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Cumplido mi fantasía con el de la obra

en Gays

Os traigo otro relato que me pidieron hace tiempo. Si tenéis algún comentario/petición sentiros libres de escribirme a paulpurplexx@protonmail.ch 

Disfrutad!

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Desde pequeño he tenido una obsesión por todos aquellos hombres que se dedicaban a trabajos rudos.  Miraba siempre de reojo a los paletas cuando pasaba por delante de una obra. Especialmente en verano. Se me alteraba el cuerpo entero viéndolos sudar, gritándose por encima del ruido de las máquinas, fantaseaba con ser la puta de todos ellos. Que después de trabajar me utilizaran en grupo, se desahogasen follándome el culo sin haberse duchado antes. Que me llenasen de su olor ácido, me amorrasen a sus rabos con un cigarro entre los dientes, el casco todavía puesto y la polla dura en la mano.

Después de años de espiarlos y hacerme más pajas de las que podría llegar a contar decidí tirarme a la piscina. Empecé buscando por chats gays como hacía cuando era menos pero quería un buen polvo. Entre muchos discretos y casados heteros conocí a Javier.

Mi mensaje que copiaba y pegaba una y otra vez en la sala grupal decía “Chaval joven de 22años, 187 70Kg, rubio, aniñado, 19cm con buen culo, busca obrero macho que busque morbo”. Muchos respondían, pero ninguno encajaba con el perfil. A todos les faltaba la parte más importante. Dedicarse a la obra. Me daban igual si tenían barriga, su edad o el tamaño de su polla, sólo quería cumplir mi fantasía.

Una noche entré en el chat, era pleno Agosto y en Barcelona estábamos pasando una ola de calor. El calor me tenía caliente, ni pajas ni duchas ayudaron. A sabiendas que ya no iba a dormir en toda la noche entré en el chat. Copié y pegué mi mensaje. No había mucha gente, todos querían una mamada, que les sacaran la leche antes de ir a dormir. De repente “Maduro47” me envió un mensaje privado.

¾     Buenas, así que buscas un obrero…

¾     Buenas, sí y no busco para ahora. Lo más importante es que el tío trabaje en la obra.

¾     Habrás tenido suerte entonces. Soy tu tío. No soy marica pero de vez en cuando me mola follarme a chavales jovencitos, y tú me has llamado la atención…

Hablamos durante veinte minutos. Me dijo que trabajaba como obrero desde los 18, que ahora tenía 47 y que el trabajo le había curtido. Era alto, cabeza rapada, musculoso y con un rabo gordo de unos 17 centímetros. Le molaban los jovencitos mamones, follarse sus gargantas y si la situación era propicia… follarse un culo estrecho le volvía loco. La descripción me dejó con el rabo duro, así que le pasé mi número de Whatsapp. Nos enviamos algunas fotos en pelotas y sabía que Javier tenía que ser para mí.

Quedamos al día siguiente. Él estaría trabajando toda la mañana en unas obras cerca del centro de la ciudad. Me contó que estaba haciendo ahí pero no le presté demasiada atención, sólo podía pensar en una sola cosa.

¾     Me gustaría venir a verte a la obra y luego, cuando termines, encontrarnos en algún lugar cercano, para que tus compañeros no sospechen nada.

Así fue, él empezaba a trabajar a las 9 de la mañana y tenía una hora y media para comer a las 14. Yo me presenté a la 13:00h. Cuando llegué él estaba de espaldas, con la camiseta llena de sudor. Cada vez que levantaba los brazos dejaba al aire el vello de su barriga. Me senté en un banco cercano a observar, disimulando mi erección con una pequeña mochila. Finalmente nuestras miradas se cruzaron. Él no dijo nada, se limpió la nariz con el brazo, luego el sudor y para mi sorpresa se agarró el paquete como si se lo estuviera recolocando. Sabía que me estaba diciendo que pronto eso sería mío. Sólo pude sonreír.

