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Fama de Zorra

en Confesiones

Hola.

Hace mucho no escribo. Estoy tan avergonzada...

Lo que pasó es como si hubiera pasado antes de que yo me diera cuenta. Como les dije, para ayudarme a jugar a mi fantasía acordé con mi novio "terminar" públicamente para que él pudiera estar con otra "oficial" y así venir a mí sólo por sexo... pues bien... a pesar de que todo había salido bien hasta principios de éste mes, ocurrió lo que temía: él terminó acostumbrándose a ella, y me dejó realmente... y como abiertamente ya habíamos "terminado", pues me quedé sola con mi tristeza, sin nadie que viniera a darme compañía, pues, para los demás, hacía tiempo habíamos terminado.

...quién sabe. Tal vez se alejó porque lo llamé "amor de mi vida" en mi historia de "La Mejor Broma". Tal vez me equivoqué pensando que él quería algo definitivo... o quizás se sintió presionado... o quizás sólo jugaba conmigo, asumiendo que con alguien como yo, con la fantasía de hacerlo por dinero, no se puede tener una vida sana.

...y la nueva, aquella con la que se suponía que estaba sólo por juego, quizás creyendo que perjudicaba a una mera "amante" hizo lo que yo esperaba que no ocurriera nunca: me había estado poniendo cuidado escondida cerca de la puerta que da a la calle... y había visto a su novio... mi novio... o lo que sea, entrar a mi casa. Pero no, no sabía que era él. Como él venía disfrazado, ella asumía que era otro hombre. Al cabo de un rato lo veía salir, y más tarde veía llegar "otro hombre"... y cuando se acercó lo suficiente me oyó gritar con "cada uno"...

...y me puso en evidencia en cuanto pudo, frente a todos los que trabajan conmigo. Y tuve que confesar el juego, con él al lado, viendo, sin defenderme; ¿qué más podía hacer? Y él aceptó haber estado ayudándome con el juego... pero pretendió que el final de nuestra relación había sido cuando terminamos públicamente. Supongo que ahora la quiere a ella. Y yo, desacreditada, no podía hacer más que sostener a medias el conflicto: jugaba a que él era varios hombres, y que me acostaba con todos ellos. Pude ocultar lo del dinero. Él simplemente confesó infidelidad hacia ella, y ella, al parecer decidida desde entes de la pelea, lo perdonó ahí mismo. Al final de la  jornada se fueron felices, tanto como podían, mientras yo me quedaba atrás pensando en las veces que no llegó a mi casa... y en lo que lo habría motivado a ello. Incluído por su puesto el cuatro de mayo de este año, por el que hice la confesión que quizás ya leyeron.

No hay mucho que añadir. Unos se rieron otros se alejaron, pero ahora ir al trabajo es sentirme observada todo el tiempo. Y tratar de comportarme totalmente "profesional" sólo parecía a vivar su interés, su curiosidad... su morbo hacia mí. Porque seguro ellos ya se imaginan la fantasía completa... o mejor dicho, ya la adivinaron.

Y el efecto secundario más obvio fue, por su puesto... un aumento en la cantidad de pretendientes para relaciones cortas. Me veían como una tipa fácil sólo porque me había visto forzada a reconocer que tenía una fantasía con varios.

... y esos pretendientes me ven como una zorra de clóset que sólo quiere sexo y... dinero...

...

No sé si me crean, pero a pesar de la costumbre que me había hecho de estar con mi novio el miércoles y el sábado, no he querido masturbarme desde entonces. Pero el deseo ha seguido ahí. Y se acumula.

El escándalo fue el lunes 13. Buen comienzo de semana. acuérdense de mí cuando les dé mamera volver al trabajo el lunes. El martes del jefe me llamó para pretender tener una charla comprensiva conmigo. Cree que soy idiota: sólo se aprovechó de su situación para verme más de cerca y tantear el terreno. Le dije lo que ya se había dicho con los términos más planos posibles. El tipo es una basura. El miércoles 15... estuve esperando su llamada como una tonta, como había hecho antes... para que me pidiera que fuera a su casa. Cuando llegó una hora más bien avanzada... aunque no la miré... lloré sobre la cama hasta quedarme dormida, y aunque quería tocarme para consolarme... no lo hice.

La semana casi termina normal. Pero el sábado, finalmente, uno de mis compañeros, de esos con los que nunca me había hablado, se acercó a mí y me invitó a tomar algo. Lo pensé... pero quizás ya lo había pensado antes de que ocurriera, y acepté, sin compromiso.

