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Adriana: la dulce enfermera. (Parte 3)

en Hetero: Infidelidad

Capítulo 3

Al día siguiente Adriana se presentó al hospital como siempre, había tomado una decisión, una decisión basada en la lujuria y no en otra cosa, anoche mientras pensaba todo lo que había pasado el día anterior, se encontró a si misma muy caliente demasiado, y cavilando sobre lo que había ocurrido en su vida, llegó a una conclusión.

Si su marido no le daba lo que llevaba meses necesitando, tal vez algún otro lo haría, aun así lo cierto es que tenía dudas, su educación había sido católica, para ella la infidelidad era un pecado y por más que una parte de su mente, la mayoría de hecho, estuviera segura de hacerlo, la otra parte estaba en contra, y esa pugna en su conciencia le impedía tomar una decisión.

Aunque sí que esa mañana se sentía más propensa a cometer una estupidez que otros días, se sentía más sexy, más deseable.

Ahora sabía que había hombres dispuestos a complacerla, y eso le abría las puertas a un nuevo mundo… si se atrevía a dar el paso.

Pensando sobre eso se encontró a si misma en la puerta de la oficina del doctor Garza.

Habia tomado una decisión, pero quería hablar con el antes para asegurarse, antes de abrir la puerta miró a ambos lados del pasillo y tras cerciorarse de que nadie veía, desabrochó dos botones de su camisa del uniforme dejando ver un muy generoso escote.

—Buenos días doctor —dijo en cuanto entró, mirando al hombre que estaba atento leyendo algún expediente.

—Buenos días Adriana —el doctor levantó la vista de sus papeles y al verla con ese escote se quedó pasmado por unos segundos, para acto seguido sonreír. —muy buenos.

Adriana sonrió.

—Vine para ver si necesitaba algo o si había pasado algo con el paciente.

—No, no hay novedades, las enfermeras del día de ayer dijeron que el día pasó sin ningún inconveniente.

El hombre se levantó del asiento y se encaminó poco a poco hacia ella, la mujer no hizo ningún intento por alejarse como llevaba haciendo ya casi 2 años, de hecho, le sonrió.

—Adriana… quiero saber, ¿Qué ha pensado sobre mi invitación?

Ella sabía que esa pregunta iba a llegar, y también sabia su respuesta, pero antes…

—Doctor, antes de responder me gustaría que usted me respondiera algo ¿Por qué exactamente quiere que vaya con usted?

—¿Por qué? —era evidente que la pregunta no la esperaba, así que tardó un rato en responder.

—Pues… porqué pensé que era una buena oportunidad para conocernos mejor.

Era evidente que se lo estaba inventando sobre la marcha.

—Claro, ¿está seguro de que no hay ninguna otra razón?

El hombre tragó saliva.

—Sí, muy seguro.

—Ok, entonces acepto.

Los ojos del hombre se iluminaron al instante.

—¿De verdad?

—Si —dijo ella sonriendo —pero como le dije, no tengo ropa adecuada.

—Y yo le dije que le daría dinero para eso ¿verdad?, tome.

Le entregó su tarjeta de crédito y diciéndole que podía gastarse lo que hiciera falta se despidió de ella y se fue a atender algunos pacientes.

Adriana no se lo podía creer, le había dado su tarjeta sin dudar ni un segundo, cada vez se convencía más que era la decisión correcta, aprovecharía esta situación todo lo posible.

Se encaminó a la habitación de su paciente y con una sonrisa abrió la puerta, el hombre al verla entrar se enderezó en la cama y le sonrió.

—Buenos días enfermera.

—Buenos días señor Rodrigo ¿Cómo le fue ayer?

—Muy mal —dijo el hombre poniendo cara de disgusto —me pusieron a 2 enfermeros a cuidarme.

—¿Y eso es malo?

—Solo cuando quise ir al baño, me agarraron la verga… nunca me había visto desnudo un hombre, menos agarrarme la verga mientras orino.

Aunque no se lo supo explicar, Adriana encontró muy divertidas esas palabras y lo demostró soltando una risa sonora.

El hombre se le quedó viendo obviamente ofendido.

—Lo siento señor, es solo que… ¿es malo para usted?

—Claro que sí, no soy ningún maricón.

«Pensamientos del siglo pasado», pensó Adriana, pero entendiendo que era inútil discutir, y además tampoco tenía ganas solo sonrió.

—Bueno, yo estaré aquí toda la semana hasta el próximo miércoles así que no tiene que preocuparse.

Se acercó para tomar su nivel de glucosa y para su sorpresa el viejo la atrajo hacia el con la mano que tenía lastimada, tomándola de la cintura.

—No me vuelva a dejar con esos maricas.

Todavía con la sorpresa encima, Adriana intentó separarse de el, pero el viejo la tomó con mas fuerza y bajó su mano hasta su trasero y lo apretó con fuerza.

Incapaz de decir nada, Adriana lo miró a los ojos, y al ver en ellos la lujuria que muchas veces había visto en otros hombres cuando la miraban, incluso hace tiempo en su propio esposo, por primera vez en su vida, esa mirada no le desagradó, al contrario, la intrigó y para su sorpresa se encontró deseando alargar ese momento.

—No debería mover la mano tan bruscamente —dijo al fin.

—No se preocupe enfermera, no creo que me pase nada —al decir esto volvió a apretar la nalga de Adriana haciéndola saltar de la sorpresa —está en un lugar cómodo.

Esa última frase provocó en Adriana una risa sincera que el señor correspondió sonriendo.

—Pero ese lugar ya tiene dueño —dijo ella manteniendo aún su cordura como mujer casada.

—¿De verdad? —el viejo comenzó a manosear a su antojo la nalga izquierda de la mujer que seguía mirándolo a los ojos —Se siente abandonado.

—Aun así, no es bueno ocupar los lugares de otros.

El señor ni siquiera se inmutó, siguió masajeando con su mano la nalga de la mujer que cada vez se encontraba a si misma más excitada.

—En el rancho hay una regla: si no cuidas a tus vacas, otro las cuidará por ti.

—Creo que se lo está inventando —la frase había sacado a Adriana de su transe porque había sido tan ridícula que la había hecho reír.

—Claro que no.

—Pues no creo que la vaca se deje cuidar por cualquiera —respondió entrando al juego de nuevo.

—No crea señorita, es fácil calmar a una vaca para que se deje… cuidar, basta con darle unos pequeños golpecitos en el lomo.