Cuando empezaron a moverse para cerrar el chiringuito, me apresuré a llegar al portal de su casa. Habíamos tenido suerte porque vivía a cinco minutos del lugar. Él llegó 15mnts después. 15 de los minutos más largos de mi vida. Cuando llegó al portal, apenas me miró. Abrió la puerta y me dijo:

¾     ¿Pasas?

Entré después de él. Era un edificio antiguo con las escaleras pequeñas. Iba mirándole el culo, desprendía una olor fuerte a macho, que me ponía cada vez más perro. En la mano llevaba el casco. Se lo había pedido yo el día antes. Llegamos al tercer piso y él abrió la puerta de su apartamento, entró dejando la puerta entreabierta. Me quedé ahí dos minutos. El corazón me iba a mil, la respiración entrecortada y la polla durísima.

Abrí la puerta, la cerré detrás de mí. Delante un pasillo que recorrí poco a poco y al final un pequeño salón. Javier estaba ahí, sentado en el sofá todavía con la ropa de trabajo puesta, con el sudor ya algo seco. Fumándose un cigarro me miraba mientras se sobaba el bulto.

¾     Esto es lo que querías, no? Ven hacía aquí. Ponte de rodillas delante de mí.

Simplemente obedecí.

¾     Quítate la ropa. Quiero verte en pelotas.

Lo hice rápidamente, el rabo salió de golpe, ese olor era con lo que tanto había fantaseado durante años.

¾     Bien, veo que de verdad esto es lo que quería pedazo cerda, voy a usarte a mi antojo, entendido, pedazo maricón?

Acto seguido me agarró la mano y se la puso encima del paquete. Quise amorrarme a él enseguida así que metí mi cara entre sus piernas, el olor a rabo, me estaba volviendo loco, la polla me chorreaba y ni tan siquiera la había rozado. Me apartó y se quitó de un tirón los pantalones de trabajo y la ropa interior, dejándome a un centímetro de la cara ese rabo gordo. Empecé a mamarlo como si no hubiese un mañana. Le pasaba la lengua por todos lado, del tronco hasta las inglés. La parte baja de los huevos, la que más olía era la que más me gustaba, se la limpié gruñendo mientras él gemía y apretaba mi cabeza con sus piernas.

¾     Joder, cabrón, vaya lengua, cómemela… La estás dejando bien duchada.

Me lo decía mientras me agarraba del pelo, yo estaba como un animal, me acariciaba fuerte el cuerpo, empapándome de él. Seguí comiéndole el rabo, me la metí de una estocada hasta que entró entera y le miré a los ojos. Empecé a pajearle la polla con mi garganta. Sentía como palpitaba y después de un rato, me abofeteo la cara con su polla en mi boca. Me la sacó y me empezó a dar con ella en la cara. Luego me escupió.

¾     Abre la boca zorra.

Empezó a escupirme en la boca. Uno, dos, tres. Todo su sabor lo dejé caer sobre su polla, lubricándola mientras se la pajeaba. Me sescupió de nuevo y entonces se acercó de golpe y me metió la lengua en la boca. Su lengua recorría cada rincón de mi boca. Yo estaba en extasis, sólo podría gemir, como si me hubiese drogado. Me acariciaba el cuerpo, le encantaba jugar y apretar mis pezones hasta que gemía de dolor y de placer. Empezó a azotarme el culo, mirando mi cara de desespero. Queía su rabo, lo quería dentro de mí y lo sabía.

Me levantó y me puso encima suyo. Mientras me seguía comiendo la boca, puso su polla justo en mi ano. Levantó el brazo y enterré mi cara en su sobaco, que olía fuerte. Lamía, mientras él apretaba. No tardé en dilatar y después de meterme la punta, de una estocada la metió entera. Grité, esta vez de dolor. Se me caían las lágrimas, pero quería montarlo. Esperó.

¾     Pfff poco ha costado empalarte… Eres una zorra con práctica veo, vamos a ver que tal aguantas una folladita.

Me levantó y me tumbó sobre el sofá, primero mirándome. Empezó a follarme, primero lento. La sacó de golpe y yo gemí como una zorra.