Salimos del trabajo; la gente nos miraba, por su puesto. Fuimos a tomar un café. Me habló de él. Le hablé de mí eludiendo el tema que yo sentía que rondaba en el aire. Más tarde fuimos a comer. Ya anochecía. Comimos; él pagó. Yo no pude evitar pensar que me había ahorrado ese dinero. Que era como si me lo hubiese dado y yo simplemente lo hubiera gastado en comida. Recordé la vieja conversación con mi novio que me llevó al primer juego de las visitas. Él me hizo un mimo mientras pagaba la cuenta... ¿por qué en ese momento?

La presión me hizo pedir un tiempo fuera. Fui al baño. Hice mis necesidades y me lavé las manos. Traté de calmarme. Era una salida sin compromiso. Iba a salir del baño cuando de repente decidí hacer algo más, por capricho, y entré a un cubículo para ello. Luego salí. Allí me esperaba él, y sentí que me miraba como a un postre.

Me dijo algunas cosas, me besó en la boca, y luego...

- ¿Quieres que vayamos a un lugar más privado? - ¡Al fin preguntaba! ¿Cuánto tiempo más pensaba sostener ese teatro hipócrita?

- ...no lo sé... - respondí vacilando genuinamente.

- Estoy seguro de que te gustará...

- ...

No hablé, sólo asentí moviendo la cabeza un milímetro o dos. Él sonrió, tan mal como quien se sale con la suya pero quiere disimularlo, y llamó un taxi. Él me abrió la puerta; entré, luego él.

- Lléveme "acá", por favor... - le dijo al taxista mientras le pasaba un papel.

Creo haber visto al taxista sonreír con malicia... supongo que conocía la dirección, o que el papel tenía el nombre del sitio. No dijimos nada en el camino; él simplemente me mimaba como un gato; no me besaba mucho, la verdad. Entramos; nos bajamos. Un motel. Él pagó el taxi. Me preguntó:

- ¿Nerviosa? ¿Es la primera vez que vienes a uno de estos sitios?

- No... -respondí a pesar de lo tensa que me sentía, sin pensar en las implicaciones de la respuesta; para cuando me dí cuenta ya había perdido los valiosos segundos de tiempo para ello, y él sonreía casi con descaro... ¿qué imaginaba sobre mí?

Habitación para dos. Él pagó. Encontramos la habitación. Abrió, y me miró de arriba a abajo mientras yo pasaba por su lado para entrar: blusa blanca, jean azul, tennis. Cuando entré, no quería darme la vuelta. Oí la puerta cerrarse. Fue un sonido normal, pero lo sentí tan... trascendental...

Él insistía en jugar al caballero. Me rodeó, me tomó de las manos para acercarme a la cama, y trató de besarme; lo logró unos segundos, pero alejé mi boca pronto facilitándole el cuello. No insistió en quedarse arriba me besaba mientras me acariciaba la espalda; a mí no me nacía mucho besarlo a él.

Sentí que sus ojos me pedían que me quitara la blusa. Con un extraño dolor en la consciencia fingí no entender. Él desabotonó entonces, y la abrió. No lo dejé bajarla; tenía frío. Me besó el pecho, y llevó sus manos a mi espalda para abrir el cierre. No era un brasier de tirantes comunes... tenía un par de ganchitos en la parte de adelante para soltarlos... o amarrarlos, cuando uno se los pone, y así evitar las contorsiones a las que a veces tenemos que someternos; cosas de mujeres. Esos ganchitos los abrí yo, con una leve sonrisa; estaba nerviosa, pero me divirtió ver que él se hacía bolas preguntándose cómo quitarlos sin hacerme quitar la blusa... y bueno; cuando los abrí él pudo quitarme el brasier, cogerme los senos, y empezar a acariciármelos. Sus manos eran tan diferentes...

Como no me vio muy cooperativa, se desvistió él solo; era casi divertido verlo encargarse de todo; yo apenas respondía... para que él no pensara que yo estaba muerta pero aún de pie.

Finalmente vi su pene. No pude dejar de verlo. Tenía una forma que yo no había visto  en la vida real... aunque no había visto muchos, en realidad. Un poco más cabezón de lo normal, y achatado. Realmente parecía un hongo. Él notó mi interés y me preguntó:

- ¿Te gusta?

Y yo, tras pensar menos de lo justo, le dije con exceso de sinceridad:

- No lo sé... no lo he "probado"...

- ¡Entonces pruébalo! - me dijo excitado y entusiasta.

Sin dejar de verlo, me arrodillé, lo sostuve, y empecé a lamerlo... en efecto, sabía también diferente...

- ¿Qué opinas? - me preguntó amable, pero sin disimular mucho si impaciencia.

- ... -lo miré a los ojos, y le dije con picardía: - Todavía falta...