Mientras decía esto, con su mano le dio tres palmadas en el culo a Adriana que se sobresaltó y lo miró, primero con enfado, pero luego al notar la sonrisa lujuriosa del viejo, le sonrió también.

«¿Me está comparando con una vaca?» pensó, sintiéndose más bien curiosa que molesta, algo que le sorprendió.

Cachonda como ya estaba (ya no podía negárselo) decidió llevar un poco más allá el juego.

Llevó su mano derecha a la mejilla del hombre y comenzó a acariciarla.

—No creo que todas las vacas se dejen convencer tan fácil.

No podía creer que estaba tonteando con un hombre que le doblaba la edad, que era su paciente y además estaban hablando de vacas… por un momento se dibujó una sonrisa en su rostro al percatarse de lo extraña de la situación.

—Pues, algunas son más difíciles, pero todas tienen un modo de convencerlas.

—¿Y usted conoce esos métodos?

—Claro, soy el mejor —dijo con una sonrisa maliciosa y lujuriosa que hizo que la mujer se estremeciera, un estremecimiento que le encantó.

Adriana sonriendo, comenzó a acercarse al rostro del viejo, como si estuviera por besarlo pero cuando casi llegaba a los labios se detuvo y sonrió, siguió mirándolo a los ojos y le dijo:

—Me gustaría que me lo demostrara algún día.

Después de decir esto se irguió de nuevo y tomó con su mano la del viejo que todo este tiempo había estado manoseando su trasero y la retiró, se dio media vuelta y se dirigió a la salida.

—Si necesita algo, solo llámeme —dijo sin voltear la vista.

Al salir notó que estaba mojada, por primera vez en mucho tiempo, un hombre había hecho que se excitara tanto que mojó sus bragas.

Se encaminó a la sala de enfermeras donde María la recibió con una sonrisa.

—Hey, ¿qué tal tu día libre?

—Bien, respondió ella tomando asiento para que nadie notara lo agitada que estaba. —Aunque Raúl se fue de viaje y no regresará hasta el lunes, así que estaré algo sola.

—Lo siento —respondió María —pero ya sabes, si siguieras mi consejo no estarías sola —le dijo sonriendo, refiriéndose obviamente a su modo de vida de ser infiel a su esposo.

—JA JA Muy graciosa —respondió Adriana con un gesto de enfado.

María le regreso una sonrisa.

—Hablando de eso —dijo Adriana luego de meditarlo un poco —¿Estás libre después de tu turno?

—Si ¿por qué? —María la miró extraña.

Adriana miró a ambos lados para asegurarse de que nadie estaba escuchando.

—Es que… acepté la invitación del Dr Garza para ir a la cena con el.

—¿De verdad?

María casi gritó estás palabras haciendo que Adriana se asustará y volviera a mirar alrededor, solo estaba en la esquina de la sala doña Raquel, una enfermera mayor que estaba ya en sus últimos día como enfermera, a fin de mes se iba a retirar, era una consentida del hospital y todos la adoraban por su carisma, pero Adriana sabía que tenía fama de chismosa, así que esperaba que no hubiera escuchado nada, era improbable puesto que ya no escuchaba bien y estaba bastante lejos, aun así levantó la vista ante el gritó de María.

—Shhh —reprendió Adriana a su amiga —sí, pero no lo grites a los cuatro vientos.

—Lo siento —respondió ella —aunque de cualquier modo se van a enterar, todos van a ir a esa cena ¿sabes?

—Sí, pero no quiero que lo sepan antes, no quiero habladurías… —suspiró —aunque supongo que igual las habrá.

—Pues sí, pero, en fin, ¿así que sí decidiste seguir mi consejo? ¿vas a tener una noche de pasión con el doctor Garza?

Mientras hacia esta pregunta María comenzó a hacer gestos obscenos con sus manos.

—No —negó rotundamente Adriana —simplemente acepté porque creo que necesito despejarme un poco de los problemas con Raúl.

—Ya veo… —era evidente que no se lo creía.

—Además, hablé con él y me dijo que solo quiere convivir conmigo y por eso me invitó.

—Claro… —de nuevo, no se lo creía —De cualquier manera ¿Por qué me preguntaste si estaba libre?

—Porque… quiero que me acompañes a comprar un vestido que ponerme ese día, tú tienes más experiencia en este tipo de cosas.

—Está bien ¿de cuánto es tu presupuesto?

—En realidad no lo sé —María la miró extrañada—el doctor me dio su tarjeta y me dijo que me gastara lo que quisiera.

—Espera ¿dices que te dio dinero para que compraras ropa y te vistieras para él?

—Pues algo así.

—Amiga… ningún hombre invita a una mujer a una cena y le dinero para que se compré ropa solo porque quiere “convivir” con ella, espero que sepas que él va a esperar algo más.

Adriana miró a María, ella también había pensado eso, no era tonta y sabía que el doctor la había invitado por algo más y aunque una pequeña parte de ella quería negarse a ir con él a la cena, quería ir a su oficina y decirle que era una mujer casada, que no podía ir con el, que dejara de intentarlo…

Pero, la otra parte de ella, la parte que cada vez se hacía más grande decía que continuara, que el peligro de estar con un hombre que se la quiere follar era emocionante, excitante…

Además, si llegaba el momento de que el intentara algo, ella simplemente lo detendría, no iba a serle infiel a su marido, se decía para convencerse, sabiendo que en el fondo quería seguir experimentando lo que había sentido estos últimos días, su sobrino, su paciente… gracias a ellos había tenido algo que hace mucho no tenía: excitación, y quería seguirla sintiendo.

—Pues no lo obtendrá, creeme, simplemente quiero ir a comprarme ropa, dijo que podía gastar lo que quisiera así que porque no aprovechar y agrandar mi guardarropa ¿eh?

Por la mirada de María era más que obvio que no estaba tan segura, pero sabía que no le incumbía la vida de Adriana así que al final aceptó.

—Está bien, pero no creo que podamos hacer mucho en un par de horas solamente, necesitaríamos toda la tarde para ir a varias tiendas y elegir las mejores ropas.

—Sí, pero no podemos irnos hasta que se acabe el turno.

María sonrió.

—Bueno, ¿Por qué no vas a decirle al doctor Garza que nos dé permiso de irnos antes?

—¿Tú crees que nos deje? Hay bastante trabajo.

—Seguro que sí, si quiere conseguir lo que quiere tiene que complacerte, tú solo usa esas dos y lo convencerás. —al decir esto señalo con la mirada las tetas de Adriana, ella ya había olvidado que tenía los botones abiertos, y sonrió pensando en que el señor Rodrigo no solo había estado manoseando su culo, también había tenido una gran vista de sus tetas todo el tiempo.