Metela, métela, joder, porfavor.

Escupió sobre mi culo y la metió de nuevo. Ahí empezó a darme cada vez más duro, más rudo. Golpes secos a ratos, sentía su polla dentro de mi estómago. Cada vez que la metía y la sacaba yo quería correrme. A ratos, me daba duro con ritmo, empezó a follarme como una máquina. Soltaba gemidos, su sudor me caía en la cara, me escupía y rugía como un animal.

Me dio una palmada en la cara y sólo dijo “boca abajo”. Obedecí, me abrí el culo con las manos, dejándole el culo a la vista. Empecé a moverme como una serpiente,  mi culo quería su rabo y de un solo golpe, pam! Me la metió de nuevo.  Siguió follándome, cada vez más rápido.

¾     Que culo, joder, ufff, que culazo, cabrón, ¿te gusta?¿ Eh? ¿Te gusta maricón? ¿Te gusta mi polla? Me voy a correr en nada como aprietes el culo, mamón… Ah, cabrón….

Siguió un buen rato. Yo tenía los ojos en blancos. Solo quería más y más. Mordía cojín. No veía nada, solo escuchaba a Javier insultarme y solo sentía su cuerpo, su verga dejándome bien abierto. Hasta que me dijo:

¾     Me voy a correr, y tú te vas a correr conmigo, entendido, perra?

Así me levantó y me puso a cuatro, sin sacarme la polla de dentro. Me cogió la cara por detrás y mientras me morreaba llenándonos de saliva empezó a pajearme. Las embestidas cada vez eran más acompasadas, más rápida, su pulso se aceleraba y yo sentía que me corría. Sus huevos gordos chocando contra mi culo. Esa polla dándome justo donde tenía que darme. La situación me superó, empecé a temblar, Javier me agarró de la cintura y aceleró.

Gemía y gemía, sentía que venía. Con un golpe seco de su polla yo empecé a correrme como nunca lo había hecho, sin tocarme la polla. Solté lefa por todo el sofá gemía alto, casi a gritos. Entonces seguí pajeándome, y follándole la polla con mi culo. Dándole duro…

¾     Uffff cabróón… cabrón… no pares, así, joder, sigue, aprieta el cu… JODER

Me azotó el culo y me agarró de nuevo. Empezó a follarme sin compasión hasta que seguido de un grito empezó a trallar lefa dentro de mi culo. Sentía que entraba hasta las entrañas. Disminuyó el ritmo y entre jadeos se dejó caer encima de mí.

Estábamos los dos sudados, llenos de lefa, su polla se encogía todavía dentro no de mí. Sólo jadeábamos hasta que empezó a darme besos en la espalda. Javier entonces se incorporó, sacó su rabo de mí y se sentó a mi lado. Yo hice lo mismo. Puse mi cabeza entre sus piernas y acabé de limpiarle el rabo.

Nos miramos.

¾     Gracias Javier.

¾     Gracias a ti, joder… Gracias.

Entonces me dio un beso. Comimos juntos, desnudos. Hablamos sobre mi fetiche, sobre el polvo, sobre su curro y demás movidas de la vida. Nos llevamos bien, y había tenido uno de los mejores polvos de nuestra vida. Me ofreció una ducha que rechacé, cosa que le hizo mucha gracia. Quería retener su olor por un tiempo más. Poco tardó en tener que volver al trabajo. Nos despedimos dos veces, una antes de salir de su casa. Ahí nos prometimos que no sería la última vez. La segunda en el portal, con un simple, hasta pronto y un guiño de ojos.

Estuve hasta llegar a casa pensando en lo que había pasado. Grabándolo a fuego y sintiendo cada vez que me sentaba la leche de Javier salir de mi. Al llegar a casa, lamí sus fluidos. Me metí los dedos y con lo que había me hice una paja con su lefa a modo de lubricante. Le escribí para contárselo. Y tan sólo respondió con un:

¾     “Viernes, mismo lugar, misma hora”.