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Cita con Juan

en Gays

Tenía una cita con un usuario de Todo Relatos, habíamos intercambiado algunos emails, algunas fotos y nos habíamos contado algunas experiencias. Él es un hombre de 70 años con un pollón considerable y yo un hombre de 33 con un culo que él deseaba follarse. Después de varias charlas, dijimos de vernos y consumar nuestras fantasías un día del pasado mes de junio. Quedamos que yo sería su putita y él sería mi señor, me azotaría, me mearía y me follaría hasta que se quedara a gusto. Yo estaba deseando sentir su polla de más de veinte centímetros por todas las partes de mi cuerpo y rendirle pleitesía, no hay cosa que me ponga más en el mundo que servir a un maduro. Así pues, quedamos al atardecer en un conocido bar de ambiente de l’Eixample de Barcelona, no sabía que cara tenía, pero me dijo que llevaría una camiseta azul marino. A eso de las nueve llego al bar y veo a un maduro guaperas, sentado en una mesa de la terraza y con su camiseta azul marino, no había duda, ese hombre era el que me iba a follar esa noche. Me acerco hasta él y le digo, me imagino que eres Juan, ¿me equivoco? Y no, no me equivocaba, era él y estaba esperando a un tal Jorge, así que enfrente tenía a su sumiso. Me dijo que me estaba esperando, y que tenía algo para mí. Me dio una pequeña bolsa de las que se utilizan para ir al gimnasio y me dijo que fuera al baño a ponérmelo. Fui derechito a ver qué es lo que contenía esa bolsa, y no era otra cosa que un suspensorio negro con las letras P U T O encima del culo. Me lo puse, me miré en el espejo y me puse a mil. La cosa empezaba muy bien.

Salí del baño y ve que el camarero le devolvía el cambio, así que imaginé que nos íbamos directamente al hotel que habíamos elegido. Ya sabes, nada más cruzar la puerta de la habitación vas a hacer todo lo que yo te diga, no quiero oírte rechistar, tan solo gemir. Y el trato será de Amo o Señor. ¿Entendido? Vaya si lo entendía, lo entendía tanto que mi erección casi rompe el suspensorio. Tal fue la cosa que llegamos y me mando quitarme toda la ropa excepto lo que él me había regalado. Lo hice, mirándole a los ojos provocativamente y muy lentamente. Vaya puta estás hecha, como te gusta provocar. Quedé solo con los suspensorios delante de él, aún vestido, se sentó al borde de la cama y me dijo ven aquí, que te voy a castigar, no se puede ser tan perro. Me acerqué y me puso de tal manera que mi pene quedaba en su falda y mi culo mirando hacia arriba, ya sabía lo que venía ahora. Me empezó a azotar, ahora en una nalga ahora en la otra. Toma, cerdo, toma tu merecido. Te lo voy a dejar bien rojo y después me lo voy a follar bien follado, como a ti te gusta. ¿No es así? Y entre jadeos y dolores respondí que sí, mi Amo, así es como le gusta a su putita. Mientras que con una mano me azotaba con la otra y uno de sus dedos me penetraba y comentaba lo muy abierto que lo tenía y fantaseaba con el montón de pollas que habían pasado por allí. El muy cabrón no erraba en nada. A los diez o quince minutos más o menos se cansó y me ordenó que me arrastrara por el suelo, que frotara mi polla contra el parqué, como si fuera un gusano y me lo quisiera follar. Puede parecer algo muy humillante y a lo mejor lo era, pero el gusto que me dio frotarme en el suelo mientras él me miraba y se quitaba la ropa solo lo sé yo. Pude ver por fin su tremendo falo en directo, totalmente erecto, largo y grueso, y unos huevos enormes colgando. Escupió en el suelo y me ordenó que lo lamiera pero sin cesar mis frotamientos. Repitió la jugada varias veces y lamí otras tantas, me estaba poniendo súper cachondo. Me pisó la cara contra el suelo con su pie y yo seguía y seguía mis movimientos, estaba vez apuntaba y escupía apuntando a mis partes de rostro libre. Se agachó, y aún con su pie en mí en mi cara me metió dos dedos por el culo, los dejó inmóviles y yo me los follaba con mi vaivén de caderas. Nunca nadie me había sometido cómo lo estaba haciendo este viejo cachondo, mi polla estaba a punto de estallar y la suya pedía a gritos mis lamidos, así que hice un movimiento brusco para acercar mi cara a ella y casi consigo que Juan se caiga. Me cogió la cara con una mano y con la otra me dio un sonoro bofetón, mi polla solo la chuparás cuando yo te lo ordene, ¿entendido? Agaché la cabeza en señal de sumisión y respondí un sí, señor que sonó de lo más convincente, no quería que mi Amo se enfadara. Se levanto, yo aún en el suelo, y me aplastó el miembro con el mismo pie que me pisaba la cara. Venga, puto, arrástrate y no pares bajo ningún concepto. Me empecé a arrastrar con ahínco, mis gemidos cada vez iban a más y él apuntó su polla erecta hacia mí y empezó a soltar un chorro gordo de pis que repartió por todo mi cuerpo. Me encanta que me meen, pero esto sobrepasaba cualquier experiencia que hubiera tenido antes. Él no se inmutaba mientras me regaba y yo no podía dejar de gemir y de darle las gracias por lo que me estaba haciendo, hasta que mi polla estalló y me corrí largo y tendido sobre el suelo, mi semen se mezcló con sus meados y yo quedé exhausto y tendido encima de ellos. Medio minuto después me dijo que lamiera mi corrida y me la tragase, y que nuestra cita, para él, empezaba a partir de ese momento.

Y lo que ocurrió a partir de este momento, si os interesa lo podréis leer en la segunda parte de este relato.