—Está bien, ahora vuelvo.

Tras decir esto se levantó de su asiento y se encaminó a la oficina del doctor Garza, cuando llegó la puerta estaba abierta y el doctor estaba sentado en el sofá viendo la televisión.

—¿Puedo pasar doctor?

—Claro Adriana —dijo el cuándo vio quien era.

Así lo hizo la mujer, que al entrar cerró la puerta para que nadie los viera desde afuera.

—Quiero hablar con usted.

—Claro ¿de qué? —el doctor intentó ponerse en pie al ver que la mujer cerraba la puerta imaginando que era algo importante.

—No se levante doctor, ¿puedo sentarme yo?

—Si claro —respondió el haciendo lugar en el sofá para que se sentara a su lado. —¿hay algún problema?

—No, bueno algo, pero no es grave, simplemente quería pedirle permiso para irme antes.

—¿Está todo bien? ¿tiene alguna emergencia?

—No —al decir esto la mujer puso su mano sobre el brazo del doctor —no es eso.

—¿Entonces?

 —Miré, hablé con María y aceptó a ayudarme a comprar ropa para nuestra cita.

Dijo la palabra “cita” lo más sensual posible y eso hizo que al doctor se le pusieran los pelos de punta.

—Ah, ya veo, lo siento, pero no creo que sea posible, hay mucho trabajo que hacer aquí, no puedo prescindir de dos de mis mejores enfermeras.

—Entiendo —al decir esto Adriana hizo un puchero de decepción. —¿Qué tal esto?, si nos deja ir, me compraré una prenda que usted quiera y le enviaré fotos cuando me la esté probando en la tienda.

Ni ella misma se podía creer lo que estaba diciendo, pero lo cierto es que lo había dicho.

—¿De verdad?

—Si —dijo ella con una sonrisa.

—Está bien, pero no quiero una foto, quiero fotos de toda la ropa que se pruebe y yo le diré cuál es la que quiero que lleve a la cena.

Claro que era arriesgado aceptar un trato como ese, enviarle fotos a un hombre que no era su marido no era la mejor idea del mundo… pero tampoco le importó demasiado.

—Está bien —dijo con una sonrisa y se acercó a darle un beso en la mejilla —gracias.

Se encaminó a la sala de enfermeras donde ya la esperaba María.

—¿Y bien?

—Aceptó —respondió Adriana.

—Genial.

—Entonces ¿A qué hora nos vamos?

—Podemos irnos a las 2, aún tengo que darle las medicinas a un par de pacientes.

—Está bien —respondió Adriana —al fin y al cabo, ella también tenía que darle medicinas a don Rodrigo, miró su reloj, era hora de hecho, así que se encaminó de nuevo a la habitación de su paciente.

Al llegar a la puerta estaba nerviosa por lo que había pasado una hora antes, pero también notaba en si misma algo de emoción, así que entró a la habitación de paciente.

—Hola señor Rodrigo —saludó con naturalidad.

—Ah, hola enfermera. —respondió

—Es hora de sus medicinas —dijo ella acercándose.

El señor estaba viendo la televisión, pero al llegar ella a su lado centró su atención en la hermosa enfermera.

—Claro —dijo el sonriendo y recibiendo las pastillas en una mano y el vaso con agua en la otra.

Mientras él se tomaba las medicinas, Adriana inyectaba en el suero los medicamentos restantes.

Cuando terminó se acercó de nuevo al paciente para recibir el vaso, y en ese momento el viejo volvió a hacer lo de la mañana, la acercó con su mano y puso su mano en su culo para seguirla manoseando.

Esta vez la mujer no intentó zafarse, simplemente le sonrió.

Giró su vista en dirección a la televisión, estaban transmitiendo un partido de futbol y eso era lo que estaba viendo el señor.

—¿Le gusta? —preguntó con una sonrisa que denotaba el doble sentido —el partido.

En su mente aparecían las palabras que realmente quería decir: «¿Le gusta manosearme el culo?»

En ese momento pudo ver en los ojos del viejo y sintió como si hubiera entendido lo que pensaba, y a partir de aquí comenzaron a tener una conversación con la mente y no con las palabras que salían de su boca.

—Si —dijo el —Aunque hay algo de interferencia en la señal.

La mente de Adriana de inmediato descifró lo que quiso decir: «Me encanta, pero sería mejor si no estuviera la ropa estorbando»

—Es una lástima, lamentablemente no tenemos forma de arreglarlo por ahora.

«Se siente, pero pedir eso es demasiado… por ahora»

—Si, que lastima, pero al menos el partido está bueno.

«Lastima, pero su culo es magnífico igualmente»

—Ya veo, pero no llevan ningún gol, solo pasan el balón de un lado al otro

«Usted solo me ha estado manoseando el culo, no ha hecho nada más.»

—Apenas van 10 minutos, aún hay mucho tiempo para que metan el gol.

«Solo estamos comenzando nuestro juego, perra, queda mucho tiempo para gozar de ti»

El solo imaginarse que el señor le dijera “perra” le dio un estremecimiento desde la columna hasta la nuca, nadie le había hablado así nunca y el pensar en que lo hicieran la excitó de más

—mmm ese número 10 sabe tocar bien el balón, es muy bueno.

«Señor Rodrigo, su mano se siente demasiado bien en mi culo»

—Sí, el problema es que, aunque sea muy bueno la defensa es muy buena también, para lograr meter el gol debería atacar mejor.

«Aunque te esté gustando sé que puedo hacerlo mejor»

Tras decir esto, el hombre intentó con su mano bajar el pantalón del uniforme de Andrea para sentir el culo de la mujer directamente, pero Andrea fue mas rápida que el y con sus dos manos detuvo el avance del hombre.

—Pero tampoco es bueno que ataque a lo loco, parece que el otro equipo tiene buenos defensores. —dijo Adriana dejando claro que los avances del viejo eran demasiado bruscos.

—Claro, tiene que pensar en un modo más inteligente de atacar, ¿no está de acuerdo?

«Lo haré de un modo que te guste, solo déjame seguir tocándote»

El viejo volvió a poner la mano en la nalga de Adriana sobre la tela del pantalón, ella le sonrió a manera de consentimiento.

—Seguro, el futbol es un juego de estrategia, aunque no lo parezca, seguro que si ese jugador lo intenta con calma e inteligencia acabará logrando meter el gol.