Y me lo eché a la boca. Aprovechando que ya lo había lamido por todas partes, y por lo tanto estaba húmedo, me dejé llevar y lo empujé tan profundo como pude en mi garganta. A él le sorprendió y gimió un poco. Cuando no aguanté más lo saqué despacio, pero antes de que saliera todo lo volví a meter; hice eso tres o cuatro veces hasta que decidí chuparlo hasta acabar... y no pasó mucho tiempo. Lo sentí palpitar entre mis labios mientras el chorro me daba en el palabar y me inundaba la garganta. El sabor era casi el mismo, pero no el mismo. Cuando acabó al fin, pues sentí que si se quedaba un poco más me llenaría la boca, lo saqué con cuidado para no derramar, lo miré, lo retuve, me puse de pie, y así, frente a él, sonriendo viéndolo a los ojos, tragué, me relamí, tragué de nuevo, y le dije:

- Delicioso.

Él no estaba muy expresivo ahora. Quizás estaba sorprendido por algo. Se limitó a verme bajar de nuevo, y lamer lo que quedaba; con cuidado, y sabiendo yo que hacer eso no es tan placentero físicamente, pero sigue siendo unpoco sugestivo.

Cuando acabé, como si acabara de hacer algo común y corriente, me levanté sonriendo, me abrigué con la camisa sin abotonarla, y me senté en la cama, mirándolo. Unos segundos de desconcierto después, él se avispó, pero no supo qué decir, así que le dije yo:

- Necesitas un rato, ¿cierto? - Y ampliando la sonrisa, añadí: - ¿Jugamos parqués?

Él no pudo disimular que le hizo gracia, pero evitó reírse a carcajadas. Se sentó a milado, pero yo me levanté y fui hasta mi bolso. Saqué un condón, se lo dí, y le dije:

- Póntelo cuando estés listo, ¿vale?

Él asintió; su sonrisa pícara volvía poco a poco.

Yo me incorporé, sonriendo pero llena de dudas, respiré profundo, y le dije:

- Quiero tomar algo mientras tanto. dame un momento, ¿sí?

Y tras coger el bolso, salí de la habitación. La única garantía que él tenía de que yo volvería era el brasier tirado en la cama.

No sé si me siguó. Con la mano izquierda sosteniendo la blusa sin abotonar, pues quería mantener "la magia", fui hasta la recepción, y le pregunté casualmente al tipo por algo para tomar. Él, sorprendido y malicioso, me respondió afirmativamente, y tras un minuto revolcando cajas viejas en un cuarto que había cerca, vino con un jugo en botella. Me cobró. Yo hice pucheros mientras le dije que estaba muy mal de dinero y que si él podría "condonarme" la deuda por ahora... que yo vería después cómo pagarle... y él, captando la "indirecta", sonrió y me dijo que cuándo. Yo le dije que volvería en estos días. Él pudo cara de "darse cuenta" de algo, sonrió de nuevo, y dijo:

- Listo, mamacita, después cuadramos.

- Vale - le dije con un gesto infantil. Luego acomodé la blusa para improvisar un escote pronunciado totalmente dedicado a él, y añadí: - No te arrepentirás. No me olvides, ¿sí?

- Yo nunca olvido a alguien que me debe, mamacita rica...

- ¡Gracias! - le respondí riendo, y me fuí contoneando la cadera. Antes de irme de su campo de visión, hice como en las películas y le dediqué una última mirada y un saludo.

No era la primera vez que me embolsillaba a un recepcionista de motel aparentando "ciertas cosas"... pero era la primera estando "sola".

Caminé despacio hasta la habitación. No quería pensar. Estaba de buen humor. Bebí hasta terminar; eran varios pisos yendo por las escaleras, pero no tantos; aún así, gasté los quince minutos reglamentarios. Ya frente a la puerta de la habitación, que resultó estar cerrada, golpeé. Él abrió, escondiéndose, por si quien golpeaba no era yo. Cuando me vió paració extrañarse; supongo que esperaba verme menos alegre.

- ¡Hola, corazón! - le dije viéndolo a los ojos e imaginándome juegos pasados... - ¿Es aquí donde necesitan una chica fácil para que "sacuda" algo delicioso?

- !... - ¿qué podría responder él? Dijo finalmente: - ...ej... sí...

- ¿Y qué te parezco yo para eso? - le dije mostrándole los senos asumiendo el riesgo de que otras personas me vieran.

- Sí... - ya empezaba a coger confianza... - espectacular... sigue...

- ¡Gracias! - le dije mientras entraba, dejándolo verme de arriba a abajo sin disimulo.

Se puso el condón. Parecía querer algo más clásico, pero yo le dije:

- ¿Te gusta sentarte en la esquina?

- ¿Ej?

- Siéntate en la esquina, corazón... quiero saltar un poquito...

Y él se sentó en la esquina de la cama.

