadena en cada uno de mis pezones. Ahora sí, te ordeno que me la chupes. Tiró de la correa hacia él y me acerqué a cuatro patas, una vez enfrente de su mástil me puse de rodillas y empecé por comerle los huevos. Eran bastante grandes y los dos a la vez no me cabían en la boca, así que los iba alternando, primero uno después el otro, de arriba abajo y de abajo a arriba. Le lamí el tronco hasta el capullo, que era grande y morado, me lo metí en la boca y una vez dentro le pasé la lengua, rodeándolo, de un lado a otro. Esto le gustó y se puso a gemir. Después engullí su miembro, por poco pero me cabía entero, me llegaba hasta el fondo y el todavía gemía más. Me puso su mano en mi cabeza y acompañaba mis movimientos, con la otra mano sostenía la correa, la correa de su perro.

De repente empujó mi cabeza hacia atrás y enfiló dirección a una butaca enorme que había al lado de la cama, no me toco más remedio que ir detrás suyo si no quería que el collar me estrangulara. Ponte a cuatro patas y espérate aquí. Abrió el minibar, se preparó un gintonic y volvió donde me había dejado, delante de la butaca. Se sentó y dijo sigue con lo que estabas haciendo. Me la volví a meter en la boca de golpe, esta vez incluso con más ganas que antes, me ponía muy cachondo mamársela mientras él se tomaba su copa. Los dos estábamos disfrutando, yo me relamía con su polla y sus huevos, me la sacaba para metérmelos en la boca, le mordía suavemente el tronco, le escupía en el capullo y me daba pollazos en la cara, la cual me quedaba toda llena de babas y de precum, no podía estar más cerdo. De vez en cuando me tiraba la cabeza hacia atrás y me escupía o me daba algún bofetón y me volvía a amorrar a su falo. Se abalanzó sobre mi espalda y con su mano libre me daba azotes en el culo, hasta que me metió el dedo, creo que el del medio, hasta el fondo de mi agujero. Estuvimos así tranquilamente entre diez y quince minutos, yo seguía comiéndosela pero con dificultad debido a tener su barriga tocando a mi frente, aún así, los dos lo estábamos gozando. Cuando creyó que mi culo ya estaba lo suficientemente dilatado, me ordenó montarme en su pollón y cabalgarlo.

Le pregunté si quería que me pusiera de frente o de espalda y me dijo que de frente, que quería ver mi carita de puta. Así que puse mis pies en la butaca, flexioné las rodillas y su pedazo de carne entro sin ningún problema dentro de mí. Empecé a cabalgarlo, a levantarme y a asentarme sin que su polla saliera de mi culo, ya no me dominaba a través de la correa, sino que ya me cogía directamente del collar al mismo tiempo que me abofeteaba y escupía. Yo le pedía que me diera más y más, estaba siendo sometido y castigado por ese maduro con el que tanto habíamos hablado por email y ahora por fin cumplíamos con todo lo que habíamos dicho. Me quitó las pinzas de los pezones y me los lamió y le des daba pequeños mordisquitos, nunca me habían hecho eso y no contaba con que pudiera gustarme tanto. Ahora me tenía cogido por las caderas y me obligaba a aumentar el ritmo, era él quien llevaba el timón del polvazo que me estaba metiendo. Sus gemidos cada vez eran más fuertes hasta que de repente me sacó de encima de él y podríamos decir que me tiró al suelo. Me ordenó ponerme de rodillas y abrir la boca, se acercó, se empezó a tocar y apuntó en dirección a mi boca, que es donde fueron a parar todos los trallazos que soltó. Fue una corrida increíble, siete u ocho lefazos que fueron a parar directamente a mi boca abierta. No te lo tragues todavía, aún tengo una cosa para ti. Y con su polla aún apuntando a mi boca empezó a mearse directamente al fondo de mi garganta, la meada fue tal que me llenó por completo y me caía su pis por las comisuras de los labios. Una vez terminó, después ya sí, me ordenó tragármelo todo entero. Así pues, delante de ese macho alfa maduro me tragué su semen y su pis, no sin dificultad, ya que tenía la boca llena, pero bien mereció la pena, su sabor era riquísimo.

¿Y ahora qué se dice, perro?

- Muchas gracias, Amo.

- Buen perro.

 

Y esta es la historia de nuestra primera cita y de cómo me he convertido en su puto particular, siempre a su disposición y placer.