«Si lo hace bien al final lo dejaré hacer lo que quiera»

Se sorprendió de nuevo a si misma al decir esas palabras y tener esos pensamientos, era como si ya estuviera admitiendo que algo iba a pasar con el viejo, más que unos simples toqueteos.

Aunque claro, ya lo había masturbado antes así que se podría decir que algo ya había pasado.

—Parece saber mucho de futbol enfermera, porque no se queda conmigo a ver el resto del partido.

Ante esta invitación Adriana miró su reloj, eran las 10: 20 así que le sobraba tiempo para irse y no tenía ningún otro paciente que atender.

—Está bien, pero déjeme traer una silla, esta posición ya me cansó.

La decepción fue visible en los ojos del viejo que esperaba quedarse, así como estaba con la mujer más sexy que había conocido nunca, pero pronto encontró una solución.

—¿Y porque no se sienta aquí en la cama conmigo? Creo que es más cómoda que una silla.

Obviamente no iba a ser mas cómodo, y era una jugada desesperada del hombre, pero para su sorpresa la mujer aceptó, quería ver a donde llegaba esa situación.

—Está bien, hágame lugar.

El viejo, ni tardo ni perezoso comenzó a moverse un poco hacia la otra orilla dejando apenas espació suficiente para que el culo grande de Adriana se sentara en la orilla, así quedó el acostado en su cama y la enfermera sentada en la orilla de la cama.

Sin esperar ni un minuto, el viejo volvió a llevar su mano al culo de Adriana que lo miró y sonrió.

—¿Ya vuelve al ataque?, El número 10 claro

—Sí, aunque creo que ahora está más incómodo, sé nota que no puede abarcar todo el espacio del campo que le gustaría.

Con esto se refería a que estando ella sentada, por mucho esfuerzo que el hiciera no podía tocar todo lo que le gustaría y tenía que conformarse con solo sentir la parte de arriba.

—Es una lastima, pero tal vez debería buscar otros lugares por donde atacar.

Era una clara invitación que en un principio el viejo no entendió, pero a los pocos segundos luego de ver la sonrisa de Adriana y llevó su mano directamente a sus tetas.

Primero comenzó a masajear una, luego alternó entre una y otra pero definitivamente estaba en el cielo, y la situación tenía a Adriana terriblemente cachonda miraba los ojos del viejo que estaban llenos de lujuria y comenzó a sentir lo mismo.

—Sabe, esta nueva forma de atacar es bastante mas flexible que la otra.

Adriana sonrió.

—Si, pero seguro puede ser más eficiente.

Al decir esto, arqueó hacia atrás la espalda un poco de modo que sus perfectas tetas quedaban aún más resaltadas y sus pezones duros, aunque invisibles directamente a los ojos del viejo debido a la ropa de Adriana apuntaban directamente al techo.

Ahora que Adriana estaba sentada en la cama nada impedía al viejo usar sus dos manos, así que movió la que no estaba herida y comenzó a masajear ahora ambas tetas, con sus dos manos.

Era una escena que de haberla visto alguien, lo más probable es que le pareciera cuanto menos bizarra, una mujer hermosa, enfermera entregando sus pechos para ser manoseados por un hombre mucho mayor que ella, que era su paciente y que la miraba como un depredador mirando a una presa.

Cuando se cansó de esa posición Adriana enderezó la espalda para sentarse más recta, pero el viejo no dejó de manosear las tetas de su enfermera en ningún momento.

—Sabe señor, no creo que vayan a meter gol.

—Aún hay tiempo señorita, espere y verá.

Ambos se sonrieron.

60 minutos después, el partido había terminado y las tetas de Adriana estaban tan manoseadas que incluso le dolían un poco, había pensado en irse al medio tiempo, pero el viejo la convenció de que se quedara y por qué no decirlo, su excitación también la convenció.

—Lo ve, le dije que no meterían gol —el partido había quedado 0-0.

—Sí, usted tenía razón, tal vez el de mañana sea más interesante.

Sonrió enseñando sus amarillos dientes y Adriana sonrió también.

—Si, tal vez.

Al decir esto se alejó hacia la puerta y salió de la habitación.

Se dirigió de nuevo a la habitación de las enfermeras y se dispuso a esperar dos horas a que María pudiera irse.

—¿De verdad estará bien comprar aquí?

Era la tercera boutique de gran calidad que visitaban, no solo de gran calidad, si no también de grandes precios, no habían comprado mucho hasta ahora pero aún así Adriana se sentía mal por usar tanto dinero que no era de ella.

—Ya te dije que si, el doctor te dijo que podías gastar lo que quisieras ¿verdad?

—Si

—Entonces está bien, ahora entra ahí y pruébate ese vestido.

Adriana hizo lo que María le dijo, entró el probador y comenzó a desvestirse, se miró al espejo, sus tetas ya no le dolían, pero aún podía sentir las manos del viejo Rodrigo recorriendo toda su circunferencia.

Comenzó a ponerse el vestido, era algo revelador para su gusto, demasiado, a decir verdad prácticamente no le cubría nada, le llegaba a medio muslo, no tenía espalda y lo peor era que el escote prácticamente llegaba al ombligo, parecía más el vestido de una puta que de una enfermera.

Aun así se sentía juguetona, así que sacó su teléfono y tomó una selfie cubriendo su rostro, la revisó y estando satisfecha con el resultado, se la envió al doctor Garza.

La respuesta no tardó en llegar.

—“WOW está espectacular, pero no sé si es usted si se tapa el rostro”

—“Tendrá que creer en mi” —respondió ella.

—“Está bien, creeré en usted”

—“¿Debería comprarlo?”

—“¿Piensa usarlo en la fiesta?”

—“No, claro que no, solo pensaba que es lindo… tal vez podría usarlo en otra ocasión”

—“Cómprelo entonces”

Era evidente por la rapidez con que respondió, que había imaginado esa otra ocasión.

—“Gracias”

Para demostrar su gratitud, le envió otra foto, un poco más sugerente donde sus pechos se apreciaban incluso más.

—Vaya, te ves hermosa —María había entrado al probador y la miraba apreciando sus perfectas formas.

—Gracias —respondió Adriana —pero creo que es algo demasiado atrevido que llevar en una cena de trabajo.

—Definitivamente, pero que buena estás.

Esas palabras hicieron sonrojar un poco a Adriana, nunca una mujer le había dicho nada parecido.

—Ahora entiendo mejor porque todos los hombres del hospital sueñan con meterte la verga.

—¿Perdón?