Yo me acerqué a él, y él desabrochó el pantalón, sorprendiéndose mientras bajaba el cierre. Yo le "expliqué", riendo:

- A veces no uso ropa interior... ¿te molesta?

- No... para nada...

- ¿Te parece que así parezco una... cualquiera? - le pregunté con fingida seriedad.

- ... - eso era para mí el "sí" que buscaba. Él dijo, como si ese silencio no hubiera sido la respuesta: - No, tú puedes vestirte como quieras...

Lo ignoré. Se había detenido. Con los años de práctica que tenía, me quité el pantalón yo misma, bajándolo hasta los tobillos y luego sacando los pies dejando los zapatos debajo. No es tan fácil cuando es ropa ajustada, pero lo hice bien, creo. Ya se le había levantado; cabeceaba como llamándome; me relamí los labios, rodeé su torso con mis piernas, y me lo metí, abrendo la boca para disfrutarlo mejor, y gimiendo"riéndo al acabar. Abrí los ojos y lo miré tan candentemente como pude; él me dijo entonces:

- ¿Realmente te gusta hacer estas cosas, [Yuri]?

- ¿El sexo? A todas nos gusta el sexo, papi... es sólo una cuestión de disimulo... - y empecé a moverme sin importarme la conversación.

Me agité sin parar por un rato; gritando por juego y por gusto; me dí cuenta de que mi estado físico no es tan bueno; mi cuerpo empezaba a cansarse cuando empecé a jadear... pero yo realmente lo estaba disfrutando y quería continuar... cuando lo miré ví que él también me veía cansada, pero yo sonreí y le dije:

- Está muy buena, amor...

- Tú también... chica fácil...

Me reí y redoblé esfuerzos hasta que al fin se corrió; disfruté su cara de placer, y, como aquella vez, noté que no recordaba su nombre; eso me hizo gracia y me dio el empujón final para ancanzar el éxtasis también.

Nos dejamos caer sobre la cama; yo me rehusaba a dejarlo sacármelo... es tan rico dejarlo ahí un rato... Se lo dije, se rió, y me permitió quedarme abrazada a él unos minutos.

No sé cuántos minutos fueron. Como si el hombre hubiera sido yo, me había quedado dormida sobre él. Él se rió de nuevo.

- ¿Qué significa esto para ti? - le pregunté.

- ...No lo sé... - dijo medio-meditándolo - Lo he pasado bien contigo.

- ¿De verdad crees que soy una chica fácil?

- ... -se puso un poco nervioso. Dijo entonces: - Tú fuiste la que lo dijo...

- ...tonto... - le dije riendo falsamente - Era jugando.

- ¡Tremendos tus juegos, [Yuri]!

- ...me gusta que sea emocionante.

- ...lo fue.

Me levanté sonriendo, y me vestí. Los pantys estaban en la cartera desde que me los quité saliendo del baño del restaurante, y ahí se quedarían; es excitante ir sin nada. Él apenas me miraba recostado y perezoso. Miré el celular.

- Oye... - le dije. - ¿Me llevas a la casa? Quiero descansar... - reí - estoy exhausta... nos vemos el lunes...

- Claro... vamos.

Se vistió y salimos. Cuando él se adeltantó, me despedí del recepcionista con un gesto sexy; él me miró con picardía... a la cara, y luego a la cola.

Llegó el taxi. No dijimos mucho; lo dejé besarme; no se acercó a mi boca: sabía el sabor que quizás encontraría... o se lo imaginaba, porque después del jugo yo ya no saboreaba nada. Llegamos.

- Amor, ¿cuánto te doy por esta parte del recorrido? Es que, como te desviaste el contador te marcará más... - le pregunté sabiendo lo que me respondería.

- No te preocupes, ¡yo pago! - respondió.

- Gracias, corazón. - le respondí con un gesto más sexy que tierno.

- No te preocupes. - Y me dio un beso en la mejilla.

El taxista miraba como esperando algo, pero no dijo nada. Me bajé con un gesto asolapadamente sensual, y di la vuelta por el frente del taxi, y no por detrás, para que me viera(n) mejor. De espaldas a ellos antes de pasar la calle y ya entrada en gastos... dejé caer la cartera. Me agaché sin flexionar las piernas para recogerla; el del taxi ya habría podido arrancar, pero no lo hacía... me dí la vuelta para verlos, y ellos voltearon disimulando que me habían estado mirando. Luego miraron, Y me despedí con el mismo gesto que le hice al recepcionista.

Miré a los lados, paseé la calle, y volví a casa sin mirar atrás. No escuché el taxi; quizás se quedaron mirando más tiempo.

...y ya se imaginarán las consecuencias de eso el lunes.

Luego les cuento cómo me ha ido en estos días... y hoy miércoles que escribo esto.

Chao. Un pico.