—Vamos, no me digas que no te has dado cuenta de como te miran todos en el hospital, desde los doctores mas prestigiosos como Garza hasta el conserje, basta que aparezcas en una habitación para que todos los ojos se posen en ti.

—Pues… no, no lo había notado —mintió.

—Entonces hay 2 opciones, o mientes, o eres tan ingenua que de verdad no lo has notado, sea cual sea el caso, tienes a casi todo el hospital babeando por ti.

Al decir esto, María se iba acercando a ella, que no podía retroceder por lo estrecho del probador, cuando finalmente chocó contra el espejo a su espalda, María la tomó por la cintura y la acercó a ella.

—De hecho, si tuviera una verga, yo también me estaría muriendo por metértela en este instante.

Y de repente, para sorpresa de Adriana, María la besó, no fue un tierno beso en los labios, era un beso pasional, le estaba comiendo la boca ante la inmóvil Adriana que ante la sorpresa no se movió en un principio.

Pero no tardó mucho para que, ante su propia sorpresa, correspondiera el beso, era la primera vez que una mujer la besaba, de hecho, era la primera vez que besaba a alguien que no fuera su esposo y para su sorpresa le estaba gustando, sus lenguas femeninas jugaban una con la otra mientras con sus manos María intentaba apoderarse del trasero de Adriana y lo consiguió.

De pronto, Adriana se encontró pegada de espalda contra el espejo mientras su trasero era manoseado por una mujer y su boca era besada por esa misma mujer.

Era un beso apasionado, mas que cualquier que la pobre mujer hubiera dado en toda su vida, en cierta forma, era curioso que el mejor beso que había dado hasta ahora fuera de una mujer y no de un hombre, pero no fue eso lo que pasó por su mente, si no en que quería seguir besando a su amiga, nunca había tenido deseos sexuales por una mujer, de hecho, tampoco en ese momento los tenia, simplemente se encontraba excitada más por la situación que por la persona.

—Perdona —dijo María una vez se separó de ella —me dejé llevar.

—No… no pasa nada —respondió Adriana acomodándose el vestido que ante el manoseo se le había levantado completamente. —Aunque no sabía que eras…

María la miró y sonrió buscándose del sonrojó de Adriana que no sabía cómo terminar esa frase.

—No, no soy lesbiana —dijo con una carcajada. —solo se me antojó robarte un beso, te ves tan sexy que me sorprendería que cada persona que te viera no quisiera hacer lo mismo.

Ante estas palabras, Adriana volvió a sonrojarse provocando una sonrisa por parte de Maria.

—Pero bueno, ahora que me quité las ganas de hacerlo, lo mejor será que sigamos buscando ropa para ti…

Y así lo hicieron, estuvieron horas recorriendo las mejores boutiques de la ciudad hasta que estuvieron satisfechas, finalmente no compraron demasiadas cosas, aparte del vestido sexy y el otro vestido sexy que era el que finalmente llevaría a la cena, en general solo salieron con 4 bolsas pequeñas de ropa.

Se despidieron en la calle y cada una tomó su rumbo.

Adriana miró su reloj, eran las 6 de la tarde, la hora en que solía salir de trabajar, estaba exhausta, ya se disponía a tomar el metro para irse a casa cuando sonó su teléfono, era Adrián.

Maldijo para sí misma, había olvidado por completo que tenía que ir a casa de Adrián.

—Hola —respondió un poco de mala gana, quería irse a casa.

—Hola tía

Esa simple frase le dijo mucho a Adriana, tanto por el tono de voz, como por las palabras, era la primera vez en toda su vida que Adrián la llamaba tía,  ella al menos no podía recordar otro momento en que hubiera sido así, ni siquiera las pocas veces que ella se enojaba con el por alguna travesura, además, su voz se notaba bastante nerviosa, era evidente que para el muchacho lo que había pasado el día anterior fue demasiado como para olvidarlo, y el recordarlo hizo que de nuevo la mente de Adriana llevara sus fantasías a terrenos prohibidos.

—Hola, sobrino —respondió ella fingiendo molestia, tampoco nunca lo había llamado así y el que el llamara tía lo cierto es que le dolió más de lo que debería.

El obviamente notó la animadversión en su voz pues se quedó sin responder unos segundos.

—Llamo para avisarte que estoy ocupado —dijo al fin —Tengo practica con el equipo y llegaré tarde a casa.

—Entiendo —dijo ella pensando que iría a descansar —entonces nos vemos mañana.

—Bueno, la verdad es que mañana tengo un examen importante y por eso quería pedirte si podrías ir a la casa un poco más tarde para hacer un último repaso, es importante que apruebe este examen… por favor.

Adriana puso mala cara, no quería ir a casa de su sobrino, no porque no quisiera ayudarlo si no porque estaba cansada, todo lo que había pasado en el día la había dejado sin fuerzas.

—¿Porque mejor no vienes tu a mi casa? La verdad estoy demasiado cansada como para ir a tu casa.

Tras pensárselo unos segundos el chico aceptó.

—Claro, le diré a mi mamá que me lleve a tu casa, nos vemos a las 8 ¿está bien?

—Sí, te espero.

Unas horas después Adriana estaba en su casa, se había dado una ducha y vestido, lo mismo que solía llevar en casa, un short bastante corto que dejaba entrever todas sus maravillosas piernas y remarcaba su trasero, además de una blusa blanca de tirantes, sin sujetador lo que dejaba sus tetas sueltas y le daba un escote primoroso, era un atuendo muy cómodo para ella que además tenía el efecto secundario de que se veía tremendamente sexy.

No se vistió así con ninguna doble intención, simplemente quería estar cómoda y la costumbre de estar en su casa.

A las 8 con 2 minutos llamaron a su puerta, ella, ya un poco más descansada se dirigió a abrir, en sus planes estaba poner algunos ejercicios a Adrián y ella quedarse en la sala platicando con su hermana, cuál fue su sorpresa cuando al abrir la puerta los que la esperaban afuera eran su sobrino con una cara de fastidio, y su cuñado con una gran sonrisa.

—Hola —dijo Roberto —Vine a traer al muchacho para los estudios.

Mientras decía esto sus ojos no se separaron ni un momento del escote de Adriana, los del joven, dicho sea de paso, tampoco.

—H…hola, lo siento, pasen. —respondió la mujer luego de unos segundos de sorpresa —esperaba que viniera Erika a traerlo.

—No está en casa, al parecer hoy le toca trabajar hasta tarde —respondió Roberto pasando

—Okey —respondió ella dirigiéndose a la sala, cuando caminaba hacia ahí, algo le dijo que ambos hombres estaban viendo ahora mismo su culo.

—Bueno, ¿a qué hora pasarás por él? —le preguntó a Roberto.

—La verdad es que esperaba quedarme a esperarlo, ir y venir a la casa sería demasiado gasto en gasolina, y no sé puede quedar aquí porque la escuela está muy lejos, el examen es en su primera clase así que no puede llegar tarde… a menos que sea una molestia que me quedé —añadió al ver la reacción de Adriana.

No era una reacción de desagrado, más bien de preocupación, quedarse sola en casa, con dos hombres que ella sabía que la deseaban, uno ya le había visto las tetas y el otro aprovechaba cada oportunidad para comérsela con los ojos o lanzarle indirectas, en el estado en que ella estaba, prácticamente en celo, era peligroso, pero no podía decirle que no se quedara, sería una grosería.

—No, no hay problema, es solo que… quería hablar con mi hermana (en realidad no quería hablar de nada con Erika en particular, pero tenía que disimular)

—Gracias —respondió el.

Adrián, que en todo ese tiempo no había dicho ni una palabra se le quedó mirando a su tía con ojos de molestia, luego miró a su padre, aunque este no alcanzó a notarlo.

—Bueno, puedes esperar si quieres aquí en la sala, mientras Adrián y yo estudiamos en el despacho (más que despacho era en realidad solo un cuarto con un escritorio y algunos libros, pero Raúl siempre había insistido en llamarlo así y de tanto escucharlo al final ella terminó por adoptar el termino)

—Puedes ver la televisión, siéntete cómodo.

—Está bien, gracias —por su tono de voz Adriana notó un dejo de decepción, se imaginó que lo que en realidad quería su cuñado era poder lanzarle esas miradas llenas de lujuria que le lanzaba desde hace años cuando creía que no se daba cuenta.

Adriana y Adrián se dirigieron al despacho de Raúl, la mujer cerró la puerta y se sentó en la silla del escritorio, después le indicó al muchacho que acercará otra que estaba en la habitación, el así lo hizo, aunque se notaba de mala gana.

—¿Qué pasa? —preguntó Adriana a su sobrino.

—Nada —dijo el mientras de su mochila

—Adrián, dime que te pasa —dijo ella con voz sería.

El muchacho la miró y se ruborizó,

—Es que, con mi papá aquí tu no vas a querer mostrarme las…

No terminó la frase, simplemente sus ojos se posaron en su escote.

Esa frase y esa acción tan simples hicieron que la calentura volviera de momento al cuerpo de Adriana, le molestaba que ahora su sobrino solo pensara en eso, pero a estar alturas ya poco le importaba, lo vivido en los últimos días había subido su excitación a niveles que nunca en su vida había experimentado, y se encontró por un momento deseando que Raúl volviera de su viaje, se dijo que intentaría todo hasta lograr que tuviera una erección y le diera a su cuerpo lo que llevaba tanto tiempo pidiendo, pero faltaban muchos días para que volviera… ahora tenia a su sobrino diciéndole que quería verle las tetas, y su calentura fue la que actuó por ella.

—¿Por qué no? —le preguntó con picardía.

El muchacho la miró sin saber que decir, y abrió los ojos como platos cuando su tia comenzó a quitarle la blusa que llevaba dejando al aire libre el perfecto par de tetas que tenia.

—Aquí están, son las amigas que querías ver ¿no?

El joven se limitó a asentir.

—Pues míralas bien porque tienes que estudiar.

Durante un par de minutos, Adriana no se movió demasiado, dejando al muchacho mirar su par de tetas mientras ella se excitaba.

Lo cierto es que encontraba cierto morbo en encontrarse en esa situación, con las tetas al aire frente a su sobrino mientras su cuñado estaba en la habitación de al lado.

—Puedo… ¿puedo tocarlas? —las palabras de Adrián la sacaron del mundo de fantasía en que se había perdido durante un momento.

El joven la miraba con cara de estar pidiendo el mayor favor que había pedido en toda su vida.

—¿Perdón?

—Por favor…

Le sorprendió comprobar que su anteriormente timido sobrino era capaz de hacer ese tipo de peticiones, aunque claro, la culpa era de ella.

—Adrián, debes saber que eres el primer hombre que no es mi marido que me ve las tetas, pero nunca he dejado que otro hombre además de Raúl me las toque —mintió recordando lo que había pasado con don Rodrigo hacia unas horas.

El joven agachó la cabeza, aceptando la negativa de la mujer.

—Está bien —dijo ella

Al escuchar estas palabras el muchacho levantó la vista rápidamente para verla a los ojos.

—Te dejaré tocarlas solo si sacas buenas notas en tu examen de mañana.

Eso hizo que el joven pusiera cara de decepción.

—Así es querido, tienes que ganártelo, si sacas una nota de 9 o 10 en tu examen, entonces te las mostraré y te dejaré que las toques, si no, olvídate de volver a verlas.

Para su sorpresa, la mirada de Adrián pasó de ser la de un muchacho decepcionado a sacar chispas, la confianza que rebosó de un momento a otro hizo estremecer a Adriana.

—¿Lo dices en serio?

—Claro, ¿que no te he demostrado que cumplo mis promesas?

—Okey, acepto el reto.

—Vaya, a ver si no resulta que en realidad eres el más inteligente de la clase y todo esto era solo un plan para poder follarte a tu tía.

Al decir esto Adriana miró a su sobrino que la miró con estupefacción.

—Lo… lo vi en una película —dijo ella sonrojada

—No, realmente no soy muy bueno en los estudios, y nunca se me ocurriría hacer algo así.

—Claro, claro —dijo ella con una sonrisa—lo decía en broma hombre, no te lo tomes tan enserio.

«¿Follar?» se dijo mentalmente Adriana «¿Por qué demonios dijiste follar?»

Sacudió la cabeza y comenzó a ponerse la blusa de nuevo, dejando al pobre Adrián con las ganas de seguir viendo más.

—Bueno, ¿de qué es tu examen de mañana?

—Matemáticas —respondió el joven.

—Okey, entonces déjame ponerte unos ejercicios para que resuelvas.

Luego de ponerle un total de 20 ejercicios basándose en lo que habían estudiado en días anteriores y en lo que venía en el libro de matemáticas de Adrián, la mujer se levantó.

—Voy a hablar con tu papá, sería de mala educación dejar todo el rato solo a un invitado, si tienes alguna duda estaré en la sala, cuando termines me avisas.

El muchacho asintió y se puso a resolver los ejercicios mientras Adriana salía de la habitación.

Encontró a Roberto viendo la televisión, una película de zombis al parecer, pero al percatarse de su presencia de inmediato apagó el aparato.

—Oh no te preocupes —dijo ella —puedes continuar viendo la película.

El aun así no la encendió de nuevo.

—Nah, lo cierto es que quería hablar contigo.

—Claro, pero antes ¿quieres algo de tomar?

—Sí, café está bien, gracias.

La mujer sonrió y se dirigió a la cocina a prepararlo mientras notaba la mirada de su cuñado en su culo, la excitación ya era insoportable.

Luego de un minuto regresó con dos tazas de café, al entregársela a Roberto se aseguró de que sus manos se tocaran levemente mientras lo miraba a los ojos.

—¿De qué quieres hablar? —preguntó ella.

—De Adrián, quiero que me digas si crees que podrá conseguir las calificaciones que necesita

—Claro que si —respondió ella mientras tomaba asiento a un lado de el en el sofá —realmente está poniendo su empeño para lograr lo que quiere.

«Aunque ya no estoy tan segura de que es lo que más quiere»

—Bien, me quedo más tranquilo, no me gustaría que mi hijo tuviera que repetir un año ahora que está tan cerca de graduarse y entrar a la universidad por fin, creo que cuando entre vas a tener que seguir ayudándolo.

Sonrió y ella le devolvió la sonrisa.

Por un segundo solo se quedaron mirándose a los ojos.

«Dios, que guapo es» —pensó Adriana.

Raúl era guapo si, pero el esposo de su hermana lo era bastante más y aunque Adriana nunca se había permitido tener pensamientos lascivos con el hasta ahora, siempre le había parecido atractivo, y era más que claro que a él ella le atraía también.

—¿Y qué tal el trabajo? —le preguntó el con su grave voz —¿Le has salvado la vida a alguien?

Adriana sonrió.

—No, pero hace unos días llegó un paciente muy… interesante

—¿En serio?

—Si, es bastante agradable hablar con el —le impregnó un toque de picardía a su voz.

—Creía que todos los pacientes de un hospital serían aburridos, por eso de que están enfermos.

—No todos, la mayoría si, pero algunos son bastante divertidos.

—Entiendo ¿Por cierto, sabes que recientemente mis amigos no dejan de preguntar por ti?

—¿En serio?

La verdad es que eso sorprendía bastante a Adriana, no conocía a los amigos de Roberto demasiado, de hecho solo los había visto una vez en una fiesta en casa de su hermana, pero aunque habían sido bastante agradables, no le habían causado tan buena impresión como recordar sus nombres, solo recordaba a un tal Edgar, porque se había intentado propasar con ella estando borracho.

—Si, al parecer los cautivaste cuando te conocieron en la fiesta de hace un mes.

—¿Los cautivé? —preguntó la mujer con una sonrisa.

—Sí, ahora se la pasan diciendo que están enamorados de ti.

Esa frase hizo que Adriana soltará una carcajada.

—Enamorados… pero si solo me vieron una vez, me parece bastante poco para tiempo para que alguien se enamore.

—Pues eso es lo que ellos dicen, de hecho, Edgar no para de decir que quiere verte otra vez.

Lo cierto es que esto sorprendió a Adriana, no tenía interés en ninguno de ellos, Edgar era un tipo bastante feo y corriente, pero le sorprendió que anduvieran hablando de ella todavía.

—Me pidieron que te invite a la próxima fiesta.

—Gracias, pero creo que paso.

—Bueno, al menos lo intenté.

Sonrió.

—Pero en serio, creo que deberías venir, distraerte un poco ahora que Raúl no está en casa.

—Mmm lo pensaré ¿Quién más estará?

—Solo mis amigos, tu hermana y yo.

—¿Cuándo es?

—El domingo, a las 2 de la tarde, solo será una comida más que otra cosa.

—Ok, lo pensaré y tal vez vaya —dijo sonriendo, haciendo que el también sonriera.

—Genial —dijo el —te esperaremos.

Después de esto, Adriana dijo que iba a revisar qué tal le estaba yendo a Adrián con los problemas de matemáticas, fue a cerciorarse de que el muchacho estuviera haciéndolo sin problemas y luego de unos minutos regresó.

Roberto había encendido de nuevo la TV, ahora estaba viendo Star Wars, no estaba segura, pero parecía el episodio 6, al menos se lo parecía a ella de lo poco que recordaba de sus dos veces que había visto las 3 películas más antiguas en su niñez.

—Ya volví —le dijo —el la miró y sonrió, pero esta vez no apagó la TV.

—Eres gran fan de Star Wars ¿verdad?

—Si, bastante.

—Bueno, solo basta ir a tu casa para saberlo, tienes muchos coleccionables.

—Claro —respondió el apartando la vista de la TV para verla —Desde niño he coleccionado todo lo que podía de Star Wars.

Ella no respondió, le parecía bien que alguien gastara dinero en lo que quisiera, aunque no podía entender del todo porque ella nunca había coleccionado nada.

Al cabo de unos pocos minutos, apareció la famosa escena de la Princesa Leia con su atuendo provocativo en la guarida de Jabba the Hutt.

De inmediato Roberto se puso rígido sobre el asiento, era evidente que la escena le gustaba y es que como no, si la princesa se veía realmente sexy en ese atuendo.

—Dime ¿ya le pediste a Erika que se vista así para hacer el amor?

Roberto, que justo estaba dando un sorbo al café casi se atraganta con el, al escuchar lo que decía Adriana.

—¿Qué? —preguntó mirando sorprendido a su cuñada.

Adriana comenzó a reírse a carcajadas, no se esperaba esa reacción por parte de el.

—Pues —dijo aun soltando una risita —sé que a todos los fans de esas películas se excitan con esa escena y tienen la fantasía de cogerse a sus novias o esposas vestidas así.

Roberto se le quedó mirando, en su mirada había un poco de algo que Adriana había llegado a reconocer muy bien en estos últimos días… lujuria.

—No —dijo al fin —Nunca se lo he pedido.

—Ah, entonces si fantaseas con ello jaja.

El hombre bajó la cabeza, era la primera vez desde que lo conocía que lo veía avergonzado.

—Tranquilo, no pasa nada, todos tienen sus fantasias. —mientras decía esto puso su mano en el muslo del hombre dándole golpecitos para calmarlo.

Acto que el repitió dándole golpecitos a ella en la pierna.

—Gracias —le dijo.

La diferencia es que ella no traía pantalones, solo un short que dejaba toda su pierna expuesta así que la mano del hombre tocó su piel directamente.

Pero su sorpresa fue mayúscula cuando Roberto al contrario que ella, no separó la mano del muslo de la mujer, dejó la mano sobre su pierna un rato y al cabo de unos segundos comenzó a moverla poco a poco.

Adriana no dijo nada, una vez más, como le llevaba pasando toda la semana, la excitación fue mas fuerte, y el simple contacto de la mano de su cuñado con su piel desnuda hizo que se estremeciera.

No dijo nada, dejó que el hombre siguiera con el contacto, al notar que Adriana no se quejaba ni hacia ademanes de alejarse, Roberto ganó más confianza y comenzó a manosear aún más la pierna, mientras ambos seguían viendo la película sin decirse nada.

—Esta parte me gusta —dijo al fin Roberto después de unos minutos, apuntando con su dedo a una escena de la película, pero dándole un apretón en la pierna.

Adriana ni siquiera estaba prestando atención a la película, lo único a lo que estaba pendiente era a la mano que recorría su pierna.

—Si, a mi también me gusta —dijo en doble sentido.

El la miró y sonrió para después seguir manoseando la pierna.

—Adriana, ya terminé —Era la voz de Adrián que les hablaba a su espalda, había salido de la habitación para avisar que había terminado sus problemas.

La voz de su hijo hizo que Roberto se sobresaltara, pero por suerte fue inteligente y no retiró la mano de la pierna de Adriana, su hijo estaba atrás de ellos, desde la posición en que estaba debido al sofá era imposible que viera nada raro.

Adriana giró su cabeza y le respondió al muchacho.

—Genial, ya voy a revisar que estén en bien.

El muchacho asintió y se dirigió de nuevo a la habitación, cosa que Adriana aprovechó para levantarse del sofá y sonriéndole a Roberto dirigiéndose a con su sobrino.

Revisó todos los ejercicios y comprobó que la gran mayoría estaban bien.

—Muy bien Adrián, parece que ya aprendiste a resolver estos problemas, seguro tendrás buena nota en el examen de mañana.

El joven sonrió tímidamente, parecía querer decir algo, pero no se atrevía.

Adriana le devolvió la sonrisa y se acercó a su oreja.

—No te preocupes, cumpliré mi parte del trato si tu cumples la tuya —le susurró haciendo que el joven se estremeciera un poco.

Adriana salió de la habitación.

—¿Qué tal le fue? —preguntó Roberto quien ya se había levantado de su asiento y apagado la TV, por mera curiosidad, Adriana le dedicó una rápida mirada a la entrepierna del hombre que marcaba un bulto, aunque el lo trataba de ocultar como pudiera.

Sonrió.

—Muy bien, creo que no hay de que preocuparse.

Roberto sonrió, era evidente que se preocupaba por el futuro de su hijo.

Adrián se despidió de su tía dándole un beso en la mejilla y se adelantó a subirse al auto, dejando a Roberto y a Adriana solos.

Ninguno dijo nada por unos segundos, solo se miraron a los ojos.

—Gracias por ayudarlo —dijo Roberto.

—No hay de qué.

El hombre se acercó para despedirse también de un beso a la mejilla, pero para sorpresa de la mujer, la rodeo con sus musculosos brazos y la tomó con ambas manos del culo acercándola a ella.

Durante unos instantes quedaron en esa posición, Adriana no dijo nada, aunque por un momento temió que quisiera aprovecharse de ella, pero no, era imposible, Roberto era buen tipo aunque tuviera pensamientos impuros con la hermana de su esposa.

—Te espero en la fiesta

Fue lo único que dijo antes de soltarla y salir por la puerta dejándola con su excitación.

«Dios mío» se dijo, y en ese momento su mente por fin aceptó la verdad que su cuerpo llevaba meses diciéndole

 «Necesito sexo»

Mientras Tanto…

En un lugar lejano de la casa de Adriana, en otra ciudad de hecho, un hombre estaba frente a su computadora, llevaba 2 horas buscando alguna solución a su problema.

Raúl había salido hace 2 horas de una reunión bastante estresante con unos clientes potenciales, y al llegar al hotel se dispuso a buscar algún remedio para la disfunción eréctil, llevaba meses entrando a internet buscando, había probado de todo, remedios caseros, homeopáticos, médicos… todo lo que encontraba en internet lo intentaba, incluso cosas tan locas como ingerir orina de gato (una locura, en su propia opinión, pero estaba desesperado)

Fue así que estando en su búsqueda, entre paginas relacionadas y haciendo clics en diversos anuncios llegó a un foro donde se hablaba de sexo, pero más que de sexo se hablaba de fetiches, no era el tipo de foro donde a el le gustara estar, pero por probar no pasaba nada…

Creó una cuenta en el foro y se dispuso a abrir su primer tema.

En el, explicaba su situación diciendo que tenía disfunción eréctil y todo lo que había intentado, trató de explicarlo lo mejor posible antes de publicarlo, espero unos minutos mientras se daba una ducha y cenaba, cuando volvió a mirar descubrió que tenía más de 10 respuestas.

La mayoría de las respuestas le dijeron que visitara a un médico (¿Y que otro supiera su problema? ni loco)

Otros pocos le sugerían remedios que según ellos les habían funcionado, por si acaso se dijo mentalmente de probarlos si era posible.

Pero fue el último comentario el que llamó la atención, decía lo siguiente, era breve, pero al grano.

“Mira —comenzaba el mensaje, —sé que esto es algo extraño, pero a mí me pasó lo mismo que a ti hace unos años, hasta que descubrí que el problema estaba en que el sexo convencional no me llenaba, un amigo una vez me hablo del Cuckolding y aunque en un principio me negué a aceptarlo, decidí convencer a mi novia de intentarlo y después de mucho rogar lo logré, y ese fue el resultado, desde que mi novia y yo probamos eso soy completamente funcional de nuevo, yo me excito como nunca y mi novia está satisfecha… mucho”

Eso era todo, encontraba un poco raro el mensaje, y no entendía que era esa palabra “Cuckolding”

Así que la buscó en google y comenzó a leer la primera entrada que encontró.

Mientras leía experimentó varias sensaciones, primero, curiosidad, después, sorpresa, luego, indignación y celos… pero al final satisfacción.

Satisfacción porque luego de terminar de leer e imaginar a su esposa haciendo eso… por primera vez en 3 meses, sintió una erección en su entrepierna.

Continuará…